NH1 Febrero. Febrero - Raoul

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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NH1 Febrero. Febrero - Raoul

Mensaje por lucia »

FEBRERO . FEBRERO

En Valderrobles, entre el Perigañol y la Caixa. Al paso pando del Matarraña. Tajamares cansados de su puente: ahora veréis correr ríos de sangre.
El comandante Pertegaz, cabizbajo −porque el dolor aturde y avergüenza−, mira la boina blanca caída a sus pies como alondra muerta. Fragmentos de loza, astillas de la mesa volcada, una silla partida en dos. De la vasija hecha añicos serpea un raudal negro hacia las botas del general, de pie y jadeante frente al balcón abierto. Crujido de cristales bajo su peso. La pared, al fondo, desconchada. El golpe retumba todavia sobre las maldiciones, como una campanada en mitad del infierno del hombre. Pertegaz observa la huella cárdena en el yeso y busca la mano del general. Mano crispada, mano en garra. Un hilo rojo se desmadeja entre los dedos y el goteo, lento, mide un tiempo que ya no existe.
En la estancia aúlla el cierzo. Pertegaz cree desvanecerse las lágrimas de su hombro, mutar en un frío que se clava al corazón... De pronto oye un gemido nuevo, un sollozo brutal. Cabrera se ha vuelto hacia él sin qué él se diera cuenta. En la diestra, un crucifijo grande recogido del suelo.
−Como una perra. Como una alimaña...
La garra acaricia con dulzura la cabeza del Agonizante.
−Sin confesión. Mi pobre madre.
A contraluz, el comandante intuye la humedad de la fiera. Cruza por su mente la ilusión de que la sangre que tiñe la piel verde y oscura de Cabrera no es la suya propia, sino sangre trasvasada de las heridas del Cristo. Irrumpe un relinchar de caballerías que se alejan en dirección a Beceite. Todo lo demás en el mundo es silencio. Pertegaz no sabe ya qué hacer o qué decir pero todavía se ve dar un paso adelante y se escucha repetir palabras de consuelo, de ira, de venganza.
Algo le frena en seco, algo le enmudece con violencia de rayo. Al principio no comprende. Después, su cerebro aterido comienza a desgranar las órdenes. El general no ha pedido nada extraño. Sólo la presencia de un escribiente. El ademán sereno, ahogadas ya las voces del arrebato. Sin embargo, esos ojos fijos y salvajes que le despiden al salir...
Solo en la habitación, de espaldas a la ventana que trae el rumor del río, Cabrera reconstruye en su memoria, uno a uno, los rasgos de una cara. La cara alegre y bonita de Paquita Urquiza.


Toreando el topetazo del último reventa, el guripa de más pupila de España penetra como una exhalación en el Apolo. Runrún de noche grande, bulle y rebulle el vestíbulo del teatro. Ratonil y silencioso, Federico Chueca avanza entre la multitud por huecos inverosímiles: el corte de una levita o el infrabusto de una jamona. De un landó bamboleante desciende Echegaray hecho un pimpollo, con la barbita de mosquetero bien puesta en el rostro de mandarín chino. Saluda don José con inclinación de chistera. Responde Chueca con alzamiento de hongo.
−¡Don Federico! ¡Don Federico!
Arregi, el empresario, le requiere desde un rincón. Suda al borde del colapso. Parece un bufo de opereta en el momento de más angustia.
−Don Federico, ¡gracias a Dios que ha llegado! ¡Intervenga! Evite el desastre, la ruina.
−¿Qué pasa, Arregi?
−¡Bretón! ¡Que dice que no sale!
−¿Cómo que no sale?
−Que se ha apoquinado, don Federico, que le ha entrado el canguelo. Que da nones a la criatura. ¡Es un Herodes, un Saturno! ¡Nos ha salido abortista!
−¿Pero por qué? Si la obra es magnífica y el ensayo fue redondo.
−¡Pues ya ve! Acaba de venirme Manolo con la cosa. Tanto Real, tantos Amantes, tanto Garín y tanta gaita y luego llegan aquí y se deshacen como azucarillos. ¡Y tenía que ser precisamente hoy, con todo lo que ha pasado! Ahora, que yo lo veía venir, ¿eh? Si ya me lo advertían todos, que encargar a Bretón un sainete es querer que los salmones vayan en burra. ¡Un individuo con menos sal que un higo seco! ¡Un wagneriano! Yo le pido a usted que interceda, que como amigo suyo le convenza. Que le amenace si es preciso. Cuenta Ud. con mi autorización.
−¡Hombre, Arregi, pero si Manolo es un fantasioso y un exagerado! Parece mentira que no le conozca. No será para tanto. Bretón es un tío serio, un señor de Salamanca. No hay que temer tramoyitas de niño a última hora. Además −Chueca se acerca al empresario, ahueca la voz y adopta continente de espía−, asuntos más graves me conducen a Ud., querido amigo. He recibido informaciones acreditadas. Chapí merodea el teatro. Tiene previsto entrar. ¡Con fines terroristas!
−¿Cómo? −Arregi pierde el pañuelo del respingo y enrojece de cólera como un cangrejo− ¡Ese miserable, ese soberbio, ese cobarde! ¿Con fines terroristas?¡No se atreverá! ¡Le pego un tiro!
−Va a acudir disfrazado para no despertar sospechas. Figúrese usted...¡de mujer! Se ha cortado la barba, se ha puesto faja, le ha quitado los pendientes a su suegra. Quiere reventar el estreno. Planea levantarse en mitad de la representación para publicar injurias contra Ud. y Arrues. ¡Pero sobre todo contra usted! Revelar incluso cuestiones de índole... íntima. Ya me entiende.
Compiten en altura las cejas de Arregi con los arcos del coliseo.
−¿Lo de la tiple? −tienta, balbuceante.
−Lo de la tiple... entre otras tiples.
−¡Ah, canalla! ¡Falsario, indigno, caribe, desagradecido, juntacorcheas! Yo lo destripo. ¡Se acabó Chapí! Perdone Ud., Chueca, que voy a avisar al personal para que esté ojo avizor.
Arregi se marcha con modales de tranvía. Chueca siente entonces un golpecito en la espalda. Al volverse le aclaman las huestes confederadas de Clío, de Euterpe, de Talía. Reunión fina de músicos, literatos y gacetilleros. Vital Aza al frente, con rango de capitán general.
−¡Salud, oráculo de los Madriles! Aquí venimos a requerir su pronóstico. ¿Qué opina usted, maestro? ¿Habremos de señalar esta fecha con piedra negra, con piedra blanca o con canto rodado? Habemus conflictum. Yo digo que será canto rodado, porque, siendo cosa de canto, el canto rodará en manos del Robespierre del casticismo. ¡Glorioso 17 de febrero, que verás nacer el género diminuto!
−Está usted muy chistoso, Aza. Pues vaya quitándose un poco de mármol de la cabeza, ande.
Ríe el asturiano con ganas. A su lado, menea Ramos Carrión su hermosa cabeza.
−Bueno, Federico, habrá que oirlo para creerlo. A mí Ricardo me enseñó el libro, que es gracioso como cosa suya. Pero no sé, ¿Bretón? Si es que Bretón no tiene chispa ni fundamento cómico. Lo suyo es... pues eso, el Apocalipsis, los éxtasis místicos. Yo fío de tu criterio, claro. Pero Chapí... Reconoce que fue una pena la renuncia de Chapí.
−Lo que fue una pena es que renunciara a reventarle los sesos a esos plantígrados de la empresa −muge un búfalo de melena desbaratada y piel fofa.
−¡Caramba, Céspedes! Usted siempre pensando en echar desperdicios al mundo −Vital Aza expele el humo de su cigarro en filigranas de bisturí−. Cuando no son dramas propios tiene que ser chatarra ajena. ¿No le parece que ya resulta bastante feo así? El mundo, me refiero.
Joaquín Valverde aprovecha la oportunidad para meter baza. Toma del brazo a Chueca y con habilidad lo pone en suerte delante de un sujeto de aspecto archiacadémico.
−Federico, permíteme que te presente a Francisco Duriac. Discípulo y pariente del célebre Kámil Sanssans. Aquí el señor Chueca, que hace zarzuelas.
Mientras Duriac estrecha la mano del hombrecillo bigotudo que se la ofrece, no deja de vigilar el punto donde Vital Aza y el tal Céspedes confluyen y a un pelo están de sacar navajas barberas. Le han explicado algo de la obra que le han llevado a ver esta noche −un vodevil ligero, según parece, pero con un título larguísimo que el bueno de Valverde, diccionario en ristre, ha tardado dos horas en traducirle a un francés inexistente−. En realidad, Dauriac no se entera casi de nada desde que llegó, pero eso le importa relativamente. Así que engalla el pecho. Allí campea el honor de Francia.


Al término de cada jornada, Brunet busca una luz y lee el Quijote. Es un volumen gastado que tomó en Cheste, en la casa donde se escondía la coronela Fontiveros. Al ver ahora caminar penosamente a María Roqui y a sus tres compañeras, el pensamiento de Brunet regresa al pasaje que leyó anoche. Ya en el último capítulo de la primera parte, Don Quijote, en lo más alto o bajo de su locura, se enfrentaba a una procesión de disciplinantes: Al punto dejéis libre a esa hermosa señora, cuyas lágrimas y triste semblante dan claras muestras que la lleváis contra su voluntad y que algún notorio desaguisado le habedes fecho. Alonso Quijano ya casi tenía a la vista las tapias de su aldea y un bien ganado descanso. Pero, contra los deseos de Brunet, ni eso le valió. Sin compasión, los sabios decidieron otra vez el molimiento a palos.
Brunet, veinte años cumplidos, traga saliva. Las cuatro mujeres marchan a su encuentro. Cinta Foz llora con desconcuelo. María Roqui llora también pero en silencio, abrazada a sí misma. Paquita Urquiza, detrás de Mariana Guardia, tiene tanto miedo que casi sonríe. Hace una semana tropezó y cayó en el camino enfangado. Brunet, que por extraña casualidad pasaba a su lado, se inclinó a socorrerla antes de que acudiera, hecha un basilisco, la indómita de Mariana. Aún así tuvo tiempo −apenas unos segundos− para tocar unos huesos flacos de pajarito y sentir el aliento cálido de la joven. Ojos verdes los de Paquita en una cara de perfiles suaves. No, no es fea la moza. Nada fea. Hay en su pequeña persona un encanto dulce y simpático. Brunet piensa que, si él se casara alguna vez, no querría que su esposa fuera muy diferente de Paquita, de esta Paquita que ahora avanza atónita, pálida, ojerosa, parpadeante. Justamente como una novia en una iglesia el día de su boda.
El grupo de mujeres se ha detenido frente al grupo de hombres. Del puño desfallecido de María se descuelga un rosario. Cinta Foz se arrodilla y esconde el rostro entre las manos. Paquita Urquiza permanece erguida a su lado, la mirada de asombro puesta en los hombres, como si acabara de descubrirlos ahora y se le antojaran aparecidos, fantasmas, espíritus o cualquier cosa de otro mundo. Como si nunca antes hubiera visto un hombre.
Brunet toma aire. Mariana. La suerte ha querido que le toque Mariana. Mariana Guardia, que ya tiembla. Mariana Guardia, por cuyas mejillas al fin ruedan lágrimas. Mariana Guardia, de triste semblante, que reza labios adentro, con la mirada prendida en lo invisible.
La Peña Aznar Lagaya, la cumbre del Perigañol y más arriba el cielo despejado y el sol del invierno. Sobre el rumor a ras de tierra de súplicas y llantos, se alza una voz. Sin pensarlo, sin vacilar, Brunet carga el fusil al hombro, apunta y, cuando le dicen, aprieta los dientes y dispara.


A las diez de la noche Tomás Bretón comparece en la sala. No cabe un alma en el teatro y no cabe tampoco el alma de Tomás Bretón en el cuerpo de Tomás Bretón, que quisiera huir, salir corriendo calle Alcalá arriba o calle Alcalá abajo, que eso da igual, o si no, volando por el primer respiradero del techo, moderno Mercurio en este Apolo victimario. Con tal ánimo aterriza Tomás en el sillón dictatorial. Por lo ceniciento de su piel y lo estragado de su talle diríase personaje del Greco. Saluda al público cuando lo que quisiera de verdad es despedirse. Imagina que se le han olvidado todos los años de estudio, que no va a saber ni cómo coger la batuta. Prevé escenas de espanto, de ridículo. Ah, ¿quién le mandaría a él meterse en camisa de once varas? ¡Invadir un territorio para el que no está ni remotamente dotado! ¡Y además con esas prisas! ¡En diecinueve días! ¡Diecinueve días, como si él, Bretón, fuera Rossini! ¡Y todavía peor, porque Rossini no tuvo encima a un Arregi calentándole los cascos! ¿Acaso hace él melodías de organillo? ¡Pues anda que no hay que darle vueltas al pentagrama! Bretón, medio trastornado, sintiéndose más solo que la una, se inclina y le confía al primer violín: "!Ay, Anselmo! Que me he equivocado, que esta vez me he equivocado". El concertino se le queda mirando con pasmo. Más que nada porque él no se llama Anselmo.
Bretón suspira y se dice que ya no hay remedio, que sólo cabe echarle valor. Total, igual no hay fracaso. ¡El público es tan caprichoso! Y algunas partes, sinceramente, no están del todo mal. Él lo ha hecho lo mejor que ha podido, eso desde luego. Cuestión ahora de concentrarse, de ir poquito a poco y por tiempos. Primero lo primero: el preludio. Hay que meter a la gente en ambiente. Bretón lo repasa en un segundo de principio a fin: los compases alegres de la habanera –en presto, casi una fanfarria-, transición y, de puntillas, desde la escena de apertura hasta el barrio de La Latina donde aguarda la cantaora; después, el lamento noble y enamorado de Julián, la canción del boticario, nueva transición y otra vez al tema del dúo principal; el redoble de tambor y los dos acordes de cierre.
Bien, ahí está, sin faltar nada. En su cabeza, en perfecto orden. No se ha ido. Bretón mira a la orquesta, atenta a su indicación. Percibe por detrás el aliento de tres mil personas. Respira hondo. Levanta la mano. Silencio, ni el vuelo de una mosca. Pero el corazón al galope. Aplica la batuta al aire. Por fin, lanza la orden. Su muñeca gira enérgica. Y la música brota hecha carne.


Paquita Urquiza piensa que ha sido un terremoto traído por los espíritus. Una vez, de niña, vivió uno. Éste ha sido más fuerte, mucho más fuerte. El cielo ha saltado a la tierra y ahora se levanta frente a ella. Nota un peso sobre el vientre que no puede apartar. No consigue tampoco recuperar el suelo bajo sus pies. Paquita ni siquiera es consciente, pero de sus ojos todo va desapareciendo muy deprisa, tragado por una noche negra como boca de lobo a pesar de esa luz ardiente que no se apaga.


Desde bambalinas el escritor Ricardo de la Vega susurra las palabras que Meseijo va cantando en el escenario: También la gente del pueblo tiene su corazoncito... Emilio ha salido intenso, entregado al papel de mozo encelado, tomándolo casi como cuestión personal. ¡Demonios, si antes de actor él fue también cajista de imprenta, como Julián! A su lado, Leocadia Alba le da réplica perfecta, ¡y todavía no ha pronunciado su primer tiés madre, momento que borda! Cuando irrumpe en las tablas el grueso de la compañía, termina el coro y el teatro entero aplaude entusiasmado reclamando la repetición del número, Manolo Delgado, el director de escena, se dirige a de la Vega y le abraza con efusión. Ya no hay dudas, y alguna hubo. La obra será un éxito.


Cinta Foz, llevada a Valderrobles. Dos heridas abiertas en mitad del pecho. El pecho que alimentó niños, el pecho que pronto devorarán las ratas.


Hijas de Madrid loadas por Hilarión. Todos han reído con las coplas del boticario y siguen riendo ahora con su monólogo. Solo el marqués de Negros, septuagenario, permanece ceñudo en su asiento. Este Ricardito, ¡se creerá muy gracioso! La Susana y el viejo... Siempre el viejo verde para dar risa. Propina un puñetazo al antepecho y en el palco vecino le oyen exclamar: ¡Goethe se enamoró con 70 años! ¡Y se enamoró de verdad! ¡Con más verdad que a los 20!. Asoma una lágrima a la pupila del caballero. ¡Qué sabréis vosotros!, farfulla, mientras registra el bolsillo de su chaleco.


Juan Pertegaz, a lomos de su caballo. Ha contemplado desde lejos la escena. Ahora escupe con asco y maldice. A alguno en el piquete le ha temblado el pulso. Aun a tanta distancia ha podido ver con claridad el relámpago de sangre en la cara de María Roqui, la única que ha caído de bruces.


El empresario Arregi deambula por el teatro. Busca una mujer recién afeitada. Todos los rostros femeninos deben someterse a su escrutinio de halcón. En una fila de la platea, esa individua repintada, esa ceja característica, esa pelusilla en el labio, esa expresión malvada. ¡Chapí, criminal! ¡Te tengo!, grita triunfante. Un bigardón se levanta: ¿Qué le está usted diciendo a mi señora madre, tío berzas?


¿Por qué no me miraba a mí? En el último momento tenía los ojos fijos en el agujero del cañón y le imploraba a él. ¡A él! Como si fuera el tubo de hierro el que tuviera voluntad y de la voluntad del hierro dependiera que no le volasen las entrañas.


Delante del bello decorado del café, la chiclanera se adelanta con gallardía. Pilar Vidal, proboscídica, provocativa, aguardentosa, celebra el canto. El público escucha y mira embelesado. En el patio de butacas, Vital Aza se dirige a Céspedes, tres filas por delante: ¡Conviértete, hugonote! ¡Házte devoto de Nuestra Señora!. Céspedes se encoge de hombros. Antropoide, rezonga despectivo.


Los cuerpos yacen confundidos en un amasijo de ropas y de sangre. Pobrecillas −dice el padre Vallés, conmovido−. Apenas tuvieron pecados de qué confesarse. El oficial llega lentamente al cuadro. Se inclina y tuerce el gesto... Sí, no hay duda. Una de ellas todavía está viva.


Clarín sonríe ante la reacción de Julián y la señá Rita al descubrir las voces que llegan de la casa. Si esta noche no me muero es que no me muero ya. Meseijo pronuncia cada frase penetrando en su sentido. Con triple escolta mujeril, don Hilarión sale pimpante a escena. Oleaje en el público. Por fin va a ser mostrado el reencuentro de los novios. Luisa Campos camina hacia el proscenio con todo el garbo de Susana. Bretón cruza una mirada de inteligencia con la actriz. Muy despacio, muy despacio, le dice con los labios. El director marca el cambio de compás a la orquesta. Una música ondulante se eleva desde el foso hasta las tablas y allí se ofrece para que el cajista y la costurera, raza neta de Madrid y raza eterna de todos los que se quieren a rabiar, entonen el diálogo memorable escrito por de la Vega... Clarín se gira con disgusto. ¡Qué país! En alguna parte del teatro se ha dicho, susurrado pero audible, un Chúpate ésa, Chapincito.


Mariana Guardia agoniza −y sabe que agoniza− con la sangre quemándole en la boca. Piensa que nunca fue demasiado guapa ni tuvo buen carácter, que a su manera amó mucho a los suyos, que la primavera −no tan lejana− es su estación preferida, piensa en un beso robado y en un paseo por el Ebro, piensa en el sabor de las fresas, en los sueños −en uno en particular−, en el mejor vestido que llegó a ponerse nunca y en el hombre que la enseñó a leer. Piensa en Dios y en los niños. Piensa en su hermano, en la guerra y en el hambre. Piensa que al final la vida y la muerte se han juntado para ser esto. Un triste y absurdo torbellino de pensamientos atado a un hilo cada vez más sutil que tú, desconocido, vienes ahora a cortar con este estruendo de pólvora que yo no entiendo y ya ni siquiera oigo.


Hierve, enloquece, estalla el Apolo. Platea, palcos, anfiteatros... hasta el último rincón del templo. Ya hay quienes se disputan a guantazos el honor de pasear a hombros a los autores. De la Vega y Bretón saludan y los bravos, los olés y los vivas caen, corren y vuelan unos en pos de otros. El músico dice algo al oído del escritor, que se echa a reir a carcajadas. Los de los decorados bromean a cuenta de los trasudores de Delgado, que anda con una felicidad tonta pintada en la cara. El elenco de intérpretes acoge y devuelve los aplausos. Rodriguez sigue a lo suyo e improvisa con las Alba. José Meseijo felicita orgulloso a su hijo. La Vidal echa sus redes poderosas a un pez espada del público. Luisa ondea su mantón y chulapas y comparsas la imitan. Pero es el empresario Arregi, a quien entre cajas los porteros no consiguen detenerle una hemorragia de nariz (Nada, nada, si ha sido la emoción, la responsabilidad, la alegría), quien truena más y por encima de todos: ¡Imperial, épico! ¡Si ya lo decía yo! ¡Mañana mismo a la cuarta sesión, Arrues! ¿Me escuchas? ¡A la cuarta de cabeza!.


Envuelto en su manta y a la luz de un candil, Brunet lee el Quijote. Acaba de empezar la segunda parte. El Cura y el Barbero están visitando al hidalgo. En la mente de Brunet, sin embargo, el coloquio de los personajes se diluye. Tiene ante sí −y no se va− la imagen de las cuatro mujeres de la mañana. Se hará raro no verlas salir con ellos de Valderrobles. Dicen que las tropas de Nogueras han hecho movimientos y que el general Cabrera ordenará pronto la reanudación de la campaña. Un soldado de la división de Auñón se lo ha asegurado: es cuestión de días que se libre batalla seria. Brunet piensa en esa batalla y piensa en muchas otras cosas mientras sus dedos acarician el libro y se deslizan, inquietos, por el grueso mazo de hojas que queda a su derecha.


Espumilla del éxito y madrugada de sábado. Federico Chueca baja por Latoneros. De repente, una sombra le corta el paso y se hace hombre bajo un farol. ¡Chapí!, exclama Chueca con sobresalto. Y sí, es Ruperto Chapí Lorente. Barbado, ensombrerado y con capa. Tranquilo, Chueca, que no piso.
CHUECA: ¿Cómo tú por aquí a estas deshoras, delincuente? ¿O es indiscreción?
CHAPÍ: No, hombre. Que te vi de lejos y mandé parar el coche... Vengo de casa de Barbieri.
CHUECA: Ah, ¿y qué tal está? (Chueca distingue la mirada sombría tras los quevedos de plata y mueve la cabeza). ¡Vaya por Dios, menuda semana! Arrieta ha muerto, Barbieri se nos muere...
CHAPÍ: Y entre col y col... verbena. Así es la vida, Federico. Al menos, dime ¿es tan buena la lechuga como la ponen? Ya veo que asientes. Tomasín se ha lucido, ¿eh? Pues conste que yo me alegro, que contra él nada tengo. Pero al mismo Barbieri le dijeron en enero que Bretón estaba ensayando una obrita sobre las fiestas de la Paloma y casi lo matan de la impresión. "¿Bretón, ese sieso? ¿Bretón con un sainete? ¿Y lo siguiente que va a ser?¿Cánovas bailando una jota? Este Arregi chochea, pobre hombre". Pero el que es bueno... Y luego el libro, una perita en dulce. ¿Tú sabes que la idea se la dio a Ricardo un cajista de verdad? Te tengo que contar la historia. Mira, allí hay una taberna abierta. Vamos, que hace frío... ¡Ah, y a ti te lo confieso! Me costó devolver esos personajes, pero...
CHUECA: ¡Bah, Ruperto, si tú eres músico cum laude! Deja los tipos populares a nosotros, los oídos rasos, que precisamos de vosotros, los generales, para sembrar con sentido en el papel enrejado, y tú tiende las alas y remóntate. Arma comedia lírica de traza seria. Súbete a hombros de gigantes. El Lope, el Chéspir: El perro del hortelano, La fierecilla domada... Esos son argumentos
CHAPI: No sé, no sé. Yo a lo que no paro de darle vueltas últimamente es al asunto de Margarita la Tornera. Ya ves tú, una monja... Pero, bueno, cuenta, cuenta cómo ha ido el estreno.
CHUECA: Pues nada, hijo... Llego al teatro con la hora pegada. Acabo de saludar a Echegaray cuando me llama Arregi descompuesto. Que Bretón no sale, que se raja. Y él, ya supones en qué plan. O Bretón sale por su pie o sale con los pies por delante. Yo entonces suelto la bomba y hago volar los pájaros: que tú has perdido la chaveta y que vas a venir con ánimo vengativo. Que vas a vocear cosas íntimas, secretillos gordos. A Arregi los colores se le van y se le vienen imaginando. Además le digo que vendrás vestido de mujer para eludir su policía. Sí, sí, de mujer, no pongas esa cara... Arregi se ha pasado toda la función rondando por los pasillos y echándole la lupa al público hembra. Te lo juro. Don Juan ha estado esta noche en el Apolo. Hemos visto sesión simultánea: la Verbena y el Tenorio. Calculo yo que Arregi ha tenido bronca con tres maridos, cuatro novios y seis amantes.¿No quería duelo? Pues se va a hartar de duelos ... Chico, no te rías así que te vas a hacer daño. Caray, igualito se doblaba Vital Aza cuando se lo he contado: "Insista, Chueca, insista. Insista y mañana nos traen aquí la silla gestatoria de los papas". Que yo, en confianza te lo digo, me reía por compromiso pero no pillaba la gracia. ¿Tú sabes qué es eso de la silla gestatoria de los papas? Oye, ¿pero qué haces tirado en el suelo? ¡Que está sin fregar! ¡Ruperto, hombre, formalidad! Que tienes familia y cuarenta años.
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ciro
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Re: NH1 Febrero. Febrero

Mensaje por ciro »

Como siempre impecablemente escrito. Como siempre con un humor fino y elegante y unas referencias músico- literarias de delirio. Esta vez sin embargo le veo un encaje forzado a las dos historias, luego RA..., perdón, el autor, nos dirá qué tienen que ver aparte de desarrollarse las dos en febrero. Quizá el enfrentamiento entre la diversión aristocrática y la crueldad de la guerra. Puede ser, pero lo veo por los pelos. Calidad: máxima. Enlace de las dos historias: regular. De todas formas, como siempre, muy bien.
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albatross
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Re: NH1 Febrero. Febrero

Mensaje por albatross »

Tras haber leído unos diez relatos, este es el primero que destaca con claridad sobre los demás. No obstante, es necesario hacer un análisis a dos niveles:

Si analizamos la narración, cogiendo párrafo por párrafo, el autor demuestra una y otra vez una gran maestría. Su prosa es potente, culta y no exenta de humor. Esto me sacó una carcajada: "!Ay, Anselmo! Que me he equivocado, que esta vez me he equivocado". El concertino se le queda mirando con pasmo. Más que nada porque él no se llama Anselmo.”

Yo diría que es una prosa profesional exhibida en un club de escritores aficionados (entre los que me incluyo). En este sentido le brindo un aplauso (sincero y levemente envidioso) y le garantizo al autor que he disfrutado con la lectura de su relato al mismo nivel que se puede disfrutar de la lectura de los más grandes.

Por otra parte y si analizamos la historia en su conjunto, creo que el autor opta por “proponer un juego al lector para que este, a través de unas pinceladas aquí y allá, vaya descifrando la trama”. Creo que el autor sobreestima la inteligencia del lector, o al menos la mía. Para juegos, prefiero el dominó. Cuando leo, me gusta que la historia se presente sin ambigüedades, con claridad, para poder disfrutar de la magnífica prosa sin estar devanándome los sesos para saber qué es lo que está pasando.

En conclusión: el autor exhibe con profusión pirotécnica una prosa sublime mientras que la historia se desarrolla enrevesada y oscura.

Aprovecho el personaje del músico Chapí para ilustrar lo dicho con un chascarrillo que solía repetir mi padre (qepd), persona tan sabia como humilde:

“No es lo mismo la obra del maestro Chapí que la picha del maestro de obras”.
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Re: NH1 Febrero. Febrero

Mensaje por jilguero »

Si tuviera que elegir un par de adjetivos con los que clasificar este relato, no dudaría en quedarme con “erudito” y “abrumador” :shock: , con todo lo bueno que tienen estos adjetivos :D , pero también, en parte debido a mi ignorancia, lo malo :? . Para que este admirado maestro no se me moleste, quiero aclararle que me ocurre lo mismo con Borges, uno de mis escritores favoritos, de quien disfruto a tope algunos relatos y otros solo me abruman. Por eso, lo primero que debo decirte es que cuentas con la admiración de Jilguero quien jamás sería capaz de entretejer algo así. Y la prosa, como siempre, de profesional. Pero a pesar de reconocer y admirar semejante despliegue de buen hacer, debo confesarte que Jilguero se ha acabado perdiendo, llegando incluso a dudar si las escenas de guerra ocurrían de verdad o bien en el escenario. Está claro que la historia requiere, en mi caso, una segunda lectura, pues tengo la sensación de que no la he leído con la atención que requería. :oops:
Conclusión, que me abrumas, autor, con tu maestría, pero que, en este caso, puede que me decante por una historia lo suficientemente sencilla como para disfrutarla plenamente desde la primera vez. Aunque tampoco descarto que en una segunda lectura me hagas cambiar de opinión. :wink:
(y si la historia no fuera del maestro habitual del foro, estaría claro que a partir de ahora ya son dos :60: )


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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David P. González
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Re: NH1 Febrero. Febrero

Mensaje por David P. González »

Muy bien escrito, pero no me he enterado de qué iba la historia. Solo he pillado la de Bretón.
Aunque ha habido partes que me han gustado mucho, en general se me ha hecho largo.
Creo que el tratar de no perderme han conseguido sacarme del relato.
La prosa es exquisita. Y los diálogos sublimes. Pero eso no basta.
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ukiahaprasim
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Re: NH1 Febrero. Febrero

Mensaje por ukiahaprasim »

¡¡¡¡GUAU!!!!!...

Historias y zarzuelas con ritmo y son del genero chico....
Impectable manejo del ritmo, de la musicalidad del lenguaje..

SIn embargo, a mitad de la narración, he decidido interrumpirla.
Hoy no estoy con la mente lo suficientemente descansada para tomar plena consciencia de tamaña lectura...

Este plato, de complejos matices, ha de ser tomado despacio, saboreando cada bocado mientras es descompuesto y troceado por mandibulas mentales en plenitud de facultades.

Volveremos cuando estemos en condiciones de, primero aprehender y, luego, intentar aprender.

A sus pies, maestro.

Ukiah
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elearah
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Re: NH1 Febrero. Febrero

Mensaje por elearah »

Mmm Es difícil bajar e hilar ideas después de esta maratón. Sentí que el texto me empujaba hacia adelante, hasta que choqué con una pared. :eusa_wall:

Me ha encantado el proceso. El desarrollo, la prosa, el dibujo de los personajes, el sentido del humor, y esa ansiedad acumulando, empujando. :eusa_clap:

Pero el final me ha dejado un poco fría. Tal vez se trate de algún hecho histórico conocido, y lo que no se dice es lo que viene (?).

Van esos soldados a atacar la ciudad, y acabar con la alegría del teatro en medio de todo lo demás?

O es una comparación, como alguien mecionó, entre lo que estaba sucediendo el mismo día en lugares no muy lejanos?

No sé, y eso me confunde. Me hubiera gustado que ambas líneas se juntaran en algún momento de forma más explícita (de manera tal que hasta yo consiga entenderlo :cunao: )

De todas maneras... No cabe duda que es un trabajo excelente.

Felicitaciones. :60:
Última edición por elearah el 20 Oct 2013 03:19, editado 1 vez en total.
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Nínive
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Re: NH1 Febrero. Febrero

Mensaje por Nínive »

No puedo. No son horas para leer este relato después de nueve horas trabajando de noche. Quizá mañana esta pobre mente de para más. Hoy no.
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kassiopea
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Re: NH1 Febrero. Febrero

Mensaje por kassiopea »

El dominio del lenguaje del que hace gala el autor es incuestionable. También son destacables la fina ironía que destila y los guiños de humor que salpican los diálogos (e incluso las descripciones de los personajes), de la parte del hilo narrativo que se desarrolla en el Apolo. El relato se divide en dos hilos narrativos que el autor nos va mostrando intermitentemente. El despliegue humorístico que tiene lugar durante el sainete, intuyo yo, es para acrecentar la diferencia, casi hasta el absurdo, con la parte dramática y sórdida.

Peeeero, sin tener más información que la presentada en el relato, resulta muy difícil llegar a comprender la trama. Pienso que el autor podría "haber facilitado un poquito más" las cosas al lector. Yo, personalmente, me sentí muy burra tras leer el relato por primera vez (puede que, en efecto, sea un poco corta de entendederas). Lo leí otra vez, y a la tercera me decidí a investigar con ayuda de la wikipedia.

Encontré información sobre el general Cabrera, ese personaje que al principio del relato promete convertir en sangre las aguas del río:
La estrategia del ejército liberal fue desde sus inicios extremadamente cruel y feroz, buscando el exterminio de las guerrillas carlistas. Cabrera mantuvo durante los dos primeros años de guerra una actitud de respeto a los prisioneros que iba haciendo en diferentes acciones, a los que liberó hasta en siete ocasiones. A pesar de ello los liberales le pusieron el sobrenombre de "Tigre del Maestrazgo". En represalia por el fusilamiento de los alcaldes de Torrecilla y Valdealgorfa, el general Nogueras, con la autorización del Capitán General de Cataluña el general Espoz y Mina, ordenó fusilar a su madre, a la que tenían presa desde hacia un año y medio. Tras ello, la guerra se volvió muy sanguinaria.
Imagen

Así que la guerra se volvió muy sanguinaria, a resultas del fusilamiento de la madre de Cabrera, que el enemigo tuvo presa en calidad de prisionera durante año y medio... Como represalia, Cabrera ordenó el fusilamiento de esas cuatro mujeres :boese040: Además, también he descubierto la importancia de Paquita Urquiza, otra de las fusiladas (por eso Cabrera recuerda su rostro): el mismo general había pretendido los favores de aquella moza.

Benito Pérez Galdós describe el episodio de estos fusilamientos en su libro "La campaña del Maestrazgo", intentaré adjuntar una imagen al final de este post :wink:

Creo que la intención del autor ha sido desarrollar a la par los dos episodios, el dramático y el jocoso, para plasmar el paralelismo, casi absurdo, de la vida y la muerte y, en un nivel más crítico, de lo vanal y lo trascendental. El título, con la repetición de "Febrero" (mes en el que ocurrieron los hechos) también transmite esta duplicidad. Por otra parte, la duplicidad también es inherente al ser humano :wink: Brunet, el chico que forma parte del pelotón de fusilamiento y dispara a Mariana Guardia, se ve obligado a cumplir su deber como soldado, pero al mismo tiempo es un ferviente lector del Quijote que teme morir en la guerra antes de poder finalizar el libro...

Resumiendo, es un gran relato, pero sigo pensando que es difícil que el simple lector lo comprenda sin información adicional. Gracias :60: :60:
La campaña del maestrazgo de Benito Pérez Galdós:

Enmarcada en uno de los episodios más enconados de la Primera Guerra Carlista, el protagonizado por el general Ramón Cabrera en las escarpadas tierras de esta comarca, La Campaña del Maestrazgo gira en torno al simpático y noble personaje de don Beltrán de Urdaneta –en quien se personifican los riesgos e infortunios que pueden recaer sobre alguien envuelto en una guerra fratricida–, así como a los amores entre el joven militar Nelet y la monja Marcela.
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imation
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Re: NH1 Febrero. Febrero

Mensaje por imation »

Pues sintiéndolo mucho, pero no me he enterado de nada.
Me he desconectado del relato desde el principio en ya no me aclaro quien es el torturado y desde ahí no he podido reengancharme y claro, me he aburrido y ya no tenía interés. Luego ya me he liado con lo del teatro, la ¿bomba?, .... . Qué no he conseguido entenderlo. :(


Edito ahora que he leído los comentarios anteriores. Está claro por lo visto que el problema ha sido mío, de mi lectura. Pero si el autor es quien se apunta por arriba, que por el tema si podría, me llevo doble disgusto.
Leyendo: Ensayos, George Orwell.


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Miss Darcy
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Re: NH1 Febrero. Febrero

Mensaje por Miss Darcy »

Una pluma prodigiosa... Pero a mi no me ha llegado, y me he sentido perdida leyendo, autor. Me he fijado más en la manera que tenías de contar las cosas que en lo que contabas y así no me entero de nada. Prometo leerte de nuevo con mayor tranquilidad, a ver si así...

A pesar de todo, es un texto impresionante.

Enhorabuena :60:
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elultimo
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Re: NH1 Febrero. Febrero

Mensaje por elultimo »

No me he enterado de nada. El lenguaje utilizado ha hecho que en ningún momento me sintiera atraído por la historia. Es rebuscado hasta cansar...

Todos sabemos ya que este es el que va a ganar el concurso.
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triste
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Re: NH1 Febrero. Febrero

Mensaje por triste »

elultimo escribió:No me he enterado de nada. El lenguaje utilizado ha hecho que en ningún momento me sintiera atraído por la historia. Es rebuscado hasta cansar...

Todos sabemos ya que este es el que va a ganar el concurso.
¿Rebuscado? Creo que la palabra que buscabas es fantástico o impecable o algo así :roll:
:cunao:

Bueno, que me ha costado trabajo entender el relato, sí. Pero asumo que se debe a que nunca leo histórica y que además cuando hay varios nombres en cualquier texto me pierdo siempre. Con todo y eso, este relato está tan bien escrito, es tan divertido y entretenido que aunque tuviera que regresarme un párrafo (problema mío y no del autor, me parece) lo disfruté mucho. Además me ideentifico con Paquita, pobrecita torpe :(

La información que ha puesto kassiopea hace que todo quede claro, pero el manejo del lenguaje, la ironía y el humor son geniales.
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elultimo
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Re: NH1 Febrero. Febrero

Mensaje por elultimo »

triste escribió:
elultimo escribió:No me he enterado de nada. El lenguaje utilizado ha hecho que en ningún momento me sintiera atraído por la historia. Es rebuscado hasta cansar...

Todos sabemos ya que este es el que va a ganar el concurso.
¿Rebuscado? Creo que la palabra que buscabas es fantástico o impecable o algo así :roll:
:cunao:
No. Es rebuscado.
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lucia
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Re: NH1 Febrero. Febrero

Mensaje por lucia »

Rebuscado es cuando no suena natural. Se puede tener riqueza en el lenguaje y no ser rebuscado y usar cuatro palabras medio normales y sonar rebuscado. Si el autor es el que apunta Ciro, estoy con triste en que tirará a lo primero y no a lo segundo.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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