La luz de Mondoñedo

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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La luz de Mondoñedo

Mensaje por lucia »

La luz de Mondoñedo


I.- EL HOTEL
La caída irregular del agua de la ducha en el cuarto de baño adyacente al dormitorio me ha despertado. Como siempre ocurre desde que abandoné el pueblo y me fui a la ciudad con 18 años para cursar Derecho en la Facultad de Santiago, mi cabeza demora unos segundos en identificar la cama en la que amanezco. Desde los tres años hasta que emprendiera ese viaje a la capital, había dormido todos y cada uno de los días de mi vida en la enorme cama herencia de mis finados padres, de medidas exorbitantes provista de un delicioso y mullido colchón de lana. Haré un alto para decir que mi padre, Letrado de profesión, gozaba como un chiquillo trabajando con sus manos la madera noble, roble, castaño, cerezo… Eso al menos es lo que me ha venido contado la abuela Dolores desde que tengo uso de razón y memoria que lo acompañe. Y la susodicha cama, excedía (y excede) las dimensiones de las actualmente conocidas por los cursis como “King Size Beds”. Francisco de Ulloa, mi difunto padre, decidió al conocer a Sagrario Valle, que su esposa tendría la cama más grande, mejor tallada y más confortable de todo el territorio irmandiño, y así, ni corto ni perezoso, trabajó con denuedo durante seis semanas hasta que el tálamo matrimonial gozó de su aprobación y la llevó (más bien hizo que la llevaran a cuestas tres peones) desde su taller de obra hasta la casa patrucial. Diligentemente, también había efectuado a través de un amigo de Lugo un pedido de lana merina a algún punto de Castilla que mi abuela Dolores no consiguió recordar jamás, para que le fuera remitida lana de primera calidad para el relleno del colchón. Aunque en el pueblo y las aldeas satélites había entonces ovejas del país, quiso el Sr. Ulloa, como era conocido mi padre, que el colchón cohonestara perfectamente con la magnífica estructura de madera que le mantenía encerrado en el almacén y tres modistas mal avenidas no osaron negar al Sr. Ulloa su petición, cual fue que trabajaran unidas y sin tregua hasta elaborar con la lana merina y una hermosísima tela de damasco con dibujos florales, un colchón acorde con “su obra”.
La muerte prematura de mi padre en un accidente de ciclomotor en el año cincuenta y ocho, tres años después de mi nacimiento, y el camino seguido por mi madre, quien no pudo soportar ese crujido que notó en su pecho ante la pérdida de su amante esposo, me convirtieron en la “heredera” de semejante obscenidad de cama. Contaba la abuela Dolores que en ella pasó mamá todos los días y noches que siguieron a la repentina pérdida de mi padre y, ni cuantas oraciones y limosnas entregadas en la Iglesia de los Dolores, ni cuantos médicos de la provincia la examinaron, fueron capaces de poner freno a esa huída de la vida terrenal de mi madre, quien puso particular empeño en dejar a los mortales y seguir la estela del Sr. Ulloa. Tampoco sirvieron, confesó mucho más tarde la abuela, todos los conjuros y prácticas atávicos que utilizó ella misma sin el conocimiento de nadie, ni siquiera de la propia enferma, para poner fin a esa lenta pero inexorable huída hacia el vacío a la que se abalanzaba ésta.
Un año más tarde pues, el badajo de la campana de la Iglesia de los Dolores de Mondoñedo, resonó tocando a muerte por toda la ciudad, metiéndose en cada casa, en los alpendres, obradores, cortes (como allí denominan a la estabulación vacuna), bosques y huertos. No quedó rincón alguno en el que el tañido de la campana no provocara que los lugareños se persignaran, invocaran a Dios en beneficio de la gracia y sintieran cierta lástima por aquella niña que en un año había quedado huérfana y al cuidado de su única abuela, demasiado entrada en carnes y canas para ejercer como mi tutora.
Abrí los ojos y vi que el sol entraba agresivamente por el destartalado balcón que habíamos dejado abierto para la fresca de la noche. Tras percatarme del decrépito mobiliario que me rodeaba y del mugriento papel de la pared de la estancia, escuché a Carmen tarareando una canción de Adamo, melodía que interrumpía con juramentos dignos de un peón de carretera cuando las cañerías bramaban y el chorro de agua dejaba de sonar…
Ya: Sevilla. Sonreí. Nuestro premio de fin de carrera. Año 1.979. Éramos jóvenes, sanas (Carmen fumaba de cuando en vez hierba pero era un atleta incombustible que quemaba esa sustancia enseguida) y habíamos finalizado nuestros estudios de Derecho en la Facultad de Santiago de Compostela. Sus padres y mi abuela no pusieron ninguna objeción a este viaje, tantas veces planeado en el último curso mientras fuera de nuestro cuarto la lluvia caía incesantemente. Sin embargo, desde que emprendimos el viaje en el Seat 850 regalo de mi abuela Dolores, la pobre Carmen, compostelana hasta la médula, se quejaba y mascullaba juramentos de forma directamente proporcional al avance kilométrico del coche hacia el sur de España.
.- Este puto calor es insoportable. ¿Estás segura de que están abiertas todas las ventanillas
.- Todas.
.- ¿Quién cojones puede vivir aquí todo el maldito verano? Esto no lo soportan ni las lagartijas.
.- La madre que te hizo, Carmen. ¿No te parece que de lluvia hemos quedado bien servidas? A mí estaban a punto de salirme escamas y aletas. Este calor es una bendición para mis pobres huesos: se van secando como la mojama…
.- ¿Qué coño nos encontraremos en Sevilla? ¿El hotel ése que has reservado tiene aire acondicionado?
.- Ja, ja, ja. ¿Aire acondicionado? ¿Has recibido una herencia recientemente? Yo no. Bastante agradecida estoy a la abuela por el regalo del coche y por los duros para este viaje al viejo Al Andalus. Y si sigues protestando, paro el coche y te dejo en la cuneta. Todo un año soñando con viajar por la Ruta de la Playa y llegar a Sevilla, Córdoba y Granada y no paras de refunfuñar.
.- ¡Vete a la mierda!. Me relajaré echando un canuto.
Carmen salió envuelta en una toalla amarillenta que algún día debió de ser blanca y su cabello rubio chorreándole los hombros. Empezó a cepillárselo al tiempo que me aseguraba que no había dormido absolutamente nada por el “puto calor” y que creía que en su cama había chinches. El agua de la ducha deja de funcionar cuando le da la gana y mea haciendo piernas porque en ese cochambroso retrete “ella” no se sienta. Me río diciéndole que el baño es aceptable y que lo del inodoro es manía suya, igual que las chinches y si ha probado a abrir el grifo de agua caliente.
.- No me jodas, con este calor, encima me voy a duchar con agua caliente.
Mis intentos por explicarle que los lugareños hacen sus ablaciones con agua templada y no fría para no romper a sudar a continuación resultan inútiles así que me encamino al cuarto de baño y no encuentro problemas de suministro al abrir ambos grifos.
II. -TRIANA
Estoy ligeramente mareada, las dos jornadas anteriores hemos visitado la Catedral, la Torre del Oro, la Maestranza y la víspera hemos ido a un tablao flamenco. No sabía que además de ver arte, oiría un estruendo de tacones y palmas tan alto que pudieran hacer estallar mi cabeza con los decibelios. Hoy hemos recorrido Triana; a Carmen no le ha gustado nada, dice que tanto color, tanta casa pequeña, tanto callejón y tanta gitana es puro cuento. Yo en cambio me he deleitado, he dejado que una gitana de larga trenza y enteramente vestida de luto me lea la mano. Dice que mi línea de la vida es larga, que no tendré hijos, que los amores me romperán el corazón. Le pago diez duros y cuando los ha guardado entre sus abundantes pechos, me mira nuevamente, vuelve a coger mi mano, su boca hace una mueca extraña y se va corriendo por un callejón. Me ha dejado un tanto desilusionada y asustada, por qué no decirlo. Mariconadas, sentencia Carmen y me arrastra hacia una taberna que ella misma denomina “aceptable” y pide un par de manzanillas para ambas. Cuando en Santiago planeábamos este viaje y yo leía sobre el manzanilla, me imaginaba que sería algo parecido a la planta aromática, suave. Estaba nerviosa mientras me leía la mano, creo en esas cosas, atavismos heredados de la abuela Dolores. Tengo la lengua seca y bebo el primer sorbo como si fuera agua. ¡Dios! ¡Cómo arde el líquido cuando baja por el esófago! Lo noto plenamente. Al punto siento, empero, que mis nervios se están templando, y ya estoy plenamente relajada cuando llegamos al hotel de vuelta hacia la una. ¡Qué va! Lo que estoy es bebida. Me río con Carmen por cualquier cosa y el olor a clavel y a azahar ha reemplazado en mi nariz al fétido olor del Guadalquivir que tanto me impresionó ayer.
Entre risas nos dirigimos al ascensor cuando a mis espaldas oigo gritar mi nombre. Me giro y el recepcionista indolentemente me señala para que me acerque a él. Sin cruzar otra palabra conmigo me extiende una nota (es su caligrafía, la reconozco por el resguardo que nos entregó el primer día cuando nos alojamos) en la que leo que debo llamar urgentemente a casa. ¿Por qué este hombre no me dice sin más lo que ha escrito? Su mirada huidiza me convence de que no es desvarío lo suyo sino cobardía, seguramente no quiere reproducir el mensaje que ha dejado la persona que ha llamado y elude el tema entregando una nota. De inmediato se me despeja la cabeza pero el corazón y las sienes laten fuertemente, lo noto, no sé cómo Carmen ni él no los oyen.
III.- LA CARRETERA.

Son las once de la noche. Carmen conduce. Veo su perfil serio, adopta la misma expresión que tenía en el examen final de Derecho Administrativo, cuando íbamos con todo el temario a una única prueba oral en junio. Antes de las dos de la tarde estábamos saliendo de Sevilla. Nos hemos venido relevando al volante y hemos hecho las paradas justas que demandaba el ochocientos cincuenta para no tener un calentamiento del motor. En esos intervalos de tiempo permanecíamos calladas. Carmen hizo un primer y único intento de tranquilizarme diciéndome que seguramente no sería nada cuando le dije que la abuela Dolores se había metido en la cama y me había mandado llamar. Cuando telefoneé a casa, Maruja, la eterna empleada de la casa patrucial me trasmitió su preocupación y me dijo que la abuela no se podía levantar hasta el teléfono y que no demorara mi regreso.
Estamos a punto de entrar en Galicia. Por su postura entiendo que Carmen está extenuada. Le pido que detenga el coche para hacer un nuevo turno y esta vez ni siquiera protesta. Para de inmediato arrimándolo a la cuneta y decide echarse en el asiento de atrás “a estirar las piernas”. En menos de cinco minutos escucho su respiración profunda. Ya no se despertará hasta que yo la zarandee un poco al llegar a su casa en Santiago.
IV.- EL MARCO DE ÁLVARE Y LA GITANA.
Conduzco con prudencia aunque mi corazón desearía que el ochocientos cincuenta blanco volara por la carretera cual nube en los cielos. La mente impone prudencia. Calculo que son casi las seis de la mañana, una densa niebla acompañada de una pertinaz llovizna me acompaña desde hace unos veinte kilómetros. Cuando dejé a Carmen en Santiago llovía torrencialmente, tromba de agua que me acompañaría hasta la entrada en la provincia de Lugo; luego la lluvia solo chispea de cuando en vez. Pero estos últimos kilómetros me obligan a tener los ojos bien abiertos, circulo descendiendo y eso me da cierto vértigo. Detesto esta niebla densa y húmeda que se cuela hasta mis huesos, doliéndome, y que me impide ver con una mínima claridad la vía y sus márgenes: únicamente está pintada el centro de la calzada y conduzco pegada a él: el descenso hasta el Marco de Álvare es peligroso, firme deslizante y curvas sinuosas. Me escuecen los ojos por la falta de sueño y por el esfuerzo a que los someto clavando fijamente la vista en la carretera. Calculo que pasaría a una velocidad de unos cincuenta kilómetros por hora, no más, cuando llego al Marco y, de repente, en el colmado donde también se dan comidas que se encuentra en la curva más peligrosa veo una figura vestida de negro. Está sentada en el escaño de piedra que se encuentra al lado de la puerta cerrada. Al pasar a su altura mi curiosidad es más perentoria que mi cautela y clavo mis ojos en ella: no puede ser, es la gitana de Triana, su rostro era inolvidable. Viste igual que en Triana, enteramente de negro pero tiene un paño negro en la cabeza y a su izquierda yace inerte una guadaña. El pánico se apodera de mí y doy un volantazo frenando bruscamente. En décimas de segundo mi vida entera cruza mi cerebro como un rayo en la arena para hacer cristal; remotamente acierto a oír el ruido de los neumáticos al derrapar sobre el firme. Cuando detengo el coche he sobrepasado la cuneta por el margen derecho y espantada atisbo por la ventanilla el precipicio que tantas vidas ha sesgado….
Temblado y rezando, rezando y temblando, enciendo el contacto y lentamente manejo para sacarnos al coche y a mí de una muerte segura… Afortunadamente aunque el coche es nuevo mi gusto por la conducción data de los comienzos en la facultad y no había coche de amigos o tractor del pueblo que no suplicara me dejaran conducir. Cuando coche y conductora estamos fuera de peligro echo un vistazo atrás: donde he visto a la gitana no hay nadie, solo la maldita guadaña junto con unos aperos manuales que antes no estaban, una azada y una hoz. No pienso que todos ellos son útiles normales en la estación en que me hallo para cualquier labrador, no, mis supersticiones olvidadas en los arcanos de mi mente regresan ahora con claridad. He visto la muerte, mi muerte. Soy una estúpida, he debido hacer caso a la abuela quien desde niña me ha inculcado una larga serie de supercherías acompañadas, eso sí, con la misa diaria para alejar el mal.
No recuerdo cuándo he pisado una Iglesia por última vez; tampoco llevo en el bolso ningún diente de ajo como ella me enseñó ni el Rosario de la Virgen de los Remedios. Ni un solo escapulario me acompaña. Tampoco he cedido en Sevilla. Payos y gitanos nos han ofrecido a Carmen y a mí en cada rincón, en cada puente, en cada calle rosarios, estampas o agua bendita de sus famosas Vírgenes. ¡Por Dios! Si ha llegado la libertad, es el triunfo de la democracia, de la racionalidad y el libre albedrío. No hay ningún plan anticipado, ningún determinismo, somos la consecuencia de nuestros actos.
V.- LA ABUELA.
Cuando aparco el coche delante de la casa patrucial todas las campanas del sinfín de iglesias y capillas de la ciudad gritan las siete horas; alguna lleva cierto retraso, segundos, tal vez un minuto. Mi corazón está a punto de estallar en el pecho, renuncio a la idea de descargar todo el equipaje y solo cojo mi bolso de cuero y el envoltorio en cuyo interior está el lujoso mantón de Manila que he comprado para la abuela. Ha sido un capricho caro pero sabía que siempre deseó tener uno para colocarlo bajo el dengue el 25 de julio, día que se viste con el traje regional, paño, terciopelo, abalorios de azabache, encajes de Camariñas para su blusa y saya de hilo de Holanda.
Golpeo sin muchos miramientos e impaciente la aldaba del inmenso portón que da acceso a la casa, recordando que la abuela siempre ha estimado perfectamente suficiente un solo golpe al hierro. Pronto aparece Maruja desgreñada, su moño prácticamente deshecho bajo la redecilla, envolviéndose en una toquilla verde oscuro los hombros y todo cuanto el camisón raído de tirantes deja a la vista. Me franquea la entrada, le doy dos besos esquivos y la aparto a un lado para dirigirme a la estancia de la abuela a grandes zancadas. Me sigue, ofreciendo desayuno, descanso, la señorita tiene muy mala cara, es mejor que su abuela no la vea así, lávese un poco la cara con el jabón hecho en casa….Apenas comprendo lo que dice. Entro por primera vez en mi vida sin llamar en el cuarto de la abuela y me acerco a la cabecera de su cama. Duerme plácidamente, parece que ha adelgazado un poco y profundos surcos oscuros se han instalado bajo sus ojos cerrados, que parece que se han incrustado más abajo. Esas cuencas no eran tan hondas, pienso. La llamo pero no me responde, sus labios esbozan una sonrisa pero nada más me indica que pueda haber vuelto a la vigilia. Hago un escrutinio a fondo de ese amado ser que yace al parecer plácidamente. No me gusta el color entre amarillento y ceniciento de su rostro: han desaparecido esas leves rosetas que siempre adornaban sus mejillas y que se tornaban después de la siesta más evidentes tras la diaria ingesta del licor de guindas que jamás perdonaba cuando se levantaba de su siesta. Por lo demás, sus manos rugosas están igual, el color de sus uñas idéntico…
.- Abuela… Abuela, eh, -susurro-.
.- É moito mellor que a deixe descansar, señorita. Di o médico que pouco se pode facer xa.
Me giro furiosa, sujeto a Maruja firmemente por el codo y la saco sin demasiadas contemplaciones de la habitación, olvidándome de su edad indefinida y de su eterna lealtad a la abuela.
.- No quiero que digas eso nunca más, ¿me oyes? Y menos ahí dentro; la abuela saldrá de esto, es fuerte.
Maruja asiente por educación, nada dice pero percibo su enojo ante mi alterado comportamiento: ha sido mi niñera, mi confidente, quien secretamente ocultaba a las abuela muchas de mis travesuras y ahora recibe de mí un trato inaudito y brusco.
.- Déitese un pouco, ten mala cara, cando desperte a súa abóa é preferible que teña mellor cara.
La miro por unos segundos, de repente pesan sobre mí los kilómetros, los nervios, la preocupación. Parece percatarse de ello, coge mi mano sin sombra ya de enojo en su actitud y me dejo llevar a mi habitación, abre la puerta y veo la recia y enorme cama de castaño (material por el que finamente se decantó mi padre al comprar uno, de hermosas vetas) que me atrae como un imán.
VI.-LA LUZ BLANCA
Son las once de la noche. Se ha ido el último lugareño del eterno peregrinaje de gente que ha habido todo el día. Visitas a la enferma; desde que me he levantado he porfiado en silencio contra esa antiquísima costumbre lugareña que consiste en visitar a la enferma en sus últimos momentos. Con el trascurso de las horas me he ido convenciendo de que la abuela se muere: ni un solo signo de vida he percibido en ella y ya la boca tiene un rictus grave. He rezado cuando no tenía que hablar con nadie, he colocado un diente de ajo bajo su almohada, ni siquiera he notado nada en ella cuando le susurré lo del mantón de Manila….
Maruja ha cerrado el portón, la aldaba vibra trémula, escucho. Entra cansinamente en la habitación solo alumbrada por un quinqué que está sobre la cómoda. Se sienta en su vieja silla de madera de roble, pequeña pero resistente, como su usuaria. De repente oímos el aullido de un perro a lo lejos; nos miramos. Al lastimero aullido se unen otros y otros; no puede ser, yo no creo en eso. Percibo que la luz del cuarto aumenta de intensidad, me fijo en el quinqué pero brilla igual. ¿Qué es esa luz que invade la habitación? Me duelen los ojos, trato de mantenerlos abiertos, Maruja se ha levantado y yo, que daba vueltas por la estancia, me aferro a sus manos y juntas observamos cómo esa luz blanca se posa sobre el cuerpo de la abuela y la recorre de pies a cabeza. Algo levanta la cabeza de la abuela y sus ojos centellean como jamás los había visto. Se clavan en nosotras, esboza una sonrisa enorme y de repente la luz se va, abandona su cuerpo por la cabeza, cayendo aquél inerte sobre las sábanas…
Es 30 de septiembre de 2012, hay un concurso literario, estoy enferma y sola. Quiero que alguien lea mi relato y me diga si habrá también esa luz para mí en los próximos meses.

FIN
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ciro
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Re: La luz de Mondoñedo

Mensaje por ciro »

No veo la cifi por ninguna parte. Si acaso, algo de relato fantástico. Empieza bien, con buen ritmo, pero a partir del viaje a Sevilla se hace pesado y predecible. No cuadra el lenguaje de la primera parte con la segunda, lo cual te pierde en el tono del relato.
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Topito
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Re: La luz de Mondoñedo

Mensaje por Topito »

Este es el relato de los que he leído que veía que no era de ci-fi. Me ha entretenido, y no me ha costado nada leerlo. Sin embargo, me ha dejado muy preocupado las últimas frases escritas. En serio. No sé si son ciertas o no. Si el autor ha querido mandar el relato por esos motivos que se escriben.
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Nínive
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Re: La luz de Mondoñedo

Mensaje por Nínive »

Lo siento, pero para mi ésto no es ci-fi. :roll:
Esta bien escrito, eso sí. Pero falla la historia.
Por cierto ¿por qué se dan tantos detalles de la cama al principio? Si no tiene nada que ver con el resto del argumento.
Queda descartado por mi parte de la votación por lo mencionado. Lo siento.
Pero aún así, enhorabuena por el relato. :60:
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Ororo
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Re: La luz de Mondoñedo

Mensaje por Ororo »

Este relato no lo englobaría en la ciencia ficción, y eso que mi visión sobre la misma es muy amplia. Podría haber sido una muy buena idea escribir un relato de cifi ambientado en un pequeño pueblo, por ejemplo durante el siglo pasado, utilizando un lenguaje obsoleto que chocara con la modernidad. Habría sido una combinación bomba, aunque muy complicado llevarlo a cabo.
Este relato, abusa de un lenguaje pomposo y me ha resultado cargante. Comienza como una fábula sobre la cama más grande del reino :) , distinto, pero no me ha gustado del todo. Me ha parecido lento, puesto que el viaje a Sevilla está excesivamente detallado y pondría algún punto y aparte más.
En cuanto a la frase final, no entiendo la función que tiene :roll:
En general, no es un relato de ciencia ficción y necesita brío.
1
Bagrar
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Re: La luz de Mondoñedo

Mensaje por Bagrar »

Dejando de lado que no es ciencia ficción, el relato me ha parecido denso, lento y pesado. La descripción de la cama al principio de la historia desconcierta, pues primero pensé que ejercería un peso crucial en la historia que finalmente no se materializa.

Posiblemente el estilo empleado no sea de mi gusto pero eso no quiere decir que esté mal escrito.
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Gisso
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Re: La luz de Mondoñedo

Mensaje por Gisso »

Opinión personal:

Aunque la frase final me deja trastocado (a lo mejor es lo que se busca), voy a tratar la historia por lo que debería ser: un relato de ficción que no de ciencia.

Este relato es para darle el Nobel de escritura, pero no el de ciencia ficción, muchas florituras y más de 3400 palabras ¿para? He acabado leyendo en diagonal, terminándolo a duras penas y dejándome una terrible sensación soporífera. La luz final es más “espiritual” que de ciencia ficción, al menos haber puesto una nave y una abducción o que diga que es de ascendencia de Raticulín y tiene que volver a su mundo... Tal vez en otra clase de concurso... Aunque no creo...

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Berlín
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Re: La luz de Mondoñedo

Mensaje por Berlín »

Este relato ha creado un caos en mi cabeza poco acostumbrada a la ciencia ficción. He estado buscándola por todas partes y no la he visto, he pensado que era un problema mio, que el mensaje debía andar por ahí oculto.
El primer párrafo me lo he leído complacida, porque la narración me ha parecido rica y amena ¡que bien hubiese encajado esa ornamentada cama en un relato mágico! luego cuando el viaje ha comenzado ya me he perdido del todo. Y he notado que el lenguaje, ya más coloquial se ha descuidado mucho. O sea que se ha desinflado...
en fin,la historia no está nada mal, pero quizás deberías haberla guardado para el concurso siguiente, que es libre, y algo más pulida te hubiera quedado estupenda. Mis respetos y mi agradecimiento por compartirla.

¿Ablaciones? ohhh ¿y no sería mejor hacer abluciones? al menos duelen menos...
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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joserc
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Re: La luz de Mondoñedo

Mensaje por joserc »

En mi opinión está muy bien escrito. Domina bien el lenguaje, es conciso, cuenta lo que quiere contar y me ha hecho leer hasta el final, lo cual es algo muy difícil, sin embargo... ¿esto es cifi?

La verdad que me da igual que lo sea o no, porque me gusta, pero no lo encajo en este concurso.

Seguro que este traerá la discusión de si entra o no entra en el género.

En todo caso es bueno.

Felicidades autor.
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Pseudoabulafia
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Re: La luz de Mondoñedo

Mensaje por Pseudoabulafia »

jajajajjajajajajaj
:meparto:

Acabo de terminar de leer este relato y me ha gustado mucho.
Me ha gustado la forma de escribirlo.
Pero llevaba todo El rato pensando "Esto no es cifi" "Esto no es cifi" "Esto no es cifi, ¿habrá sorpresón al final?" "Esto no es cifi, ¿habrá sorpresón al final"

Y el final me ha sorprendido un montón un montón, en efecto. :cunao:
Yo lo interpreto como una broma creada a medida del concurso, del momento y del lector que está leyendo.

Vamos, que no solo me ha gustado la escritura sino también el final, aunque me temo que no lo votaré porque no es cifi.
En cuanto a la historia, la primera parte me ha gustado bastante, pero desde la curva me he salido del relato, porque ha dejado de interesarme o intrigarme. Eso sí, el final me ha resultado todo un shock. :wink:
Seguro que hay luz y gracias por enviar relato aunque no sea cifi. :lengua:
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ukiahaprasim
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Re: La luz de Mondoñedo

Mensaje por ukiahaprasim »

Ciertamente, esto no es SCI-Fi, pero con independencia de eso, creo que el esfuerzo del autor merece ser tenido en cuenta aunque sea a la hora de ser comentado.

La verdad es que el texto está muy, pero que muy bien escrito, al menos para mi gusto.... Y no hablo solo de calidad literaria, sino de ser capaz de transmitir sentimientos y sensaciones al lector...

Pero notese que hablo del texto, no del relato en su integridad... ¿y por qué?.. pues porque este, en su conjunto, me parece un tanto deslabazado, un poco inconexo... cada una de las partes, individualmente, tiene fuerza, pero el conjunto parece exactamente eso, un conjunto de partes cosidas juntas, pero sin formar parte de una estructura comun que les dé sustento.

Empezamos con el colchon, la amiga y el viaje, la estancia en triana, el angustioso viaje de regreso, y la escena final con la abuela... salvo por (o incluso con) el hilo conductor llamada-viaje-abuela que une estos tres ultimos pasajes, cada uno de ellos podría ser extraido de este relato y llevado a formar parte de un relato diferente, usado como base para contruir cinco relatos diferentes, y cada uno de ellos mejor que el actual..

Más aún, todas ellas piden a gritos ser desarrolladas convenientemente, envueltas, ampliadas, distribuidas y entrelazadas en una unica historia comun mucho más amplia y de mayor empaque.

El tono general, la narracion de historias personales, asi como la ultima frase, dan la impresión de tratarse de vivencias personales, aunque la verdad es que yo tengo la impresión de que se trata de una pequeña (y muy acertada) impostura para hacer participe al lector ...

Y aun con todo, me gusta

Ukiah
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Desierto
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Re: La luz de Mondoñedo

Mensaje por Desierto »

El autor nos ha engañado algo a tod@s (ojo, lo digo sin maldad). Me explico: la mayoría de nosostros ha hecho lo mismo, dado que está bien escrito, hemos seguido leyendo y leyendo para ver n qué momento aparecería la cifi, y al final nos hemos quedado con un par de narices.

:eusa_naughty:

No comentaré aquí más porque éste no es su hilo correspondiente.
Es el terreno resbaladizo de los sueños lo que convierte el dormir en un deporte de riesgo.
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kassiopea
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Re: La luz de Mondoñedo

Mensaje por kassiopea »

Pues a mí me ha sorprendido mucho el final, como a Pseudo, pues ya pensaba que no iba a pasar nada y... ¡apareció la luz! He flipado :lol: :lol:
Desde luego, aunque tampoco soy muy entendida en el tema :roll: , esta sorpresa final me parece más de carácter espiritual que no de Ci-Fi, como también la presencia de la gitana leedora de manos apunta más hacia una temática de intriga y misterio... Pero bueno, la verdad es que, intrigada por saber por dónde iba a sonar la flauta, de todos modos he pasado un buen rato :cunao:

También me ha intrigado muchísimo la cama: se ha descrito tan minuciosamente toda su historia, que ya me esperaba que iba a ser un elemento muy importante en la trama, pero luego... :roll: Lo mismo ocurre en las novelas de Stephen King, que está hablando de un personaje durante cinco páginas, y va a la sexta... ¡y lo mata! :icon_no_tenteras:
(King lo puede hacer, porque ya tiene la fama/cama hecha) :mrgreen:

Como ya se ha dicho, a medida que avanza el relato la narración se apresura y pierde algo de calidad.
Ya: Sevilla. Sonreí. Nuestro premio de fin de carrera. Año 1.979.
Encontrarme con esto me ha resultado raro (y me ha hecho detener la lectura y volver un trozo atrás), pienso que chirría el cambio tan brusco de estilo en medio de la narración tan fluida y elegante con la que empezó el relato... Por cosas así, la lectura puede dejar de ser amena :wink:
También es extraño poner un punto delante de los guiones de diálogo :roll:

Saludos y un abrazo :60:


P.D. Espero que la frase final sea ficción, que no ciencia... :P
De tus decisiones dependerá tu destino.


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Saber
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Re: La luz de Mondoñedo

Mensaje por Saber »

Hay algún error más que nada de concentración a mi parecer... un punto tras un signo de interrogación. Una oración como: Mi corazón está a punto de estallar en el pecho. Un guión final donde no debe haberlo...-susurro-. pero poco más.

La historia está muy bien escrita... quizás en ese aspecto sea la mejor del concurso. La historia está bien, es agradable de leer, y es también interesante. No me gustán demasiado sus personajes... pero bien, esto es muy subjetivo. Pues nada... de mis favoritas, va a estar la cosa complicada...


Pd: Acabo de leer los comentarios. No veo por qué esa claridad en cuanto a que no es ciencia ficción. Hay apariciones, hay poderes sobre naturales, y esa luz al final... quién dice que no sea un extraterrestre? Bueh... tal y como está el concurso, yo sí creo que se puede tragar con esto... yo personalmente lo haré. Si no acabo votando por él, no se deberá a eso.

Pd2: Sí, sí... ya sé que las apariciones, lo de adivinar, y la luz final suena más a fantasía. Pero seguro que la muerte se esconde la mayoría del tiempo en otra dimensión xD. Y como ya dije... esa luz final... me extrañaría que no fuera algo extraterrestre... xD. Iba a agregar que este no es mi relato, pero por lo bien escrito que está, supongo que no es necesario.
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elultimo
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Re: La luz de Mondoñedo

Mensaje por elultimo »

Para mí, lo único que busca el autor de este relato es copiar el estilo decimonónico que tan bien emplea RAOUL y tan bien imitó ciro en el concurso anterior
Y ahora, cuando ciro o RAOUL diga alguno de los dos que el relato es suyo, yo me tengo que tragar mis palabras :mrgreen:
En definitiva, se me ha hecho bastante aburrida y pesada, a parte de que ni poniéndole toda la voluntad le he podido encontrar la ciencia ficción por ningún lado.
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