CPVIII El soñador y la sombra - Desierto

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CPVIII El soñador y la sombra - Desierto

Mensaje por lucia »

EL SOÑADOR Y LA SOMBRA

La tormenta le sorprendió en lo más profundo del bosque. Antalor maldijo para sí a los dioses caprichosos y se abotonó su gabán hasta la barbilla. Cada vez que cruzaba un claro, la lluvia helada golpeaba con fuerza contra su cara, por lo que abandonó el camino principal para que la espesura de los árboles le brindara algo de refugio. El agua se tragó con rapidez la poca luz que quedaba del ocaso y Antalor se vio trastabillando entre la maleza. Cuando estaba ya decidido a parar y descansar, para evitar por lo menos romperse la crisma en la oscuridad aunque tuviera que dormir bajo la lluvia, distinguió un resplandor anaranjado frente a él.
Intrigado, se acercó con sigilo. Sabía bien cómo hacerlo sin llamar la atención. Además, el ruido de la incesante lluvia cayendo sobre las hojas amortiguaría el sonido de sus pasos.
Cuando llegó a unos pocos pasos pudo distinguir un pequeño campamento levantado al resguardo de una cornisa rocosa. Dos personas disfrutaban del calor de una hoguera que ardía con fuerza: un anciano de barba canosa que se sentaba frente al fuego y una niña de unos doce o trece años, con el pelo pajizo y la cara cubierta de pecas, que revolvía entre los bultos del equipaje mientras se afanaba con la cocina. Con la ayuda de un toldo embreado habían logrado ampliar la protección que la cornisa de roca les ofrecía de la lluvia, y así se habían procurado un pequeño rincón seco y al abrigo del viento. Para colmar la tentación, sobre las llamas hervía un guiso en un caldero de bronce y el aroma que desprendía hizo rugir sus tripas de forma casi dolorosa.
Aquella región no estaba exenta de buena gente, pero Antalor conocía demasiado bien los peligros que se escondían en los bosques al sur de Zalorta y era consciente de que no podía bajar la guardia, pero su subconsciente debió de traicionarle, ya que, mientras dudaba si acercarse o no para pedir cobijo, el anciano alzó la voz para invitarle.
—Acércate, amigo. Tenemos un buen fuego y la cena estará lista enseguida. Hay suficiente para los tres.
Maldijo su torpeza entre dientes mientras se acercaba despacio. Al llegar frente a la pareja, entendió cómo el anciano había sido capaz de advertirle: estaba ciego. Los ojos del viejo se veían cubiertos por un velo grisáceo y su mirada inexpresiva se perdía frente a él.
—Me escuchaste llegar, supongo —dijo.
—Me costó, en realidad. Apenas hiciste más ruido del que hubiera hecho un ratón, por lo que te supongo un hombre acostumbrado al acecho… mas no tienes la voz taimada de los ladrones… ¿cazador, tal vez?
—Digamos que sí.
—¡Oh! Y desconfiado, además —añadió el anciano—. Demasiado acero llevas contigo, puedo olerlo, así que imagino qué tipo de presas cazas. Pero no te preocupes, amigo, pues en esta casa a nadie se le niega un lugar seco frente al fuego ni un tazón de buena comida. Mi Alina también sabe cazar bien. Bestias con plumas, o que caminen a cuatro patas, eso sí.
—La verdad es que huele muy bien —Antalor respondió sin hacer caso al sarcasmo del viejo.
—¡Pues claro! Vamos, siéntate a mi lado —el viejo palmeó una roca seca junto a él.
No le gustaba la sonrisa lobuna de aquel anciano, ni sus acertadas predicciones sobre su profesión. Además, había una agilidad extraña en sus movimientos, una precisión inadecuada a un hombre de su edad, ciego por añadidura, que le hacía sospechar que ocultaba más de lo que mostraba. De todos modos, un buen fuego en una noche como aquélla era algo demasiado precioso como para rechazar el ofrecimiento, así que se sentó; pero lo hizo frente a él, al otro lado de la hoguera, de forma que pudiera vigilar mejor sus movimientos.
El viejo no dejó pasar inadvertido el detalle.
—No tengas miedo de mí, amigo, ¿qué puede temer un poderoso guerrero como tú de un viejo ciego como yo?
—No tengo miedo, anciano.
—Lo que tú digas —su sonrisa se hizo más ancha aún, lo que hizo que sus dientes brillaran a la luz del fuego—. Llámame Olmo, por favor.
Se fijó en la silueta escuálida de la chica que le servía de lazarillo mientras ésta tomaba la olla de bronce de su soporte sobre el fuego; apenas comenzaban sus formas a insinuarse bajo la camisola. Al ver cómo el viejo la manoseaba cuando ella le acercó el cuenco con el guiso, Antalor no pudo por menos que estremecerse presa de un escalofrío de asco.
Ella le trajo a él también un cuenco. Olfateó las patatas con trazas de carne, una liebre o quizás una ardilla, y devoró su contenido sin apartar la vista de sus acompañantes.
—¿A qué os dedicáis, si no es indiscreción? —preguntó.
—A un poco de todo —contestó el viejo sin mostrar reparos por tener la boca llena—. Mi querida Alina y yo vagamos de una aldea a otra y tratamos de ganarnos el sustento con la generosidad de las buenas gentes, a cambio de la ayuda que podamos ofrecer. Formulo conjuros para atraer las lluvias y leo a las mujeres la fortuna en las líneas de las manos, aparte de algún que otro truco sencillo que aprendí hace tiempo.
Antalor no respondió a las palabras de Olmo.
—¿Estamos acaso ante un descreído, Alina? —dijo el viejo ante su silencio—. Aprende de su actitud, hija, pues no es infrecuente encontrarse con ellos, especialmente en la ciudad.
—Tienes razón, anciano, no creo en brujerías.
—Mientes.
—¿Perdón?
—Puedo escuchar la mentira en tu voz con la misma claridad con la que tú ves la la luz del día. Lo que no llego a imaginar es el motivo que te impulsa a engañar a esta niña en un asunto tan baladí.
—Nunca he conocido a un verdadero hechicero —respondió Antalor, más incómodo de lo que se atrevía a reconocerse a sí mismo—. Lo más que he visto ha sido a algún hombre de mundo tocado por la suerte de viajar junto a un duende que le permitía realizar algunas cosas fuera de lo común. Ellos, los duendes, sí tienen cierto poder sobre las fuerzas que nos gobiernan. Lo que son los hombres… he escuchado historias, como todo el mundo, pero no creo que ellos sean lo que dicen, anciano, no lo creo.
—¡Ahá! Pero no niegas su existencia, entonces.
—Bueno, no… supongo que no.
—Eres un embustero, Antalor —dijo, y clavó la mirada de sus ojos muertos directamente sobre él, sin titubeos—. Tú los has visto. Por eso precisamente los niegas, porque sabes que no pertenecen a este mundo. Porque sabes que no se los puede gobernar y que su mera existencia amenaza el mundo de los hombres tal y como quieren los hombres que sea.
Antalor sintió subir un cosquilleo por su espina dorsal al cruzar sus ojos con los del viejo ciego. No recordaba que le hubiera dicho su nombre.
—No dices nada. Tu silencio me sirve de respuesta. Toda tu presencia está embebida en el aura de quienes se han topado alguna vez con un verdadero hechicero.
—No quiero hablar de ello —contestó, más asustado que molesto.
—Como quieras, amigo, como quieras. Solo quería que nos presentáramos como realmente somos, pero no es necesario si vas a sentirte incómodo. Fumemos y olvidemos estos temas que parecen despertar viejas pesadillas, ¿eh? —añadió el viejo en tono conciliador—. Alina, acércame la pipa y el tabaco, por favor.
Ella empezó a revolver en uno de los bultos. El hombre, sin apartar la mirada del fuego, la corrigió como si aquello fuera lo más natural del mundo.
—En la bolsa grande no, niña, está en ésa más pequeña, junto a la roca.
Antalor se levantó dando un respingo, alarmado. Aquello confirmaba lo que llevaba sospechando ya un rato.
—Pero… tú ves, anciano.
—¿Lo preguntas o lo afirmas, Soñador? —Dijo tranquilo, aludiendo a su título descaradamente, que esta vez Antalor estaba seguro de no haber mencionado.
—¿Cómo dices?
—Me has oído perfectamente, Antalor. Y la respuesta a tu pregunta que no es una pregunta es que no, no veo. Estoy tan ciego como el más ciego de todos los hombres ciegos.
—¿Pero có… cómo…?
—¿Cómo puedo saber dónde está buscando Alina? ¿Cómo puedo saber que ahora aferras nervioso la empuñadura de tu cuchillo porque has dejado la espada olvidada junto a tu bolsa en tu asustado trastabillar?
Antalor maldijo su torpeza entre dientes.
—Pues porque una vez yo también me encontré con uno de los Grandes, amigo. Lo mismo que tú, aunque te empeñes en negarlo. Yo también conocí a un hechicero y él me concedió su gracia, pero como ya hemos hablado, ellos contemplan el mundo con otros ojos. No pueden entender lo que un hombre sencillo siente cuando contempla un amanecer o los ojos enamorados de una mujer que le mira con dulzura. Ellos sólo saben de su arte y de sus filosofías, y cuando hacen algo por ti, lo hacen a su manera desviada y retorcida.
»Sí, el mago me ayudó, pero no lo hizo como yo hubiera esperado. No me dio la capacidad de volver a ver como en mis años de juventud, pero ahora oigo. Oigo aquello que tú casi no puedes distinguir y también puedo escuchar las cosas que están en silencio, como tu espada, mi pipa de tabaco… o tus propios pensamientos. Así que no te adelantes a la hora de juzgarme, pues yo también he mirado en las oscuridades que anidan dentro de ti. Siéntate al fuego otra vez, por favor, y deja que la velada discurra en paz. No soy tu enemigo, Antalor.
Hizo lo que le pedían. Despacio y manteniendo la mano sobre la empuñadura del cuchillo, se sentó de nuevo, un poco más lejos del fuego que la primera vez.
—¿Es así como has sabido quién era yo? —preguntó una vez tomó asiento y se relajó un poco.
—¿Por mi oído? ¡Qué va, hombre! En realidad te estaba buscando. En la granja al norte del arroyo de la morera me dijeron que andabas por aquí. No eres precisamente una persona desconocida, mi querido Antalor. Tu fama te precede.
—¿Me dices que me estabas esperando aquí? —dijo Antalor, entre confundido e irritado.
—Así es. Esperaba poder coincidir contigo antes de que llegaras a Zalorta.
—¿Entonces, todo ese cuento sobre oídos embrujados y cegueras?
—¿Qué quieres que te diga? No creas todo lo que te cuentan, Antalor. La mayor parte no son más que cuentos de viejas —zanjó, sonriendo con descaro. Después, tomó el paquete que le había pasado Alina, cargó la pipa y la encendió. Su cara se iluminó con el fulgor anaranjado que surgía de la cazoleta—. Y hablando de historias, por favor, sentémonos a disfrutar de este tabaco y contemos algunas. Empieza tú, Antalor. Alina necesita una buena historia para irse a dormir, una de esas viejas leyendas de héroes que contáis los soldados.
—No estoy de humor, viejo —respondió, enfurruñado, mientras se servía una pizca de hierba para su propia pipa—. No me gusta que se rían de mí.
—Bueno, bueno, bueno… tranquilo, no es necesario. Yo conozco una bastante buena. Trata de un hombre y de una sombra. ¿La conoces ya, Alina? ¿Nunca te la he contado antes?
La niña negó con la cabeza, en silencio, pero el viejo pareció sentir su movimiento.
—Está bien. Érase una vez, hace bastantes años, aunque no tantos como los que yo cuento, hubo un hombre feliz. Vivía lejos de estas tierras bárbaras, más al sur, cerca de la frontera de las Montañas Nevadas. Este hombre estaba casado y tenía una hija preciosa que tendría en ese tiempo tu edad, Alina. Poseían una pequeña extensión de tierras fértiles, con una granja, pastos y caballos, y salían a montar a menudo, los tres, o a visitar a los vasallos de su aldea. Este hombre del que te hablo, un buen hombre, hubiera dado cualquier cosa por proteger a su familia y a sus gentes; cualquier cosa. El día que llegaron las noticias de que las huestes de Maghar habían cruzado las montañas para tomar todo cuanto querían, él les hizo frente. Les hizo frente con apenas un puñado de hombres y venció, pero a costa de un precio muy alto. Había rezado a todos los dioses que conocía para que le dieran la fuerza necesaria, pero no habían sido ellos los que escucharon, ¿verdad, Antalor?
Antalor escuchaba la historia del anciano sin apartar la mirada de él, con la mandíbula apretada con tanta fuerza que hacía crujir las muelas unas contra otras.
—No fueron los dioses, no. Fue un hechicero quien escuchó sus súplicas. Como te decía, pequeña, el precio que tuvo que pagar aquel hombre bueno para ser convertido en un gran guerrero fue demasiado alto. Cuando regresó a su hogar para enterrar los cuerpos mancillados de su mujer y su hija, una sombra entró en él junto a toda la pena. Y esa sombra, Alina, no le abandonaría ya jamás. Habitará allí, dentro de él, hasta el fin de sus días. Y esa sombra es la que han educado los monjes del lago Arhán para convertir a nuestro hombre bueno, a ese gran guerrero, en un brujo que sueña con la Verdad. Y, ¿sabes por qué, Alina?
—No, Olmo, no lo sé —contestó la niña, hablando por primera vez desde que Antalor la viera.
—Yo tampoco, cariño. Yo tampoco…
El viejo se quedó callado y fumó en silencio por un rato. La niña, entendiendo que su cuento había terminado, se acurrucó contra la pared de roca y se arrebujó entre un montón de pieles para dormir.
Cuando Antalor creyó que ella ya no les escuchaba, se dirigió a Olmo, imprimiendo a sus palabras la frialdad cortante del hielo.
—¿Qué quieres? Habla, anciano, y ten mucho cuidado con tus palabras. Al menos más del que has demostrado hasta ahora.
—Necesito que me hagas un favor —contestó—. Sé que andas en busca de hechiceros.
—Eso no es asunto tuyo.
—Bueno, quizá no o quizá sí. Quizá si encuentras a uno que se llame Jurel de Zalorta no te importe entregarle un mensaje de mi parte.
—¿Y por qué iba a hacerlo yo, después de tus desplantes?
—No tengas tan malas pulgas, Antalor. Lo harás porque mi mensaje no le gustará, y eso te place. Ese hechicero tiene algo que me pertenece y que quiero recuperar.
—¿Has probado a pedírselo tú mismo?
—Claro que lo he hecho.
—Entonces no sé por qué si se lo digo yo va a escuchar esta vez.
—Porque si eres tú quien le da el mensaje, quizás éste surta efecto. Sé que ellos sólo os temen a vosotros, los soñadores.
—No lo entiendo, ¿por qué?
—Porque tienen miedo de que con vuestro arte seáis capaces de desentrañar sus secretos, de robarles su poder. Ellos quieren ser los únicos que ostenten el poder de los dioses, que encierran dentro de sus varas de madera y de piedra. Pero tú sabes mejor que la mayoría que cuando realizan sus prodigios, una parte de ese poder queda libre en el aire y puede llegar a habitar dentro de otros hombres.
—Ya, eso puede pasar —contestó Antalor—, pero ellos son los únicos que saben cómo manejar esas energías.
—Cierto, cierto, pero se puede aprender, ¿no? Todos los que hemos sido tocados lo hacemos en mayor o menor medida. Yo tengo mi oído, tú tienes tus sueños, otros hacen otras cosas… si alguien capaz de desentrañar sus misterios pudiera explicarnos cómo proceder… ahí está su miedo.
Después de meditar en silencio un rato, Antalor respondió.
—No sé si podré hacerlo.
—Vamos, ¿qué te cuesta? Vas a buscarle de todas formas para arrancarle tus propias respuestas. ¿De verdad sería un problema recordarle el nombre del viejo Olmo?
—Está bien, lo pensaré.
—Con eso me basta. Gracias, Antalor.
Tras estas palabras, ambos se fueron a dormir. Antes de cerrar los ojos, Antalor se fijó en cómo el viejo se acercaba hasta donde descansaba Alina y palpaba en la oscuridad y susurraba palabras inteligibles. Reprimió el impulso violento que le agitó y cerró los ojos con fuerza.


La noche bullía repleta de sonidos. El viento agitaba los rescoldos de la hoguera y la lluvia caía en cortinas itnermitentes. Los lobos habían salido a cazar y sus aullidos poblaban el agitado cielo. Después de mucho rato rumiando sus miedos y sus fantasmas, Antalor, arropado con su capa de viaje, se sumió en un duermevela inquieto. Al poco tiempo, reconoció el especial brillo de las siluetas y la sensación de ser arrancado de su propio cuerpo , las señales inconfundibles propias de sus Sueños. En aquella ocasión, no había buscado el trance voluntariamente sino que había sido asaltado por sus percepciones de manera espontánea, como si algo en aquella atmósfera turbadora hubiera activado la parte dormida de su mente que le ponía en contacto con aquella percepción única de los Soñadores de Verdad.
En sus visiones, Olmo se transformaba. Allí mismo, frente a él, al otro lado del fuego, dejaba de ser un viejo inofensivo y, en su lugar, veía una bestia alada y ciega que colgaba boca abajo, una suerte de murciélago inmenso de cuya boca manaba sangre al ritmo de su respiración agitada, entrecortada y satisfecha.
Alarmado, intentó despertar con todas su fuerzas, pero las garras de su trance habían hecho una presa firme en su conciencia y no lograba liberarse de ella. Las imágenes se sucedieron. Castillos de piedra, cabañas de madera, cuevas con la entrada tapada con una rudimentaria cortina de piel… y en todos ellos, como hilo conductor de la pesadilla, el color de la sangre tiñendo paredes y suelos y un alarido de terror proferido por una garganta infantil.
Despertó empapado en su propio sudor, aterido y aterrorizado. Sus miembros se recuperaron con lentitud del trance y el temblor de sus manos tardó en desaparecer mucho más de lo habitual, pero al final logró aferrar la vaina de su espada y las correas de su bolsa de viaje. Frente a él, Olmo dormía. Volvía a ser un anciano esquelético de aspecto frágil y quebradizo, pero en su respiración entrecortada, Antalor distinguió la cadencia del resollar del vampiro de su sueño. La niña dormía lejos del fuego, acurrucada bajo el peso de varias capas de pieles dispares. Se acercó hasta ella con todo el sigilo que pudo.
—Alina, niña, vamos, despierta —susurró, al tiempo que la zarandeaba con suavidad.
—¿Qué… qué pasa?
—Vamos, puedes venir conmigo. Te alejaré de este hombre.
Alina se incorporó sobre los codos y le dirigió una mirada llena de incredulidad. El tono de su voz, que había sonado asustado e infantil cuando la despertó, ahora era firme, sólido, adulto.
—¿Estás loco? ¿Por qué tendría yo que abandonarle?
Antalor, sorprendido, tardó un momento en responder.
—No lo entiendo, él… he visto cómo te toca… sé lo que hace, algunas noches.
—¿Y bien?
—Te digo que puedes venir conmigo.
—¿Y tú me protegerás? —Ella casi reía. Casi. No había alegría en sus labios—. No, gracias. Ya sé muchas cosas sobre la protección de los hombres. No tuve padres, guerrero, y he sufrido los cuidados de otros en el pasado. Olmo al menos es bueno y cariñoso conmigo. Cuida de mí. ¿Que a veces me toca con las ansias del viejo que desde hace años no comparte el lecho con una mujer? Pues bien, ¿y qué?
—Yo… no… no entiendo.
—Mira, no digas nada. Vuelve a tu sitio y trata de dormir algo. Y… —pareció ir a añadir algo, luego se interrumpió.
—¿Sí?
—Yo no sé las cosas que él sabe —prosiguió—. No he entendido eso que dijo sobre la sombra y sobre los sueños. Estoy convencida de que debéis de ser un gran guerrero, pero… te recomiendo que no le hagas enfadar.
Antalor volvió hasta su sitio al otro lado del fuego y se acostó, pero estaba demasiado agitado como para volver a conciliar el sueño. Además, tenía miedo de que sus visiones volviera a asaltarle. Esperó a que la respiración de la niña volviera a ser regular y se levantó. Entonces, una racha de viento algo más fuerte que las demás arrancó una de las cuerdas que fijaban la lona que les servía de toldo. La lluvia no tardó en apagar el fuego. Desenvainó la espada despacio y los contempló a ambos. Ella dormía. En la oscuridad, sus pecas daban a su cara una nueva dimensión y, después de lo ocurrido, ya no podía verla más como a una niña. Olmo dormía también y, en sueños, murmuraba y se reía.
Dudó. Dejó que la lluvia le empapase. Podía sentir cómo las gotas heladas resbalaban desde su cabeza y por su brazo derecho hasta empapar el filo desnudo de su arma. Al final, la envainó de nuevo. Por la mañana tendría que aceitarla otra vez para que no se oxidara. Recogió del suelo su bolsa y se marchó de allí despacio, sin mirar atrás, demasiado avergonzado como para volver a enfrentarse a la mirada de Alina o a los ojos ciegos del anciano que sabían escrutar el fondo de su alma, demasiado confundido como para poder soportar sobre sí un solo juicio más.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Ismael González
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Re: CPVIII El soñador y la sombra

Mensaje por Ismael González »

Tiene toda la pinta de ser un capítulo suelto de una novela de fantasía y no un relato corto independiente.
Parece interesante, pero no se dice gran cosa quitando la descripción de una situación, de un encuentro.
No me ha llamado, lo siento. :oops:
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Yuyu
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Re: CPVIII El soñador y la sombra

Mensaje por Yuyu »

Me estaba gustando mucho porque adoro la fantasía, pero me ha dejado esa sensación de prólogo que ya te comentan. Al final te quedas con la sensación de que solo te han presentado los personajes. Eso sip, cuando escribas la saga con sus cinco libros de 800 páginas cada uno :mrgreen: , cuenta conmigo. Felicidades por la creación!! :60: :hola:
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Re: CPVIII El soñador y la sombra

Mensaje por Gisso »

Historia de fantasía, que más parece un capítulo de una obra más grande que un relato en sí. Eso hace que haya perdido el interés, sobre todo, tal como iba llegando a un final sin desenlace que ya me veía venir. Poco se desvela y se deja muchas cosas en el aire para lo largo que es. La conversación, no está mal, pero tampoco la veo muy profunda.

:60:

—Está bien. Érase una vez, hace bastantes años, aunque no tantos como los que yo cuento, hubo un hombre feliz y :blahblah:
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xabeltrán
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Re: CPVIII El soñador y la sombra

Mensaje por xabeltrán »

A mí me ha gustado mucho. Es cierto que tiene cierto tono de aperitivo, de prólogo, pero el ambiente está muy logrado y la prosa es una auténtica delicia. :D

Recomendaría al autor que siguiera adelante con la historia. Por lo poco que podemos entrever, podría dar mucho de sí, así que espero que no la abandone. Enhorabuena. :60:
Última edición por xabeltrán el 28 Abr 2013 17:29, editado 1 vez en total.
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trenZ
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Re: CPVIII El soñador y la sombra

Mensaje por trenZ »

:eusa_clap:
Enhorabuena, me ha gustado mucho. La historia, el ambiente muy bien presentado, la intriga, esos personajes tan misteriosos. Lo único que falla, a mi entender, es el final. Los compañeros tienen razón al apuntar que parece un fragmento de una historia mayor. El final me deja frío, esperando más.
Me gusta tu estilo y como dicen más arriba, te animo a seguir esta historia que puede resultar muy interesante.

Suerte!
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Sinkim
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Re: CPVIII El soñador y la sombra

Mensaje por Sinkim »

Coincido con los comentarios anteriores, la historia me ha gustado mucho pero me he quedado con ganas de más, de saber ¿qué poderes tienen, cómo los consiguieron, qué pretenden hacer con ellos? :D

Me hubiera gustado que el protagonista cuando sueña viera algo especial en la niña que acompaña al anciano :lol: :lol:

Y decididamente tienes que animarte a alargar la historia y escribir una novela, este fragmento promete mucho :D :D
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
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kassiopea
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Re: CPVIII El soñador y la sombra

Mensaje por kassiopea »

Como ya han comentado otros compañeros, da la impresión que este relato, tal como está, sea la introducción o el primer capítulo de una obra bastante más larga. Es un círculo que se abre y no se cierra, dejando muchas cosas en el aire; no es un relato redondo :meditando: Es una lástima, porque la historia tiene buena pinta. Además, me ha parecido muy bien escrita, el ambiente está bien logrado y los personajes son interesantes :boese040:

Me ha parecido entender que Antalor es en realidad el protagonista de esa vieja historia que cuenta Olmo: el guerrero que se enfrentó a las huestes de Maghar y perdió a sus amadas esposa e hija :wink: De ahí su intención de "salvar" a Alina (puesto que le recordará a su hija muerta). Se me ocurre que tal vez suprimiendo el diálogo que cito a continuación, el relato quedaría más redondo:
—Necesito que me hagas un favor —contestó—. Sé que andas en busca de hechiceros.
—Eso no es asunto tuyo.
—Bueno, quizá no o quizá sí. Quizá si encuentras a uno que se llame Jurel de Zalorta no te importe entregarle un mensaje de mi parte.
—¿Y por qué iba a hacerlo yo, después de tus desplantes?
—No tengas tan malas pulgas, Antalor. Lo harás porque mi mensaje no le gustará, y eso te place. Ese hechicero tiene algo que me pertenece y que quiero recuperar.
En este fragmento se habla de Jurel de Zalorta, al que Antalor deberá darle un mensaje de Olmo, y eso supone una línea argumental a seguir que, sin embargo, queda cortada a continuación con el final abrupto del relato... lo que deja al lector "a cuadros"...

Felicidades por tu buena prosa, vale la pena que continues la historia :hola:
De tus decisiones dependerá tu destino.


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moskita
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Re: CPVIII El soñador y la sombra

Mensaje por moskita »

Me ha gustado mucho, pero al mismo tiempo me ha dejado llena de interrogantes. ¿Qué busca el soñador? ¿Qué mensaje quiere transmitir Olmo? ¿Tan solo la petición de que se le devuelva lo que es suyo? Además, ¿cómo puede leer el viejo ciego las líneas de la mano? Demasiados cabos sin atar que me obligan a apartar este relato. Como bien dicen por ahí, bien puede ser una parte de algo más extenso que estaría encantada de leer :mrgreen: Pero lo he disfrutado mucho, autor, te animo a que escribas todo lo que tengas en esa cabecita :wink:
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Nínive
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Re: CPVIII El soñador y la sombra

Mensaje por Nínive »

Me ha gustado, peeeeero.....lo de todos los anteriores. :blahblah: :blahblah:
No es un relato corto. Por lo tanto, me quedo con las ganas de enterarme del resto de la historia. Y por eso, mi insatisfacción crece y ... :icon_no_tenteras:
¡No se hace eso en un concurso de relatos! Ala, con colleja incluída, te cuento que me ha gustado, pero no creo que esté entre mis favoritos por el motivo antes mencionado. :60: :60:
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jilguero
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Re: CPVIII El soñador y la sombra

Mensaje por jilguero »

Bien escrito, ambiente logrado y, pese a que esta clase de fantasía no es mi favorita, me estaba pareciendo un precioso cuento. Lo malo es que de pronto se ha acabado y creo que no me he enterado ni de la mitad de lo que me has contado. :shock: Ninguna objeción importante, salvo esa, mas no sé si ha sido torpeza de Jilguero :oops: o que tu lo has rematado con prisa por no quedarte ya espacio :wink: . En cualquier caso, enhorabuena, porque narras estupendamente. :D


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El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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Dori25
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Re: CPVIII El soñador y la sombra

Mensaje por Dori25 »

Creo que es el relato del concurso más largo que he leido hasta ahora y lo he hecho sin problemas, rápido, ágil e interesada y eso que a mi la fantasía no me convence, vamos que yo invento yo suficiente en mi cabeza como para leerla; sin embargo, este relato me gustaba.
Eso sí, como dicen todos me he quedado a medio, ¿qué poderes tiene el anciano para que la niña lo prevenga? ¿Qué quiere el guerrero de los sabios? ¿La verdad? ¿para qué? Vamos, que me he quedado a medio.
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Re: CPVIII El soñador y la sombra

Mensaje por Berlín »

Pues la verdad que en una segunda vuelta este relato gana mucho.Y debo decir que me ha gustado, aunque opino que me parece una escena suelta de una película.

Si me sobra tiempo lo volveré a leer. No nos dices tampoco cual es el mensaje que quería enviar Olmo el viejo, a través de Antalor.
La historia es buena, pero inconclusa, autor, y un relato aunque breve, debe contarnos algo más.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Miss Darcy
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Re: CPVIII El soñador y la sombra

Mensaje por Miss Darcy »

¡Bravo! Directo a mis favoritos. Me ha encantado tu relato, y por supuesto como al resto, me has dejado con ganas de más. Narras muy bien y de forma ágil. Mi enhorabuena para el autor.
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Estrella de mar
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Re: CPVIII El soñador y la sombra

Mensaje por Estrella de mar »

Me parece que está bien escrito. Pero coincido con algunas plumitas en que la historia no acaba de cerrarse. No ahondas en lo de los soñadores, que me parece muy interesante.
Destaco el personaje de Olmo, que me ha gustado mucho. :wink:

Cálamo compañero: gracias por regalar palabras.
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
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