CRI: La aflicción del ególatra - Naide

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CRI: La aflicción del ególatra - Naide

Mensaje por lucia »

La aflicción del ególatra

*Todo el mundo dice que soy un tipo duro. No les culpo, pues no encuentro otro modo de definirme. Me llamo Alan Tasco y nunca le he temido a nada…
**La ciudad está en silencio y sus oscuras calles vacías, a pesar de que aún no ha finalizado el verano. Hoy he terminado de trabajar a las once de la noche. Ha sido decisión mía quedarme hasta tan tarde. Al salir de la empresa recordé el primer día que llegué allí, fue hace nueve años. Entonces empecé como administrativo. No me fue difícil conseguir aquel puesto: soy un hombre alto, moreno, buena presencia, excelente preparación y sobre todo poseo ambición; eso que todas las multinacionales buscan y necesitan.
Tras varios meses de horas extras y esfuerzo, le hice creer a mi jefe que necesitaba, a su lado, a un hombre de mi condición, y que juntos multiplicaríamos la productividad de nuestro sector… le persuadí sin decirle una sola palabra. Cuando conseguí ser su mano derecha, mostré a los jefes, de mi jefe, que a él ya no le necesitaban. Dos años más tarde, y aprovechando la crisis mundial, entré en el despacho del director comercial y le dije: “Si tomamos medidas ahora, al menos nosotros dos continuaremos viendo esta multinacional desde dentro”. No le sonreí ni le ofrecí mi mano, solamente le miré a los ojos… Ahora, siete años después, tomó café con varios miembros del consejo de administración…
***Es domingo por la noche, es octubre y hace frío. Acabo de salir del Metro de Madrid y camino hacia mi casa: vivo en el norte de la capital. Me gusta el metropolitano, incluso para ir a trabajar, porque a las tempranas horas que lo tomo, viajo sentado y puedo relajarme o leer alguna intrigante novela…
Este fin de semana lo he pasado en un buen hotel de la zona centro; es algo que hago de vez en cuando. Suelo alquilar una habitación con vistas, y luego deambulo por los bares de copas que hay a su alrededor. Me gusta seducir a mujeres que no conozco y acostarme con ellas una sola vez…
****Ya ha llegado el mes de julio, y el sofocante el calor siempre trae a mi memoria el día de mi graduación. Recuerdo que mi padre me abrazó fuertemente y no me dijo nada… no hacía falta. Él siempre me animó para que estudiara. Elegí empresariales, como antes había hecho él, pero mi meta no era emularle, sino superarle. Él se graduó con buena nota, y yo fui el primero de mi promoción. Mi padre admiraba a los que eran mejor que él, los ponía como ejemplo y siempre seguía sus consejos. Sin embargo yo no quería ser como él y rehusé de sus lecciones. Ansiaba ser el mejor, y deseaba que, en mi futuro mundo laboral, al reencontrarme con mis excompañeros de estudios, éstos se sintieran pequeños ante mí, pues siempre recordarían que les superé con creces en la universidad… Lo quería todo, menos ser como mi padre…
******Acabo de entrar en mi despacho. Son las ocho de la mañana. No se está mal, para ser diciembre. Mi paraguas mojado se lo ha llevado mi secretaria. Me he dejado caer sobre mi sillón y estoy solo en el despacho…. Hace apenas media hora, me encontraba viajando en el Metro de Madrid: línea 7, dirección Pitis. Estaba sentado y leía Los pilares de la Tierra, de Ken Follett (me lo regaló una compañera antes de marcharse a Bruselas). Acababa de terminar la página 108, y cuando comenzaba a leer la 109, dejé sobre ella mi marca páginas de Feria del Libro de Madrid 2008, y cerré el libro diciéndome: “No seré capaz de terminar este… ladrillo”. En ese instante, el tren se detuvo en la estación de Guzmán el Bueno y sus puertas se abrieron. Entró una chica de baja estatura, vestía un fino abrigo largo, de Chanel, de piel marrón que se ajustaba a su delgada figura… pocas mujeres pueden permitirse ese tipo de cuero. No se sentó y se quedo de pie frente a mí, apoyando su espalda en la pared azul del tren. Ella era, al menos, diez años más joven que yo, tenía el pelo liso, muy oscuro y alisado, flequillo recto, y su melena apenas le llegaba a los hombros. Sus ojos eran grandes y negros, tenía la cara de un ángel y su boca me pareció perfecta. Se fijó en mi libro, luego miró mis ojos e instintivamente abrazó, contra su pecho, un portafolio violeta semitransparente, el cual dejaba ver difuminadamente una especie de grueso manuscrito.
Los minutos pasaron y el tren se detuvo en Islas Filipinas, la siguiente estación. Las puertas se abrieron y continuaron abiertas durante un largo rato. Ella, de vez en cuando, levantaba su cabeza y clavaba sus ojos negros en mí, para luego bajar su mirada rápidamente, parecía asustada, pero no era por mi presencia. Sin embargo yo, seguía contemplándola, tratando de hablar con mi mirada y descubrir algo en la suya. Sus ojos estaban tristes, y percibía que querían decirme algo…
Segundos más tarde, el tren cerró sus puertas tras el silbato, y se puso de nuevo en marcha. Al entrar en el túnel, ella volvió a mirarme, pero esa vez no retiró sus ojos y, al mismo tiempo, los míos le dijeron a los suyos: “Sé quién soy y lo que quiero llegar a ser. Nadie se puede imponer en mi camino, nada me atemoriza. No sólo soy el hombre fuerte que domina mi clan, también soy el hombre fuerte de la especie que somete, con mano firme, a las demás especies en este planeta. No tengas dudas sobre mí”.
Momentos después, el tren se detuvo en la estación de Canal. Por sus puertas no entró ningún viajero. Yo seguí mirándola, sin hacer ninguna mueca o movimiento. Ella bajó su mirada un instante, y al levantarla de nuevo, pareció dudar, sus manos temblaron y una de sus piernas avanzó inconscientemente. De pronto miró a la azulada estación y se sobresaltó. Rápidamente giro a su derecha y anduvo hasta la puerta, pulso el botón de apertura y salió al andén. Luego caminó hacia la escalera mecánica, de subida, y se paró delante de ella. Miró hacia el tren, aún detenido, y volvió a poner sus ojos en mí… Varios segundos más tarde, me retiró la mirada y tomó la escalera. Pero cuando llegaba a la mitad de la ascensión, aquella chica trató de dar la vuelta y bajar en contra del sentido que le guiaba la escalera, sin embargo, sus altos tacones le impidieron realizar su deseo con rapidez. En ese momento sonó el silbato, el tren cerró sus puertas y comenzó a alejarse lentamente. Ella volvió a mirarme, y al verme partir, extendió su mano derecha hacia mí, mientras la izquierda sujetaba su portafolio violeta. Tímidamente sus labios me susurraron algo, una palabra corta que no pude oír. Sin embargo yo no dije nada, permanecí en mi asiento, observándola, impasible e inalterable…
Ya ha pasado más de media hora desde aquel instante. Sigo sentado en el sillón de mi despacho y tengo la sensación de que algo oprime mi estómago. En mi vida había experimentado algo así. Quizá sea un síntoma de debilidad por mi parte…
*******Es el mes de marzo y por fin empieza a verse más el Sol.
Hoy se cumplen tres meses desde que, en la estación de Guzmán el Bueno, aquella chica de ojos negros entró en el tren. No he vuelto a verla, pero cada día, a eso de las siete de la madrugada, espero sentado sobre un banco, de acero pulido, que está junto a la escalera de acceso al andén de esa misma estación. Me quedo allí una hora y media, inmóvil y observando, con la esperanza de volver a verla. Llevo en mi mano el libro Los pilares de la Tierra, por si ella aparece, para mostrarle que lo que vio en mí sigue estando en mí…, que nada ha cambiado.
Hace unos instantes que entré en mi despacho. Miré el reloj y marcaba las nueve de la mañana. Había llegado tarde, como me ocurre últimamente, pero no pasa nada. Nadie me llama la atención o se atreve a reprochármelo, y tampoco me preguntan por qué siempre llevo el libro de Ken Follett en mi mano… Ese tipo de cortedad es un efecto que suelo causar en los demás…
********Es junio. Aún se respira bien y el calor parece que no quiere llegar. Me encuentro en mi casa, es domingo por la noche, y analizo el fin de semana que he pasado: el viernes, al terminar de trabajar, me alojé en un buen hotel madrileño que está cercano a la Glorieta Quevedo. Tras instalarme, le di la propina al personal de servicio y salí a dar una vuelta por el distrito… Las farolas iluminaban las concurridas aceras. La temperatura era muy agradable y las chicas mostraban, a la ciudad, sus mejores vestidos de noche; debían ser casi las doce… Poco después, llegue a un bar de copas que ya conocía desde hacía un par de semanas. Al entrar me senté sobre un taburete, junto a la máquina expendedora de cigarrillos. El camarero, nada más verme, se acercó a mí y me saludó mientras me servía un whisky, en vaso ancho y con mucho hielo… Pasados unos minutos, aquel barman, ya me había contado todo sobre las mujeres que se encontraban en el bar: “A la rubia aquella le gustan los tíos altos y morenos” “¿Ves la morena que bebe granadina?, pues su pasión es el mar” “A la de rojo ni se te ocurra hablarle de deporte; su punto débil es la música, especialmente Elton John”. Lo que el camarero hizo por mí, aquel viernes, también lo habían hecho antes otros camareros. Para conseguirlo, siempre sigo el mismo método: primero inspecciono los bares de copas de una zona céntrica madrileña; luego elijo uno que esté limpio y que su barman sea observador, inteligente y tenga buen aspecto; después visito el bar de vez en cuando, de lunes a jueves, a eso de las diez de la noche y me bebo un solo whisky, y al marcharme dejo una sustanciosa propina… por eso, cuando entro en el bar un viernes, pasadas las once de la noche, y le pregunto al camarero por las chicas, éste me confiesa todos sus secretos. Excitantes secretos de mujeres que no conozco…
Tras hablarme y servirme, el barman se alejó para continuar con su trabajo. Minutos después, una chica que llevaba un vestido negro, sin mangas, pasó a mi lado y con su brazo izquierdo rozó mi espalda. Era alta, con el pelo rubio y rizado, de figura delgada y muy atractiva. Se paró junto a la máquina expendedora de cigarrillos. Introdujo unas monedas y extrajo una cajetilla de tabaco, de color rojo. La guardó en su bolso y me miró. Yo giré sobre mi taburete y devolví la mirada. Me levanté y la acompañé al exterior, y mientras ella fumaba yo le hablaba del mar… Poco después me aceptó una copa. Finalmente pasamos juntos la noche del viernes en mi hotel: nos amamos con la luz apagada, con pasión y en silencio, salvo cuando, entre jadeos, se oía alguno de nuestros nombres… Al día siguiente ella se marchó. Sólo dijo adiós, y yo me quedé recostado sobre la cama, mirando la ciudad a través de la ventana… Una mujer, una sola noche, como siempre…
*********Han pasado más de tres años desde que puso en mí su mirada aquella chica, de ojos negros, en el interior de un tren, en la estación de Guzmán el Bueno, de la línea 7, del Metro de Madrid… Ya es quince de enero y en una semana me aceptarán, como miembro de honor, en el consejo de administración de la compañía.
Me casé hace año y medio con la hija del presidente de la empresa. Esperamos una niña para el mes de mayo. Sigo viviendo en la zona norte de Madrid, pero ahora lo hago en la parte alta de la calle de Orense, en un apartamento enorme con todo lujo de comodidades. Pronto seré padre, tengo una mujer hermosa, el coche que siempre soñé, un hogar de ensueño, y soy resignadamente feliz… Sin embargo, aún todas las mañanas, sigo sentándome durante una hora y media, sobre un banco de acero pulido que hay en estación metropolitana de Guzmán el Bueno, en la línea 7, con el libro de Los pilares de la Tierra sobre mis manos, y un marca páginas de Feria del Libro de Madrid 2008, sobre la página 109, por si algún día ella aparece que sepa que nada ha cambiado…
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Conphoos
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Re: CRI - La aflicción del ególatra

Mensaje por Conphoos »

Un relato que está bastante bien: Tiene alguna leve falta de ortografía pero está redactado correctamente y se lee con fluidez. Supongo que los asteriscos representan una especie de diario. Al terminar, la primera sensación que me ha dejado ha sido un poco de dejarme con algo que me parecía demasiado absurdo y poco creíble. Pero después he pensado que esa mujer del tren representa lo único que se le ha escapado al protagonista del relato, tan perfecto él, al menos con lo que se refiere al conseguir los objetivos que se marca.

No es de mis favoritos y un pequeño repaso para esos dos o tres errores tontos fáciles de ver harían que la impresión fuese aún más buena. Sin embargo, la conclusión es que es un buen trabajo.
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Emisario
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Re: CRI - La aflicción del ególatra

Mensaje por Emisario »

Me ha gustado. Siempre se dice que amamos más los imposibles que a los viejos y conquistados posibles del pasado.
Felicidades al Autor/a. Está bien narrado y tiene ritmo.
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kharonte
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Re: CRI - La aflicción del ególatra

Mensaje por kharonte »

Pues... no sé ¿se considera romanticismo una conquista no lograda? El protagonista está conseguido, desde luego, porque no me ofrece ninguna simpatía. Pero, aunque los logros estén bien para demostrar su ascenso, los detalles me aburren.

Reconozco que está bien escrito, y aún así me parece demasiado frío. Y, como digo, la añoranza por la pura captura de un trofeo no la puedo relacionar con el romanticismo. Quizá si el tema del concurso no fuera ese, lo consideraría mejor.
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ciro
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Re: CRI - La aflicción del ególatra

Mensaje por ciro »

Me parece un buen relato, un poco frio, lo cual no sé si es lo mejor para el género. Retrata bien a un tipo que se te hace repulsivo y trepa, sin apego por nada, pero que es vencido por un amor "de metro". Le veo la pequeña incongruencia de que un alto ejecutivo vaya en metro al trabajo. Además a hora punta en Madrid y estén los trenes medio vacios (yo no vivo en Madrid pero me parece que el metro a las 7 de la mañana es un maremagnum) y el libro escogido es un mal libro para ese personaje, que el autor/a retratan como tan frio y manipulador (el libro es historico-ambientado con mucho sentimentalismo por el medio, para quien no lo haya leido). Le cuadraba más ir leyendo El principe de Maquiavelo, pero bueno.
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ciro
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Re: CRI - La aflicción del ególatra

Mensaje por ciro »

Ah, por cierto, se me olvidaba lo de los asteriscos. ¿No sería mas facil poner numeros a los capitulos?
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Conphoos
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Re: CRI - La aflicción del ególatra

Mensaje por Conphoos »

Me parece recordar, ciro, que en algún momento del relato el protagonista dice que no le gusta el libro.
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Albabooks
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Re: CRI - La aflicción del ególatra

Mensaje por Albabooks »

Me ha sorprendido, el protagonista es igual que una persona que conozco, por lo que el relato me ha hecho mantener una sonrisa en todo momento. Comprendo a la perfección al protagonista y su "necesidad" de sentarse todos los días en el banco junto a las escaleras, que aunque su vida sea perfecta y él sea feliz, siente que tiene que seguir haciéndolo porque algo lo impulsa a ello.

Mis felicidades, uno de los mejores que he leído :60:
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Ororo
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Re: CRI - La aflicción del ególatra

Mensaje por Ororo »

Más que ególatra, lo veo ambicioso.
Coincido con vosotros en que resulta frío, incluso matemático con la añadidura de cada asterisco. También muy lineal. Quizá así lo ha querido plasmar el autor para dotar al escrito de la misma frialdad que al protagonista, pero resulta excesivo.
La parte interesante de la historia (el encuentro con esa chica) es muy corta y demasiado larga la que se dedica a contar todos sus avances sociales y laborales.
Conphoos lo ha dicho muy bien: lo único que se le escapa a esta alimaña es esa chica. Lo acaba consiguiendo todo menos a ella. Y sigue intentándolo día tras día, y nunca se dará por vencido. ¿Por amor a primera vista o por ambición?
En cualquier caso, bastante interesante.
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Elisel
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Re: CRI - La aflicción del ególatra

Mensaje por Elisel »

A mí me ha dejado fría.

Hay fallos gramaticales, hay comas donde no hacen falta y no las hay donde sí hay que ponerlas. En cuanto a las tildes, unas faltan y otras sobran.

Las comas, pase. Los fallos gramaticales... bueno, vale, también (al menos en tu caso). Las tildes no.
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jilguero
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Re: CRI - La aflicción del ególatra

Mensaje por jilguero »

Al final me ha gustado este tipo “duro” y “frío” que inicialmente provocó mi rechazo. Buen ritmo, fácil de leer, una bella historia. Me ha recordado vagamente a un cuento de Cortázar, Manuscrito hallado en un bolsillo, quizás porque ambos ocurren en el metro, quizás porque en ambos hay juego de miradas, quizás porque ambos protagonistas son jugadores metódicos, quizás porque ambos cuentan la historia en primera persona, quizás porque también ambos aguardan sentados en el banco de una estación. Por supuesto, son muchas más las cosas que los separan que las que los unen, no os confundáis, pues el paralelismo lo establezco como virtud (Cortázar son palabras mayores). Cuando a Jilguero le impresiona una historia siempre le ocurre que la redescubre en otras historias que lee después. Y bueno, si eres admirador de Cortázar, pudiera ser este un bello homenaje, en otro tono, con otra prosa, con otro estilo...etc. Si no lo eres, pues ya sabes que has imaginado una historia con alguna que otra pincelada en común con otra de Cortázar. Y para Jilguero, que no gusta en absoluto del ambiente del metro (cuando va a la capital, siempre mira, asombrado, a la gente que es capaz de leer en ese ambiente), el que de vez en cuando le cuenten historias mágicas ocurridas en él no deja de ser un interesante contraste.


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Re: CRI - La aflicción del ególatra

Mensaje por imation »

No me ha dicho mucho, demasiadas explicaciones sobre el protagonista y practicamente nada sobre la otra parte. Aunque lo que hace todas las mañanas puede ser romántico, el relato en conjunto no me lo parece.
Leyendo: Ensayos, George Orwell.


"Se dispersa y se reúne, viene y va", Heráclito.
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Re: CRI - La aflicción del ególatra

Mensaje por Arwen_77 »

No está mal, pero no llega a convencerme. Para mi no llega a apreciarse de donde nace la necesidad del frío protagonista por volver a ver a esa chica. La escena del encuentro entre ambos no me dice nada. Ni siquiera se percibe que él se enamorara de ella, más bien que tiene curiosidad, que quiere lo que no pudo conseguir, como apuntasteis. Sobran detalles geográficos, sobre la línea que coge, donde están los hoteles, etc.
Queda colgadísima la historia del padre. El prota no quiere ser como él y sin embargo parece que sigue sus pasos.
Es rarísimo que un tío que era el primero de su promoción en empresariales empiece como administrativo en la empresa; pero bueno, en fin, hoy en día se ve de todo en el mundo laboral.
Supongo que el tío es extranjero y vive en Madrid, ¿no? (lo digo por el nombre).
Tiene también alguna pequeña erratilla

Bueno, que al final he puesto bastantes cosas negativas, en general no me ha parecido un mal relato.
:101: El trono maldito - Antonio Piñero y José Luis Corral

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Katia
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Re: CRI - La aflicción del ególatra

Mensaje por Katia »

No está mal, eh, ojo. Se lee con agilidad,pero no me termina de gustar. Veo muy manido el tema del "amor platónico por la desconocida del tren, del metro o del bus": no me parece interesante, ni original. Es poco verosímil, a mi juicio, que esto le pase a un hombre muy activo sexualmente, como el del relato, pienso. Pero mal no está.
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Re: CRI - La aflicción del ególatra

Mensaje por Berlín »

Bueno, es el retrato de un personaje, que puede caer bien o mal, según. Bajo mi punta de vista se trata de un ser ambicioso en extremo, un tiburón en los negocios, frío, acostumbrado a tumbar los obstáculos a su paso. Y me da la impresión de que esta chica morena sólo le interesa porque se trata de una pieza que se extravía en la cacería. Algo que no llega a conquistar, a doblegar, creo que sólo le interesa como un trofeo más de los que ya debe atesorar en su estantería de triunfos.
Un obsesión alimentada a lo largo de los años.

El relato está bien escrito, algunos acentos por ahí que faltan, pero es interesante. No sé de las intenciones del autor. No me parece especialmente romántico, pero no me puedo introducir en la mente del personaje, no sé si realmente suspira por esa chica sentado en el alfeizar de su ventana, fumando un pitillo en las noches de luna llena..qué sé yo...

Es un buen relato. Felicidades.

suerte.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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