La enfermedad del verbo - Topito
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La enfermedad del verbo - Topito
La Enfermedad del Verbo
Los ve y los oye y los siente, pero son sensaciones de ecos en la lejanía: aquella maldita enfermedad se ha adueñado de ella por completo.
Su rubio, terso y rizado cabello se ha transformado en imagen grisácea de un monte quemado. Sus limpios y azulados ojos han dejado de brillar con la intensidad del ardiente fuego de su juventud. Su piel se siente hastiada de este mundo. Las arrugas se agrupan sobre su piel, cuantificando el tiempo que ha morado en esta vida. Sus cerrados labios se mantienen en silencio ante su familia. Y su mirada... su mirada está perdida, ausente, fija sobre un punto de la blanca e inmaculada pared. Pero, no está sola. Aquel cuerpo marchito lo rodean familiares que la miran, la hablan, la besan, la abrazan; a pesar de que, desde hace meses, aquel cuerpo no responde a ningún estímulo.
Ella, en realidad, ya no está allí.
El «allí» es su presente. Un presente que se aleja a cada paso del camino hacia aquel lugar al que retorna. Una travesía que inició el día en el que se le diagnosticó su enfermedad. Un tiempo compartido por dinero desaparecido, por alimentos en las esquinas, por largos gritos desde el balcón, y por una desconsolada y perdida hija sin saber que hacer, o cómo actuar. No obstante, el tiempo sabe colocar las cosas en su sitio, y ahora, en la actualidad, tras una alterada década, la situación está ordenada: Ellos, aguardando; ella, marchando.
En un principio, aquellos viajes los creía duermevelas donde regresaba a lugares de su niñez. Secuencias de una película en blanco y negro, antigua y desenfocada, que observaba en la distancia, sentada sobre el frío suelo, exhalando el aroma del perfume de su infancia. Y a pesar de que en aquellas sesiones sentía aquel fuerte impulso que la incitaba a acercarse a su yo-infante, susurrarla al oído que no se sintiera en soledad, que en aquél planeta no era una extraña, que existían cientos de seres semejantes a ella; unas manos etéreas, invisibles a su vista, la sujetaban, aferrándola contra el suelo. Manos, que no sólo no la permitían moverse, sino que, una y otra vez, lograban su regreso al presente con un suave mecido de su cuerpo, provocando que, al desvanecerse lentamente las escenas de su inocencia, la frustración le oprimiera el alma.
No, inicialmente, ella no lo entendía. ¿Cuál era su realidad? Ellos la explicaban que eran simples sueños al quedarse traspuesta, como si su mente actuara como una matriz que cambia las filas por columnas de su realidad; y ella, les creyó. Admitió, sin cuestionar si era cierta o falsa, aquella explicación familiar, del mismo modo que la inocencia infantil hace creer a los niños las certezas de la madurez de sus padres. Lo aceptó, sí, no obstante, el tiempo avanzó y aquellos ligueros sueños ya no fueron tan ligueros. Aquellas manos familiares que la aferraban a su presente se fueron debilitando al mismo ritmo que en su pasado aumentaba la certeza de sus cada vez más dinámicas vivencias. Entonces, se comenzó a plantear si eran verdades absolutas aquellas convicciones de su familia. ¿Por qué la negaban la realidad de sus vivencias en aquellas ensoñaciones? Acto seguido, altero aquél consanguíneo imperativo y, súbitamente, las escenas de su infancia se tiñeron de color sepia. Finalmente, comenzó a dar sus primeros pasos por su ancestral vida: ya no era una mera espectadora, integrándose en aquel tiempo pasado de una forma espiritual. Lentamente, se acercó a su joven persona y compartió como una nueva amiga etérea los infantiles juegos que había olvidado.
Mientras, viaje a viaje, fue creciendo la protagonista de su vida, convirtiéndose, ante sus ojos, en una hermosa joven adolescente de cabellos rubios y azulados ojos. De tal modo que un día, inesperadamente, dejó de jugar con ella. Y aunque aquellos ojos adolescentes ya no la pudieran ver, no le embargó la angustia; puesto que, aún podía caminar a su lado, susurrarla al oído, aconsejarla en sus faenas cotidianas. En definitiva, convertirse en la guardiana de su propia historia. En esos momentos, en aquellas regresiones a su juventud, vislumbró que aquella voz que la tuteló toda su vida era el verbo de su enferma ancianidad.
—Balbina, sé, que aunque no me escuchas, sientes mis palabras. Sé, que no lo comprenderás hasta mi presente, tu futuro. No obstante, así debe ser. —fueron las primeras palabras murmuradas a su joven alma adolescente.
El tiempo se alteró y en aquellas ensoñaciones los minutos eran horas; los días, semanas; los años, décadas. Y, estación tras estación, mientras las células nerviosas iban muriendo en su cabeza fruto de las cada vez más duraderas regresiones, iba desvaneciéndose la conciencia de su presente, quedando su cuerpo y viajando su alma.
Cuando se ausentó para siempre de su presente y se estableció en su pasado, comenzó a observar aquellos sueños en alta definición. Un pasado en el que fue admirando como su juvenil cuerpo se convertía en mujer. Una mujer que guiada por los consejos de la vejez actuaba sobre las vidas de aquellos cercanos y familiares seres que la rodeaban. Actuaciones tan nimias que uno pudiera pensar que no suponen ninguna alteración en el rumbo de esas almas, sin embargo, del mismo modo que el aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo, sus actos provocaron la transformación de sus destinos.
Entonces, cuando más feliz se encontraba, se alejó de sí misma. No intuyó que el avance hacia la madurez de su propia vejez suponía la regresión a su presente. Sí, en el momento en el que aquella mujer madura se convirtió en su ser contemporáneo, distó la llegada del adiós. Un adiós que debía pronunciar a aquella jovial y aún consciente anciana. Una anciana en puertas de enfrentarse a aquella enfermedad. Esa misma enfermedad que la convertiría en aquella que era ahora mismo.
—Ahora, Balbina, no llegarás a entender lo que te ocurre. Lo negarás. Te revelarás. Sin embargo, comprenderás que así debe ser. Entonces, serás yo. —fueron las últimas palabras susurradas a su añeja alma anciana.
Sus viajes al pasado habían finalizado, y allí, al comienzo del camino de regreso, Pilar, su compañera de viaje, la espera con las manos extendidas. Cruzan las miradas, se acerca y entrelazan sus manos. Siente que debe avanzar junto a ella por el sendero estrellado que conduce a su hogar. Aquel hogar les espera. El mismo hogar que abandonaron para viajar a un planeta azul falto de seres cómo ellas. Y, mientras avanzan, retumban en sus oídos ecos de estupor, de lloros, de alaridos. Reverberaciones que provienen de aquel lugar donde han quedado sus cuerpos, organismos yermos, con la mirada fija en un punto indefinido de una blanca e inmaculada pared.
Los ven y los oyen y los sienten, pero son sensaciones de ecos en la lejanía: recuerdos que llevarán consigo al planeta del que partieron.
Los ve y los oye y los siente, pero son sensaciones de ecos en la lejanía: aquella maldita enfermedad se ha adueñado de ella por completo.
Su rubio, terso y rizado cabello se ha transformado en imagen grisácea de un monte quemado. Sus limpios y azulados ojos han dejado de brillar con la intensidad del ardiente fuego de su juventud. Su piel se siente hastiada de este mundo. Las arrugas se agrupan sobre su piel, cuantificando el tiempo que ha morado en esta vida. Sus cerrados labios se mantienen en silencio ante su familia. Y su mirada... su mirada está perdida, ausente, fija sobre un punto de la blanca e inmaculada pared. Pero, no está sola. Aquel cuerpo marchito lo rodean familiares que la miran, la hablan, la besan, la abrazan; a pesar de que, desde hace meses, aquel cuerpo no responde a ningún estímulo.
Ella, en realidad, ya no está allí.
El «allí» es su presente. Un presente que se aleja a cada paso del camino hacia aquel lugar al que retorna. Una travesía que inició el día en el que se le diagnosticó su enfermedad. Un tiempo compartido por dinero desaparecido, por alimentos en las esquinas, por largos gritos desde el balcón, y por una desconsolada y perdida hija sin saber que hacer, o cómo actuar. No obstante, el tiempo sabe colocar las cosas en su sitio, y ahora, en la actualidad, tras una alterada década, la situación está ordenada: Ellos, aguardando; ella, marchando.
En un principio, aquellos viajes los creía duermevelas donde regresaba a lugares de su niñez. Secuencias de una película en blanco y negro, antigua y desenfocada, que observaba en la distancia, sentada sobre el frío suelo, exhalando el aroma del perfume de su infancia. Y a pesar de que en aquellas sesiones sentía aquel fuerte impulso que la incitaba a acercarse a su yo-infante, susurrarla al oído que no se sintiera en soledad, que en aquél planeta no era una extraña, que existían cientos de seres semejantes a ella; unas manos etéreas, invisibles a su vista, la sujetaban, aferrándola contra el suelo. Manos, que no sólo no la permitían moverse, sino que, una y otra vez, lograban su regreso al presente con un suave mecido de su cuerpo, provocando que, al desvanecerse lentamente las escenas de su inocencia, la frustración le oprimiera el alma.
No, inicialmente, ella no lo entendía. ¿Cuál era su realidad? Ellos la explicaban que eran simples sueños al quedarse traspuesta, como si su mente actuara como una matriz que cambia las filas por columnas de su realidad; y ella, les creyó. Admitió, sin cuestionar si era cierta o falsa, aquella explicación familiar, del mismo modo que la inocencia infantil hace creer a los niños las certezas de la madurez de sus padres. Lo aceptó, sí, no obstante, el tiempo avanzó y aquellos ligueros sueños ya no fueron tan ligueros. Aquellas manos familiares que la aferraban a su presente se fueron debilitando al mismo ritmo que en su pasado aumentaba la certeza de sus cada vez más dinámicas vivencias. Entonces, se comenzó a plantear si eran verdades absolutas aquellas convicciones de su familia. ¿Por qué la negaban la realidad de sus vivencias en aquellas ensoñaciones? Acto seguido, altero aquél consanguíneo imperativo y, súbitamente, las escenas de su infancia se tiñeron de color sepia. Finalmente, comenzó a dar sus primeros pasos por su ancestral vida: ya no era una mera espectadora, integrándose en aquel tiempo pasado de una forma espiritual. Lentamente, se acercó a su joven persona y compartió como una nueva amiga etérea los infantiles juegos que había olvidado.
Mientras, viaje a viaje, fue creciendo la protagonista de su vida, convirtiéndose, ante sus ojos, en una hermosa joven adolescente de cabellos rubios y azulados ojos. De tal modo que un día, inesperadamente, dejó de jugar con ella. Y aunque aquellos ojos adolescentes ya no la pudieran ver, no le embargó la angustia; puesto que, aún podía caminar a su lado, susurrarla al oído, aconsejarla en sus faenas cotidianas. En definitiva, convertirse en la guardiana de su propia historia. En esos momentos, en aquellas regresiones a su juventud, vislumbró que aquella voz que la tuteló toda su vida era el verbo de su enferma ancianidad.
—Balbina, sé, que aunque no me escuchas, sientes mis palabras. Sé, que no lo comprenderás hasta mi presente, tu futuro. No obstante, así debe ser. —fueron las primeras palabras murmuradas a su joven alma adolescente.
El tiempo se alteró y en aquellas ensoñaciones los minutos eran horas; los días, semanas; los años, décadas. Y, estación tras estación, mientras las células nerviosas iban muriendo en su cabeza fruto de las cada vez más duraderas regresiones, iba desvaneciéndose la conciencia de su presente, quedando su cuerpo y viajando su alma.
Cuando se ausentó para siempre de su presente y se estableció en su pasado, comenzó a observar aquellos sueños en alta definición. Un pasado en el que fue admirando como su juvenil cuerpo se convertía en mujer. Una mujer que guiada por los consejos de la vejez actuaba sobre las vidas de aquellos cercanos y familiares seres que la rodeaban. Actuaciones tan nimias que uno pudiera pensar que no suponen ninguna alteración en el rumbo de esas almas, sin embargo, del mismo modo que el aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo, sus actos provocaron la transformación de sus destinos.
Entonces, cuando más feliz se encontraba, se alejó de sí misma. No intuyó que el avance hacia la madurez de su propia vejez suponía la regresión a su presente. Sí, en el momento en el que aquella mujer madura se convirtió en su ser contemporáneo, distó la llegada del adiós. Un adiós que debía pronunciar a aquella jovial y aún consciente anciana. Una anciana en puertas de enfrentarse a aquella enfermedad. Esa misma enfermedad que la convertiría en aquella que era ahora mismo.
—Ahora, Balbina, no llegarás a entender lo que te ocurre. Lo negarás. Te revelarás. Sin embargo, comprenderás que así debe ser. Entonces, serás yo. —fueron las últimas palabras susurradas a su añeja alma anciana.
Sus viajes al pasado habían finalizado, y allí, al comienzo del camino de regreso, Pilar, su compañera de viaje, la espera con las manos extendidas. Cruzan las miradas, se acerca y entrelazan sus manos. Siente que debe avanzar junto a ella por el sendero estrellado que conduce a su hogar. Aquel hogar les espera. El mismo hogar que abandonaron para viajar a un planeta azul falto de seres cómo ellas. Y, mientras avanzan, retumban en sus oídos ecos de estupor, de lloros, de alaridos. Reverberaciones que provienen de aquel lugar donde han quedado sus cuerpos, organismos yermos, con la mirada fija en un punto indefinido de una blanca e inmaculada pared.
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Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
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Re: La enfermedad del verbo
Quizá no lo comprenda del todo, pero no me acaba de gustar por opaco. Cuidado con las faltas ortográficas.
La forma segura de ser infeliz es buscar permanentemente la felicidad
- Topito
- GANADOR del V Concurso de relatos
- Mensajes: 4300
- Registrado: 13 Abr 2009 20:43
- Ubicación: Los Madriles
Re: La enfermedad del verbo
A mi me ha gustado. Son de estos relatos que hablaba en el hilo principal sobre escribirlos con el corazón o con la
cabeza. No sé, pero le veo que tiene mucho corazón. Lo de la enfermedad de la protagonista me da que puede ser... bueno, mejor no lo digo por si meto la pata, jajaja. Autor/a ya me dirás que enfermedad tiene la protagonista.
Para concluir pienso que la totalidad del relato lo envuelve ese halo de realidad e irrealidad que es como se siente la protagonista, o eso me parece. No sé a lo mejor estoy metiendo la gamba jajaja. Son de estos relatos que me gustan porque hacen al lector que saque sus conclusiones sin dejarlo mascado todo.
En cuanto a la ci-fi, juega con el viaje al pasado y la enfermedad, ¿no? No sé se habla de regresiones, pero al principio si que interactua con ella misma, lo digo por el tema del juego.
En fin, que me estoy liando... me ha gustado.
cabeza. No sé, pero le veo que tiene mucho corazón. Lo de la enfermedad de la protagonista me da que puede ser... bueno, mejor no lo digo por si meto la pata, jajaja. Autor/a ya me dirás que enfermedad tiene la protagonista.
Para concluir pienso que la totalidad del relato lo envuelve ese halo de realidad e irrealidad que es como se siente la protagonista, o eso me parece. No sé a lo mejor estoy metiendo la gamba jajaja. Son de estos relatos que me gustan porque hacen al lector que saque sus conclusiones sin dejarlo mascado todo.
En cuanto a la ci-fi, juega con el viaje al pasado y la enfermedad, ¿no? No sé se habla de regresiones, pero al principio si que interactua con ella misma, lo digo por el tema del juego.
En fin, que me estoy liando... me ha gustado.
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Re: La enfermedad del verbo
Lo primero, he detectado este error: "aquellos ligueros sueños, ya no eran tan ligueros".
Está bien escrito, pausado, pero algo enrevesado para mi gusto.
Sobre la historia:
¿Mezcla viajes en el tiempo con extraterrestres? ¿Por qué? ¿los cambios que realiza en los demás en el pasado no influye en el futuro? ¿Quién es esa persona que se encuentra cuando muere?
Demasiadas preguntas me suscita este relato. Espero que el autor me lo explique al final.
Enhorabuena por el relato, compañero.
Está bien escrito, pausado, pero algo enrevesado para mi gusto.
Sobre la historia:
¿Mezcla viajes en el tiempo con extraterrestres? ¿Por qué? ¿los cambios que realiza en los demás en el pasado no influye en el futuro? ¿Quién es esa persona que se encuentra cuando muere?
Demasiadas preguntas me suscita este relato. Espero que el autor me lo explique al final.
Enhorabuena por el relato, compañero.
Siempre contra el viento
- joserc
- GANADOR del IV Concurso de relatos
- Mensajes: 1493
- Registrado: 17 Ago 2006 13:52
- Ubicación: Madrid
Re: La enfermedad del verbo
Lo siento, a la mitad, más o menos, me perdía y tenía que volver a empezar. Me parece un poco denso, o quizá sea cosa mía. Intentaré leerlo otro día
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- Emisario
- No tengo vida social
- Mensajes: 1213
- Registrado: 26 Oct 2010 18:30
- Ubicación: Perdido en una nebulosa, en busca de un quásar, cualquiera en realidad...
Re: La enfermedad del verbo
Describe un viaje de corte introspectivo que al final se descubre como realidad física (regreso a sus orígenes). El autor parece intentar mostrarnos o describirnos los momentos de transición del alma y el soporte físico de la protagonista. Nos narra su regreso. El regreso de un viaje cuyo destino fue, durante toda una vida, una existencia como ser humano. El relato cierra con una bienvenida, en el planeta originario, desde el cual fue “enviada” a la Tierra.
Me parece muy interesante, sin embargo, carente de móvil y por momentos la narración es algo confusa. Mis excusas pero: no entendí lo de la enfermedad del verbo. El título, a mi entender, tiene que transmitir la esencia de la historia.
En cuanto a la trama, uno podría preguntarse ¿Porqué fue enviada? ¿Cual es el motivo/beneficio de su estadía? En ese aspecto, la historia flaquea y pareciera que no se pretende otra cosa que proponer que hay seres extraterrestres entre nosotros utilizando un formato humano. Y eso está bien, una historia no tiene que tener móvil, no obligatoriamente, puede centrarse en un hecho único y desarrollarlo al máximo, para conquistar desde una narración pulida. En todo caso, me ha parecido que el resultado final es una transición a fuego lento, que aunque tiene su mérito, despista y me deja frío. Quizá el relato ganaría con un acontecimiento que hiciera las veces de gatillo y le diera movimiento a la historia. De todas formas, felicito al autor/a. Se nota que lo ha trabajado bastante.
Me parece muy interesante, sin embargo, carente de móvil y por momentos la narración es algo confusa. Mis excusas pero: no entendí lo de la enfermedad del verbo. El título, a mi entender, tiene que transmitir la esencia de la historia.
En cuanto a la trama, uno podría preguntarse ¿Porqué fue enviada? ¿Cual es el motivo/beneficio de su estadía? En ese aspecto, la historia flaquea y pareciera que no se pretende otra cosa que proponer que hay seres extraterrestres entre nosotros utilizando un formato humano. Y eso está bien, una historia no tiene que tener móvil, no obligatoriamente, puede centrarse en un hecho único y desarrollarlo al máximo, para conquistar desde una narración pulida. En todo caso, me ha parecido que el resultado final es una transición a fuego lento, que aunque tiene su mérito, despista y me deja frío. Quizá el relato ganaría con un acontecimiento que hiciera las veces de gatillo y le diera movimiento a la historia. De todas formas, felicito al autor/a. Se nota que lo ha trabajado bastante.
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- Fernando Vidal
- No tengo vida social
- Mensajes: 2340
- Registrado: 30 Jul 2011 03:36
- Ubicación: Gante, Bélgica
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Re: La enfermedad del verbo
Me gusta el asunto de la retrospección, el enlace de la protagonista anciana y decadente con sus otros "yos" más jóvenes, pero en general creo que al relato le falta otro núcleo para dar mayor potencia a la historia y mantenga al lector en vilo. Creo que sin la precisión que se hace en las líneas finales, este relato bien podría ser ubicado en otros géneros.
Saludos.
Saludos.
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Re: La enfermedad del verbo
No he entendido bien el relato ni su relación con el título.
Si se trata de un ser de otro lugar “atrapado” en la Tierra sin capacidad de comunicación ni de relacionarse con los demás (ya sea de forma voluntaria o involuntaria, pues no lo veo claro) que va mermando hasta que muere y vuelve espiritualmente a su planeta, la idea no me desagrada. Sin embargo, la forma de expresarla me parece muy liosa. No me he enterado bien.
Algunas tildes y puntuación poco adecuada, todavía complican más la lectura.
Lo siento, en general me ha parecido un tema posiblemente interesante expresado de forma demasiado confusa.
Si se trata de un ser de otro lugar “atrapado” en la Tierra sin capacidad de comunicación ni de relacionarse con los demás (ya sea de forma voluntaria o involuntaria, pues no lo veo claro) que va mermando hasta que muere y vuelve espiritualmente a su planeta, la idea no me desagrada. Sin embargo, la forma de expresarla me parece muy liosa. No me he enterado bien.
Algunas tildes y puntuación poco adecuada, todavía complican más la lectura.
Lo siento, en general me ha parecido un tema posiblemente interesante expresado de forma demasiado confusa.
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Re: La enfermedad del verbo
Opinión personal:
Tengo que reconocer que en una primera lectura no me había dejado buenas sensaciones, pero menos mal que se puede volver a leer. Por un momento me había recordado al relato que escribí en el anterior concurso, pero nada más lejos, escogemos caminos diferentes. Aquí el “alma” parece interactuar con su yo del pasado, en una especie de recuerdo, pero ¿he entendido mal al pensar que hace que cambie algo por estas regresiones? Ya en el final del camino, me da a entender que ese alma proviene de otro lugar, que es pura energía contenida en un frasco que son los cuerpos humanos, pero, ¿con que finalidad? Este relato me crea ciertas dudas y no sé si lo he entendido bien (tampoco entiendo el título) , lo siento si me he ido por otros derroteros...
Otro fallito:
"Acto seguido, altero aquél consanguíneo imperativo..."
Greencito opina
Tengo que reconocer que en una primera lectura no me había dejado buenas sensaciones, pero menos mal que se puede volver a leer. Por un momento me había recordado al relato que escribí en el anterior concurso, pero nada más lejos, escogemos caminos diferentes. Aquí el “alma” parece interactuar con su yo del pasado, en una especie de recuerdo, pero ¿he entendido mal al pensar que hace que cambie algo por estas regresiones? Ya en el final del camino, me da a entender que ese alma proviene de otro lugar, que es pura energía contenida en un frasco que son los cuerpos humanos, pero, ¿con que finalidad? Este relato me crea ciertas dudas y no sé si lo he entendido bien (tampoco entiendo el título) , lo siento si me he ido por otros derroteros...
Otro fallito:
"Acto seguido, altero aquél consanguíneo imperativo..."
Greencito opina
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Re: La enfermedad del verbo
Reconozco que el autor tiene tablas, sin embargo el relato me ha parecido denso, confuso y lleno de interrogantes. La necesidad de releer un relato es síntoma que algo falla. Quizás deberías sacrificar florituras literarias (para mi gusto hay demasiadas) por dinamismo en la acción. Eso le daría algo de luz y aire a la historia.
El equilibrio entre lo que se quiere decir y como se quiere decir es, a veces, muy difícil de alcanzar. Creo que has tirado más por la forma que por el contenido.
El equilibrio entre lo que se quiere decir y como se quiere decir es, a veces, muy difícil de alcanzar. Creo que has tirado más por la forma que por el contenido.
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Re: La enfermedad del verbo
Una historia verdaderamente confusa, además de carente por completo de ciencia ficción. No he entendido nada más que la protagonista padece de unas regresiones mentales que, al final, la llevan ha una vuelta real a su pasado. El título no lo he entendido.
Lo aparto para una relectura.
Lo aparto para una relectura.
Re: La enfermedad del verbo
Lo leído de nuevo.
Supongo que el título hace referencia a esta frase:
"vislumbró que aquella voz que la tuteló toda su vida era el verbo de su enferma ancianidad."
Pero creo que el autor ha mezclado churras con merinas. Me explico; si hubiera tratado sólo de la enfermedad de viajar en el tiempo, no hubiera estado mal, pero resulta que en último párrafo aparece una tal Pilar, y nos dice que son de otro mundo. Vuelven a sus orígenes.
Eso es intentar abarcar mucho en poco espacio, porque como lectores necesitamos más datos para situar la historia, la protagonista y lo que es en realidad.
En fin, que el autor debería haberse quedado con algo más simple y desarrollarlo mejor. Así ha quedado una historia demasiado confusa.
Supongo que el título hace referencia a esta frase:
"vislumbró que aquella voz que la tuteló toda su vida era el verbo de su enferma ancianidad."
Pero creo que el autor ha mezclado churras con merinas. Me explico; si hubiera tratado sólo de la enfermedad de viajar en el tiempo, no hubiera estado mal, pero resulta que en último párrafo aparece una tal Pilar, y nos dice que son de otro mundo. Vuelven a sus orígenes.
Eso es intentar abarcar mucho en poco espacio, porque como lectores necesitamos más datos para situar la historia, la protagonista y lo que es en realidad.
En fin, que el autor debería haberse quedado con algo más simple y desarrollarlo mejor. Así ha quedado una historia demasiado confusa.
Siempre contra el viento
Re: La enfermedad del verbo
Entre la anciana, la niña, la adolescente, ellos (que no sé quiénes son), Pilar (que tampoco sé quién es), el presente, el pasado y los sueños en sepia que de pronto son en alta definición no me he enterado de nada. Total, que una anciana enferma se muere.
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- ukiahaprasim
- Robotillo
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Re: La enfermedad del verbo
Qu'est-ce que c'est?
Lo siento, no me he enterado de nada... me ha dejado ...épaté.... tanto que ni siquiera puedo imaginar una posible explicacion..
¿Una regresion?, ¿un ver de nuevo toda tu vida pasar? ¿una transmigracion a otro cuerpo? ¿El viaje en el tiempo de merlin con trasbordo y cambio de tren?
Lo leí el otro dia, y pensé que podria ser la hora (no el patxaran)... pero no, parece que no era eso...
Y es una pena, porque por la forma estoy convencido de que puedes contar grandes cosas.... quizas esta tematica te quede demasiado forzada..
Ukiah
Lo siento, no me he enterado de nada... me ha dejado ...épaté.... tanto que ni siquiera puedo imaginar una posible explicacion..
¿Una regresion?, ¿un ver de nuevo toda tu vida pasar? ¿una transmigracion a otro cuerpo? ¿El viaje en el tiempo de merlin con trasbordo y cambio de tren?
Lo leí el otro dia, y pensé que podria ser la hora (no el patxaran)... pero no, parece que no era eso...
Y es una pena, porque por la forma estoy convencido de que puedes contar grandes cosas.... quizas esta tematica te quede demasiado forzada..
Ukiah
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Re: La enfermedad del verbo
Dos intentos y sigue sin cuajar. Una idea que se intuye interesante pero no termina de vislumbrarse entre las líneas.
Ojo a los laísmos.
Ojo a los laísmos.
Es el terreno resbaladizo de los sueños lo que convierte el dormir en un deporte de riesgo.