CN1 - Una casa en el campo - Ukiahaprasim

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CN1 - Una casa en el campo - Ukiahaprasim

Mensaje por lucia »

Una casa en el campo

I

Empezaba a anochecer y la tormenta estaba en pleno apogeo. Tupidas cortinas de agua,
danzando como auroras boreales al ritmo marcado por el vendaval, descargaban furiosas su
ira contra todo aquello que encontraban a su paso. El bosque se mostraba inusitadamente
vacío, yerto e inmóvil, mientras la vida se escondía atemorizada en madrigueras, nidos y
agujeros, intentando pasar desapercibida.

Poco a poco, el gris plomizo fue tornando marengo, y más tarde negro, a medida que tormenta
y crepúsculo, vencida la timidez inicial, se lanzaban la una en brazos del otro para yacer
fundidos en uno único ser hasta que, al final, la noche cerrada se coronó regente absoluta del
mundo.

En la falda de una elevada loma, construida a los pies de un abrupto talud, se levantaba una
solitaria casa. Prácticamente rodeada por árboles centenarios que la protegían tanto como la
acorralaban, sólo su fachada principal se asomaba a un pequeño claro por el que un pequeño
camino de tierra, adentrándose valerosamente en las profundidades del bosque, albergaba
esperanzas de comunicarse con el resto del mundo.

La casa era una estructura prefabricada, de forma rectangular y revestida – o disfrazada - por
lo que pretendía fingir ser verdaderos troncos de árboles. Un empinado tejado a dos aguas,
también de madera, coronaba la estructura creando una segunda planta, y en la fachada
delantera, un tejadillo y una pequeña valla de madera daban forma a un pequeño porche al que
intentaban proteger de las inclemencias del tiempo. Vano intento del que el viento se burlaba
agitando los cojines de unas pocas sillas que había volcado y amontonado en un extremo, y
haciendo bailar, enloquecido, un apagado fanal de estilo rústico que colgaba del techo.

Desde una cierta distancia la cabaña aparecía a oscuras, vacía, pero si alguien fuera tan osado
para desafiar la tormenta, a medida que se acercara a la misma podría empezar a vislumbrar
un asomo de luz que, por los bordes de las opacas cortinas que la cubrían, se insinuaban por
uno de los ventanales que daban al porche, flanqueando la puerta de acceso.

II
En el interior, tras la cortina, se encontraba un comedor de estilo rustico, dominado por una
larga mesa de madera oscura, y presidido por una impresionante alacena que exhibía impúdica
su abigarrada colección de vajillas, cristalerías, juegos de café, y docenas de inútiles figuritas y
atavíos, todos con la correspondiente leyenda de “recuerdo de... multitud de lugares”.

La luz provenía de un aplique de pared de estilo antiguo, en el que dos bombillas amarillas
coronaban dos brazos simulando lámparas de gas y de las llamas danzantes del falso fuego
bajo encendido en la chimenea decorativa. La luz mortecina apenas alcanzaba a iluminar
toda la estancia, otorgando a toda ella una tonalidad macilenta, y sobre la que la luz del fuego
proyectaba halos de sombra cambiantes.

Sobre la chimenea, en la repisa, descansaba un enorme reloj de sobremesa, en mármol y
bronce, formado por sendas figuras alegóricas difícilmente identificables: dos damas ataviadas
con túnicas, sentadas en direcciones opuestas, con la espalda apoyada en la gran esfera del
reloj. El sonido de este, con profundas reverberaciones metálicas, parecía acompasarse con
los pulsantes juegos de luces y sombras, que otorgaba al conjunto de la estancia la apariencia
de un gigantesco y enfermizo corazón latiendo, y bombeando sus horrendos efluvios al resto
de la casa. Tic-tac. Tic-tac. Tic-tac.

De fondo, apenas audible, una voz temblorosa murmuraba incesantemente «Siempre igual.
Nunca me preguntan nada pero siempre me toca a mí. Siempre yo. Siempre igual». Tras
la puerta entreabierta, sentada contra la pared con los brazos rodeando sus piernas y la
cara enterrada entre sus rodillas, Elena se balanceaba compulsivamente acompasando sus
movimientos con el sonido del reloj y cada cierto tiempo, mientras salmodiaba su confusa
letanía, levantaba apenas su rostro y sus ojos dirigían una furtiva mirada a la puerta cerrada
al otro lado de la habitación. Y entonces con un escalofrío, cerraba los ojos con fuerza, y
volviendo a enterrar su cara entre las piernas, continuaba su balanceo con mayor brío.

Tras la puerta cerrada estaba la cocina. Y en ella estaba Luca. Esperando.
«Siempre yo. Siempre igual. …»

III
Nadie que conociera a Elena hubiera podido reconocer, en aquel tembloroso manojo de
nervios, a la vivaz y pizpireta hija única de un medico barcelonés que desde niña había sido
la alegría de sus padres y de todo el barrio alto de Barcelona donde, como todos los niños de
clase acomodada de la zona, pasó su infancia al ritmo que marcaban las clases en el Baldiri
Reixac y las horas de carreras y juegos por el Parc Güell. Alta y espigada, nunca fue guapa
ni su cuerpo atrajo las miradas libidinosas de los jóvenes de su edad, pero su carácter alegre
hacia aflorar las sonrisas a su alrededor.

Tras la universidad, donde con cierto disgusto de su padre prefirió estudiar periodismo
en vez de continuar la tradición médica de la familia, se fue a vivir con unas amigas a un
piso de alquiler en Ciutat Vella, cerca de la Boquería, donde entre las ramblas y el paseo
marítimo, tardes de sol en La Barceloneta, noches en el Barrio Gótico, y algún amor pasajero,
transcurría su vida sin sobresaltos hasta que conoció a Marcos.

Alto, atractivo, de familia rica y prometedor abogado de uno de los bufetes tradicionales más
conocidos de la ciudad, y cuya energía y vitalidad hacían que, sin apenas ser consciente de
ello, arrastrara a todo el que se encontraba a su alrededor, como si fuera un torbellino otoñal
entre las hojas caídas del parque. Llegó a su vida una tarde-noche de finales de noviembre y
en julio escuchaban juntos el repicar de campanas entre una lluvia de arroz y pétalos de rosa.

Durante un tiempo, la vida siguió su curso con pocas diferencias hasta que un día Marcos
apareció en casa, con el semblante iluminado, contándole que había encontrado el lugar
perfecto para vivir juntos: una amplia parcela en el Montseny, en la que gracias a los contactos
de su padre podrían obtener el permiso para construir la casa de sus sueños.

Y así Elena, nuevamente como una hoja a merced del entusiasmo de Marcos, se vio arrastrada
sin ofrecer resistencia a una vida campestre aun en contra de su naturaleza urbanita.
Ciertamente, el lugar resultaba idílico, pero la casa más cercana se encontraba a varios
kilómetros de distancia, y ella no estaba acostumbrada a la vida en el campo. Además Marcos,
que siempre había tenido mucho trabajo, añadía a su jornada las más de dos horas que le
costaba diariamente el camino de ida y vuelta.

Poco a poco, la soledad diaria fue cayendo sobre su ánimo como una pesada manta de lana,
apagando poco a poco su alegría. El embarazo tampoco fue de gran ayuda puesto que a las
nauseas y vómitos tradicionales, que en su caso duraron hasta el sexto mes, tuvo que sumar
unas pequeñas perdidas que, por precaución, la obligaron a un reposo continuado, mermando
aún más su libertad de movimiento y encadenándola de manera definitiva a la casa y a su
soledad. Afortunadamente, el parto fue sencillo y sin complicaciones y por un tiempo, entre
la ilusión del hijo recién nacido y las constantes visitas, Elena recuperó en parte su ánimo.
Pero poco a poco las visitas se hicieron más esporádicas, y a las tomas nocturnas se sumaron
frecuentes cólicos, tradicionales catarros, y noches de lloros sin mayor explicación aparente.

Y así, la renovada soledad y la falta de sueño se aliaron en contra de su incipiente y
quebradizo ánimo, pintaron de bolsas y ojeras sus ojos y, teniendo disponible todo el tiempo
del mundo, se dedicaron a excavar el suelo de su alma para levantar firmes cimientos sobre los
que construir una sólida depresión.

IV

¡Riiiiiinnggggggg! ¡Riiiiinnggggggg!

El inesperado timbre del teléfono hizo pegar un respingo a Elena y mirar enloquecidamente
a su alrededor hasta tomar consciencia del origen del mismo. Se levantó con un salto y se
abalanzó sobre el teléfono

— ¿Sí?. ¿Diga? — preguntó acercándose al auricular a la oreja para, acto seguido, al
reconocer la chillona voz de su suegra, volver a separarlo ligeramente.
—…
— Bien. Estaba descansando un poco antes de … ajá….
—…
— Sí, está arriba, dormido — dijo mientras lanzaba una mirada de soslayo a la puerta de
la cocina — Esta noche no la ha pasado mal del todo, pero se ha pasado toda la mañana
llorando. Creo que le vuelve a doler el estómago.
—…
— Si, ya le he estoy dando manzanilla.
—…
— Sí.
—…
— Sí
—…
— ¿Marcos?. Trabajando, como siempre.
—…
— Si, ya ves, hasta el día de Nochebuena. Ha llamado que llegará sobre las nueve o así.
—…
— No, no hace falta, ya lo tengo casi todo preparado.
—…
— ¡No! — exclamó nerviosa — De verdad que no hace falta. Entre ayer y hoy he preparado ya
casi todo, y ahora antes de comer voy a dejarlo todo preparado para que esta tarde sólo haya
que encender el horno.
—…
— Sí, ya sé, y te lo agradezco. Además, así mejor, venís todos juntos en un solo coche, que ya
sabes que a tu marido no le gusta mucho esta carretera por la noche.
—…
— Sí, además con la edad la vista ya no es lo que era.
—…
— Sí, vale. Hasta la noche entonces.
—…
— Un beso.

Con un suspiro, colgó el auricular y apoyando la frente sobre la pared suspiró. «Solo me faltaba
tenerla por aquí merodeando mientras… » Con un escalofrío intentó expulsar de su mente la
imagen conjurada. «Maldita sea, Marcos, ¿porqué nunca me preguntas mi opinión?»

— Bueno, si hay que hacerlo hagámoslo pronto – exclamó en voz alta a la habitación vacía en
un intento de aparentar un ánimo que no sentía, y con gesto decidido se acercó a la puerta que
le separaba de la cocina, alargó su mano hacia el tirador y esta se quedó allí apoyada, inmóvil,
apretando la manilla hasta que los nudillos se le pusieron blancos, pero incapaz de realizar el
leve giro de muñeca que abriría la puerta.

V

Poco a poco, Elena fue venciendo la resistencia de su propio cuerpo, y consiguió abrir la
puerta. Lentamente, centímetro a centímetro, esta se fue deslizando sobre sus bisagras,
mostrando progresivamente la cocina. Así, Elena pudo ver lo primero la encimera, con unas
cuantas cacerolas y un gran cuchillo de cocina puestos a secar. El fregadero, justo debajo de la
ventana, relucía impoluto. Por mucho que le preguntarán, Elena sería incapaz de decir cuantas
veces lo había fregado esa misma mañana. ¿Cinco? ¿seis?. ¿Tal vez diez?. Al otro lado de
la encimera, pegado a la pared, estaba el cubo de la fregona aún sin vaciar, y Elena intentó en
vano no pensar en lo que contenía.

Por fin, la puerta se abrió lo suficiente para mostrar la mesa de la cocina y, sobre ella se
encontraba Luca.

Su desnudo cuerpecito se veía extraño, casi gomoso, con la sonrosada piel mostrando ya
crecientes cercos de lividez a medida que su cuerpo cedía a regañadientes a la fuerza de la
gravedad y dejaba escapar los últimos jirones de la otrora vivificante sangre que les quedaba.
La cabeza se arqueaba hacia atrás en una extraña posición y todavía conservaba el trapo
de cocina que Elena, incapaz de mirarle a los ojos, había tendido apresuradamente encima.
No obstante, el trapo no llegaba a cubrir el cuello, por lo que dejaba a la vista los bordes
sanguinolentos del tajo que, a la postre, había acabado con su vida.

Elena prefería consolarse pensando que había sido rápido y relativamente indoloro. Incapaz
de enfrentarse a su mirada acusadora, Elena se había acercado por detrás, mientras Luca
jugueteaba en el suelo con un plato de plástico, soltando gorjeos de alborozo, y agachándose
ligeramente había agarrado con firmeza su cabeza, sujetándola contra su propio cuerpo con
la mano izquierda mientras que su brazo derecho describía un arco mortal y con el cuchillo de
cocina que empuñaba realizaba un corte de lado a lado del cuello, innecesariamente violento
y profundo, que además de seccionar arterias y la garganta, prácticamente había cortado por
la mitad el cuello, y solo la resistencia de las vértebras había impedido la decapitación. Luego,
solo había tenido que aguantar unos pocos segundos y, con los ojos fuertemente apretados,
sujetar con fuerza su cabeza hasta que el pobre Luca dejaba de convulsionarse.

Ahora, Elena seguía inmóvil frente a la puerta, mirando el horror expuesto ante sus ojos, pero
sobre todo atemorizada por el horror aún mayor al que tenía que enfrentarse aun, y que ya
aparecía claramente expuesto ante su imaginación. Tras un par de minutos haciendo acopio
de valor, Elena se adentró decidida en la cocina, recogiendo en el camino el cuchillo de cocina
puesto a secar, y avanzó con firmeza hacia la mesa de la cocina.

El primer corte del cuchillo abrió de arriba abajo la barriga del pobre Luca, dejando a la
vista una buena colección de vísceras y, reprimiendo las náuseas, Elena continuó cortando,
extrayendo y cortando.

VI

Media hora después, Elena alternaba sollozos y arcadas mientras se restregaba furiosamente
todo el cuerpo bajo la ducha, y su piel aparecía totalmente encarnada por el efecto combinado
del guante de esparto y el agua caliente, casi ardiendo, que caía de la alcachofa de la ducha.

Llevaba diez minutos dentro de la ducha, y seguía sintiéndose inmensamente sucia y sintiendo
en la piel la sensación de tacto pringoso y gelatinoso, así que arremetió nuevamente con el
guante como si intentara quitarse la piel para así librarse de él.

Cuando salió por fin del baño, llevaba puesto el albornoz de Marcos y el pelo mojado goteaba
su rastro escaleras abajo. Se dirigió nuevamente al comedor, y sacando de la alacena una
botella de bourbon sirvió una buena cantidad en un vaso de agua.

— Es lo que te faltaba, Elena, darte a la bebida — murmuró mientras daba un buen trago.

Sentía el estomago algo más asentado aunque solo fuera porque a fuerza de vomitar ya no
quedaba nada dentro de él, ni siquiera bilis, y sintió como el licor descendía por su garganta,
arrastrando con su ardor el mal sabor de boca y, al llegar al estomago, una explosión de calor
le recorrió todo el cuerpo reconfortándola ligeramente.

— ¡Maldito seas, Marcos! — gritó a la estancia vacía. — Sólo a ti se te ocurre invitar a tu
familia a cenar en Nochebuena, como si yo no tuviera nada que hacer en todo el día. Y no
contento con eso decides tú solito que sea una cena de estilo americano. — Continuó, dando
vueltas por la habitación, mientras daba otro largo trago al vaso — Y luego te largas, como
siempre, a tu maldita oficina, dejándome a mí con todo el marrón.

Apurando el vaso, Elena se dirigió a la alacena cogió de nuevo la botella y se sirvió otra
generosa ración.

— Bueno. Y ahora, a preparar el maldito relleno de castañas.

Desde luego, una cosa era segura, la cena iba a ser inolvidable.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Yuyu
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Re: CN1 - Una casa en el campo

Mensaje por Yuyu »

Bueno,,,,aquí llega el/la primer salvaje que se carga a un bebé,ains,animales!!!! :mrgreen: Es un relato que me pareció muy recargado al principio y muy escueto al final.Me quedé con ganas de más.La idea es buena,felicidades!!! :60: :hola:
Ronda de noche. Mundodisco 29. Terry pratchett
La sombra de Ender (Ender 5) - Orson Scott Card
El asombroso Mauricio y sus roedores sabios. Mundo disco 28. Terry Pratchett
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Dori25
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Re: CN1 - Una casa en el campo

Mensaje por Dori25 »

Me ha gustado mucho pero el principio se me ha hecho muy lento, mientras que el final es rapidísimo.
Sangre sangre!!!!!!!
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Ratpenat
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Re: CN1 - Una casa en el campo

Mensaje por Ratpenat »

Pues a mí me parece apropiado empezar lento y terminar más rápido. Aunque sí hay descripciones demasiado recargadas para mi gusto.
Buen uso del vocabulario. Es agradable leer así.
Me siento satisfecho de leer muertes así :boese040: ¡Quería leer yo cosas macabras!
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kassiopea
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Re: CN1 - Una casa en el campo

Mensaje por kassiopea »

Éste ha sido el primer relato que me ha provocado un escalofrío de verdad, me ha parecido muy inquietante y perturbador. Terror no, pero se palpa la desgarradora soledad y desesperación de la protagonista desde el principio, y las descripciones (que a mí no me han parecido recargadas), ayudan muy mucho a crear esa atmósfera desde el comienzo. Toda la descripción de los alrededores de la casa, alejada del mundo, y luego la descripción del interior (con el tic tac de ese reloj que es como un corazón espectral, muy siniestro el reloj :boese040: ), son como un telón que va levantándose en el escenario, revelando al lector la lóbrega escena, acercándonos a los personajes y poniendo de manifiesto el drama... Un comienzo muy, muy bueno.
Me ha encantado :eusa_clap:

Tras este relato se vislumbra la pluma de alguien que escribe muy bien. Pero a mí me ha dado la impresión de que, a medida que se iba acercando el final, el ritmo se ha acelerado y se ha cuidado un poco menos el texto que antes tanto se cuidó, tal vez porque se acababa el plazo de entrega :roll: No sé, me ha dado esa sensación, y ha sido una lástima, pues el principio me parece genial.

El nombre del niño, Luca, me parece acertadísimo. ¿Se ha utilizado deliberadamente este nombre por la canción de Suzanne Vega? Yo creo que sí, pues esa canción nos trae a todos (al menos a los de mi generación), recuerdos de aquel pobre niño maltratado... Desde la primera vez que se menciona el nombre pensé que el niño acabaría mal y empecé a sufrir por él :cry:

Respecto al final... supongo que el autor lo deja abierto para que cada lector termine de imaginar en su cabecita qué sucedió durante la cena de Nochebuena... que cada uno se lo imagine también es inquietante :mrgreen: ¿Dónde irá a parar ese relleno de castañas? La alusión al relleno es muy buena, porque no aclara nada pero sugiere mucho :boese040:

Mis felicitaciones, compañer@. He disfrutado un montón :twisted: :60: :60:
De tus decisiones dependerá tu destino.


Instagram creativo: Los colores de Yolanda
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Dori25
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Re: CN1 - Una casa en el campo

Mensaje por Dori25 »

Vosotros direis lo que querais pero estoy convencida de que se comen al niño
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Gavalia
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Re: CN1 - Una casa en el campo

Mensaje por Gavalia »

Angustioso si que es el jodío relato, aunque no me queda claro por qué razón se ha cargado al chico. Desde luego lo encuentro bien escrito, pero tanta descripción me hizo perder el interés en un principio, y bueno, después, después no pasa nada que llame mi atención aparte de la sangre, visceras y demás asquerosidades expuestas. En fin, es el que más se ha acercado al término miedo, porque la tal Elena esta como un cencerro, que no? jajajajaja
Enhorabuena
En paz descanses, amigo.
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Dori25
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Re: CN1 - Una casa en el campo

Mensaje por Dori25 »

Hombre Gava se lo ha cargado por la típica depresión post parto, no?
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Lifen
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Re: CN1 - Una casa en el campo

Mensaje por Lifen »

:shock: :shock: :shock: :shock: :shock:
Vale, esa cara se me ha quedado a mi después de leer este relato. Y es que durante toooodo el tiempo estaba pensando que el autor, en una vuelta de tuerca genial, nos iba a revelar que el asesinado iba a ser un lechón.

En puridad, este debería ser mi ganador porque, hasta ahora, es el único que me ha dado verdadero de todo: miedo, inquietud, incomodidad, asco.

Por otro lado, si consigo aislar el hecho de que la víctima sea el bebé, que es muy difícil, el final es un toque de humor negro bestial.

Así que no me queda otra que aplaudir al autor aunque gustarme no me haya gustado nada de nada :D
:101: La hora de los hipócritas, Petros Markaris


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Dori25
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Re: CN1 - Una casa en el campo

Mensaje por Dori25 »

Que flojucha eres Lifen!
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Re: CN1 - Una casa en el campo

Mensaje por Lifen »

Dori25 escribió:Que flojucha eres Lifen!
Pos si, ¡qué le vamos a hacer!!!!!
:101: La hora de los hipócritas, Petros Markaris


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kharonte
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Re: CN1 - Una casa en el campo

Mensaje por kharonte »

Pues, a ver... miedo no, pero sí un principio que te mantiene en vilo. Quizá un pelo recargado el inicio, pero no por ello mal escrito, y una presentación del personaje bastante completa.

Lo único es que, al final, la historia no me acaba de llegar. Aún siendo de los que siempre prefieren relatos cortos y concretos... Me produce más tristeza que terror. Después de leerlo, y pensando en ello, le propondría al autor reescribir la historia: que pase a la llegada de los familiares e introduzca la historia del "menú" entre medias.

Por cierto... que los detalles médicos me hacen pensar en cierto forero... :lista:
1
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Berlín
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Re: CN1 - Una casa en el campo

Mensaje por Berlín »

:ojos4:

¿Sucedáneo de cochinillo relleno con crema de castañas? ¿También le pondrán una manzana asada en la boca?

Guau, no sé que decir...., además esa forma de matar al pequeño rebanándole el pescuezo ufff a su propio hijo, cuando éste jugaba y reía feliz.
Terrorífico, en serio, pero terrorífico porque refleja perfectamente al monstruo que llevamos dentro, ese monstruo que en determinadas ocasiones se manifiesta y y desvela cuan crueles podemos llegar a ser.
Quiero creer que la terrible soledad que sufre la prota la ha llevado a la más oscura y terrible locura (la suegra plasta y el marido despegao parece que han influido un poco jaja), eso y la típica depresión post parto, digo yo...

En cuanto a la forma, pues pienso como Kassy, que está sumamente cuidada en los comienzos, muy mimada y luego es como si necesitases acabarlo rápido.

Pero en definitiva me ha gustado mucho, y además me ha complacido que hables de mi Barcelona querida jaja
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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jilguero
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Re: CN1 - Una casa en el campo

Mensaje por jilguero »

Bueno, bueno, ya nos han servido una extraña mezcla de callos, sesos y bechamel, un enano asado con manzana en la boca y ahora parece ser que toca carne tierna rellena de castañas... :shock: Creo que esta Navidad Jilguero no va a ser capaz de comer na de na.
La historia me parece bastante buena y la ambientación estupenda. En la parte inicial, algunas frases son excesivamente recargadas, pero quitando eso, la casa se la imagina uno perfectamente. La descripción de su etapa joven, en cambio, es ágil y se lee muy bien. El final quizás un posco brusco, pero casi preferible para no sufrir demasiado.
Y como esta vez tenemos muchos puntos a repartir, también este relato queda de momento apuntado en mi amplia lista de repartos.


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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Berlín
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Re: CN1 - Una casa en el campo

Mensaje por Berlín »

jilguero escribió:Bueno, bueno, ya nos han servido una extraña mezcla de callos, sesos y bechamel, un enano asado con manzana en la boca y ahora parece ser que toca carne tierna rellena de castañas... :shock: Creo que esta Navidad Jilguero no va a ser capaz de comer na de na.
La historia me parece bastante buena y la ambientación estupenda. En la parte inicial, algunas frases son excesivamente recargadas, pero quitando eso, la casa se la imagina uno perfectamente. La descripción de su etapa joven, en cambio, es ágil y se lee muy bien. El final quizás un posco brusco, pero casi preferible para no sufrir demasiado.
Y como esta vez tenemos muchos puntos a repartir, también este relato queda de momento apuntado en mi amplia lista de repartos.
pobre jilguero... :petting:
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