CN1 - Trending topic - David P. González

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CN1 - Trending topic - David P. González

Mensaje por lucia »

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22 de diciembre de 2012

Navidad. Después de los meses de verano, era el período de tiempo más largo
que Natalia pasaba en casa, en Murias de Paredes, un pueblo de apenas quinientos
habitantes de la provincia de León. El autobús de línea hizo su única parada y ella
bajó. Allí la esperaban Toni, con aquel viejo Citroën Méhari naranja y sin techo que
no se rompía nunca, y Eve —en realidad fue Evencia lo que dijo el páter en la pila de
bautismo, si bien es cierto que es nombre más del agrado de los padres que de la hija—.
Su casa no estaba lejos —nada estaba lejos en un pueblo de quinientos habitantes—,
aún así, Natalia puso las maletas en la parte de atrás del coche, se acomodó junto a ellas
mientras sus amigos ocupaban las plazas delanteras, y aprovecharon el trayecto para
ponerse al día. Ella estudiaba Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid,
Eve Bellas Artes en la de Salamanca y Toni se ocupaba de pastorear el ganado de su
familia: tenían muchas cosas que contarse los unos a los otros. Más de las que daba
tiempo en los diez minutos que tardaron en llegar y verse obligados a posponer la charla
para el día siguiente.
Por la mañana temprano Toni pasó a recogerlas con su viejo coche. Llevaban comida
para pasar el día fuera, algo que se había convertido en tradición para ellos a lo largo de
los años.
—No os lo vais a creer —dijo Natalia eufórica. Sus amigos esperaban—. Hemos sido
finalistas en los premios Bitácora.
—¿Los premios mitadqué? —preguntó Toni. Internet para él era poco más que enviar
correos electrónicos, y la noticia no le contagió la euforia deseada.
—¿Sabes lo que son los Oscars, no? —dijo Eve dirigiéndose a él. Este asintió con la
cabeza—. Pues es lo mismo pero en vez de películas se premian blogs.
La cara de Toni, y especialmente la mueca que la palabra "blogs" había esculpido en
ella, exigía las explicaciones que ocuparon los minutos siguientes.
Natalia escribía un blog de misterios y leyendas junto con una compañera de la
facultad. A ambas les apasionaba el tema y en su tiempo libre aprovechaban para bucear
en los archivos de bibliotecas y colecciones privadas, cuyas puertas tenían abiertas a
cambio de la mención del propietario, casi siempre importantes empresarios buscando
vincular su nombre —y por ende el de sus empresas— al mecenazgo.
—¿Y dices que os gustan los misterios? —preguntó Toni.
—¿Y a quién no? —dijo Eve mirando a Natalia.
—Mucho —contestó esta—. Pero no son los misterios en sí, sino resolverlos. Sobre
todo los históricos. Coger una pista, tirar del hilo y ver como las piezas van encajando.
—Cuando dices históricos, supongo que te refieres a que ya no hay testigos —dijo
Toni sonriendo.
—Vivos —respondió Natalia—. No hay testigos vivos. En esos casos preguntamos a
los libros...
—Bastante más fiables. —interrumpió Eve. Toni la miró contrariado—. No me mires
así, los libros no pueden aceptar dinero para cambiar la versión de los hechos.
—Eso es verdad —dijo Natalia—, pero muchos escribanos se dejaban llevar por la
fantasía y adornaban en exceso sus escritos, dificultando distinguir entre lo que ocurrió
de verdad y lo que su imaginación añadía.
—¿Entonces? —preguntó Toni de nuevo.
—Hay muchas cosas que hablan si se sabe escuchar —contestó Natalia. Sus amigos
la miraban con intriga—. Documentos, cuadros, canciones, arquitectura. Y eso sin

tener en cuenta los hechos que conllevan consecuencias, las cuales dejan un rastro en el
tiempo.
—Interesante —reflexionó Toni pensativo— ¿Resolverías un misterio para mi?
Natalia y Eve se miraron sorprendidas.
—¿De qué se trata? —dijeron al unísono antes de reír a carcajadas.
—Os lo mostraré.
Media hora después el camino por el que Toni conducía desapareció y empezó a
zigzaguear por entre los árboles. Cuando no pudo continuar hizo bajar a sus amigas e
hicieron el resto del trayecto a pie.
—Aquí es —dijo Toni apartando unas ramas para que Eve y Natalia pudieran pasar.
Un pueblo apareció ante ellos en mitad de La Guariza. Estaba en ruinas y la
vegetación lo había engullido casi por completo. Era grande, de unos mil o mil
quinientos habitantes, calcularon a ojo.
—Seguidme —dijo Toni guiándolas entre las calles. Natalia los seguía como podía
sin dejar de hacer fotografías—. Mirad esto.
Era la biblioteca. La vegetación también la cubría, pero estaba intacta, como si
hubiera sido construida recientemente.

23 de diciembre de 1218.

—¿Qué os parece? —dijo Gonzalo apartando las manos de delante de los ojos de su
esposa. Ella contempló el edificio con admiración.
—Me encanta. Habéis hecho un trabajo magnífico. ¿Y los libros?
—Dentro. ¿Dónde si no? Permitid que os lo enseñe —dijo ofreciéndole su mano
izquierda y extendiendo la derecha hacia la entrada de la biblioteca en un gesto de
cortesía.
Su tamaño era ambicioso y las estanterías estaban ocupadas por más aire que libros:
los años se encargarían de llenarlas. Leonor se detuvo taciturna, cogió la mano de su
esposo y le miró a los ojos.
—¿Creéis que servirá de algo? —dijo.
—Ya veréis que sí. El alcalde es hombre que atiende a razones y voto a tal que daréle
eso y no otra cosa.
Las tierras de labranza en el lugar habían sido poco fértiles por tradición y el hambre
a menudo se paseaba por el valle. Un año las lluvias fueron copiosas, y quiso el azar
que tal hecho coincidiese con la prematura muerte de una niña, de tan solo siete meses
de vida, en el día de Navidad. Tanto agua llevó abundancia a las cosechas y muchos
quisieron ver más allá de la casualidad. Al año siguiente se haría el primero de los
sacrificios, y aunque no siempre fueran útiles a su propósito, eso no impidió que, por si
acaso, se repitieran año tras año.
Gonzalo pensaba que todo era debido a la ignorancia, y se propuso acercar la cultura
a aquella gente para acabar con tal aberración, propia de siglos ya pasados. Esas fueron
sus razones para con el alcalde cuando le abordó al terminar la misa y, junto con
monseñor, los tres mantuvieron una conversación en la que Gonzalo hablaba y los otros
se dejaban seducir por las bondades de la ignorancia, que cuando hacía pareja con el
poder eran enemigos del inocente. Uno interpretó aquello como una herejía y que la
biblioteca que Gonzalo había construido con sus propias manos era la mismísima casa
del Diablo, la puerta al infierno; y el otro, que como tal ardería, junto a los herejes que
la levantaron. Gonzalo temió por la vida de su esposa y por la de sus hijas y empezó a
andar despacio hacia atrás, con los ojos clavados en el Cristo que colgaba de la pared,
detrás del altar.

23 de diciembre de 1397.

Parecía que quisiera abrazarla con esos brazos abiertos. Agachó la cabeza
apesadumbrada, volvió a alzarla, se santiguó con una reverencia y se fue de allí a toda
prisa. Catorce años después, Llara volvía al pueblo que se había visto obligada a dejar
atrás, al quedarse sola tras la muerte de sus padres.
No tenían dinero y sus bienes se reducían a la casa, de escaso valor en aquel pueblo
en el que la gente quería irse y no lo contrario; y si no lo hacían era porque un techo
allí era mejor que el raso allá. En tiempos de recursos limitados, una boca más que
alimentar, si no era hijo o hija, era gripe —para cuyo único remedio conocido era la
distancia, cuanto más lejos más eficaz—, lo que hizo que muchos oídos se volvieran
sordos al conocerse la noticia en el pueblo y de boca en boca se propagase por los
alrededores. Fue un primo lejano de su madre de más allá de Toledo quién, tras
enviudar, y al no tener vástagos, se ocupó de ella. Este pasaba fuera de casa largas
jornadas de duro trabajo, y necesitaba alguien que la adecentara y le tuviese un plato
de comida caliente en la mesa. La trató como a una hija —como él creía que había que
tratar a una hija— y le dio todo el cariño que le fue posible —entre golpe y golpe—, y
el odio que atormentaba a Llara, lejos de desaparecer, creció con los años.
No crecería más.
Anduvo con paso firme y sin desviar la mirada hasta que llegó a la biblioteca. Entró y
buscó el libro más antiguo. Pasó el dedo por los lomos del resto de ejemplares buscando
algo. Cuando se detuvo sacó un segundo libro, los abrazó contra su pecho, y con paso
firme de nuevo, sin desviar la mirada, caminó hasta la casa que sus padres habían
dejado vacía. Puso el libro más antiguo encima de una mesa, y con el otro aún entre sus
brazos, lo observó taciturna.

23 de diciembre de 2012.

—¿Por qué lo miras así? —preguntó Toni—. ¿Lo habías visto antes?
—¿Eh? no, no —contestó Natalia aún pensativa—. Todos tienen un número por título
—dijo poniendo un dedo encima del libro—. Y todos son correlativos. Empiezan con el
1218 —volvió a poner el dedo en el libro—, y terminan con el 1397.
—Falta uno —dijo Eve examinando las estanterías—. Aquí hay un hueco, entre el
1382 y el 1384. ¿Quién lo habrá cogido?
—Por la capa de polvo aquí no ha entrado nadie en siglos —reflexionó Natalia.
—¿Y qué es?, ¿una enciclopedia de historia con un tomo por cada año? —preguntó
Toni.
—Podría ser, pero ¿por qué empezar este año? —dijo Natalia cogiendo el libro de la
mesa y sosteniéndolo delante de su amigo—. ¿Y qué pasó en 1397? Hay un libro por
cada número excepto para el 1397, que hay más de mil.
—Los libros lo dirán.
—Los libros no dirán nada Toni, porque eso es lo que pasó: nada.
—Supongo que estás hablando en términos históricos, porque es obvio que algo pasó
—intervino Eve incorporándose al grupo cuando se cansó de fisgonear.
—Eso teniendo en cuenta que la teoría de que los títulos se refieran a años sea
correcta —dijo Natalia.
—Tal vez pasó algo en el pueblo —sugirió Toni.
—Si, bueno. La guerra civil española se documentó en bastantes menos tomos —dijo
Natalia con tono sarcástico.

—¿Y si no hablan de historia? —reflexionó Eve—. Puede que los números se
refieran a fechas, pero no tienen por qué relatar hechos históricos.
—Bien pensado —dijo Natalia pensativa.
Una luz de gran intensidad iluminó el interior de la biblioteca un instante. Unos
segundos después un estruendo les hizo estremecer.
—Creo que deberíamos irnos —dijo Eve—. No me gustaría estar aquí cuando esa
tormenta arrecie, este sitio ya me pone los pelos de punta, no necesito atrezo.
Toni se acercó a una ventana y observó el exterior con detenimiento.
—Tienes razón, esa tormenta está a unos treinta minutos —dijo—, y estará lloviendo
durante horas, si no marchamos ahora tendremos que hacer noche aquí.
—¿Estás seguro de eso? —preguntó Natalia. Toni la miró y sonrió—. Vale. ¿Sabes?
—dijo mientras cogía el libro de encima de la mesa—, creo que la meteorología
deberían enseñarla los pastores, está claro que la que enseñan los profesores no sirve
para predecir el tiempo.
—¿Te llevas ese libro? —preguntó Eve.
—Sí. Sea lo que sea que cuenten, hechos históricos o una saga de fantasía por
entregas, este es el principio.
—Venga, marchemos —apremió Toni a sus amigas.
Salieron a la calle y caminaron con paso ligero hasta la calle principal.
—¡Mierda! —exclamó Eve limpiándose la frente con la manga.
—Retiro lo que he dicho antes —dijo Natalia dirigiéndose a Toni—, los pastores
tampoco sabéis predecir el tiempo.
—¿Lo dices por estas gotitas de nada? —contestó él—. ¡En mi próxima predicción
las incluiré! —gritó mientras se alejaba de ellas corriendo.
Natalia cubrió el libro todo lo que pudo y echó a correr también, seguida de Eve.

23 de diciembre de 1218

—No es necesario que corramos detrás de él —dijo monseñor recuperando el aliento.
El alcalde paró en seco y Gonzalo desapareció calle abajo.
—Explicaos —balbuceó entre jadeos.
—¿Dónde creéis que va?
—A casa, supongo.
—Suponéis bien —dijo monseñor—. Ahora seguid suponiendo y decidme: ¿qué
creéis que hará cuando llegue a casa?
—Huir con su familia al cobijo de La Guariza. ¿No deberíamos impedirlo?
—Os desenvolvéis bien con la deducción excelencia, sin embargo carecéis de
perspectiva para hacer que una situación de desventaja os sea provechosa.
—No os entiendo monseñor. Dejaos de juegos, ¿adónde queréis llegar?—preguntó el
alcalde con el ceño fruncido.
Esos bosques son fríos, inhóspitos e interminables, y van a entrar con dos niñas
pequeñas, creedme, seguirán ahí al amanecer. Convocad al comisario y organizad una
batida. Que el pueblo participe y no tendréis que dar explicaciones: los inocentes no
huyen. Veréis como mañana hay contiendas por encender las piras.
Si bien es cierto que el alcalde carecía de perspectiva, no lo es tanto que su habilidad
con la deducción fuera tal, pues si a un hombre se le garantiza la muerte en un cien por
ciento, cualquiera sin dicha capacidad podría llegar a la conclusión de que un porcentaje
menor siempre le resultará más atractivo, aunque conlleve dejarlo todo y adentrarse en
un aciago bosque de extensión incierta.
Los tonos rojizos del alba devoraban las sombras y el silencio era derrotado

por azadones y rastrillos entrando y saliendo de la maleza en busca de carne. No
encontraron, Gonzalo y su familia se hallaban lejos. Alertados por el ruido que los
improvisados rastreadores no consideraban necesario ocultar, espabilaron a las niñas y
se pusieron en marcha después de que estas durmiesen unas horas.
En su huida de la iglesia, Gonzalo pensaba que monseñor y el alcalde le seguirían
hasta su casa, así que corrió todo lo que fue capaz para tener cierta ventaja, y al llegar,
solo cogió a sus hijas, unas mantas e instó a su esposa a seguirlo. No tenían comida,
el frío era húmedo y congelaba las palabras, y Gonzalo y Leonor no habían dormido,
velando por la seguridad de sus hijas en la amenazadora oscuridad. Estaban cansados
y débiles, y no solo tenían que avanzar con sus hijas a cuestas, tenían que hacerlo más
rápido que la hueste que los perseguía, bien dormidos y desayunados, y entre los que se
encontraban los mejores hombres del comisario. Era una mala mano y ambos lo sabían.
No tardaron en caminar hacia el pueblo rodeados de cientos de personas que les
increpaban, escupían y arrojaban palos y piedras —con cierta mesura, eso si, impuesta
por el comisario: tenían que llegar al pueblo por su propio pie—. Una vez encerrados
en el calabozo, el comisario se abrió camino por entre el gentío, que seguía en la calle
rugiendo y clamando justicia, para ir a comunicarle al alcalde el éxito de la misión.
Cuando llegó, agarró la aldaba y golpeó la puerta con determinación.

24 de diciembre de 1397.

Llara abrió con desconfianza. Al otro lado encontró una mujer mayor que sonreía
como si otro gesto no fuera posible en su rostro enjuto.
—Perdonad que os moleste joven, pero anoche vi candelabros encendidos y como la
casa lleva vacía... —se sujetó la barbilla con la mano derecha y apoyó el codo en la
mano izquierda, miró hacia arriba y entornó los ojos—, mi memoria ya no es lo que era
hija, pero más de diez años, de eso si que estoy segura, porque hace diez años tuve yo
un problema de infestaciones desas que matome media piara y para aquellos entonces
túvemelas que apañar sola. Si don Sancho, el señor que vivía aquí con esposa e hija—
seguía hablando y gesticulando sin parar—, hubiera estado, otro gallo hubierame
cantado, podéis creerlo. Así que por aquellos entonces la casa ya estaba vacía. Mucho
tiempo hija. Seguro que os habéis dado una paliza a limpiar. ¿Habéisla comprado? Voto
a Dios que extráñame que alguien compre propiedades en este pueblo —se acercó a
Llara, se puso una mano en el lateral de la boca y habló en voz baja—. Dicen que está
maldito —Llara frunció el ceño, lo que dio pie a que la señora siguiese hablando—. No
sabíais nada, ¿verdad? Seguro que quién os la ha vendido no os ha dicho nada.
Menudos rufianes algunos —volvió a acercarse a Llara y a hablar en voz baja mirando
a uno y otro lado—. Pues sí hija, dicen que el mismísimo Lucifer era un ángel, ¿podéis
creerlo? Dicen que de malo que era, echole Dios del cielo y cayó en este pueblo. Que
estuvo viviendo aquí como uno más, mientras construía la biblioteca —señaló a lo
lejos—, y que cuando terminola, excavó un túnel a las profundidades desde el interior,
creó el infierno y quedóse allí a vivir. Y todos los años en Navidad, cuando celébrase el
aniversario del nacimiento del hijo de Dios, sube por el túnel y llévase a alguien del
pueblo para mantener los fuegos vivos. Dicen que para vengarse de él —señaló al cielo
y se santiguó—. Al señor de esta casa y a su esposa llevóselos. ¡Pobre Llara! —se
lamentó—. Era la hija, una criatura de apenas ocho años, Dios la tenga a bien...
El encuentro duraba demasiado y Llara decidió ponerle fin educadamente. No creyó
necesario desvelar su identidad —lo que no creyó necesario fue que el encuentro se
dilatara más aún—, de la misma manera que tampoco consideró oportuno decirle que
a sus padres no se los había llevado nadie a ningún infierno: ella los vio morir. La

piel se derritió. La sangre chorreó e hirvió antes de llegar al suelo. Los músculos se
oscurecieron y se arrugaron ahogando los gritos. Los órganos burbujearon antes de
consumirse. Los huesos quedaron reducidos a polvo primero, y a nada después. Nada.
Eso es lo que quedó de ellos después de que ardieran, o eso habría jurado Llara: que
ardieron, si no llega a ser porque no hubo llamas.

24 de diciembre de 2012.

—¿Cómo que no hay llamas? —preguntó la madre de Natalia contrariada—. Si la
encendió tu padre.
—No hay mamá —contestó Natalia moviendo los troncos en la chimenea—, se habrá
apagado.
—Pues tu padre salió. Anda, a ver si puedes encenderla tu, hija.
No se le daba bien, pero lo intentó. La temperatura caía por debajo de los cero grados
y eso era motivación suficiente para cualquiera. Después de algunos infructuosos
intentos, su madre había terminado en la cocina y se hizo cargo. Natalia se dio una
ducha y retomó el misterio del pueblo. Quería dejarlo terminado antes de cenar.
Por la noche, ella y sus amigos, fueron a una fiesta organizada por el Ayuntamiento
para todos los jóvenes de los alrededores —y los no tan jóvenes más atrevidos—.
—¿Y qué, ya sabes algo del pueblo? —preguntó Toni.
—No he podido averiguar absolutamente nada —contestó Natalia—. Es como si no
hubiera existido.
—¿Y el libro? ¿Lo has leído? —se interesó Eve.
—Por encima. Es como una biografía. Habla de la vida de una familia del siglo XIII a
la que quemaron en la hoguera.
—¿Ya está? ¿Una biografía? —dijo Toni decepcionado.
—Bueno, lo curioso es que los quemaron en la biblioteca —añadió Natalia. Sus
amigos la miraban con incredulidad —. Yo me quedé igual. La biblioteca la construyó
la familia, así que podría tratarse de una licencia del autor, quienquiera que fuese,
porque no hay ninguna información, ni de quién lo escribió, ni de cuando, ni de nada.
La verdad, no le veo el sentido.
—Menos sentido tiene que la biblioteca esté intacta si el autor dice la verdad —dijo
Eve.
—Eso es cierto —reflexionó Natalia pensativa.
—Entonces nos quedamos sin saber nada del pueblo, ¿no? —preguntó Toni.
—Para nada —contestó Natalia sonriendo—, he puesto en marcha el plan b.
—Que se trata de... —dijo Eve alargando la palabra.
—El año pasado, por estas fechas, estábamos investigando algo y llegamos a un
punto muerto —explicó Natalia—. No sabíamos qué hacer y se nos ocurrió colgarlo
en el blog a modo de juego. Esto sería un par de días antes de venirme aquí. Cuando
volví, después de las vacaciones, nos habían proporcionado tanta información que
pasamos casi un mes contrastándola toda. Desechamos la mayoría, pero el misterio
quedó resuelto. La experiencia gustó tanto que desde hace dos meses nos escriben
pidiendo que lo hagamos otra vez, así que ya lo teníamos todo listo para subirlo esta
noche —Toni la miró con desilusión—. Tranquilo —dijo ella poniendo una mano en
su hombro—, he hablado con mi compañera y le ha encantado la idea de cambiarlo
por esto. He preparado las fotos que saqué del pueblo, las de la biblioteca y además he
añadido una del libro y otra de una página, a ver si alguien reconoce el texto o la letra
del autor y nos ayuda a ubicarlo en el tiempo. Cuando llegue a casa lo publico.
Horas más tarde el cansancio y el sueño sobrevolaron la fiesta. La gente empezó

a marcharse. Toni se resistía, pero Eve ya se había quedado dormida en un rincón y
Natalia insistió en que la fiesta había terminado para ellos. Él las llevó a casa resignado.
Antes de meterse en la cama, Natalia encendió su ordenador portátil, se conectó
a internet y se metió en su blog. Accedió a la configuración, hizo varios ajustes y
cuando estuvo satisfecha lo publicó. Apagó el ordenador sin mirar siquiera como había
quedado, se puso el pijama, se metió en la cama y le dio la espalda al sol, que ya entraba
por la ventana.

25 de diciembre de 1218.

El rostro de Gonzalo se tiñó de naranja. La claridad le despertó y al abrir los ojos
tuvo que levantar la mano por delante de la cara para que no le deslumbrase.
—Miradlo bien —le dijo uno de los guardias con desprecio—, será la última vez que
lo veáis.
Se oía gritar a la gente en la calle. Habían madrugado para ver el espectáculo y el
alcalde no les decepcionaría. Los sacaron de las celdas y los llevaron a la biblioteca.
Allí les esperaba una gran pira que algunos voluntarios se habían encargado de construir
con las estanterías y los libros de Gonzalo. Ataron a los cuatro al poste y la prendieron.
Cuando el humo empezó ha arrancar tos de los presentes, el espectáculo se siguió
desde fuera. Las llamas treparon por paredes, columnas y techo, y pronto envolvieron
el edificio en una gigantesca bola de fuego. Duró horas, pero se extinguió, y para
sorpresa de los que allí quedaron, estaba en pie, intacta. El alcalde ordenó quemarla de
nuevo, pero el resultado fue el mismo, así que sellaron puerta y ventanas para que nadie
pudiese entrar jamás —o para que nada pudiese salir—. Monseñor decidió que aquello
probaba que no se equivocaban con Gonzalo y que la biblioteca era la mismísima puerta
al infierno, y el alcalde, por temor a haber ejecutado a un discípulo del maligno, decretó
que no habría más sacrificios, como demandaba Gonzalo. En el interior de la biblioteca,
las estanterías también estaban intactas, como el resto del edificio, pero vacías a
excepción de un libro, en cuya tapa se podía leer: 1218. Relataba la vida de Gonzalo
y su familia, y lo que el pueblo les había hecho, y quién lo leyera el día de Navidad
sufriría la misma muerte que sufrieron ellos, y su vida se contaría en un nuevo libro que
llenaría las estanterías junto al primero. De cómo cada veinticinco de diciembre llegaba
a una casa del pueblo al azar, nada se sabe, pero allí estaba, año tras año, envuelto como
si de un regalo se tratase.

25 de diciembre de 1397.

Llara creyó que era para ella y le quitó el paño que lo cubría. Lo abrió, lo miró y,
pensando que serían cuentos como los que su madre le contaba cuando iba a dormir, se
lo llevó a sus padres con la ilusión de que le leyeran alguno.
—¿De dónde salió esto hija? —preguntó el padre.
Miró a su esposa, que encogía los hombros y le negaba con la cabeza. Puso el libro en
sus rodillas, lo abrió y ambos leyeron con desconfianza. El libro se iluminó y los gritos
fueron desgarradores. Cuando todo terminó, el libro desapareció en un fogonazo de luz
tan intensa que Llara se vio obligada a cerrar los ojos.
Sucedió hacía catorce años, pero lo recordaba como si hubiese sido el día anterior.
Aquel día no entendió lo que había pasado, pero trece años después, empujada por la
necesidad de culpar a alguien, viajó al pueblo en un descuido de su primo. Entró en la
biblioteca y buscó el libro. Lo leyó. Lo volvió a leer. No podía creerlo, así que se lo
llevó. Esperó pacientemente al día de Navidad y lo puso donde su primo pudiera verlo.

Después de varios golpes por las explicaciones que no le satisficieron —de haberle
satisfecho no hubieran cambiado los golpes, sino el motivo de los mismos—, leyó con
curiosidad y a trompicones, casi balbuceando. El libro se iluminó y Llara se cubrió los
ojos con las manos. Ya podía culpar a alguien, y no solo eso, sabía como castigarlos.
Y eso era lo que estaba haciendo: castigarlos.
El día anterior lo pasó arrancando páginas del libro y doblándolas cuidadosamente.
Por la noche, al abrigo de las sombras, recorrió el pueblo deslizándolas por debajo de
todas y cada una de las puertas. Cuando terminó, abrazó el libro y vagó por las calles
taciturna, hasta que llegó a la biblioteca. Allí, en la puerta, se sentó a esperar. Poco
después del alba notó el primer destello en el libro. Luego notó otro, y otro, y con cada
destello del libro, uno igual salía del interior de la biblioteca.

25 de diciembre de 2012.

Al principio eran pocos y dispersos, luego fueron muchos, después costaba definir
dónde terminaba uno y empezaba el siguiente y finalmente fueron tantos que el brillo
era constante, sin parpadeos. Las paredes empezaron a temblar, los cristales estallaron
y cientos de libros fueron vomitados por la ventanas durante horas. Todos tenían el
mismo título: 2012.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Mensaje por Lifen »

Este relato también está muy trabajado. Me gusta la alternancia de tiempos para contarnos lo que ha pasado y el final está muy logrado porque no sabes que va a pasar hasta que no se descubre el misterio y eso es justo un poco antes.

Un pero le voy a poner
¿cómo es posible que las amigas de Toni no sepan de la existencia de ese pueblo fantasma y su biblioteca si viven al lado? Ya me imagino que podría alegarse que es cosa del diablo o de quién quiera que esté haciendo todas esas maldades pero no resulta muy convincente. Un pueblo no puede surgir de la noche a la mañana sin que se sospeche ya de una influencia sobrenatural. También iba a preguntar cómo era posible que estuvieran los libros tan bien conservados que permitieran su lectura pero ahí si que cabe esa explicación.
:101: La hora de los hipócritas, Petros Markaris


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Dori25
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Re: CN1 - Trending topic

Mensaje por Dori25 »

Que chulo!!!
Me ha mantenido el vilo hasta el final, aunque me habría gustado que hubiera un libro por cada año y que hubiera seguido cayendo gente.
También me ha parecido increiblemente original, no recuerdo haber leido nada parecido.
Llevo poquitos, pero de momento es mi favorito.
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Re: CN1 - Trending topic

Mensaje por ukiahaprasim »

muy, muy bueno

Poco navideño, eso si... es mas, me aprece que este relato es ya viejo, y le han cambiado las fechas simplemente para encajarlo en la navidad...

el golpe final de los miles de libros saliendo por la ventana (uno por cada lector del blog que habia ardido en llamas) es impagable (eso era lo extraño del 1397)...

Solo le veo un problemas de fondo, y uno de forma:

- Que el pueblo hubiera pasado desapercibido para todos entre 1397 y 2012 (puesto que no habia mas libros) poco creible.
Entiendo que el hecho de que el libro dejara de aparecer el solito en las casas en 1397 es porque, con la ayuda de Llara, la biblioteca ya habia culminado su venganza al liquidar a todo el pueblo... pero que nadie encontrara nunca un pueblo tan grande... y que Toni que lo conocia no hubiera divcho nada a nadie...


EN cuanto a la forma... el 25 de diciembre de 1397 queda confuso de primeras, hay que releerlo varias veces para pillarlo del todo (por lo menos, eso me ha pasado a mi) .... ya que al usar el mismo tiempo verbal para tres periodos pasados diferentes resulta confuso de leer y de ubicar cada cosa en su sitio: su recuerdo del primer encuentro con el libro en la muerte de sus padres, el segundo vengandose de su primo, y el tercero, el propio 1397 culminando la venganza hacia el pueblo entero.

Ukiah
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Mensaje por leonita »

Tengo que decir que me ha gustado mucho, mucho. Hay cosas que depurar, como ya ha señalado Ukiah, pero para mi no desmerecen el conjunto.
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Mensaje por jilguero »

Un relato muy, muy original, escrito con bastante cuidado y que te mantiene alerta hasta el final. También me ha encantado la estructura, con los cambios temporales. Eso sí, en una primera lectura Jilguero no entendió el final. Lo que menos me gusta es que sea un elemento fantástico, en lugar de terrorifico, lo que resuelva el misterio.
¡Enhorabuena autor :60: !


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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Dori25
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Mensaje por Dori25 »

Pero jilguerito te parece poco terrorífico que desaparecieran todos carbonizados????
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Mensaje por Nínive »

¡Hola compadre escribidor! :hola:
Me ha gustado mucho. Es de una trama compleja (las tramas complejas me encantan), y muy original. Como pega le pondría que la Navidad se toca de refilón, sólo por las fechas en que ocurre la historia y nada más.
También queda un poco confusa la historia de Llara, con tanto salto temporal. Aunque no sé cómo se hubiera podido solucionar.
En definitiva, que me ha parecido muy bueno. :60:
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ciro
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Re: CN1 - Trending topic

Mensaje por ciro »

La historia está muy bien. La Historia muy mal. Luego si quiere el autor@ le señalo los numerosísimos fallos históricos que hay. Es el problema de escribir algo histórico, o se es muy cuidadoso y se documenta adecuadamente o corre el riesgo de meter la pata.
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Gavalia
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Re: CN1 - Trending topic

Mensaje por Gavalia »

Estoy con ciro en lo de la documentación. Una biblioteca en 1218 era bastante difícil de encontrar, salvo en monasterios y sitios similares. Eran códices de pergamino y sin tapas :shock: supongo que a alguien se le debió de ocurrir pero se callo, no fuera a ser que lo quemaran vivo jajajajaja
Es un pedazo de relato de lo bien escrito que está. No es muy navideño, y miedo, poco desde luego. Pero el conjunto es un relato interesante y fácil de leer.
Enhorabuena soci@
En paz descanses, amigo.
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Nínive
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Mensaje por Nínive »

Gavalia escribió:Estoy con ciro en lo de la documentación. Una biblioteca en 1218 era bastante difícil de encontrar, salvo en monasterios y sitios similares. Eran códices de pergamino y sin tapas :shock: @
Pues mira, me he metido tanto en la historia que he pasado por alto todos los detaller históricos. :oops:
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Re: CN1 - Trending topic

Mensaje por jilguero »

Nínive escribió:
Gavalia escribió:Estoy con ciro en lo de la documentación. Una biblioteca en 1218 era bastante difícil de encontrar, salvo en monasterios y sitios similares. Eran códices de pergamino y sin tapas :shock: @
Pues mira, me he metido tanto en la historia que he pasado por alto todos los detaller históricos. :oops:
Tampoco Jilguero se había fijado en ese detalle. Veo que, si alguna vez tenemos como concurso temático el histórico, habremos de andar con pies de plomo porque el autor de Interpretaciones no nos va a pasar ni una. :D
Última edición por jilguero el 19 Dic 2012 11:26, editado 1 vez en total.


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Re: CN1 - Trending topic

Mensaje por Lifen »

Si que es verdad que eso le resta credibilidad a la historia, yo lo pensé pero luego lo descarté por aquello de que todo lo demás es producto de la fantasía. Me refiero a la forma de escribirse los libros.
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Yuyu
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Re: CN1 - Trending topic

Mensaje por Yuyu »

El mejor que he leído hasta ahora,no sé si está bien o mal escrito porque la idea lo ha eclipsado todo.Es muy bueno.Felicidades!!!!Por cierto,en éste foro hubiéramos caído todos!!!!!! :60: :hola:
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Re: CN1 - Trending topic

Mensaje por Dori25 »

jilguero escribió:
Nínive escribió:
Gavalia escribió:Estoy con ciro en lo de la documentación. Una biblioteca en 1218 era bastante difícil de encontrar, salvo en monasterios y sitios similares. Eran códices de pergamino y sin tapas :shock: @
Pues mira, me he metido tanto en la historia que he pasado por alto todos los detaller históricos. :oops:
Tampoco Jilguero se había fijado en ese detalle. Veo que, si alguna vez tenemos como concurso temático el histórico, habremos de anadar con pies de plomo porque el autor de Interpretaciones no nos va a pasar ni una. :D
Ufff, pues yo en el posible "concurso de historia" no participo, más que nada por Ciro, Ukiah e Ismael (y alguno más) que se querrían hacer el harakiri!
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