CRI: Una declaración de amor - Elultimo

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CRI: Una declaración de amor - Elultimo

Mensaje por lucia »

UNA DECLARACIÓN DE AMOR



A pesar de los más de quince años que llevaba trabajando para la empresa, aquella era la primera vez que visitaba la casa de mi jefe. Un hombre que ya pasaba los sesenta años, de pelo canoso y grasiento, manos con dedos como morcillas y cuerpo en forma de pera, que escupía cuando hablaba y le gustaba hurgarse la nariz y luego limpiarse los dedos en los faldones de la camisa, eso cuando no se comía los mocos. Llegué puntual, como era mi costumbre, aunque me costó un poco encontrar el sitio. Cuando entré y vi lo que había allí, comprendí los motivos de mi mísero sueldo: techos altos, paredes tapizadas, cortinas de raso en los ventanales, cuadros de siglos pasados y suelos de mármol que contrastaban con los modernos muebles de aluminio y colores chillones que los llenaban.
Saludé respetuosamente a mi jefe, que me presentó a su mujer. Ataviada con un vestido ajustado, de cuello alto y sin mangas que por abajo apenas cubría lo imprescindible y por arriba resaltaba lo que ya de por sí era abundante, parecía una ramera de lujo, y tengo que confesar que al principio pensé que lo era. No creí posible que el cerdo de mi jefe pudiera estar con una mujer como aquella sin pagar. Debía tener unos treinta años menos que su marido, o al menos los aparentaba, y era una verdadera preciosidad: morena, piel clara, ojos verdes, piernas largas y culo firme. Cuando nos dimos la mano al ser presentados y sentí el suave tacto de su piel, no pude evitar sujetársela un instante más de lo formalmente correcto. No pareció incomodarse y supuse que una mujer así estaba acostumbrada a gestos como aquél y, quizás, otros menos sutiles.
La velada transcurrió entre manjares y botellas de vino que íbamos consumiendo como la pólvora, y gracias, porque si no llega a ser por la ingente cantidad de alcohol que bebimos se me hubiera hecho insoportable escuchar más de diez minutos seguidos a mi jefe, que no dejaba de hablar del trabajo, de la empresa y de no sé cuantas cosas más. Sus palabras llegaban hasta mis oídos como un vago rumor y mi cabeza se movía al son de aquella sonatina haciendo parecer que lo escuchaba. Ya era suficiente tortura aguantar a aquella bola de sebo en la oficina como para encima tener que lamerle el culo en su casa. Y mientras él hablaba yo le lanzaba miradas y gestos de complicidad a su mujer, quien no pareció darse cuenta de mis insinuaciones o simplemente las ignoraba. Mis intentos por acercarme a ella parecían totalmente inútiles.
Cuando terminamos de cenar mi jefe se ausentó y yo, al ver que tardaba en llegar (quien sabe lo que estaría haciendo) aproveché el momento para mantener una pequeña conversación con la mujer en la que descubrí que no sólo era bonita por fuera, sino que también lo era por dentro. Sorprendentemente se mostró como una mujer humilde, culta, agradable y con una gran conversación. En un momento intenté aproximarme más a ella que, con la agilidad que caracteriza a las mujeres para detectar esas cosas, se levantó de la mesa y se dirigió a una alacena de la que trató de alcanzar unas tazas de los estantes superiores, lo que yo entendí que era sólo un pretexto. Me quedé mirándola.
Al ponerse de puntillas y estirar sus brazos, su figura se estilizó y su cuerpo tomó un aspecto aún más sensual. Me acerque por detrás y apoyándome sobre su cadera, alcancé una de las tazas. El gesto la pilló tan de sorpresa que no le dio tiempo a reaccionar. Me miró con una mueca que estaba entre la sorpresa y la ofensa que se notaba falso, pues estaba muy claro que sabía de mis intenciones.
Se giró dándome la espalda y antes de que pudiera alejarse la sujeté por el brazo y con un tirón brusco la volteé y la acerqué a mí con tal ímpetu que nuestros cuerpos quedaron pegados. Intentó zafarse y la sujeté con más fuerza arrinconándola con mi cuerpo contra la pared. Pasé un brazo por detrás de su espalda y agarré firmemente sus nalgas a la vez que con la otra mano sujetaba el brazo con el que intentaba, sin éxito, abofetearme. Noté su respiración entrecortada y como el cuerpo se le iba tensando a medida que acercaba mi rostro hacia el suyo. Una de sus manos se liberó y me agarró del pelo tirando de él primero y, cuando giré el cuello para intentar liberarme, sujetándolo para que no apartara los ojos de ella. Nuestras respiraciones se compenetraron, las miradas quedaron fijas en las del otro y las mentes se quedaron en blanco.
Mi cuerpo había reaccionado de forma lógica a aquella situación y ella, que pareció darse cuenta, deslizó su mano hasta mi entrepierna mientras yo acariciaba uno de sus exuberantes pechos. Fui a besarla cuando oí que su marido se acercaba y tuvimos que separarnos. Como si nada hubiera sucedido, se arregló el pelo, estiró de su vestido hacia abajo y cambió el gesto de su cara a uno completamente neutral. Bajé un par de tazas más del armario y ella fue a la cocina a por café. Terminamos la velada bebiendo gran parte de una botella de whisky. Me hacía verdadera falta.
Había pasado más de un mes y no había vuelto a tener noticias de aquella mujer. No podía dejar de pensar en ella, tenía algo que me atraía visceralmente y no era sólo su espectacular físico. Había algo más que no alcanzaba a comprender. Veía todos los días a su marido en la oficina y cada vez me preguntaba con más ansiedad que podía haber visto aquella mujer en un hombre como ese. Lo único que se me ocurría era dinero. Mi jefe no era de ésos que por fuera daban una imagen repulsiva pero que después, en la intimidad, eran unos verdaderos caballeros: atentos, amables y que sabían tratar a una mujer con el respeto y la atención que se merecían. Mientras lo viera por la oficina estaba tranquilo pues sabía que no le podía tocar un pelo a su mujer pero cuando nos íbamos a casa se me hacía insufrible pensar que mi ángel pudiera estar con aquel saco de mierda. Notaba como los celos me iban invadiendo por dentro y me iban carcomiendo cual enfermedad degenerativa se tratara.
Incapaz ya de soportarlo más y a riesgo de joderlo todo me acerqué hasta su casa con la intención no de hablar con ella sino simplemente de verla. Necesitaba ver aquel cuerpo perfecto, y eso es lo que hice en un principio. Escondido para evitar que me viera y husmeando a través de los setos que bordean la finca, se me apareció espectacular en la parte de atrás de la casa tumbada en una hamaca tomando el sol, a pesar de estar recién estrenado abril, con un bikini blanco que dejaba insinuar lo que debía ocultar y que si hubiera sido del mismo tono que su piel hubiera pensado que estaba desnuda. Mis instintos vencieron a mi capacidad de razonar y no pude resistir la tentación de acercarme. Salté la verja y cuando estaba cerca de ella la llamé. Se giró como si fuera lo más habitual que un tipo se colara en su jardín, se levantó las gafas de sol y vi como se mordía el labio lascivamente mientras me acercaba a ella y me iba quitando la camiseta. Me abalancé sobre ella y comenzó a acariciarme el torso mientras yo la besaba en el cuello e intentaba quitarle el sujetador. De un empujón se escabulló y entró corriendo en la casa, deteniéndose un momento en la puerta para, con un guiño, invitarme a que la siguiera dentro.
Subimos a la planta de arriba y me hizo entrar a una habitación que, por su austera decoración, supuse que era algún tipo de cuarto para invitados, aunque tampoco estaba yo como para fijarme en esas cosas. El calentón que llevaba encima me nublaba la razón. Me quedé mirando aquel cuerpo perfecto: sin una mancha, sin una arruga y con una piel tan suave como el terciopelo. Me empujó sobre la cama, tiro de mis vaqueros y mis calzones y comenzó a jugar con el único órgano de mi cuerpo que era capaz de reaccionar con lucidez. Se puso a horcajadas encima de mí y nuestras lenguas se enroscaron. Por fin pude deshacerme de aquel maldito sujetador. Acaricié sus pechos y mordisqueé suavemente sus pezones. Me di la vuelta para poder estar ahora yo encima y nos besamos al tiempo que ella acariciaba mis musculados hombros. Me incorporé y, de rodillas delante de ella, encajé mis dedos entre sus caderas y las braguitas y las deslicé lentamente hacia abajo mientras tragaba la saliva que se había formado en mi boca. Gruñía como un perro hambriento. Separé sus rodillas y dejé que mi lengua disfrutase de aquel paraíso rosado. Noté como sus dedos se enroscaban entre mi pelo y empujaban mi cabeza. Cuando noté que la había excitado lo suficiente, decidí que era el momento hacerla sentir un placer que no podía haber sentido antes. Y, poco a poco, los movimientos de mi pelvis fueron aumentando de ritmo al mismo tiempo que lo hacía el volumen de sus gemidos.
A partir de entonces nos fuimos viendo cada vez que podíamos. Para ella parecía ser sólo sexo, pero para mí había algo más. Yo quería hacerla cambiar de idea y convencerla de que entre nosotros podía haber algo más que simples instintos, pero no tenía forma de demostrarle lo que sentía sino con palabras y gestos, pues era imposible poder agasajarla con regalos, cenas románticas o escapadas de fin de semana. Cada vez que le decía que la quería y que deseaba compartir con ella algo más que orgasmos, me besaba tiernamente y me regalaba los oídos con difusas palabras de esperanza que yo entendía como promesas de futuro. Se había convertido en la protagonista de todos mis sueños.
Y así, entre diluvios vaginales y anhelos insatisfechos, fueron pasando los días hasta finales del mes de junio, cuando me dijo, después de que sus nalgas hubiesen estado deslizándose y dando saltos sobre mis muslos, que teníamos que dejar de vernos porque su marido empezaba a sospechar. Le pregunté si lo quería y se giró, se puso una bata, me puso cara de circunstancias y salió de la habitación sin decir nada. El retrasado de mi jefe me iba fastidiando incluso fuera de la oficina.
Aquel día llegué a mi casa con un dolor de cabeza insufrible. Cogí un par de aspirinas de un cajón y me las tragué con medio vaso de whisky. Le puse comida al gato, me desnudé hasta quedarme en calzoncillos y tirado en el sofá delante del ventilador me bebí lo que quedaba de la botella decidiendo qué es lo que debía hacer. Cuando desperté de la mona lo tenía muy claro, los celos y el alcohol me habían dado la solución perfecta, la única que seguramente había: deshacerme de mi jefe.
Así que fui hasta su casa, esperé hasta que no hubiera nadie y me colé. La idea era limar el cable del freno del coche de forma que con el tiempo acabara rompiéndose y, con un poco de suerte, matando a aquel cabrón. Las posibilidades de que ella fuera en ese momento en el coche eran altas, pero todo plan tiene sus riesgos. A partir de aquel momento todo lo que tenía que hacer era esperar.
Pasaron los días y cada vez que llegaba a la oficina esperaba que alguien se acercara para darme la “mala” noticia, lo que sucedió a finales de septiembre tras unos días en los que cayó más agua que el resto del año junto. Un compañero de la oficina vino a darme la noticia. El jefe se había estampado con su coche en la mediana de la autopista. La causa oficial, según la policía: Un accidente debido al mal estado de la carretera tras la lluvia. Según el organigrama de la empresa, yo debía ser su sustituto. Sí, yo iba a ocupar su puesto, pero no sólo en la oficina. Sonreí disimuladamente de satisfacción.
El funeral fue dos días más tarde y allí pude ver, para alivio mío, y después de casi tres meses, a la inspiración de mis actos. Vestida de riguroso negro, con los complementos inherentes a un funeral: sombrero, pañuelo y gafas de sol, ni siquiera en el entierro de su marido podía dejar de exhibir su figura perfecta. No me acerqué a ella hasta que estuve convencido de que a nadie le llamaría la atención. Fría y distante como en sus mejores tiempos rechazó mi sutil invitación a recordar viejos tiempos tratándome como si nunca me hubiera visto antes. Maldita sea, lo que había hecho por ella y así era como me lo agradecía. No pasaba nada, pronto se daría cuenta de que sin la foca con la que estaba casada viviría mejor. Ahora el único destino posible era estar juntos.
Intenté dejar pasar el tiempo para que las cosas se enfriaran. No sabía porque estaba teniendo una respuesta tan fría hacia mí. Ahora ya no existía ninguna barrera entre nosotros. No teníamos obstáculos que evitar ni sentimientos que ocultar. Ahora, todas aquellas promesas de futuro que me hacía se podían hacer realidad. Mi cabeza me decía que tenía que olvidarme de ella pero mi corazón me lo impedía. Conseguía dormir gracias al ya mi amigo íntimo, el señor whisky, con el que discutía día y noche hasta que uno de los dos vencía. Y siempre era él.
Tres días después, en el trabajo, alguien me dio la noticia: El jefe no había muerto por el accidente sino debido a una parada cardiaca causada por haber ingerido raticida. Al parecer había sido asesinado con el veneno que mejor le iba. Además, parecía ser que estaban investigando las causas del accidente. No pude reprimir una sonrisa que duró sólo un instante al darme cuenta de lo que aquello significaba, pues recordé que yo le había comprado raticida a mi ninfa no hacía mucho. Me negaba a creer que mi dulce princesita hubiera matado a su marido. ¿Con qué motivo? El único que se me ocurría era para poder estar conmigo, pues por dinero no debía de ser, ya que estaba disfrutando de él. Sí, eso debía ser, quería estar conmigo y esa era la única forma de conseguirlo. Se estaba sacrificando por mí. Mi sonrisa se fue haciendo cada vez más abierta hasta que se convirtió en una carcajada de felicidad.
Pensé. La única opción posible para ambos era escapar. Yo la ayudaría a escapar lejos donde nadie nos pudiera encontrar, donde disfrutar libremente de nuestro amor, de nuestra pasión, de nuestros cuerpos. Un lugar donde iniciar una nueva vida, felices, juntos. Seguro que ella podía conseguir dinero suficiente para vivir tranquilos una temporada y, si no, yo podría trabajar en lo que fuese. Un lugar que estaría dentro de nosotros, pues no podríamos estar mucho tiempo en un mismo sitio. Mi corazón latía con fuerza pues por fin iba a encontrar el camino, aunque fugitivo, con la mujer que quería a mi lado. Pero lo más importante era que ella quería estar conmigo.
Salí del trabajo un poco antes de lo normal, que para eso era yo el jefe ¿no?, y fui corriendo a decirle que sabía lo que había hecho, y que sabía porque lo había hecho. Hicimos el amor con el ansía y el regusto que dan tres meses de abstinencia, seguía moviéndose con la precisión armónica de una sonata de Beethoven. Le pedí que se preparara, que en una hora o así pasaría por ella para poder alejarnos de todo aquello. Me sonrió. Me quedé mirándola ¿me había sonreído alguna vez? No podía recordarlo. Llegué a mi casa y rápidamente busqué un par de maletas y metí en ellas todo lo que pude. A mitad de la segunda llamaron a la puerta. Abrí. Era la policía: “Señor, queda usted detenido por asesinato”, dijeron. Justo en aquel momento lo recordé, nunca antes la había visto sonreír.
Y entonces lo comprendí todo.
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elultimo
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Re: CRI - Una declaración de amor

Mensaje por elultimo »

Lo que veo en esta historia es que todo sucede demasiado precipitadamente y, aunque la historia está bien, esa forma de narrarla no termina de convencerme. Otra historia que pasaría más por otro género que por romántica, aunque el protagonista actue por amor.
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Emisario
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Re: CRI - Una declaración de amor

Mensaje por Emisario »

Es una historia bien contada.Pero no es romántica, no del todo. Habla de un engaño, de un desamor y de una traición en la que el romanticismo le toca tangencialmente, y no le da de lleno en el centro.
De todas formas felicito al autor/a. Me ha gustado la historia.
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Isma
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Re: CRI - Una declaración de amor

Mensaje por Isma »

Mmmm… ¿por qué una declaración de amor? No me cuadra el título. El relato está bien, quizás, quizás, quizás, algunas frases se podrían haber redactado mejor. La historia es interesante y mantiene una buena intriga durante toda la narración. El final, sin embargo, se me hace brusco. ¿Lo comprende todo? Es lo difícil de los relatos de intriga, hacer que el lector lo comprenda al mismo tiempo que el personaje. A mí en cambio me quedan cabos sueltos.

Aun así mi opinión es que se deja leer muy bien.

Respecto a lo que comentas sobre el romanticismo, Emisario, no creo que deba ser un factor determinante. Cada uno entendemos por relato romántico vete a saber qué cosa. Yo aún no he encontrado una definición exacta.
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Albabooks
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Re: CRI - Una declaración de amor

Mensaje por Albabooks »

El final ha sido un jarro de agua fría, ya intuía que ella no era buena persona, pero aun así me ha dejado un regusto amargo. :?

A pesar de ello está muy bien narrada.
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Berlín
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Re: CRI - Una declaración de amor

Mensaje por Berlín »

Me ha venido a la cabeza la maravillosa Barbara Stanwyck, protagonizando a una femme fatale en Perdición, una gran película dirigida por Billy Wilder. La hermosa mujer de un hombre rico, que sabiendo de su atractivo seduce a un hombre para que se deshaga del marido, que estorba un pelín el hombre (el marido, digo jaja).

No os cuento el final de la peli para no destriparla.

Un relato muy interesante.Volveré a darle otra vuelta, felicidades al autor.
aunque al limar los frenos se la jugó un poco, creo.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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elultimo
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Re: CRI - Una declaración de amor

Mensaje por elultimo »

A mi también me recuerda al argumento de algún libro. Además, una cosa que no entiendo de este relato es por qué se enomora el protagonista; entiendo que le guste tirársela, pero de ahí a algo más... Eso creo que tendría que estar un poco más desarrollado.
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jilguero
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Re: CRI - Una declaración de amor

Mensaje por jilguero »

La verdad es que me he divertido mucho leyendo este relato. Más que romántico, yo lo llamaría cómico, pero como ya he comentado antes, entiendo que bajo ese título se admitía casi cualquier cosa. A partir de un cierto momento, Jilguero se imaginó el final, por aquello de que hemos visto antes estas triquiñuelas femeninas en la pantalla (me viene a la memoria una peli maravillosa cuyo nombre no recuerdo ). Lo que más he agradecido, a parte de la buena prosa, el tono de humor en que está escrito. Lo que menos, algunos detalles escatológicos. Y es que Jilguero tiene una imaginación visual y va convirtiendo la palabras en imágenes y el jefe le ponía el estómago revuelto. No es de mi favoritas pero gracias, quien seas, por el buen rato que me has hecho pasar. Lo que no me queda claro es la razón del título, espero me lo expliques cuando ya te puedas dar a conocer.


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El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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kharonte
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Re: CRI - Una declaración de amor

Mensaje por kharonte »

Coincido en que el tono del relato tiene más de cómico o gamberro que de romántico. Sobre todo porque el protagonista se deja llevar más bien por los instintos. La narración, que me ha recordado más a una historia de novela negra, peca de cierta precipitación (como ya han dicho), y ese tono duro es lo que menos me ha convencido.
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Conphoos
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Re: CRI - Una declaración de amor

Mensaje por Conphoos »

Hasta llegar justo antes del final me parecía simplemente una fantasía sexual y laboral. La verdad es que el narrador me ha parecido una auténtica caricatura, sobre todo por joyas como estas:
Las posibilidades de que ella fuera en ese momento en el coche eran altas, pero todo plan tiene sus riesgos.
Maldita sea, lo que había hecho por ella y así era como me lo agradecía.
El único que se me ocurría era para poder estar conmigo, pues por dinero no debía de ser
Lo malo es que me falta algo más de comicidad, así me da la sensación de que se está parodiando a un personaje sin quererlo.

El final ha dado un giro que no me ha gustado demasiado, aunque en general está bien redactado.
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Katia
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Re: CRI - Una declaración de amor

Mensaje por Katia »

Lo único que me ha disgustado, como dice jilguero, son los detalles escatológicos del principio. Por lo demás, pese a que el tema es "muy convencional", yo lo he visto reiterado en más de un telefilme, me ha gustado mucho.

Es sexy. Está bien narrado. Engancha, es sencillo y es ameno. Así que mi felicitación y mi aplauso :eusa_clap:
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imation
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Re: CRI - Una declaración de amor

Mensaje por imation »

No me ha llamado mucho la atención aunque la idea y el desenlace me ha gustado. Pero quizás le ha faltado alguna vuelta mas. No es normal que el amante se dedique a comprar raticida a la mujer, y menos a esta mujer que no parece dedicarse a esos menesteres en su casa. Y tampoco le veo motivo a su proposición de escaparse, ahora ya tenían el camino libre. Y tampoco le encuentro el romanticismo.
Leyendo: Ensayos, George Orwell.


"Se dispersa y se reúne, viene y va", Heráclito.
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Elisel
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Re: CRI - Una declaración de amor

Mensaje por Elisel »

? escribió:Y entonces lo comprendí todo.
Pues yo no.

Y no lo entiendo porque no has desarrollado por qué un tío que tiene un calentón y una fantasía sexual tan típica como la de tirarse a la mujer del jefe asesina al marido de la mujer que se está beneficiando. Y mucho menos por qué se enamora de ella.

Es un relato entretenido, pero está cogido con pinzas.
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ciro
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Re: CRI - Una declaración de amor

Mensaje por ciro »

A mi me ha recordado a alguna pelicula, pero de Pajares y Esteso. El relato me parece pobre justificando el amor de él por ella, todo lo que dice todo lo que hace es mas sexual que romántico, no da la sensacion de que el hombre esté enamorado, aunque lo diga. Y me apena porque creo descubrir quien es el autor y sé que escribe muuuuucho mejor que lo que ha hecho esta vez.
La forma segura de ser infeliz es buscar permanentemente la felicidad
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kassiopea
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Re: CRI - Una declaración de amor

Mensaje por kassiopea »

He vuelto a leer el relato y dejo mi comentario :wink: Me ha gustado el enfoque de la historia, pues está narrada en primera persona, desde la perspectiva del "enamorado" protagonista. Por cierto, más que la historia de un amor es la historia de un super-calentón... pero me gusta. Me ha hecho muchísima gracia ver cómo evolucionan los acontecimientos desde los ojos del protagonista, el cual nombra a su amada con bellas expresiones, como: "mi ángel", "mi dulce princesita"... mientras el lector está comprendiendo claramente que de dulce ángel esta mujer no tiene nada :lol: El autor está constantemente guiñando el ojo al lector en un juego irónico del que el desafortunado (y tonto) protagonista no se entera, ahí está la gracia :boese040:

Hasta el final, cuando dice "Y entonces lo comprendí todo", él no se da cuenta de que ella le ha estado manipulando, calentándolo con sus armas de mujer e induciéndole la idea de quitar a su marido del medio sin decírselo con palabras, pero insinuándolo hábilmente con su actitud... ¡y vaya si él pica! ¡Menuda lagarta y zorra manipuladora! :mrgreen:

El relato está bien escrito (sólo he advertido la ausencia de alguna tilde) y, aunque la historia no es muy original, sí lo es el enfoque. También tengo que admitir que me han gustado mucho las escenas sexys... sobre todo la primera, cuando él la arrincona contra la pared... muy, muy intensa y sugerente, más aún porque el marido casi les pilla in fraganti :twisted:

Gracias por tu entretenido relato y un saludo :lista:
De tus decisiones dependerá tu destino.


Instagram creativo: Los colores de Yolanda
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