CN1 - El último heavy metal - Isma

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CN1 - El último heavy metal - Isma

Mensaje por lucia »

El último heavy metal

Se llama Curro y el negro es su color. Negros son los vaqueros que viste. Negra es su
camiseta, en la que los cuatro hercúleos componentes de Manowar reivindican su legítimo
lugar en el podio del metal. Negra es su chupa de cuero y negro es su pelo largo, negro su
inseparable walkman y negros sus ojos negros; toda esta oscuridad, resonante de punteos
de guitarra eléctrica y de poderosas baterías, es aún más oscura por el contraste con su piel
blanca como la leche.

Curro vive en un recóndito y anodino pueblo en la Extremadura profunda de la España de
nuestros días, Corregato de los Rodiles. Corregato es famoso en los círculos arqueológicos por
su vetusto circo romano, apenas unas rocas sobresaliendo del suelo como dientes mellados.
La antigua gloria romana es sin embargo eclipsada por la magnificencia de la cercana Mérida,
infinitamente más rica. Aparte del viejo circo, en Corregato no hay mucho que hacer, salvo
ver crecer la hierba y contemplar el paso de las nubes. Por eso fue todo un acontecimiento
cuando Alejandro Sanz, el famoso cantautor e ídolo de masas, anunció su intención de dar
un concierto en la pequeña localidad durante la época navideña. Los carteles anunciando el
evento, a celebrarse en un par de días en el mismo circo romano, son visibles ahora por toda
la calle mayor, entremezclados con los variados adornos navideños que los corregateños han
tenido a bien disponer en las fachadas de sus casas.

En el único bar roquero del pueblo Curro pasa la nochebuena en compañía de Sara, su novia
psicótica; de su amigo Benito, el propietario del antro; y de Juanjo, su amigo del alma.

– Ayer estuve en el Carrefour de Mérida y encontré esta joya por un euro –comenta orgulloso
Curro, enseñando una descolorida casete de Manowar con pegatinas navideñas.

– ¡Cojonudo! Eso sí que es música y no la mierda de Alejandro Sanz, que Crom se cague en
su alma –reniega por enésima vez Benito. El barman es rechoncho y bajito y contrasta con la
altura desgarbada de Juanjo. Por los altavoces suena Rammstein. Salvo por ellos cuatro el
bar se encuentra desierto. Curro da un trago a su sempiterna cerveza mientras asiente. Sara
enciende por millonésima vez su mechero. La llama ilumina brevemente su expresión angelical
y le ayuda a centrarse en el momento presente. Juanjo, tras unos instantes de concentrada
cavilación, responde a Benito.

– Ni Crom ni leches. Lo único que importa es que dentro de unos días esto estará lleno de tías
locas por follar.

– Pijas –responde Sara–. ¿Te lo harías con una pija de esas?

Curro, sabiamente, no contesta. Juanjo nunca ha tenido pelos en la lengua:

– Esta noche me tiraría hasta a un reno.

Mientras los cuatro amigos beben en el bar, los mentados renos del trineo de Papá Noel
se encuentran en estos momentos acercándose a Corregato a gran velocidad. El trineo,
volando mágicamente sobre la árida estepa extremeña, tira de un casi interminable convoy
de vagones repletos de regalos. Papá Noel en persona, como lleva siendo tradición desde
tiempos inmemoriales, dirige la caravana. Pero mientras el anciano bonachón vuela camino
de Corregato una sombra oscurece su cara. Papá Noel quiere resolver el compromiso con el
pequeño pueblo lo antes posible.

Papá Noel recuerda. Hace dos semanas, mientras leía las cartas de los niños y apuntaba sus
peticiones en un grueso tomo dorado, un elfo de servicio dejó sobre su mesa una carta de
bordes rojos.

– Así que una carta prioritaria –pensó en voz alta Papá Noel, mientras sostenía alegre la carta
entre sus manos regordetas–. ¡Elfos, tocad las campanas! Aquí tenemos los deseos de un niño
puro, cuyo comportamiento sin mácula lo ha hecho merecedor de un honor especial.

Decenas de elfos, obedientes, hicieron tocar todas las campanillas subterráneas del refugio de
Papá Noel en el lejano ártico. Rintitín, rampampán. Papá Noel estaba de excelente humor. Con
ambas manos levantó la carta sobre su cabeza.

– ¡Jo, jo, jo! –rió una vez más el legendario avatar navideño mientras rasgaba el envoltorio–.
Siguiendo la tradición que se remonta al principio de los tiempos, a este niño bienintencionado
no se le negará deseo alguno.

Papá Noel leyó la carta. La sonrisa se borró de su cara. Volvió a leerla. Tragó saliva.

– Tú –señaló a un elfo que pasaba–. Tráeme un vaso de Levantaduendes. Espera –recapacitó
brevemente–. Mejor tráeme una botella.

Dos semanas después de aquel recuerdo, Papá Noel se aleja ya de Corregato con cara
circunspecta tras haber cumplido con su deber. Por las calles del pueblo comienza a soplar un
helado viento invernal. Los carteles de Alejandro Sanz se agitan y tiemblan.

En el pequeño bar suena la rasgada música de Metallica y su Master of Puppets cuando la
puerta se abre de golpe. El viento silba y ulula, introduciendo polvo y hojas secas en el local.
Una figura oscura se recorta contra la puerta.

– Está cerrado, tío –dice Benito sin mucha convicción.

– Nuuuuuuuu –articula la figura.

– ¡Que te des el piro! –Juanjo lleva ya ocho cervezas. Podría hacerse una coleta con los pelos
de su lengua.

– ¡Nuuuuuuuu! –repite la figura, saltando sobre el grupo.

– ¡De puta madre! –salta entusiasmado Benito–. ¡Es un zombi!

Efectivamente, la figura responde a la descripción estándar de un zombi. Jirones pútridos
de ropa cubren un cuerpo descompuesto. Mechones de pelo raído cuelgan de una calavera
de carne muerta en la que dos ojos vacíos miran sin ver. El zombi se abalanza con dedos
esqueléticos sobre Juanjo, que chilla como un cordero degollado. Curro, poco aficionado a las
peleas, se cae al suelo desde su taburete.

– ¡Me ha mordido el hijoputa! –aulla Juanjo.

– ¡Joder, Benito! –despotrica Curro desde el suelo–. ¡El suelo está lleno de mierda!

Juanjo forcejea con el zombi, agarrado a su cuello. Benito observa con fascinación morbosa
la escena desde detrás de la barra. Curro intenta levantarse pese a la firme oposición de su
intoxicación etílica. Sara levanta sobre su cabeza un taburete y lo descarga con una fuerza
inusitada sobre el zombi. El zombi cae, arrastrando en su caída a Curro. Juanjo recupera el
equilibrio y comienza a patear al muerto viviente. El zombi pierde un brazo. Benito sale de
detrás de la barra y remata al engendro caído con una bombona de campingas. El zombi,
claramente sobrepasado, se desploma y regresa al abismo negro del que nunca debió haber
salido.

– ¿Ahora sacas la bombona? –Juanjo recrimina a Benito. Sara ayuda a levantarse a Curro,
parcialmente cubierto por trocitos de carne muerta.

– Es la última que tengo –se defiende Benito.

– Parad, tíos –la voz pastosa de Curro se impone–. Escuchad.

Por la puerta entreabierta se escucha un murmullo apagado, una especie de nuuuuu
ininterrumpido. Si un observador ajeno a la escena siguiera el sonido, encontraría en su origen
una marabunta de muertos vivientes, parados como pasmarotes en la calle mayor. Existe
una razón para su desconcierto, además de su lamentable estado físico. Hasta hace unos
minutos estaban disfrutando del calor del infierno. De repente, escucharon un tintineo de
campanillas y un resoplar de animales grandes, como de renos. Y sin apenas transición se
vieron transportados a este extraño lugar, donde en vez de fuegos infernales sopla el viento
helado del más frío invierno extremeño. Como para no sorprenderse.

El reloj de la plaza del pueblo comienza a dar las doce campanadas y aprovechando la
confusión de la turba los cuatro compañeros, embravecidos por el alcohol y su reciente victoria
sobre el triste engendro demoníaco, salen a la calle dispuestos a partirse la cara por Corregato
y la humanidad. Se han armado como mejor han podido. Juanjo sostiene una barra de lomo en
cada mano. Sara tiene en la izquierda un aerosol y en la derecha su mechero, con intenciones
previsiblemente incendiarias. Benito acarrea su campingas, arma contundente donde las haya.

Curro, sintiéndose un poco desnudo con su litrona de cerveza, aprovecha para darse la vuelta
y vomitar parte de sus desgracias sobre el pavimento adoquinado.

Los cuatro forman una estampa de leyenda, casi inmóviles y sin tambalearse demasiado, frente
a la nutrida marabunta infernal.

El reloj de la plaza del pueblo termina de dar las doce campanadas. La hora de las brujas
es, por tradición, signo de buen fario para los engendros sombríos. Alentados por ella varios
zombis dirigen sus miradas lechosas hacia los cuatro compañeros. Sea lo que sea que ha
pasado, carne fresca es carne fresca, piensan con sus putrefactos pensamientos. Otros zombis
se contagian de los primeros, y la reacción en cadena se propaga con rapidez, resultando en
que miles de zombis dirigen su atención hacia los cuatro. Un zombi un poco más despierto que
el resto toma la iniciativa y da unos pasos hacia los valientes. Su ejemplo es inmediatamente
copiado por otros cientos, con mayor o menor fortuna de acuerdo a sus circunstancias de
fallecimiento y decadencia. Pronto la calle entera está en movimiento hacia los cuatro amigos.

Benito echa a correr en dirección opuesta a los zombis.

– ¡Nos vemos tíos!

– ¡Espera! ¡Vuelve aquí, cobarde! –Curro se gira y persigue a Benito calle abajo. Sara, tras
unos momentos de indecisión, sigue a su amado.

– ¡A ver quién de vosotros aún tiene cojones, putos zombis! –espeta Juanjo a nadie concreto
de la marabunta mientras se da la vuelta y los sigue.

Los cuatro corren ya sin disimulo tanto como sus piernas les permiten. La calle desemboca
sin remisión en el antiguo circo romano decorado con las pancartas gigantes del concierto de
Alejandro Sanz. Al llegar a las vallas del exterior del recinto, Juanjo salta la reja con rapidez,
Sara está en un segundo abajo y al siguiente arriba, ayudando a Curro, menos ágil que un
madero, a trepar, Benito suda la gota gorda para alzarse sobre los hierros, agarrándose a
Curro entre sollozos. Los zombis simplemente se aprietan contra la valla metálica hasta que el
peso la tumba.

Atropelladamente los cuatro recorren el espacio vacío de las ruinas y suben las escaleras
del escenario en el otro extremo. Desde arriba la vista es dantesca. Todo el recinto del circo
romano se encuentra lleno a rebosar de zombis desmelenados, aunque fieles a la verdad
hay que reconocer que pocos de ellos conservan aún el pelo. Los muertos vivientes chocan
contra el entramado de metal como las olas de un mar pútrido y descompuesto. Juanjo blande
sus barras de lomo contra los que intentan trepar al entarimado, a su lado Benito descarga la
campingas a diestro y siniestro, Sara es un torbellino de llamaradas de fuego. Alejandro Sanz,
ataviado con un simpático gorro de Papá Noel, observa todo esto desde el poster gigante que
decora el fondo del escenario. Un zombi se acerca demasiado a Curro, que se desmaya.

– Esto es el fin, amigos –resuella Benito sin aliento, dando un bombonazo a otro zombi.

– Si esto es el fin, siempre hay algo que he querido hacer –responde Juanjo. Tirando las barras
de lomo, se rasga la camiseta y coge carrerilla. Comienza a correr disponiéndose a saltar sobre
la muchedumbre infernal. Benito se lanza a sus pies y lo agarra en el último momento. Juanjo
trastabilla y cae antes de completar su carrera.

– Me has arrebatado la mejor muerte que un heavy puede desear –solloza Juanjo–. Pero me
vengaré.

Juanjo se baja los pantalones y se acuclilla. Benito aparta la vista.

– Putos aficionados –Sara continúa quemando zombis como si le fuera la vida en ello, lo que
en efecto es cierto, porque la situación es insostenible. Varios han subido ya a la tarima y se
encuentran trasteando entre las guitarras acústicas, triángulos, pianos eléctricos y demás
instrumentos musicales repartidos aquí y allá. No faltará mucho hasta que la curiosidad sea
vencida por el hambre.

Juanjo y Benito, en el suelo, se abrazan arrodillados. Sara acaba su último aerosol. Los zombis
cierran en círculo en torno a los cuatro. Todo parece perdido. Entonces Curro, desfallecido en
el suelo entre los tres, se incorpora de un salto con un revoloteo de ropas tan negras como las
alas de un cuervo. Benito, incongruentemente, emite un chillido porcino.

– ¡Hostia, casi me matas del susto, joder!

Curro no responde. Tiene los ojos en blanco y todo su cuerpo tiembla. Su camiseta negra se
estira y se abulta a un ritmo imposible. Bajo la tela, el cuerpo blandengue de Curro se está
convirtiendo en una esculpida masa de músculos duros como el acero. Su pelo, habitualmente
liso, se enrosca y se alarga, caracoleando hasta la altura de su cintura. La chupa de cuero se
rasga, quedando convertida en chaleco en el torso y en dos muñequeras con pinchos en los
antebrazos. Hasta los zombis se han detenido a ver de qué va todo esto.

– UOOOOOO, UOOOOOOOOO –un poderoso aullido, rico en armónicos y energía épica,
sale de las cuerdas vocales de Curro.

– ¡Está poseído por el espíritu de Eric Adams! –señala Juanjo con la boca abierta.

– No es posible –responde Benito–, si aún no está muerto.

– WHERE THE HELL AM I THIS TIME / DÓNDE COÑO ME HE METIDO ESTA VEZ
–la voz del legendario cantante de Manowar suena potente y grave a través de la garganta de
Curro–. YOU, CUNT, ANSWER / A VER, PRENDA, RESPONDE.

– Estás en un concierto de Alejandro Sanz –responde Sara con admiración.

– FUCK / JODER –Eric Adams se vuelve. Su mirada recorre, sucesivamente, la multitud
de zombis expectantes, la cara gigante de Alejandro Sanz en el fondo del escenario y la
boñiga que Juanjo ha plantado en mitad del entramado–. IT IS TRUE. ROTTEN LUCK. /

CAGÜENDIOS. QUÉ PUTADA.

El cuerpo de Curro, poseído por el invencible espíritu de Eric Adams, se pone en movimiento
hacia los bastidores, empujando a los zombis que se interponen en su camino. Los tres amigos
se aprietan contra él. Frente a la poderosa presencia del cantante los muertos vivientes se
apartan con una curiosidad cauta a la par que glotona. Al llegar junto a los equipos de sonido
Curro se asoma al pulcro tablero de instrumentos y se arrasca la negra cabellera ensortijada.

– HOLY SHIT / HOSTIA PIJO –En la consola los cables están etiquetados con precisión;

verde con verde, rojo con rojo, lila con lila–. DURING OUR CONCERTS WE ONLY USE

ONE CABLE / EN NUESTROS CONCIERTOS CON UN CABLE NOS BASTA Y
SOBRA.

Curro se inclina sobre el tablero y manipula los cables cual explorador en selva indómita.
Satisfecho, se permite unos instantes para mirar a los tres amigos abrazados y a la turba
de zombis. Entonces, hinchando su hercúleo y depilado pecho, lanza su desafío a la noche
invernal:

– IF YOU ARE NOT INTO METAL, YOU ARE NOT MY FRIEND! / *

Y pulsa el interruptor de encendido, desencadenando una cadena de acontecimientos.

Lo primero que ocurre es que el panel estalla con un terrible fogonazo eléctrico y Curro sale
despedido, dejando en su lugar una humareda, un par de botas negras vacías y un sospechoso
olor a cerdo chamuscado.

Lo segundo que ocurre es que las luces del concierto se iluminan de golpe. Cien mil zombis,
iluminados por los potentes focos de luz, giran sus descompuestas faces hacia el escenario.
A la vez, los altavoces comienzan a resonar con un petardeo y una especie de carraca. Como
música reproducida en un viejo walkman.

Lo tercero que ocurre es que cien millones de vatios de potencia –casi mil por zombi tirando
por lo bajo– se abren camino, en contra de toda ley física, a través de los ridículos altavoces
del concierto mientras se desgranan los primeros acordes del Louder than Hell de Manowar, a
un volumen que incluso las abuelas más recalcitrantes del pueblo serían capaces de escuchar
desde sus mullidas camas. Una lluvia de chispas salta desde los reventados amplificadores en
dirección a, bueno, en todas direcciones. La potencia liberada del más puro metal se extiende
por el antiquísimo circo romano, separando sucesivamente el pelo de la piel, la piel de la carne
y la carne del hueso, para finalmente triturar y hacer puré a los zombis reunidos en el espacio
abierto.

La apoteosis sonora dura lo que duran los altavoces, apenas unos segundos. Los tres amigos
reunidos, abrazados y bastante sordos, levantan la vista y observan lo que queda del circo
romano mientras las luces se apagan lentamente entre las chispas. Los carteles del Alejandro
Sanz navideño arden por los cuatro costados. De las ruinas no queda ni el recuerdo.

Los vecinos corregateños se asoman tímidamente a sus ventanas para intentar descubrir qué
ha sido todo aquello. En una de las casas el hijo del alcalde llora desconsolado, intuyendo que
pese a su intachable comportamiento no recibirá regalo alguno. Por otro lado, en el inframundo,
las almas de los condenados retornan al agradable calorcito de las llamas eternas, y en las
alturas Papá Noel se sopla otra botella de Levantaduendes para quitarse el mal cuerpo.
En definitiva, la noche de Navidad retorna a sus cauces habituales. Y mientras todo esto
sucede, Curro –el último heavy metal– entra triunfal a las salas del Valhala, donde Crom, aún
meditando sobre el secreto del acero, lo recibe como a un hijo, con los brazos abiertos.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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ukiahaprasim
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Re: CN1 - El último heavy metal

Mensaje por ukiahaprasim »

:meparto: :meparto: :meparto:

solo tengo una cosa que decir..

GIMME ANOTHER PIECE OF MIND

Ukiah
1
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Gavalia
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Re: CN1 - El último heavy metal

Mensaje por Gavalia »

Has estado sembrao colega. El cuento creo que reune los requisitos para ser candidato jajajajaja. Bueno la verdad es que me he reído mucho y miedo ....más bien poco. Eso si, las visceras y tal han abundado. La verdad es que nunca hubiese mezclado zombies con navidad, pero que leches, supongo que también tiene derecho. :wink:
En paz descanses, amigo.
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Yuyu
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Re: CN1 - El último heavy metal

Mensaje por Yuyu »

Me gusta como está escrito y me pareció muy simpático.Me queda la duda de qué pidió el niño exactamente????Otra cosa,aceptas por completo la existencia de Papá Noel,pero no así que le cojan todos los regalos en un trineo,así que le pones un convoy de remolques, :cunao: !!!!!Muy bueno.Felicidades!!!!!!!!!!!
Ronda de noche. Mundodisco 29. Terry pratchett
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El asombroso Mauricio y sus roedores sabios. Mundo disco 28. Terry Pratchett
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Nínive
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Re: CN1 - El último heavy metal

Mensaje por Nínive »

¡Hola escritor de barbaridades! :cunao: :hola:
Primero... :shock: :shock: :shock:
Segundo... :meparto: :meparto: :meparto:
Me he reído muchísimo con tu relato. No sé si al final no será el propio Curro el que le pide a Papá Noel toda esa juerga con los zombies y su final ¿no? :boese040:
En fin, que poco tengo que añadir. Ambiente navideño, más bien poco, terror nada. (Me ha partido de la risa en todo el relato). Eso sí, bien escrito y muy ágil.
Pero me he divertido leyéndolo, que creo era tu intención, autor. Y por eso mereces mi enhorabuena. :60:
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Ratpenat
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Re: CN1 - El último heavy metal

Mensaje por Ratpenat »

Muy entretenido de leer, pero es más gracioso que otra cosa.
Te he visto algunos fallos en la narración, "desencadenar una cadena de acontecimientos" es reiterativo; "menos ágil que un madero" siendo el narrador es demasiado coloquial. No hay tantos, pero algunos se notan mucho.
Lo he leído muy a gusto, eso sí. Creo que muchos nos hemos reído leyendo esto. Enhorabuena :wink:
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Berlín
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Re: CN1 - El último heavy metal

Mensaje por Berlín »

Mira, enajenado autor, a mi me la sopla si tiene algún error ortográfico, de forma, contenido, continente o qué sé yo..., lo único que te diré es que me he reído muchísimo y me has alegrado la tarde :meparto:

que me ha gustado mucho! oye ¡que cabroncete el niño pidiendo una oleada de zombies! ahh que daño está haciendo the walking dead!

estupendo, en serio, felicidades. :cunao:
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Lifen
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Re: CN1 - El último heavy metal

Mensaje por Lifen »

¿Y no habrá sido Curro el de la carta a Papá Noel? Al fin y al cabo, es el único que sufre la conversión, se carga todo el ejército de zombis y luego la diña :D

Me ha gustado mucho, yo no he visto ninguna falta, ya ves, me ha pasado desapercibida completamente :D Y el momento en que los cuatro salen del bar a enfrentarse con los zombis me ha recordado una escena de la película El día de la bestia, bueno realmente me he estado acordado de la peli casi todo el tiempo y es que Curro tiene la cara de Segura:
Imagen

:lol: :lol: :lol: :lol:
:101: La hora de los hipócritas, Petros Markaris


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Re: CN1 - El último heavy metal

Mensaje por jilguero »

Para mi gusto, uno de los mejores escritos del concurso. Me gusta muchísimo tu prosa. En cuento a la historia, me ha parecido muy original y con momentos brillantes aquí y allá. Divertida, por supuesto, si bien no demasiado terrorífica. Así, pues, no dudes en que algún puntito del saquito de Jiguero irá para ti, aunque solo sea por lo bien que escribes, colega. :60:


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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Ladrona
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Re: CN1 - El último heavy metal

Mensaje por Ladrona »

A mi los zombies nunca me han llamado la atención, el relato en sí estuvo agradable de leer y me gusta como se mezcla lo real con lo irreal, por lo menos eso destaco de la historia.
1
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Ororo
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Re: CN1 - El último heavy metal

Mensaje por Ororo »

Me pongo con los que menos comentarios tienen.

Para empezar, no está nada mal este relato. Me ha gustado la mezcla de tonito socarrón, lenguaje callejero y música heavy. Pero lo que más, el ambiente del pequeño pueblo extremeño, con sus habitantes viendo pasar los días todos iguales y el concierto de Alejandro Sanz como acontecimiento extraordinario mezclado con la locura zombi y el conciertazo. Me han despertado hasta ternura los personajes!!

Es una historia sencilla: pueblo aburrido, deseo concedido, zombis y posesión por tu ídolo, pero está bastante bien contada. Podría mejorarse para mi gusto particular, pero bien.
Me ha transmitido lo gris de la vida cotidiana de los personajes y lo que debe de representar para un fan de Manowar ser poseído por el cantante y cargarte a una horda de zombis locos. Bestial!!

Por otro lado, peca de anticipación. Cuando aparece el zombi, se cuenta tal cual, lo mismo que cuando anuncia que hay toda una tropa fuera del bar de Benito. Puede ser un buen recurso, puesto que la sorpresa no lo es todo, pero en un pueblo donde todavía van con walkman y el mayor acontecimiento es un concierto de Alejandro Sanz, esos zombis deberían haber provocado más sorpresa al lector.

Para no ser mi estilo favorito, lo veo muy logrado.
Algún punto caerá, por la gloria de Crom :meparto: , que no sé si guarda alguna relación que no conozco con Manowar además de con Conan y el metal.
Ya me he fijado en que el primer y último párrafo “encierran” el texto con un aire más legendario que el resto. Negro como sus ojos negros :meparto:
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ukiahaprasim
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Re: CN1 - El último heavy metal

Mensaje por ukiahaprasim »

Ororo escribió:Algún punto caerá, por la gloria de Crom :meparto: , que no sé si guarda alguna relación que no conozco con Manowar además de con Conan y el metal.

Yo no conozco una relacion directa (tb es verdad que los manowar me cansan un poco)..
pero, si ademas de ser una banda epic metal, con albumes como Battle Himm, Triumph of Steel o Gods of war, uno va por la vida con esta pinta:

Imagen

pos es logico que cualquier fan de Manowar sea ademas adicto confeso a La Espada Salvaje...

Ukah
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Re: CN1 - El último heavy metal

Mensaje por Ororo »

:meparto: :meparto:
Impactante documento!!!
Ahora lo entiendo todo!! :meparto: :meparto:
1
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ciro
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Re: CN1 - El último heavy metal

Mensaje por ciro »

El relato me parece de los mas correctos que he leido. No sé si da mucho miedo, mas sonrisas, seguro. Desde luego impagable la foto de Manovar. :dragon:
La forma segura de ser infeliz es buscar permanentemente la felicidad
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David P. González
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Re: CN1 - El último heavy metal

Mensaje por David P. González »

El segundo relato de corte cómico que leo.
Reírme no me he reído, pero es que yo soy muy soso XD.
Es muy entretenido y divertido, y está bien escrito.
También es verdad que a quién le guste esta música y conozca los grupos y los temas mencionados lo disfrutará mucho más.
Me ha gustado.
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