CPIV - Cuento - Montealbar (Ganador Popular)

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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Arwen_77
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CPIV - Cuento - Montealbar (Ganador Popular)

Mensaje por Arwen_77 »

CUENTO

Cuando el escritor se detuvo unos instantes para repasar los primeros párrafos de su relato, volvió a encontrarse con los ojos de su hija pequeña que le miraban fijamente, sin despegar los labios. Ella estaba habituada a contemplar el movimiento de sus dedos deslizándose sobre el teclado. Sabía que podía permanecer un tiempo a su lado si no alteraba para nada su trabajo. Casi siempre recibía un beso después de su periodo de contemplación y solía desaparecer entre sus juegos. El escritor la oía conversar con sus muñecas, preparar comiditas o poner en orden a los supuestos y revoltosos niños de su aula. Esta pequeña era una autoritaria profesora que no perdonaba la indisciplina.
El relato se iniciaba con la entrada del turista José Blasco en el balneario Széchenyi de Budapest. A pocos metros de la Plaza de Los Héroes se había decidido a seguir los pasos de una mujer y no detuvo su marcha hasta el interior del balneario en el que, forzosamente, hubo de tomar las escaleras hacia los vestuarios masculinos cuando vio que ella se encaminaba a la zona de mujeres.
No sabía muy bien con lo que iba a encontrarse mientras descendía por la empapada escalera. La mochila y la tarjeta de plástico que acababa de recibir, previo pago de unos billetes de mil florines, eran un equipaje muy ligero que le permitía moverse con seguridad en esa auténtica pista deslizante de escalones y pasillos. Sentado en un banco de madera, frente a su taquilla, se supo contemplado por los distintos usuarios que recogían sus pertenencias y que se exhibían, completamente desnudos, a su alrededor. Eran cuerpos atléticos y bien dotados que le hacían sentirse acomplejado; se percibía a sí mismo como envuelto entre las arrugas de su vientre y la poca relevancia de su musculatura.
No sabía muy bien qué tipo de mirada se cruzó con la suya ni por qué se había sentido impulsado a seguirla. Las columnas del Museo de Bellas Artes se desplomaron en el interior de sus pupilas y ya no hubo más paisaje que el movimiento de un cuerpo de mujer a través de un entorno difuminado de azules, grises y verdes. El corto vestido de tela era una ondulante bandera que seguía tan irracionalmente como lo hace cualquier soldado en un desfile.
Cuando cerró la puerta de la taquilla y salió al exterior, permaneció unos minutos contemplando el conjunto de piscinas. No sabía hacia dónde encaminar sus pasos ni qué hacer. Tenía la ilusión de visitar ese lugar que aparecía siempre recomendado en todas las guías turísticas; pero una vez allí, no era capaz de apartar de su cerebro la imagen de la mujer. Se dirigió lentamente a una de las piscinas, dejó la toalla y las chancletas en un banco y fue sumergiéndose en una especie de espiral de agua que formaba una corriente sin fin. Dio unas cuantas vueltas y abandonó, aburrido, ese juego infantil de aguas girando.
Por el borde de otra piscina, con las calles marcadas y nadadores ensimismados en su recorrido, fue desplazándose hacia otra – más espectacular - que tenía un diseño muy sugerente y parecía despedir un halo vaporoso de misterio. Una escultura situada en el mismo borde representaba a una mujer desnuda abrazada a un cisne cuyo pico parecía acariciarle con suavidad uno de sus senos. De ella brotaban unos chorros de agua que masajeaban a quienes se colocaban directamente bajo ellos. Bajo uno de esos haces de hilos de agua la distinguió de nuevo con nitidez.
Descendió con lentitud por las escalinatas entre dos jugadores de ajedrez que, apoyados en un muro que se adentraba en el agua, se batían contra otros situados al otro lado. El cuerpo de los ajedrecistas permanecía sumergido hasta la cintura. A José Blasco le pareció el espectáculo una pose preparada como reclamo turístico más que un encuentro real de amigos aficionados al ajedrez. Se fue dejando abrazar por las cálidas aguas y notó el placer reconfortante de calor líquido subiéndole por la cintura. Se arrodilló un poco y el borde del agua rozó su barbilla. Observó a unos metros que la mujer se había apercibido de su presencia y recogía y soltaba su cabello con un movimiento que a él le pareció el grado supremo de la seducción. Dio unas brazadas, metió la cabeza bajo el agua y - con los ojos cerrados - al salir a la superficie se encontró bajo otro surtidor a menos de un metro de ella.
Se irguió y dejó que los chorros de agua caliente saturada de minerales golpearan con fuerza su nuca, las cervicales y que recorrieran toda su espalda como expertas manos de masajista. Durante unos minutos, estuvo sometido a esa fuerza blanda y cálida sin dejar de contemplar el cuerpo que tenía al alcance de su mano: brillante, poblado de millones de gotas como besos y surcado de diminutos riachuelos de caricias, con absoluta perfección recogido dentro de su biquini amarillo. Estaba seguro de haber percibido una mirada de complicidad cuando ella se alejó nadando de espaldas hasta el borde redondeado de la piscina. Llegó, se situó cerca de unos escalones y, apoyando su espalda contra la pared, se dejó flotar. Su vientre plano y sus pechos perfectamente ceñidos por el sujetador, aparecían sobre la superficie vaporosa del agua. El sol se deslizaba ya por debajo de los muros del balneario. La luz azufrada y doblegada por la tarde, el amarillo de la tela y el lento y seductor movimiento de su cabeza fueron el imán que llevó a José hasta el lugar en el que ella se encontraba. Se situó al lado, casi rozando su cuerpo con el de la mujer. Permanecía vertical, su espalda apoyada contra la pared. Bajo sus pies brotaba un burbujeo muy fuerte que le masajeaba las plantas. Pasó de una mirada disimuladamente perdida a otra más interrogativa, y que acabó convirtiéndose en deliberadamente libidinosa.
Acercó su pierna a la de ella, que había abandonado su postura y recobrado la verticalidad. Notó que no hacía ningún mohín o movimiento para distanciarse. Durante un tiempo permanecieron con el exterior de los muslos unidos. Ella hizo un leve desplazamiento, se aproximó e introdujo su pierna entre las suyas acercando y presionando su cuerpo. Notó que su pene respondía con una decisión inusitada.
En otros lugares de la piscina había otras parejas abrazadas; besos y caricias parecían allí desplegarse con la misma naturalidad que la cortina de vapor o el chisporroteo de las aguas desparramadas desde los chorros.
La hija del escritor apareció de nuevo. Allí estaba con la lagartija de sus ojos posándose y huyendo detrás de cada dedo que resbalaba sobre el teclado. Él iba a describir los movimientos que se sucedieron después del primer contacto. José se situó detrás de ella, la abrazó por la cintura y notó como le correspondía.
— ¿Qué estás escribiendo ahora?
— Un cuento.
— ¿Me lo vas a leer cuando termines?
— Tal vez. Ahora debes dejarme seguir. Sabes que tienes que respetar mi trabajo.

Siguió unos minutos allí y luego desapareció discretamente, sin abrir la boca. La continuación del relato aparecía con nitidez en la mente del escritor. La mirada de su hija antes de desaparecer era una plancha de acero entre su mente y la pantalla del monitor. Permaneció con la mirada desparramada entre los recovecos de una escultura que simulaba una llama atravesada por un agujero de aire.
El cuerpo de la mujer flotaba boca abajo apoyado en el de José. Hubo una sucesión de besos cargados de gelatina y pegamento, brazos como maromas de barco, lento balanceo de cuerpos que simulaban yates atracados en puertos atardecidos y con viento… Nada se extendía sobre la pantalla del ordenador. Había una ventana abierta con un fondo de ojos de niña y una voz repetida que pedía oír el cuento.
Pero José en el balneario cerraba los ojos y hacía un descomunal esfuerzo por mantenerse horizontal y seguir la cadencia de los vientres. Notaba unos pechos resbaladizos dibujando curvas sobre sus costillas. Miraba a su alrededor con dos sensaciones trenzadas: temor a ser reprendido y euforia densa.
La historia debería seguir cargada de erotismo y con un final previsible, y acabar como acaban siempre los encuentros sexuales sin sentimientos contaminantes; pero el escritor no era capaz de sacarla de su cabeza. Allí bullía como mosto al final del otoño.
Su hija quería oír ese cuento.
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:101: El trono maldito - Antonio Piñero y José Luis Corral

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Minea
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Re: CPIV - CUENTO

Mensaje por Minea »

Me gusta como se mezcla el cuento con lo que pasa alrededor del escritor, no se hace confuso en ningún momento.
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Oria
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Re: CPIV - CUENTO

Mensaje por Oria »

1ra lectura: Esto es de alguien que escribe.

Sucesivas lecturas: Sí, me gusta. Buena la idea de contarme un cuento escribiendo un cuento, lo que viene a ser dos historias por el precio de una. Está (más que) bien escrito; las descripciones, que se preveen tórridas, de las escenas en la piscinas compiten con las interrupciones, angelicales e inocentes, de la hija; sus dudas de sigo o no sigo, ¿me pierdo en ese mal de pervesión que se abre en mi mente o aterrizo en la realidad? Además, al inicio se ve al narrador, nos lo muestra "Cuando el escritor..."; aún con ello, lo olvido totalemente porque me centro en el protagonista que a su vez está siendo narrador. Y para rematar, en el último párrafo, me lo traes de nuevo y eso, que a algunos les puede disgustar, ha hecho que me regocije más en la historia.

Uff.. me temo que lo he explicado muy mal, pero yo me entiendo, ¿me entiendes tú?

jo, lo siento, no me salen el emoticón aplaudidor.


Tu manera de narrar me ha recordado a un amigo.
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Cronopio77
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Re: CPIV - CUENTO

Mensaje por Cronopio77 »

Me parece un relato original. El suceso de la piscina es anodino y previsible: un simple relatito porno... tal y como lo define el propio protagonista. Sin embargo, su efecto como relato dentro del relato es bueno, porque así el autor consigue transformar una historia facilona y aburrida en una muy buena idea.

Sin añadir mucho más, me ha gustado.
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Fenix
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Re: CPIV - Cuento

Mensaje por Fenix »

Parece mentira, pero así es, que los últimos relatos pasen prácticamente desapercibido por la tendencia a comenzar a leer por el principio de la lista, así que me he decidido por comenzar de atrás adelante.
El relato es bueno, muy bien narrado. Esa sensación del escritor interrumpido y de la sensación de culpa por lo que está escribiendo en un momento determinado frente a una realidad distinta que le rodea, la plancha de acero que se interpone entre su conciencia y el ordenador, es real y los que hemos escrito alguna vez la hemos sentido. El final no le ha bullido como mosto en otoño, no es la niña quien impide seguir narrando al personaje, es la falta de inspiración: se le ha ido la erección mental.
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Ororo
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Re: CPIV - Cuento

Mensaje por Ororo »

Original, supongo que el mensaje es la prioridad de un hijo frente a otras cosas.
Pero ¿deja de escribirlo porque su hija ha espantado el erotismo o porque como quiere leérselo no es conveniente? En el segundo caso, es un sacrificio tierno.
También podría escribir cualquier otra cosa y decirle que era lo que estaba escribiendo, pero ¿sería mentirle?
Muy bien escrito, creo que podría haberme sensibilizado más.
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takeo
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Re: CPIV - Cuento

Mensaje por takeo »

Me ha gustado. ¿Cuando escribimos, nos autocensuramos? ¿Cuántos motivos nos damos para hacerlo?
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Desierto
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Re: CPIV - Cuento

Mensaje por Desierto »

Me ha gustado muchísimo este cuento. Al principio pensé que la priemra parte en la que se presenta al escritor no era más que una introducción y me pasó un poco lo que a Cronopio, que la historia del balneario en sí misma es sosa, pero la última vuelta le da sentido a todo y queda muy redondo.
En cuanto a la forma, genial. Un lenguaje rico sin que resulte recargado en ningún momento. Sólo un problema: las descripciones están tan bien logradas, la sensación de absoluta voluptuosidad exótica se respira tan bien, que cuando ha aparecido la niña me ha pasado lo mismo, me temo, que al autor. He tenido un coitus interruptus. :wink:

¡Bravo!
Es el terreno resbaladizo de los sueños lo que convierte el dormir en un deporte de riesgo.
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Merridew
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Re: CPIV - Cuento

Mensaje por Merridew »

Bien escrito, cotidiano y original. Se disfruta leyéndolo, que es mucho.
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Sunrise
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Re: CPIV - Cuento

Mensaje por Sunrise »

El que más me ha gustado de los que he leido.
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Emma
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Re: CPIV - Cuento

Mensaje por Emma »

Muy bien narrado. Me ha gustado
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Nieves
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Re: CPIV - Cuento

Mensaje por Nieves »

He tenido un pálpito sobre el autor de este relato desde la primera frase sobre el escritor y la niña. Luego seguro que me equivoco.
Me ha gustado mucho la mezcla de la fantasía de lo que escribe y la realidad de la niña, y esa plancha que se interpone entre el escritor y el relato (justo además en la parte más interesante :boese040:). Muy bien escrito, muy bien llevado.
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Sunrise
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Re: CPIV - Cuento

Mensaje por Sunrise »

Y cuánto más lo leo...más me gusta
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Lelia Doura

Re: CPIV - Cuento

Mensaje por Lelia Doura »

Qué magnífico relato. Hasta como cuentecito erótico era bueno. Pero , mucho mejor así con ese quiebro, que nos demuestra hasta qué punto lo cotodiano puede ser tema literario. Hay que tener mucha capacidad de fabulación y una sensibilidad especial para escribir un relato con estas características.
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Aprendiz de Meiga
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Re: CPIV - Cuento

Mensaje por Aprendiz de Meiga »

Muy original la idea de entremezclar dos relatos y además el final genial. ¡Lo que cambia la cosa pensando que su hija leería ese relato! Muy bueno.
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