CPVIII El tejedor - Kharonte
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CPVIII El tejedor - Kharonte
EL TEJEDOR
El Tejedor se mueve como una sombra, pues nadie repara en su presencia. Los transeúntes simplemente se limitan a evitarle, y luego continúan su camino. Quizá alguno de ellos llegue a recordar en sueños a ese extraño mendigo encorvado con el que se topó un día; y al despertar, envuelto en sudor frío, pensará que fue su imaginación la que le dotó de garras en lugar de manos.
Nunca sabrán la realidad.
Esta noche, su habitual vagabundeo le ha conducido hasta un suburbio de la ciudad. Una mina de oro para sus propósitos. Pero, aunque en los bolsillos del desastrado gabán carga con una variopinta colección de recuerdos, no está satisfecho; pues aún no ha podido encontrar el elemento necesario para completar ninguna de las pesadillas que está modelando. Es por eso que mueve incesantemente sus garras en el aire, pulsando hilos que sólo él puede percibir. Una intrincada malla, construida a lo largo de siglos, donde captura los malos recuerdos que la gente abandona por doquier.
Por fin, una vibración particularmente prometedora le atrae hasta un parque y, oculto bajo su camuflaje mortal, avanza sin vacilaciones entre las penumbras; ignorando los bancos dañados por el gamberrismo incendiario, los setos faltos de cuidado y los columpios mutilados. Tan sólo un vagabundo alcoholizado repara en la verdadera naturaleza del Tejedor, y lo que ve le acompañará en sus delirios hasta el día en que muera bajo un montón de cartones. Él volverá a visitarle entonces, recogerá todos los malos recuerdos que el borracho almacena entre sus andrajos y lo celebrará con un agudo rechinar de mandíbulas.
Pero eso será en el futuro. Ahora, la telaraña vibra en tonos de un amarillo enfermizo al aproximarse a su objetivo. Presintiendo que se trata de una pieza valiosa, apoya el retorcido extremo de la garra en el filamento etéreo y un segundo después hace lo mismo con los apéndices que le sirven de pies. Encaramado a la red como un acróbata con patas de insecto, el falso mendigo levita súbitamente mientras sigue el rastro a través de la oscuridad. Un fugaz vuelo sobre el suelo alfombrado de hojarasca y desperdicios, que se detiene junto a un banco semiescondido. Debajo, enredada en varios hilos, se agita una hoja de papel arrugada. Insignificante para los mortales; preciadísima para Él.
El Tejedor encoge su cuerpo segmentado al instante y libera el objeto gentilmente, antes de deleitarse con el aroma que desprende. Embriagándose con la ácida esencia del desengaño. Después, incapaz de dominarse, acaricia el papel mientras paladea cada matiz del dolor imbuido: la frustración del amor no correspondido; el sabor terroso de las esperanzas muertas; el gélido aliento de la soledad...
El arrebato de gozo no se prolonga mucho más. Convencido de haber reunido los componentes necesarios para completar su próxima pesadilla, se convierte en un borrón entre los habitantes más noctámbulos de la ciudad; el atisbo de un fantasma, vislumbrado apenas por el rabillo del ojo. De la calle desciende a los túneles del metro, y de allí a las cloacas. Y aún más profundo. A las mismas raíces de ese coloso de cemento y acero. Al verdadero origen de su reino, entre los restos de adobe que fueron la primera casa. Los hombres lo enterraron siglos atrás, pero este es el lugar en que el Tejedor comenzó a dar forma a pesadillas, y seguirá siéndolo hasta el final de los días. Basta mirar la telaraña etérea para entenderlo. Hilos demasiado gruesos, un diseño que recuerda al dibujo de un niño...
En cuanto apoya un pie en su guarida, el Tejedor se desprende del disfraz. Garras y patas brotan de debajo del gabán al tiempo que adopta su natural posición encorvada, acercándose al centro de la tosca telaraña. Allí, donde las piezas aún por acabar cuelgan envueltas en delicados capullos, comienza una minuciosa inspección; se las pasa de garra en garra como en una veloz cinta sin fin, comprobando con detenimiento en cuál de ellas podrá encajar lo que ha encontrado; hasta que, finalmente, se decide por una. Su envoltorio exterior es un peluche con forma de conejito, pero al separar las costuras deja al descubierto la combinación de malos recuerdos que componen su relleno:
La página de una agenda con los nombres tachados, apestando a egoísmo.
Caramelos de menta, impregnados de remordimiento por aferrarse a la infancia, incapaces de parar el crujido de sus envoltorios.
Un enjambre de cucarachas, engordadas con consejos vacíos, que no cesan de corretear por el interior de felpa.
El Tejedor chasquea su lengua retráctil y, tras depositar la nota dentro del peluche, vuelve a unir las costuras. E, inmediatamente, inicia el ascenso hacia la superficie. Pues, mientras la noche cubra la ciudad, tiene libertad para seguir cumpliendo con su misión. Sólo que, esta vez, no se oculta entre los humanos, si no que repta por el entramado de hilos que discurren por encima de las calles, buscando la víctima adecuada. El destinatario apropiado para el horror que acaba de fabricar.
Pinzando la telaraña como un virtuoso arpista, capta las vibraciones que le llegan del extremo de cada filamento. Esperando una señal muy concreta.
Un tono sincopado.
Una respiración que no puede relajarse.
Si alguien estuviera allí, oiría un aleteo de murciélagos y vería palpitar las sombras de la habitación. Si tuviera valor para no huir, podría ver después unas garras coriáceas surgiendo al borde de la cama. Rozando apenas los cabellos dorados que asoman entre las sábanas. Si, además, fuera uno de esos afortunados dotado de una serenidad inquebrantable, contemplaría al Tejedor sacando una pesadilla de entre sus tenebrosas entrañas. Y, por último, oiría a la joven estremecerse y gemir cuando Él se le aproxima más. Como si, en realidad, fuera consciente de la figura que se cierne sobre ella.
El Tejedor, sin embargo, se regocija al sentir que el relleno empieza a bullir bajo la felpa; al ver iluminarse los ojos de cristal, con un brillo de carbones encendidos, mientras los rosados brazos se tienden ansiosamente hacia la muchacha.
Porque la pesadilla ha encontrado un huésped a su medida.
El Tejedor se mueve como una sombra, pues nadie repara en su presencia. Los transeúntes simplemente se limitan a evitarle, y luego continúan su camino. Quizá alguno de ellos llegue a recordar en sueños a ese extraño mendigo encorvado con el que se topó un día; y al despertar, envuelto en sudor frío, pensará que fue su imaginación la que le dotó de garras en lugar de manos.
Nunca sabrán la realidad.
Esta noche, su habitual vagabundeo le ha conducido hasta un suburbio de la ciudad. Una mina de oro para sus propósitos. Pero, aunque en los bolsillos del desastrado gabán carga con una variopinta colección de recuerdos, no está satisfecho; pues aún no ha podido encontrar el elemento necesario para completar ninguna de las pesadillas que está modelando. Es por eso que mueve incesantemente sus garras en el aire, pulsando hilos que sólo él puede percibir. Una intrincada malla, construida a lo largo de siglos, donde captura los malos recuerdos que la gente abandona por doquier.
Por fin, una vibración particularmente prometedora le atrae hasta un parque y, oculto bajo su camuflaje mortal, avanza sin vacilaciones entre las penumbras; ignorando los bancos dañados por el gamberrismo incendiario, los setos faltos de cuidado y los columpios mutilados. Tan sólo un vagabundo alcoholizado repara en la verdadera naturaleza del Tejedor, y lo que ve le acompañará en sus delirios hasta el día en que muera bajo un montón de cartones. Él volverá a visitarle entonces, recogerá todos los malos recuerdos que el borracho almacena entre sus andrajos y lo celebrará con un agudo rechinar de mandíbulas.
Pero eso será en el futuro. Ahora, la telaraña vibra en tonos de un amarillo enfermizo al aproximarse a su objetivo. Presintiendo que se trata de una pieza valiosa, apoya el retorcido extremo de la garra en el filamento etéreo y un segundo después hace lo mismo con los apéndices que le sirven de pies. Encaramado a la red como un acróbata con patas de insecto, el falso mendigo levita súbitamente mientras sigue el rastro a través de la oscuridad. Un fugaz vuelo sobre el suelo alfombrado de hojarasca y desperdicios, que se detiene junto a un banco semiescondido. Debajo, enredada en varios hilos, se agita una hoja de papel arrugada. Insignificante para los mortales; preciadísima para Él.
El Tejedor encoge su cuerpo segmentado al instante y libera el objeto gentilmente, antes de deleitarse con el aroma que desprende. Embriagándose con la ácida esencia del desengaño. Después, incapaz de dominarse, acaricia el papel mientras paladea cada matiz del dolor imbuido: la frustración del amor no correspondido; el sabor terroso de las esperanzas muertas; el gélido aliento de la soledad...
El arrebato de gozo no se prolonga mucho más. Convencido de haber reunido los componentes necesarios para completar su próxima pesadilla, se convierte en un borrón entre los habitantes más noctámbulos de la ciudad; el atisbo de un fantasma, vislumbrado apenas por el rabillo del ojo. De la calle desciende a los túneles del metro, y de allí a las cloacas. Y aún más profundo. A las mismas raíces de ese coloso de cemento y acero. Al verdadero origen de su reino, entre los restos de adobe que fueron la primera casa. Los hombres lo enterraron siglos atrás, pero este es el lugar en que el Tejedor comenzó a dar forma a pesadillas, y seguirá siéndolo hasta el final de los días. Basta mirar la telaraña etérea para entenderlo. Hilos demasiado gruesos, un diseño que recuerda al dibujo de un niño...
En cuanto apoya un pie en su guarida, el Tejedor se desprende del disfraz. Garras y patas brotan de debajo del gabán al tiempo que adopta su natural posición encorvada, acercándose al centro de la tosca telaraña. Allí, donde las piezas aún por acabar cuelgan envueltas en delicados capullos, comienza una minuciosa inspección; se las pasa de garra en garra como en una veloz cinta sin fin, comprobando con detenimiento en cuál de ellas podrá encajar lo que ha encontrado; hasta que, finalmente, se decide por una. Su envoltorio exterior es un peluche con forma de conejito, pero al separar las costuras deja al descubierto la combinación de malos recuerdos que componen su relleno:
La página de una agenda con los nombres tachados, apestando a egoísmo.
Caramelos de menta, impregnados de remordimiento por aferrarse a la infancia, incapaces de parar el crujido de sus envoltorios.
Un enjambre de cucarachas, engordadas con consejos vacíos, que no cesan de corretear por el interior de felpa.
El Tejedor chasquea su lengua retráctil y, tras depositar la nota dentro del peluche, vuelve a unir las costuras. E, inmediatamente, inicia el ascenso hacia la superficie. Pues, mientras la noche cubra la ciudad, tiene libertad para seguir cumpliendo con su misión. Sólo que, esta vez, no se oculta entre los humanos, si no que repta por el entramado de hilos que discurren por encima de las calles, buscando la víctima adecuada. El destinatario apropiado para el horror que acaba de fabricar.
Pinzando la telaraña como un virtuoso arpista, capta las vibraciones que le llegan del extremo de cada filamento. Esperando una señal muy concreta.
Un tono sincopado.
Una respiración que no puede relajarse.
Si alguien estuviera allí, oiría un aleteo de murciélagos y vería palpitar las sombras de la habitación. Si tuviera valor para no huir, podría ver después unas garras coriáceas surgiendo al borde de la cama. Rozando apenas los cabellos dorados que asoman entre las sábanas. Si, además, fuera uno de esos afortunados dotado de una serenidad inquebrantable, contemplaría al Tejedor sacando una pesadilla de entre sus tenebrosas entrañas. Y, por último, oiría a la joven estremecerse y gemir cuando Él se le aproxima más. Como si, en realidad, fuera consciente de la figura que se cierne sobre ella.
El Tejedor, sin embargo, se regocija al sentir que el relleno empieza a bullir bajo la felpa; al ver iluminarse los ojos de cristal, con un brillo de carbones encendidos, mientras los rosados brazos se tienden ansiosamente hacia la muchacha.
Porque la pesadilla ha encontrado un huésped a su medida.
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
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- Ismael González
- Lector voraz
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Re: CPVIII El tejedor
¿Por qué soy el primero en comentar este relato?
Uno de los mejores. Empaña un poco el resultado final la abundancia, casi abuso, de frases demasiado cortas.
Supongo que esto se debe a la intención de dar un tono más oscuro y pausado al relato, pero bueno... cosas mías.
Estupendo relato.
Uno de los mejores. Empaña un poco el resultado final la abundancia, casi abuso, de frases demasiado cortas.
Supongo que esto se debe a la intención de dar un tono más oscuro y pausado al relato, pero bueno... cosas mías.
Estupendo relato.
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- kassiopea
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- Registrado: 07 Dic 2008 19:18
- Ubicación: Aovillada en la Luna...
Re: CPVIII El tejedor
Me ha gustado mucho, felicito al autor. Poco a poco vamos adentrándonos en los pensamientos de este extraño Tejedor hasta que al final lo comprendemos todo (aunque a medio relato ya se veía venir). Me ha parecido muy bien escrito, he disfrutado del ritmo lento pero sin pausa, que nos hechiza como un encantador de serpientes hasta las zonas más oscuras del subsuelo, donde habita el Tejedor. Lo cierto es que me ha recordado a It, la novela de Stephen King. El Tejedor es como It, esa esencia de la maldad y de lo oscuro que adopta diferentes formas cuando pasea entre nosotros, los ingenuos humanos. Incluso la forma de arácnido es la misma de It... eso es lo único que (a mi modo de ver), le ha restado un poco de originalidad a la historia. Sin embargo, lo he disfrutado de principio a fin
¡Felicidades!
¡Felicidades!
Re: CPVIII El tejedor
Me ha recordado este cuadro.
Pues mi enhorabuena al autor porque este relato-descripción-situación de una pesadilla que se alimenta de pesadillas está muy pero que muy bien llevado. No entro en lo de la originalidad, no me importa demasiado. Sólo un par de errores gramaticales sin ninguna importancia y estupendo dominio del lenguaje y del ritmo. El principio a lo mejor resulta un poco incongruente. Pero, en fin... Muy pero que muy bien.
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Re: CPVIII El tejedor
Me ha gustado bastante, original, bien escrito y fluido. Ya tenía yo ganas de saber como trabajaba el tejedor de pesadillas . Felicidades por la creación!!
Ronda de noche. Mundodisco 29. Terry pratchett
La sombra de Ender (Ender 5) - Orson Scott Card
El asombroso Mauricio y sus roedores sabios. Mundo disco 28. Terry Pratchett
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Re: CPVIII El tejedor
Me gusta mucho el inicio y la idea en que se sustenta. Sin embargo, creo que se podría haber sacado más partido de esa idea y del terror que intenta transmitir. Veo que el final queda demasiado ¿simple?
Sin embargo es un gran trabajo, y su otiginalidad me hace ponerme verde de envidia....
Enhorabuena.
Sin embargo es un gran trabajo, y su otiginalidad me hace ponerme verde de envidia....
Enhorabuena.
Siempre contra el viento
Re: CPVIII El tejedor
Bien escrito sin duda, original por descontado y estructurado de forma adecuada, pero tras la presentación del Tejedor, la historia se ha quedado un poco... ¿desinflada?
Notable.
Notable.
Es el terreno resbaladizo de los sueños lo que convierte el dormir en un deporte de riesgo.
Re: CPVIII El tejedor
Esta vez, para mí, la forma gana al fondo. Me ha gustado más cómo está escrito que la historia en sí. Las palabra sabiamente elegidas para describir el relato me han conquistado, pero esperaba lo mismo de la trama, que me ha aburrido un poquito. También es cierto que no es de mis géneros favoritos, todo influye.
Sin embargo, el autor tiene oficio y sabe cómo decir lo que quiere decir. Enhorabuena a ese respecto.
Sin embargo, el autor tiene oficio y sabe cómo decir lo que quiere decir. Enhorabuena a ese respecto.
- jilguero
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- Ubicación: En las ramas del jacarandá...
Re: CPVIII El tejedor
Me gusta la idea, me gusta la forma en que está narrado, creas muy bien un mundo en corto espacio... En general, muy bien. Lo que me pasa es que he tenido la sensación de haber leído antes algo parecido. No quiero decir con esto que no tenga originalidad, sino que el tema que trata tiene unos contornos demasiado difusos como para que no se confundan con los de otros relatos cuyo tema no son las pesadillas pero si criaturas extrañas alimentándose de los sueños. En cualquier caso, me ha encantado leer tu relato y lo único que espero es que su protagonista no visite mucho a Jilguero.
Última edición por jilguero el 26 Abr 2013 18:17, editado 1 vez en total.
¿Qué me está pasando? Las cavilaciones de Juan Mute
El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
Re: CPVIII El tejedor
¿Quizá te trae recuerdos del mundo Miéville? Esas polillas...jilguero escribió:Me gusta la idea, me gusta la forma en que está narrado, creas muy buen un mundo en corto espacio... En general, muy bien. Lo que me pasa es que he tenido la sensación de haber leído antes algo parecido. No quiero decir con esto que no tenga originalidad, sino que el tema que trata tiene unos contornos demasiado difusos como para que no se confundan con los de otros relatos cuyo tema no son las pesadillas pero si criaturas extrañas alimentándose de los sueños. En cualquier caso, me ha encantado leer tu relato y lo único que espero es que su protagonista no visite mucho a Jilguero.
- jilguero
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Re: CPVIII El tejedor
En parte sí. Pero también a las arañitas tejedoras de nombres y algún otro relato del foro cuyo nombre no pongo en pie. Y es que en los últimos tiempos la vida de Jilguero se ha llenado de tejedoras y tejedores...Lifen escribió:¿Quizá te trae recuerdos del mundo Miéville? Esas polillas...jilguero escribió:Me gusta la idea, me gusta la forma en que está narrado, creas muy buen un mundo en corto espacio... En general, muy bien. Lo que me pasa es que he tenido la sensación de haber leído antes algo parecido. No quiero decir con esto que no tenga originalidad, sino que el tema que trata tiene unos contornos demasiado difusos como para que no se confundan con los de otros relatos cuyo tema no son las pesadillas pero si criaturas extrañas alimentándose de los sueños. En cualquier caso, me ha encantado leer tu relato y lo único que espero es que su protagonista no visite mucho a Jilguero.
Última edición por jilguero el 22 Abr 2013 16:33, editado 1 vez en total.
¿Qué me está pasando? Las cavilaciones de Juan Mute
El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
- Medianoche
- No tengo vida social
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Re: CPVIII El tejedor
Éste relato me ha gustado mucho. Bien narrado y muy original. Ese hacedor de pesadillas da bastante repelús. Parece el argumento de una buena peli de serie B (no, no es incompatible).
Mi enhorabuena. Lo meto entre posibles candidatos.
Mi enhorabuena. Lo meto entre posibles candidatos.
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Re: CPVIII El tejedor
Sí, a mí también me ha recordado a la Tejedora de MiévilleLifen escribió:¿Quizá te trae recuerdos del mundo Miéville? Esas polillas...jilguero escribió:Me gusta la idea, me gusta la forma en que está narrado, creas muy buen un mundo en corto espacio... En general, muy bien. Lo que me pasa es que he tenido la sensación de haber leído antes algo parecido. No quiero decir con esto que no tenga originalidad, sino que el tema que trata tiene unos contornos demasiado difusos como para que no se confundan con los de otros relatos cuyo tema no son las pesadillas pero si criaturas extrañas alimentándose de los sueños. En cualquier caso, me ha encantado leer tu relato y lo único que espero es que su protagonista no visite mucho a Jilguero.
La historia me ha gustado mucho, tanto la forma como el fondo, aunque me hubiera gustado saber algo más del Tejedor, se me ha quedado un poco corta la historia
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)
Re: CPVIII El tejedor
Pues a mi no me ha acabado de llegar, vamos a ver, me estais diciendo que "el tejedor" es el ser que crea las pesadillas en la gente, no?
Y qué tiene que ver el vagabundo al que espera que muera?
Y qué tiene que ver el vagabundo al que espera que muera?
- aradia.ms
- No tengo vida social
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- Registrado: 01 Sep 2011 23:33
- Ubicación: Ni idea. Me pierdo en mi propia casa.
Re: CPVIII El tejedor
Desasosegante. Has logrado vestir las palabras de oscuridad y me he dejado envolver por ellas. Me parece trabajado con esmero. En conjunto, me ha gustado bastante, aunque se me ha hecho corto.
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