CN1 - Pisadas rojas en la nieve - Vientoo

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
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CN1 - Pisadas rojas en la nieve - Vientoo

Mensaje por lucia »

Pisadas rojas en la nieve

En medio del barrizal y la nieve, una mujer sola intenta con su pequeña azada sacar de la
fría tierra algo que comer. Vaho, ingente cantidad de vaho, como si fuese humo, escapa de su
aliento fundiéndose con la niebla. El pelo rubio y enmarañado por el esfuerzo se le pega a la
cara. Sólo un tosco vestido gris de lana raído la resguarda del frío mientras sus zuecos de
madera se clavan en el espeso y frío barro.

Agotada se detiene un segundo y contempla sus manos agrietadas. Le revuelve
aquel recuerdo con agonía cuando junto a su familia compartía la navidad. Piensa: “Allá en la
aldea…todos celebrarán la navidad con abundante comida” Amarga y húmeda, una lágrima
que parte de sus pupilas azules talla un camino en su cara sucia. Dirige la mirada a la pequeña
cabaña. Ariadna sólo piensa en sobrevivir para cuidar a su hija Iris, que duerme tranquila. Ellas
son las últimas, ya no queda nadie en aquella aldea. Todos desaparecieron.

Desliza la mano bajo la ropa acariciando una marca con forma de herida sobre uno de
sus senos. Recuerda con dolor las ausencias: “¡Maldita sea la navidad y su Dios que se olvidó
de nosotras!”

Entonces, su nariz olisquea el aire y se le eriza la piel. Una nube gris y densa pasa frente
a sus ojos. Al seguirla con la mirada advierte una figura negra y gigante recortándose sobre el
horizonte blanco. Ese espectro provoca que su sangre hierva de pavor. Aterrorizada coge su
azada y corre, corre por el barro muerta de miedo. Sólo tiene un pensamiento:

¡Iris, Iris, mi niña Iris…!

-------------------

Sus pies son plomos pesados que clavan en la nieve. Es obeso como un buey, y con sólo
unas sencillas sandalias confeccionadas con finas tiras de cuero, y calcetines de lana de oveja
no consigue salvarse de la fría zarpa de la nieve. El hábito marrón y el cordón de cuerda en el
cinto le identifican como un monje de cierta relevancia: Es Richard, el prior del monasterio

Una misión guía sus pasos y da igual el frío o la ventisca que azota su coronilla. Él, no
tiene miedo a lo que persigue. En su hatillo, colgado de la espalda guarda algo con lo que todo
lo podrá. Sus manos sonrojadas y frías, se aferran a un callado de avellano para no desfallecer
en esa senda empinada de charcos helados, fango y nieve. La gente del pueblo habla de meigas
en esos bosques. Pero él… él sonríe confiado mientras reza:

El señor es mi pastor, está conmigo y me guía en las tinieblas de los tiempos…

Un aullido hace que su aliento se hiele: “¿¡lobos!?” Su corazón se llena de sangre
hirviendo. El vaho empieza a escapar de su boca a grandes raudales. Echa a correr como alma
que lleva el diablo, mientras los ladridos golpean su mente llenándola de pavor. Al borde del
desfallecimiento llega a lo alto de camino y empieza a atisbar el humo de la cabaña a lo lejos.
“¡Por fin, por fin!” Pero la silueta del lobo frente a él con cascadas de babas amarillas que caen
de sus colmillos sobre la nieve blanca, hace que se quede helado. Es un aterrorizado monje
que sólo tiene una opción aparte de su miedo: aferrarse a su cayado, y luchar, luchar contra el
diablo.

Pero el lobo salta primero. Richard se aparta intentando esquivarlo cuando una terrible
dentellada en su gemelo hace que aúlle de dolor… Gotas rojas tintan la nieve blanca.

--------------

Chapoteando entre el barro y los charcos Ariadna corre. El miedo que circula por sus
venas está a punto de hacerla escupir el corazón por la boca; Aquellas habladurías le laceran el
alma “El hambre, hace que arranquen a los niños de los brazos de sus madres para comérselos”
Siente ganas de vomitar “No, eso no puede ocurrir, ¡no!… Nadie puede ser tan desalmado.”

Y se lo encuentra justo en frente, entre la puerta de su cabaña y ella. Su corcel negro
escupe espuma por la boca, una maraña de arañazos y desgarros cubre su cota de malla, la
armadura… Manos suplicantes de víctimas imagina Ariadna tocando esa armadura; y oler,
puede oler la sangre oculta entre los intersticios de esos ropajes. Intenta escapar.

-¡Detente mujer! No quiero causarte daño alguno -Ordena el guerrero con voz seca.

Con pavor, dirige sus pupilas hacia él. Esas palabras no la tranquilizan, ya que su
corazón sigue huyendo bajo el vestido, y sus tetas suben y bajan anegadas de nerviosismo; la
melena rubia, como una selva enmarañada le tapa la cara, e hilillos de babas le entrecortan la
respiración. Un minuto infinito se toma entre tartamudeos para decir:

-No tenemos comida. Somos pobres, muy pobres.

-Mujer - responde con voz seca y autoritaria - Sólo quiero noche y heno para mi caballo - ella
observándole de reojo y desconfiada piensa: “¿sólo eso?“ Él, intuyéndola le explica:

-Un cruzado jamás hace daño a una dama. Ariadna, aún temblorosa le responde:

- Espera aquí - Así, entra en la cabaña, poniendo la tranca a la puerta. Ya dentro busca a Iris
desesperadamente. Ahí está, donde la dejó. La coge en brazos y da un pisotón a dos tablas que
como un resorte se alzan desde el suelo. La oculta bajo ellas susurrándole:

-Espera aquí mi niña. Si todo va bien volveré por ti. Mientras, espera, tras dejarla oculta y
reponer las tablas, hace algo que solo una mujer puede y debe hacer en una situación así. Coge
una abollada chapa a modo de espejo, mirándola ordena su pelo, ajusta su escote y ensaya la
mejor de las sonrisas. Se dice a si misma: “Esta es mi única posibilidad”

--------------

Le miro despacio. Él, recorre con sus ojos oscuros y escrutadores la estancia. Se
detiene, me mira. Sus pupilas lejanas y mi poca altura hacen que me sienta una niña pequeña
ante una torre. Su voz es un estruendo entre mis ideas

-¿Dónde tienes el granero? Mi caballo ha de comer.

Mi dedo tembloroso indica una puerta hacia el establo. Él, la atraviesa. Le sigo a
hurtadillas. Allí le veo, arrimando paja fresca a la boca de su corcel azabache. Observo una orca
de madera apoyada en la pared. La tomo sigilosamente, elucubro: “Esto podría ser mi defensa”.
Pincho un montón de paja para disimular. Al agacharme, de reojo descubro sus pupilas
siguiendo mis tetas “Si sólo fuera eso…” Él, ya alzado, desliza una mano a su vientre… “¿Qué…
qué arma cruel guardará ahí? ¿Pretende violentarme y degollarme aquí sin más?

Lanza a mis pies una bolsa de cuero gastado. Sin saber qué hacer, la miro y le miro
inquieta.

-Cógela - me ordena asintiendo con su cabeza. La abro: “¡Carne desecada!” - grita mi mente -
Ansiosa, llevo a mi boca desdentada un gran trozo dispuesta a devorarla allí mismo. Se me para
el corazón con lo que me dice:

-Cuece algo de esa carne y dale el caldo a tu niña. El terror se apodera de mi cabeza “¿Cómo
demonios la ha descubierto? ¡Cómo!” Mi voz entrecortada simula agradecimiento:

- Gracias - Pero mi pavor recorre mi piel con crueldad. Como una zorra me llevo la carne en
dirección a la cocina. Ya allí observo. Desde el ventanuco de la pared apenas se ve la luna, no
hay luz. Recuerdo que necesito unas hojas de berza para el caldo. En una pequeña habitación
tras la cabaña tengo guardadas. Salgo a la fría noche a buscarla. En la oscuridad, no puedo
esquivar los charcos que con su humedad gélida enfrían mis pies.

Tiritando de frío, intento abrir la estrecha puerta de acceso, pero está trancada por el
hielo. Cojo un pequeño tronco y golpeo para abrirla. Oscura, muy oscura está la sala. Palpando,
entro hasta el fondo. Sé dónde están las berzas, pero prefiero encender una vela.

El viento siniestro hace girar y golpear la puerta por donde a veces, la luna se asoma. La
luz de la vela se apaga. Inesperadamente, todo queda en silencio.

-¿quién? - Me volteo interrogando. Le descubro aterrorizada: expulsa volutas de vaho por
su boca, su figura obesa y voluminosa me aterra, pero no tanto como sus jadeos “¿él?” me
pregunto aturdida mientras me repito una y otra vez: “¡ahora no! ¡Ahora no!”

-Aquel lobo pensaba que sería su alimento JJAJAA. Pero se equivocó – me sonríe al acercase
con un candil mostrándome unas manos cubiertas de sangre reseca.

-Traigo algo que te gustará - y sus pupilas se asoman rojas y centelleantes. Me aterran “¿Qué
quieres ahora Richard?” Lo advierto rápidamente cuando acorralándome en aquel estrecho
pasillo, su mano fría y descarada soba por fuera de mí vestido una de mis tetas, No. No puedes,
ahora ¡ahora no! - Le grito tratando de detenerle.

-¿No? Lo sé. Estás sola y tú, tú necesitas comida para ti y tu niña. ¿verdad?

-Sí, sí, pero… por favor, por favor….A…ahora no - Suplico con el miedo que atenaza mi
corazón. Extrae un objeto centelleante como extensión de su mano y amenaza mi cuello, la
punta de esa daga crea una gota roja que tinta mi cuello blanco. Su aliento apestoso en mi oído,
me dice que ese seboso y apestoso prior tiene sucias intenciones.

-A los del pueblo se lo dije. JAJAJAA. Sí, se lo dije - Y su tono me hace temblar - Es una
bruja, ¡UNA BRUJA! Pero no os preocupéis. Yo, yo lo solucionaré – sonríe Richard con ironía
mostrándome un frasco de cerámica abierto.

-Pero yo… yo sé que eres toda una mujer Ariadna ¡sí! ¡Arrodíllate! ¡ARRODILLATE! - Me exige,
dejando el frasco sobre un estante. Mis piernas flaquean, le suplico entre tartamudeos mientras
pienso: “¡ahora no, no!”

Por la puerta entreabierta una luna blanca empieza a asomarse. El dolor por la punta de
la daga en mi cuello me obliga a arrodillarme mientras me escupe a carcajadas:

-Beberás de mi mujer, ¡¡BEBERAS…!! - Es cuando percibo su hábito alzado y una cosa
blanca y dura que asoma la altura de mi boca. Es su pene “¡Maldito bastardo!” Intento hacer
fuerza, impedírselo. Él me abofetea con violencia sin soltar la daga y deja una brecha en mi
cara. Hilillos de sangre comienzan a brotar. El frasco se vuelca y derrama algunas gotas sobre
la herida abierta. Un fuerte escozor me hace aullar. Sus pupilas sanguinolentas me interrogan
durante unos segundos, e inmediatamente su puñal marca en mi mejilla dirigiendo mi rostro
hacia su asqueroso y duro sexo. “Si no lo hago ¿qué será de mi pequeña? ¡¿qué?! Pero… ¡las
arcadas!”

La luna, asoma ahora con dos picos en sus extremos. Percibo con gran intensidad el olor a
sangre, el sudor. Un vértigo fortísimo, empieza a desquiciar mi corazón. El hambre y la miseria
sólo me permiten murmurar unas palabras: “¡Maldito, maldito seas…! ¿Lo quieres? Pues lo
tendrás…”

Algo caliente y líquido golpea mi rostro. Es sangre, sangre ardiente, caliente. Richard,
aúlla, gime de dolor. Estupefacta contemplo el brillante acero atravesando desde la espalda a
Richard. Es el mandoble del cruzado. Su rostro y esa mirada fiera ahora me parecen hermosos.

-------------------

La cena está servida sobre la mesa grande de madera. Sentada frente a él le escucho
sorber con avidez la sopa que cociné con la carne salada. La tímida luna se oculta tras unas
nubes blancas, los lobos aúllan fuera pero huele a hogar, a paz. Pienso en él y en Iris… Observo
sus manos gigantes. Me parecen hermosas.

Desnuda y blanca la luna se mueve, asoma, recorre mi piel como miles de hormigas un
cosquilleo creciente. Embadurnan su barba negra algunas gotas de la sopa. Sus pupilas oscuras
e impenetrables durante un segundo se clavan en las mías. Hacia él me dirijo para acercarle
un trozo de pan. Él, levanta su rostro del plato sorprendido por mi iniciativa, me sigue de reojo.
Distan unos segundos eternos. Puedo percibir una furia naciendo en su interior cuando me mira
de soslayo. “¿A qué sabrá su piel?” Le necesito, una urgencia recorre mi piel como la descarga
de un rayo.

Ya a su altura dejo en su mano el trozo de pan. Observo sus dedos acercándose a
él. Durante un segundo infinito, el tacto de nuestras manos colisiona. Mis pupilas se quedan
heladas cuando me mira. Entonces, deshago el nudo de mi escote y mis tetas blancas saltan
generosos como flanes. Inmensas, rugosas y fuertes sus manos se alzan despacio, muy
despacio cobijando una de ellas. La herida sobre mi seno se balancea al vaivén de esa mano de
guerrero. Mis jadeos le indican que siga, que no pare. Pienso: “¿Por qué se entrometió?”

Tomo su mano para que me siga a la alcoba. Él, como si fuese un niño grande accede a
mi petición. Ya allí, y antes de llegar a la cama le empujo contra la pared de madera. Caen como
hojas secas en el otoño al desatarlos, sus pantalones. Sólo unos calzones blancos cubren algo
que crece y crece.

Me arrodillo y mis dedos bajan esa última prenda. Él, su pene duro y negro, salta como
un puente levadizo, inmenso. Lo veo, este sí, se siente maravilloso entre mis senos navegando
como un barco. Desde abajo observo sus ojos vueltos. El deseo hace que mi lengua comience a
lamer su glande con devoción. Él, comienza a jadear. Yo, puedo sentir al meterla un par de
centímetros en mi boca, cada vena, y como crece pujando fuerte, caliente, viva… Me… me
gusta, es… lo que deseaba. Mis dedos sopesan sus muslos fuertes, sus glúteos. Él, suelta un
gemido más fuerte, desgarrador “¿Por qué lo hizo?” -me roe esa pregunta -

Sobre la mesilla de madera observo un pequeño cuenco de madera.

Sigo succionando, deleitándome, acariciándole con la mano. Él, está a punto, lo sé,
conozco el instante, el que casi lo colma todo ”¡Ese maldito Richard, tantas veces me obligó a
hacerlo tantas veces y hoy precisamente…!”

Me gustaría meterla más en mi boca, pero no, la acaricio con la mano, sintiendo su
fuerza pasando la punta de la lengua por el vértice.

Pronto vendrá, lo sé, está apunto de venir la avenida, el derrame grande y fuerte de sal,
leche, fuego. Por eso mi boca se abre grande hacia uno de ellos, el más sonrosado de los dos

genitales; mis labios perciben el calor próximo, la delicadeza; mi mano se desliza hacia arriba y
hacia abajo sobre su mástil negro. Sus jadeos crecen, crecen... Bajo mi falda, mi intimidad está
húmeda, jadeo de placer “cómo me gustaría tocarme ahora, pero antes está él, él…” Meto el
genital enterito, en mi boca y…

De un fuerte mordisco se lo arranco. Su aullar de dolor es desgarrador, sus ojos me
interrogan incrédulos. No le doy tiempo a respuestas, sólo tengo unos segundos de ventaja
mientras él se desangra, tomo una daga oculta entre mis ropas. La clavo en su corazón sin
compasión. Sus pupilas se queden heladas para siempre. Acerco un cuenco y escupo el genital
sanguinolento sobre él. Recojo la sangre que brota. Observándole, sólo me parece una torre
vieja y desplomada. Pienso “Que pena que se entrometiera en lo de Richard”

La luna tiene dos picos. Iris, apoyada en la baranda de su cuna me muestra un hambre
atroz tras unos pequeños colmillos finos y afilados. La sonrío diciéndole:

Hija mía, tengo tu comidita. Pero me siento algo contrariada: “¿Por qué se tuvo que
entrometer si ya tenía comida con Richard? Bueno, al menos tendré dos cuerpos completos para
pasar el invierno…” jajajaj
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ukiahaprasim
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Re: CN1 - Pisadas rojas en la nieve

Mensaje por ukiahaprasim »

otro relato al que la publicacion parace que le ha jugado una mala pasada, porque hay frases que aparecen cuatro o cindo lineas antes o despues de lo que correponderia..

En cuanto al relato... bien, correcto en el planteamiento y en la forma, he de decir que el giro que ha ido tomando hacia el final no me acaba de convencer...

La parte explicitamente sexual se vé extraña, interrumpida por la reflexiones de la protagonista, dejando entrever que hay algo que no cuadra, algo que va a suceder... por eso no acaba de cuajar...

Y por otro, las motivaciones.... ¿que es ese "entrometerse" del templario?...
a manera de contarlo de la impresion de que algo que hizo el templario motivó su muerte.. pero no queda claro el porque.. si el objetivo era la carne, ¿que mas dá el modo de morir del prior? ...¿si no se hubiera entrometido, no habria acabado igual?...

Ukiah
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Lifen
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Re: CN1 - Pisadas rojas en la nieve

Mensaje por Lifen »

Pues yo lo siento pero no puedo leerlo en estas condiciones. Como ha dicho Ukiah desaparecen frases y todo resulta muy inconexo, además el encontrarme con la palabra tetas en medio de un relato que parecía apuntar a otra cosa me ha dejado descolocada.

Quizá si se colgara bien... pero no se si el problema ha sido ese o el relato ha llegado ya en esas condiciones a Lucia :?
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leonita
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Re: CN1 - Pisadas rojas en la nieve

Mensaje por leonita »

No me termina de convencer la concatenación de frases cortas. El relato parece contado a suspiros :? Espero que tenga un buen congelador porque ahí tienen comida para rato.
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Dori25
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Re: CN1 - Pisadas rojas en la nieve

Mensaje por Dori25 »

Bufff, a ver.
Primero, es cierto lo que dicen los tres mosqueteros que han comentado antes, faltan palabras y se entrecruzan guiones en ocasiones, pero eso no debe ser culpa del autor, ni de Lucía, claro, es el formato, lo hemos sufrido todos en algún momento.
Una vez apartado ese "ruido", me ha resultado molesto que el relato empezara en tercera persona y fuera "blando" y de repente pasar a la primera persona para usar ese lenguaje tan sexual, la verdad. Es que no me llega.
Además, de Navidad, ambiente navideño tiene poco, salvo al principio que la protagonista recuerda las fiestas de su infancia.
Me da la impresión de que el autor ya lo tenía escrito y ha añadido lo de Navidad para poder usarlo ahora.

Ah una cosa más, qué son? Vampiros? Porque la niña tiene colmillos, no?
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Yuyu
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Re: CN1 - Pisadas rojas en la nieve

Mensaje por Yuyu »

Me gustó mucho,está bien escrito y bien contado.He visto algún salto raro,no sé si los problemas de siempre o si era yo que ya veía borroso.El final me gustó mucho.Lo único que me chocaba era cuando usabas "tetas" en lugar de pechos o senos.Me parecía que quedaba mal precisamente porque en otros sitios ponías una de las otras dos.Felicidades por la criatura!!!!!!!!! :60: :hola:
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Ladrona
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Re: CN1 - Pisadas rojas en la nieve

Mensaje por Ladrona »

No lo terminé de leer, eso de la confusión de frases y tras de eso una narración muy pausada siento que no se puede leer así... :noooo:
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Topito
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Re: CN1 - Pisadas rojas en la nieve

Mensaje por Topito »

Quitando el tema del formato que el autor no tiene culpa… entremos en jersey de seis mangas para seres monstruosos navideños.

Empecemos por los penes seccionados que al igual que los musulmanes deben cortar la carne por el rito Halal la protagonista debe cortar la carne seccionando este miembro tan apreciado por los hombres, y en ciertos casos y posturas por las mujeres. Al menos eso es lo que piensa un servidor. Este tema lo hilo de ésta manera.

Respecto al ritmo no lo veo del todo mal, aunque en algunos momentos se podría mejorar; lógicamente, es complicado el poder hablar sobre esto por la dificultad del desaguisado que ha realizado el formato con el texto. Así que, me da pena porque imagino que el autor se está tirando de los pelos por no poder retocarlo para una mejor lectura.

La historia está muy bien, a pesar de que estoy con mis compañeros que no se ubica del todo en Navidad. Sin embargo, con una frase del tipo “era la tarde de Nochebuena”, algo de nieve, o algún dato más referente a estas fechas… lo hubieras conseguido.

Y aunque en algunos momentos si es posible que falte información, también es verdad que esta información puede ser completada con la interpretación que haga cada lector (por ejemplo: la mía del método Halal). Por esta razón no creo que este punto sea un tema en contra del relato. Es cuestión de los gustos del lector. Otro de los complementos que realiza este lector en el relato es que los del pueblo han desaparecidos matados por esta mujer para alimentar a su hijita querida. Si no me equivoco no se dice los motivos de las desapariciones, y yo las interprete después de tener más información que era ese motivo, el más lógico.

La cuestión de si da miedo, la verdad que no mucho, pero este tema escribiendo el mío ya me di cuenta que es muy complicado.
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Re: CN1 - Pisadas rojas en la nieve

Mensaje por Lifen »

Respecto al tema del formato. ¿El autor no podría reenviar el relato a Lucia de otra forma para que pudiera editar el primer mensaje?

Es que me da una pena enorme y, además, no me parece nada justo que no pueda ni siquiera comentarse. Yo es que no he podido leerlo, aunque le voy a dar otra oportunidad, a ver si concentrándome bien lo consigo.

Para el autor: :petting: :petting: :petting: :60: :60: :60:
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Re: CN1 - Pisadas rojas en la nieve

Mensaje por Berlín »

Toy perdia con este relato... :shock:

lo leeré otra vez haber si consigo armarlo del todo.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Dori25
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Re: CN1 - Pisadas rojas en la nieve

Mensaje por Dori25 »

Berlín escribió:Toy perdia con este relato... :shock:

lo leeré otra vez haber si consigo armarlo del todo.
Pues leelo otra vez y encuéntrate. Este no me ha parecido difícil de pillar y encima Topito nos ha dado más datos.
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Re: CN1 - Pisadas rojas en la nieve

Mensaje por Lifen »

Yo sigo con lo mío ¿no sería más fácil mandar de nuevo el relato a Lucia? Es que no se por donde cogerlo, de verdad :?
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Re: CN1 - Pisadas rojas en la nieve

Mensaje por shirabonita »

Lifen escribió:Yo sigo con lo mío ¿no sería más fácil mandar de nuevo el relato a Lucia? Es que no se por donde cogerlo, de verdad :?
Lifen :60: no se trata de que el autor reenvíe su relato.
Lo que pasa es que Lucía siempre formatea los relatos antes de colgarlos, y a veces, pasan cosas raras en ese proceso de formateo. :roll: Ha ocurrido en otros concursos.

Bueno, ahí van mis impresiones:
Es una historia que me ha dejado totalmente asombrada, el final no me lo esperaba en absoluto.
Bien ambientada y narrada excepto por ese cambio tan curioso, que empieza a relatar en 3ª persona y luego cambia a 1ª. Esto descuadra bastante al lector.

No me esperaba que la protagonista fuera una bruja :shock: Así que el monje no estaba loco, sólo tenía el fanatismo propio de la caza de brujas medieval.
El cruzado se me antoja un personaje misterioso. ¿cómo sabe que Iris está dentro de la casa? ¿es posible que haya hablado con el monje con anterioridad?

A parte de estas incógnitas, me ha parecido un relato original y bien trabajado.
ME alegra que la mujer y la hija salven sus vidas, pero lamento la muerte del cruzado.
Me caía bien este personaje misterioso. La del cura no me da pena, pues era un fanático pirado. Las brujas sólo eran mujeres algo más cultas que la media, con conocimientos de medicina natural, y algunas sabían leer (cosa rarísima en aquella época)
La Iglesia tenía miedo de ellas , porque pensaban por sí mismas. Entonces no se les podía adoctrinar tan fácilmente como a la mayoría de gente pobre e inculta.

Claro que esta bruja tiene algo rarillo, no? :mrgreen: Lo digo por su hija "vampira" y la antropofagia, pero me parece bien en un concurso de relatos de terror. :P
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Nínive
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Re: CN1 - Pisadas rojas en la nieve

Mensaje por Nínive »

¡Hola escritor de maldades! :hola:
Bueno.....siento mucho lo del formato. :60:
Haciendo un esfuerzo he llegado hasta el final, y mis impresiones (que puedo estar equivocada, porque es complicado de leer con todas esas frases fuera de sitio), es que la idea es buena. Pero el desarrollo no me ha gustado tanto. No me cuadra esa bruja antropófaga con esa campesina del principio que excava la tierra con la azada. Tanto miedo que tiene por las dos, pero luego es ella la ejecutora.
No sé, también me falta más halo de misterio en esa tierra.
Espero, autor, que luego cuelgues el relato tal como lo escribiste, y si es más pulido, mejor.
Un saludo :60:
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jilguero
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Re: CN1 - Pisadas rojas en la nieve

Mensaje por jilguero »

Después de un primer plato a lo tarantino, me encuentro este otro donde los atributos masculinos son arrancados a mordiscos... Vamos que el enanito asado empieza a parecerme hasta inocente.
Dejando a un lado el desastre del formato (¿sesudos foreros no habría alguna manera de solucionar esto para próximos concursos?), la historia como tal no me ha parecido mala, pero para haber podido saborearla hubiera necesitado un lenguaje mucho menos explícito. Ese quiebro de personalidad, pasando de pobre madre indefensa a cazadora libidinosa (además de para consegurir carne, he creído intuir que algo le iba la marcha ¿no?), bien llevado podría haber dado un buen resultado. Lo de que casi todo el relato esté escrito en primera persona, si bien me agradó al principio, luego me ha cansado.
En conjunto, considero que no es mala historia pero que su desarrollo no me ha acabado de llenar: demasiado brutal para el gusto de Jilguero :oops: .


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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