Yo tengo ésta argentina de Losada, que comparte edición con
El encantador putrefacto, que creo que fue su primera obra (1909).
Precisamente estos días estoy trabajando esos textos y sobre todo un libro de André Breton,
El Surrealismo: puntos de vista y manifestaciones (Barral Editores, 1970), que en realidad es la transcripción de una serie de entrevistas radiofónicas que André Parinaud realizó a Breton (más unas cuantas al final, de otros entrevistadores) que abarcan los años entre 1913 y 1952. La edición original la publicó Gallimard en 1952. Este es el libro:
Lo pongo aquí porque en la página 31 se comenta sobre el accidentado estreno de
Las tetas de Tiresias y el choque entre Jacques Vaché, el malogrado fundador espiritual del surrealismo, y Guillaume Apollinaire. Dejo el fragmento porque es muy interesante:
ANDRÉ PÉRINAUD: Perdone que le interrumpa, pero entre la actitud de Vaché y la de Apollinaire hay un profundo antagonismo: ¿cómo podía usted conciliarlas?
ANDRÉ BRETON: En efecto, ambos estilos de vida eran profundamente antagónicos y nunca se enfrentaron mejor que el 24 de junio de 1917, con ocasión del estreno de la obra de Apollinaire Les Mamelles de Tirésias. Ya he explicado varias veces que Vaché, que acababa de llegar con permiso del frente, se había citado conmigo. La obra había empezado a representarse con casi dos horas de retraso. Además de ser decepcionante, estaba interpretada mediocremente y los espectadores, que ya estaban irritados por el retraso, acogieron desfavorablemente el primer acto. Un aumento de la agitación en un determinado lugar de la platea indicó la entrada de Jacques Vaché vestido con uniforme de oficial inglés: para ponerse inmediatamente a tono, había desenfundado su revólver y parecía estar dispuesto a utilizarlo. Hice todo lo que pude para calmarlo, y conseguí que aguantara, no sin dar muestras de gran impaciencia, hasta el final de la representación. Nunca había medido, como en esa noche, la profundidad del foso que iba a separar la nueva generación de la precedente. Vaché, al que exasperaban simultáneamente el tono lírico bastante populachero de la obra, así como la machaconería cubista de los decorados y vestuarios, Vaché en una actitud desafiante frente a un público a la vez aburrido y alterado por estas manifestaciones, parecía, en aquel momento, una figura reveladora. Al cabo de tres o cuatro años esos dos mundos que se opusieron en aquel momento se separarían definitivamente.
P.D.: Me haré con la edición de Cátedra, es una colección maravillosa.