CPVII: Sucia - Vientoo

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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Ashling
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CPVII: Sucia - Vientoo

Mensaje por Ashling »

Sucia

Un día cualquiera
Te has despertado de aquel sueño horrible. Han sido demasiadas noches solitarias llenas de dolor y vacío; de engaños y chantajes, de confusos cariños... Hoy te miras al espejo y sigues siendo la misma: la piel blanca, el pelo desaliñado, esos ojos de tristeza perenne. Te observas despacio con la simple certeza: no, no eres guapa. Sólo eres una sencilla cajera de un supermercado cualquiera con un pasado cruel. Y eso es más, mucho más deprimente.
Blacky te observa. Sus ojos son sinceros porque te miran sin pedir nada. Te entristece su epilepsia: esos extraños síntomas de la enfermedad que provocan carreras locas, despistes, y maullidos más parecidos a ladridos que a otra cosa. Tu abrazo a él es una despedida, porque su calor, es lo más cercano al cariño que has conocido. Ronroneándote, observándote o al menear la cola para saludarte tiene más humanidad que otros.
Ahora frente a ti está el precipicio, los demasiados metros de altura que te separan de esta vida en la que te sientes vulnerable y sola. El más acá ya no te importa nada. Por eso despacio te quitas los zapatos, pones las manos en el muro sintiéndolo frío, indiferente. Pero te vas a subir sobre él. Primero una pierna, luego otra Te sientas mirando hacia abajo…Lloras. Es un llover por dentro, las lágrimas no quieren brotar. Y es que… una vez más, has vuelto a sentir aquella mezquindad, que nada ni nadie puede limpiar. “nada ni nadie; nada ni nadie…”
Una vez más te sientes sucia. Y en unos segundos saltarás al abismo.

Aquella casa vacía
Aquella niña acunaba su muñeca mientras le Tarareaba una canción de cuna. Sus dedos pequeños se ensortijaban en el pelo largo y negro de Susi.
Yeni ¿estás ahí? – preguntó el hombre.
Sí papi, estoy jugando con Susi.
Ven mi niña, ven. Tengo un regalo para ti. La niña se levantó y corrió por el pasillo sin soltar su muñeca, llevándola de un brazo. En el suelo de madera sus zapatos negros y brillantes, golpean con ilusión. Sentado al brasero, en la salita, él veía la televisión.
Ven – Le reclamó ofreciéndole los brazos. Arriba, en la pared, un reloj cuco daba las cinco en punto: Aquel pajarillo de colores salió, se mostró unos segundos y luego se volvió a esconder. La niña sonrió al ver el pajarillo. Se sentó confiada sobre las piernas de su padre. Inocentemente mostró la piel blanca de unos muslos desnudos... El hombre le susurró al oído:
“Lo que ocurrirá esta tarde, será un secreto entre tú y yo. ¿vale? – sonrió perversamente.
La inocencia de la niña asintió, y él descubrió tras aquella piel blanca de los muslos, el rosa de una intimidad.
Te enseñaré a volar, alto muy alto.
- ¿Cómo si me subiese a la azotea y saltara? Preguntó la niña. La mano grande y áspera del hombre se deslizó a tocar la intimidad mientras le susurraba: “Ven mi niña, ven a mí. Subirás al cielo”. Susi cayó de las manos de la niña y el pajarillo del reloj, se escondió…


Mentiras
Carlos la esperaba a la puerta del portal. Ambos se gustaban. Se habían conocido hacía pocas semanas atrás. Pero era suficiente. Él, Arrancó la moto. Llevaban una pequeña nevera en la caja de atrás. Pasarían el día fuera. La velocidad de la moto hizo que aquella melena enmarañada de la chica volara, que él sonriese por el retrovisor y que los dedos de ella rozaran el vientre del chico hasta revolverle los sentidos.
Tras varios minutos a gran velocidad, el semáforo se puso en rojo. La moto se detuvo. Él se volvió. En sus labios había un gesto de satisfacción. Ella sonreía. También sentía lo mismo. También…
¿Te gustaría llevar la moto? –preguntó él. Ella asintió bajando levemente la cabeza, luego ella, se ubicó delante. Él la abrazó por la cintura. Ella giró bruscamente el puño derecho y la moto voló. Las manos del hombre descendieron por el vientre de la chica, desabrocharon el botón, se colaron bajo su blusa, encontraron la piel desnuda, suave. Él la podía ver, por el espejo mordisqueándose los labios. Luego, por medio de los intercomunicadores incrustados en los cascos, le habló:
Si mis dedos fuesen sierpes, en tu piel se cobijarían… Ven mi niña, ven a mí Subirás al cielo.
Cuando la chica escuchó aquello: “Ven mi niña, ven a mí. Subirás al cielo” algo se rompió. El corazón se le quedó frío. Tiró del freno y la moto rechinó, los neumáticos soltaron humo y esta se frenó de repente.
¿Qué demonios te pasa! ¡estás gilipollas! – le gritó él. Ella le lanzó el casco y le dejó ahí, plantado con su moto mientras dos gruesas y densas lágrimas le recorrían el rostro
Traición
Aquella tarde, el reloj estaba parado. Extrañamente el pajarillo de colores no asomaba como siempre simpático y divertido tras la puertecilla. Miré por la ventana. El cristal me parecía demasiado empañado “está tan empañado que aunque pasase los dedos, no vería más allá” – suspiré pensando - “al menos, tampoco le veré a él”
Oí la puerta: el familiar sonido de la llave al entrar, hizo que se me parase la respiración. La cerradura de la puerta, giró como la marcha atrás de un detonador. Ella asomaba cansada, cargando con dos bolsas que dejó en el suelo pesadamente. Al volverse y verme allí, de pié. Me miró extrañada.
¿No… no has ido hoy al instituto? - Su tono de voz al interrogarme, no me gustó. Pero lo que tenía que decirle, ya estaba más fuera que dentro:
Ma…ma… tengo que… tengo que decirte algo.
¿Qué! - Me preguntó con unos ojos que no entendí.
Padre a mi… – Me miró. Su mirada se hizo una interrogación, una duda demasiado acusada. Proseguí.
Padre me toca
¿Has tomado algo? ¡Tu padre te quiere con locura! ¿Cómo puedes confundir la cosas, acaso insinúas algo? – cuando disparó aquellas dudas, sentí que todo lo que estaba viviendo, lo que vivía y sentía, quizás… quizás sólo era un mal sueño, algo que estuvo ahí, en mi imaginación. Por eso mi boca se hizo silencio, un silencio pesado, duro. Decidí fruto más del temor que del convencimiento: “que no diría más,¡ no! Pues… ¿acaso alguien me creería?"
Me marché con mis silencios a mi habitación…
Dudas
Carlos, dejó la moto atada al árbol. Era tarde, la gente en el garito entraba y salía. Al fondo, sentado en un taburete y tomando una copa entre unas chicas, estaba su hermano. Al verle le saludó:
¿Qué haces por aquí hermanito? – preguntó a Carlos, sorprendido de verlo por allí, a tan altas horas.
Tenía que verte. Necesitaba un trago – respondió Carlos apáticamente.
¿Un trago? – interrogó con la mirada - ¡uhm! Esto no me suena muy bien ¿Qué te pasa?
Mujeres… ¡No hay quien las entienda!
Bueno es algo que va en el lote, pero… ¿Está buena?
Sí, es hermosa.
Hermano, un polvo, es un polvo… ¡aprovéchalo! – sugirió entre risitas de complicidad. Pero Carlos no asintió, permaneció serio, como quien ha tragado un sapo. El hermano dedujo rápidamente:
Estás pillado por esa mujer ¿verdad? – Carlos asintió bajando la cabeza levemente. El hermano cambió el rumbo de sus palabras:
Entonces hermanos, habla con ella, como sea, pero intenta entenderla. Eso sí. Te deseo suerte, mucha suerte…

Llora
La mujer rebusca entre sus recuerdos. Aún le duele aquello, aún las palabras, rasgan su piel como dagas oxidadas. Ella nunca la creyó, siempre pensó que había bastante complicidad en todo aquello. Él, volvía a intentarlo, siempre volvía. El abuso era su costumbre…. De fondo, como una melodía funesta, su voz, aquella voz que le susurraba la frase recurrente, capaz de hacer soñar a cualquier corazón inocente:
“Ven mi niña, ven a mí. Subirás al cielo”
“¿cuántas veces le prometió eso cuando en las noches se colaba en la habitación y luego tras encerrarla en ella…”
El descubrimiento
El ascensor me lleva hasta su planta. Mientras buceo entre demasiadas conjeturas. Al enfrentarme a su puerta, pulso el timbre. Aún no sé qué le voy a decir, yo debería de ser el que recibiese las explicaciones, pero ya me lo dije mi hermano: “si la quieres, habla con ella”. Juana, su compañera de piso, asoma con aspecto somnoliento. Tiene una toalla cubriéndole la cabeza y un cigarrillo pendiente del labio. Su voz suena ronca. Es la típica voz de una noche de farra.
¿Buscas a la Yeni? – pregunta intuyendo la necesidad en mi mirada.
Sí. – respondo tímidamente.
Pues no está tío. Se fue esta mañana con un motero y, no ha vuelto
El motero era yo – respondo lacónico.
¡Ahh! claro-… entonces entenderé que eres su pibe. ¿no? - Inclino la cabeza como gesto de asentimiento.
Anda pasa – me indica abriéndome la puerta. Luego como una retahíla comienzas sus explicaciones con una confianza que me sorprende. Sólo me queda una explicación para sus confianzas: “¿Le habrá hablado de mi Yeni? – ella sigue hablando:
Esta es nuestra cocina, ese el salón, y ahí está su habitación. No le gusta dejarla cerrada. A los pocos minutos me deja sólo, en medio de ese pequeño salón esperándola. Lo decido, la curiosidad me puede. Entro en la habitación de Yeni. Está cuajada de libros colgados en estantes por las paredes. Huele a ella en cada uno de sus lomos. Me pongo en su mesa, toco la madera “¡Que mujer! “ - Exclamo al percibir su inteligencia en la disposición de los objetos, el orden, los colores...
En la cesta de la basura sólo uno, un trozo de papel arrugado. “sí, sí que es ordenada” – pienso - Tomo aquel papel arrugado y lo despliego sobre la mesa con una curiosidad que me sorprende. Aparece la figura de una niña subida en el regazo de un hombre. Aquello me intriga, me aturde provocándome sentimientos turbios... Toco el papel, está húmedo “¿de dónde viene esta humedad?” paso el dedo por los pliegos del papel y lo llevo a mis labios: “¿lágrimas?”
Como un fogonazo, entiendo cosas, demasiadas cosas. Salgo como un rayo, “¡tal vez… tal vez aún la pille!” Tras descender desde varias plantas de altura, la encuentro: “Está ahí, en el aparcamiento a punto de coger su coche”.
¿Dónde la puedo encontrar! ¡dónde!, le grito nervioso a Juana - pero a ella no se le ocurre dónde puede estar. Luego me responde sin mucho convencimiento:
Posiblemente haya ido al hospital. Su padre se muere – Agacho la cabeza aturdido, contrariado por la adversidad. Mientras se aleja me dice:
Búscala. Posiblemente esté en la planta de oncología.
Pitidos
El monitor marca la curva con líneas blancas y frías. El pitido intermitente, llena de sonidos su soledad. El hombre mira el cristal para mirarse a si mimo, para descubrirse como quien ve todo lo que fue su ayer: una vida llena de demasiados deseos frustrados, lazos de vidrios hechos añicos… Un dolor le corroe las entrañas: Es una mezcla entre resentimiento y vacío que no le deja vivir. Le produce más dolor que esa maldita metástasis corriendo como un jinete negro por su sangre.
Se siente demasiado, demasiado vacío de no tener su piel, ni sus labios; de saber que ya, ya nunca será suya…

Un papel olvidado
A veces me gustaba dibujar sobre el folio aquellas dos figuras: una grande, y otra pequeña. La grande acogía a la pequeña en su regazo. Aquel dibujo, era algo recurrente en mis soledades; mi única vía de escape cuando recordaba las palabras de madre. Su desdén hacía que se me derramen lágrimas de los ojos, para rebotar sobre el papel. El lapicero de color que tenía en la mano, humedecido, tintaba un color degradado sobre el papel.
Aquel día, inexplicablemente, lo olvidé sobre la mesa. Necesitaba ir al baño. Tan hundida estaba que no me apercibí de que él, aquel trozo testigo de mis pesadillas, volaba por una ráfaga de viento quedando abrazado a una silla. Adela, la profesora de inglés, lo descubrió parcialmente doblado. Tras releerlo varias veces, intuyó todo. Luego me encontró apoyada contra la pared de WC, llorando. Mis ojos eran un manantial incesante. Su abrazó hizo que me sintiese protegida. Me susurró al oído:
Te sacaré de esto, no sé cómo, pero saldrás.

La habitación del pasado
Acceder a aquella zona del hospital, es sentir miedo. Oncología es sinónimo de dolor, adiós, de final... Entré en la habitación y me topé de bruces con el anciano. Con detenimiento, sin dejar de observarle dejé mi mochila sobre una silla. Había demasiado blanco en aquel pelo; sus arrugas se mostraban muy acusadas y sus ojos, aquellos ojos que parecían mirar a ninguna parte, me resultaron familiares.
¿Quién es usted? – me preguntó el anciano al verme entrar en su habitación.
Soy Carlos, la pareja de Yeni - Al responder aquello, noté la mirada aviesa, los labios apretados y algo más que no acertaba a descifrar, pero que intuía siniestro. Los segundos se hicieron minutos en un silencio demasiado denso entre ambos…
¿La quieres de verdad? – preguntó el anciano, mirándome a los ojos fijamente.
¡Sí! – respondí. Fue un “sí” fuerte, firme, reivindicativo mientras me envenenaba imaginando... El anciano, con una voz que apenas si brotaba de su boca, comentó:
Es una chica especial, muy especial. Ha sufrido demasiado.
Lo sé, sé todo lo que pasó. Al decirle: “todo” el anciano ladeó la cabeza. Sus palabras ahora, se presentaban ahogadas, entrecortadas.
Tie… tienes que decirle que me perdone, que… yo… yo a pesar de todo la quería… yo… ¡Me siento tan sólo! Le dirigí una mirada asesina; mis labios estaban muy juntos para no soltar barbaridades; los puños demasiado apretados. “¡cómo demonios osaba pedirme aquello!, ¡Cómo!” Le disparé la única pregunta que me interesaba:
Necesito encontrarla, se que está muy mal. El anciano intuyó, supo que aquel hombre que decía amar a su niña le despreciaba. Por un instante pensó en tener un gesto hermoso para con ellos. Pero los celos y el egoísmo llevaban sus ideas por otro camino: “¿Por qué demonios le tenía que dar aquello? ¿Por qué, precisamente a ese desconocido que le quitaba a “su niña”. Comenzó a hablarme con una voz pesada:
Hay un pequeño parque, cerca de la antigua barriada. Ella…ella a veces marchaba hacia allí, bajo el puente solía ocultarse. Allí se sentía protegida.
Gracias – respondí más por educación que por otra cosa. Salí de la habitación rápidamente. No quería ver más la cara de aquel anciano.
Cuando quedó solo con sus recuerdos, el anciano sintió unas lágrimas que le recorrían las mejillas, revolviéndole las entrañas. Era lo último que querría ver en su vida: “el rostro del que le quitara a su niña”. No lo dudó un instante. Abrió un pequeño cajón de su mejilla. Extrajo un objeto. Era afilado, delgado….
De un tajo se cortó la vena, para ver la sangre manar abundantemente. Aunque dolía, una sonrisa irónica y de satisfacción se le dibujó en los labios: “si a nadie le importo, mejor marcharme…”. Sintió como su cuerpo se aflojaba, el último hálito de fuerza que le quedaba de vida, se evaporaba en forma de gotas rojas. Entonces se fijó en ella.
Se le cerraban los ojos. Pero no podía dejar de mirar aquel objeto: rojo, como una señal. Lo sabía. Él… él volvería. Aquella mochila roja con pegatinas impertinente, parecía pedirle, suplicarle algo… El sentimiento de culpa le laceró el alma, le rasgó la poca dignidad que le quedaba. Ardiendo de celos y fuego, extrajo del cajón aquello y temblando, lo tomó entre los dedos. Como pudo salió de su cama, manchando sábanas, colchón y suelo de sangre.
Lo colocó sobre la mochila.
Fue el último gesto noble de su vida. Al instante cayó al suelo, sobre un manto rojo. Ya estaba muerto…

La carta
Iba a arrancar su moto cuando descubrió el entuerto. Había dejado su mochila en aquella habitación. Maldiciendo y soltando improperios, regresó como un rayo. Subió a la carrera las escaleras. En los pasillos el personal médico parecía agitado, nervioso “¿Qué ocurrirá?” – se preguntó intrigado. Entró en la habitación y descubrió el porqué. El padre de Yeni yacía sobre un manto rojo. Los enfermeros trataban in extremis de reanimarle. Descubrió su mochila y aquel sobre reposando encima. Lo tomó extrañado y salió al pasillo. Rasgó el sobre y comenzó a leer:
“Hola Yeni. Te escribo estas líneas desde el dolor y vacío que me provocan los recuerdos. Si alguien ha sufrido con todo esto fuiste tú. El desgraciado de tu padre, tuvo a bien contarme la verdad. La verdad de vuestra relación incestuosa, de sus tocamientos a una pequeña niña, ya luego adolescente, con la máscara de la autoridad; el descaro de saber que tú le adorabas y tu inocencia al creer que aquello, era correcto. Luego vino lo más cruel: el chantaje al que te sometió durante años…
Viniste a mí aquellos días, y yo…yo sólo te devolví celos, rencor, incomprensión. Créeme cuando te digo que al principio no te creí, y que luego… ¡cómo pude estar tan ciega y… cómo pudo ser tan mezquino! Me aseguró que os queríais, que te quería a ti, más de lo que nunca me había querido a mí. Y que tú, ¡tú… le correspondías! ¿Imaginas como me sentí? ¿Entiendes mi humillación, mi huída?
Hoy sé que todo fue una falacia más. Por eso, desde mi soledad en el pueblo, sólo le pido a dios que entiendas mi dolor, para, algún día, pedirte perdón y, abrazarte…. Firmado: Alguien que te quiere. Tu madre“
Carlos se repitió mil veces: ¿Cómo pudo ser tan mezquino para ocultar esta carta durante años? Se le agrió la saliva. Ahora más que nunca, tenía que encontrar a Yeni
Adiós
Miras al horizonte. No hay nubes sobre este cielo, es un cielo marchito, desangelado. Estás ahí, sentada sobre el frío muro. Debajo, a decenas de metros de altura los coches marchan como la vida, a un ritmo acelerado, frío, indiferente ¿qué entenderán ellos del dolor, de la suciedad de tu piel que nunca puedes limpiar; de tus juguetes rotos? Te alzas, extiendes un brazo, luego el otro. Permaneces en un equilibrio imposible, ya… ya nada tendrá más “pasados” en tu vida. Quieres estirar una pierna y…
Algo sujeta tus piernas, algo que no te deja avanzar.
- ¿Tú! – exclamas sorprendida al verle ahí, sujetándote como un salvavidas que se empeña en engancharte a la vida. Te extiende eso, ese papel.
¡Lée por favor! – te pide con lágrimas en los ojos. Lo tomas y lo lees, con detenimiento, con tristeza, pero una tristeza que se marchita, que se escapa…Entonces le escuchas.
Ha muerto.
¡Mi madre ha muerto? – preguntas aterrorizada.
No. Él, es quien ha muerto. Entonces desciendes, te acuclillas, te abrazas a Carlos, a la vida. Una vida, que a partir de ese día, comienza a tener sentido.


FIN
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Berlín
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Re: CPVII: Sucia

Mensaje por Berlín »

No me deja indiferente la historia, tratándose de abusos infantiles no puedo por menos que sentirme emocionada. Siempre me llenan de rabia y dolor estos temas donde un niño sufre cualquier tipo de maltrato. Por otro lado el relato, aunque está bien escrito, adolece de algunas faltas de ortografía, bueno, la verdad es que son abundantes. En fin, la historia no es muy original, ni está brillantemente escrita, pero el mensaje que transmite es noble y por ello voy a decir, que aunque no la vote, la he leído muy atentamente, y me ha gustado. Y vaticino que Yeni y Carlos serán felices con el tiempo, cuando las heridas se curen.
Un abrazo para el creador y felicidades.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
Katia
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Re: CPVII: Sucia

Mensaje por Katia »

Un relato de protesta, y muy realista, por desgracia. Escribir con este propósito social es algo encomiable, mi más sincera felicitación al autor y mi dedicatoria para él o ella:


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jarri el sucio
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Re: CPVII: Sucia

Mensaje por jarri el sucio »

Muy muy muy bueno, con momentos brillantes. Formalmente inmejorable y con un contenido lleno de emociones y matices, quizás en algunos momentos un mínimo de previsibles pero me enganchó de principio a fin. Enhorabuena. Lo peor: Yeni, no me refiero al personaje, sino al nombre. (perdón por posibles ofensas) Lo mejor: La capacidad para transmitir los sentimientos sobre todo de Yeni. Sientes que quieres que le vaya bien
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Nínive
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Re: CPVII: Sucia

Mensaje por Nínive »

Siendo, como es, una historia que, en principio, me llamaría la atención, se me ha hecho larga. Creo que el narrarla así, con fragmentos, le resta frescura.
Sigue trabajando porque se nota la pasión que le pones. :60:
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elultimo
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Re: CPVII: Sucia

Mensaje por elultimo »

No me gustan las historias que hacen eco de algo millones de veces denunciado. Eso es populismo, demagogia o como quiera llamarse. Para mí, es como si el autor de este relato pensara más en denunciar un hecho que en contar una historia. Si hubiera una historia que enganchara, una idea original que provocara mi interés, algo que hubiera hecho que deseara leer el párrafo siguiente, le hubiese dado un voto de confianza; pero lo único que transmite el texto es rencor.

Pero es que además, no me ha transmitido eso que pretende, me ha resultado tediosa, ñoña y lenta, el argumento no avanza casi nada y tiene varias faltas de ortografía, a parte de que la sintaxis podría estar mucho mejor.
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joserc
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Re: CPVII: Sucia

Mensaje por joserc »

El párrafo que empieza por "Aquella casa vacía" me ha puesto los pelos de punta y me he provocado exactamente el desagrado que busca el autor.

El relato está bien escrito y con un lenguaje a ratos duro, apropiado para el tema que trata, aun así el final no me ha gustado. Demasiado trillado quizá.

En todo caso, un buen escrito. Felicidades al autor.
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kassiopea
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Re: CPVII: Sucia

Mensaje por kassiopea »

Pues a mí, ¡el final me ha encantado! Precisamente por ser una historia tan dura, tan sórdida, mientras la leía con el corazón encogido estaba deseando que terminara con final feliz :wink: Mis felicitaciones al creador, porque estoy segura de que esta historia ha resultado muy difícil de escribir. Se trata de una relación cruel, amarga, lacerante, que dejará una huella permanente en la protagonista durante el resto de su vida... El autor ha conseguido reflejar todo esto, y lo mejor de todo es que lo ha hecho con una profunda sensibilidad y con valentía, con un sentimiento tan auténtico como desgarrador. ¡Muchísimas gracias! :eusa_clap: :eusa_clap:

Es cierto que formalmente hay algunas faltas, pero no son demasiado importantes... Lo importante es el contenido :D
Por último quiero decir que, desgraciadamente, la historia es muy real. ¿Cómo es posible que hechos así sigan repitiéndose a menudo? :cry:
De tus decisiones dependerá tu destino.


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Gavalia
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Re: CPVII: Sucia

Mensaje por Gavalia »

SUCIA Sobresaliente soci@. Hasta la estructura y tiempos me gustan de tu relato. Lo hace fácil de leer y de entender. Un tema peliagudo el de los abusos que has sabido reflejar sin abusar de los típicos tópicos. Buena redacción. Gracias compañe@
En paz descanses, amigo.
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Ororo
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Re: CPVII: Sucia

Mensaje por Ororo »

Los temas tan vistos como éste tanto en relatos y novelas como en películas (por no hablar de la realidad :| ), pueden dar mucho de sí con el enfoque adecuado. No todo tiene que ser originalidad.
Veo que el autor trata de hacerlo capitulando los hechos y cambiando de voz narrativa. Este último recurso me ha gustado.
Lo que me parece es que el texto no está muy cuidado y podría pulirse bastante.
Ha logrado transmitirme la repugnancia que pretende, pero no ha terminado de calarme. Creo que podría haberse innovado más con un tema tan recurrente.
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shirabonita
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Re: CPVII: Sucia

Mensaje por shirabonita »

He visto algunas faltas de ortografía, pero podría decirse que , en general, la redacción no es mala.
La historia es terrible y está bien conseguida la transmisión emocional, desde cada personaje hacia el lector.
Teniendo en cuenta el principio del relato, el final me ha sorprendido.
Es hermoso ver ese rayo de luz y esperanza después de tanto sufrimiento, oscuridad, abusos, indefensión...
Me ha parecido un trabajo muy bueno.
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Gisso
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Re: CPVII: Sucia

Mensaje por Gisso »

Una historia dura de abuso infantil, en algunos momentos escabrosa. Aunque no está mal escrita, tiene alguna falta de ortografía. También se me ha hecho un poquito largo y alguna cosilla que no me cuadra, mas como opinión personal. Gracias por el relato :402: .Imagen
Última edición por Gisso el 28 Abr 2012 19:42, editado 1 vez en total.
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Re: CPVII: Sucia

Mensaje por Lía »

un tema duro, difícil, tratado y llevado con facilidad.
Me gusta el cambio de tiempos en el relato. Gracias
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Dori25
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Re: CPVII: Sucia

Mensaje por Dori25 »

Está muy bien escrita y desde luego descubre perfectamente los sentimientos de la protagonista, además quiere dar sensación de rapidez, de decisión.
Sin embargo se me hizo muy lenta a pesar de la magistral descripción del autor.
Gracias!
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Lifen
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Re: CPVII: Sucia

Mensaje por Lifen »

Una historia peliaguda, estos temas siempre lo son, pueden caer en lo escabroso o en el melodrama, pero creo que está muy bien llevado con un final esperanzador que compensa a la protagonista por todas las desdichas de su pasado.
Lástima de la ortografía y la puntuación, sobre todo esto último, una coma mal puesta me corta mucho la lectura y me ha pasado varias veces. Por otro lado, la mezcla de tiempos verbales para diferenciar una escena de otra esta muy bien ideada, pero creo que en ocasiones se te ha escapado un poco y se ha líado la cosa.
:101: La hora de los hipócritas, Petros Markaris


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