He dudado en ponerlo aquí o en "no ficción", pero como no es autobiografía (aunque contiene muchos elementos de reportaje periodístico), finalmente me he decidido por "ensayo y divulgación".
Este libro se publicó en 1963 y se trata del enriquecimiento del encargo periodístico del "New Yorker" a la brillante filósofa centroeuropea. Periodismo de excepción.
El juicio a Adolf Eichmann en Jerusalen, en 1961 permitió a la humanidad examinar ahora con más atención y reflexión los crímenes nazis que ya habían sido juzgado, apresuradamente y bajo todo tipo de limitaciones, en Nüremberg. El hecho bélico estaba entonces aún demasiado presente.
Las autoridades israelíes utilizaron este juicio para prestigiarse ante la comunidad internacional y su esfuerzo se vio recompensado por la repercusión intelectual que tuvo el caso Eichmann.
Adolf Eichmann, un gris burócrata que se afilió al nazismo por puro oportunismo, fue nombrado encargado del "departamento de Asuntos Judíos" para la SS. En 1941 fue asignado a la misión de reunir a todos los judíos de la Europa ocupada por los nazis (excepto Polonia y Rusia, que eran gestionadas de otra manera) y enviarlos en tren allí donde se les fuera a aplicar la "Solución final" (los campos de exterminio en Polonia). Mucho papeleo, ya que probablemente envió entre uno y dos millones de personas.
El libro es apasionante. Por un lado, se analiza lo que sabemos acerca del proceso de la Soah (cuarenta años después no sabemos mucho más), pero, sobre todo, se analiza el caso de Adolf Eichmann, un hombre común, casi insignificante, nada violento, nada perverso... simplemente un asesino de masas. Pese a que él se declaró inocente de asesinato alguno... simplemente los metía en los trenes...
Eichmann, encargado nazi de "Asuntos judíos", tenía que cooperar en dejar Alemania y Europa limpia de judíos. Antes de la guerra llegó incluso a visitar Jerusalen (entonces bajo dominio británico) con la idea de que tal vez el proyecto de creación de estado de Israel y la expulsión de los judíos de Europa podían verse relacionados. Así que, Eichmann, el asesino de judíos, estaba personalmente dispuesto a cooperar en el sueño sionista...¿Se hubiera declarado Eichmann culpable, en el caso de haber sido acusado de complicidad en los asesinatos? Quizá, pero seguramente hubiera alegado muy cualificadas circunstancias modificativas. Sus actos sólo podían considerarse delictuosos retroactivamente. Eichmann siempre había sido un ciudadano respetuoso con las leyes, y las órdenes de Hitler, que él cumplió con todo celo, tenían fuerza de ley en el Tercer Reich
Pero en el verano de 1941, poco después de la invasión de la URSS por el ejército nazi, el superior de Eichmann, el diabólico Reinhard Heydrich, le da una nueva orden, que el acusado relataría así durante el juicio:
Preguntado el acusado más tarde acerca de por qué aceptó semejante encargo:Heydrich inició su entrevista con Eichmann con un breve discurso acerca de la emigración judía (la cual había dejado de producirse, prácticamente...), y luego dijo "el Führer ha ordenado el exterminio físico de los judíos". Tras lo cual Heydrich, "muy en contra de su costumbre, permaneció en silencio largo rato, como si quisiera percatarse del efecto producido por sus palabras. Lo recuerdo muy claramente, incluso ahora, después de los años transcurridos. Al principio , fui incapaz de darme cuenta de la importancia de las palabras pronunciadas por Heydrich, debido quizá al cuidado con el que las había seleccionado; después, sí las comprendí, y, entonces, seguí en silencio porque ya no había más que decir, ya que yo jamás había pensado en semejante cosa, en semejante solución. Entonces, lo perdí todo, la alegría del trabajo, toda mi iniciativa, todo mi interés; quedé, por así decirlo, anonadado"
El libro no tiene desperdicio. En este foro está el hilo reciente acerca de la novela de Jonathan Littell, "Las benévolas", en la cual se analiza al personaje de Eichmann, pero una novela un poco tremebunda no alcanza la agudeza y profundidad de este clásico de la literatura universal que es "Eichmann en Jerusalen".Eichmann reconoció que hubiera podido apartarse del cumplimiento de su función, tal como otros habían hecho. Pero siempre consideró que tal actitud era "inadmisible", e incluso en los días del juicio no la juzgaba "digna de admiración"... La idea, nacida después de la guerra, acerca de la desobediencia abierta no era más que un cuento de hadas: "en aquellas circunstancias tal comportamiento era inimaginable; nadie se portaba de esa manera". Si le hubieran nombrado comandante de un campo de exterminio, Eichmann se habría suicidado, porque se consideraba incapaz de matar. Pero era muy improbable que Eichmann hubiera recibido un encargo de esa clase, ya que sus superiores "sabían muy bien el límite de cada individuo". No, Eichmann no corrió "peligro de muerte inmediata", y como sea que aseguraba con gran orgullo que siempre "había cumplido con su deber", que siempre había obedecido las órdenes, tal como su juramento exigía, siempre había hecho lo posible para hacer cuanto estuvo en su mano, no para aminorar, sino para agravar su delito
Secuela del caso Eichmann fue el famoso "experimento Milgram" (puede hallarse en wikipedia) acerca de los límites de la obediencia humana a las órdenes recibidas...