CV1 La casita azul - Kassiopea (3º)
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CV1 La casita azul - Kassiopea (3º)
LA CASITA AZUL
El inclemente sol de mediodía arranca destellos de la ondulada superficie del mar. Desde la orilla, mientras la espuma se arremolina alrededor de mis piernecitas, miro hacia arriba. Deslumbrada, me veo obligada a cerrar los párpados. Después, entornando mis ojos de chiquilla y haciendo visera con la mano izquierda, al fin la distingo: la casita azul que, sobre el acantilado, se asoma al abismo. Sonrío. Me gusta esta playa. Y me encanta observar esa frágil construcción que, orgullosa, desafía los despiadados azotes del viento. Mi mente infantil, como si se tratara de una casa de muñecas, juega a visualizar a los habitantes de trapo que nos observan desde lo alto; cómo serán sus vidas, cuáles serán sus sueños y pesadillas...
Ha pasado mucho tiempo. Ahora, mientras estoy en la cama, la casita azul me observa desde la pared de enfrente. Me vigila y me acompaña. Siempre. No importa que la pintura azul celeste esté descascarillada ni que una de las barandas se haya soltado del anclaje. Tampoco me molesta que, ante la entrada, proliferen las malas hierbas. ¿Qué importancia tienen esos detalles si su figura se yergue gallarda frente a vientos y tempestades? Me fascinan esos postigos blancos que a veces se entreabren, incitándome a atisbar en su interior. Me llaman, me invitan.
Esta mañana, al despertar, los postigos estaban abiertos de par en par. La luz que entraba por la ventana me acariciaba la cara. “Ya está aquí el verano”, he pensado. He sentido la tibieza del sol recorriendo mi piel y, medio adormilada, he vuelto a recordar.
Nunca la vi tan hermosa como durante aquel verano. Se levantaba con una radiante sonrisa en la cara e incluso canturreaba mientras, sentada ante el espejo, se arreglaba. Me decía: “ven, mi niña preciosa”. Y, acomodándome sobre sus rodillas, cepillaba durante largo rato mis cabellos. Luego él pasaba a buscarnos y solíamos visitar el pueblo de al lado. Un día subimos hasta lo alto del campanario. Me reí mucho, porque desde allí arriba todas las personas eran tan pequeñas como hormiguitas. Jugué a aplastarlas con las yemas de mis deditos.
En otra ocasión, mientras la hoguera de san Juan ardía y la gente rugía con fervor, los tres nos dimos las manos. Y ellos se besaron bajo los oscuros soportales de la plaza mayor.
Sin embargo, la mayoría de veces íbamos a la playa de la casita azul. Casi siempre estábamos solos, puesto que para llegar a aquella cala había que recorrer una carretera muy larga y llena de curvas. Fueron días de calor y sonrisas, de mar y besos con sabor a sal.
Hasta que comenzaron los reproches...
—No podemos seguir así —decía mamá.
—¿Por qué no? ¡Si estamos bien! —afirmaba él.
—¡Estoy harta de que tengamos que escondernos! —replicaba ella—. Solo puedo tenerte a ratos... ¡Merezco ser feliz y tu hija necesita un padre!
Mamá se echó a llorar sobre la arena. Preocupada, corrí a abrazarla. Pero me asusté mucho cuando él se acercó, blandiendo los puños y gritando como un loco. Entonces arranqué a correr. Corrí, corrí, corrí... subí sin aliento por el sendero que conducía a la casita azul, mi vigía. Sabía que allí estaría a salvo. Pero él me atrapó, me levantó en el aire y el mundo giró bajo mis pies. Luego, cubriéndome de besos, se disculpó y, con lágrimas en los ojos, nos abrazó muy fuerte y... y de nuevo fuimos tres.
Fue aquel día cuando, de regreso, paramos en el mercadillo del pueblo. Compramos bocadillos y unos refrescos. Nos detuvimos ante un puesto en el que un artista local realizaba retratos y caricaturas a los turistas. Descubrimos en uno de los cuadros expuestos nuestra playa de la casita azul. Y él, con una sonrisa zalamera, lo compró para mamá.
Volvimos a salir el día de mi cumpleaños. El coche bordeaba la costa, avanzando a buena velocidad curva tras curva. El cálido viento me alborotaba el flequillo mientras, a lo lejos, brillaba el mar. De repente estalló la pesadilla. Mamá, furiosa porque él no había recordado que era mi aniversario, empezó a chillar. Recriminaciones, acusaciones, sollozos e insultos hirientes convirtieron aquella radiante mañana de verano en un maldito infierno. Incapaz de soportarlo más, me cubrí los oídos con las manos y chillé como nunca antes lo había hecho. “¡¡Basta, bastaaaaaaa!!” Y al tiempo que gritaba, empecé a patear el asiento del conductor, sin dejar de mover la cabeza compulsivamente de un lado para otro.
Yo solo quería que cesaran los gritos. Y, en efecto, reinó un silencio sepulcral después de que, tras una curva, el coche se precipitara hacia el abismo. Caímos, caímos, caímos sobre las rocas en un torbellino de sueños y cristales rotos. Y en aquellos momentos vi que el mar alzaba sus brazos para cobijarme entre sus rizos de espuma. Me embargó una agradable sensación de sopor. Todo estaba bien. Pero... ¡no! Descubrí que aquel mar era caliente y pegajoso, que manchaba toda mi piel de rojo. ¡Era sangre! Me cubría la sangre del maltrecho cuerpo de mi madre. Porque mamá me protegió hasta que la oscuridad se la llevó.
Ha pasado mucho tiempo. Ahora, mientras estoy en la cama, la casita azul me observa desde la pared de enfrente. Hoy es mi cumpleaños y, al despertar, los postigos estaban abiertos de par en par. La grácil figura de mamá se ha asomado al balcón. Apoyándose en la barandilla, me ha saludado con la mano. Sonreía. Pero, de improviso, la baranda ha cedido...
Ella me mira y cae, cae por el precipicio sin remedio. Yo quiero salvarla, quiero incorporarme para sujetarla, quiero abrazarla de nuevo y besarla. Y grito y golpeo y grito y pataleo con desespero... pero me inmovilizan y me atan a la cama... Al final, siempre me atan.
El inclemente sol de mediodía arranca destellos de la ondulada superficie del mar. Desde la orilla, mientras la espuma se arremolina alrededor de mis piernecitas, miro hacia arriba. Deslumbrada, me veo obligada a cerrar los párpados. Después, entornando mis ojos de chiquilla y haciendo visera con la mano izquierda, al fin la distingo: la casita azul que, sobre el acantilado, se asoma al abismo. Sonrío. Me gusta esta playa. Y me encanta observar esa frágil construcción que, orgullosa, desafía los despiadados azotes del viento. Mi mente infantil, como si se tratara de una casa de muñecas, juega a visualizar a los habitantes de trapo que nos observan desde lo alto; cómo serán sus vidas, cuáles serán sus sueños y pesadillas...
Ha pasado mucho tiempo. Ahora, mientras estoy en la cama, la casita azul me observa desde la pared de enfrente. Me vigila y me acompaña. Siempre. No importa que la pintura azul celeste esté descascarillada ni que una de las barandas se haya soltado del anclaje. Tampoco me molesta que, ante la entrada, proliferen las malas hierbas. ¿Qué importancia tienen esos detalles si su figura se yergue gallarda frente a vientos y tempestades? Me fascinan esos postigos blancos que a veces se entreabren, incitándome a atisbar en su interior. Me llaman, me invitan.
Esta mañana, al despertar, los postigos estaban abiertos de par en par. La luz que entraba por la ventana me acariciaba la cara. “Ya está aquí el verano”, he pensado. He sentido la tibieza del sol recorriendo mi piel y, medio adormilada, he vuelto a recordar.
Nunca la vi tan hermosa como durante aquel verano. Se levantaba con una radiante sonrisa en la cara e incluso canturreaba mientras, sentada ante el espejo, se arreglaba. Me decía: “ven, mi niña preciosa”. Y, acomodándome sobre sus rodillas, cepillaba durante largo rato mis cabellos. Luego él pasaba a buscarnos y solíamos visitar el pueblo de al lado. Un día subimos hasta lo alto del campanario. Me reí mucho, porque desde allí arriba todas las personas eran tan pequeñas como hormiguitas. Jugué a aplastarlas con las yemas de mis deditos.
En otra ocasión, mientras la hoguera de san Juan ardía y la gente rugía con fervor, los tres nos dimos las manos. Y ellos se besaron bajo los oscuros soportales de la plaza mayor.
Sin embargo, la mayoría de veces íbamos a la playa de la casita azul. Casi siempre estábamos solos, puesto que para llegar a aquella cala había que recorrer una carretera muy larga y llena de curvas. Fueron días de calor y sonrisas, de mar y besos con sabor a sal.
Hasta que comenzaron los reproches...
—No podemos seguir así —decía mamá.
—¿Por qué no? ¡Si estamos bien! —afirmaba él.
—¡Estoy harta de que tengamos que escondernos! —replicaba ella—. Solo puedo tenerte a ratos... ¡Merezco ser feliz y tu hija necesita un padre!
Mamá se echó a llorar sobre la arena. Preocupada, corrí a abrazarla. Pero me asusté mucho cuando él se acercó, blandiendo los puños y gritando como un loco. Entonces arranqué a correr. Corrí, corrí, corrí... subí sin aliento por el sendero que conducía a la casita azul, mi vigía. Sabía que allí estaría a salvo. Pero él me atrapó, me levantó en el aire y el mundo giró bajo mis pies. Luego, cubriéndome de besos, se disculpó y, con lágrimas en los ojos, nos abrazó muy fuerte y... y de nuevo fuimos tres.
Fue aquel día cuando, de regreso, paramos en el mercadillo del pueblo. Compramos bocadillos y unos refrescos. Nos detuvimos ante un puesto en el que un artista local realizaba retratos y caricaturas a los turistas. Descubrimos en uno de los cuadros expuestos nuestra playa de la casita azul. Y él, con una sonrisa zalamera, lo compró para mamá.
Volvimos a salir el día de mi cumpleaños. El coche bordeaba la costa, avanzando a buena velocidad curva tras curva. El cálido viento me alborotaba el flequillo mientras, a lo lejos, brillaba el mar. De repente estalló la pesadilla. Mamá, furiosa porque él no había recordado que era mi aniversario, empezó a chillar. Recriminaciones, acusaciones, sollozos e insultos hirientes convirtieron aquella radiante mañana de verano en un maldito infierno. Incapaz de soportarlo más, me cubrí los oídos con las manos y chillé como nunca antes lo había hecho. “¡¡Basta, bastaaaaaaa!!” Y al tiempo que gritaba, empecé a patear el asiento del conductor, sin dejar de mover la cabeza compulsivamente de un lado para otro.
Yo solo quería que cesaran los gritos. Y, en efecto, reinó un silencio sepulcral después de que, tras una curva, el coche se precipitara hacia el abismo. Caímos, caímos, caímos sobre las rocas en un torbellino de sueños y cristales rotos. Y en aquellos momentos vi que el mar alzaba sus brazos para cobijarme entre sus rizos de espuma. Me embargó una agradable sensación de sopor. Todo estaba bien. Pero... ¡no! Descubrí que aquel mar era caliente y pegajoso, que manchaba toda mi piel de rojo. ¡Era sangre! Me cubría la sangre del maltrecho cuerpo de mi madre. Porque mamá me protegió hasta que la oscuridad se la llevó.
Ha pasado mucho tiempo. Ahora, mientras estoy en la cama, la casita azul me observa desde la pared de enfrente. Hoy es mi cumpleaños y, al despertar, los postigos estaban abiertos de par en par. La grácil figura de mamá se ha asomado al balcón. Apoyándose en la barandilla, me ha saludado con la mano. Sonreía. Pero, de improviso, la baranda ha cedido...
Ella me mira y cae, cae por el precipicio sin remedio. Yo quiero salvarla, quiero incorporarme para sujetarla, quiero abrazarla de nuevo y besarla. Y grito y golpeo y grito y pataleo con desespero... pero me inmovilizan y me atan a la cama... Al final, siempre me atan.
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Última edición por Lifen el 16 Jul 2013 11:37, editado 3 veces en total.
Re: La casita azul
Me ha gustado mucho. Las playas me han recordado a un relato del concurso pasado, Los ojos azules de los tigres blancos, en los paseos de la niña y los desencuentros de los padres. Sin entrar a la sensiblería y manteniéndose en el terreno brumoso de los recuerdos, en el que encaja muy bien la visión de una casa azul al borde de un acantilado.
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Re: La casita azul
Buen relato.
Me ha gustado bastante, aunque a veces me he perdido (pero eso es problema mio, me lo tengo que mirar).
Lo veo bien escrito y la historia engancha lo suficiente para querer seguir leyendo. Necesitaré una segunda lectura, la primera me ha gustado bastante.
Gracias y suerte.
Me ha gustado bastante, aunque a veces me he perdido (pero eso es problema mio, me lo tengo que mirar).
Lo veo bien escrito y la historia engancha lo suficiente para querer seguir leyendo. Necesitaré una segunda lectura, la primera me ha gustado bastante.
Gracias y suerte.
Re: La casita azul
Tremendo e impactante relato. Me parece muy bien escrito y se aleja de todo melodrama por su forma directa. Gracias
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Re: CV1 La casita azul
Me ha gustado mucho, tanto la historia de la niña y la madre y el novio como el sorprendente giro final, un cuento muy bueno
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)
Re: CV1 La casita azul
Otro relato con final trágico para resultar efectista. Me estaba encantando toda la narración desde el principio, con su cotidianidad, la relación entre la madre y la niña,... pero ese final le quita toda la gracia que, para mi, tenía el relato.
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Re: CV1 La casita azul
Bien escrito y navega perfectamente entre sentimientos. Con bastante gracia y habilidad nos lleva a sentir lo que siente la protagonista.
Me gusta, saludos y suerte.
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Me gusta, saludos y suerte.
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Re: CV1 La casita azul
Bravo, me gustó mucho. Es muy descriptivo y agradable de leer, creo que lo le cambiaría nada, me gusta como está y el final estupendo.
A mí también me ha recordado a esas playas, hasta pude ver a la pobre muñeca por ahí tirada.Me ha gustado mucho. Las playas me han recordado a un relato del concurso pasado, Los ojos azules de los tigres blancos...
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- Tadeus Nim
- No tengo vida social
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- Registrado: 13 Nov 2012 13:55
- Ubicación: Eso ¿Donde estoy?
Re: CV1 La casita azul
Me ha gustado mucho. Aun con el trasfondo triste de una historia que no iba a acabar bien.
Buen trabajo
Buen trabajo
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- albatross
- No puedo vivir sin este foro
- Mensajes: 818
- Registrado: 04 Dic 2012 19:56
- Ubicación: La mayor de las islas Gimnesias
Re: CV1 La casita azul
Es una narración correcta y bien hecha.
Me ha molestado algo desde el principio: cuando uno escribe en primera persona y el narrador es una niña, tiene que utilizar un lenguaje de niña. El lenguaje utilizado es más propio de un adulto culto.
No obstante me desconcierta ese: "Ha pasado mucho tiempo" del final. ¿Cuánto tiempo? ¿Es una adulta la que habla? Si este punto quedase claro, el relato sería más redondo.
De todas maneras, de los que llevo leídos, es de los mejores.
Me ha molestado algo desde el principio: cuando uno escribe en primera persona y el narrador es una niña, tiene que utilizar un lenguaje de niña. El lenguaje utilizado es más propio de un adulto culto.
No obstante me desconcierta ese: "Ha pasado mucho tiempo" del final. ¿Cuánto tiempo? ¿Es una adulta la que habla? Si este punto quedase claro, el relato sería más redondo.
De todas maneras, de los que llevo leídos, es de los mejores.
Re: CV1 La casita azul
Me ha gustado, me parece bien escrito y muy original. Algunas partes me resultaron confusas, igual era el sueño.
Ronda de noche. Mundodisco 29. Terry pratchett
La sombra de Ender (Ender 5) - Orson Scott Card
El asombroso Mauricio y sus roedores sabios. Mundo disco 28. Terry Pratchett
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Re: CV1 La casita azul
Sí, yo también he pensado lo mismo respecto al lenguaje. Me ha despistado también el cambio de tiempos verbales, pero luego todo ha quedado cuadrado al final.albatross escribió:Es una narración correcta y bien hecha.
Me ha molestado algo desde el principio: cuando uno escribe en primera persona y el narrador es una niña, tiene que utilizar un lenguaje de niña. El lenguaje utilizado es más propio de un adulto culto.
No obstante me desconcierta ese: "Ha pasado mucho tiempo" del final. ¿Cuánto tiempo? ¿Es una adulta la que habla? Si este punto quedase claro, el relato sería más redondo.
De todas maneras, de los que llevo leídos, es de los mejores.
A mí sí que me ha gustado el final. Y en general, me ha parecido un relato muy bueno.
Siempre contra el viento
Re: CV1 La casita azul
El último relato que leo y, no esperando ninguna, me he llevado una sorpresa. Muy buen relato, muy bien contado.
Sin embargo hay algo que no me cuadra, no sé si no lo he cogido bien: ¿La madre de la niña muere en el accidente y luego otra vez al ceder la barandilla? A ver si alguien me lo aclara, porque se ve que no lo he pillado.
Sin embargo hay algo que no me cuadra, no sé si no lo he cogido bien: ¿La madre de la niña muere en el accidente y luego otra vez al ceder la barandilla? A ver si alguien me lo aclara, porque se ve que no lo he pillado.
Re: CV1 La casita azul
En el accidente mueren la madre y su pareja.Ratpenat escribió:El último relato que leo y, no esperando ninguna, me he llevado una sorpresa. Muy buen relato, muy bien contado.
Sin embargo hay algo que no me cuadra, no sé si no lo he cogido bien: ¿La madre de la niña muere en el accidente y luego otra vez al ceder la barandilla? A ver si alguien me lo aclara, porque se ve que no lo he pillado.
Ahí tienes la respuesta a tu pregunta Rat: "siempre la atan".Ella me mira y cae, cae por el precipicio sin remedio. Yo quiero salvarla, quiero incorporarme para sujetarla, quiero abrazarla de nuevo y besarla. Y grito y golpeo y grito y pataleo con desespero... pero me inmovilizan y me atan a la cama... Al final, siempre me atan.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
Re: CV1 La casita azul
¡Gracias, xicona!
Lo de que la atan a la cama supuse que se referían a que está loca y que la casita azul es un manicomio. Pero entonces, ¿hay accidente? Porque la casita es mencionada desde antes de él.
¿Es ella misma la que salta y ve a su madre haciéndolo? Espero que el autor lo aclare después del destape.
Lo de que la atan a la cama supuse que se referían a que está loca y que la casita azul es un manicomio. Pero entonces, ¿hay accidente? Porque la casita es mencionada desde antes de él.
¿Es ella misma la que salta y ve a su madre haciéndolo? Espero que el autor lo aclare después del destape.