NH1 Y el agua bailó sobre el puente tambaleando...- David P.

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
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NH1 Y el agua bailó sobre el puente tambaleando...- David P.

Mensaje por lucia »

Y EL AGUA BAILÓ SOBRE EL PUENTE TAMBALEANDO BUENA PARTE



Mi nombre es Andrés, y aunque el uso de la palabra escrita esquiva mis intenciones, en las próximas líneas, con la ayuda de alguien más ducho en la elección y disposición de éstas, les participaré de tan crucial episodio en mi vida, que no habla sino de héroes. Pero no adelantemos acontecimientos.

Soy natural de Bailén, pueblo de la provincia de Jaén de no más habitantes que cabezas de ganado… sí, tal vez eso sea exagerar. Diré el número de tres mil, andaluz arriba, andaluz abajo, y Vds. se harán idea. Aquí celebré mi primer aniversario, el segundo, el tercero y todos desde que naciera allá en el noventa y ocho, a mediados de abril. También el décimo, donde debería estar, a mi parecer, el principio por el que toda historia ha de empezar.
Aquel día, el de mi aniversario, padre trabajó hasta tarde —quizás no debería resaltar este hecho, mas lo raro era que no trabajara hasta bien entrada la noche—, así que, en casa no le esperamos. Estábamos madre, mi hermanita Ángela y mis inseparables amigos: Jacinto y María. Y yo, me olvidaba de mí. Lo pasamos bien. Siempre lo pasábamos bien, pero yo estaba deseando llevarle un trozo de pastel a padre —por motivos bien egoístas, como verán—. Trabajaba cuidando las reses en la casa de Fresneda, cuyo mayorazguito movía la mandíbula tan rápido como sus carrillos, llenos de pastel, le permitían. Sí, estoy hablando de Jacinto, o para ser fiel a la verdad de Don Jacinto Luís Luque de Garnica, Conde de Fresneda. A su madre, la Condesa de Fresneda, no le gustaba nada el nombre de Jacinto y siempre presentaba a su hijo como Don Luis, omitiendo el nombre heredado del padre de su padre —del niño, se entiende—, con el que no hizo buenas migas en vida y de cuya muerte, cuentan la malas lenguas, alegróse ella. Se dice que el disgusto llevóse también al señor Conde, padre de Jacinto, a los pocos meses. Pero esto no es lo que quería contar.
El caso es que al mayorazgo le gustaba el nombre de Jacinto, y así le llamábamos María y yo.
Pues bien, como decía, le llevamos un trozo de pastel a padre y antes siquiera de que lo terminase corrimos al interior de la casa. Allí nos esperaba Melchor, el hayo de Jacinto. A menudo nos reuníamos alrededor suyo para que nos leyese historias. A mí me gustaban las de héroes, y como era mi aniversario, de héroes trató en esa ocasión. Del gran Aquiles.
Antes de empezar a leer nos advirtió de que era liada, pero a mí no me lo pareció. Nos gustó mucho. A los tres. Tanto, que los días siguientes yo fui Aquiles, Jacinto fue Héctor y María fue Helena. Al principio, Jacinto exigió ser Aquiles. Tenía doce años, dos más que nosotros, e inventóse no sé qué derecho de elegir él primero por ser el mayor. Seguramente tal derecho no existía, pero por aquel entonces, todos éramos muy de inventarnos cosas que favorecieran nuestros argumentos. Por suerte, yo había heredado la altura de padre, que llegaba casi a las dos varas y media. Esto me permitía sacarle una cuarta a mi amigo, que no era muy alto para su edad. Incluso María era más alta que él. No mucho, apenas el ancho de un duro, pero eso bastó para argumentar que el héroe no podía ser el más bajito. Era ridículo. Los héroes eran altos, fuertes —requisito que no era satisfecho por ninguno de los tres, pero diría que María se acercaba a lo exigible—, y barbilindos. Y, por supuesto, no usaban espejuelos. María estaba de acuerdo y ayudóme a convencerle, aunque ella hubiera preferido que yo fuera Paris —de haber tenido la edad adecuada, habría casado conmigo, con o sin mi consentimiento—.
Una mañana, con abril ya agonizando, jugábamos en el olivar, subidos los tres en un olivo que hacía las veces de castillo, cuando pasaron de largo unos comerciantes a lomos de sus machos hablando de una tal canalla que estaba invadiendo España.

—¿La canalla? —preguntó Jacinto bajando del olivo detrás de María y de mí.
—No había oído hablar de ella —contesté. María se encogió de hombros. —¿Será un monstruo como Medusa? —propuse.
—¿Cómo va a invadir un solo monstruo un país entero? —lo cuestionó María.
—A lo mejor tiene tentáculos —dije no muy convencido.
—Muchos tentáculos —añadió Jacinto, más convencido que yo—. Montones de tentáculos larguísimos, así puede estar en todas partes a la vez.
—Y podría invadir un país entero —continué yo, que empezaba a entusiasmarme.
—Podría ser —cedió al final María ante la evidencia.
—¡Pues no lo permitiré! —grité alzando mi palo en gesto sin duda heroico.
—¡Yo tampoco! —gritó Jacinto imitándome.
—Pero somos enemigos —dije contrariado.
—Pues hacemos las paces —propuso él.
—Vale —dije encogiéndome de hombros. Y nos dimos la mano.
—¡Yo tampoco lo permitiré! —gritó María, alzando un palo que acababa de recoger del suelo.
—Pero si eres una chica. Las chicas no sabéis usar la espada —dije. Me arrepentí al instante. Ella, amoscada, cogió impulso y partióme el palo en el brazo sin dejar de mirarme con el morro torcido (su primera intención fue partírmelo en la cara, pero no quería un marido con la nariz desfigurada).— ¡Ay! —grité de dolor—. ¿Por qué has hecho eso? —Y sin mediar palabra arrancó el palo de mis manos y volvió a coger impulso.— ¡Vale, vale! —me apresuré a decir encogido—. Tú también serás un héroe.
—¡Hala! —dijo Jacinto—. Será héroa, que es una chica.
—Sois unos gaznápiros los dos. Se dice heroesa —sentenció María.
—Claro —dijo Jacinto—. De conde, condesa y de héroe, heroesa. Es verdad.

Y durante dos semanas, o más, combatimos a la canalla aquí y allá por todo el pueblo, defendiendo la patria como los héroes que éramos. Hasta que un nuevo enemigo vislumbróse en el horizonte de otra conversación ajena: los franceses.
La canalla trataba de introducir sus venenosos tentáculos amarillos y verdes por las ventanas de la casa de Fresneda, y Jacinto, María y yo hacíamos lo que podíamos para rechazarlos. Sólo el Padre Eterno sabe cuántas extremidades gelatinosas cortamos, pero detrás de cada tajo un nuevo y más grande y más venenoso y más amarillo y verde tentáculo esperaba su oportunidad. Estábamos a punto de sucumbir cuando un sonido atronador hizo retroceder al monstruo de los mil brazos. Era padre, que entró raudo preguntando por la señora Condesa.
Le indicamos, pero hicimos más que eso: le seguimos intrigados por su estado de excitación, que anunciaba graves las nuevas que traía.
Al parecer, los madrileños, entrando mayo, se habían revelado contra los franceses y éstos fusilaron a muchos de aquellos. Eso provocó la ira del pueblo y formaronse juntas por todo el país reclutando voluntarios para el ejército.
Padre mandóme a contar las reses y los tres corrimos a hacer el mandado, mientras en la casa se contaban víveres y joyas.
Yo no sabía cuando habían venido los franceses, pero por lo visto los había por toda España. Nos estaban invadiendo. Algo tenía que tener este país que todo el mundo quería invadirlo. Primero la canalla y luego los franceses.
De vuelta en la casa, impaciente por decir el número de reses en alta voz, antes de olvidarlo y tener que volver a contar, padre seguía hablando con la condesa y con el hayo. Por lo visto los franceses en número de miles marchaban hacia Andalucía.

—¿Y que es lo que quieren esos franceses? —preguntó Jacinto con esa seguridad que le dan a uno los títulos.
—Todo, Don Luís, todo —contestó el hayo—. Esta tierra tan fértil que nos trae la espalda por la calle de la amargura, nuestro cálido sol, el agua dulce como ninguna de nuestros ríos. Quieren que lo que hoy llamamos España, mañana se llame Francia. Y quién tenga la suerte de sobrevivir a tan vil ultraje tendrá que hablar en ese remilgado idioma que es el francés —sentenció.
—¿Hablar en francés? —me atreví a preguntar, metiéndome en una conversación de mayores y nobles. Inocente de mí, pensaba que sólo se hablaba una lengua en el mundo—. ¿Qué es eso? ¿Cómo se hace?
—¡Ay!, rapaz —suspiró el hayo—. En Francia no hablan igual que nosotros —yo fruncí el ceño sin perder atención—. Allí, para decir “sí”, dicen “uí”. Para decir “señor”, dicen “mesié” . En vez de decir “gracias”, dicen “megsí”
—Pues qué tontería —espeté. Ya puestos, di rienda suelta a mi insolencia—. ¿Por qué iban a querer decir mersí pudiendo decir gracias?
—¡Ya basta, muchacho! —gritó padre—. ¿Contaste las reses como te pedí?
—Sí, padre —dije yo agachando la cabeza—. Hay cuarenta y dos.
—¡Oh! —exclamó el hayo—. ¿Sabes cómo se dice cuarenta y dos en francés? —no esperó respuesta—. Caggandœ.

María y yo nos miramos y no pudimos aguantar la risa. Nos echaron, claro.
Yo había imaginado a un francés contando en alta voz, y al llegar al cuarenta y uno, bajabase los calzones, agachabase y apretaba con el vientre para decir cuarenta y dos entre esfuerzo y esfuerzo. Supuse que ella había imaginado lo mismo, porque cuando lo conté, asintió sin añadir nada. No fue así. María imaginó la conversación que había tenido lugar con padre, con el hayo, la señora Condesa, Jacinto… en fin, todos los presentes; y al preguntarme padre por las reses que terminábamos de contar, yo me bajaba los calzones, me agachaba… ya saben Vds. el resto.
Nunca me lo dijo.
Pueden imaginar lo que hicieron Aquiles, Héctor y Helena en las semanas siguientes. Sí, eso justamente: echar a los franceses de España una y otra vez. Los echamos por los pirineos. Los mandamos a Portugal. Los echamos al mar en la mayoría de las veces, donde sucumbían a la voracidad del Kraken. Y alguna vez se los ofrecimos a la canalla para aplacar su ira.
En una de nuestras implacables batallas, a últimos de junio, los espejuelos de Jacinto resultaron dañados, cosa que no contentó a la señora Condesa. Sí, le castigaron. Había sido culpa mía, así que, María y yo nos llegamos por detrás de la casa de Fresneda y tiramos piedras a las ventanas con la intención de que se asomase nuestro amigo. María era muy bruta, y una de las ventanas no pudo presentar resistencia a su ímpetu. Cedió añicos y corrimos raudos a escondernos en el establo para no ser descubiertos.

—¿Qué habéis hecho? —dijo una voz.
—¿Qué? —exclamé yo sobresaltado.
—Señor Andrés —dijo María dándose la vuelta y descubriendo a padre allí sentado, manipulando la garrocha.
—Sois unos trapisondistas. Le castigarán por eso, lo sabéis, ¿no? —dijo señalando fuera, en la dirección de donde veníamos.
—¿No puedes hacer nada? —supliqué.
—¿Yo? —contestó—. Si se me ocurre mentar siquiera esa ventana, me tocará pagarla, ya podéis creerlo.
—¿Qué haces con la garrocha? —pregunté atraído de repente por sus manualidades.
—Le cambio la puya por esta punta de lanza.
—Pero harás daño a los animales —me quejé con inocencia.
—No es para las reses, muchacho —dijo muy despacio. Yo enmudecí sin dejar de prestar atención.— Verás, hijo —empezó a decir—. En Sevilla se ha formado un ejército. Y otro en Granada. Los dos se han fusionado en Porcuna, y dicen que muchos garrochistas de Jerez y de Utrera se han alistado como lanceros…
—Pero… —sollocé—. Si tú no eres soldado, no sabes nada de ejércitos, ni de guerras, ni de, de…
—Ya vale, muchacho. Ven aquí —me interrumpió tirando de mí y estrechándome en su pecho.
—Iré contigo —dije en un arrebato de arrojo.
—No puede ser, hijo —dijo tajante—. Aún no tenéis edad para oír ciertas cosas, pero lo más probable es que en breve tengáis que vivirlas y verlas con vuestros propios ojos.
—¿A qué te refieres, padre? —dije asustado. María me cogió la mano.
—Los franceses entraron en Córdoba hace tres semanas, saqueando y quemando casas, y matando a quién ofreciera resistencia. Han hecho lo mismo, desde que salieron de Madrid, en cada pueblo o ciudad que han encontrado en su camino. Ahora están en Andújar y es cuestión de tiempo que vengan aquí.
—¡Pues les daremos su merecido! —grité lleno de ira agitando el palo que aún sostenía a modo de tizona.
—En este pueblo habrá unos tres mil habitantes, hijo, y ellos se cuentan por decenas de miles. No podríamos hacer nada contra ellos, ni aunque luchasen a bofetadas. Nuestra única oportunidad es reunirnos todos, los habitantes de aquí, los de Jaén, los de Granada, Sevilla, Cádiz, todos. Si hacemos eso sumaremos casi tantos hombres como ellos y entonces sí les daremos su merecido.
—¿Y por qué no puedo ir? —insistí—. Has dicho que tenemos que ir todos.
—Escúchame bien —dijo cogiéndome la cabeza con ambas manos—. Y tu también, María. Si no somos capaces de detenerles, antes o después vendrán a saquear el pueblo. Tú, hijo, tienes que proteger a tu hermana y a tu madre. Y tú, María, a la tuya. No hagáis ninguna tontería, que esos malnacidos no dudan en tirar de bayoneta. Proteged a la familia, las cosas no, ¿me habéis oído? Que se lleven lo que quieran.

Esa misma noche partió hacia Porcuna.
Los días siguientes no hubo Aquiles, ni Héctor, ni Helena. Jacinto fue recluido en la casa de Fresneda por la señora Condesa, como quién protege títulos, propiedades y tierras de la ingrata dispersión que condenan un nombre al olvido. El padre de María también se alistó, y ella y su madre pasaban mucho tiempo en nuestra casa, por temor a estar solas si algún día llegaban los franceses.
Y llegaron.
Y saquearon.
Y se marcharon.
Y muertos, los más incautos, miseria y un olor a quemado muy intenso fue lo que dejaron. Llevaron víveres, joyas, plata y cualquier cosa que pudiese tener algún valor. Carros llenos. Y vino, todo el que no pudieron beber entre saqueo y saqueo, o no corría calle abajo vertido por los más rápidos de reflejos, que preferían verlo derramado que aliviando la sed de esos animales que hacíanse llamar imperiales.
La desolación nos embargó creyendo a nuestro ejército derrotado y nuestros seres queridos, en el mejor de los casos, prisioneros, y en cualquiera de ellos, lejos, muy lejos. La sorpresa fue mayúscula cuando el día diez y ocho vimosles aparecer, recortando silueta en el horizonte del bello amanecer andaluz. No me equivoco si digo que el pueblo entero salió a recibir tan grata visita. Al poco llegaron más soldados aún, entre los que se encontraba padre.
Al parecer, los franceses que habían saqueado el pueblo eran solo una parte de su ejército. El resto, la parte principal, aún se hallaba en Andújar, al mando de un tal Dupont. El ejército andaluz se dividió en dos partes, también, para atacar a los franceses en Andújar, unos por delante, y otros por detrás, que por lo visto eso se antojaba difícil de defender. Partirían de madrugada, así que no tenía tiempo que perder. Fui a buscar a María y juntos corrimos a la casa de Fresneda a por nuestro amigo el mayorazgo. No hubo suerte con esto último, pero teníamos que intentarlo.

—Vamos —dije tirando del brazo de María—. Antes de que partan.
—¿Ir adonde? —preguntó ella soltándose—. Todavía no me lo has dicho.
—Quiero alistarme.
—¿Es que no recuerdas lo que dijo tu padre? —dijo ella incisiva.
—¿Es que no recuerdas que los franceses ya han saqueado el pueblo? —contesté.

No pudo rebatir eso y corrimos al campamento.
Nada más llegar padre me vio y salió a mi encuentro.

—¿Qué haces aquí, muchacho? Partiremos en breve —dijo.
—Quiero alistarme.
—¿Otra vez con eso?
—Pero los franceses ya han estado aquí. Ya no hay peligro —dije con firmeza.
—¡Vaya, vaya! —sonó una voz a mi espalda. Más tarde sabría que se trataba del general Reding, al mando de las tropas allí acampadas—. ¿Quién es el rapaz?
—Mi zagal, señor —contestó padre.
—¡Quiero alistarme! —grité con ímpetu.
—Tienes arrojo, chico. —dijo el general— Coge la garrocha de tu padre. —Las garrochas solían medir tres varas y media, pero como padre era tan corpulento, la suya medía cuatro varas. Y allí estaba yo, tratando de sostener con dignidad cuatro varas de madera de majagua.— Ahora sube al caballo, chico —ordenó el general.

No pude. Aquello era una trampa desde el principio. Tampoco supe cargar el mosquete correctamente, y cuando lo hicieron por mí y disparé, di con las nalgas en el suelo y con la bala… bueno, en algún momento tenía que dejar de subir y empezar a bajar. También me fue esquiva la maña cuando blandí el sable. Arremetí contra un olivo hundiéndolo en su corteza y en venganza se quedó con él. No fui capaz de sacarlo.
Partieron de madrugada y yo tuve que ver cómo se alejaban en vez de cabalgar junto a ellos hacia la gloria. Gloria que no se haría esperar, pues al rato se oyeron los primeros tiros de muchos aquella noche.
Por lo visto, según nos enteramos después, el tal general francés Dupont, a quién suponían en Andújar, había estado marchando con su ejército hacia Bailén, y encontraronse a las puertas del pueblo unos con otros dando comienzo así a una batalla que duraría toda la noche y parte del día siguiente.
Con la primeras luces, María y yo nos acercamos a mirar. Subidos a un olivo observamos de lejos algunos movimientos que no se distinguían del polvo levantado. Cambiamos de olivo pero la vista no mejoró. No sabíamos quién ganaba y la incertidumbre nos corroía por dentro. Volvimos a cambiar a otro olivo, y luego a otro, y así fuimos acercándonos poco a poco sin darnos cuenta. La vista, como se imaginarán, mejoró sobremanera.
Llevábamos horas absortos en la batalla cuando empezamos a sentir la sed. Aquel diez y nueve de julio fue especialmente caluroso, pero no queríamos perdernos nada, así que no nos movimos de allí y en seguida empezamos a sentirnos mal por el efecto del calor. No tuvimos más remedio que ir a beber agua y refrescarnos. Por el camino María estaba muy pensativa. Se había dado cuenta de que nosotros estábamos a la sombra y descansados cuando el calor empezó a afectarnos, y se preguntaba qué no les estaría pasando a nuestros soldados, cansados y a pleno sol. Y se nos ocurrió una idea: agua. Les llevaríamos agua y contarían con esa ventaja frente a los franceses. No hacía falta mosquete, espada o lanza, bastaba con llevar un cántaro de agua de allá para acá para contribuir a la patria.
Y eso hicimos.
Corrimos hacia el pueblo, llenamos un botijo y entre los dos lo llevamos lo más rápido que pudimos, sin derramarlo, hasta el general, y se lo ofrecimos. Él lo cogió sorprendido y sin ocultar la necesidad que tenía de aquel líquido regenerador, lo levantó por encima de su cabeza, echó ésta hacia atrás y dejó que un chorro de vida bajase por su garganta. Y como quién riega una semilla y al cabo recoge tomates, el general parecía otro, más alto, más fornido, más general.
Sostenía aún el botijo en sus manos cuando una bala lo atravesó de parte a parte y los trozos volaron con la mala suerte de que uno de ellos me golpeó tirándome al suelo. María recogió el culo, que aún contenía agua, y se lo ofreció de nuevo al general. Éste la apuró agradecido y mandónos a casa para no volver, con el motivo del peligro. Lo habíamos vivido en ese preciso instante, así que el peligro de verdad que avizoraba allí.
Cabizbajos, volvíamos al pueblo esquivando soldados y apartando manos que nos demandaban un buche, o mojarse los labios siquiera, para no desfallecer, y entonces le dije a María que no quería ser Aquiles nunca más. Ni Hércules, ni Perseo. Ninguno de ellos era ya un héroe para mí. Los héroes estaban allí mismo, en aquel olivar. Héroes con mayúsculas, a mi parecer. Porque, ¿qué mérito hay en enfrentarse a peligrosos enemigos cuando tu único punto débil es un talón? No digamos si eres el hijo de un Dios. Son batallas ganadas antes de empezarlas. En aquel olivar había lañadores, talabarteros, comerciantes, menestrales, jornaleros… hasta el albéitar estaba allí. Y todos voluntarios, para combatir a un ejército, decían, era invencible. Sí, invencible. No se les podía vencer. Y aún así, ahí estaban, mordiendo cartucho y prendiendo mecha. Si necesitaban agua, agua tendrían.
Íbamos a dar de beber a muchos soldados, así que optamos por coger un cántaro. Iríamos más despacio, pero menos viajes lo compensarían. En el segundo de ellos con el cántaro, que esta vez no se rompió, ni por bala ni por tropiezo, que los hubo, se unió una vecina que nos vio acarrear el malogrado botijo la primera vez y ya la segunda interesóse por el mandado, que no era tal. En el tercer viaje se unieron más vecinos, y el entusiasmo contagió a más en el siguiente, y más aún en el otro. Todo el pueblo hacía viajes de acá para allá con cántaros llenos de agua, y luego vacíos, y luego llenos otra vez, haciendo bailar el agua, hasta que el trayecto del pueblo al campo de batalla pareció el cauce de un río.
No sabría decir cuando ocurrió, pero regresábamos María y yo, una de tantas, con el cántaro vacío cuando noté humedad en la camisa a la altura del vientre. No era agua.
Y caí.
Y allí tendido, con María taponando mi vientre en vano, pude ver a los soldados levantarse y alzar los mosquetes en alto, o las espadas, o solo los brazos. Se abrazaban unos con otros. Y gritaban. Y María me hablaba de los franceses. De su general Dupont, que había capitulado. Y de su emperador Napoleón Bonaparte, que ya no sería invencible nunca más. Y yo, no como Aquiles, ni como Hércules, sino como Andrés, un niño de diez años nacido en un pueblo de Andalucía, regué la tierra que era y seguiría siendo de los españoles, con mi sangre. Sangre de héroe.

Sé lo que se están preguntando: ¿cómo es posible que yo haya contado esta historia si caí en la batalla? Es cierto, y lamento decir que no hay giro dramático. Caí en la batalla, pero les aseguro que estoy muy vivo en el recuerdo de los que me amaron.




María Bellido.
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David P. González
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Re: NH1 Y el agua bailó sobre el puente tambaleando buena pa

Mensaje por David P. González »

Muy bien escrito y ameno.
Me ha gustado, pero sin llegar a entusiasmarme, ya que no es el tipo de historias que me gusta leer.
En el apartado histórico, he buscado algunas cosas y no encuentro fallos. Como en todos los relatos, esperaré a la opinión de los expertos, ya que, para mí, tendrá mucho valor el rigor histórico a la hora de valorar.
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ciro
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Re: NH1 Y el agua bailó sobre el puente tambaleando buena pa

Mensaje por ciro »

La historia está muy bien, la anécdota del agua incluida. No me gusta mucho el giro final, pero es lo de menos. Tiene tintes galdosianos o revertescos (supongo que porque el segundo admira e imita al primero algunas veces). Muy bien. Es uno de mis favoritos.
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Re: NH1 Y el agua bailó sobre el puente tambaleando buena pa

Mensaje por Emisario »

A mi parecer, un relato breve es tan bueno como su segmento más alto lo es, siempre y cuando entre medio no se desinfle demasiado, y este relato tiene muchos segmentos altos. Me ha gustado lo coloquial, el lenguaje de época (que ya supone un esfuerzo adicional) incluyendo la incorporación o la mención de unidades de medida y también de aquellos oficios ya muertos, como el de “lañador”, y por supuesto, las onomatopeyas para el francés… muy bien logradas, incluso con aire (o acento) Español. Sí el autor ha barajado una historia entretenida que uno desearía que no terminara.
Autor, con respecto al final… bueno, me temo que esa vocecilla que te decía, o te preguntaba, si es que estaba acertado o no, tenía algo de razón. El cambio del final no le pega en un cien por cien. No queda natural que sea la amiga la que cuenta la historia habiendo sido esta narrada casi en su totalidad en primera persona por el difunto. Pero entiendo que los personajes se mandan solos y que se les ocurre morirse de la manera más insólita e inesperada que se les viene en mente… Y ahí está uno, tratando de remediar el infortunio, con notas explicativas directas al lector y otras peripecias.
Pero nada, eso no le resta méritos, es solo un comentario de un transeúnte viendo hacia una obra pictórica que le maravilla y que, por decir algo, menciona que el color del cielo no le gusta tanto como lo demás.
Te felicito, es un cuento maduro, equilibrado y muy entretenido.
Saludos y mucha suerte.
Emisario
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Re: NH1 Y el agua bailó sobre el puente tambaleando buena pa

Mensaje por ukiahaprasim »

La verdad, es que este relato me deja indeciso.. está bien , pero le veo aristas y extrañeces..

Por un lado, me parece muy buena eleccion el episodio historico que sirve de pie a la narracion.

Por otro, me resulta un poco embarullado en la narracion.

Tambien me chirria el tono infantil de la misma, que al principio tiene su punto, luego cansa un rato, y luego queda descuadrado por la autoria...
Los niños tenian 10 años en la historia, pero parece lógico pensar que su escritura por la narradora-protagonista fuera bastante posterior...

Ese final explica que el relato cuente cosas que Maria nunca le dijo a Andres... pero visto en retrospectiva se hace raro que al narrarlo la narradora los cuente...

De igual manera, el saber su autoria descuadra un tanto la manera narrativa, ese hilar pensamientos e irse por los cerros de Ubeda de lo intrascentente, que dotan de personalidad a Andres, queda raro en la pluma de Maria... aunque fuera un intento de esta de "resucitar" en el papel su personalidad..

Por lo demás, el relato da forma y personajes a un hecho veridico, dándole una explicación y un contexto narrativo ..lo cual tiene bastante merito...

Luego, revisando la historia real... la edad de Maria Bellido del relato (unso diez años) no concuerda mucho con la de las leyenda, pero dado que hay multiples controversias con la identidad real de esta, damosla por buena..



Ukiah
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Re: NH1 Y el agua bailó sobre el puente tambaleando buena pa

Mensaje por elultimo »

Este es el primer relato que leo del concurso. Lo que más me ha gustado es la forma en que cuentas la historia. En ningún momento se me ha hecho pesada o aburrida, y eso ya es un punto a favor. Tiene algunas cosas que me chirrían un poco, como que no sepan que el femenino de héroe es heroína y, sin embargo, usen palabras como gaznápiro o conozcan la batalla de Troya.

Me ha parecido un bonito homenaje a todas esas personas anónimas que lucharon y murieron por defender sus tierras de la invasión francesa.

Y hay una cosa que no entiendo, al principio, el que cuenta la historia es Andrés, pero dice que la cuenta con ayuda de otra persona, que entiendo que esa persona es María, porque es ella la que firma al final... :? :?

Por otra parte, un repaso ortográfico no le hubiera venido nada mal. Palabras como inventose, llevose o alegrose no llevan tilde (por ser palabras llanas que terminan en vocal). :wink:
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Re: NH1 Y el agua bailó sobre el puente tambaleando buena pa

Mensaje por Nínive »

¡Hola compañero! :hola:
Lo primero darte la enhorabuena por el relato. Me parece que el inicio es estupendo. Es estilo es ágil, se lee facilmente. Sobre el momento histórico no puedo decir nada. He buscado la batalla de Bailén y cómo los lugareños fueron fundamentales para cuidar al bando español.
Lo que no me ha gustado nada es el giro del narrador al final. Me resulta tan poco creíble que alguien escriba en nombre de otro en ese estilo, en esta primera persona, que todo el relato se me ha caído de repente. El golpe de efecto que querías conseguir me ha producido el efecto contrario.
Ortográficamente se te ha escapado alguna tilde que otra y hay una expresión de la que no he podido documentarme a fondo (esa en la que aparece la palabra "duro" como moneda) me ha chirriado un poquito. He leído que se acuñó una moneda llamada duro para la guerra de la independencia, pero no creo que unos niños ya la usaran como expresión. Pero seguro que estoy equivocada y que ya existía.
Otra cosilla, al leerlo, cuando el general sostiene el botijo y la bala lo rompe, al principio da la sensación de que la bala ha dado al general o, por lo menos, esa es mi impresión.
Un abrazo. :60:
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Re: NH1 Y el agua bailó sobre el puente tambaleando buena pa

Mensaje por ciro »

elultimo escribió:
Por otra parte, un repaso ortográfico no le hubiera venido nada mal. Palabras como inventose, llevose o alegrose no llevan tilde (por ser palabras llanas que terminan en vocal). :wink:
Yo me niego a detallar faltas ortográficas, pero ya que te pones busca la más obvia que es una que se repite 4 o 5 veces (lo escribo en números porque sé que no te gusta :lengua: ).
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ukiahaprasim
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Re: NH1 Y el agua bailó sobre el puente tambaleando buena pa

Mensaje por ukiahaprasim »

ciro escribió:
elultimo escribió:
Por otra parte, un repaso ortográfico no le hubiera venido nada mal. Palabras como inventose, llevose o alegrose no llevan tilde (por ser palabras llanas que terminan en vocal). :wink:
Yo me niego a detallar faltas ortográficas, pero ya que te pones busca la más obvia que es una que se repite 4 o 5 veces (lo escribo en números porque sé que no te gusta :lengua: ).

yo estuve tentado de señalar alguna, pero luego me dije... vamos a ver la regla general aplicable... y se me quitaron las ganas de entrar en detalle: :mrgreen: :mrgreen:

Si alguien quiere:
H. El acento ortográfico de las formas verbales con pronombres personales enclíticos

1.° Estas formaciones poseen un solo acento prosódico: el del verbo (los enclíticos son palabras inacentuadas). Hay que distinguir dos cuestiones. Por una parte, la presencia o la falta de tilde en el verbo dentro de la formación con enclíticos, comparada con la acentuación ortográfica del verbo cuando se emplea sin enclítico. Por otra parte, la configuración ortográfica acentual del grupo con enclíticos, en relación con las normas generales de la acentuación ortográfica 45. Por lo que se refiere a la primera cuestión, el verbo conserva en muchos casos su acento ortográfico originario, de una manera constante en las formaciones del núm. 2.° siguiente. Por lo que se refiere a la segunda cuestión, el acento ortográfico de las formaciones con enclíticos está siempre de acuerdo con las reglas generales cuando dicha formación es esdrújula, pero deja de estarlo en algunos casos en que la formación resulta con acentuación llana (los tres últimos ejemplos del núm. 2.° siguiente) y cuando la formación es sobresdrújula (algunos ejemplos del núm. 4.°).

2.° Las formas verbales monosilábicas y las formas agudas, seguidas de un solo enclítico, se atienen en el uso ortográfico de la tilde al mismo régimen que cuando se emplean solas: da-le, fui-me, decid-me, reír-se, oír-lo, dé-le (del verbo dar), salí-me, partió-se (los verbos con el mismo acento ortográfico que cuando se emplean solos: da, fui, decid, reír, etc.; pero la formación se atiene a las reglas generales del uso ortográfico solamente en los cinco primeros ejemplos: dale como sale, de estructura silábica análoga; fuime como fuiste, etc.; en los tres últimos ejemplos, se aparta de las reglas generales: déle diferente acentuación que la palabra ele — nombre de la letra l —, de estructura silábica análoga; salíme diferente de sublime, etc.)

3.° Si una forma verbal monosilábica o aguda se agrupa con dos enclíticos, la vocal prosódicamente acentuada del verbo se escribe siempre con tilde, aunque no lo requiera cuando se emplea sola: dá-se-lo, dí-me-lo, decíd-nos-lo, pedír-me-la (en contraste con da, di, decid, pedir); partió-se-le, oír-se-lo (de acuerdo con partió, oír). Todas las formaciones se convierten en "supuestas" palabras esdrújulas.

4.° Si una forma verbal llana o esdrújula 46 se agrupa con uno o más enclíticos (v. la nota 9 del Cáp. 1.5), la vocal prosódicamente acentuada del verbo lleva siempre tilde, lo exija o no cuando se emplea sin enclíticos: hablála-se, mirándo-os, quisiéra-lo, viéra-nos, dába-se-le, hablándo-se-lo, permíta-se-me; dijéra-se-me-lo (en contraste con hablaba, mirando, quisiera, viera; daba, hablando, permita; dijera). Pero decía-me, oía-lo, veía-la; decía-me-lo (de acuerdo con las formas verbales empleadas solas: decía, oía, veía). Todas las formaciones son aquí esdrújulas o sobresdrújulas.

5.° Cuando alguna de estas formaciones se sustantiva, se emplea tilde si la voz resultante es esdrújula, aunque el verbo no la lleve fuera del compuesto: pésame, pésete. Inversamente, deja de emplearse tilde si el sustantivo tiene acentuación llana, aunque la lleve la forma verbal cuando se emplea fuera del compuesto: acabose, cargareme, detente.

6.° Aparecen sometidos a un régimen ortográfico especial los imperativos plurales de los verbos reflexivos, o en construcción reflexiva, tras de la pérdida de la desinencia -d47. Formas como marcha-os, detene-os han de emplearse sin tilde, a pesar de que la forma verbal es aguda 48 y de que se agrupa con un solo enclítico. Pero estos imperativos se igualan así ortográficamente a los nombres terminados en /éo/, /áo/ de que hemos tratados en el § 1.8.3D, 5.°. Como ellos, y por las razones que se exponen allí vacilan entre diptongo e hiato, pero un recuento casi exhaustivo, realizado en los setenta primeros tomos de la Biblioteca de Autores Españoles, da un 80 por 100 de ocurrencias a favor del diptongo (v. nota 37 de este capítulo). Los verbos en -ir llevan tilde: partíos, a causa del hiato.

Leer más: http://www.monografias.com/trabajos13/n ... z2i0tl418F
Asi que, en este caso, querido autor... tienes concedido el perdón sin más penitencia que leertelo...
Que bastante penitencia es.

Ukiah
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elultimo
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Re: NH1 Y el agua bailó sobre el puente tambaleando buena pa

Mensaje por elultimo »

La RAE, que es la que dice cómo se debe escribir escribió:A diferencia de lo establecido en normas ortográficas anteriores, las formas verbales con enclíticos se acentuarán gráficamente siguiendo las reglas generales de acentuación, del mismo modo que las palabras simples: estate, suponlo, dele, fijaos se escribirán sin tilde por ser palabras llanas terminadas en vocal y en -s; mirándome, déselo, léela, fíjate deben llevar tilde por ser palabras esdrújulas; y oídme, salíos, reírte se escriben con tilde por contener un hiato formado por una vocal cerrada tónica y una vocal abierta átona.
:twisted:
ciro escribió:
elultimo escribió:
Por otra parte, un repaso ortográfico no le hubiera venido nada mal. Palabras como inventose, llevose o alegrose no llevan tilde (por ser palabras llanas que terminan en vocal). :wink:
Yo me niego a detallar faltas ortográficas, pero ya que te pones busca la más obvia que es una que se repite 4 o 5 veces (lo escribo en números porque sé que no te gusta :lengua: ).
Según para qué... :blahblah:

De todas formas, mi comentario sobre la ortografía ha sido mínimo :roll:
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Topito
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Re: NH1 Y el agua bailó sobre el puente tambaleando buena pa

Mensaje por Topito »

Fue el primero que estuvo entre mis manos y una buen sabor de boca me ha dejado.

Por ahora estarás entre mis finalistas. Sin embargo, hay algo que no llega a engancharme del todo para decir que disfruté más que el sexo. :mrgreen: No sé, puede que en alguno de los fragmentos pueda decaer mi interés, aunque dos párrafos más adelante vuelva a tenerlo. Me da pena no decirte exactamente que puede ser. Sorry.

Pero vamos, que eres un autor de aúpa y lo has demostrado en este concurso. Mi gran enhorabuena.
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elearah
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Re: NH1 Y el agua bailó sobre el puente tambaleando buena pa

Mensaje por elearah »

Me ha gustado mucho este relato, es el mejor que leí hasta ahora (no han sido muchos, pero, vale).

Lo que podía mencionar como posibles mejoras, ya han sido mencionadas, así que voy a pasar.

Salvo por una cosa: el firmar como María. Yo lo sacaría, y dejaría que el fantasma hable. Total... es ficción. El poner a María al final me hace volver a repasar el texto, que antes cerraba, y después, no.

Felicitaciones. :60:
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Isma
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Re: NH1 Y el agua bailó sobre el puente tambaleando buena pa

Mensaje por Isma »

Me ha parecido muy bueno. La parte final está muy conseguida, aunque no hacía falta introducir el elemento "fantástico". La cotidianidad de la vida en un pueblo se transmite de manera agradable de leer, presentando además la situación histórica desde el punto de vista de un niño, que confunde las palabras y los hechos (la canalla). Me resulta graciosa la mención a la historia "liada" por la Ilíada, asumo :D. Un buen punto. En la sección de dudas, ruegos y preguntas: Algo difícil de creer me resulta que supieran lo que es un kraken. Otra cosa que no entiendo; ¿por qué se nombra a María Bellido al final, heroína de la batalla de Bailén, pero no la narradora? Y finalmente, supongo que debe haber un puente en el que baila el agua, pero no se menciona más que en el título. Quizás hubiera necesitado alguna mención.

Me ha hecho ir a la wikipedia a leer más y me ha ilustrado sobre un hecho histórico del que conocía muy poco. Así que en conjunto muy bueno, agradable de leer y con buen ritmo. Felicidades.
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Ororo
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Re: NH1 Y el agua bailó sobre el puente tambaleando buena pa

Mensaje por Ororo »

Bueno, bueno... este relato no me ha terminado de convencer.
Para empezar, la idea me parece poco original: la visión de unos niños de los desastres de la guerra... sí, resulta enternecedor, pero me suena a muy visto. Le ha faltado atractivo.
Además, frases demasiado complejas, lenguaje formal que me ha cansado, una introducción que se dirige directamente al lector (esto es manía personal)...
No estoy siendo justa contigo, lo sé. En realidad no está mal la idea, pero el desarrollo de la misma no me convence. Has juntado unos cuantos puntos a los que tengo ferviente manía y un poco de monotonía que me ha hecho descartarte.
Puede sonar duro, pero el final dramático y lacrimógeno no ha conseguido avivar la llama.

Tengo que reconocer que voy a buscar la historia esta del agua, porque imagino que fue un caso real. Esto significa que a una perezosilla como yo vas a moverla :cunao:
También reconozco que alguna conversación entre los niños me ha hecho sonreír un poquitín.

Te pongo un R. En el pelotón.
:60:
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albatross
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Re: NH1 Y el agua bailó sobre el puente tambaleando buena pa

Mensaje por albatross »

Buena narración. Es el primer relato que leí y por tanto en un principio no tenía con qué comparar. Tras haber leído unos diez, está de momento entre los mejores. Enhorabuena al autor.

Hay un pequeño gazapo: “Incluso María era más alta que él. No mucho, apenas el ancho de un duro”. La primera peseta no se acuñó hasta 1869, sesenta y un años después de la invasión napoleónica así que los primeros duros (cinco pesetas) supongo que debieron ser posteriores.
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