Poesía completa - Enrique Jardiel Poncela

[salvatraca]

Nº de páginas: 224 págs.
Editorial: HIPERION
Año: 2013

La obra de Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) consta de noventa y cuatro comedias largas, más de cuarenta piezas de teatro breve, veintitrés guiones cinematográficos, cuato novelas grandes, treinta y nueve novelas cortas, diez tomos de ensayo, veinticinco conferencias, varias recopilaciones de piezas cortas, críticas teatrales, cartas, libros de aforismos, y una cantidad difícilmente computable de artículos periodísticos. Sin embargo, sus versos no se han recogido hasta el momento en ninguna colección, pese a que Jardiel fue un hábil versificador, como lo demuestran algunas de sus comedias escritas en verso.

Jardiel continúa de alguna manera en la tradición española del verso humorístico, que arranca con el Arcipreste de Hita, halla su cumbre en Quevedo y llega hasta Vital Aza y Juan Pérez Zúñiga. Su aportación es la adaptaciçon a la modernidad y la experimentación con formas métricas poco usuales. Los versos que conforman este volumwn gozan de una inusitada variedad, alternándose el soneto con la cuaderna vía, el romance con el verso libre más vanguardista, la silva con la copla popular y los heptasílabos con los dodecasílabos, tan poco frecuentes en castellano.

Los poemas que integran esta obra provienen de cuatro fuentes principales: sus Obras completas; los publciadoas en diversas revistas humorísticas (Buen Humor, Gutiérrez, etc.), durante los años veinte y treinta; algunas composiciones interpoladas en sus obras teatrales y los versos totalmente inéditos de la colección personal de sus herederos.

Iré poniendo las que más me llamen la atención...

[Aben Razín]

Gracias por abrir el hilo, salvatraca

¡No tenía ni idea de que Enrique Jardiel Poncela hubiera escrito poesía!,

[salvatraca]

Copio

Ante la difusión que ha adquirido su obra en prosa, la poesía de Jardiel podría asemejarse solamente a un pariente pobre que buscara modestamente una existencia apacible en su vertiginoso mundo creativo. Pero sabemos por el mismo Jardiel su predilección por esta forma de literatura. Empleaba los versos para su diversión personal, escribiendo innumerables cartas rimadas a amigos y familiares; las usaba para felicitaciones, conmemoraciones y compromisos sociales; los insertaba siempre que podía en sus obras teatrales y si no escribió más comedias en verso fue porque los públicos de su tiempo asociaban la forma rimada al teatro post-romántico decimonónico del que Jardiel quería alejarse totalmente. Por ello no es de extrañar que sus dos únicas comedias en verso (Angelina o el honor de un brigadier y El sexo débil ha hecho gimnasia) fueran parodias más o menos hirientes de aquel tipo de teatro ya caduco.
A esto ha de añadírsele la probada facilidad para la versificación que poseía nuestro autor. Gustavo Pérez Puig, uno de sus más aventajados discípulos, en su artículo «Jardiel, ese autor inolvidable» (2001) escribe: «A mí me confesó un día que había escrito [Angelina] en verso porque tenía prisa por acabarla y él escribía más rápidamente en verso que en prosa. (…) A continuación, para confirmar sus palabras, me pidió que le sugiriera un tema cualquiera. […] le dije: “En la comedia que han estrenado esta noche hablan mucho de la capa española” En menos tiempo del que tardo en contarlo hizo un verso, un canto a la capa lleno de gracia y talento y con una perfecta versificación».
Tal facilidad la había conseguido mediante la práctica, pues aunque no se le consideró nunca como poeta, publicó gran número de romances, sonetos y otras composiciones en Buen Humor y Gutiérrez durante la década de los veinte. Más tarde afirmaría en una de sus colecciones de aforismos que la poesía es un pecado de juventud. Estas composiciones tempranas no tenían especial calidad (y Jardiel ejerció una durísimo censura sobre ellas, repudiándolas y eliminándolas de las Obras completas que dejó preparadas), pero mostraban una frescura y originalidad latentes que habría de desarrollarse más tarde. Pese a ello, sus «Gacetillas rimadas», publicadas diariamente en La Correspondencia de España durante 1921 y 1922, y en las que Jardiel abarcaba todos los temas imaginables, adquirieron gran popularidad.

[Aben Razín]

Gracias por tanta información, salvatraca

[sergio,]

¡Qué interesante! Intentaré hacerme con ella

[Aben Razín]

¡Qué interesante! Intentaré hacerme con ella

Por mi parte, intentaré buscarla en alguna biblioteca,

[salvatraca]

AUTORRETRATO
...
Declarada la fecha en que nací, ya puedo
citar a otros nacidos, como yo, en la fecha ésa
o en fechas que son «Libras» también: Santa Teresa,
Dostoiewsky, Oscar Wilde, Nietzsche, Newton, Quevedo…
¡Ah! Y Cervantes…, ¡es cierto! Pues si, al citar, me quedo
sólo con los famosos, Cervantes era un hombre
que consiguió tener cierta fama y renombre;
y, como los de «Libra» no se chupan el dedo,
y yo, que soy de «Libra», tampoco me lo chupo,
debo acceder, por ello con Cervantes, y accedo
porque así se completa del todo nuestro grupo.
¡Y vaya un grupo que es! No hay otro parecido,
ni más sublimizado, ni más enaltecido
por virtudes, por méritos, por lo que amó y sufrió,
y es lo del sufrimiento la causa de que yo,
indefectiblemente, arrugue el entrecejo
al repasar sus nombres, mientras digo perplejo:
¿El nacer en octubre y en el mismo cuadrante
hará a las vidas suyas la mía semejante?
¿Seré yo lo que Wilde?… Por un lado me gusta;
pero, por otro lado, ¡francamente, me asusta!
¿Me dará, corno a Newton, la fama algún binomio?
¿O seré, como Nietzsche, carne de manicomio?
¿O acabaré viviendo enfermo y hecho cisco
de reúma y de gota, sin nadie que me asista,
como vivió sus días postreros don Francisco
de Quevedo y Villegas, el supremo humorista?
¿Habrá gloria en mi muerte y me harán un sepelio
que alcance el resplandor del sol en perihelio,
yendo tras de mi féretro 40 000 personas
y diez coches de flores y nueve de coronas,
igual que a Dostoiewsky al que así «compensaron»
los rusos de lo poco que en vida lo estimaron?
¿O moriré en silencio, tras haber pasado antes
todo cuanto pasara, antes de ello Cervantes?
O, en fin, y esto, ¡Dios mío!, es lo que más me espanta:
¿llegaré a hacerme monja, como lo fue la Santa?
...

[salvatraca]

Mi amada tiene pelo
(por lo cual le doy gracias al Cielo).
Y debajo, la cara;
y en la cara, dos ojos, la nariz
y una boca algo rara.
Después, el cuello,
torneado y esbelto, igual que el del camello
Y dos hombros y dos brazos
de línea gentil y grata
y dos manos, con las que ata
de sus zapatos los lazos.
Tiene pecho, caderas y espalda
y un vestido con blusa y con falda…
¿Qué más cosas tiene, por fin?
¡Ah, sí!
Tiene una casa en Chamartín.

[sergio,]

Mi amada tiene pelo
(por lo cual le doy gracias al Cielo).
Y debajo, la cara;
y en la cara, dos ojos, la nariz
y una boca algo rara.
Después, el cuello,
torneado y esbelto, igual que el del camello
Y dos hombros y dos brazos
de línea gentil y grata
y dos manos, con las que ata
de sus zapatos los lazos.
Tiene pecho, caderas y espalda
y un vestido con blusa y con falda…
¿Qué más cosas tiene, por fin?
¡Ah, sí!
Tiene una casa en Chamartín.

Ya sabemos de dónde sacaba la inspiración Gloria Fuertes

[salvatraca]

...
Cerca del puente del Rialto
y a eso de las tres y media
de la mañana, una góndola
surca las aguas, ligera,
el siete de enero de
mil cuatrocientos noventa.
Encaramado en la proa
como un mono en la palmera,
serio, grave, cejijunto
y armado con una pértiga
ve algo un hombre misterioso
que calza medias de seda.
El cual, para no incitar
en el que le ve sospechas,
entona en «do sostenido»
una hermosa chanzonetta.
De tarde en tarde otras góndolas
se cruzan con la primera,
y en su interior, acostados
y ebrios de Chianti, regresan
sus dueños de algún palacio
donde han estado de juerga
hasta que, curdos perdidos,
rodaron bajo la mesa,
como rueda en Montecarlo
y en Biarritz la ruleta.
Subido siempre en la proa,
sin abandonar la pértiga,
aquel hombre misterioso
que en la góndola navega
con aire horrible y siniestro
el paso del puente acecha
y sus labios florentinos
—porque el hombre es de Florencia—
mantiene bien apretados
con rabia y furia suprema,
y de vez en cuando dice
la palabra «¡Maladetta!»,
con extraña entonación
entre grave… y circunfleja.
¿Quien es ese hombre? ¿Por qué
sufre en forma tan intensa?
¿Por qué murmuran sus labios
la palabra maladetta,
que quiere decir maldita,
aquí, en Castilla la Nueva?
¿Y por qué al puente del Rialto
sobre la góndola acecha,
sin tener miedo al reúma
ni a un constipado siquiera?
¿Por qué le tiemblan los ojos?,
¿por qué le tiemblan las piernas?,
¿por qué le tiemblan las manos?,
¿por qué le tiembla la pértiga?,
¿por qué no se va a su casa
y se desnuda, y se acuesta
y duerme tan ricamente,
como haría otro cualquiera,
en lugar de hacer el indio
por las calles de Venecia?
O, ya que el hombre decide
complicarse la existencia
acechando en una góndola
a eso de las tres y media
del siete de enero de
mil cuatrocientos noventa,
¿por qué no deja la barca?
¿por qué no suelta la pértiga?
¿por qué no se lía a tiros
con el primero que vea?
Eso se dirán ustedes
y yo juro por mi abuela
que lo mismo digo yo,
porque es que no hay quien comprenda
la conducta de este tipo
que desde la proa acecha.
Y añado que si no diese
la casualidad funesta
de que jamás en mi vida
he visitado Venecia,
y que si no fuese porque
no tengo noticias ciertas
de qué le ocurrió a aquel tipo
que se apoyaba en la pértiga,
yo les contaría a ustedes
una terrible tragedia.
De modo que lo deplora
Enrique Jardiel Poncela.

[salvatraca]

ANTE LA ESTATUA DE DON FRUELA II EN UN PASEO DEL RETIRO

De todas las estatuas que adornan el paseo
ésta es la más absurda, la más inexplicable.
¿Qué cosa hubo en don Fruela gloriosa y admirable?
Yo, puesto a analizar, no le encuentro ni feo.
Lo mismo por la espalda que de frente no veo
en él nada saliente, a excepción de su sable,
pero vivir de un sable es siempre despreciable,
tanto en el siglo XX como en el medioevo.
¿Por qué entonces te hicieron esta estatua, don Fruela?
¿por qué existió un artífice que se dio ese mal rato?
¿Por qué el gobierno hispano se gastó en ti la tela?
Hubo otros ciudadanos más dignos de ese trato…
Por ejemplo: el primero que comió mortadela
e inició luego al hombre en el bicarbonato.

[salvatraca]

DESILUSIÓN Y MARCHITEZ

Cuando yo me muera
si muero algún día,
cuando no respire,
cuando ya no exista,
cuando no haga el indio,
cuando ya no escriba
todos mis amigos,
toda mi familia,
todas las personas
por mí preferidas
bailarán la «Java»
con gran alegría
y serán dichosos…
¡qué asquito es la vida!
...

[salvatraca]

ERA UNA MUJER FATAL

Era una mujer fatal…
Una mujer que tenía
un Buda en un pedestal,
y una habitación sombría,
y una risa de cristal, y una mirada muy fría,
y una inclinación al mal
que aterraba y atraía…
¡Era una mujer fatal!
y le importaba un dedal
ver cómo muerto caía
el hombre que la quería
dando un grifo gutural,
bajo el peso de un tranvía
o de un balazo mortal
en la región precordial
o en la región que ofrecía
más resistencia vital.
¡Era una mujer fatal!
y todo le daba igual
si a sí misma no atañía;
su egoísmo era brutal;
su soberbia, proverbial;
su maldad, descomunal;
y cuando sufrir veía
(fuere hombre, fuere animal
o fuere una sombra astral),
se reía, se reía…
y de reír se partía
la columna vertebral
¡Era una mujer fatal!
Bajo su cruel tiranía
a todos vivir hacia,
pues en sus venas bullía
algo de sangre feudal
—de la época provenzal–
y le robaba et caudal
de vigor, o de alegría,
o de «pasta mineral»,
a todo el que sucumbía,
por la noche o por el día
a su influencia letal.
¡Era una mujer fatal!

[salvatraca]