Mucho, mucho ruido, como canta ese cantante que detesto: sin voz ni gracia, ebrio de machismo compulsivo. Sí, demasiado. ¿Será que el silencio no existe, como decía Alice Gould?. Puede que no en términos absolutos, peo lo hay. A veces algo en principio negativo alumbra lo contrario. Pensaba sumergirme en bullentes y relajantes aguas termales, cuando sentí cierto difuso dolor vago y liviano: aun estaba en esos días, los que la publicidad televisiva presenta como felicísimos. Sentí una gran lasitud, y subí a tomar el sol un poco al Solarium, aunque era ya bien entrada la tarde.Solarium (el reloj solar) fue una constelación ya desaparecida, de autor desconocido, que apareció en el siglo XIX en los mapas del norteamericano Elijah Burritt. Se encontraba situada entre las constelaciones de Horologium, Hydrus y Dorado. Nunca fue reconocida en algún otro mapa estelar.
Tal vez mi estado crecientemente introspectivo me llevó a congratularme: poco, poco, poco sonido. Una sensación de tímida y campechana paz empezó a abrirse paso melosamente en mí, a enredarse en mis cabellos y surcar mis poros como ola desmayada en la orilla. En poco tiempo me quedé sola, el ocaso se acercaba. No había preocupaciones ya apenas, la mente se estaba aquietando. El pálido sol vespertino doraba, vitaminaba y no hería: sólo acariciaba. De repente me di cuenta que no extrañaba nada:
Ni el ruido
Ni el lenguaje
Ni el monólogo incesante de mi cabeza
Era una plácida y modesta dicha de existir. No fantaseaba tampoco. Nos pasamos la vida temiendo al "horror vacui", y más que una nada, estaba sintiendo una plenitud en ella.
Empezó a hacer frío. Tuve que irme.
Necesito más soledad de ésta, de la buena. He sido totalmente yo abrazada a la misma.