CV1 La primera, todas las mañanas - Aradia

[Lifen]

La primera, todas las mañanas

Como se lo cuento, señor, con estos ojos lo vi y que baje Dios del cielo si le miento. Ahí mismo se sentaba. Todos los días. Por las mañanas era la primera en llegar, a veces casi ni me daba tiempo a terminar de abrir cuando ya estaba esperando en la acera, que me entraban ganas de darle una llave para que me fuera abriendo ella. No lo habría hecho, claro, porque no está la cosa para andar arriesgándose a confiar en nadie y que le jodan el negocio a uno por cualquier tontería. Tampoco es que desconfiara de ella. Parecía buena chica, de esas que nunca han roto un plato, aunque seguro que rompió alguno porque un poco patosa sí que era. Más de una taza y de un vaso se le cayeron en la mesa, que la ponía perdida con el café, y de las manos se le resbalaban también, claro que eso no me extraña porque le temblaban siempre. Mucho café, pensaba yo. Y no es que fuera nerviosa, o a mí no me lo parecía. Se quedaba ahí quieta, a lo suyo, sin hablar con nadie. Un poco raruna, sí. Porque por aquí viene más gente de su oficina, a desayunar o a comer, incluso las dos veces, como venía ella. Pero no se hablaban. Y no es que se cayeran mal, aunque tampoco lo sé, pero no lo parecía. Ellos la miraban y ella los ignoraba. Como si no existieran.
Pues ya le digo, todas las mañanas la tenía aquí cuando ni era de día, hiciera el tiempo que hiciera. ¿Se acuerda usted de la nevada de enero? Pues incluso entonces estaba ahí parada, junto al semáforo, que casi no se le veían los ojos entre el gorro calado hasta las cejas y la bufanda tapándole la nariz. Eran rojos, me acuerdo de eso. Los copos de nieve hacían dibujos antes de deshacerse. Parecía el escudo del Atlético de Madrid. Ya por eso me caía simpática. Entraba calada. Estuvo dos semanas con un trancazo de los que hacen época, pero no faltó un solo día, no señor. Era muy formal, la muchacha. No hablaba, eso no. Pero a veces sonreía y vaya si me gustaba su sonrisa. Tenía ángel. No es que fuera guapa, ni tampoco fea, no vaya a creer. Era de esas que no destacan. Además iba como encogida, como si no quisiera que nada se acercara, no sé si me entiende. Pero dejaba propina, era de las pocas que lo hacía.
Aquel día hacía calor, demasiado calor para junio. Este año el verano ha venido pronto, el jodío, y ya estábamos a treinta y pico grados en la calle. Era a finales y no me quedó otra que poner en marcha los ventiladores del techo porque la gente se quejaba. Que no me extraña. Alguno tenía la sobaquina resudada y con los cercos bien marcados desde por la mañana. Ella estaba sentada donde siempre, con su café y su libro abierto, y en la barra había un chico de su oficina. La miraba de reojo, lo hacía muchas veces, pero ella nunca lo vio. No creo ni que le importara. Entonces entró el tipo aquel, todo puesto, repeinado y estirado, un pijo de esos que te miran como si le estuvieran pisando un callo. Pero sudaba igual que todos. Tenía la cara roja, en el pelo no le brillaba sólo la gomina y su polo rosa tenía cercos en el sobaco, por mucho caballo bordado que llevara, igual que todos los demás. Pues no va el gilipollas y me pide un café con una leche de esas raras, de soja o de cebada o de la madre que parió a paneque, y cuando le digo que no tengo va y se cabrea, el mamonazo, y se me pone todo chulito. Un cantamañanas, se lo digo yo. Que si vaya cafetería de mierda y que no vuelve por aquí y todo en plan borde, se lo imagina, ¿verdad? Como si yo tuviera ganas de que un capullo así apareciera a tocarme los huevos cada día. Así que le dije que saliera por donde había entrado. A punto estuve de soltarle algo más que palabras, pero me aguanté las ganas. Todos nos miraban. Incluso la chica. Ella lo miraba a él. Estaba blanca como la pared, oiga, que pensé que iba a desmayarse ahí mismo. Pero se quedó quieta, igual que una estatua de esas del Museo de Cera, que parecía que si la pinchabas no sangraría. Y de pronto se levantó y vino hacia la barra. Le digo que casi no la había oído hablar nunca, pero entonces habló. Bueno, más que hablar fue como ladrar, como si se atragantara con la lengua, y me tuve que esforzar por entenderla.
Dijo que era él, que la había matado. Así, tal cual se lo cuento: “Eres tú. Tú me mataste”. Esas y no otras fueron sus palabras. El pijo contestó que no sabía de qué hablaba y la miró con cara de pensar que estaba loca. Después se empezó a reír, una risa de esas que te entran ganas de darle una hostia en toda la boca. Y entonces dijo que se había tirado demasiadas tías como para acordarse de todas. Le juro que en ese momento agarré una botella de cerveza para atizarle con ella. Pero la chica se adelantó. Llevaba el tenedor con que había comido el cruasán y lo levantó de repente. Él gritó como el maricón que era y, cuando todos pensábamos que se lo iba a clavar, vamos, que lo estábamos deseando, dijo aquello: “Me mataste por dentro, sólo me queda morir por fuera”.
No imaginaba que un tenedor de mierda pudiera reventar las venas tan rápidamente. ¿Ve esas marcas en el suelo? No sé si la sangre se irá pero, ¿sabe?, la cara de ella no la olvidaré nunca. Nunca en la vida. Y le digo una cosa, me parece que ese hijoputa tampoco.

La primera todas las mañanas.odt

[elultimo]

Es el primero que leo y comento. Mira que empieza bien, creando intriga y haciéndonos querer saber más cosas de la chica, pero a medida que avanzamos y el lenguaje se vuelve más soez y vulgar, la historia pierde todo el interés. Además, al final creo que hay un intento por sorprender con el típico ataque de rabia asesina, que ya está demasiado visto. Además, una buena revisión en la puntuación tampoco le hubiera venido mal.

[Saber]

Bien, yo creo que el lenguaje se vuelve más vulgar y soez porque quien está hablando, esta también reviviendo la parte de la historia que hace que le hierva la sangre. A mí sí que me sorprendió ese final... esperaba un objetivo distinto.


Yo lo he visto muy bien autor/a. Suerte.

[elultimo]

Se puede ser vulgar sin ser soez y, sobre todo, sin caer en lo fácil, es decir, en usar palabras malsonantes para hacernos ver que habla "uno cualquiera de la calle".

[Yuyu]

A mí me ha gustado, me parece bien escrito y bien contado, muy ágil. El lenguaje más que soez me parece coloquial y un acierto, igual es que soy muy mal hablada . Hay una cosa que no me queda clara, quien recibe el tenedorazo , él o ella?

[elultimo]

A mí me ha gustado, me parece bien escrito y bien contado, muy ágil. El lenguaje más que soez me parece coloquial y un acierto, igual es que soy muy mal hablada . Hay una cosa que no me queda clara, quien recibe el tenedorazo , él o ella?

Según lo entiendo yo, es ella la que se clava el tenedor después de comerse el croasán...

[triste]

Me gusta la primer parte pero a la mitad y hacia el final creo que va en picada.

Se puede ser vulgar sin ser soez y, sobre todo, sin caer en lo fácil, es decir, en usar palabras malsonantes para hacernos ver que habla "uno cualquiera de la calle".

Pienso lo mismo, aún así no me pareció tan soez hasta el punto de dejar de leer (porque en esos casos extremos me aburro). El final que pretende sorprendernos también me parece muy obvio, ya hay muchas historias en las que, cuando ''parece'' que alguien será asesinado, todo termina en suicidio.

[Dorotea]

Me ha gustado muchísimo. No he entendido nada, pero me he entretenido de un montón. Y eso que el relato está lleno de cosas intrascendentes como la vida misma que suelen hacerme la lectura aburrida, pero esta vez la agilidad del monólogo ha conseguido convertirme en un puto cotilla. Puede que, mirándolo con lupa, todo esté demasiado cogido con pinzas, que el desenlace previsiblemente dramático no tenga ni pies ni cabeza, pero, ¿qué más da?, no deja de ser lo típico de las crónicas de sucesos.

[Sinkim]

Me ha gustado mucho esta historia, tanto el estilo como lo que cuenta, y el final me ha parecido muy bueno, con ese giro hacia el suicidio para que el pijo recuerde para siempre la cara de la persona a la que abandonó y cuyo corazón mató

[Dorotea]

Weno, a mi lo que me ha gustado del final es la empanada mental del narrador. Ocurre a menudo que los testigos de un suceso sean incapaces de explicar coherentemente lo ocurrido. De esta manera el autor se quita este muerto de encima, y deja al lector librarse a sus propias especulaciones. ¿Por qué, por qué, por qué?

[Emisario]

Me parece que se abusa de las descripciones y el relato se hace un tanto lento. Sin embargo, a pesar de aquella carga, rescato la capacidad del autor para mantener el suspenso. Como que uno busca el despegue y no lo encuentra, quizá le faltó un pequeño diálogo, que desahogara un poco la narración, así se haría más liviano, no lo sé...

Saludos y suerte

Emisario.

[Nínive]

Hola autor. Esta frase no me cuadra con el monólogo del dueño de la cafetería: "Los copos de nieve hacían dibujos antes de deshacerse".
A mí no me molesta este lenguaje coloquial. Lo que sí que es cierto es que no mantiene el mismo tono en todo el relato y, aunque esté reviviendo la escena, creo que todos tenemos una manera concreta de hablar que no cambia tanto al contar una historia.
Me gusta el que sea un narrador que ha vivido la escena y que lo está contando a otra persona.
Lo que trabajaría un poco más es ese final que queda un poco oscuro. Con la claridad con la que habla el narrador, no creo que le pegue la medias tintas al contar el final.
Pero en general, me ha gustado.

[duados76]

Reconozco que yo tengo cierta querencia por la literatura en el que los personajes recurren a un lenguaje soez cuando es oportuno y en el que se narran situaciones con crudeza, muy en la línea de Montero Glez, por ejemplo. Este relato me ha encantado porque realmente es el tipo de trabajo que más me gusta. Entiendo perfectamente que el dueño de un bar, después de la situación que ha vivido se exprese así... de hecho a mi me gusta que se expresa así.

El único pero que le pongo al relato, y a lo mejor es fallo mio, es que no acabe de entender la motivación por el que la tipa se suicida. Entiendo que algo chungo le debió hacer el pijo pero no lo acabo de ver del todo....creo que el final debería ser un poco más redondo y hubiese quedado un relato muy muy bueno desde mi punto de vista...claro que a mi me gustan este tipo de relatos crudos y de lenguaje más escupido que hablado...pero entiendo que eso es cuestión de gustos.

Enhorabuena!

[Berlín]

Perpleja me hallo. Primero pensé que el relato iba de la fidelidad de una joven y extraña parroquiana hacia el establecimiento, por aquello de que era la primera en llegar y que lo hacia casi de noche, e incluso en las nevadas. Y como ahora tenemos este bombardeo televisivo de que debemos ir mucho al bar..., jeje. Bueno, ahora en serio, la historia está bien, a mi el lenguaje me ha parecido correcto, pero el final me ha dado un poco de rabia, lo he encontrado un tanto folclórico con ella clavándose el tenedor porque ya estaba muerta por dentro. No sé, a mi es que me hubiese gustado más que se lo hubiera clavado a ese niño pijo de la leche de soja (yo también la bebo upssss ) entre los ojos o en las bolas sementero-navideñas.

[albatross]

Es curioso cómo un primer comentario puede condicionar los demás. En este caso el de elultimo (que paradójicamente casi siempre es el primero en comentar). El debate se abre sobre lo soez del lenguaje y ese debate anula lo demás. Yo soy partidario de poner palabras bellas a un narrador poeta, palabras cultas a un narrador catedrático y palabras soeces a un narrador inculto o antipático. Todas son palabras españolas y si ayudan a crear el perfil de un personaje, no seré yo el que se escandalice y condene el relato.

En cuanto al cuento, se ha construido una historia donde en realidad había muy poco material. Los preliminares me han resultado un poco largos, pero el final es contundente y salva la narración. Yo también hubiese preferido ver al pijo con el tenedor clavado, pero de esa forma el relato hubiese sido menos bueno.