CPVIII Dulcecitos - Vientoo

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CPVIII Dulcecitos - Vientoo

Mensaje por lucia »

Dulcecitos

He vivido decenas de veces, la rutina de un día gris, y por más que el tedio sea duro e igual, hay días en los que una no deja de, sorprenderse…

Hacía frío, demasiado frío para aquel lunes de marzo en el que la escarcha reposaba sobre los setos, y muchas narices rojas se aceleran para no perder el tren.
Aquella mañana, intentando ocultarme de las bajas temperaturas bajo el gorro de mi chaquetón, unos destellos azules, rojos, y otra vez azules llamaron mi atención. Sobre la puerta de un pequeño local, un letrero luminoso me saludaba con su singular despliegue de intermitencias y osadía.
“Dulcecitos” se llamaba la pastelería. Me pregunté: “¿adelante Lisa?”
Miré la hora de mi reloj. Contemplé detenidamente el escaparate lleno de colores y pequeñas muestras de dulces. En ese instante, rememoré por unos minutos aquellos tiempos durante la infancia, en los que cualquier cosita rodeada de azúcar era algo, tentador. Empujé la puerta y entré.
Una pequeña campanilla de bronce, ubicada en lo alto de la puerta, alertó de mi presencia.
Me sorprendió no más entrar en el establecimiento la disposición de las estanterías, los colorines de los tarros de vidrios, la disposición de los pequeños dulces sobre estantes de vidrio. Era, como si cada uno de ellos tuviese personalidad propia. Por último aquel aroma, derribó mis defensas. Olía a horno, a azúcar, miel, a dulce de leche…
El dependiente: un chico delgado, alto, y más calvo que un chupa-chups asomó con ojos de chiquillo. Me pregunté observando la expresión de sus pequeños ojos: “¿seré la primera clienta?”
-Me… me llamo Alcides. Y hoy… hoy eres mi primera clienta- sonrió mostrando una dentadura desordenada. Imité el gesto pensando: “Tía, ¿Hasta qué punto puedes llegar a ser bruja?” Los ojos de Alcides, de un color que no acertaba a descifrar me recorrieron despacio, tanto que los sentí como pequeñas hormiguitas paseando por mi piel; sin embargo, para ser una mirada así, tan cercana, no me hacían sentir mal. Su voz, sonó suave:
-Vos tenes aún alma de chiquilla. Lo noté en tus ojos - afirmó dejándome sorprendida. Continuó con sus palabras
- Si me das una palabra, elegiré un bocado adecuado para que tu día sea bello - “Ya” - pensé, al verme de frente con el adulador de turno intentando venderme algo, o simplemente, y porque no, llevarme a la cama. Pero una, es así de impulsiva, y como una canica entre los dedos de un niño, la palabra, se me escapó de los labios.
- Adelante - apuntaron mis labios, y nada más escapar esa palabra de mi boca, mi yo institutriz me reprochó: “¿por qué demonios he dicho eso?” El caso es que Alcides, arrugó la frente, torció su boca en una picarona sonrisa, y desapareció tras una puerta.
Tic-tac…. Tic-tac Pasaban los segundos y no aparecía. Tic- tac. Llegó una clienta, y Alcides sin asomar. Y otra, y otra más.
Por fin, y cuando ya tantos minutos me habían parecido horas, asomó con aquellos ojillos de chiquillo cargadito de misterio. Entre sus manos, como si de un cachorrillo se tratase, portaba un pequeño cubo de cartón marrón, atado con cintas verdes y finas líneas blancas en los extremos. Observé intrigada aquella cajita. Él, se adelantó en la exposición:
- Es verde esperanza, que aunque tienes, no acabas de dejar volar- Tartamudeé para preguntarle.
-Y… ¿cuánto te debo?
- Sólo una sonrisa. Eres mi primera clienta y sé, que vos, me dará suerte - El reloj cuco de la pared marcó las en punto “¡maldita sea, se me hace tarde! Sin siquiera despedirme, salí del lugar como alma que lleva el diablo, y tomé el primer tren que pude. Ya entre el bullicio del vagón, fue cuando la imagen de aquel singular “pastelero” me vino a la mente. ¡Leñes! “¿Por qué soy tan torpe recordando gestos, miradas? ¡cómo era exactamente su mirada! ¡Bah! Seguro que es sólo un vendedor o conquistador más”.
Agarrada a la barra del tren, intenté olvidarme de Alcides.
Así pasó una estación, otra, otra; y sentí los empujones, las tanganas por coger un sitio en un vagón atestado; así me fastidié percibiendo los olores agrios y grises de gente con cara de lunes; así también, como una niña con un juguete nuevo, no dejé de observar de reojo el secreto oculto en el bolsillo de mi chaquetón.
Sí, hacia él se giraban una y otra vez mis pupilas, sin dejar de observar, cual manitas pequeñas que quisieran salir, como colgaban las estrechas cintas verdes con líneas blancas en los extremos. “¿Por qué no abrirlo y probar?” - fue la pregunta que me fusiló una y otra vez, mientras estas, se zarandeaban al mismo compás que el vaivén del tren.
Hasta que no pude aguantar más. Deslicé mi mano y con las yemas de los dedos me dispuse a tirar de la pequeña cinta. Tarea difícil, entre tanto meneo, y queriéndolo hacer secretamente, por eso miré a un lado y a otro, para que nadie me descubriese con mi particular tesoro. En un rincón, un asiento se hallaba libre. No lo pensé un instante. Di dos pasos largos hacia él, y lo pillé.
Me sentí satisfecha, acomodada en mi esquina y lo mejor: con mi pequeño tesoro asomando sus bracitos y pidiéndome a gritos, que lo sacara del bolsillo. “¿empezaba mi buena suerte?”
Esta vez no hubo dilación, extraje el cubo posándolo en mi mano, lo olisqueé como una zorra, y ni pensé en lo ridículo que era mi aptitud con tanta intriga: Tiré de los cordeles verdes y… ya.
De color verde suave, un pequeño pastel con forma cilíndrica, y apenas dos centímetros de diámetro, por tres de altura se presentaba ante mí. La cara superior, albergaba una espiral concéntrica hecha con cremita blanca. Acerqué mi nariz, y lo olí maravillada. Me llené la punta de la nariz de crema.
Llegué a una conclusión: No sabía definir a qué olía… ¿A mar? ¿A campo? ¿A aventura?
Lo tomé entre mis dedos índice y pulgar, y lo contemplé. Se había detenido el tiempo, incluso, podía escuchar el toc-toc, de mi corazón entre el bullicio de la gente. Una fuerza extraña, lo transportaba a mi boca, y yo, como una niña embobada, no podía dejar de mirar aquella espiral.
-¡Uhm! -exclamé de gusto al dar el primer mordisco. Me sentí absolutamente complacida y sorprendida por aquella sensación. Pero el carmín de mis labios se había quedado en el pastel. Avergonzada miré a un lado, a otro. Nadie se había apercibido de mi pequeño gran mundo de emociones, ni de mi boca llena de crema verde, mas, allí estaba yo, un lunes gris, en el asiento del rincón, disfrutando mi pequeña maravilla, sin pensar en el tiempo...
Metí mi pequeño tesoro en su caja, volví a atarlo y lo cobijé entre mis manos, completamente segura de la intimidad de mis actos. Pero al alzar la mirada, descubrí a alguien mirándome. Mis mofletes se sonrojaron como los de una adolescente. Justo en frente unos ojos increíblemente suaves y azules, acompañados de una sonrisa dulcecita, me habían descubierto. Me saludaba:
-Buenos días. Tienes crema en los labios – Avergonzada como una niña, me limpié como pude. Devolví el saludo entre tartamudeos:
- Bu..enos.. di..as.
Una grabación indicó la estación a la que llegábamos. La puerta comenzó a abrirse. La gente salió en tropel. Había llegado a mi destino

*******
Ya en el andén, y mientras observaba alejarse al tren, con aquellos ojos azules y suaves dentro de mi memoria, me sentí rara: Aquel pastel extraño, me hacía sentirme diferente. ¿Había alguna magia oculta en los ingredientes, o me había embrujado el tal Alcides?
Ni la más mínima idea.
Bueno. No dejé de pensar en aquel chico, con el que justo hablé durante sólo unos segundos. Claro está, si se le puede llamar hablar a un “hola” recíproco y un “hasta luego” ídem, ídem. El caso es que cuando llegué al trabajo aquel lunes gris, lleno de niebla y lluvioso, con tantas sensaciones, yo parecía la reencarnación de “Mary popins”
Así que sonreí a compañeros, silbé, y hasta tuve los arrestos de canturrear. En el baño, me miré en el espejo buscando mi lado guay. Resumiendo, una pasada.
Mi jefe, mi queridísimo y amadísimo San Bernardo. Bueno, realmente, no se llama así, su verdadero nombre es Bernard, o sea, es un guiri. Pero como es gordo y además, me cae “gordo” pues yo le llamo eso “San Bernardo”. Se lo merece.
A lo que iba. Bernardo, para variar, con esa sonrisa postiza y prefabricada de origen yanqui que más parecía una impostura, se preocupó con su presencia de derrumbar los endebles cimientos de mi alegría, dejando sobre mi mesa toda una pila de informes y estadísticas. Como siempre sus palabras fueron de lo más alentadoras:
-Esto lo quiero para mañana.
Y, ahí estaba yo, tan peripuesta y feliz, aún con el regusto de aquel, dulce-espiral que endulzó mis labios, y recordando los ojos azules, clavando a la velocidad de un rayo mis dedos en el teclado para terminar el inmenso trabajo. Hasta que mi vejiga no pudo más. Decidí ir al baño.
Al enfrentarme al espejo a eso de las once de la mañana, descubrí en él arrugas, los ojos chiquitos, el pelo lacio, y mi cara normal tirando a corriente. Los miedos me asaltaron como si fueran puñeteras moscas cojoneras. Me pregunté: “A ver Lisa, ¿Dónde vas con esa cara de todos los días? ¿A quién quieres conquistar?”
La pregunta de mi yo puñetero me dejó tocada. Tan dura fue la caída, que creí, que nada podría ser peor. Fue cuando olor extraño y triste me perturbo. Volví el rostro y descubrí a Laura entrar en el baño… Noté, por su forma en que vertía agua sobre su cara blanca, que algo pasaba. No pude reprimir la pregunta:
-¿Qué te pasa Laura?
-Me largan Lisa. Esta maravillosa y grandiosa empresa, me echa a la puñetera calle.
-Pero… no… no entiendo nada. Los balances están bien, tenemos beneficios…
-¿Sí? -Interrogó Laura con pupilas dilatadas.
-Claro que vamos bien. Llevo toda la mañana repasando informes, y pese a la crisis, vamos bien.
-Pues mira que listos son, me despiden. A “tomar por culo” mi antigüedad, me indemnizarán con una cantidad irrisoria, la patadita en el culo, y posiblemente contrataran a alguien en mi lugar por la mitad de precio.
-Yo... lo… lo siento - fue lo único que supe decir. Laura, abatida, salió del baño, y cerró la puerta. Esa puerta que se cerraba era también la de mi optimismo.
Entonces me acordé. Volví a abrir la puerta. Laura se alejaba. La grité: -¡Laura! - Esta se detuvo. Me dirigí hasta su altura. Tras mirarla fijamente a los ojos se lo solté:
-Adelante.
-¿Adelante? — Interrogó Laura con los ojos abatidos. Nerviosa, me interrogó con ojos sonrojados:
-¿Por casualidad imaginas lo que se me viene encima?- Yo intenté animarla, diciéndole lo que pensaba:
-Pueden pasar mil cosas, pero tienes que seguir adelante Laura ¡no hundirte!. Laura, me volvió el rostro, la vi que quería llorar. Se dirigió, hecha una mierda, a su mesa. Agaché la cabeza, y me volví cabizbaja a mi silla. Contemplé apática, el montón de documentos que aún me quedaban por repasar. Luego, mis ojos recorrieron aquella sala posándose en cada mesa, y cada persona que se dejaba el alma en su trabajo.
Lo mío no era una excepción: los pocos operarios que quedábamos, trabajábamos como negros por un mísero sueldo “¿quién sería el próximo? Y los que quedásemos ¿tendríamos que hacer nuestro trabajo más el de los despedidos?” Definitivamente, sólo los ordenadores resuelven bien estas situaciones: cuando tienen una carga excesiva de trabajo, se bloquean.”
Recordé aquella palabra: “Adelante” y me reproché “la madre que me parió. ¡Cómo le puedes decir -adelante- a alguien que trabajando tanto la despiden!”.
Durante unos largos e infinitos minutos, llegué a sentirme igual de hundida que Laura; y además, estúpida. En cualquier momento, sería yo u otra persona a la que cortarían la cabeza.
Mi mano, movida por un extraño hilo, rozó el tirador del cajón que tenía a derecha. Miré un tanto extrañada. Luego, lo así y tiré de él despacito. Las pequeñas ruedecitas de la corredera del cajón, parecían una orquesta entre mis sentidos. Todo era una soberana estupidez, una niñería, pero ¿por qué no?
Cuando estuvo totalmente abierto, miré de reojo. No quería que nadie me descubriese. Observé la pequeña caja de cartón, recordé el sabroso dulce que me regaló en la mañana Alcides.
Me dirigí hasta la mesa de Laura, extendí mis manos y le ofrecí la cajita atada con las finas cintas de color verde y blanco. Ella, me miró con ojos de extrañeza. Se lo solté con una sonrisa.
-Abre y prueba. Es lo único que te puedo ofrecer- Laura, frunció el ceño, y me recordó con su mirada, a mi madre cuando, siendo una niña, le llevaba alguna de mis ocurrencias. Apática, cogió la pequeña caja, desató el nudo, quitó la tapa, y miró en su interior. Al descubrir el carmín de mis labios en el dulce, traté de disculparme:
-Ya… ya lo mordisqueé un poquito …Eso, hizo reír a Laura. El tono de su voz se hizo animoso.
-¡Qué leñes! ¡Habrá que probarlo!
No puedo decir mucho de la magia, por no ser, ni soy bruja; no tengo poderes y además me perdí todos y cada uno de los capítulos de Harry Poter. El caso es que después de aquel pequeño mordisco de Laura vinieron las risas, las bromas, las ironías, imitaciones y parodias… Y me pregunto: “¿Acaso algo más saludable que una sonrisa?”
Sin premeditación, aquella mañana dejé de trabajar. Los informes que estaban sobre la mesa, se quedaron allí, cual torre de pisa inclinada y olvidada. Tenía que estar con Laura¸ compartir con ella y procurar, alegrías; intentar olvidarnos juntas de lo “perra” que es demasiadas veces esta vida.
Y lo mejor de compartir, llegó sin buscarlo. Mis miedos, aquellos monstruitos canijos y feos que me asaltaron al mirarme en el espejo, de estar con Laura, se me habían olvidado. Al volver a casa, agarrada a la barra del metro, mientras el tren zarandeaba mis emociones, rememoré todo lo ocurrido desde el amanecer. Pensé “Si apareciese ahora el extraño del tren, sería la leche”
A la espalda una voz suave, me hizo una pregunta:
-¿Qué tal el día?
La piel se me erizó, la respiración se me cortó. No me atrevía a volver el rostro, pero lo vi reflejado en el cristal del vagón. “¿él?”

Me pregunté una vez más ¿adelante?
Fin
PD. Al día siguiente hablé a Alcides de su increíble dulce, y como no, de mi amiga Laura que lo disfrutó conmigo. Alcides me comentó que la llamase, que tal vez necesitase una ayudante para “Dulcecitos”.
Del chico. Uff, de ese… ya os contaré. Os dejo, me voy, he de coger el tren de la vida y seguir, adelante.

CONTINUARA.
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andres451
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Re: CPVIII Dulcecitos

Mensaje por andres451 »

Me gustó el optimismo que le deja a uno. Se me hizo simpática la protagonista, ¡cómo le gustaba mirarse al espejo jaja! Deja un lindo mensaje el cuento.
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Tadeus Nim
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Re: CPVIII Dulcecitos

Mensaje por Tadeus Nim »

Este ya lo he leído yo antes del concurso. O al menos parte de el. De lo del pastel y el metro me acuerdo. Y sigo pensando lo mismo. Me ha empalagado un poco.
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Gavalia
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Re: CPVIII Dulcecitos

Mensaje por Gavalia »

Un relato tan dulce como su título. Me recuerdas a lo que llaman por ahí psicocomedia o algo así. Se leería mejor quizá sin tantas comas en algunos párrafos, creo.. Cada uno supongo que le intenta dar el sentido a las frases que mejor se adapta a lo que quiere transmitir, aunque no siempre es lo mejor. Pareces de allá, pero en muchos momentos pareces también más de acá que yo jajajajaja. Podrías ser quien pienso pero…..sabe Dios quién serás. Gracias :60:
En paz descanses, amigo.
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Ismael González
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Re: CPVIII Dulcecitos

Mensaje por Ismael González »

Tiene intención, pero...
A veces no concreta lo que pretende decir y la imagen transmitida, en mi opinión, no es la más adecuada: “No sabía definir a qué olía… ¿A mar? ¿A campo? ¿A aventura?”.
¿A mar? ¿Un pastel? Sé que es una sugestión poderosa, pero yo no me comería un pastel que oliera a mar . ¿A aventura? Abstracto, muy abstracto.
Pasando a otra cosa he de decir que hay un exceso de comas. El autor las ha utilizado con buena intención, se ve, pero la sonoridad que uno otorga al relato al escribir no es siempre la que mejor le va al mismo.
Además, ¿es el relato parte de un escrito más grande? Lo digo por ese “continuará”.

No te enfades conmigo, Autor. Ten en cuenta que no soy ningún experto. :oops: :roll: :60:
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Yuyu
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Re: CPVIII Dulcecitos

Mensaje por Yuyu »

Me ha parecido un bonito homenaje a la empatía y al optimismo. Bien escrito aunque creo que falla algo la puntuación. Felicidades por la creación!!! :60: :hola:
Ronda de noche. Mundodisco 29. Terry pratchett
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blinder
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Re: CPVIII Dulcecitos

Mensaje por blinder »

Transmite un optimismo que en estos días hace mucha falta. Quizás he notado algo de cambio en la manera de hablar el personaje principal en algunos momentos, pero está bien. Ojalá todos tuviéramos la suerte de tener dulcecito así al menos solo los lunes.

Gracias y suerte al autor, enhorabuena por la creación
:batman:
Gisso
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Re: CPVIII Dulcecitos

Mensaje por Gisso »

Una historia cotidiana, de intentar ver el lado bueno de las cosas y disfrutar de los pequeños momentos que se nos brindan y pasar página de los malos. Pero poco más que destacar, tampoco me ha convencido mucho el final, que fácil es encontrar trabajo :cunao: . Aun así, gracias por un relato optimista entre tanta tragedia.
Necesita un pequeño repaso y corrección de faltas :wink: .

:60:

—A ver, a ver...
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—Uhmmm, que rico...
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Nínive
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Re: CPVIII Dulcecitos

Mensaje por Nínive »

Dulcecitos. Cómo la peli de Chocolat ¿no? La magia de una pequeña tienda y la comida. Me ha gustado. Es un relato amable, que te deja el mismo regusto que ese dulce tras el café. Aunque no sé si pasará a la relectura, gracias autor, por endulzarme el día. :60: :60:
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Desierto
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Re: CPVIII Dulcecitos

Mensaje por Desierto »

De este relato destacaría el mensaje optimista y alegre y el buen rollo que deja, pero desde el punto de vista formal necesita una revisión muy profunda.
Es el terreno resbaladizo de los sueños lo que convierte el dormir en un deporte de riesgo.
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jilguero
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Re: CPVIII Dulcecitos

Mensaje por jilguero »

A lo mejor literariamente este relato no sea de los mejores pero debo, confesarte, autor, que has conseguido llegarme. He tenido la sensación de estar reviviendo escenas de El principito: cuando el niño trata de atraer la atención del piloto, siempre tan ocupado, hacia las cosas que son realmente importantes, como esa oveja que se comerá la rosa si él no le dibuja un bozal. Hablas de cosas en apariencia insignificantes pero que, en el fondo, no lo son tanto, de ahí que le haya visto ese paralelismo con Saint-Exupéry.
Resumiendo, que, si bien no creo esté entre mis votados, me he alegrado un montón de leer tu relato. :60:
(si no fuera por algunas expresiones del principio, que me parecen del otro lado del océano, hubiera pensado que este relato era de la ranita)


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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elultimo
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Re: CPVIII Dulcecitos

Mensaje por elultimo »

Solo por la horterada de título que le has puesto iba a pasar de leerlo, pero he empezado y he visto que era chic lit, y a mí me gusta el chic lit, así que lo he leído y bueno, de todo lo que he leído hoy hasta ahora es el que más me ha gustado y con el día que llevo date por satisfecho/a.

Lo único, quita el PD y añade todo lo que dices ahí al final del texto... un PD en un relato, pues como que no...
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aradia.ms
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Re: CPVIII Dulcecitos

Mensaje por aradia.ms »

Uy, me ha provocado sensaciones contradictorias. Por un lado está el ánimo optimista, que siempre viene bien, sobre todo en estos tiempos. Por otro, no ha conseguido engancharme. No está mal escrito, tiene un aire a chick-lit (que no son santo de mi devoción) y resulta simpático, pero para mí le ha faltado garra. No sé de qué otro modo explicarlo.
Gracias por la sonrisa, de todas formas.
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moskita
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Re: CPVIII Dulcecitos

Mensaje por moskita »

No me ha gustado mucho, la verdad. La historia está forzada, escrita regular y va dando bandazos de aquí para ya, y al menos yo me he sentido un poco mareada al leer la historia, sin saber muy bien qué pensar. En cuanto a fallos graves, en el segundo párrafo pasas del tiempo verbal en pasado, a luego en presente, y luego vuelves al pasado. Y luego sobran comas por todas partes, lo que hace que la cadencia, el ritmo de la narración se encuentre siempre interrumpido. Al menos en mi opinión. Lo siento mucho, autor, espero que no te moleste mi comentario. Quizá sea cosa del chiq-lit, que no es lo mío. O quizá los fallos me han distraído del verdadero contenido de la historia. Un saludo :hola:
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Sinkim
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Re: CPVIII Dulcecitos

Mensaje por Sinkim »

A mí sí que me ha gustado mucho, me ha parecido una historia dulce y bonita, aunque tengo que confesar que yo no suelo prestar atención a las comas o a la concordancia de tiempos verbales a no ser que los fallos sean tan garrafales que me saquen de la historia :D :D
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

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