CRI: Peregrinos - Arwen_77

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CRI: Peregrinos - Arwen_77

Mensaje por lucia »

PEREGRINOS


JAIME
Hacía mucho que no caminaba solo. Esa idea llenaba la cabeza de Jaime cuando echó a andar por el sendero que llevaba a la ermita, aquella ermita de la patrona a la que los habitantes del pueblo solían peregrinar. Le habían dicho que era una marcha muy agradable, de unos diez kilómetros, y que un día de diario no habría tanta gente y más ahora que el verano tocaba a su fin.
Era extraño y maravilloso caminar solo: fijarse en las copas de los árboles, en el cielo límpido, en las vaquitas del fondo, escuchar a los pájaros o simplemente recrearse en el silencio.
¿Cuánto tiempo hacía que él se limitaba a ser la última parte del tandem María-Jaime? Ella organizaba todo, decidía todo, contestaba a las invitaciones por los dos: “nosotros vamos”, “nosotros no podemos”. Desde hacía más de doce años, él ya no era un yo. Debería estar contento, se suponía que había encontrado a su media naranja y eso era algo estupendo, ¿no?
Al principio le gustaba muchísimo sentirse unido a María, lo más unido posible. Tenía una novia guapa, más que guapa, que estaba buenísima, que era la envidia de todos sus amigos. Desde que la conocieron, a todos se les iban los ojos tras sus piernas cuando se contoneaba al alejarse, a todos se les perdía la mirada en su escote sin darse apenas cuenta. Y un día ella se quedó con él hasta el final de la fiesta, salieron juntos del bar a las seis de la madrugada abrazados y él fue capaz de vencer su timidez para darle el primer beso. Desde aquel momento, hasta convertirse en parte de aquel “nosotros” indivisible todo había avanzado muy rápido. El ni siquiera recordaba como la ceremonia íntima de boda que en principio había planificado se convirtió en un fiestón con quinientos invitados, ni sabía como poco a poco había dejado de ver a sus amigos de siempre y se había integrado en el engranaje de María sin dejar hueco en su vida para apenas nada más.
Miró hacia delante y vio a una chica pelirroja que avanzaba con una pequeña mochila.
Llevaba unos pantalones cortos y unas botas de montaña y su coleta de fuego se balanceaba alegre con cada paso. Se sorprendió a sí mismo fijándose en sus piernas y en su culo. Un culo un poco gordito y respingón, que sin embargo le resultó simpático. “Simpático, ¡qué palabra tan rara para asociar a un culo!”.
La chica pelirroja avanzaba más despacio que él. Pronto la alcanzó y la adelantó. Al pasar por su lado, Jaime susurró un tímido “buenas tardes”. Ella contestó con un “buenas tardes” mucho más decidido y audible. Hasta le dedicó una sonrisa, una sonrisa que Jaime vio durante un fugaz instante, pero que se le antojó sincera, mostrando unos dientes alineados y pequeños, iluminando unos ojos marrones que Jaime tuvo ganas de volver a ver.
¿Cómo se había fijado en tantos detalles en un momento? Él nunca había sido muy observador…

CELIA
Celia había decidido teñirse de cobrizo intenso el día anterior. Al final iba a resultar verdad que cuando una mujer quería hacer un punto y aparte en su vida lo primero que hacía era cambiarse el color del pelo o cortárselo. Lo había leído hacía tiempo en una de esas revistas femeninas que te animan a convertirte en “la arpía de la oficina”, “a usar a los hombres como clínex” o a “comprarte bolsos igualitos a los Chanel por Internet a mitad de precio”. De vez en cuando leía aquellas tonterías y siempre se le escapaba más de una risa entre frase y frase.
Su último escarceo amoroso (¿amoroso?) había sido otro desastre. Esa vez no había estado tímida y retraída como era su costumbre. Se dejó llevar. Cayó rápidamente en los brazos del amigo de un amigo. Fue una noche bonita, recordaba sus labios, sus manos, su voz grave susurrándole, su aliento cerca de su cuello. Al día siguiente dos mails, algún mensajito en Facebook y luego la huida. Él, de repente, estaba super-mega-requete ocupadísimo y no podía quedar ni a tomar un café. Una evasiva, otra y otra y Celia decidió que ya no quería estar nunca más pendiente del teléfono que no sonaba, el facebook , el e-mail o lo que fuera (“whatsapp” ella ni tenía). Era demasiado mayor para esas tonterías. La década de los treinta se le escapaba de las manos y seguía siendo tan confiada e ingenua como en la adolescencia. Pero ahora era diferente. Era capaz de caminar sola desde hacía tiempo, eso lo sabía, pero había dado un paso más; ahora disfrutaba del camino en solitario.
Caminando sola todo era diferente, cada detalle te penetraba más, te convertías en peregrina que aprovecha cada paso para crecer, para conocerse a sí misma y avanzar por dentro y por fuera. Era maravilloso caminar sola: fijarse en las copas de los árboles, en el cielo límpido, en las vaquitas del fondo, escuchar a los pájaros o simplemente recrearse en el silencio.
A mitad del camino Celia notó una presencia a su espalda. Unos pasos se acercaban. Un chico alto y grandote pasó por su lado. La saludó tímidamente: “buenas tardes”. Poca gente saludaba ya a los desconocidos que se encontraba en el camino. Sin saber porqué Celia agradeció aquel saludo desde lo más profundo de su corazón. Respondió con rotundidad y alegría, con una amplia sonrisa en la cara, que, pensó ella, debió parecer una mueca exagerada y bobalicona.

MARÍA
María salía del centro comercial cargada de bolsas. Al final se había comprado varios bolsos, unos zapatos y cositas para decorar el salón. No debería haber dejado a Jaime que se fuera solo a dar aquel estúpido paseo por el campo. Él había dicho que así hacía ejercicio y se había escaqueado de ayudarla con las bolsas y de elegir los adornos. Mejor que hiciera ejercicio en el gimnasio. Estaba ganando peso y eso no podía ser. Pero María ya había visto un gimnasio de muy buen aspecto cerca de su nueva casa. Iría a preguntar los precios al día siguiente y se apuntarían los dos.
Bueno, de todas formas, al final, como siempre, hubiera tenido que ser ella la que tomara las decisiones. ¡Pobre Jaime! Menos mal que ella estaba pendiente de todo, porque si no su vida sería un auténtico desastre. Jaime no tenía sentido práctico en nada. Ella mantenía las amistades que convenían, ella se ocupó de que tuviera un trabajo como Dios manda en la agencia publicitaria, en vez de andar perdiendo el tiempo con tonterías como escribir novelas fantásticas de miles de páginas que era prácticamente imposible que tuvieran el éxito suficiente como para permitirte ganar una cantidad razonable de dinero. Cosas de frikis.
María abría la puerta del coche mientras pensaba que los últimos años se le habían pasado en un suspiro. Se había centrado lo suficiente en su carrera profesional y había llegado el momento de ser madre. Sí, ya tocaba. Ella era una persona práctica. Sabía que con determinación podía conseguirse lo que se deseara. A pesar de lo inútil que era, ella quería a Jaime. Hacía ya muchos años era el chico más guapo del grupo, ella supo que quería y podía conseguirlo desde que se lo presentaron. Sus amigas la envidiaban: un novio alto, rubio y tan enamorado de ella.
Iría con el coche a buscar a Jaime a aquella ermita si él no volvía a casa a las 8 y media. Le había dicho que se iba de “peregrinación”. La gente normal no utilizaba esa palabra. Seguro que allí no habría ni cobertura de móvil. Lo que no pensaba era ocuparse ella sola de hacer la cena y montar la estantería del garaje. Seguro que a Jaime se le habría olvidado lo de la estantería.


JUNTO A LA ERMITA
Jaime llevaba un rato sentado en un banco junto a un árbol, leyendo, aunque le costaba concentrarse, la imagen de la chica pelirroja seguía flotando en su imaginación. Entonces la vio aparecer en el horizonte. La observó acercarse con paso firme y seguro, sin pausa pero sin prisa, con sus pantaloncitos cortos y su camiseta de Mickey Mouse. Sus muslos eran algo gordos para el estándar de belleza, sus tetas, no eran muy grandes, pero sí bien torneadas y Jaime se sorprendió a si mismo de nuevo imaginándolas firmes y suaves al tacto. La chica llegó al pequeño recinto empedrado y no reparó en su presencia. Entró directamente a la pequeña ermita románica. A Jaime ni se le había ocurrido entrar a la ermita. Le sorprendió que la puerta estuviera abierta. Sintió un impulso de entrar él también. ¿Y si ella pensaba que la estaba persiguiendo? No, ¿por qué iba a pensar eso?, no era raro entrar.
Se sentó al fondo y observó como ella se arrodillaba en uno de los primeros bancos. Hacía siglos que no veía a nadie rezar. Él también solía hacerlo, pero habían pasado ya muchos años. Llegó a creer que él pensaba como María, que aquello era una superstición absurda; pero ahora sintió que ver a aquella muchacha rezando le unía más a ella. ¿Por qué?
Celia oyó abrirse la pesada puerta de la ermita y miró un segundo hacia atrás. Vio al chico alto del camino sentarse en un banco del fondo. Parecía un chico agradable. Seguro que ahora pensaría que ella era una beata. Bueno, o quizá no. Todos los del pueblo entraban a ver a la patrona cuando se acercaban a la ermita. No era nada raro. Y total, ¿qué más daba lo que pensara de ella? Celia no había perdido la fe a pesar de todos lo malos tragos por los que había pasado en su vida. Ella más bien pensaba que había conseguido salir adelante gracias en parte a aquella fe. Siguió rezando un ratito en la penumbra de la ermita, casi perdió la noción del tiempo.
Cuando salió a la calle vio que el chico alto estaba leyendo en su banco preferido, en el que ella solía sentarse a leer cada vez que iba a la ermita. Miró alrededor y se dio cuenta de que el resto de bancos estaban totalmente al sol, o medio rotos. ¿Sería muy raro sentarse en el mismo banco cuando había tanto espacio libre? Era un banco largo. No pasaba nada, se sentaría allí. Además, aquel chico empezaba a gustarle. ¿Gustarle? Que absurdo, apenas le había visto. Pero le daba buen rollo. No era ningún adonis, pero no estaba nada mal. Se sorprendió a si misma preguntándose como sería besar a aquel chico.
Jaime vio que la chica se sentaba en su mismo banco. ¡Que bien!
La saludó: “hola”. Buscó en su mente, casi con desesperación, algo más que decir, pero su mente no le respondió, se quedó totalmente en blanco. Sólo pudo sonreír, bajar la cabeza y seguir leyendo.
“Hola”, contestó Celia. Buscó en su mente, casi con desesperación, algo más que decir, pero su mente no le respondió, se quedó totalmente en blanco. Sólo pudo sonreír, bajar la cabeza, sacar el libro de la mochila y empezar a leer. “La espada del norte”, aquel libro la tenía realmente enganchada, no sería difícil concentrarse. Se estaba tan bien leyendo allí, “lejos del mundanal ruido”.
Jaime levantó la vista de su libro disimuladamente, su mirada ascendió por las piernas de ella hasta posarse en su regazo. El corazón le dio un vuelco cuando vio la inconfundible imagen del dragón junto al guerrero. “La espada del norte”, la ilusión de su vida, la que debió ser el inicio de una saga fantástica que sólo concluyó dentro de su cabeza. El libro ya estaba descatalogado, ¿de dónde lo habría sacado ella? Aquello era una señal. Se detuvo unos minutos observando la cara de la chica mientras leía, parecía absorta, lejos del mundo, transportada. Jaime sintió una felicidad como hacía mucho tiempo que no sentía, una conexión especial, magia de nuevo en su vida.
Perdona, pero no he podido evitar mirar lo que leías.
¡Ah! Es un libro de fantasía. No es muy conocido. Me lo recomendaron en un foro y me está encantando. Es buenísimo. Bueno, tampoco es totalmente de fantasía, también tiene muchos toques de realidad. Es muy especial. Cada personaje está tan vivo. Es tremendo, es mágico, no es cursi y es que es como si en vez de contarte las historias te obligara a meterte en cada escena y vivirla. En fin, que es que ya soy una fan. Lo siento, ¡que chapa te he dado! Te recomiendo el libro. Se titula “La espada del norte”; bueno, eso ya lo has visto. Es un poco difícil de encontrar, se editó hace ya bastantes años.

Celia se calló en seco, pensando que se había pasado en la respuesta. La sonrisa que le había dedicado antes el desconocido estaba aún clavada en su cabeza. Era una sonrisa tan dulce y franca. Y si había la más remota posibilidad de que surgiera algo entre ellos, como en una novela romántica, ella acababa de estropearlo con su arrebato friki.
Bueno, no hace falta que me lo recomiendes, evidentemente.
¿Cómo?
Mira la foto de la solapa

Celia observó la pequeña foto de la solapa, desde la que un joven de rubios rizos y penetrantes ojos azules sonreía al potencial lector. Tardó unos segundos en reconocer en ella a aquel hombre (sí, lo había llamado chico para sí misma, pero era un hombre) casi calvo con gruesas gafas de pasta.
- ¿Tú eres Jaime Palacios? ¡No me lo puede creer!
A partir de ahí olvidaron la vergüenza, los problemas, donde estaban o a donde tenían que regresar. Ya no les fue difícil encontrar las palabras. Se atrevieron a perderse el uno en los ojos del otro mientras hablaban, a dedicarse más y más sonrisas; a reunirse en algún lugar mágico que trascendía el pinar que rodeaba a la pequeña ermita. Sintieron que peregrinar había tenido un sentido.
El sol ya comenzaba a caer en el horizonte y se divisaba como una enorme bola roja tras la montaña, cuando Jaime vio a lo lejos una inconfundible silueta, que se acercaba tambaleante sobre sus infinitos tacones, no demasiado apropiados para aquel suelo.
María creyó que su vista debía estarla engañando cuando divisó a Jaime charlando con una chica en un banco. ¿Qué hacía hablando con una desconocida? Él tampoco era tan sociable. En fin, no iba a ponerse celosa ahora por aquella tontería.
Se acercó y notó con estupefacción como Jaime torcía un poco la cabeza para darle el beso de saludo en la mejilla y no en los labios.
-Bueno, vámonos, ¿no? – dijo María, sin poder evitar dirigir una mirada entre sorprendida y amenazante a la chica pelirroja.- es tardísimo. ¿No te has dado cuenta?
Jaime sintió como si su mundo mágico se resquebrajara en pedazos en un segundo. Volvía a la realidad y, ahora lo tenía claro, esa realidad no le gustaba.
Celia se quedó petrificada. No había duda. Su príncipe azul estaba ocupado. Todo había sido un espejismo que se desvanecía.
-Adiós, fue un placer conocerte.
Cuando ya iba a irse Jaime se dio cuenta de que había olvidado algo muy inocente y obvio.
Esta chica tiene mi libro. Por eso hemos empezado a hablar. Tengo que firmárselo. ¿Tienes un boli María?

María tuvo el presentimiento de que estaba cambiando su propio destino cuando rebuscó hasta encontrar un bolígrafo en su caro bolso de Chanel.
Celia miró como la pareja se alejaba con el estómago aún atenazado: “No iban de la mano, quizá ella era sólo una amiga, o no tenían nada serio, o…no debo engañarme, claro que son pareja”
Su esperanza renació al abrir el libro y leer: “619 83 25 21”.
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Emisario
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Re: CRI - Peregrinos

Mensaje por Emisario »

Es un relato ameno, bien escrito e imaginativo. Hay más descripciones y relatos de vida que romance propiamente tal, pero está muy bien cuajado.
Saludos al autor/a.
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Isma
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Re: CRI - Peregrinos

Mensaje por Isma »

Sin saber muy bien por qué, este relato me ha hecho mucha gracia. He encontrado los párrafos calcados y he vuelto atrás y adelante para comprobar que eran los mismos. ¡Lo son! Me parece un recurso gracioso y me ha hecho sonreír. Además el encuentro entre dos frikis siempre me emociona. En fin, que así me ha gustado. También la referencia a ocultos y descatalogados libros de fantasía. Hace ilusión encontrarlos por ahí en el mundo, como si el libro fuera el peregrino y no la persona.

Desvarío.

Voy a poner alguna pega. Me ha chocado un poco imaginarme a Jaime calvo y con gafas, cuando era monísimo para María, con sus rizos rubios y tal. Además, ella misma lo llama chico varias veces. Sorprende un poco y esa pequeña duda detiene la fluidez de la lectura. Pega mínima, por otro lado.

Buen relato. Enhorabuena :D
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Albabooks
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Re: CRI - Peregrinos

Mensaje por Albabooks »

Bonito pero inconcluso. Al final ¿qué ocurre con Celia, María y Jaime? No sé, me ha faltado algo más para terminar de verlo redondo, y eso que me ha encantado :roll:
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Berlín
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Re: CRI - Peregrinos

Mensaje por Berlín »

persephone escribió:Bonito pero inconcluso. Al final ¿qué ocurre con Celia, María y Jaime? No sé, me ha faltado algo más para terminar de verlo redondo, y eso que me ha encantado :roll:
Bueno, yo doy por hecho de que Celia llamará a Jaime y surgirá algo tórrido entre los dos, porque ha nacido una buena conexión entre ellos, y además Jaime está hasta las pelotas de Maria, dominante y autoritaria, ea.

Me ha gustado, felicidades, está chula esta historia.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Elisel
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Re: CRI - Peregrinos

Mensaje por Elisel »

¡Qué bonito! El final queda abierto, pero hay un atisbo de esperanza :D

Te has colado tildes, en su mayoría diacríticas :8_azotes: Cuidadín.
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Albabooks
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Re: CRI - Peregrinos

Mensaje por Albabooks »

Berlín escribió:
persephone escribió:Bonito pero inconcluso. Al final ¿qué ocurre con Celia, María y Jaime? No sé, me ha faltado algo más para terminar de verlo redondo, y eso que me ha encantado :roll:
Bueno, yo doy por hecho de que Celia llamará a Jaime y surgirá algo tórrido entre los dos, porque ha nacido una buena conexión entre ellos, y además Jaime está hasta las pelotas de Maria, dominante y autoritaria, ea.

Me ha gustado, felicidades, está chula esta historia.
Jajajaa, yo también puedo suponer mucho, pero no sabemos por cuál camino habría llevado el autor a sus personajes, cosa que a mi personalmente me intriga mucho ^^
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ciro
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Re: CRI - Peregrinos

Mensaje por ciro »

¡Que pillín el escritor! Alguno debe firmar así sus libros. :mrgreen:
Relato bien llevado. Yo, no obstante, creo que le falta algo para el excelente. Digamos que bueno. Por otro lado es mas de desamor que de amor, quizá el titulo peregrinaje sea el leifmotiv del relato. Luego se enamoran por un simple mirarse y una casualidad libresca un poco forzada. Bueno, a veces la realidad supera la ficcion.
La forma segura de ser infeliz es buscar permanentemente la felicidad
Katia
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Re: CRI - Peregrinos

Mensaje por Katia »

Éste me gusta, porque tiene el sello de "lo auténtico". Capta la atención y es "entregado". Pero precisamente porque me merece una valoración positiva, me hubiera gustado que el autor tirara más de ciertos hilos, como por ejemplo: esto que experimentamos las personas cuando nos emparejamos, como si de repente nos convirtiéramos en mitades, esto que Risso llama "la dependencia emocional".Hubiera estado interesante profundizar en ello. También quizá filosofar un poco sobre el juego de vanidades que es la vida: "vanitas vanitatis et omnia vanitas", pues María y Jaime presumen el uno del otro como de un trofeo, simplemente incrementa su vanidad el hecho de salir con el otro. Y si las personas estamos hechas para la fidelidad, pues bien pronto Jaime se siente atraído por Celia, con lo que esto me recuerda a "Las afinidades electivas" de Goethe, libro que como buen clásico es de rabiosa actualidad y que aprovecho para recomendar, pues trata el tema de si realmente las personas estamos hechas para que nos guste una sola durante todo el tiempo :wink:

Buen fin de :hola:
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Conphoos
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Re: CRI - Peregrinos

Mensaje por Conphoos »

Lo que es la redacción, quizás es demasiado sencilla, pero correcta. Respecto a los personajes, me parece que toca su psicología de una manera un poco superficial y estereotipada.
Sin embargo, sin que la historia sea nada del otro mundo, tiene mucho encanto. :wink:
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Emisario
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Re: CRI - Peregrinos

Mensaje por Emisario »

Coincido con el último comentario. En lo personal me fue ameno el leer esta historia. Además el detalle del libro me ha parecido muy bueno y algo me he sentido identificado :cunao: , (el que él sea el escritor de una saga que no ha visto la luz por completo). Lo que me ocurrió a mi es que me faltó el romance, o al menos yo no lo vi.
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jilguero
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Re: CRI - Peregrinos

Mensaje por jilguero »

Me he pasado un rato muy agradable peregrinando a la ermita. Aunque me ha gustado literariamente esa coincidencia de miradas de los dos desconocidos (las mismas frases), resulta poco creíble para ocurrir en la realidad. Pero bueno, nunca se sabe... Una cosa que me ha desconcertado es que, cuando él habla por primera vez de la peregrina, me la imaginé como una chica muy joven y luego resulta no serlo tanto. A lo mejor ha sido porque al principio se fija sobre todo en su culo “simpático” y no en otros detalles.
Se lee bien, creo que se la puede considerar romántica y me ha dejado buen sabor de boca. No está nada mal, pues. Te animo a que sigas contándonos historias en próximos concursos: Jilguero te leerá con gusto.


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

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imation
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Re: CRI - Peregrinos

Mensaje por imation »

Muy agradable de leer, pausado, sencillo, transmite, aunque quizás le falte un poquito mas de pasión, de fuerza. No sé bien porque pero lo de los frikis tiene su gracia, a ver si ellos no van a poder enamorarse y encontrar el amor.
Leyendo: Ensayos, George Orwell.


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kharonte
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Re: CRI - Peregrinos

Mensaje por kharonte »

Ha sido un relato que me ha gustado más al principio que al final. Los diálogos internos de los personajes me han parecido bastante buenos, pero a partir del diálogo entre ellos se me ha roto el ritmo. Más que forzada, la parte en que se comenta el libro me parece poco elaborada. Aunque le sirve como excusa para el detalle final.

Y, sí, también resulta extraño que la mandona de la novia siga presumiendo de chico si es un tipo calvo con gafas gordas (sobre todo si lo hilvanamos con todo lo dicho sobre la vanidad). Sirve para que los frikis-con-gafas soñemos con que una chica mona nos podría elegir, eso sí, pero parece poco creíble... :lista:

Desde luego, uno de los que más fieles han sido a la temática. Y al menos este personaje sí parece que va a dejarse llevar por su corazón... :cunao:
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Re: CRI - Peregrinos

Mensaje por Arwen_77 »

Una historia bonita, que sin abandonar el ambiente realista y cotidiano tiene sus toques de fantasía y magia. ¡Me encanta que las personas tengan un cierto grado de "frikismo"!

Prefiero la parte de los prolegómenos a la del encuentro entre ellos; el final semi-abierto me gusta. Quizá el relato mejoraría con un poco más de ambientación y si se consiguiera transmitir al lector un poco más de pasión en el núcleo del encuentro.
:101: El trono maldito - Antonio Piñero y José Luis Corral

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