CV1 La estación de los recuerdos - Blinder
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CV1 La estación de los recuerdos - Blinder
La estación de los recuerdos.
El camino empedrado que habíamos elegido esa tarde era muy similar al de todos los días. Era lo que conllevaba la rutina, que todo acababa siendo igual. Sus ojos, observaban los objetos como si se tratara de su primera vez. Su forma de caminar se asemejaba demasiado a la mía, por algo llevábamos la misma sangre.
–Mira estos árboles. ¿Ves como se mueven? Intentan quitarse el sombrero al vernos pasar y decirnos: «saludos caballeros, que tengan una buena tarde» –dije riendo bajo la sombra de los cipreses para que se sintiera más cómodo. Su silencio, siempre constante, hizo de telón sobre mis palabras.
Nuestros pasos avanzaban más lento que el ocaso del día. El color rojo del cielo se iba apagando poco a poco mientras recorríamos la tarde, como cada veraniego atardecer.
–Ese color rojo del cielo es la forma que tiene el sol de decirnos hasta mañana. Si pudiéramos ver el mar, verías como se baña en él cada tarde. Ahora es turno de la luna, ¿la puedes ver? –Señalé a un punto del cielo con la mano consiguiendo que mirara y se quedara con la boca abierta– Cuentan que la luna es la amante del sol, que en los días nublados, cuando no podemos verlos, se aman sin nuestros ojos curiosos. ¿Cómo no amar algo tan brillante? Quizás todos buscamos algo que nos ilumine mientras recorremos este oscuro camino que es la vida, ¿No crees? –Seguía mirando al cielo, su boca era una exclamación silenciosa– Las malas lenguas dicen que sin el sol no brillaría la luna. Pero en el fondo tienen razón, cuando estamos enamorados brillamos más que nunca y la ella no iba a ser menos.
Se oía ya cerca el agua cuando se cruzó una estrella fugaz en el cielo oscurecido.
–¡Mira, pide un deseo! –Apremié– Pídelo en silencio, si lo dices no se cumplirá –. Cerró los ojos muy fuerte, quería concentrarse. Cuando los abrió, pude ver como se le dibujó una sonrisa en los labios, era la mejor recompensa.
Tras llegar a la orilla, nos sentamos en el mismo banco de siempre, al que convergían todos los caminos. Los mosquitos aprovechaban este lugar para parar a beber.
–Aquí en la superficie del estanque, es donde alisa su brillante pelo, donde se pinta los ojos y los labios para que el sol la vea más guapa–. Le explicaba mientras el reflejo de la luna ondulaba en la superficie del agua, donde también se podían ver algunas estrellas si el cielo estaba despejado– Si te fijas bien, las estrellas cuchichean con la luna, ríen y se cuentan secretos al oído para que no las oigamos, que coquetas son ¿Verdad?
A pesar de su silencio su mirada era muy expresiva, observaba con una gran curiosidad. Nada escapaba a su interés. A veces lo veía cerrar los ojos, sentir como el viento le acariciaba la cara y le susurraba al oído el sonido de los pájaros. Me encantaba verlo así.
Regresamos por el mismo camino empedrado, le hacía sentir seguro. A nuestra espalda quedaron los árboles con su insinuante movimiento, el viento compartiendo secretos entre susurros, las estrellas jugueteando con la luna y los insectos que son constantes en esta estación. Atrás quedaron nuestros pasos de una tarde veraniega y delante de nosotros, como el inapelable otoño, la puerta donde nos esperaba su cuidadora María.
–No sabes el bien que le hace pasear contigo y que le cuentes esos cuentos que solo tú sabes –dijo tras darnos sendos besos y cogerle del brazo.
–Sí, ya lo veo –contesté con la cabeza baja–. Ya no recuerda que fue él quien antes me llevaba de la mano por caminos como éstos, quien me narraba estas mismas historias que ahora le cuento cada tarde.
–Lo siento pequeño, la vida no perdona –dijo mientras me miraba directamente a los ojos–. Seguro que conoces la frase «Paren el mundo que yo me bajo aquí». Piensa que en algún momento de su vida decidió que se bajaba aquí, que ser adulto lo superaba y se convirtió en el niño que anhelaba ser.
No tuve más remedio que mirarlo. Sus ojos me observaban como antes, perdidos entre la oscuridad de la tarde.
–La vida es un ciclo hijo mio. Ahora nos vamos a descansar. ¿Volverás mañana con nuevos cuentos? –Solo pude asentir con la cabeza.
Como cada noche lo vi entrar en el edificio. Daba pequeños pasos mirando hacia atrás para verme de reojo. Como cada noche mi alma se rompía en pedazos para volverse a componer al llegar el siguiente atardecer.
El camino empedrado que habíamos elegido esa tarde era muy similar al de todos los días. Era lo que conllevaba la rutina, que todo acababa siendo igual. Sus ojos, observaban los objetos como si se tratara de su primera vez. Su forma de caminar se asemejaba demasiado a la mía, por algo llevábamos la misma sangre.
–Mira estos árboles. ¿Ves como se mueven? Intentan quitarse el sombrero al vernos pasar y decirnos: «saludos caballeros, que tengan una buena tarde» –dije riendo bajo la sombra de los cipreses para que se sintiera más cómodo. Su silencio, siempre constante, hizo de telón sobre mis palabras.
Nuestros pasos avanzaban más lento que el ocaso del día. El color rojo del cielo se iba apagando poco a poco mientras recorríamos la tarde, como cada veraniego atardecer.
–Ese color rojo del cielo es la forma que tiene el sol de decirnos hasta mañana. Si pudiéramos ver el mar, verías como se baña en él cada tarde. Ahora es turno de la luna, ¿la puedes ver? –Señalé a un punto del cielo con la mano consiguiendo que mirara y se quedara con la boca abierta– Cuentan que la luna es la amante del sol, que en los días nublados, cuando no podemos verlos, se aman sin nuestros ojos curiosos. ¿Cómo no amar algo tan brillante? Quizás todos buscamos algo que nos ilumine mientras recorremos este oscuro camino que es la vida, ¿No crees? –Seguía mirando al cielo, su boca era una exclamación silenciosa– Las malas lenguas dicen que sin el sol no brillaría la luna. Pero en el fondo tienen razón, cuando estamos enamorados brillamos más que nunca y la ella no iba a ser menos.
Se oía ya cerca el agua cuando se cruzó una estrella fugaz en el cielo oscurecido.
–¡Mira, pide un deseo! –Apremié– Pídelo en silencio, si lo dices no se cumplirá –. Cerró los ojos muy fuerte, quería concentrarse. Cuando los abrió, pude ver como se le dibujó una sonrisa en los labios, era la mejor recompensa.
Tras llegar a la orilla, nos sentamos en el mismo banco de siempre, al que convergían todos los caminos. Los mosquitos aprovechaban este lugar para parar a beber.
–Aquí en la superficie del estanque, es donde alisa su brillante pelo, donde se pinta los ojos y los labios para que el sol la vea más guapa–. Le explicaba mientras el reflejo de la luna ondulaba en la superficie del agua, donde también se podían ver algunas estrellas si el cielo estaba despejado– Si te fijas bien, las estrellas cuchichean con la luna, ríen y se cuentan secretos al oído para que no las oigamos, que coquetas son ¿Verdad?
A pesar de su silencio su mirada era muy expresiva, observaba con una gran curiosidad. Nada escapaba a su interés. A veces lo veía cerrar los ojos, sentir como el viento le acariciaba la cara y le susurraba al oído el sonido de los pájaros. Me encantaba verlo así.
Regresamos por el mismo camino empedrado, le hacía sentir seguro. A nuestra espalda quedaron los árboles con su insinuante movimiento, el viento compartiendo secretos entre susurros, las estrellas jugueteando con la luna y los insectos que son constantes en esta estación. Atrás quedaron nuestros pasos de una tarde veraniega y delante de nosotros, como el inapelable otoño, la puerta donde nos esperaba su cuidadora María.
–No sabes el bien que le hace pasear contigo y que le cuentes esos cuentos que solo tú sabes –dijo tras darnos sendos besos y cogerle del brazo.
–Sí, ya lo veo –contesté con la cabeza baja–. Ya no recuerda que fue él quien antes me llevaba de la mano por caminos como éstos, quien me narraba estas mismas historias que ahora le cuento cada tarde.
–Lo siento pequeño, la vida no perdona –dijo mientras me miraba directamente a los ojos–. Seguro que conoces la frase «Paren el mundo que yo me bajo aquí». Piensa que en algún momento de su vida decidió que se bajaba aquí, que ser adulto lo superaba y se convirtió en el niño que anhelaba ser.
No tuve más remedio que mirarlo. Sus ojos me observaban como antes, perdidos entre la oscuridad de la tarde.
–La vida es un ciclo hijo mio. Ahora nos vamos a descansar. ¿Volverás mañana con nuevos cuentos? –Solo pude asentir con la cabeza.
Como cada noche lo vi entrar en el edificio. Daba pequeños pasos mirando hacia atrás para verme de reojo. Como cada noche mi alma se rompía en pedazos para volverse a componer al llegar el siguiente atardecer.
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Última edición por Lifen el 16 Jul 2013 08:47, editado 2 veces en total.
Re: La estación de los recuerdos
Muy poético con esos fragmentos de leyendas y cuentos. No me ha sorprendido que el hijo fuera el que contaba y el padre estuviera en silencio por la demencia. Pero la historia está bien construída en su sencillez. Aunque no arrisga mucho en estructura ni en contenido, funciona bien como está.
Un abrazo.
Un abrazo.
Siempre contra el viento
Re: CV1 La estación de los recuerdos
Una triste historia, emotiva y con momentos imaginativos contados por el personaje pero que a mí no me pillan de nuevo. El verano lo metes con calzador en esta historia y eso hace que le quite puntillos. En cuanto a fallos, he visto un “hijo mío” sin acento y está frase un poco descolocada “...brillamos más que nunca y la ella no iba a ser menos.”
Puntuación:
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Re: CV1 La estación de los recuerdos
Relato poético lleno de melancolía. Bien redactado y planteado. Abordas el tema de la demencia desde la nostalgia del hijo de aquellos tiempos en los que era el padre quien le cogía de la mano y le contaba cuentos.
Me ha gustado. Gracias y suerte
Me ha gustado. Gracias y suerte
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Re: CV1 La estación de los recuerdos
Me ha gustado, es un ciclo que se cierra por el motivo que sea, vejez, enfermedad y se tiene la oportunidad de devolver lo recibido. Es una bonita y triste historia.
Ronda de noche. Mundodisco 29. Terry pratchett
La sombra de Ender (Ender 5) - Orson Scott Card
El asombroso Mauricio y sus roedores sabios. Mundo disco 28. Terry Pratchett
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Re: CV1 La estación de los recuerdos
Me ha encantado. Mira que los temas ñoños no suelen ser de mi gusto, pero en este relato has conseguido engancharme desde el principio. Muy bien escrito, sin caer en el sentimentalismo fácil que, en una historia así, es muy difícil de evitar. Tiene algunos fallos tontos que se nota que son de haber hecho cambios en una revisión.
Re: CV1 La estación de los recuerdos
Es una historia bonita pero aunque está bien escrito no ha conseguido atraparme del todo
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)
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Re: CV1 La estación de los recuerdos
Lo malo: He encontrado algún error de lectura "
Lo bueno: Es una triste historia pero narrada de una manera muy tierna sin llegar a ser ñoña. A mí me ha llegado, me ha tocado, por tanto, intuyo que esa es la intención.
Yo quitaría algunas comas. y esecuando estamos enamorados brillamos más que nuna y LA ella no iba a ser menos
debe lleva una tilde. También falta algún signo de exclamación en "¿Ves cómo se mueven?
( la tilde del qué).qué coquetas son"
Lo bueno: Es una triste historia pero narrada de una manera muy tierna sin llegar a ser ñoña. A mí me ha llegado, me ha tocado, por tanto, intuyo que esa es la intención.
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- No tengo vida social
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- Ubicación: Perdido en una nebulosa, en busca de un quásar, cualquiera en realidad...
Re: CV1 La estación de los recuerdos
Muy conmovedora, a pesar de una prosa que por momentos se hace algo confusa. Algunas discordancias de historia, como que cerraba los ojos y escuchaba a los pájaros estando de noche, o al menos eso se deduce. Buen giro, me refiero a que uno se imagina a un niño y luego se percata que el acompañante es el padre, eso me ha gustado bastante.
Mucha suerte y saludos,
Emisario
Mucha suerte y saludos,
Emisario
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Re: CV1 La estación de los recuerdos
Me pasa como al gatito que las historias conmovedoras no me van pero esta me ha gustado muchísimo.
De verdad, es muy tierna, comprendo en seguida el dolor del hijo que ve que su padre no recuerda ya lo que le contaba.
De verdad, es muy tierna, comprendo en seguida el dolor del hijo que ve que su padre no recuerda ya lo que le contaba.
Re: CV1 La estación de los recuerdos
Aunque este tipo de historia no sea santo de mi devoción, la historia en sí está bien. Lo malo es que la redacción no me ha terminado de convencer. Se me ha hecho un poco pesadito.
- David P. González
- Pesadilla
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- Registrado: 24 Jul 2012 15:33
- Ubicación: Madrid
Re: CV1 La estación de los recuerdos
El relato me gusta, pero lo he leído muchas veces. Solo la primera vez me emocionó esta historia, y fue en un cortometraje. Luego lo he visto en otros cortos y lo he leído varias veces. La historia es bonita, pero no me ha pillado de sorpresa, y creo que el autor pretende sorprender un poco con ese rol padre/hijo que resulta ser hijo/padre.
Hay algo que no me cuadra. El último diálogo, que se supone que lo dice el padre, sobre todo lo que destaco en negrita:
Hay algo que no me cuadra. El último diálogo, que se supone que lo dice el padre, sobre todo lo que destaco en negrita:
Lo encuentro fuera de lugar, ya que requiere de cierta lucidez que durante el relato parece no tener. Y si la tiene, lucidez, el relato pierde coherencia.–La vida es un ciclo hijo mio. Ahora nos vamos a descansar. ¿Volverás mañana con nuevos cuentos? –Solo pude asentir con la cabeza.
Re: CV1 La estación de los recuerdos
David, yo he entendido que la frase la dice la cuidadora María.
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Re: CV1 La estación de los recuerdos
Sí, yo también creo que la frase la dice la cuidadora. Aunque el autor podría haber suprimido ese "hijo mío" para que no hubiera lugar a confusión.
Siempre contra el viento
Re: CV1 La estación de los recuerdos
Relato que avanza un poco a trompicones, con unos cuentos un poco tópicos sobre el sol, la luna y las estrellas. Lo mejor, la idea. Lo peor, la forma, no me acaba de convencer. De todas formas yo siempre premio mucho las ideas, es lo esencial para mí.
La forma segura de ser infeliz es buscar permanentemente la felicidad