CPVII: La caja mágica - Kharonthe
Moderadores: kassiopea, noramu
CPVII: La caja mágica - Kharonthe
La caja mágica
El pequeño Marty Stewart aprovechó el primer bostezo de su tía Agnes para escabullirse tras el deslucido telón bermellón. Hasta ese momento, los escasos espectadores del sucio teatro de vodevil le habían ignorado por completo. Así que, aburrido de pasear entre las butacas con la bandeja de cigarrillos y golosinas a cuestas, se detuvo en un extremo del escenario.
—... cigarrillos, pipas, goma de mascar. Compre sus cerillas, caballero... –continuó anunciando, con monótona desgana.
La oportunidad llegó con la actuación de las coristas. En cuanto las chicas pisaron la tarima, su tía dejó que se le cerrasen los párpados y comenzó a cabecear. Sin perderla de vista por el rabillo del ojo se coló entre la algarabía de piernas, faldas al vuelo y risas alocadas.
—¿Dónde te crees que vas, Marty?
El vozarrón de Roldán, el portero, se dejó oír por encima de las notas del piano. Pero para entonces ya había puesto un pie en el foro del escenario y corrió a esconderse detrás de una fuente de cartón piedra. Desde allí vio asomar el corpachón de Roldán, demasiado grande para el traje que le obligaban a vestir.
—Marty –volvió a llamarle–. Me vas a meter en un problema. Sabes que al señor Boswell no le gusta que se cuele gente aquí –le recordó, con su voz de toro estrangulado–. Y tu tía se va a enfadar.
Por supuesto que se enfadaría al descubrir que no estaba trabajando. Pero la tía Agnes encontraba muchas razones al cabo del día para castigarle. Ya se preocuparía más tarde de eso. Los últimos compases de Buenas Tardes, Caroline resonaron a través del telón, y con ellos el aviso para que todos volvieran a sus puestos. Marty sonrió triunfal mientras el hombretón se marchaba, esquivando sogas y refunfuñando.
En su interior, lo sintió por Roldán. El ex-ballenero era de los pocos que no le trataba con cajas destempladas cuando estaba de mal humor. Y como le dejaba entrar en su carromato siempre que quería, Marty se sabía de memoria los nombres que llevaba tatuados en el brazo, con las correspondientes historias picantes de cada una de las chicas.
Pero allí, en las intrincadas penumbras del foro del escenario, era en el único lugar en el que Marty podía olvidar. A su tía Agnes, el olor de los cigarros, los coscorrones de los clientes cuando no les atendía a tiempo... y la ausencia de su madre. Entre la maraña de sogas, cortinajes y atrezzo desvencijado, su imaginación volaba libre hacia Texas. Donde su padre estaría trabajando en un pozo petrolífero. Se lo imaginaba tal y como esos trabajadores de los yacimientos que aparecían en los periódicos: sonriendo a la cámara, debajo de una brillante capa negra de aceite. Iba a conseguir mucho dinero, cuando encontrase petróleo. Compraría una casa, un automóvil, y volverían a vivir juntos. Serían una familia de verdad otra vez.
Marty notó cómo se le humedecían los ojos, y se limpió las incipientes lágrimas con la manga de la camisa. Justo entonces, unas voces llamaron su atención. Alguien estaba entrando a aquella parte del teatro desde los camerinos.
—Le digo que su máquina no funciona. La he probado varias veces, y no consigo nada.
A la luz de un quinqué, surgieron dos figuras. Marty reconoció al joven que sujetaba la lámpara. Le había visto en el escenario, con un chaqué prestado, sacando ristras de pañuelos de una chistera polvorienta. Los carteles de la entrada le anunciaban como “Chapeau, maestro ilusionista”, pero a él no le parecía gran cosa. Había sustituido en el teatro a “Emilius, el Grande”, un anciano que solía escoger a Marty para hacer aparecer monedas de cuarto de dólar de su nariz y orejas. Le acompañaba un hombre menudo, vestido con una camisa de amplias mangas bordadas y un pantalón ajustado al tobillo. Cuando la luz dejó ver su rostro, aparecieron unas afables facciones orientales. Atendía con paciencia impertérrita a las quejas de Chapeau, mientras le seguía a la esquina en la que almacenaba los aparatos de la función.
—Emilius me dijo que podía confiar en usted, señor Wang. Que fabricaba cajas de ilusionismo imposibles de igualar...
A cada frase del mago, el anciano asentía. Intrigado, Marty comenzó a andar de puntillas tras ellos hasta que se detuvieron frente a un bulto voluminoso y el joven retiró la sábana que lo cubría. Era una de esas cajas que Marty conocía de otros números de magia. Lacada en negro, tenía el tamaño apropiado para un hombre adulto. Los cantos y las tres grandes cerraduras de la puerta eran de bronce, con relieves.
—Voy a demostrárselo ahora mismo.
Y, tras entregarle la lámpara al señor Wang, Chapeau abrió la caja y se metió dentro. El anciano procedió entonces a colocar los cierres en silencio, permaneciendo después absolutamente inmóvil. La caja, sin embargo, no dejó de agitarse hasta que el señor Wang reabrió la puerta. El ilusionista apareció al instante, contrariado y algo enrojecido.
— ¿Lo ve? No funciona. No puedo salir para hacer el número.
Por toda respuesta, su acompañante levantó la mano derecha y luego le devolvió el quinqué. A continuación, volvió a unir las manos a la espalda y pasó al interior de la caja. Chapeau dudó unos segundos, pero repitió el proceso de cerrar la puerta mientras murmuraba entre dientes.
—... chino del demonio, como me siga llevando la contraria le dejo encerrado...
Ésta vez, la caja permaneció inmóvil y muda. El joven mago masculló unos segundos y volvió a abrir los cierres.
La caja estaba vacía.
—Caja de Desaparición no rota, señor. Caja bien. Magia funciona.
Chapeau se volvió, aún estupefacto, e iluminó un punto cercano. El mismo Marty se sobresaltó al ver, sólo a un par de metros de donde él se encontraba, al señor Wang.
—Pero... ¿Cómo?
—Magia es poder de la mente, señor Chapeau. Si mente no concentra, magia no funciona. Si concentra suficiente, usted viaja lejos.
Y no volvieron a intercambiar palabra. Se marcharon, dejando a Marty en medio de las tinieblas. Absorto en la contemplación de la caja.
La última frase del señor Wang se le había quedado grabada.
“Si concentra suficiente, usted viaja lejos.”
Entró en la caja, nervioso e ilusionado. Cerró lo mejor que pudo y se quedó allí, en la más completa oscuridad, imaginando cómo funcionaba.
Respiró hondo, y pensó en Texas. Recordó las facciones de su padre. Los ojos color carbón que le sonreían al llegar de la factoría, oliendo a grasa. Las enormes manos con las que arreglaba los muebles.
Un olor parecido al queroseno le llegó a la nariz.
Excitado, apretó los párpados y se concentró en la imagen de su padre.
Una ligera brisa le agitó el flequillo. De pronto, vislumbró una luz a través de los párpados y notó el calor en las mejillas. Bajo sus pies, la rigidez de la madera se diluyó.
Antes de abrir los ojos Marty supo que la caja había funcionado.
El pequeño Marty Stewart aprovechó el primer bostezo de su tía Agnes para escabullirse tras el deslucido telón bermellón. Hasta ese momento, los escasos espectadores del sucio teatro de vodevil le habían ignorado por completo. Así que, aburrido de pasear entre las butacas con la bandeja de cigarrillos y golosinas a cuestas, se detuvo en un extremo del escenario.
—... cigarrillos, pipas, goma de mascar. Compre sus cerillas, caballero... –continuó anunciando, con monótona desgana.
La oportunidad llegó con la actuación de las coristas. En cuanto las chicas pisaron la tarima, su tía dejó que se le cerrasen los párpados y comenzó a cabecear. Sin perderla de vista por el rabillo del ojo se coló entre la algarabía de piernas, faldas al vuelo y risas alocadas.
—¿Dónde te crees que vas, Marty?
El vozarrón de Roldán, el portero, se dejó oír por encima de las notas del piano. Pero para entonces ya había puesto un pie en el foro del escenario y corrió a esconderse detrás de una fuente de cartón piedra. Desde allí vio asomar el corpachón de Roldán, demasiado grande para el traje que le obligaban a vestir.
—Marty –volvió a llamarle–. Me vas a meter en un problema. Sabes que al señor Boswell no le gusta que se cuele gente aquí –le recordó, con su voz de toro estrangulado–. Y tu tía se va a enfadar.
Por supuesto que se enfadaría al descubrir que no estaba trabajando. Pero la tía Agnes encontraba muchas razones al cabo del día para castigarle. Ya se preocuparía más tarde de eso. Los últimos compases de Buenas Tardes, Caroline resonaron a través del telón, y con ellos el aviso para que todos volvieran a sus puestos. Marty sonrió triunfal mientras el hombretón se marchaba, esquivando sogas y refunfuñando.
En su interior, lo sintió por Roldán. El ex-ballenero era de los pocos que no le trataba con cajas destempladas cuando estaba de mal humor. Y como le dejaba entrar en su carromato siempre que quería, Marty se sabía de memoria los nombres que llevaba tatuados en el brazo, con las correspondientes historias picantes de cada una de las chicas.
Pero allí, en las intrincadas penumbras del foro del escenario, era en el único lugar en el que Marty podía olvidar. A su tía Agnes, el olor de los cigarros, los coscorrones de los clientes cuando no les atendía a tiempo... y la ausencia de su madre. Entre la maraña de sogas, cortinajes y atrezzo desvencijado, su imaginación volaba libre hacia Texas. Donde su padre estaría trabajando en un pozo petrolífero. Se lo imaginaba tal y como esos trabajadores de los yacimientos que aparecían en los periódicos: sonriendo a la cámara, debajo de una brillante capa negra de aceite. Iba a conseguir mucho dinero, cuando encontrase petróleo. Compraría una casa, un automóvil, y volverían a vivir juntos. Serían una familia de verdad otra vez.
Marty notó cómo se le humedecían los ojos, y se limpió las incipientes lágrimas con la manga de la camisa. Justo entonces, unas voces llamaron su atención. Alguien estaba entrando a aquella parte del teatro desde los camerinos.
—Le digo que su máquina no funciona. La he probado varias veces, y no consigo nada.
A la luz de un quinqué, surgieron dos figuras. Marty reconoció al joven que sujetaba la lámpara. Le había visto en el escenario, con un chaqué prestado, sacando ristras de pañuelos de una chistera polvorienta. Los carteles de la entrada le anunciaban como “Chapeau, maestro ilusionista”, pero a él no le parecía gran cosa. Había sustituido en el teatro a “Emilius, el Grande”, un anciano que solía escoger a Marty para hacer aparecer monedas de cuarto de dólar de su nariz y orejas. Le acompañaba un hombre menudo, vestido con una camisa de amplias mangas bordadas y un pantalón ajustado al tobillo. Cuando la luz dejó ver su rostro, aparecieron unas afables facciones orientales. Atendía con paciencia impertérrita a las quejas de Chapeau, mientras le seguía a la esquina en la que almacenaba los aparatos de la función.
—Emilius me dijo que podía confiar en usted, señor Wang. Que fabricaba cajas de ilusionismo imposibles de igualar...
A cada frase del mago, el anciano asentía. Intrigado, Marty comenzó a andar de puntillas tras ellos hasta que se detuvieron frente a un bulto voluminoso y el joven retiró la sábana que lo cubría. Era una de esas cajas que Marty conocía de otros números de magia. Lacada en negro, tenía el tamaño apropiado para un hombre adulto. Los cantos y las tres grandes cerraduras de la puerta eran de bronce, con relieves.
—Voy a demostrárselo ahora mismo.
Y, tras entregarle la lámpara al señor Wang, Chapeau abrió la caja y se metió dentro. El anciano procedió entonces a colocar los cierres en silencio, permaneciendo después absolutamente inmóvil. La caja, sin embargo, no dejó de agitarse hasta que el señor Wang reabrió la puerta. El ilusionista apareció al instante, contrariado y algo enrojecido.
— ¿Lo ve? No funciona. No puedo salir para hacer el número.
Por toda respuesta, su acompañante levantó la mano derecha y luego le devolvió el quinqué. A continuación, volvió a unir las manos a la espalda y pasó al interior de la caja. Chapeau dudó unos segundos, pero repitió el proceso de cerrar la puerta mientras murmuraba entre dientes.
—... chino del demonio, como me siga llevando la contraria le dejo encerrado...
Ésta vez, la caja permaneció inmóvil y muda. El joven mago masculló unos segundos y volvió a abrir los cierres.
La caja estaba vacía.
—Caja de Desaparición no rota, señor. Caja bien. Magia funciona.
Chapeau se volvió, aún estupefacto, e iluminó un punto cercano. El mismo Marty se sobresaltó al ver, sólo a un par de metros de donde él se encontraba, al señor Wang.
—Pero... ¿Cómo?
—Magia es poder de la mente, señor Chapeau. Si mente no concentra, magia no funciona. Si concentra suficiente, usted viaja lejos.
Y no volvieron a intercambiar palabra. Se marcharon, dejando a Marty en medio de las tinieblas. Absorto en la contemplación de la caja.
La última frase del señor Wang se le había quedado grabada.
“Si concentra suficiente, usted viaja lejos.”
Entró en la caja, nervioso e ilusionado. Cerró lo mejor que pudo y se quedó allí, en la más completa oscuridad, imaginando cómo funcionaba.
Respiró hondo, y pensó en Texas. Recordó las facciones de su padre. Los ojos color carbón que le sonreían al llegar de la factoría, oliendo a grasa. Las enormes manos con las que arreglaba los muebles.
Un olor parecido al queroseno le llegó a la nariz.
Excitado, apretó los párpados y se concentró en la imagen de su padre.
Una ligera brisa le agitó el flequillo. De pronto, vislumbró una luz a través de los párpados y notó el calor en las mejillas. Bajo sus pies, la rigidez de la madera se diluyó.
Antes de abrir los ojos Marty supo que la caja había funcionado.
No tiene los permisos requeridos para ver los archivos adjuntos a este mensaje.
1
Re: CPVII: La caja mágica
Es un relato tierno, bien escrito, con un protagonista entrañable y un final bastante predecible. No quiero decir que eso sea negativo, simplemente apunto que se ve venir lo que sucederá. La única pega que le pondría es que quizá en la primera parte hay muchos detalles que no sé si desempeñan un papel decisivo en la historia. Noto un exceso de información que no termina de cuadrarme y que da a entender que el relato irá por unos derroteros por los que finalmente no va.
Aun así, me ha gustado porque está muy bien contado y la prosa está cuidada y trabajada. Felicidades.
Aun así, me ha gustado porque está muy bien contado y la prosa está cuidada y trabajada. Felicidades.
- saltamontes
- Lector
- Mensajes: 72
- Registrado: 20 Feb 2012 21:42
- Ubicación: Toledo
Re: CPVII: La caja mágica
Llevo pocos leidos , pero de momento este me ha gustado bastante.
Además de estar bastante bien escrito,nos mete muy bien en el relato a causa de la historia del protagonista.El final me ha gustado, describe muy bien la ingenuidad infantil y la imaginación que nunca deberiamos perder
Además de estar bastante bien escrito,nos mete muy bien en el relato a causa de la historia del protagonista.El final me ha gustado, describe muy bien la ingenuidad infantil y la imaginación que nunca deberiamos perder
1
Re: CPVII: La caja mágica
Buen cuento sobre el poder de la fe,y del pensamiento creador. Ingenuo. Dulce. Felicitaciones al autor. Para ti:
Enlace
Enlace
1
Re: CPVII: La caja mágica
Bastante bien escrito, excepto por alguna coma (sin demasiada relevancia).
Me ha gustado la idea, aunque me pasa como a Xabeltran, que la historia se alarga demasiado en la primera parte y termina abruptamente. Eso sí, con final feliz.
Sigue trabajando, está muy bien.
Me ha gustado la idea, aunque me pasa como a Xabeltran, que la historia se alarga demasiado en la primera parte y termina abruptamente. Eso sí, con final feliz.
Sigue trabajando, está muy bien.
Siempre contra el viento
Re: CPVII: La caja mágica
Estupendo relato. El mensaje que obtengo es que al final si deseamos con fuerza algo lo podemos conseguir. Que no debemos perder la ilusión en ningún momento, quizás también que nunca debemos alejarnos demasiado de nuestros sueños infantiles. Debo reconocer que me gusta el tema de la magia, así que no ha sido difícil ni complicado dejarme envolver por el ambiente del relato.
Buen trabajo, en cuanto a la redacción bajo mi punto de vista correcta.
Buen trabajo, en cuanto a la redacción bajo mi punto de vista correcta.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
Re: CPVII: La caja mágica
La primera sensación que he tenido al terminar este relato es que la historia se queda demasiado corta. Una caja mágica que te lleva donde tú pienses y Marty quiere estar en Texas con su padre y la caja mágica lo lleva allí, vale, pero ¿y qué? Quiero decir que no me ha trasmitido en ningún momento que Marty esté deseando largarse de allí. Vale que su tía sea una bruja que casi lo tiene esclavizado a trabajar en un local de mala muerte, pero no he tenido la sensación de que su estado sea tan radical. Un poco más desarrollada la historia hubiera sido genial, para mi le falta un poco más de dramatismo, porque la sensación que me ha dado al principio es casi que se divertía burlándose y escondiéndose de su tía y no que la odiara ni se sintiera desesperado. La influencia Dickensiana es evidente, lo que para mí es un punto a su favor.
- andres451
- No tengo vida social
- Mensajes: 1022
- Registrado: 31 Oct 2010 19:12
- Ubicación: Argentina
- Contactar:
Re: CPVII: La caja mágica
Brillante. Empieza contándonos la rutina de un chico que lleva una vida un tanto particular en un teatro. Las descripciones de los lugares, de los objetos y de las personas y sus recuerdos me encantaron. El final me resultó increíble. Como cuento logró atraparme como lector hasta el final, queriendo saber si la caja realmente funcionaba; y vaya que lo hizo. Un claro ejemplo de que la mente y la imaginación todo lo pueden.
1
Re: CPVII: La caja mágica
Un relato sencillo y ameno que se me ha quedado cortito. Reconozco que lo he ido leyendo con una sonrisita en los labios y me ha gustado, sobre todo el mágico final. Me ha hecho viajar a mi también, gracias por el relato .
Última edición por Gisso el 18 Abr 2012 09:06, editado 1 vez en total.
1
Re: CPVII: La caja mágica
Este cuento me ha gustado bastante.
Es sintético y fantástico. Buena mezcla de realidad con un toque de magia. A través de pinceladas se conoce la situación del protagonista.
Aunque es cierto que las partes inicial y central podrían ser más interesantes y amenas, el final le da mucha vida y ternura.
Enhorabuena
Es sintético y fantástico. Buena mezcla de realidad con un toque de magia. A través de pinceladas se conoce la situación del protagonista.
Aunque es cierto que las partes inicial y central podrían ser más interesantes y amenas, el final le da mucha vida y ternura.
Enhorabuena
1
Re: CPVII: La caja mágica
Me ha gustado. Es un cuento sencillo, pero que en seguida consigue ubicarnos en el ambiente y que te identifiques con el pobre Marty, un personaje dulce y entrañable.
Detallín: creo que se dice "a cajas destempladas" no "con cajas destempladas". Que algún erudito nos ilumine.
Detallín: creo que se dice "a cajas destempladas" no "con cajas destempladas". Que algún erudito nos ilumine.
Re: CPVII: La caja mágica
El Vademécum, el diccionario de dudas patrocinado por BBVA y la agencia EFE (que paso a recomendar a todo el mundo), dice lo siguiente:Arwen_77 escribió:Detallín: creo que se dice "a cajas destempladas" no "con cajas destempladas". Que algún erudito nos ilumine.
http://www.fundeu.es/vademecum-C-con-ca ... -6167.htmlcon cajas destempladas
Esta es la expresión correcta y no a cajas destempladas.
Con cajas destempladas es una expresión coloquial que significa 'despedir o echar a alguien de alguna parte con gran aspereza o enojo'. Siempre se construye en plural y con la preposición con.
Es incorrecta, por lo tanto, la expresión a cajas destempladas.
Re: CPVII: La caja mágica
¡Anda la leche! Pretendiendo corregir, he sido yo la corregida.xabeltrán escribió:El Vademécum, el diccionario de dudas patrocinado por BBVA y la agencia EFE (que paso a recomendar a todo el mundo), dice lo siguiente:Arwen_77 escribió:Detallín: creo que se dice "a cajas destempladas" no "con cajas destempladas". Que algún erudito nos ilumine.
http://www.fundeu.es/vademecum-C-con-ca ... -6167.htmlcon cajas destempladas
Esta es la expresión correcta y no a cajas destempladas.
Con cajas destempladas es una expresión coloquial que significa 'despedir o echar a alguien de alguna parte con gran aspereza o enojo'. Siempre se construye en plural y con la preposición con.
Es incorrecta, por lo tanto, la expresión a cajas destempladas.
Bueno, me ha venido bien. No te acostarás sin saber una cosa más...
Re: CPVII: La caja mágica
Me has picado la curiosidad, porque a mí me sonaba bien "con cajas destempladas", y por eso he ido raudo a buscarlo.
- sergiocossa
- Me estoy empezando a viciar
- Mensajes: 372
- Registrado: 22 Jul 2011 21:25
- Ubicación: El Volcán - San Luis - Argentina
- Contactar:
Re: CPVII: La caja mágica
Lindo cuento. Bien narrado y con personajes bien descritos, algunos de ellos tal vez demasiado. Cualquiera, al llegar a los últimos párrafos, estaría deseando que Marty apareciera al lado de su padre y como es predecible, eso ocurre.
Una presentación cuidada, con diálogos bien desarrollados. Lo mejor, el señor Wang
Un saludo.
Una presentación cuidada, con diálogos bien desarrollados. Lo mejor, el señor Wang
Un saludo.