EAN: 9788490021040
Colección: POESÍA HIPERIÓN
José Antonio Santano escribió: Es la poesía de Ricardo Molina una lectura imprescindible y necesaria para entender una época trascendental de la Historia y la Literatura española.
A veces, y es también una función importante del crítico, conviene actuar de altavoz y recuperar así la obra de autores que, como el pontanés Ricardo Molina, han sido y serán un referente poético de primer orden. En esta "Antología poética", publicada en el centenario del nacimiento del poeta Ricardo Molina, el profesor Roso nos aproxima breve pero sustancialmente a su obra. Con acertada didáctica Roso nos guía, de forma cronológica por el quehacer poético de nuestro vate, desde su primer libro El río de los ángeles (1945), en el cual ya se vislumbra su sensual voz: «Oh qué dulzura, / qué extraña y admirable dulzura, / descender abrazados, desnudos, al fondo oscuro del río, / desnudos y abrazados para siempre, / y así, gozosos, líquidos, disolvernos en ondas, / en claras ondas plateadas, verdes…», pasando por Elegías de Sandua (1948), quizá el texto más conocido, donde el poeta, como dijo el profesor Clementson, «es el cantor inolvidable de la dicha pretérita», y así lo aseveran estos versos de la Elegía XXX, dedicada al siempre amigo Juan Bernier: «En el charco de la Pava, en el Jardín del Alpargate, / en los chozos de barro y de taraje / que azotan las tormentas al lado de la cárcel, / en los tugurios ásperos de riñas y blasfemias, / igual que bajo lámparas de plata / y arcángeles y vírgenes y santos, / pasea Juan Bernier interminablemente; "Corimbo" (1949), discurso poético que aúna y exalta Naturaleza y vida: «Ya no necesitamos las palabras. / Ya basta el sol que besa, basta el río / que nos lleva en sus ondas lentamente, / y el viento que los ojos acaricia, / la verde sombra que en la boca tiembla»;"Elegía de Medina Azahara" (1957) resultará ser, en palabras del profesor Roso, "el símbolo perfecto de su visión del mundo: las ruinas de Medina Azahara son las ruinas del paraíso perdido (…) el correlato objetivo de una honda reflexión sobre el paso del tiempo, la fugacidad de las cosas, la ineludible presencia de la muerte", como se aprecia en estos versos: «Del alminar, ¿qué queda? Del alcázar / ¿qué queda? Del amor, del poderío, / del deseo, ¿qué queda? Un son de piedra, / un nombre vago y falso, un aire triste». A este seguirían los poemarios "La casa" (1966), "A la luz de cada día"(1967) y los póstumos "Regalo de amante" (1975) y "Psalmos", "Homenajes" y "Otros poemas" publicados todos en 1982. En todos, la singular voz del poeta destella con luz propia. Para Luis Antonio de Villena «el mejor Molina es ese poeta del júbilo del amor y la sensualidad, tocado de melancolía temporalista y de algunos toques de religiosidad verídica cuanto necesariamente heterodoxa».