CRI: Lila - Kassiopea

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CRI: Lila - Kassiopea

Mensaje por lucia »

-- LILA --
El encuentro

El vehículo descendió y se posó suavemente sobre la zona de aparcamiento. Tras unos segundos, asomaron las piernas de la única pasajera del taxi; luego, la cabeza. Se incorporó y, con un gracioso ademán de su mano, se despidió del conductor. Una inesperada ráfaga de viento jugueteó con unos mechones sueltos de sus cabellos. Despreocupadamente, ella se sujetó tras las orejas sus plateados cabellos, resplandecientes y rebeldes rayos de luna... rivalizando con el sol.
El hombre la esperaba apoyado en la balaustrada. Se había entretenido observando la lejana y solitaria calle, olvidada bajo sus pies. “Dejamos de arrastrarnos como gusanos para pasar a revolotear cual moscardones borrachos”, rumiaba. Pero cualquier pensamiento racional se esfumó en cuanto la vio. Ella miraba a su alrededor, intentando localizarle, o quizá temiendo que no se hubiera presentado a la cita. Él, en lugar de gesticular para reclamar su atención, se limitó a quedarse donde estaba, observándola con profundo interés. Se llevó la pipa a los labios, saboreando el instante... tras eones de tiempo y de distancia.
De repente, una radiante sonrisa iluminó el rostro de ella. Cruzó en un santiamén el aparcamiento, corriendo hacia el hombre maduro que la esperaba. Se miraron intensamente. Se reconocieron el uno en el otro. Ella apretaba un libro contra su pecho, en un gesto que denotaba ternura... o tal vez revelaba el sentimiento de quien se agarra a algo en cuanto ha dejado de creer en nada más. Curioso, Marius bajó su mirada y alcanzó a distinguir el título del libro de tapa dura, a la antigua usanza. Lo reconoció. Sonrió, complacido, y se evidenciaron las arrugas en las comisuras de sus ojos. Al fin, se abrazaron.
Marius tomó suavemente a la joven del brazo, indicándole con un ademán la entrada del solario-cafetería, que se levantaba en el mismo centro de la azotea-parking. Se instalaron en una mesa de un alejado rincón, deseosos de intimidad. Había mucho de qué hablar, y que recordar...
Tribulaciones de un joven grumete

A años-luz del hombre maduro que hemos dejado tan bien acompañado, esta historia debe dar un salto atrás para encontrarnos con el joven Marius. Rebelde y solitario, desarrapado y soñador por vocación, deseaba con todas sus fuerzas huir en pos de locas aventuras. Cuanto más lejos, mejor. La Tierra le hastiaba: por aburrimiento, simplemente. En realidad, todo le parecía tan decepcionante... excepto sus raídos libros de caballeros, dragones, hechiceros y espadas. Tumbarse en su catre sintiendo el roce de las amarillentas hojas de papel, se le antojaba algo místico; lo más parecido a una exaltación religiosa que jamás llegaría a sentir. En verdad que ésa era una afición bastante insólita en un mundo en el que la gente se implantaba sensores en el córtex cerebral para poder navegar y “flipar en vivo” engullidos por la Red.
Fue mediante un compañero de afición, Gerrard, que Marius tuvo la oportunidad de enrolarse en un viaje exploratorio hacia el denominado “Nuevo Mundo” (con este rimbombante nombre habían sido bautizadas, por aquellos que gustaban de autoproclamarse civilizados, las tierras lejanas, salvajes e inhóspitas). Gerrard se había ganado el respeto y la admiración de Marius desde que en cierta ocasión aquél le había permitido sostener entre sus manos un auténtico tesoro: una edición completa en rústica (¡y con ilustraciones incluidas!), de “El señor de los anillos” del legendario Tolkien. Pues bien, la propuesta de su colega le pareció a Marius una oportunidad increíble para ir en busca de aventura y, además, muy bien remunerada. Como único inconveniente, perdería unos 10 años de vida terrestres, aunque para él apenas hubiesen transcurrido unos meses. Durante los trayectos de ida y vuelta, los tripulantes viajarían, en estado de hibernación, a la velocidad de la luz. Despertarían en su destino con la sensación de no haber echado más que un reparador sueñecito. Y aunque a su regreso hubiesen transcurrido 10 años en la Tierra... ¿qué importancia tendría eso? Nadie le estaría esperando.
-¿Qué vamos a hacer ahí? –preguntó Marius a su amigo, bastante ingenuamente.
-Yo, trabajo de laboratorio. A-b-u-r-r-i-d-o, como siempre, pero fácil. Tú, chico de los recados y mozo para todo –soltó una carcajada con desparpajo y le propinó un codazo en las costillas- ...pero reclamaré tus servicios en cuanto me sea posible –continuó mofándose- hasta que te canses de fregar recipientes y probetas...
-¿Exploraremos? ¿Veremos a los hombrecitos verdes? –y añadió, más seriamente- Oye, ¿cómo son los indígenas de este Nuevo Mundo?
El principal objetivo del viaje era finalizar la construcción del portal teleyector, que quedaría operativo al término de su misión. A partir de entonces, no serían necesarios más de cinco segundos para viajar de la Tierra al Nuevo Mundo. La colonización (y la consiguiente explotación), habrían comenzado su inexorable marcha. La civilización se alzaría victoriosa sobre esas tierras inhóspitas... tierras que muy pronto pasarían a ser lugar de recreo y de pasto de los adinerados y explotadores.
Quiso el caprichoso destino, que el mismo día en que Marius llegó al campamento base sobre la superficie del Nuevo Mundo, tendría la oportunidad de conocer a los indígenas en cuestión. Y, por supuesto, la realidad superaría cualquiera de sus ensoñaciones... pues todos soñamos con lo que nos complacería, pero son las circunstancias aleatorias las que nos golpean y (nos guste o no), nos fuerzan a perseverar; y a lo más difícil de todo: conocernos a nosotros mismos con mayor profundidad.
El sol del Nuevo Mundo brillaba a través del portal teleyector, un ojo abierto a la nada en el mismo centro de la explanada. Más allá se extendía un verde bosquecillo y, entre la vegetación, podía apreciarse el contorno de la bahía y el azul turquesa del mar. Era una estampa de postal, y Marius se sorprendió pensando en que era como estar en la Tierra... en la Tierra que una vez fue joven y pura. De repente, un estridente griterío llegó hasta los hombres de la base. Un nutrido grupo de indígenas se había congregado al otro lado de la cerca con la que habían delimitado el terreno. Desde su posición, Marius les observó y no dudó en juzgarles por su aspecto: vestidos con taparrabos y cubiertos de la cabeza a los pies por una costra de barro. Muy primitivos. Y agresivos, pues estaban lanzando piedras contra la cerca.
Los hombres del campamento empezaron a ponerse nerviosos, y los nervios combinados con armas de fuego suelen conformar un cóctel mortífero. Alguien disparó al aire. Los indígenas retrocedieron. Sin embargo, continuaron los disparos... esta vez dirigidos hacia un objetivo. El caos se había instaurado en un abrir y cerrar de ojos. Vítores de victoria imponiéndose sobre gritos de dolor. Una retirada general. Unos cuerpos en el suelo. Tras unos minutos, cuando los ánimos se habían templado y los indígenas desaparecido de la vista, los terrícolas se acercaron a la cerca, sin escatimar precauciones. Contemplaron unos cuerpos desmadejados en un amasijo de miembros. Sangre derramada gratuitamente impregnando el barro del suelo. Más allá, otro cuerpo ensangrentado: una joven hembra. Se llamaba Lila y era la última descendiente de su clan. Estaba inconsciente, pero su pecho desnudo subía y bajaba, aferrándose a la vida. Todavía sujetaba una piedra en su pequeña mano, apretándola con fuerza.
*******
Ella consiguió recuperarse, con ayuda de “la pecera”. Se trataba de un artefacto con forma de cilindro, de 1 metro de anchura por 2 de altura. Se llenaba de una solución líquida, pero más densa que el agua, que aceleraba de manera espectacular la regeneración de tejidos y huesos; el paciente debía permanecer sumergido (y adecuadamente sedado), hasta su completa curación. Una mascarilla cubría parcialmente el rostro y un tubo proporcionaba oxígeno para respirar. Marius y Gerrard contemplaron sin reparos la serena desnudez del cuerpo de Lila, perfectamente visible a través de los paneles acristalados de “la pecera”. El ritmo de su respiración era el adecuado, las constantes vitales corroboradas por el computador, satisfactorias. Todo el proceso parecía desarrollarse de la manera habitual.
-¡Joder! –exclamó Gerrard- ¿Todas las extraterrestres estarán tan buenas? Ha sido como pelar una cebolla... Tras varias costras de barro, ¡hemos descubierto la fruta prohibida! –se carcajeó.
-Yo creía que este cacharro sólo funcionaba con humanos –comentó Marius, pronunciando sus pensamientos en voz alta, y haciendo caso omiso de las elucubraciones mentales de su colega.
-Tendrías que haber visto al chucho del capitán, viejo y desdentado. Le extirparon un tumor del tamaño de una pelota de béisbol y, al salir de “la pecera”, ¡hasta había recuperado la dentadura!
Nuestro joven Marius observaba a Lila, extasiado. Con su ávida mirada acariciaba la hermosa piel color canela de aquel maravilloso ser, perteneciente a otro mundo. Ella era algo baja de estatura, pero de cuerpo bien proporcionado y armonioso. Pechos exquisitos, del tamaño justo para ser abarcados por las manos de un hombre, coronados por apetitosos botones de una tonalidad más oscura que la piel. Talle grácil y caderas generosamente redondeadas, fértiles promesas de calidez y placer. Muslos bien torneados, incitantes y guardianes del corazón de la fruta prohibida en la desbocada imaginación de Marius. Piernas algo cortas, aunque ésa parecía ser característica inherente a todos los indígenas del Nuevo Mundo. Y como colofón, cual prístina aura sobre su cabeza, se desplegaba en abanico su gloriosa cabellera de plata.
Marius se acercó a “la pecera”, como en trance. Estiró el brazo derecho y apoyó la palma de su mano sobre el cristal. Estaba tibio. A escasos centímetros, al otro lado del cristal, reposaba la pequeña mano de Lila. Marius resiguió con su dedo índice el contorno del brazo de ella, hasta llegar al hombro. Ya no quedaban vestigios de la fractura de la clavícula: las heridas habían cicatrizado perfectamente y apenas se apreciaba una distinta tonalidad en la piel. En el instante en que el dedo rozó esa zona, el cuerpo de Lila se movió. Un ligero cambio de posición, apenas perceptible. No obstante, se produjo una ondulación en el líquido y una explosión de burbujas, que ascendieron rápidamente en busca de la superficie. Marius contempló con arrobo el rostro de su bella durmiente (parcialmente cubierto por la mascarilla), con su propio rostro a escasos centímetros. Y ella abrió los ojos. Esos ojos grandes, ovalados, con iris del color de las violetas terrestres, se clavaron en los suyos. Y lo apresaron. Marius no pudo evitar sobresaltarse, pero fue incapaz de apartarse. En los expresivos ojos de ella percibió toda una gama de sensaciones que lo hipnotizaron: sorpresa, confusión, curiosidad, incredulidad, temor, angustia.
-¡Mierda! ¡Aún no debería despertar! –voceaba Gerrard, que no salía de su asombro, mientras el irritante pitido de una alarma electrónica sonaba de fondo- ¡Tendremos que sacarla de ahí! –pulsó unos botones y bajó una palanca. El pitido enmudeció.
“La pecera” comenzó a vaciarse con exasperante lentitud. Marius intentó improvisar y empezó a gesticular, procurando comunicar un mensaje tranquilizador con su lenguaje corporal. No obstante, las pupilas de la muchacha se habían dilatado y parecía al borde de sucumbir al pánico. Lila golpeó con las palmas de sus manos los paneles de cristal. Marius apoyó sus propias manos contra las de ella, cual imagen reflejada en un espejo. La posibilidad de que la superficie acristalada llegara a romperse era ínfima, por más que ella la golpeara. El mayor peligro estribaba en que Lila podría arrancarse la mascarilla y, por lo tanto, quedarse sin oxígeno.
-Su metabolismo debe ser diferente al nuestro –rumiaba Gerrard- ¡Si aún le quedaban dos días para salir! Bueno, “la pecera” está casi vacía... Abriré la compuerta manualmente. ¡Marius! Deja de hacer manitas y... ¡¡Ayúdame!!
Entre los dos la sujetaron y la sacaron por la compuerta. Marius la tomó en brazos mientras Gerrard la liberaba de la mascarilla y demás. Durante todo el proceso ella no opuso resistencia, aunque enseguida que le fue posible empezó a murmurar palabras que ellos no podían comprender. Marius se sintió embargado por emociones encontradas, pues su parte más racional le indicaba que fuese objetivo y precavido, mientras su parte visceral clamaba a voces que atesorase ese cuerpo lánguido y tierno, de piel caliente y suave, mojada y resbaladiza. La cabellera de Lila goteaba y le empapaba la camisa, aunque no fue consciente de ello hasta mucho después; tan abstraído estaba.
La depositó con cuidado sobre la camilla, donde quedó sentada. Ella le miró con toda la intensidad de sus ojos violetas y volvió a pronunciar desconocidas palabras. Desconcertada, se acariciaba el brazo y la clavícula que, dos días antes, habían estado fracturados. Esos hombres no podían ser tan malvados, reflexionaba, pues la habían sanado... después de haber intentado matarla. Estaba completamente desnuda, pero no daba muestras de pudor alguno. Ellos comprendieron que, para Lila, la desnudez era algo natural. No así para Marius, el cual debía esforzarse en no centrar su mirada en la turgencia de los carnosos labios, en la dureza de los descarados pezones... Y esos ojos, profundos abismos preñados de irresistibles misterios, que a su vez le observaban interrogantes, con las cejas plateadas enarcadas.
Huellas sobre la arena

La Humanidad había construido su Imperio con ansias de progreso, pero el progreso era un gigante con pies de barro y circuitos integrados en el corazón. Los hombres eran capaces de viajar a años-luz, sí, pero seguían siendo incapaces de hablar un mismo idioma. El progreso siempre fue a un nivel tecnológico, en detrimento del ético-espiritual. La Humanidad seguía siendo una Torre de Babel... con portales teleyectores mediante los que seguir expandiéndose, como cáncer voraz e inmisericorde.
Del mismo modo que no hay miseria más oscura que la que causa la propia soberbia, nada hay tan esperanzador como los puentes levantados en favor de la comunicación. Y así, con férrea determinación y paciencia, Marius y Lila consiguieron crear un peculiar lenguaje común. Ella dibujaba con sus dedos, fascinada como una niña, en la pantalla-pizarra que ocupaba una de las paredes del laboratorio. Marius la observaba (ya convenientemente vestida con pantalones y camisa), y se enamoró de ese ser tan aparentemente semejante a ellos, pero a años-luz en su actitud. Quedó impresionado al comprender que esos indígenas del Nuevo Mundo les igualaban en inteligencia, pero les superaban en sabiduría.
Lila dibujó su pueblo: numerosas chozas arracimadas junto a un lago, rodeadas de plantas y árboles. Dibujó pájaros y peces. Frutas y flores. Mujeres que cocinaban ante el fuego y hombres que con los niños jugaban. Gesticulando e imitando sonidos, consiguió describir la vida en el poblado y algunas de sus costumbres. Por ejemplo, se cubrían con el barro de la ribera del lago para protegerse de los insectos y del sol. En constante comunión con la Naturaleza, aprovechaban los frutos que ésta les ofrecía, con profundo respeto y sincero agradecimiento. Sin concebir la explotación. Siempre con humildad y sumisión. Hasta que unos extraños descendieron del cielo, con mortíferas armas que no dudaron en utilizar, el pueblo de Lila jamás pensó en arrojar piedra alguna.
-Volar como los pájaros... –le dijo ella, frunciendo el ceño y señalándole con el dedo- ¿Por qué venir y matar? -de repente, le golpeó en el pecho con sus pequeños puños apretados. Marius la tomó de las manos, tranquilizándola, y luego acarició un rebelde mechón que se le había alborotado. Con los nudillos rozó la suave piel del cuello de Lila, luego la garganta, el mentón... y con las yemas de los dedos, al fin, dibujó el contorno de esos anhelados labios de terciopelo. Ella se acercó, muy lentamente, con cierto desafío en su mirada. Sus labios, cuando se encontraron, se acariciaron y se saborearon con exquisita ternura.
Después, Lila quiso mostrarle el rincón secreto de su playa favorita. Tratar de describírselo era frustrante, insuficiente. Afortunadamente, alguien hizo la vista gorda y pudieron dejar atrás el perímetro de la base. La muchacha apremiaba al terrícola, con el entusiasmo de saberse libre. Y, con reverencia, le mostró sus dioses: los árboles y las flores, la tierra y el cielo, el sol y el mar, que se extendía majestuoso hasta el infinito... Las huellas de sus pies trazaron un doble sendero sobre la arena caliente. Cuando llegaron a la orilla, Lila se liberó de la opresión de sus ropas y trenzó flores de colores en sus largos cabellos. Corrieron, nadaron, rieron, se abrazaron y, tumbados sobre la blanca arena, observaron los pájaros volando alto.
Lila se recostó sobre el pecho de Marius y le dedicó una sonrisa torcida. Él se apresuró a besarla, una vez más, y se sorprendió al sentir la caricia de sus manos en la entrepierna. Ella, decidida, le liberó de su última prenda. Sobre la arena se exploraron y se descubrieron, con curiosidad y osadía, entre risitas y suspiros compartidos, entregándose al dulce placer de los sentidos hasta mucho después del anochecer. Marius siempre recordaría el cuerpo desnudo de Lila, tan cálido y soñoliento a su lado, bajo la luz de las dos lunas que se reflejaban en el mar. Y lo que nunca dejaría de amar (a lo largo de toda su vida), no sería el recuerdo de esa noche de ensueño, ni la imagen de ese joven y hermoso cuerpo de hechicera... Nunca dejaría de amar las huellas que habían dejado sobre la prístina arena del Nuevo Mundo.
El encuentro ( II )

-¿Cómo podéis sobrevivir con todo este humo? –preguntó ella, conteniendo a duras penas un acceso de tos- ¡Debería estar prohibido fumar dentro del local!
-Ya lo intentaron, pero los parroquianos seguíamos haciendo lo que nos venía en gana.
-¿Los parroquianos?
-Los terrícolas, cariño.
-Os gusta la contaminación, no me lo explico... ¡Sois tan contradictorios!
-¿Contradictorios? No. Retorcidos y viciosos, simplemente –soltó una carcajada. Ella sonrió y estiró sus manos sobre la mesa, buscando las de Marius. Se las apretó con fuerza.
-Ahora dime... ¿nunca pensaste en volver?
-Por supuesto. Tras mi partida, me reproché durante algún tiempo no haberme quedado. Me faltaron agallas, supongo. Y a Lila ya la conoces... jamás consentiría en abandonar su mundo. Después, con el paso de los años, ella se convirtió en un sueño. Un sueño del pasado. Y los sueños... deben volar en libertad.
-...Pero esos sueños regresaron al Nuevo Mundo en forma de libro... Y entonces, yo te encontré a ti –le dedicó una gran sonrisa y deslizó sobre la mesa su ejemplar, apartando con cuidado la taza de bebida humeante- ¿Sabes? Ella me pidió que le leyera tu libro. Cada noche, sentadas bajo las estrellas, yo le traducía un trocito. Lila disimulaba, pero en varias ocasiones vislumbré cómo barría de sus mejillas alguna lágrima. ¡Es una obra maravillosa, Marius! ¡Un auténtico homenaje a nuestro mundo, rebosante de admiración y amor! –exclamó con gran entusiasmo- Hoy he traído este ejemplar para ti... con dedicatoria incluida.
Marius tomó el libro entre sus manos. Lo abrió con sumo cuidado, casi con miedo de lastimarlo. Conteniendo el aliento de forma inconsciente, ojeó la primera página. Estaba en blanco. Pasó a la siguiente. Esta vez encontró lo que buscaba: una escritura de trazos firmes, pero con letras grandes e irregulares que formaban palabras zigzagueantes sobre el papel, como las de un niño que apenas empieza a escribir. No obstante, el texto resultaba perfectamente legible. En su mismo idioma, pudo leer:
“Nunca he necesitado de puertas mágicas para tenerte junto a mí. Además, durante todos los días de mi vida he podido verte en los ojos de nuestra hija. Ella es igual que tú.”
-Lila quiso escribirlo en tu idioma. Se esforzó mucho, tendrías que haber visto cómo...
Pero Marius ya no veía ni escuchaba a su hija. Había echado a volar hacia una lejana playa perdida, de blancas y acogedoras arenas, donde los pájaros oteaban incansablemente desde lo alto mientras la luz resplandeciente de dos lunas gemelas trazaba senderos plateados sobre la armonía del vasto mar.
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Emisario
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Re: CRI - Lila

Mensaje por Emisario »

Éste relato me ha dejado un gustillo poético, tan bien narrado, posicionado y atado, que me ha sorprendido muy gratamente. No es por la ciencia ficción, no es por lo bien escrito, por el buen ritmo, el romanticismo, tampoco es por la claridad del universo literario con la que el autor/a de un par de pinceladas describe tan bien. Es por todo lo anterior, por la suma de todo lo antes mencionado, que este relato me ha encantado.
Nos posiciona en el futuro sin decirlo, sin contarlo desde el principio, no directamente, luego en un par de líneas nos lleva de regreso al inicio...
Vamos, que es uno de mis favoritos con claridad.

Felicidades al escritor que hay tras estos trazos.

Emisario.
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elultimo
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Re: CRI - Lila

Mensaje por elultimo »

A mi me parece que se ha cogido una historia de ciencia ficción y se le ha metido una historia de amor un poco forzada para que pasara por romántica. Si se hubiera guardado para el concurso del año que viene, que probablemente será cifi, hubiera sido una historia fantástica, pero en uno de romántica no cuela.
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Isma
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Re: CRI - Lila

Mensaje por Isma »

¡Ah, la ciencia ficción!

El autor tiene oficio, eso es evidente. Es una historia bien trazada, impecable, cerrada. Pero le falta riesgo y le falta emoción. En su perfección, es convencional. Me ha recordado en ciertos momentos a la peli Avatar, y me atrevo a anticipar que el autor tenía en su cabeza esa historia, de alguna manera. Otra cosa que me ha pasado es que, leyendo sobre los portales teleyectores, por un momento he temido que el protagonista se enamorara del Alcaudón, pero afortunadamente para él, ha encontrado un ser con menos pinchos.

Que conste que mi comentario busca una complicidad, y es también sincero. En cualquier caso es una agradable lectura. Muchas gracias y enhorabuena por un buen relato.
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Albabooks
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Re: CRI - Lila

Mensaje por Albabooks »

Me recuerda una barbaridad a la película Avatar, es conmovedor, pero se queda muy en la superficie. Quizá si hubiera profundizado más... Aunque claro, tengo un gusto extremadamente peculiar :oops:
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imation
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Re: CRI - Lila

Mensaje por imation »

Bien, en la cifi también hay amor :lol: .

Me gusta esa idea madura del amor, como algo vivido que se recuerda sin dramas, permanente aunque no se esté juntos o sea para siempre, aparece también en algún otro relato del concurso, el recuerdo satisfecho de un amor, no como un trauma.

Me ha llamado la atención la reflexión de que a pesar de tantos avances tecnológicos no somos capaces de hablar un mismo idioma :lol: y el progreso tecnológico en detrimento del ético- espiritual. O cuando le dice lo de la contaminación y él responde que somos retorcidos y viciosos :lol: .
Leyendo: Ensayos, George Orwell.


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Emisario
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Re: CRI - Lila

Mensaje por Emisario »

A mi este relato me gusta mucho, está entre mis preferidos.
imation escribió: Me ha llamado la atención la reflexión de que a pesar de tantos avances tecnológicos no somos capaces de hablar un mismo idioma :lol: .
Es que al alcanzar nuevas fronteras, sus habitantes no conocerán nuestro lenguaje, no al principio al menos y luego, ellos decidirán si lo utilizan, al no ser humanos, si no más bien humanoides "no terráqueos".
Bueno, al menos es mi percepción con respecto al tema :hola:
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Re: CRI - Lila

Mensaje por kassiopea »

imation escribió:Bien, en la cifi también hay amor :lol: .

Me gusta esa idea madura del amor, como algo vivido que se recuerda sin dramas, permanente aunque no se esté juntos o sea para siempre, aparece también en algún otro relato del concurso, el recuerdo satisfecho de un amor, no como un trauma.
Coincido contigo :P Me encanta esta idea madura del amor, que a pesar del tiempo y de la distancia, de estar juntos o no... a pesar de todo se recuerda con satisfacción. Yo lo denomino "amor que enriquece el alma" :lol:

El relato está bien escrito, tiene un aire entrañable y poético y, sí, ¡en la Ci-fi también hay amor! En esta historia se entrecruzan ambos géneros, lo que de entrada puede parecer bastante insólito, pero ¿por qué no? :boese040:

Tal vez se me ha hecho un poco larga la parte en que se habla del joven Marius y de su afición por la lectura, pues esto alarga más la historia, y (en contrapartida) se podría haber desarrollado un poco más su escarceo amoroso con Lila, la extraterrestre :wink: Pero bueno, es una apreciación personal.

:hola:
De tus decisiones dependerá tu destino.


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Re: CRI - Lila

Mensaje por Katia »

Está muy bonito, me ha gustado, y muy bien escrito. Es verdad que recuerda a Avatar, pero no pasa nada, el mismo Shakespeare cogía historias ya escritas y las re-creaba :wink: Felicidades, :eusa_clap:
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Conphoos
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Re: CRI - Lila

Mensaje por Conphoos »

Lo siento, pero me ha aburrido. Me temo que un relato de una temática como esta tiene que estar muy bien escrito para que me guste. En este caso, sí, la redacción es correcta pero no logra resultarme atractiva. Sin embargo, no le encuentro demasiadas pegas.

Por cierto, a mí, mientras lo leía también me ha recordado a Avatar. Lo curioso es que no la he visto, pero supongo que a veces es imposible no enterarse de que va una peli.
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Re: CRI - Lila

Mensaje por Arwen_77 »

He aquí otra a la que le ha recordado a Avatar y también a Pocahontas (inevitable, puesto que la historia de avatar es muy parecida a la de Pocahontas).
Lamentablemente a mi las historias estas del buen salvaje que reflexionan sobre lo mala que es la civilización y lo sabios que son en las tribus primitivas que viven en comunión con la naturaleza me resultan un poco tópicas y manidas (Avatar me gustó por las imágenes más que por la historia); a parte de que en el fondo a casi ninguno de nosotros nos apetece pirarnos a uno de esos sitios. De hecho, ni Marius se queda por amor :wink:
Lo de recordar el amor con serenidad y alegría sí que es un punto que me gusta mucho.
Además me parece que el relato está muy bien llevado y que la narración es de lo más correcta.
:101: El trono maldito - Antonio Piñero y José Luis Corral

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Gavalia
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Re: CRI - Lila

Mensaje por Gavalia »

Todo lo relacionado con descubrimientos y mundos nuevos, como que me encanta. La originalidad se pierde porque gracias a Avatar como referente reciente del tema que propones, el público tiende a comparar y ante semejante inversion de dólares, como que siempre saldrás perdiendo, pero entre tu y yo, que narices me encanta como te ha quedado. Enhorabuena :wink:
En paz descanses, amigo.
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Re: CRI - Lila

Mensaje por Berlín »

Si bien es cierto que recuerda a la película Avatar (film que me gustó porque la vi en 3D y yo tiendo a embobarme con una mosca), y un poco a Pocahontas, cierto, pero bueno, tú le has imprimido tu sello, y la has escrito a tu manera. Las descripciones son muy bellas.

Aunque no me decanto especialmente por la cifi, debo reconocer que está muy bien escrito y que se me ha hecho muy ameno. Así que te felicito y te deseo mucha suerte.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Elisel
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Re: CRI - Lila

Mensaje por Elisel »

Lo siento, no me gusta. Es una historia de ciencia-ficción con una historia de ¿amor? metida con calzador que, para colmo de males, es demasiado parecida a Avatar.

Si cuando llegan al planeta ese lo primero que hacen es liarse a pedradas, ¿cómo saben el nombre de la chica nada más verla? Y si la respuesta es "es que lo saben después", entonces la redacción está mal.
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ciro
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Re: CRI - Lila

Mensaje por ciro »

Arwen_77 escribió:He aquí otra a la que le ha recordado a Avatar y también a Pocahontas (inevitable, puesto que la historia de avatar es muy parecida a la de Pocahontas).
Lamentablemente a mi las historias estas del buen salvaje que reflexionan sobre lo mala que es la civilización y lo sabios que son en las tribus primitivas que viven en comunión con la naturaleza me resultan un poco tópicas y manidas (Avatar me gustó por las imágenes más que por la historia); a parte de que en el fondo a casi ninguno de nosotros nos apetece pirarnos a uno de esos sitios. De hecho, ni Marius se queda por amor :wink:
Lo de recordar el amor con serenidad y alegría sí que es un punto que me gusta mucho.
Además me parece que el relato está muy bien llevado y que la narración es de lo más correcta.
Cito a Arwen77 porque, por una vez y sin que sirva de precedente, estoy totalmente de acuerdo. El relato es muy correcto formalmente. Yo creo que es mas que correcto, es bueno. Lo que no me gusta es el argumento. Me parece manidisimo, además de mentira, lo de la inocencia de las civilizaciones primitivas y su sabiduria superior. Luego es increible que en un planeta lejano se encuentren unos "indios de las americas" tan perfectamente parecedos a nosotros que hasta un humano se puede reproducir con ellos. Toma ya :shock: :shock: . Luego las referencias de ciencia ficcion son muy poco originales: teletransportacion, viaje a la velocidad de la luz, tanques de recuperacion, los hemos leido o visto en multitud de peliculas y novelas. Como creo reconocer al autor, lo siento tio, siempre te doy palos, pero es que no coincidimos en gustos.
La forma segura de ser infeliz es buscar permanentemente la felicidad
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