CPVII: Traición - Fernando Vidal

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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Nieves
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CPVII: Traición - Fernando Vidal

Mensaje por Nieves »

Traición

Yo la había amado. La había amado demasiado y ella ya no estaba. Me abandonó después de una larga agonía. Sé que no estuvo en ella elegir su partida. La enfermedad le fue impuesta y también me fue impuesta a mí, pues tuve que resignarme a aceptar lo inevitable. Cuánto me hubiera gustado que ella estuviese a mi lado “para siempre”, como solía decirme en esas noches frías en las que descansábamos abrazados, esperando a que nos abatiera el sueño; pero no pudo ser así. Ella estuvo conmigo hasta el último día de su vida pero eso no me pareció suficiente. Me sentí solo sin su compañía, me sentí absurdo, como un viajero extraviado en un infinito desierto. La gente, mis familiares y mis vecinos, me tenían compasión. Les resultaba una fatalidad que me hubiera quedado viudo tan joven. Tal vez por eso, no me hicieron ningún reclamo por lo discreto de la ceremonia de entierro y, sobre todo, por la ausencia de misas conmemorativas cumplido el mes del fallecimiento de mi esposa. Lo cierto fue que no quise realizar ninguna ceremonia además del entierro porque las misas de difuntos y las subsecuentes recepciones de invitados siempre me parecieron un circo, una prostitución del recuerdo del difunto y en este caso, tratándose de mi esposa, no quise que se cometiera con ella ninguna profanación al respecto. Por eso me aislé de todos después del entierro, por eso renuncié a mi trabajo y salí de casa muy pocas veces. Quería tener el menor trato posible con la gente. Me daba igual que se mostraran buenos conmigo, que me buscaran la conversación cada vez que me cruzaba con ellos en la calle, como también me daba igual que su solidaridad conmigo fuese auténtica o simplemente política. Todo eso no me importaba, lo único que sentía frente a ellos era una profunda molestia porque estaba convencido de que buscaban entrometerse entre mi esposa y yo, de que buscaban robarnos nuestra privacidad. Solo yo quería tener el monopolio de recordar a mi mujer, solo yo quería llorarla. Nadie más aparte de mí tenía ese derecho.
Cuando me enteré de que los padres de mi esposa habían celebrado una misa a mis espaldas sentí que la ira se adueñaba de mí. Fui a reclamarles. Ellos argumentaron que habían sentido la necesidad de hacer esa misa, que ellos también tenían el derecho de recordarla y sobre todo de rogar por su alma. Yo traté de moderarme, pero no pude. Me encontré gritándoles que lo que hacían era inútil, que esas misas no servían para nada, y que lo que ellos querían no era más que un pretexto para dar una reunión en su casa. Terminé insultándoles. No me contestaron, tal vez por mi condición de viudo, de desvalido emocional. Me retiré furibundo de su casa y, mientras me iba, pude sentir con hastío sus miradas compasivas y comprensivas sobre mi nuca.
Me sentí vejado. Me di cuenta del estorbo que suponía para mí ostentar la categoría de viudo. Hablara o no hablara con las personas, éstas siempre me lanzarían miradas de compasión. Seguramente, ni siquiera encerrado en mi casa me libraría de las habladurías sobre mí y sobre mi esposa. Necesitaba desaparecer de aquel barrio, respirar otro aire, cruzarme con personas que no supieran que era viudo y que no me miraran con compasión.
Aquella misma noche saqué mi coche –que yacía guardado en el garaje desde el fallecimiento de mi esposa– y salí con dirección al otro extremo de la ciudad, obedeciendo a ese extraño y súbito impulso que, aunque no me señalaba ningún objetivo preciso, me ordenaba alejarme de todo y de todos. Recorrí calles que no había visitado en años, calles alegres y coloridas, plagadas de negocios y atiborradas de personas. Decidí detener el coche y caminar. No sé cómo me vi entrando en un concurrido bar y tampoco sé por qué pedí un trago en la barra ya que a mí no me gusta demasiado el alcohol. Lo cierto es que me quedé mirando el vaso por largo tiempo sin animarme a beberlo. El local no era muy agradable que digamos y el humo de los cigarrillos cercanos me provocaba cierta incomodidad –tampoco fumo–, pero me sentía más tranquilo que antes. Con alivio, comprobé que el epíteto de viudo que ostentaba en mi barrio no aplicaba en aquel sitio. La gente reía y brindaba sin la menor preocupación, cada quien ocupado en sus propios asuntos. Una mujer de cuerpo voluptuoso y vestimenta ajustada se me acercó. La miré de la cabeza a los pies y un creciente deseo, que creía haber abolido por completo con la muerte de mi esposa, se apoderó de mí. Se sentó a mi lado y entendí que me pedía que la invitara a una copa. Accedí. Bebí en su compañía el trago que ya había pedido y me atreví a pedir otros más. Charlamos amenamente, o al menos ella lo hizo con sinceridad, ya que yo me limitaba a fingir esa amenidad pues lo que en verdad hacía era imaginarla moviéndose encima de mí, saltando sobre mí y colocando sus pechos a merced de mi boca. Calculé que hablándole de la manera que ella esperaba que le hablara, no sería mucho tiempo el que tendría que esperar para llevarla a la cama. Persuadir a la mayoría de mujeres a hacer lo que uno desea no es difícil y si muchos hombres no lo logran, ello se debe a una torpeza crónica de su parte. Conversé pues con ella y le compartí algunas anécdotas de mi vida que creí que le resultarían interesantes.
Tres horas después, ella me devoraba el cuello mientras yo le sacaba la ropa. Nos dejamos caer en la ancha cama de la habitación que alquilamos y ella me miró con lascivia, como invitándome a probar sus pechos ya desnudos. Aproximé mi boca a ellos y empecé a lamerlos. Cuando sentí sus gemidos recordé a mis vecinos y a mis familiares. “Voy a demostrarles que no deben tenerme compasión”, me dije. La idea me pareció buena: consumirme en la cama con esa desconocida hasta que no me quedaran fuerzas. Mis familiares y mis vecinos estarían en esos precisos momentos hablando de mí en voz baja, manifestando lástima por mí y por mi irreparable pérdida, y yo mientras tanto, estaría fornicando con el mayor descaro con una mujer ajena en un hotel anónimo. Tenía el derecho de actuar así. ¿Acaso no había llorado a mi esposa lo suficiente, de acuerdo con la costumbre de aquella gente? ¿Acaso no había superado largamente sus expectativas mostrando un inquebrantable celo por la memoria de mi esposa? Despojé a la mujer de las últimas prendas que llevaba y me sumergí en ella. A medida que entraba en su cuerpo con más fuerza, sus gemidos eran más sonoros y el gesto de placer en su rostro se acentuaba. Yo tenía los ojos muy abiertos, la miraba extasiado, deleitándome al observar lo que provocaban mis embestidas en ella. Mi excitación crecía y por un instante cerré los ojos para concentrarme en él. Cuando volví a abrirlos, el horror se apoderó de mí. La mujer tenía el aspecto de un cadáver, de un despojo putrefacto escapado de alguna tumba. Se aferraba a mí con inusitada fuerza, como buscando frotar su cuerpo muerto con el mío, e intentaba encontrar mis labios para besarme con su inmunda boca. Lancé un grito de pavor. Busqué zafarme de ella a como diera lugar y cuando logré conseguirlo solo fue para tropezar en el suelo y continuar gritando. No pude ponerme de pie porque el miedo que sentía era tal que mis piernas temblaban de manera grotesca. Mis gritos se hicieron cada vez más estruendosos y eso pareció haber asustado al cadáver porque huyó inmediatamente de la habitación llevándose sus prendas. Sentí que me desvanecía y cuando noté que venían hacia mí algunas personas y me sacudían de los hombros, perdí la conciencia completamente.
Desperté en mi casa. Alguien debió de dar con mi paradero y llevarme de vuelta pues me encontré metido en mi cama y rodeado por miradas escrutadoras. Eran mis vecinos. Continuaban compadeciéndome, no cabía duda, pero ahora, a sus miradas compasivas se añadía la actitud propia de quienes observan con reproche a una persona que ha traicionado a una esposa viva.
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Katia
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Re: CPVII: Traición

Mensaje por Katia »

Traición

Muy original. Muy convencional también a la vez, o tradicional, según se mire. Hábil vuelta de tuerca final. Correctas sintaxis y ortografía. Inteligente dosificación de la intriga.

Felicitaciones al autor. Dedicatoria musical:


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xabeltrán
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Re: CPVII: Traición

Mensaje por xabeltrán »

Me ha costado entenderlo. De hecho, creo que no lo he entendido. :oops: ¿Qué pasa realmente con esa extraña? ¿De repente se da cuenta de lo que está haciendo y se da tanto asco a sí mismo que la ve como a una muerta? No me queda claro lo que sucede en el relato. :?

En cuanto a la redacción, bastante cuidada -sólo un par de detalles nimios-, aunque para mi gusto se repite demasiadas veces la palabra "compasión" y todos sus derivados. :)
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Berlín
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Re: CPVII: Traición

Mensaje por Berlín »

A ver, el hombre se queda viudo y no soporta ver la compasión de sus amigos y familiares reflejadas en los ojos. Y eso le lleva a un bar de carretera a tomar unas copas y ha cepillarse a una extraña, para darle chincha rabiña a todos esos que le creen muy triste y compungido. La tía voluptuosa y lasciva luego en el climax, se convierte en un zombie resquebrajado que le mira con ojillos libidinosos, él se desmaya y amanece en su cama, mientras todos le miran con ojillos de: ¡ay cochino! ¿qué has hecho?

En todo caso está muy bien hilado, correcto, e interesante. Hecho este que me obliga a leerlo de nuevo a ver si despejo, con una segunda lectura, todas esas interrogantes que me bailan en la cabeza.
Muy interesante. Perdona la broma, es que me parece que el concurso está transcurriendo demasiado formalito jaja
Mi enhorabuena y un abrazo descomunal. Vaya por delante que me ha gustado y muy buen giro el del final.
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xabeltrán
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Re: CPVII: Traición

Mensaje por xabeltrán »

Berlín escribió:A ver, el hombre se queda viudo y no soporta ver la compasión de sus amigos y familiares reflejadas en los ojos. Y eso le lleva a un bar de carretera a tomar unas copas y ha cepillarse a una extraña, para darle chincha rabiña a todos esos que le creen muy triste y compungido. La tía voluptuosa y lasciva luego en el climax, se convierte en un zombie resquebrajado que le mira con ojillos libidinosos, él se desmaya y amanece en su cama, mientras todos le miran con ojillos de: ¡ay cochino! ¿qué has hecho?
Es que no entiendo ni por qué sucede eso ni a qué viene. :oops: ¿Es sólo para ejemplificar los remordimientos? Quizá es que soy cortito, pero me ha chocado tanto que no me ha casado con la realidad que emana del resto del relato; le ha quitado toda verosimilitud. :(
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Berlín
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Re: CPVII: Traición

Mensaje por Berlín »

A mi sólo se me ocurre que en ese momento los remordimientos le traen la visión horrorosa de la que podría ser su mujer pudriéndose bajo la tierra, mientras él se encuentra refocilando alegremente con otra.

Quiero decir que es una mala pasada de su subsconciente dolorido.

En fin, todo esto ya lo despejará el padre del relato o la madre.

Espero, autor/a, que no te haya molestado la broma anterior. :hola:
mi admiración más profunda ante tu buen hacer.
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xabeltrán
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Re: CPVII: Traición

Mensaje por xabeltrán »

Así lo interpreté yo también al leerlo, pero a mí esa imagen tan desagradable me rompió la magia del relato. :(
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Berlín
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Re: CPVII: Traición

Mensaje por Berlín »

xabeltrán escribió:Así lo interpreté yo también al leerlo, pero a mí esa imagen tan desagradable me rompió la magia del relato. :(
Bueno, a mi no. Me ha despistado más esa reacción de querer rebelarse ante los que le demuestran cariño, acudiendo a un bar de copas a vengarse. ¿vengarse de qué? ¿por qué esa rabia latente ante el hecho de que todo el mundo se apiade de su circunstancia?
lo del zombie resquebrajado a mi me ha encantado, todo sea dicho.
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moskita
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Re: CPVII: Traición

Mensaje por moskita »

Está muy bien escrito y trata un tema muy delicado, pero no me ha terminado de gustar. Me pareció absurda la actitud del viudo en el bar. Desde un principio se declaraba abatido por la muerte de su esposa, y en cuanto vio a una mujer bonita no pensó en otra cosa que en quitarle la ropa. Me pareció demasiado “artificial”. Lo que sí me resultó curioso es que lo hiciera más como venganza hacia la lástima y la compasión que veía en la mirada de sus conocidos.
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moskita
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Re: CPVII: Traición

Mensaje por moskita »

xabeltrán escribió:Así lo interpreté yo también al leerlo, pero a mí esa imagen tan desagradable me rompió la magia del relato. :(
Coincido contigo en que la visión del zombie le quitó la magia al relato, era demasaido surrealista. Y también añadir (que se me había olvidado antes) que el comienzo del relato me pareció un poco repetitivo.
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Re: CPVII: Traición

Mensaje por Gavalia »

TRAICIÓN: lo siento pero no me ha terminado de gustar, lo encontré un poco dislatado y el prota se contradice en la filosofía de su propia paranoia, porque hay que estar colgado, vete a saber que se ha fumado el colega. Me gusta como lo cuentas, eso si es verdad, y si no fuera por el toque inesperado del más allá, no sé, quizás eso lo haya hecho algo más interesante. Gracias compañer@
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Re: CPVII: Traición

Mensaje por Igor Rodtem »

La idea es buena pero el relato no me termina de convencer completamente, primero por la cambiante actitud del protagonista, y después por la escena final, que no me encaja del todo.
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Nínive
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Re: CPVII: Traición

Mensaje por Nínive »

Esta bien escrito, pero no termino de captar la psicología del personaje, y, al no conectar con él, tampoco con el relato.
Eso sí, se nota el trabajo que hay detrás. :60:
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Lía
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Re: CPVII: Traición

Mensaje por Lía »

Pues a mí sí me ha gustado mucho.
yo creo que el encuentro con otra mujer en un bar, es un sueño. ha ocurrido todo en su sueño y se despierta asustado y chillando con la sensación de haber sido "infiel", aunque sólo sea con en pensamiento, a su mujer.
La mujer aparece en su sueño muerta porque el amor para él está muerto.
Vamos, es lo que yo he entendido, y me gustaría saber la verdadera intención del autor en el final de esta historia
Gracias :hola:
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shirabonita
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Re: CPVII: Traición

Mensaje por shirabonita »

La redacción me ha parecido correcta, y el protagonista, tal como está descrito, parece un hombre tan posesivo que hasta pretende ser el único que tenga derecho a llorar a su esposa muerta. Tampoco soporta la compasión de vecinos y familiares hacia él, cosa que en una circunstancia como la viudez, me parece normal y hasta digna de ser agradecida.

No me parece reprobable, desde mi punto de vista, que se acueste con una quasi-desconocida pero, por lo visto, su conciencia, ya le estaba echando la bronca.
De ahí esa visión de la mujer como un cadáver semiputrefacto. Al menos, así lo interpreto yo.
Un relato triste con un protagonista realmente peculiar. Buen trabajo!
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