CN1 - Navidades con bechamel - Shirabonita
Moderadores: kassiopea, noramu
CN1 - Navidades con bechamel - Shirabonita
NAVIDADES CON BECHAMEL
Victorina preparaba un gratén especial con bechamel para la cena de Nochebuena.
A sus 83 años mantenía una salud física asombrosa, pero no había ilusión en sus
movimientos mientras colocaba unos cortes de turrón en una bandeja que luego dejó
junto a la botella de vino moscatel y la vitrina de las copas buenas.
Un tibio viento sur hacía tabletear alguna contraventana suelta, con ráfagas ajenas a la
fecha y el invierno.
Victorina era viuda y no le quedaba familia. Nunca tuvo hijos. Los vecinos le habían
invitado a cenar con ellos, sabiendo que estaba sola, pero rechazó la invitación
amablemente, en parte por vergüenza y en parte por orgullo. Ahora se arrepentía y
pensaba: “¡Otra Nochebuena sola!”
Como en años anteriores terminaría emborrachándose con el vino dulce, para alejar el
pasado y los recuerdos. Era el único día del año en que se permitía semejante exceso:
la botella entera.
Llevó el plato de gratén con bechamel al comedor y se dispuso a cenar. Como no
soportaba el discurso de Navidad del rey, tomó un CD para reproducirlo en el equipo
de música: La sinfonía fantástica de Berlioz.
Justo antes de presionar la tecla PLAY escuchó un ruido extraño en el pasillo. La
tarima de madera era vieja y crujía…-¿Qué demonios?- susurró.
******
Jaime era un experto en forzar cerraduras, siempre que no fueran puertas blindadas.
En el centro de la ciudad, aún quedaban muchas casas con puertas antiguas y
cerraduras de sobreponer que eran un juego para él. Su especialidad eran las
ancianitas. Tenían la antigua costumbre de guardar el dinero en casa en vez de en el
banco y algunas conservaban también objetos de valor. Nunca había matado a nadie,
le bastaba con hacer brillar la hoja de su navaja automática y sólo con eso, les entraba
tal pánico que le entregaban dinero y joyas sin rechistar. El pasamontañas garantizaba
su anonimato. Pero esa noche se lo había quitado. No soportaba ese viento sur
extraño, impropio de diciembre.
A esa hora se escuchaban risas y gritos alegres en casi todas las viviendas. La gente
ya celebraba la Nochebuena con sus familias. Pero no escuchó ruido en la casa cuya
cerradura acababa de forzar. Abrió la puerta lo justo para pasar. Caminó por un lateral
del pasillo, la madera siempre se quejaba más por el centro. Pero no pudo evitar un
par de crujidos delatores y de repente…
Se encendió la luz del corredor y apareció una anciana de poca estatura, su cara
estaba cruzada por arrugas profundas y su cabello se veía totalmente blanco. Su ropa
era anticuada pero de buena calidad. Su rostro denotó que estaba asustada pero esa
expresión duró sólo tres o cuatro segundos. De repente, volvió el color a sus mejillas y
una amplia sonrisa le hizo parecer diez años más joven.
-¡Hilario, cariño! ¡Has vuelto! –exclamó radiante-.Y se lanzó a abrazar a Jaime que
estaba tan perplejo que no pudo reaccionar. Mientras Victorina le cubría el rostro de
besos, él comenzó a pensar que la anciana estaba loca. Se dijo que le seguiría la
corriente un rato…Decían que solía ser lo mejor con los enfermos mentales.
-Pero…¡Hilario! ¿Cómo puedes estar tan joven? ¡Si estás igual que en las fotos de
nuestra boda! –Le tomó de la mano-. Ven. Has llegado justo a tiempo para cenar. ¡Ya
no volveré a estar sola por Nochebuena! –rió.
Por suerte, Jaime había leído el nombre de pila de la mujer en el buzón del portal.
Lo tenía por costumbre para intimidar mejor a sus ancianitas. Decidió acompañar a
Victorina en la cena y atracarla después. Incluso sintió una leve compasión por esta
mujer trastornada que le confundía con su antiguo esposo.
-He preparado tu plato favorito, cariño: gratén de carne con bechamel. No hay mucha
cantidad pero lo compartiremos a gusto, verdad?
-Claro, seño…¡Claro cariño! –Corrigió Jaime-. Contigo pan y cebolla. – Y tomó asiento
a una mesa en la que sólo había un plato de comida y una jarra de agua.
Victorina le dio otro abrazo y un beso con lengua que pilló a Jaime completamente
desprevenido. Pudo notar cómo se desplazaba la dentadura postiza y un aliento ácido
le revolvió las tripas. Con todo, él le dio un achuchoncito. Tenía que hacer el paripé de
alguna forma…Intentó sonreír cuando ella se apartó lentamente.
-Voy por otro cubierto. Vuelto enseguida, Hilario.
Pasada la sensación de asco, Jaime se fijó en lo agradable que era la decoración
navideña y vio la palabra “Berlioz” en el display del equipo de música. También
observó que la televisión no estaba encendida. Debió de ser una señora culta en el
pasado: música clásica y una biblioteca anchísima que iba del suelo hasta el techo, en
el salón, separado por un gran arco carpanel del comedor.
Victorina volvió con otro plato de gratén con bechamel, debía de quedar más en el
horno. En la otra mano traía cubiertos y una copa sencilla, entre sus largos dedos.
Colocó todo ello con esmero frente a Jaime. Sacó dos servilletas blancas, de lino, de
un aparador contiguo y se sentó feliz a la mesa.
-Amor mío, no tengo vino para la cena. Sólo moscatel para el turrón del postre. ¿Te
importa que cenemos con agua? –preguntó con los ojos brillantes.
Jaime se quedó un momento en silencio. ¿Cómo iba a adivinar las costumbres del
antiguo marido de esta mujer? Decidió arriesgarse:
-Te propongo una locura, Victorina. Vamos a tomar moscatel desde el principio. No es
lo más apropiado para este plato pero nos iremos emborrachando poco a poco y será
más divertido. ¿Qué te parece? –inquirió, intentando aparentar espontaneidad.
-¡Magnífico! Este es mi Hilario, con sus locuras de siempre. Además, me tienes
que contar qué has hecho en todo este tiempo. ¡Tenemos toda la noche! –Volvió a
levantarse para ir a la cocina.
Jaime se puso nerviosísimo de golpe. ¿Qué le iba a contar? Ni siquiera conocía las
circunstancias de la muerte del difunto. Intentando hilar alguna historia plausible en su
cerebro, se dio cuenta de que la anciana tardaba mucho para traer una simple botella
de moscatel. Se bebió una copa de agua mientras seguía pensando. La bechamel olía
de maravilla pero una mosca se paseaba sobre ella.
******
En la cocina, Victorina ya había descorchado la botella. Las copas que había en el
comedor eran las de diario pero el moscatel debía servirse en las copas buenas. De
éstas, había una con una pequeña muesca en el borde. Ésa iba a ser su propia copa,
que llenó con el vino de color castaño dorado. Tomó otra segunda copa, perfecta, y la
dejó junto a la suya. La mujer llevaba un anillo antiguo, con una esmeralda grande,
tallada en forma de cabujón. Se quitó el anillo y separó la esmeralda del engarce. Un
polvillo de cianuro potásico cayó en la segunda copa. Volvió a cerrar el anillo y se lo
colocó en el dedo medio de la mano izquierda. Luego rellenó la segunda copa con el
dulce moscatel y removió la mezcla con el mango de una cuchara de madera, para no
hacer ruido.
Tomó ambas copas y las puso sobre una bandejita. Con la botella en la otra mano, se
dirigió al comedor. Hilario sonrió débilmente al verla pero estaba bastante pálido.
-¿Te encuentras bien, cariño? –inquirió ella sorprendida.
-Sí, Victorina. Es este maldito viento sur que me da dolor de cabeza. –La sacudió
como si así pudiera aliviarse.
-A mí me pasa lo mismo. No es normal en estas fechas. –Colocó la copa mellada junto
a ella y la otra frente a Jaime-. Será mejor que no nos excedamos con el vino –añadió,
con tono maternal.
Jaime probó el gratén con bechamel y se sorprendió de lo suave y blandito que
estaba. Pero había un sabor extraño de fondo, que no era capaz de identificar. Tomó
luego media copa de moscatel y pensó que la mezcla de sabores era un desastre,
pero procuró sonreír y aparentó que todo estaba delicioso.
-Victorina, sabes que me encanta el pastel de carne, pero no reconozco el sabor del
relleno de este gratén. ¿Qué le has puesto? –preguntó curioso.
-Bueno, ya sabes que todo está muy caro con la crisis, Hilario. En vez de carne
picada, esta vez he probado con sesos y callos de cerdo. ¿Qué te parece, cariño?
Jaime sintió que la náusea subía por su esófago, pero la reprimió con un esfuerzo casi
olímpico. Con la boca pastosa, respondió: -Muy suave y muy original la combinación
de sabores. ¡Estás hecha una cocinera de primera! –Esperó que ella no notara el
hecho de que a partir de ese momento no iba a tomar ni una pizca más de aquella
mezcla repugnante.
-Mi amor, me muero de impaciencia. Por favor, cuéntame qué te ha sucedido en estos
seis años –pidió Victorina.
-Es una larga y extraña historia, cariño –dijo Jaime para ganar tiempo. Y apuró la
copa de moscatel. Para ser vino dulce, le estaba pareciendo muy amargo. No sólo
eso, empezó a sentir náuseas tan fuertes que ya no podía reprimir la arcada y su
respiración se aceleró. La habitación comenzó a girar a su alrededor con Victorina
incluida, que se le acercaba cada vez más.
-¡Cariño, Hilario! ¿Qué te ocurre? –repetía-. Te has puesto todo rojo. ¿Acaso se te ha
ido la comida por el otro lado? –Pero ya no le abrazaba ni le daba besos como antes.
Jaime tenía serias dificultades para hablar y empezó a sufrir convulsiones por todo
el cuerpo. Le sobrevino la espantosa sensación de estar quemándose por dentro y
alargó el brazo hacia la jarra de agua. Pero Victorina fue más rápida que él y alejó la
jarra, fuera de su alcance.
La furia por la crueldad de la anciana loca le dio fuerzas para levantarse pero las
convulsiones eran demasiado intensas y cayó al suelo. Tenía la certeza de que
Victorina lo había envenenado.
Sintió el ritmo acelerado de su propio corazón en las sienes y abrió la boca, como
un pez fuera del agua, intentando respirar. Pero apenas podía tomar una diminuta
bocanada de aire. Escuchaba el parloteo de Victorina que había cambiado por
completo de tono, ahora le mostraba odio y desprecio.
-¡No sabes lo que me has hecho! Eres un hombre sin corazón. Estoy segura de que lo
has pasado en grande viajando y pasando de los brazos de una puta a otra, Mientras
yo permanecía aquí, sola y encerrada, llorando tu ausencia y esperando tu regreso.
Pero a medida que pasaba el tiempo la certeza de que no volverías, se hacía cada vez
mayor. ¡Y ahora te atreves a aparecer por aquí de nuevo, sin explicaciones, y encima
en Nochebuena! –Hizo una pausa-.¡Desalmado! –gritó enfurecida.
La visión de Jaime empezó a volverse borrosa. Mas continuaba sintiendo ese
espantoso fuego interno y el terrible ahogo. Sólo tuvo fuerzas para pronunciar una
palabra: -¡Agua! –Las convulsiones eran cada vez más violentas. Toda su espalda se
doblaba o arqueaba sin que él pudiera hacer nada por evitarlo. Y sus músculos, por
todo el cuerpo, se habían contracturado con un dolor atroz.
-¡Vuelve con tus putas y que te den ellas el agua! –bramó Victorina, llena de cólera.
La visión de Jaime empezó a oscurecerse. Su piel comenzó a tomar un color azulado
y misericordiosamente, perdió el sentido junto a un abeto decorado con espumillón
plateado y bolas rojas. Victorina se le acercó muy lentamente, evaluando con mucha
atención cualquier posible movimiento, pero no detectó ninguno en el cuerpo del
hombre. Habían cesado las convulsiones.
Colocó un espejito frente a la boca y nariz de Jaime y pudo constatar que había dejado
de respirar: No aparecía la más mínima marca de vaho.
Sabía que pronto vendría el paro cardíaco y luego, la muerte, era cuestión de media
hora más, calculando muy por lo alto.
Llena de una triunfante furia exclamó: ¡Con lo que me costó matarte la primera vez,
tenías que volver una segunda para atormentarme! ¡Maldito! –Sus ojos estaban
inyectados en sangre-.Pero esta vez no necesito fingir un accidente.¡No!
¡La Policía no puede nada contra mí porque mi nombre es VICTORIA! –Y con un ansia
compulsiva, se bebió de golpe todo lo que quedaba de la botella de moscatel.
Victorina preparaba un gratén especial con bechamel para la cena de Nochebuena.
A sus 83 años mantenía una salud física asombrosa, pero no había ilusión en sus
movimientos mientras colocaba unos cortes de turrón en una bandeja que luego dejó
junto a la botella de vino moscatel y la vitrina de las copas buenas.
Un tibio viento sur hacía tabletear alguna contraventana suelta, con ráfagas ajenas a la
fecha y el invierno.
Victorina era viuda y no le quedaba familia. Nunca tuvo hijos. Los vecinos le habían
invitado a cenar con ellos, sabiendo que estaba sola, pero rechazó la invitación
amablemente, en parte por vergüenza y en parte por orgullo. Ahora se arrepentía y
pensaba: “¡Otra Nochebuena sola!”
Como en años anteriores terminaría emborrachándose con el vino dulce, para alejar el
pasado y los recuerdos. Era el único día del año en que se permitía semejante exceso:
la botella entera.
Llevó el plato de gratén con bechamel al comedor y se dispuso a cenar. Como no
soportaba el discurso de Navidad del rey, tomó un CD para reproducirlo en el equipo
de música: La sinfonía fantástica de Berlioz.
Justo antes de presionar la tecla PLAY escuchó un ruido extraño en el pasillo. La
tarima de madera era vieja y crujía…-¿Qué demonios?- susurró.
******
Jaime era un experto en forzar cerraduras, siempre que no fueran puertas blindadas.
En el centro de la ciudad, aún quedaban muchas casas con puertas antiguas y
cerraduras de sobreponer que eran un juego para él. Su especialidad eran las
ancianitas. Tenían la antigua costumbre de guardar el dinero en casa en vez de en el
banco y algunas conservaban también objetos de valor. Nunca había matado a nadie,
le bastaba con hacer brillar la hoja de su navaja automática y sólo con eso, les entraba
tal pánico que le entregaban dinero y joyas sin rechistar. El pasamontañas garantizaba
su anonimato. Pero esa noche se lo había quitado. No soportaba ese viento sur
extraño, impropio de diciembre.
A esa hora se escuchaban risas y gritos alegres en casi todas las viviendas. La gente
ya celebraba la Nochebuena con sus familias. Pero no escuchó ruido en la casa cuya
cerradura acababa de forzar. Abrió la puerta lo justo para pasar. Caminó por un lateral
del pasillo, la madera siempre se quejaba más por el centro. Pero no pudo evitar un
par de crujidos delatores y de repente…
Se encendió la luz del corredor y apareció una anciana de poca estatura, su cara
estaba cruzada por arrugas profundas y su cabello se veía totalmente blanco. Su ropa
era anticuada pero de buena calidad. Su rostro denotó que estaba asustada pero esa
expresión duró sólo tres o cuatro segundos. De repente, volvió el color a sus mejillas y
una amplia sonrisa le hizo parecer diez años más joven.
-¡Hilario, cariño! ¡Has vuelto! –exclamó radiante-.Y se lanzó a abrazar a Jaime que
estaba tan perplejo que no pudo reaccionar. Mientras Victorina le cubría el rostro de
besos, él comenzó a pensar que la anciana estaba loca. Se dijo que le seguiría la
corriente un rato…Decían que solía ser lo mejor con los enfermos mentales.
-Pero…¡Hilario! ¿Cómo puedes estar tan joven? ¡Si estás igual que en las fotos de
nuestra boda! –Le tomó de la mano-. Ven. Has llegado justo a tiempo para cenar. ¡Ya
no volveré a estar sola por Nochebuena! –rió.
Por suerte, Jaime había leído el nombre de pila de la mujer en el buzón del portal.
Lo tenía por costumbre para intimidar mejor a sus ancianitas. Decidió acompañar a
Victorina en la cena y atracarla después. Incluso sintió una leve compasión por esta
mujer trastornada que le confundía con su antiguo esposo.
-He preparado tu plato favorito, cariño: gratén de carne con bechamel. No hay mucha
cantidad pero lo compartiremos a gusto, verdad?
-Claro, seño…¡Claro cariño! –Corrigió Jaime-. Contigo pan y cebolla. – Y tomó asiento
a una mesa en la que sólo había un plato de comida y una jarra de agua.
Victorina le dio otro abrazo y un beso con lengua que pilló a Jaime completamente
desprevenido. Pudo notar cómo se desplazaba la dentadura postiza y un aliento ácido
le revolvió las tripas. Con todo, él le dio un achuchoncito. Tenía que hacer el paripé de
alguna forma…Intentó sonreír cuando ella se apartó lentamente.
-Voy por otro cubierto. Vuelto enseguida, Hilario.
Pasada la sensación de asco, Jaime se fijó en lo agradable que era la decoración
navideña y vio la palabra “Berlioz” en el display del equipo de música. También
observó que la televisión no estaba encendida. Debió de ser una señora culta en el
pasado: música clásica y una biblioteca anchísima que iba del suelo hasta el techo, en
el salón, separado por un gran arco carpanel del comedor.
Victorina volvió con otro plato de gratén con bechamel, debía de quedar más en el
horno. En la otra mano traía cubiertos y una copa sencilla, entre sus largos dedos.
Colocó todo ello con esmero frente a Jaime. Sacó dos servilletas blancas, de lino, de
un aparador contiguo y se sentó feliz a la mesa.
-Amor mío, no tengo vino para la cena. Sólo moscatel para el turrón del postre. ¿Te
importa que cenemos con agua? –preguntó con los ojos brillantes.
Jaime se quedó un momento en silencio. ¿Cómo iba a adivinar las costumbres del
antiguo marido de esta mujer? Decidió arriesgarse:
-Te propongo una locura, Victorina. Vamos a tomar moscatel desde el principio. No es
lo más apropiado para este plato pero nos iremos emborrachando poco a poco y será
más divertido. ¿Qué te parece? –inquirió, intentando aparentar espontaneidad.
-¡Magnífico! Este es mi Hilario, con sus locuras de siempre. Además, me tienes
que contar qué has hecho en todo este tiempo. ¡Tenemos toda la noche! –Volvió a
levantarse para ir a la cocina.
Jaime se puso nerviosísimo de golpe. ¿Qué le iba a contar? Ni siquiera conocía las
circunstancias de la muerte del difunto. Intentando hilar alguna historia plausible en su
cerebro, se dio cuenta de que la anciana tardaba mucho para traer una simple botella
de moscatel. Se bebió una copa de agua mientras seguía pensando. La bechamel olía
de maravilla pero una mosca se paseaba sobre ella.
******
En la cocina, Victorina ya había descorchado la botella. Las copas que había en el
comedor eran las de diario pero el moscatel debía servirse en las copas buenas. De
éstas, había una con una pequeña muesca en el borde. Ésa iba a ser su propia copa,
que llenó con el vino de color castaño dorado. Tomó otra segunda copa, perfecta, y la
dejó junto a la suya. La mujer llevaba un anillo antiguo, con una esmeralda grande,
tallada en forma de cabujón. Se quitó el anillo y separó la esmeralda del engarce. Un
polvillo de cianuro potásico cayó en la segunda copa. Volvió a cerrar el anillo y se lo
colocó en el dedo medio de la mano izquierda. Luego rellenó la segunda copa con el
dulce moscatel y removió la mezcla con el mango de una cuchara de madera, para no
hacer ruido.
Tomó ambas copas y las puso sobre una bandejita. Con la botella en la otra mano, se
dirigió al comedor. Hilario sonrió débilmente al verla pero estaba bastante pálido.
-¿Te encuentras bien, cariño? –inquirió ella sorprendida.
-Sí, Victorina. Es este maldito viento sur que me da dolor de cabeza. –La sacudió
como si así pudiera aliviarse.
-A mí me pasa lo mismo. No es normal en estas fechas. –Colocó la copa mellada junto
a ella y la otra frente a Jaime-. Será mejor que no nos excedamos con el vino –añadió,
con tono maternal.
Jaime probó el gratén con bechamel y se sorprendió de lo suave y blandito que
estaba. Pero había un sabor extraño de fondo, que no era capaz de identificar. Tomó
luego media copa de moscatel y pensó que la mezcla de sabores era un desastre,
pero procuró sonreír y aparentó que todo estaba delicioso.
-Victorina, sabes que me encanta el pastel de carne, pero no reconozco el sabor del
relleno de este gratén. ¿Qué le has puesto? –preguntó curioso.
-Bueno, ya sabes que todo está muy caro con la crisis, Hilario. En vez de carne
picada, esta vez he probado con sesos y callos de cerdo. ¿Qué te parece, cariño?
Jaime sintió que la náusea subía por su esófago, pero la reprimió con un esfuerzo casi
olímpico. Con la boca pastosa, respondió: -Muy suave y muy original la combinación
de sabores. ¡Estás hecha una cocinera de primera! –Esperó que ella no notara el
hecho de que a partir de ese momento no iba a tomar ni una pizca más de aquella
mezcla repugnante.
-Mi amor, me muero de impaciencia. Por favor, cuéntame qué te ha sucedido en estos
seis años –pidió Victorina.
-Es una larga y extraña historia, cariño –dijo Jaime para ganar tiempo. Y apuró la
copa de moscatel. Para ser vino dulce, le estaba pareciendo muy amargo. No sólo
eso, empezó a sentir náuseas tan fuertes que ya no podía reprimir la arcada y su
respiración se aceleró. La habitación comenzó a girar a su alrededor con Victorina
incluida, que se le acercaba cada vez más.
-¡Cariño, Hilario! ¿Qué te ocurre? –repetía-. Te has puesto todo rojo. ¿Acaso se te ha
ido la comida por el otro lado? –Pero ya no le abrazaba ni le daba besos como antes.
Jaime tenía serias dificultades para hablar y empezó a sufrir convulsiones por todo
el cuerpo. Le sobrevino la espantosa sensación de estar quemándose por dentro y
alargó el brazo hacia la jarra de agua. Pero Victorina fue más rápida que él y alejó la
jarra, fuera de su alcance.
La furia por la crueldad de la anciana loca le dio fuerzas para levantarse pero las
convulsiones eran demasiado intensas y cayó al suelo. Tenía la certeza de que
Victorina lo había envenenado.
Sintió el ritmo acelerado de su propio corazón en las sienes y abrió la boca, como
un pez fuera del agua, intentando respirar. Pero apenas podía tomar una diminuta
bocanada de aire. Escuchaba el parloteo de Victorina que había cambiado por
completo de tono, ahora le mostraba odio y desprecio.
-¡No sabes lo que me has hecho! Eres un hombre sin corazón. Estoy segura de que lo
has pasado en grande viajando y pasando de los brazos de una puta a otra, Mientras
yo permanecía aquí, sola y encerrada, llorando tu ausencia y esperando tu regreso.
Pero a medida que pasaba el tiempo la certeza de que no volverías, se hacía cada vez
mayor. ¡Y ahora te atreves a aparecer por aquí de nuevo, sin explicaciones, y encima
en Nochebuena! –Hizo una pausa-.¡Desalmado! –gritó enfurecida.
La visión de Jaime empezó a volverse borrosa. Mas continuaba sintiendo ese
espantoso fuego interno y el terrible ahogo. Sólo tuvo fuerzas para pronunciar una
palabra: -¡Agua! –Las convulsiones eran cada vez más violentas. Toda su espalda se
doblaba o arqueaba sin que él pudiera hacer nada por evitarlo. Y sus músculos, por
todo el cuerpo, se habían contracturado con un dolor atroz.
-¡Vuelve con tus putas y que te den ellas el agua! –bramó Victorina, llena de cólera.
La visión de Jaime empezó a oscurecerse. Su piel comenzó a tomar un color azulado
y misericordiosamente, perdió el sentido junto a un abeto decorado con espumillón
plateado y bolas rojas. Victorina se le acercó muy lentamente, evaluando con mucha
atención cualquier posible movimiento, pero no detectó ninguno en el cuerpo del
hombre. Habían cesado las convulsiones.
Colocó un espejito frente a la boca y nariz de Jaime y pudo constatar que había dejado
de respirar: No aparecía la más mínima marca de vaho.
Sabía que pronto vendría el paro cardíaco y luego, la muerte, era cuestión de media
hora más, calculando muy por lo alto.
Llena de una triunfante furia exclamó: ¡Con lo que me costó matarte la primera vez,
tenías que volver una segunda para atormentarme! ¡Maldito! –Sus ojos estaban
inyectados en sangre-.Pero esta vez no necesito fingir un accidente.¡No!
¡La Policía no puede nada contra mí porque mi nombre es VICTORIA! –Y con un ansia
compulsiva, se bebió de golpe todo lo que quedaba de la botella de moscatel.
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
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Re: CN1 - Navidades con bechamel
El primero que leo y resulta que es muy parecido al que empecé a escribir yo y descarté a la mitad...
Pensaba terminarlo y subirlo después del concurso a LFE, pero creo que ya no lo voy a hacer, porque va a parecer un plagio
Sobre el relato, me ha chocado que llevase el anillo con cianuro ahí preparado cuando le pilla todo de sorpresa. Parece que lo tiene como quien tiene un kilo de patatas, como lo más normal del mundo.
En general, me ha gustado.
1, 2... 1, 2... probando...
Re: CN1 - Navidades con bechamel
JAJAJA!!! ME encantan esos finales, siempre me pillan desprevenidos, que bruja la vieja!!!!!!!!
Me ha gustado, se me ha hecho rapidísimo!!! Hubiera preferido más sangre pero para ser el primero que leo empieza bien.
El titulo me encanta!!!!
Me ha gustado, se me ha hecho rapidísimo!!! Hubiera preferido más sangre pero para ser el primero que leo empieza bien.
El titulo me encanta!!!!
Re: CN1 - Navidades con bechamel
Y es que yo siempre lo he dicho:
¡¡¡no fiaros de las frágiles ancianitas, pues detrás de su delicada y quebradiza apariencia se esconde un asesino en serie con la maldad de Jack el destripador y la sed de sangre de La condesa sangrienta!!!
Me gusta este tipo de terror, porque proviene de lo cotidiano.
El tema del cianuro tampoco me convence demasiado, porque es cierto que parece que lo estaba esperando y no veo el motivo.
Pero en conjunto felicidades, autor anónimo, porque me lo he pasado realmente bien leyéndote. Y el título es muy de mi gusto jaja
¡¡¡no fiaros de las frágiles ancianitas, pues detrás de su delicada y quebradiza apariencia se esconde un asesino en serie con la maldad de Jack el destripador y la sed de sangre de La condesa sangrienta!!!
Me gusta este tipo de terror, porque proviene de lo cotidiano.
El tema del cianuro tampoco me convence demasiado, porque es cierto que parece que lo estaba esperando y no veo el motivo.
Pero en conjunto felicidades, autor anónimo, porque me lo he pasado realmente bien leyéndote. Y el título es muy de mi gusto jaja
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
Re: CN1 - Navidades con bechamel
¡Hola socio del terror!
He leído tu relato con mucha agilidad. Ese es un punto a favor. Es dinámino y me gusta cómo está escrito.
Lo que no me acaba de convencer son los personajes. Ella con esa capacidad de planificación sobre la marcha, él tan cándido siendo ladrón.
Lo mejor ese "vete con tus putas y que te den ellas el agua", que me ha encantado y otra frase en la que dice "con lo que me costó matarte la primera vez..."
Aunque no me ha dado nada de miedo, sino algún momento hilarante, me ha gustado la mezcla.
Enhorabuena por el relato
He leído tu relato con mucha agilidad. Ese es un punto a favor. Es dinámino y me gusta cómo está escrito.
Lo que no me acaba de convencer son los personajes. Ella con esa capacidad de planificación sobre la marcha, él tan cándido siendo ladrón.
Lo mejor ese "vete con tus putas y que te den ellas el agua", que me ha encantado y otra frase en la que dice "con lo que me costó matarte la primera vez..."
Aunque no me ha dado nada de miedo, sino algún momento hilarante, me ha gustado la mezcla.
Enhorabuena por el relato
Siempre contra el viento
Re: CN1 - Navidades con bechamel
Se me olvidó decir que seguro que como a Berlín me encantó el morreo de la ancianita!!!
Re: CN1 - Navidades con bechamel
Dori25 escribió:Se me olvidó decir que seguro que como a Berlín me encantó el morreo de la ancianita!!!
jajaja ¡ya te digo!
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
Re: CN1 - Navidades con bechamel
Miedo no me ha dado, pero lo que me he reído con el final. Vaya con la vieja, ¡menuda crack! Jajaja, "¡vuelve con tus putas y que te den ellas el agua!".
Felicidades al autor o autora. Creo saber quien es... pero viendo los resultados de mis apuestas del último concurso, dudo de mí mismo xD.
Recuerde autor o autora, que las rayas de diálogo no son lo mismo que los guiones.
Felicidades al autor o autora. Creo saber quien es... pero viendo los resultados de mis apuestas del último concurso, dudo de mí mismo xD.
Recuerde autor o autora, que las rayas de diálogo no son lo mismo que los guiones.
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Re: CN1 - Navidades con bechamel
Una cosa, yo creo que la buena señora llevaba el cianuro porque estaba obsesionada pensando con que volviera el marido y por eso lo confundió además.
Re: CN1 - Navidades con bechamel
Sencillo, fácil de leer y divertido. Genial!!
Vaya bruja. Ni los delincuentes andan seguros últimamente. Hilario tiene que estar alucinando en el más allá comentando la jugada con el chorizo.jajaja
Enhorabuena y Feliz Navidad.
Vaya bruja. Ni los delincuentes andan seguros últimamente. Hilario tiene que estar alucinando en el más allá comentando la jugada con el chorizo.jajaja
Enhorabuena y Feliz Navidad.
En paz descanses, amigo.
Re: CN1 - Navidades con bechamel
Creo que al protagonista le habría ido mejor si se hubiese limitado a sacar la navaja
¡Muy bien relatado! El momento en que se estaba muriendo, lo del beso con lengua y algún otro momento me ha impresionado.
¡Muy bien relatado! El momento en que se estaba muriendo, lo del beso con lengua y algún otro momento me ha impresionado.
Re: CN1 - Navidades con bechamel
Jeje, muy bueno. Muy fresco y entretenido. Los detalles son lo que le dan vida al texto; ese beso, esos callos de cerdo mezclados con sesos... ugh.. mira que me gustan por separado, pero juntos y bajo una bechamel... Aunque, no sé por qué, esperaba que el viento del sur tuviera algún otro protagonismo.
Me recuerda algún capítulo de aquella serie, Cuentos desde la cripta, en el que el supuesto asesino se convierte en víctima.
¡Muy buen relato!
Me recuerda algún capítulo de aquella serie, Cuentos desde la cripta, en el que el supuesto asesino se convierte en víctima.
¡Muy buen relato!
- ukiahaprasim
- Robotillo
- Mensajes: 37965
- Registrado: 15 May 2007 19:23
- Contactar:
Re: CN1 - Navidades con bechamel
el "vuelve con tus putas" me mata.... pero el "con lo que me costó matarte la primera vez" me remata...
Y yo que pensé que la viejecilla estaba improvisando para librarse del ladron, y en realidad estaba como un cencerro...
Ciertamente el cianuro en el anillo es un poco forzado, mejor lo hubiera sacado de algun bote oculto en la cocina... aunque el tema de aparecer a rostro descubierto porque le molestaba el viento, me parece mas increible en un asaltante a mano armada...
Ukiah
Y yo que pensé que la viejecilla estaba improvisando para librarse del ladron, y en realidad estaba como un cencerro...
Ciertamente el cianuro en el anillo es un poco forzado, mejor lo hubiera sacado de algun bote oculto en la cocina... aunque el tema de aparecer a rostro descubierto porque le molestaba el viento, me parece mas increible en un asaltante a mano armada...
Ukiah
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- jilguero
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Re: CN1 - Navidades con bechamel
Me lo he bebido. Me ha parecido un relato del que Hitchcock haría una buena escinificación, como hizo en Cordero para cenar con el cuento de Dahl. Y el final me ha sorprendido, lo cual es algo que agradezco.
Terror, terror, no me ha dado, pero es que darlo en un relato es complicadísimo. En cuanto a si el anillo es forzado o no, pues teniendo en cuenta los antecedentes de la anciana y su estado mental (sesos con callos y bechamel escuchando a Berlioz), ¿por qué no? Lo que no cojo es lo que dice al final sobre su nombre: ¿un chiste? Si es así, lo habría evitado, terminando el relato con el "¡Maldito!". Pero lo dicho, un buen relato
Terror, terror, no me ha dado, pero es que darlo en un relato es complicadísimo. En cuanto a si el anillo es forzado o no, pues teniendo en cuenta los antecedentes de la anciana y su estado mental (sesos con callos y bechamel escuchando a Berlioz), ¿por qué no? Lo que no cojo es lo que dice al final sobre su nombre: ¿un chiste? Si es así, lo habría evitado, terminando el relato con el "¡Maldito!". Pero lo dicho, un buen relato
¿Qué me está pasando? Las cavilaciones de Juan Mute
El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
Re: CN1 - Navidades con bechamel
Es el primero que he leído. En algunos momentos me he reído y miedo he pasado poco. Ha tenido buenos momentos. El final me ha sorprendido, pensaba que la ancianita se había dado cuenta de a qué venía y estaba jugando con el ladrón (y ya de paso se aprovecha para morrearle ). Que tuviera el arsénico en el anillo me ha extrañado, tener el veneno tan a mano no me ha resultado muy creíble, quizá si lo hubiera tenido escondido en el fondo de algún cajón me hubiera parecido mejor.
El título me llamó la atención, me gusta mucho. Aunque no haya pasado miedo, sí he pasado un buen rato leyéndolo.
El título me llamó la atención, me gusta mucho. Aunque no haya pasado miedo, sí he pasado un buen rato leyéndolo.