CPVII: El lord (Ganador jurado y 2º popular) - Ciro

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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Eyre
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CPVII: El lord (Ganador jurado y 2º popular) - Ciro

Mensaje por Eyre »

El lord

Era don Ramiro Miraflores licenciado en Medicina de los de mucho
parlar, escaso resultado, pero sobre todo mucha ciencia parda.
Traqueteando entre los callejones de Muralla, ciudad inconquistada de
la España vieja y cansada del siglo, sólo atendía don Ramiro a damas
de alta sociedad murallense y señores de cortes o parlamentos, ora
liberales ora conservadores, pero todos ellos con posibles. Portaba
maletín gastado pero con prosapia y acompañábale mozo cabal y
listuelo, de pocos años y muchas picardías, a modo de ayudante y
meritorio. LLamánbase el rapaz, Enrique Encino y llamábale todo el
mundo Enriquillo, incluido don Ramiro, que lo trataba con más
miramientos que a sus sufridos pacientes.
— ¡Mal de altura es lo que tiene la señora! ¡Mal de altura!
sentenciaba don Ramiro.
— Pero, ¿mal de altura don Ramiro si estamos a nivel del mar?
Terciaba el Marqués de Priego.
— ¡Mal de altura! ¡Qué lo tengo yo muy reconocido! ¿No subió ayer
doña Cayetana al monte Pirru en una excursión campestre? O, ¿me lo va
a negar usted?
— ¡Hombre, don Ramiro, pero si el monte Pirru no tiene ni 100 metros
de alto! ¡Si es una cuestecilla!
— Nada, mal de altura y punto. O ¿sabe usted las propiedades
reostáticas que la falta de oxígeno produce sobre la sangre en
circulación? O ¿conoce usted, acaso, la postcarga cardiaca originada
por la bajada de presión atmosférica?
— No, yo, la verdad, no sé nada de la reostática atmosférica del oxígeno esa.
— Pues ¡a callar entonces! Es muy bonito rebatir los diagnósticos de
los doctores sin saber nada de la reostática de la carencia de oxígeno
ni de la postcarga cardiaca y su relación con la presión atmosférica.
¡Ahí lo quería yo ver! Con mis conocimientos y lidiando con incultos
en materia médico- quirúrgica. No hay mas solución que unas friegas
con agua tibia y esperar la natural evolución de enfermedad tan grave.
— Pero, ¿tan grave es? Parece una simple fiebre.
— ¡Mal de altura nada menos! De las peores enfermedades. Hay quien no
ha salido de una similar.
— ¡Válgame el cielo don Ramiro! ¿Se nos muere entonces doña Cayetana, mi
muy amada esposa?
— Y ¿para qué está la ciencia médica?, hombre de Dios. Enriquillo aplícale
sangría, remedio eficacísimo para el mal de altura.
— Pero, ¿va a ser Enriquillo quien practique tan riesgosa práctica?- protesta
el Marqués.
— ¡Qué riesgosa ni riesgosa! Pues no ha hecho Enriquillo sangrías ni
nada y todas con resultados estupendos.
La marquesa falleció a los quince días, según don Ramiro por una compli-
cación de su bien diagnosticado mal de altura y por la falta de hidratación
resultante de la poca calidad grasa de las gallinas empleadas en hacerle
caldos.
En nada afectó ésto a la reputación de don Ramiro e incluso creció la
estimación del físico que a punto estuvo de salvar a doña Cayetana, la
Marquesa de Priego. El Marqués mostró incluso agradecimiento, no se sabe
si por los buenos oficios de don Ramiro, por las perfectas sangrías de Enriquillo,
o porque se le conocían amores con una ciudadana de Muralla, viuda de
buen ver, especialmente cuando mostraba el escote en el teatro de la ciudad de
provincia.
Fue en plena fama de don Ramiro, que él pensaba bien merecida la tenía, por
sobresalir en mucho por encima de la incultura científica de la villa, cuando llegó
al poblado lord Michael Fritz- Stuart, caballero inglés de menos ciencia parda y
más estudios que médico murallense. El Lord, como desde entonces fue conocido
había llegado a Muralla por circunstancias desconocidas para la mayoría. Los ru-
mores que circulaban por los casinos de la villa decían que había venido a arruinar
la vida y la fama de don Ramiro, enviado por el diablo en persona, que no podía estar
otra cosa que resentido de la cantidad de almas inconfesas que el buen doctor le
privaba de colocar en su habitáculo infernal. La realidad era bien distinta. El Lord era
primo del difunto don Paco Palomares, que había fallecido sin dejar heredero alguno,
de forma directa. Y como la madre de Paco Palomares era inglesa y hermana de la
madre del Lord, fue menester que el albacea testamentario enviara un mensaje a
la Gran Bretaña, para buscar al pariente más cercano, que no era otro que el Lord.
La herencia de don Paco consistía principalmente en la casona en la mejor ubicación
de Muralla y algunas participaciones en la fábrica de tabaco. Desengañado de amores,
pues no hay que olvidar que las británicas son mujeres de armas tomar, pocos besos
dar y mucho mandar, el Lord había escapado de su país como alma que lleva el diablo
y encontró a las españolas de Muralla con mucho más gracejo y menos remilgos que
las puritanas hijas de la Gran Bretaña. Por todo ello, una vez arreglados los problemas
testamentarios, decidió el Lord instalarse en el caserón de los Palomares y dedicarse
a su profesión, que para desgracia de don Ramiro era la suya misma, es decir, la Me-
dicina.
Aunque de elegancia inmaculada y de porte estupendo, rubio y buen mozo, no dejaba
el Lord de despertar ciertos recelos entre los murallenses. Se decía que había estudiado
en Viena, patria como todos sabemos de los segundones de la monarquía española, aquellos
que descendiendo del hermano del Emperador Carlos V, Fernando, habían gobernado esas
tierras. Se sabía además que eran los vieneses de cabeza dura, poco seso y mucha ter-
quedad y solo aptos para la repostería. Afirmaba además don Ramiro que lo peor de la
ciencia médica se había criado en aquellas frias tierras llenas de filosofillos promiscuos, por
no decir salidorros, que esas palabras no las empleaba don Ramiro.
Por todo ello, tuvo que empezar el lord por atender a la masa obreril de Muralla, aquella
que don Ramiro rechazaba como hez de la sociedad. Cobraba el Lord cuanto podía y en
muchas ocasiones nada o en especias: un gallo, unos kilos de patatas, uin queso o unas
"fabas" que se tenían un tacto bucal cual mantequilla y que pronto dejaron al Lord maravillado
de los productos murallenses.
Pero fue la hija de don Santos Hermida, dueño de varios ultramarinos de la villa, la que
finalmente encumbró al lord a lo alto de la estima de Muralla. La señorita Estefanía padecía
del morbo histérico, propio de las jovencitas demasiado piadosas, que tiradas por un brazo
por la tentación de la carne y tiradas por el otro por la guarda de la virtud, acaban medio des-
garradas y sin catar varón. Eso ocurríale a la señorita Estefanía Hermida, tratada durante
años por don Ramiro bajo el diagnóstico de alergia estacional y mermada en su vigor por las
sangrías de Enriquillo.
Una tarde después de misa y paseando por el malecón de Muralla, doña Estefanía cayó
desmayada, junto a su criada Conchita. A falta de nadie que acudiera a la urgencia médica,
acudió cual buen samaritano el Lord que se encontraba paseando por el mismo malecón, del
brazo de Margarita Ozores, actriz que gustaba de la compañía de extranjeros allí donde acudía
con su compañía a representar. Margarita enseguida apremió al Lord a actuar, pese a hallarse
éste remiso ante una paciente de su enemigo natural en Muralla y por pertenecer al estrato
de la gente bien de la villa y no querer en modo alguno enfrentamientos con don Ramiro. Pero
tan apremiado se vio, que sacando unas sales odoríferas de su bolsillo hizo volver en sí a la
señorita, que se encontró en brazos del rubio y elegante Lord. Como el mal de la señorita
Estefanía ya lo ha diagnosticado quien les escribe, ésta pidió a su padre que desde entonces,
fuera su médico a la cabecera de su cama, el Lord y no don Ramiro. Anduvo remiso don Santos
Hermida, pero acabó cediendo, en aras de la insistencia de su querida y única hija. Mándaba el
Lord le dejasen a solas con la señorita Estefanía y mediante prácticas masajísticas en las áreas
inguinales de la enferma, que parecía sufrir con mayores aspavientos que las sangrías de Enriquillo,
pero que consiguieron una mejoría inusitada, consiguió que la lozanía y la alegría de vivir volvieran
sin remilgos a la señorita de la casa.
Fue entonces cuando contentísimo de ver la mejoría de su hija, comentó don Santos en el Casino
Central, que don Ramiro no era más que un papanatas y que el Lord sí que sabía de Medicina. El
chismoso del casino, Joaquinito Rebollo, juntapalabras más que periodista de la gacetilla de la villa,
en seguida corrió la voz de lo dicho por don Santos, y publicó en el libelo local que el más afamado
industrial de Muralla afirmaba la supremacía de la Medicina Vienesa sobre la Medicina patria.
Revolvíase don Ramiro leyendo la gacetilla y viéndose desprestigiado por el archienemigo de la
causa hispana, es decir un británico, no sabía que solución tomar pues no era poco lo que había
a perder en tamaño duelo.
— ¡Qué un embaucador británico venga a manosear a las señoritas de Muralla! ¡Qué el botarate de
don Santos permita que su hija sea mancillada por un asaltacómicas! ¿Cómo lo ves, Enriquillo? ¿Co-
mo lo ves?
— Nefasto, don Ramiro, ¡una vergüenza! ¿Cómo lo he de ver?
— ¿Qué hago Enriquillo? ¿Qué hago? ¡Qué ya veo a toda Muralla acudiendo a que el Lord de los
demonios les palpe donde no debe palpar, les escuche donde no debe escuchar, les descubra
lo que no debe descubrir! ¡Y todo por la imbecilidad de don Santos, que mal rayo le parta! El muy
tonto no mira ni por la salud ni por la honra de su hija. Una alergia estacional, que como bien
sabes, Enriquillo, puede llevar a la muerte si no se trata adecuadamente.
— ¡Y encima dicen las malas lenguas, don Ramiro, que se lo cura con masajes en zonas poco
pudorosas!
— Lo mismito que había oído yo, ¡pues no sabe nada el lordcito! ¡Lujuria y no Medicina es lo que
practica ese diablo protestante! ¡Corriendo a quitarle al venda de los ojos al retrasado de don
Santos, que sabrá mucho del precio del bacalao en salazón, pero nada de asuntos de honra!
Y en la casa de don Santos se presentaron don Ramiro y Enriquillo. Tras las presentaciones,
don Santos apreció el demudado semblante de ambos visitantes y con apuro los pasó al sa-
loncito de fumar.
— Pues ustedes dirán, ¿qué les trae por mi humilde casa con ese aspecto que tal pareciera
que han visto ustedes al fantasma de un lechuguino?
— No me nombre lechuguinos, don Santos. ¿Usted no sabe que en toda Muralla se dice...?- Pre-
guntó don Ramiro.
— ¿Se dice? ¿Qué se dice?
— Se dice señor mio, se dice.
— Se dice don Santos, se dice- Apostilló esta vez Enriquillo.
— ¿Pero qué diablos se dice? ¡Señores, que están acabando ustedes con mi paciencia!
— Eso mismo, los diablos o mejor dicho el diablo.
— ¡ Pero que diablo ni que leches! Explíquese de una vez don Ramiro.
— Díselo tú mejor, Enriquillo, por no ser yo quien acuse a un pseudocolega.
— Don Santos toda Muralla comenta que el Lord ha curado a su hija a base de deshonrarla y
por eso anda ella tan lozana y tan contenta.
— ¡Fuera, fuera de mi casa! ¡Cómo se atreven ustedes a venir a esta casa con semejantes
injurias!
— Ya nos vamos, pero mire usted don Santos de no matar al mensajero en lugar de al diablo
que ha deshonrado su casa.
Y así se despidió don Ramiro acompañado del fiel Enriquillo.
En grave trastorno quedó la mente de don Santos, que no sabía si creer en lo dicho por
los visitantes, si creer que se decía o no se decía o con qué carta quedarse. Resolvió, por fin, llamar a
su hija y decirle lo que los dos intrigantes le habían contado. La cándida de Estefanía, que
no sabía si el método terapéutico del Lord iba o no en contra de los mandamientos
de la Santa Madre Iglesia, pero colegía que no debía estar muy permitido pues tanto placer
le proporcionaba y de todos era sabido que las cosas que producen placer son prohibidas
por oficio por la Santa Madre Iglesia, en tal situación de confusión se halló que no pudo
más que echarse a llorar. Esta actitud fue para don Santos una afirmación sin duda.
Tal trastorno arrebató a don Santos que cogió su escopeta de caza, con la que algún que
otro jabalí había abatido y fuese al caserón de los Palomares a abatir, según pensaba, otro
miembro de la raza porcina.
La gacetilla de Juaquinito Rebollo publicaba en su editorial una diatriba sin sentido en
que se acusaba a la justicia española de ser más papista que el Papa, pues de resultas
de la injuria de un felón británico, hallábase un ejemplar industrial murallense encarcelado,
por la única falta de salvar su honra, mientras que el felón se había salvado con un pequeño
rasguño en la pierna zurda, extremidad que como todos sabían era de poca importancia,
salvo para guardar la simetría del pantalón.
La verdad era un tanto distinta. Don Santos Hermida había acertado un disparo de postas
en la zona inguinal del Lord, con resultado de la amputación de la pierna izquierda y una
incontinencia urinaria de por vida, pues alguna posta había afectado a los nervios encargados
de la micción. Muerto de miedo y lisiado de por vida, lord Michael Fritz- Stuart, había vendido
o más bien casi regalado el caserón de los Palomares y había regresado a la Gran Bretaña,
donde habría mujeres menos rumbosas, pero abundaban menos los energúmenos de
armas tomar. La señorita Estefanía había sido ingresada en el convento de Las Clarisas, donde
probablemente no curaría nunca de su morbo histérico o como decía don Ramiro de su alergia.
— Morbiosis gutata. ¡De las peores enfermedades!
— ¿Usted cree, don Ramiro?
— Sin duda. ¿Verdad Enriquillo?
— Sin duda, don Ramiro. ¿Sangría, doctor?
— Por supuesto, sangría, sangría, no hay otra solución. Y aún así sin resultados garantizados,
pues la morbiosis gutata es una enfermedad de las peores.
— De las peores, si señor. Corroboraba Enriquillo.
— Menos mal Enriquillo que la gente bien de Muralla sigue en buenas manos, tras la huída de
ese cobarde pseudocientífico.
— Menos mal don Ramiro, menos mal. ¡Qué sería de la salud de Muralla sin usted!
 
FIN
Nota del autor: La técnica empleada por el Lord para curar el morbo histérico de la señorita
Estefanía Hermida, fue una técnica realmente empleada en la Medicina de la época, con excelentes
resultados. No hay que ver, por tanto, en ello una imaginación erótico- humorística del autor.
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Saber
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Re: CPVII: El lord

Mensaje por Saber »

Muy bien escrito, muy agradable de leer. La historia genial, la leí con una sonrisa desde el principio hasta el final.
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Katia
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Re: CPVII: El lord

Mensaje por Katia »

Jajajja, desde luego, estos pueblerinos no entendían de ciencia médica como Dios manda, aplicá donde tiene que ser, jajajajaj, amo a vé, hombre, jaja modo andaluz off :mrgreen:

Ingenioso, divertido, se lee de un tirón. Ya que estábamos en ese tratamiento, no hubiera estado de más describirlo "in extenso", jajajaj :meparto: Lo único que lamento es que no le dieran al Lord una homologación de su título médico, jajaja :wink: Ainsss, felicitaciones, para el autor:


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elultimo
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Re: CPVII: El lord

Mensaje por elultimo »

Aún no he empezado con este relato, antes me gustaría que alguien me aclarara si esos saltos de línea se deben a algo especial o es simplemente que está mal escrito.
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lucia
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Re: CPVII: El lord

Mensaje por lucia »

Los saltos de línea vienen de cuando llega como texto que no fluye (bloc de notas, pdf...), que fue el caso.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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elultimo
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Re: CPVII: El lord

Mensaje por elultimo »

lucia escribió:Los saltos de línea vienen de cuando llega como texto que no fluye (bloc de notas, pdf...), que fue el caso.
Vale, entonces se debe sólo a cuestiones del formato. Gracias Lucía. :D
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elultimo
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Re: CPVII: El lord

Mensaje por elultimo »

Leido. Y la verdad es que me ha gustado bastante. Se me ha hecho muy ameno leerlo y me ha hecho mucha gracia. Al principio, el estilo narrativo no me convencía mucho, pero una vez metido en la historia, la verdad es que no ha sido ningún inconveniente, más bien al contrario: es el estilo justo que requiere el relato.

Como cosa negativa (o que me ha gustado menos) es que se me ha hecho un poco corto. Me hubiera gustado que pasaran más cosas.

Felicidades a su autor/a.
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Nínive
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Re: CPVII: El lord

Mensaje por Nínive »

El estilo le va perfectamente y he pasado un rato muy divertido leyéndolo.
El argumento es muy original. Lo único que no me ha convencido es el momento en que el autor obvia contarnos el enfrentamiento del padre con el lord y nos remite a la gacetilla.... :mrgreen: Tuve un momento de confusión.
Me ha gustado mucho. :60:
Siempre contra el viento
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jarri el sucio
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Re: CPVII: El lord

Mensaje por jarri el sucio »

Me ha gustado. Dinámico y ha sido un placer leerlo. Con bastante gracia y con un estilo muy acertado. Con personajes muy definidos y cada uno aportando humor a la historia, desde el respetuoso y elegante lord al simpático y “sanchopanzista” Enriquillo. Felicidades al autor. Lo peor: Por decir algo (y creo que habla bien de lo que me ha gustado) que no hubiera un encuentro entre el lord y don Ramiro, sería interesante ver que sale de ahí.
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Lía
La lianta
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Re: CPVII: El lord

Mensaje por Lía »

qué bonito relato!!
es el primero que leo y me ha encantado. Qué bien escrito, una historia refrescante, sencilla y amena. Felicidades
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Dori25
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Re: CPVII: El lord

Mensaje por Dori25 »

BUENISIMO!!!!!
Me ha encantado, si este es el nivel, va a estar muy difícil elegir.
Nota negativa: Autor (seas quién seas) escribe un relato largo!!!! Me encantaría leer todas las aventuras del lord y del médico!
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Gavalia
Chucho
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Re: CPVII: El lord

Mensaje por Gavalia »

EL LORD No he acabado de entender tu nota informativa final. Tanto si ha sido tu intención como si no al respecto, la verdad es que parece formar parte relato, desde mi punto de vista no desentona para nada con el tono del mismo. 8) Que bien escribes socio, que envidia más mala pero de la buena jajajajajajaja. Me encanta el lenguaje de la época. Gracias comp@
En paz descanses, amigo.
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moskita
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Re: CPVII: El lord

Mensaje por moskita »

Tengo que ponerle un par de pegas, pero me ha gustado en general. El estilo narrativo está muy conseguido, y en más de una ocasión me ha hecho reír. Destaco este diálogo:

"— No me nombre lechuguinos, don Santos. ¿Usted no sabe que en toda Muralla se dice...?- Pre-guntó don Ramiro.
— ¿Se dice? ¿Qué se dice?
— Se dice señor mio, se dice.
— Se dice don Santos, se dice- Apostilló esta vez Enriquillo.
— ¿Pero qué diablos se dice? ¡Señores, que están acabando ustedes con mi paciencia!"


Ahora los peros: no entiendo el porqué de la alineación a la izquierda, que insinúa de vista una prosa poética que luego vemos que no existe, y que a medida que avanza el texto acaba cada vez más a la derecha. También he notado alguna que otra falta de comas. Y ha sido una pena que los masajes inguinales fueran realmente una técnica médica, porque me había parecido muy gracioso (y sí, lujurioso :lol: ).

Por lo demás, felicitaciones al autor o autora.

EDITO: Ya he leído en comentarios anteriores que la alineación izquierda es culpa de un cambio de formato, así que me retracto (aunque le recomiendo al autor o autora que para evitar estas cosas utilice el word, porque el Worpad para estas cosas es una lata :cunao: )
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shirabonita
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Re: CPVII: El lord

Mensaje por shirabonita »

La redacción es perfecta.
He encontrado un sentido del humor fino y de calidad, que me ha sacado auténticas carcajadas.
La ambientación de época está magníficamente recreada,y los personajes principales tienen unos diálogos absolutamente coherentes con dicha época. Aparte de ingeniosos.
He leído todo el relato disfrutando, excepto al final, en que me he quedado muy triste por el estado en que queda el pobre Lord, personaje al que le había cogido cariño.
Lo único que no me ha gustado del relato, es que me recuerda un poco a la literatura picaresca clásica (El lazarillo de Tormes, El Buscón), que personalmente, no me gusta, y eso le ha quitado un poco de brillo, en mi opinión.
Pero es un muy, muy buen trabajo.
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Gisso
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Re: CPVII: El lord

Mensaje por Gisso »

Un historia irónica sobre los remedios utilizados en siglos pasados por los matasanos, con situaciones y personajes bastante humorísticos. Me ha hecho soltar alguna sonrisa, pero se me ha quedado cortito. Gracias por el relato. :402: Imagen
Última edición por Gisso el 23 Abr 2012 14:03, editado 1 vez en total.
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