CRI: Cardiomegalia - Conphoos
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CRI: Cardiomegalia - Conphoos
Cardiomegalia
—Ay, Angelito... ¡Si es que tienes un corazón que no te cabe en el pecho! —exclamó la señorita sonriendo—. ¡Anda, ve y diviértete con tus amigos!
Después de recibir una suave palmadita en el trasero, Angelito salió corriendo de la clase. Pero no se reunió con sus amigos ni volvería ya jamás a divertirse. Fue directamente al baño para limpiarse las cascadas de sudor que le rezumaban por la frente.
«¿Cómo no me había dado cuenta antes?, ¿lo habrá descubierto alguien más?» Se preguntaba lleno de ansiedad nuestro amigo.
Horas después, se había agotado todo el papel higiénico. Tolito, de 2ºB, había estado haciendo guarradas con uno de los rollos y el resto había sido víctima de las glándulas sudoríparas de Angelito. Así que, vistas las circunstancias, no le quedó más remedio que tranquilizarse y estudiar a fondo la situación.
Frente al espejo, se levantó la camiseta y contempló, durante el resto del curso, el tamaño de su pecho. Confuso, se percató de que nada decía su tamaño si no podía contrastarlo con otro pecho. A esa conclusión le siguió inmediatamente la imagen mental de uno de los pechos de su madre, que eran los que le resultaban más familiares.
—Mamá... verás, es que... me gustaría tener un pecho como el tuyo... Quizás sería mejor tener los dos, porque si no quedaría un poco feo. Pero mami, de verdad que me conformaría sólo con uno —le dijo Angelito a su madre un buen día, instantes antes de que ésta lo echara a patadas de casa.
A medida que fueron pasando los años, abandonó la idea de la necesidad de un pecho más grande, pues si lo comparaba con los chicos de su edad y dejaba de lado a los que llamaban la atención por su obesidad, se ajustaba sin problemas a la media. Así que, por descarte, debía tener un corazón demasiado grande. Sin embargo, el problema continuaba siendo el mismo y continuaba generando problemas en su vida diaria.
Entre uno de ellos se encontraba la Inseguridad, que se había apoderado de la rutina de Angelito y de una mayúscula a principio de palabra. Pero lo peor de todo era que la anomalía lo había dejado tan inquieto y meditabundo que, desde que conoció su desgracia, el pobre chico no pudo dormir ni una sola noche:
Una de los efectos de dicho insomnio crónico era la dilatación del tiempo y el consiguiente rápido envejecimiento de Angelito. Aunque su alopecia no desencajaba con la admiración que sentían la mayoría de sus compañeros por los monjes tibetanos, alguna vez se sorprendía a sí mismo contemplando el proceso de algunas edificaciones y rodeado de simpáticos abuelitos.
No obstante, la verdadera y fatal consecuencia que derivó de todo ello fue la imposibilidad de orinar antes de ir a dormir. Es cierto que algunas veces lograba convencerse de que no había rebelión alguna por su parte, pero no podía evitar seguir sintiendo por dentro un sentimiento de culpa que lo devoraba.
Por otro lado, su carácter retraído y evasivo lo hizo estar acompañado siempre de una infinita soledad. Soledad que, entre otras cosas, lo hacía muy propenso al enamoramiento. Así pues, todos los recuerdos que iba guardando de la educación primaria estaban siempre empapados del agrio sabor del desamor. El hecho de que su corazón, a diferencia de la mayoría, no estuviera protegido por el tórax, lo convertía en un órgano muy vulnerable. Cada año se enamoraba unas tres o cuatro veces y cada año las mismas veces se lo rompían.
Concretamente, en el segundo año de secundaria se enamoró dos veces simultáneamente. Vistos sus fracasos, nuestro protagonista decidió acudir en busca de ayuda. Fue a casa de Tomás, un respetado biólogo cuya sabiduría era de sobras conocida por toda la provincia. Le enseñó unas fotos que les había tomado a ambas el día anterior y le suplicó que le explicara cómo podría conquistarlas. Tomás suspiró, estiró su larga y blanca barba unos segundos, se puso el monóculo y miró las fotos. Durante un largo silencio dudó, alargó el brazo, cogió un gigantesco libro de la estantería y empezó a buscar entre sus páginas.
—Angelito... Me temo que tienes que olvidarlas —dijo finalmente con seriedad y sin despegar sus ojos del libro—. Estas hembras no te convienen.
—¿Por qué? —preguntó Angelito decepcionado.
—Mira —dijo Tomás enseñándole a su vez el libro—, ésta de aquí, como ves, es una víbora, y ésta... —decía mientras buscaba— ¡Una zorra! ¿Lo ves?
El pobre chico, una vez logró finalmente superar la frustración que se había apoderado de él las primeras semanas desde el conocimiento de la trágica revelación, decidió que limitaría su día a día a recomponer todo lo que la dichosa fauna había destrozado.
Un día, en clase, estaba concentrado en su tarea. Pero no encontraba un soporte suficientemente seguro para la delicadeza de su órgano que le permitiera maniobrar. Paz lo vio a lo lejos y, susurrándole al oído, le hizo saber que si se esperaba al terminar la clase, ella podría ayudarlo.
Al sonar el timbre, todos los niños salieron enloquecidos de la clase. Angelito, siempre un poco más lento que la mayoría, aún se estaba quitando el tornillo izquierdo cuando unas manos lo agarraron y lo encerraron en un armario.
Allí, en ese diminuto mueble, sentía como los pechos de Paz crecían vertiginosamente y acariciaban sus brazos, reduciendo más aún el espacio. A medida que iban intercambiando sus toxinas, Angelito iba poniendo en duda, cada vez más, la importancia vital del oxígeno. Se quitó una gota de sudor que se deslizaba por su frente y, sorprendido, descubrió como las glándulas sebáceas daban por inaugurada la adolescencia con su inflamación.
Una vez salieron del armario, la clase se les mostró desierta y silenciosa. Paz, mientras lo miraba con picardía, se desnudó lentamente y lanzó al suelo con brutalidad todas las carpetas que había encima de la mesa para seguidamente tumbarse boca arriba. Ángel se sentó en la silla, puso el corazón en su vientre y empezó a recomponerlo, por fin satisfactoriamente.
El aroma de Paz acariciaba sus fosas nasales y, junto a sus pechos preciosos, eran un estímulo inevitable para sus fantasías. Imaginaba como, de mil modos distintos, la vida de Paz se ponía en peligro y como él, de mil modos distintos también, la salvaba siempre del peligro. Finalmente y a modo de recompensa, la hermosa muchacha lo invitaba a comer perdices cocinadas, evidentemente, de mil modos distintos.
Al volver de su mundo imaginativo, le sorprendió la ausencia de su querida Paz. Nervioso, descubrió que se había llevado también su corazón. Buscó por toda el aula, pero sólo encontró dos cactus y un camello. Así que salió de la clase preocupado. No podía enfadarse porque sabía que tenía que haber alguna explicación; Paz era un trozo de pan y cualquier signo de maldad lo asociaba Ángel como uno de sus antónimos.
Al día siguiente, la agarró del brazo y la miró fijamente a los ojos:
—Me has robado el corazón.
—Lo siento. ¿Podrás perdonarme?
—Bueno, vale.
—Ay, si es que tienes un corazón que no te cabe en el pecho!
—Y tú eres un trozo de pan...
Volvió el chico a su casa de cartón con una satisfacción que se esfumó al tomar conciencia de que seguía existiendo su problema: No le venía el sueño y su corazón seguía sin caberle en el pecho. Lo miró con cierta irritación y descubrió que ya no tenía ni una sola grieta. Pero en su viscosa textura podía distinguir la abismal mirada de Paz clavada en él y las huellas de su vientre y sus dedos. Además, el latir no emitía ya el sonido de un monótono tambor, sino el del angelical nombre de su amiga.
Consciente de que el órgano no era ya enteramente suyo, para dispersar su mente, cogió una revista de curiosidades que se había encontrado por la calle y estuvo ojeándola toda la noche. Finalmente, se decidió a hojearla y encontró allí un interesante artículo en el que se sostenía que el ser humano utiliza sólo un 10% de su cerebro.
Por la mañana, Paz pasó por delante de los cartones de Ángel mientras éste comía un bocadillo de café.
—Hola, Ángel.
—Hola, Paz...
—¿Me das un mordisco?
—¡Claro!
Y le dio el mordisco. Y luego le dio otro. Y después otro. Y otro... Y así hasta que, finalmente, se comió a Paz toda entera.
Sintió como un gran vacío llenaba todo su interior. Durante unos minutos, su mirada osciló entre la revista y su vientre. Finalmente, después de elogiar durante largo rato su mente, soltó unas estridentes carcajadas y se puso manos a la obra.
Una vez terminada ya la operación, una dulce subnormalidad se apoderó de Ángel. Deficiencia mental que dejaba sólo el espacio suficiente para un único pensamiento que se iba repitiendo una y otra vez en su torpe mente. Pero ese pensamiento, al haber puesto Ángel su enorme corazón en el cerebro, lo sentía todas y cada una de las veces como el más vital, intenso y hermoso de todos los posibles sentimientos:
«Paz está dentro de mí»
—Ay, Angelito... ¡Si es que tienes un corazón que no te cabe en el pecho! —exclamó la señorita sonriendo—. ¡Anda, ve y diviértete con tus amigos!
Después de recibir una suave palmadita en el trasero, Angelito salió corriendo de la clase. Pero no se reunió con sus amigos ni volvería ya jamás a divertirse. Fue directamente al baño para limpiarse las cascadas de sudor que le rezumaban por la frente.
«¿Cómo no me había dado cuenta antes?, ¿lo habrá descubierto alguien más?» Se preguntaba lleno de ansiedad nuestro amigo.
Horas después, se había agotado todo el papel higiénico. Tolito, de 2ºB, había estado haciendo guarradas con uno de los rollos y el resto había sido víctima de las glándulas sudoríparas de Angelito. Así que, vistas las circunstancias, no le quedó más remedio que tranquilizarse y estudiar a fondo la situación.
Frente al espejo, se levantó la camiseta y contempló, durante el resto del curso, el tamaño de su pecho. Confuso, se percató de que nada decía su tamaño si no podía contrastarlo con otro pecho. A esa conclusión le siguió inmediatamente la imagen mental de uno de los pechos de su madre, que eran los que le resultaban más familiares.
—Mamá... verás, es que... me gustaría tener un pecho como el tuyo... Quizás sería mejor tener los dos, porque si no quedaría un poco feo. Pero mami, de verdad que me conformaría sólo con uno —le dijo Angelito a su madre un buen día, instantes antes de que ésta lo echara a patadas de casa.
A medida que fueron pasando los años, abandonó la idea de la necesidad de un pecho más grande, pues si lo comparaba con los chicos de su edad y dejaba de lado a los que llamaban la atención por su obesidad, se ajustaba sin problemas a la media. Así que, por descarte, debía tener un corazón demasiado grande. Sin embargo, el problema continuaba siendo el mismo y continuaba generando problemas en su vida diaria.
Entre uno de ellos se encontraba la Inseguridad, que se había apoderado de la rutina de Angelito y de una mayúscula a principio de palabra. Pero lo peor de todo era que la anomalía lo había dejado tan inquieto y meditabundo que, desde que conoció su desgracia, el pobre chico no pudo dormir ni una sola noche:
Una de los efectos de dicho insomnio crónico era la dilatación del tiempo y el consiguiente rápido envejecimiento de Angelito. Aunque su alopecia no desencajaba con la admiración que sentían la mayoría de sus compañeros por los monjes tibetanos, alguna vez se sorprendía a sí mismo contemplando el proceso de algunas edificaciones y rodeado de simpáticos abuelitos.
No obstante, la verdadera y fatal consecuencia que derivó de todo ello fue la imposibilidad de orinar antes de ir a dormir. Es cierto que algunas veces lograba convencerse de que no había rebelión alguna por su parte, pero no podía evitar seguir sintiendo por dentro un sentimiento de culpa que lo devoraba.
Por otro lado, su carácter retraído y evasivo lo hizo estar acompañado siempre de una infinita soledad. Soledad que, entre otras cosas, lo hacía muy propenso al enamoramiento. Así pues, todos los recuerdos que iba guardando de la educación primaria estaban siempre empapados del agrio sabor del desamor. El hecho de que su corazón, a diferencia de la mayoría, no estuviera protegido por el tórax, lo convertía en un órgano muy vulnerable. Cada año se enamoraba unas tres o cuatro veces y cada año las mismas veces se lo rompían.
Concretamente, en el segundo año de secundaria se enamoró dos veces simultáneamente. Vistos sus fracasos, nuestro protagonista decidió acudir en busca de ayuda. Fue a casa de Tomás, un respetado biólogo cuya sabiduría era de sobras conocida por toda la provincia. Le enseñó unas fotos que les había tomado a ambas el día anterior y le suplicó que le explicara cómo podría conquistarlas. Tomás suspiró, estiró su larga y blanca barba unos segundos, se puso el monóculo y miró las fotos. Durante un largo silencio dudó, alargó el brazo, cogió un gigantesco libro de la estantería y empezó a buscar entre sus páginas.
—Angelito... Me temo que tienes que olvidarlas —dijo finalmente con seriedad y sin despegar sus ojos del libro—. Estas hembras no te convienen.
—¿Por qué? —preguntó Angelito decepcionado.
—Mira —dijo Tomás enseñándole a su vez el libro—, ésta de aquí, como ves, es una víbora, y ésta... —decía mientras buscaba— ¡Una zorra! ¿Lo ves?
El pobre chico, una vez logró finalmente superar la frustración que se había apoderado de él las primeras semanas desde el conocimiento de la trágica revelación, decidió que limitaría su día a día a recomponer todo lo que la dichosa fauna había destrozado.
Un día, en clase, estaba concentrado en su tarea. Pero no encontraba un soporte suficientemente seguro para la delicadeza de su órgano que le permitiera maniobrar. Paz lo vio a lo lejos y, susurrándole al oído, le hizo saber que si se esperaba al terminar la clase, ella podría ayudarlo.
Al sonar el timbre, todos los niños salieron enloquecidos de la clase. Angelito, siempre un poco más lento que la mayoría, aún se estaba quitando el tornillo izquierdo cuando unas manos lo agarraron y lo encerraron en un armario.
Allí, en ese diminuto mueble, sentía como los pechos de Paz crecían vertiginosamente y acariciaban sus brazos, reduciendo más aún el espacio. A medida que iban intercambiando sus toxinas, Angelito iba poniendo en duda, cada vez más, la importancia vital del oxígeno. Se quitó una gota de sudor que se deslizaba por su frente y, sorprendido, descubrió como las glándulas sebáceas daban por inaugurada la adolescencia con su inflamación.
Una vez salieron del armario, la clase se les mostró desierta y silenciosa. Paz, mientras lo miraba con picardía, se desnudó lentamente y lanzó al suelo con brutalidad todas las carpetas que había encima de la mesa para seguidamente tumbarse boca arriba. Ángel se sentó en la silla, puso el corazón en su vientre y empezó a recomponerlo, por fin satisfactoriamente.
El aroma de Paz acariciaba sus fosas nasales y, junto a sus pechos preciosos, eran un estímulo inevitable para sus fantasías. Imaginaba como, de mil modos distintos, la vida de Paz se ponía en peligro y como él, de mil modos distintos también, la salvaba siempre del peligro. Finalmente y a modo de recompensa, la hermosa muchacha lo invitaba a comer perdices cocinadas, evidentemente, de mil modos distintos.
Al volver de su mundo imaginativo, le sorprendió la ausencia de su querida Paz. Nervioso, descubrió que se había llevado también su corazón. Buscó por toda el aula, pero sólo encontró dos cactus y un camello. Así que salió de la clase preocupado. No podía enfadarse porque sabía que tenía que haber alguna explicación; Paz era un trozo de pan y cualquier signo de maldad lo asociaba Ángel como uno de sus antónimos.
Al día siguiente, la agarró del brazo y la miró fijamente a los ojos:
—Me has robado el corazón.
—Lo siento. ¿Podrás perdonarme?
—Bueno, vale.
—Ay, si es que tienes un corazón que no te cabe en el pecho!
—Y tú eres un trozo de pan...
Volvió el chico a su casa de cartón con una satisfacción que se esfumó al tomar conciencia de que seguía existiendo su problema: No le venía el sueño y su corazón seguía sin caberle en el pecho. Lo miró con cierta irritación y descubrió que ya no tenía ni una sola grieta. Pero en su viscosa textura podía distinguir la abismal mirada de Paz clavada en él y las huellas de su vientre y sus dedos. Además, el latir no emitía ya el sonido de un monótono tambor, sino el del angelical nombre de su amiga.
Consciente de que el órgano no era ya enteramente suyo, para dispersar su mente, cogió una revista de curiosidades que se había encontrado por la calle y estuvo ojeándola toda la noche. Finalmente, se decidió a hojearla y encontró allí un interesante artículo en el que se sostenía que el ser humano utiliza sólo un 10% de su cerebro.
Por la mañana, Paz pasó por delante de los cartones de Ángel mientras éste comía un bocadillo de café.
—Hola, Ángel.
—Hola, Paz...
—¿Me das un mordisco?
—¡Claro!
Y le dio el mordisco. Y luego le dio otro. Y después otro. Y otro... Y así hasta que, finalmente, se comió a Paz toda entera.
Sintió como un gran vacío llenaba todo su interior. Durante unos minutos, su mirada osciló entre la revista y su vientre. Finalmente, después de elogiar durante largo rato su mente, soltó unas estridentes carcajadas y se puso manos a la obra.
Una vez terminada ya la operación, una dulce subnormalidad se apoderó de Ángel. Deficiencia mental que dejaba sólo el espacio suficiente para un único pensamiento que se iba repitiendo una y otra vez en su torpe mente. Pero ese pensamiento, al haber puesto Ángel su enorme corazón en el cerebro, lo sentía todas y cada una de las veces como el más vital, intenso y hermoso de todos los posibles sentimientos:
«Paz está dentro de mí»
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Mis diseños
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Re: CRI - Cardiomegalia
Este relato busca una atmósfera mágica, creo, y eso me gusta, porque para eso tenemos la imaginación, para sacar los pies del tiesto e irnos a donde nadie nos espera. Pero no me ha parecido muy bien hilada. Varias ideas se enlazan sucesivamente y no todas encajan entre sí. Veamos... es un niño pequeño, ¿no? ¿Se enamora todos los días? Quizás si fuera un poco más mayor, pero incluso para la magia hay unas reglas. Si se enamora de unas compañeras en secundaria (imagino que también de la misma edad), ¿cómo es que un respetado biólogo las llama víboras y zorras? Para empezar, ¿cómo va el niño solo a casa del biólogo? Mmm...
Ya sé que es todo fantasía pero algunas de estas piezas mágicas no me encajan. Otras sí. En fin, como he dicho al principio, lo que más me ha gustado es que me ha parecido imaginativo y fuera de lo ordinario.
Ya sé que es todo fantasía pero algunas de estas piezas mágicas no me encajan. Otras sí. En fin, como he dicho al principio, lo que más me ha gustado es que me ha parecido imaginativo y fuera de lo ordinario.
Re: CRI - Cardiomegalia
Este me ha parecido muy divertido y, la verdad, es que he dusfrutado leyendolo, lo que pasa es que creo que hay cosas que se me escapan y no he llegado a entender bien.
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- No tengo vida social
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- Registrado: 26 Oct 2010 18:30
- Ubicación: Perdido en una nebulosa, en busca de un quásar, cualquiera en realidad...
Re: CRI - Cardiomegalia
Bastante entretenido, un poco confuso a ratos y más al final ( al menos para mi).
Sin embargo tiene algunos pasajes que me han hecho viajar con mi imaginación.
Felicidades al autor/a.
Sin embargo tiene algunos pasajes que me han hecho viajar con mi imaginación.
Felicidades al autor/a.
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Re: CRI - Cardiomegalia
Tremendamente imaginativo y muy bien escrito, con algunos pasajes divertidos. También me resulta algo confuso y con un nivel de surrealismo excesivo para mi paladar.
Re: CRI - Cardiomegalia
Coincido con Isma.
No me cuadra el tono del relato con el surrealismo excesivo.
Me ha resultado extraño y poco agradable.
Pero como también me pareció confuso, volveré a leerlo.
No me cuadra el tono del relato con el surrealismo excesivo.
Me ha resultado extraño y poco agradable.
Pero como también me pareció confuso, volveré a leerlo.
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Re: CRI - Cardiomegalia
Lo siento, lo siento, lo siento... Es que no sé ni por dónde cogerlo... No me ha gustado nada, me ha resultado desagradable
Mil perdones, mil perdones, mil perdones...
Mil perdones, mil perdones, mil perdones...
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Re: CRI - Cardiomegalia
Yo creo que la atmosfera, en general, está bien conseguida y tiene algunos juegos de palabras divertidos.
Sin embargo, el hecho de situarlo en un lugar tan concreto como en un colegio creo que lo acerca demasiado a "este mundo" y lo aleja, en cambio, del mundo ficticio que se pretende recrear. Por otro lado, tengo la sensación de que quiere crear bastante efecto al final y no se consigue del todo por el tono ya absurdo que lo precede.
No obstante, me parece un relato bastante interesante y curioso de leer.
Sin embargo, el hecho de situarlo en un lugar tan concreto como en un colegio creo que lo acerca demasiado a "este mundo" y lo aleja, en cambio, del mundo ficticio que se pretende recrear. Por otro lado, tengo la sensación de que quiere crear bastante efecto al final y no se consigue del todo por el tono ya absurdo que lo precede.
No obstante, me parece un relato bastante interesante y curioso de leer.
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Re: CRI - Cardiomegalia
Creo reconocer quien lo ha escrito. Cuando se tiene exito con un relato se tiende a repetir el estilo y a veces no cuadra tanto en lo que se pretende. Sería original si no hubiese ganado el concurso anterior otro muy parecido.
La forma segura de ser infeliz es buscar permanentemente la felicidad
Re: CRI - Cardiomegalia
Demasiado surrealismo que me parece que no está bien hilvanado. Lo he leído como a trompicones, se me ha hecho raro.
Leyendo: Ensayos, George Orwell.
"Se dispersa y se reúne, viene y va", Heráclito.
"Se dispersa y se reúne, viene y va", Heráclito.
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- Ubicación: Perdido en una nebulosa, en busca de un quásar, cualquiera en realidad...
Re: CRI - Cardiomegalia
Es un relato curioso, sí es verdad, pero está bien escrito (salvo un punto exclamativo sin su pareja), no veo otros obstáculos en su lectura que el surrealismo por sí mismo, a veces entreverado. No es un relato romántico y en un concurso de romántica, aquello creo que tiene peso. Pero no está mal como relato, siempre se puede pulir, redactar mejor las áreas confusas, etc... después de todo, escribimos para transmitir.
Saludos al autor/a.
Saludos al autor/a.
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CRI - Cardiomegalia
Vale por el ingenio de los juegos de palabras, pero esto no es surrealismo: este relato es confuso. Creo que el autor da por sobreentendidas ideas que el lector no puede tener para entenderlo bien. Sólo sugiere, y lo hace a medias desde mi punto de vista.
Es el terreno resbaladizo de los sueños lo que convierte el dormir en un deporte de riesgo.
- kassiopea
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- Ubicación: Aovillada en la Luna...
Re: CRI - Cardiomegalia
Me uno a la confusión general He leído el relato varias veces, pero no acabo de "pillarlo". Y me tiene intrigada, no creas, pues asemeja una especie de reto... Creo que el autor/a lo ha escrito precisamente con esta idea: despertar el interés del lector y retarlo a encontrar "la clave". Tal vez el autor/a se esté sonriendo al leer nuestros intentos de interpretar su "rompecabezas"
Está claro que los nombres de los protagonistas son importantes: Ángel y Paz. Y el problema que provoca un sinvivir al pobre Angelito es crucial: la cardiomegalia; una anomalía en su corazón, que es demasiado grande, y no le cabe en el pecho... El autor sigue jugando con esta idea llevándola a extremos increíbles. En el relato, el corazón de Angelito no le cabe en el pecho literalmente, no se trata de una frase hecha. Su corazón siempre está expuesto, vulnerable. Y tan grande es su corazón que le causa otra dolencia: es un enamoradizo de tomo y lomo, lo que le provoca otra angustia añadida, pues sus amadas invariablemente le dan amargas calabazas
Y no tiene el pobre y desgraciado Angelito suficientes penas que, ¡y esto es el recolmo!, también lo tacha el autor de tonto. ¿Por qué si no hace referencia en una ocasión a que se está quitando el tornillo izquierdo? Eso se menciona cuando todos los niños salen corriendo de clase, menos Ángel, que es más lento y se rezaga quitándose el tornillo. Y entonces llega Paz. Pues bien, que nuestro Angelito lleve tornillos indicará que es tonto, digo yo... ¡¡¡¡ Suerte que llega Paz y, gracias a ella, Angelito encuentra la paz!!!! Pero para encontrar la paz debe comerse a Paz, claro está, jajaja
La verdad es que el final tiene guasa... Paz está en el interior de nuestro Ángel y, al fin, encuentra la ansiada paz. Pero claro, como Paz está en su interior (que recordemos que además es su amada), no le resta más que el 10 % del resto de su cerebro. El pobre queda idiotizado, pero feliz ("una dulce subnormalidad")... Y ahí va mi conclusión: ¿Será que el amor nos "idiotiza" pero al mismo tiempo consigue que alcancemos felizmente la paz?
Ahora, a reírse de mi interpretación
Esperemos que el autor/a nos lo aclare... Un saludo
Está claro que los nombres de los protagonistas son importantes: Ángel y Paz. Y el problema que provoca un sinvivir al pobre Angelito es crucial: la cardiomegalia; una anomalía en su corazón, que es demasiado grande, y no le cabe en el pecho... El autor sigue jugando con esta idea llevándola a extremos increíbles. En el relato, el corazón de Angelito no le cabe en el pecho literalmente, no se trata de una frase hecha. Su corazón siempre está expuesto, vulnerable. Y tan grande es su corazón que le causa otra dolencia: es un enamoradizo de tomo y lomo, lo que le provoca otra angustia añadida, pues sus amadas invariablemente le dan amargas calabazas
Y no tiene el pobre y desgraciado Angelito suficientes penas que, ¡y esto es el recolmo!, también lo tacha el autor de tonto. ¿Por qué si no hace referencia en una ocasión a que se está quitando el tornillo izquierdo? Eso se menciona cuando todos los niños salen corriendo de clase, menos Ángel, que es más lento y se rezaga quitándose el tornillo. Y entonces llega Paz. Pues bien, que nuestro Angelito lleve tornillos indicará que es tonto, digo yo... ¡¡¡¡ Suerte que llega Paz y, gracias a ella, Angelito encuentra la paz!!!! Pero para encontrar la paz debe comerse a Paz, claro está, jajaja
La verdad es que el final tiene guasa... Paz está en el interior de nuestro Ángel y, al fin, encuentra la ansiada paz. Pero claro, como Paz está en su interior (que recordemos que además es su amada), no le resta más que el 10 % del resto de su cerebro. El pobre queda idiotizado, pero feliz ("una dulce subnormalidad")... Y ahí va mi conclusión: ¿Será que el amor nos "idiotiza" pero al mismo tiempo consigue que alcancemos felizmente la paz?
Ahora, a reírse de mi interpretación
Esperemos que el autor/a nos lo aclare... Un saludo
Re: CRI - Cardiomegalia
Además de confuso y caótico, me ha parecido sumamente desagradable. No sé si hay un intento de intrigar al lector dándole la información a medias o si, símplemente, la información está a medias. En cualquier caso los textos que juegan con "ya pondrá el lector las piezas que faltan" no me gustan. Para poner piezas no leo, hago un puzzle.
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