CN2 - María, a la pálida luz de la luna - Berlín - GANADOR

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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Lifen
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CN2 - María, a la pálida luz de la luna - Berlín - GANADOR

Mensaje por Lifen »

María, a la pálida luz de la luna
—No me diga que se ha quedado encerrado dentro del ascensor.
—Sí le digo.
— ¿Y hace mucho de eso?
—Unas cuatro horas. Aunque parece que llevo aquí dentro casi una vida—dijo el hombre encerrado.
— ¡Cuatro horas! –Exclamó el hombre del saco, dejando descansar el pesado lastre en el suelo—. Parece una pesadilla de Poe. Oiga, no crea que me divierte su situación, no señor, es que me ha venido a la cabeza cierto relato bastante espeluznante.
—No se preocupe: conozco ese cuento.
—Le recomiendo que mantenga la calma y dosifique el aire: este cacharro parece muy reducido.
— ¡No crea, hay espacio de sobra! Fíjese que tenía yo cierto temor de que no cupiese el árbol de navidad que he comprado, y crea que estamos aquí tan ricamente los dos. Aunque debo confesarle que durante los primeros minutos de encierro perdí un poco los estribos; sepa usted que blasfemé un poco. Luego entendí que lo mejor era guardar la calma—confesó el hombre encerrado, con cierta vergüenza.
—Muy bien—el hombre del saco compuso un gesto de total admiración—. Sí señor, parece usted un hombre sensato, templado.
— ¿Templado? ¡Si me hubiese visto en los primeros momentos de encierro cambiaría de opinión, se lo aseguro! Pulsé repetidas veces el timbre de alarma, pero no funciona muy bien. Observe:
Del interior del cubículo nació un lamento herido, un chillido muerto y afónico, que iba de más a menos.
El hombre del saco chasqueó la lengua y permaneció en silencio durante unos minutos, luego tomó asiento en el suelo, apoyando la espalda en la puerta del ascensor.
—Usted no es de aquí—dijo el hombre encerrado.
—No, no lo soy—confirmó el del saco.
Espalda contra espalda, y en medio una puerta obstinada.
—Diga usted algo.
—Pensaba en mis cosas—dijo el hombre del saco—. ¿Sabe amigo? Este percance suyo me parece uno de los sucesos más emocionantes que le pueden ocurrir a alguien. Si sale de ésta podrá contárselo a sus nietos ¿Me creería si le confesase que le envidio profundamente? Si yo estuviese ahí dentro, encerrado, como está usted, sin posibilidad de salir en las próximas horas, tal vez días, sediento, hambriento, nervioso, asustado incluso… ¡Ah! Que cúmulo de sensaciones tan valiosas. Verá…, es que a mí me gusta mucho escribir. Nada del otro mundo ¿Eh? No vaya a creer. Relatitos de terror, suspense…
— ¿Y ha conseguido publicar algo?—el hombre encerrado se abrazó las rodillas, volvía la ansiedad.
— ¡No, qué va! No soy bueno ¿Sabe? Eso uno lo nota. Pero tal vez algún día me suceda algo digno de ser recordado, como esto que le ha ocurrido a usted. Y entonces puede que escriba de verdad, desde las tripas, que son el epicentro sangrante de todas las tragedias. ¿Sabe usted que es ahí donde se gestan las palabras que trascienden? Hay quien dice que nacen del corazón, pero es mentira. Se lo digo yo.
—No sé qué decirle a eso. A mi esposa si le apasiona leer. Tal vez a ella le gustase lo que usted escribe.
—No sé. En fin, no sé por qué le he contado esto. Y ahora que le he confesado uno de mis secretos más íntimos, dígame ¿A qué se dedica? Si no es mucho preguntar…—el hombre del saco extrajo un cigarrillo y tendió uno al hombre encerrado, pero recordando la peculiar situación volvió a introducirlo en la cajetilla, suspirando—. Vaya, le ofrecería un pitillo si pudiera.
—No sufra, tengo un paquete casi entero en el bolsillo de la chaqueta—el hombre encerrado también sacó un cigarro y lo fumó con sumo placer—. A qué me dedico, pregunta usted, pues verá: soy funcionario, trabajo para la administración de justicia. No es tan interesante como su afición por la escritura, pero es vitalicio. Aunque ya sabe que los funcionarios no cobramos mucho. Mi esposa es profesora de historia. ¿Y sabe? Tenemos dos renacuajos: niño y niña. Son muy guapos, y no es porque yo lo diga.
El hombre del saco asintió, sonriendo benévolo. Recordaba haber visto una foto de esos pequeñajos, por algún lado.
Necesitaba estirar las piernas y, levantándose del suelo, se acercó a la ventana, que aún permanecía abierta. Observó, extasiado y casi sin aliento, la formidable luna llena. Contemplarla siempre le provocaba un dolor extraño en el pecho, pero nunca dejaba de acudir a su llamada. Por esa misma ventana se podía contemplar también el patio comunitario; el hombre del saco bajó la mirada y observó con tristeza los árboles desnudos, mutilados, iluminados sus miembros cercenados por la amarillenta luz de las farolas. Antes de separarse de la ventana volvió a contemplar a su amada y la vio pálida, pero bella, distante, engalanada ya con los primeros copos de nieve, como perlas o como plumas. Cerró los ojos y respiró con todas sus fuerzas.
—Ese árbol que ha comprado hará muy dichosa a su familia—dijo el hombre del saco, con expresión soñadora y cierta melancolía, sentándose de nuevo con la espalda pegada al ascensor.
—Sí. A mis hijos les encantará. Se volverán locos de alegría cuando vuelvan de viaje y encuentren este colosal abeto en medio del salón.
—Tiene usted un salón muy acogedor—dijo el hombre del saco—, y ese abeto lucirá fabuloso al lado de la chimenea.
El hombre encerrado no contestó, porque a veces no hace falta hablar.
El hombre del saco tosió, como tose la gente cuando no sabe qué decir y recogió sus enseres.
—Bueno amigo, me ha encantado charlar con usted, pero ahora debo marcharme. Me apena dejarle solo en vísperas navideñas y con este panorama tan desolador. Si pudiese ayudarle de algún modo estaría encantado—mientras se despedía, no sin cierta emoción en la voz, el hombre del saco se ajustó el pasamontañas y comprobó el buen estado de las cuerdas, los arneses y demás elementos necesarios para realizar una buena bajada, sin contratiempos de ningún tipo.
—Supongo que sería muy grosero por mi parte si le rogase que volviese a entrar en mi casa y llamase por teléfono a mi esposa. Está pasando unos días en el campo, con sus padres. Debe estar muy preocupada en estos momentos, pues le dije que una vez que hubiese adquirido el abeto la llamaría inmediatamente, para charlar con los pequeños y darles la buena noticia. Y han pasado ya demasiadas horas.
—Hombre, amigo, no voy a negarle que para mí sería ciertamente muy incómodo, póngase en mi lugar—dijo el hombre del saco y casi notó como el rubor le encendía el rostro.
—Lo siento: tiene razón. Márchese pues, pero si encuentra a alguien por la calle, tal vez algún vecino, podría rogarle que suba a hacerme compañía durante un rato. El tiempo transcurre muy lento aquí dentro y, sinceramente, creo que vuelvo a sentirme mal de nuevo. Ya sabe, nervioso, alterado.
—Por supuesto, pero podría asegurarle que hoy ya no vendrá nadie por aquí—el hombre del saco compuso un gesto triste y dio unos suaves golpecitos en la puerta del ascensor. Era esta la caricia más cálida y amistosa que podía ofrecerle al hombre encerrado—. Feliz Navidad, amigo.
El hombre encerrado asintió en silencio. Escuchó el sonido de los pasos al alejarse y se sintió sumamente solo.
De pronto los pasos se acercaron de nuevo y el hombre encerrado escuchó una respiración algo agitada.
—Acabo de recordar que en la casa de su vecina encontré un aparato de radio estupendo y he pensado que, en estos momentos de soledad, quizá le gustase escuchar un poco de música.
El hombre del saco enchufó el aparato a una toma de corriente cercana al ascensor y giró la rueda buscadora de las sintonías; la ruedecilla gruñó y diferentes voces se solaparon unas a otras. Villancicos interpretados por candorosas vocecillas infantiles; noticias de última hora; el programa de los deportes y el del tiempo; pero el hombre del saco deseaba escuchar algo en concreto que no hallaba, y la ruedecilla gruñía como lo hacen los gatos cuando riñen.
Estaba desolado y a punto de desistir, cuando una voz celestial se levantó del suelo de la misma manera en que se levantan los tornados, arrasando, conquistando cada hueco del silencio y del alma, vapuleando los huesos, robando el aliento. El hombre del saco apartó despacio las manos de la radio, no fuera a ser que los gatos volviesen a reñir, y, extasiado, concluyó que todos los ángeles del mundo se habían dado cita allí, aquella noche de luna pálida, en ese solitario rellano de una escalera cualquiera.
— ¿Le… le gusta a usted María Callas?—preguntó el hombre del saco.
Como el hombre encerrado no dijo nada, el hombre del saco le preguntó si estaba llorando. El hombre encerrado le dijo que sí, pero que le sucedía siempre que escuchaba a la Callas. Que su voz imperfecta le producía un vértigo espantoso en el estómago y que a veces no soportaba tanta belleza. El hombre del saco le dijo que a él le sucedía igual. Y añadió que es cierto, que la belleza duele, a veces.
La luz de la escalera se apagó de nuevo, pero esta vez el hombre del saco decidió que no hacía ninguna falta encenderla. En la oscuridad apoyó una mano en la puerta del ascensor, dio un golpe suave, y se alejó, silencioso, que nunca ha sido conveniente enfurecer a un tornado con nombre de mujer, y menos si canta de esa manera.
Antes de descender por la ventana volvió a mirar la luna, se veía magnífica y había dejado de nevar.
—No me deje—dijo el hombre encerrado.

Fin.
Última edición por Lifen el 20 Ene 2014 09:33, editado 1 vez en total.
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Sinkim
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Re: CN2 - María, a la pálida luz de la luna

Mensaje por Sinkim »

Una historia simpática, me ha gustado :D Pobrecito el tipo encerrado en el ascensor, menos mal que por lo menos ha tenido algo de compañia :D
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
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elultimo
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Re: CN2 - María, a la pálida luz de la luna

Mensaje por elultimo »

Está bien. No creo que esté entre mis favoritas, pero me ha gustado. Un encuentro fugaz entre un hombre encerrado en un ascensor y un papá Noel que yo creo que es imaginario...
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Sinkim
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Re: CN2 - María, a la pálida luz de la luna

Mensaje por Sinkim »

Yo había entendido que no era un Papá Noel sino un ladrón que estaba robando los pisos :D :D
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
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elultimo
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Re: CN2 - María, a la pálida luz de la luna

Mensaje por elultimo »

Pues puede ser... pero entonces no entiendo como puede verlo si está encerrado en el ascensor.
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Re: CN2 - María, a la pálida luz de la luna

Mensaje por Shigella »

Pero no se llegan a ver, sólo se hablan a través de la puerta, no? Y tiene que ser un ladrón, Papá Noel no usa pasamontañas :mrgreen:

Me ha gustado mucho cómo está escrita, los diálogos... pero me ha sabido a poco. Ha acabado muy de golpe, esto da para una segunda parte. :D
1, 2... 1, 2... probando...
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Tadeus Nim
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Re: CN2 - María, a la pálida luz de la luna

Mensaje por Tadeus Nim »

Me ha faltado un poco mas de miga. Tan solo es el encontronazo entre el encerrado y el chorizo. Bastante intrascendente. Pero tiene posibilidades la idea.

Buen trabajo, autor. :60:
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albatross
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Re: CN2 - María, a la pálida luz de la luna

Mensaje por albatross »

A mí me ha gustado bastante. Me encanta cuando se puede sacar un relato de una situación simple: un diálogo corto entre un pobre hombre encerrado en un ascensor y el ladrón que acaba de robar en su casa. El encierro del uno le permite ver el lado humano del otro. Es esa puerta que los separa físicamente la misma que los une de forma afectiva. Tal vez, lo que menos me ha gustado, ha sido la poca claridad de la descripción física de dónde está situado cada uno. Encuentro que si hubiese quedado clara desde el principio, el lector podría disfrutar más del diálogo y de la situación. Es algo puramente estructural que se puede arreglar con facilidad cambiando un par de frases. De momento, uno de mis favoritos. Enhorabuena.
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Gavalia
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Re: CN2 - María, a la pálida luz de la luna

Mensaje por Gavalia »

No está mal el relato, pero como dicen por ahí le falta algo. ¿Que qué le falta? pues no sé, que pase algo por ejemplo; porque realmente solo es un diálogo con un chorizo, papa Noel o el diablo, que no creo que afecte al sentido del relato.
En fin, bien escrito lo encuentro. Un saludo y suerte.
En paz descanses, amigo.
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noramu
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Re: CN2 - María, a la pálida luz de la luna

Mensaje por noramu »

Me ha gustado este relato- diálogo con toque surrealista. Lo que menos entiendo es el título pero tampoco importa mucho.
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kassiopea
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Re: CN2 - María, a la pálida luz de la luna

Mensaje por kassiopea »

noramu escribió:Me ha gustado este relato- diálogo con toque surrealista. Lo que menos entiendo es el título pero tampoco importa mucho.
María, a la pálida luz de la luna. Con María hace referencia a la gran diva, María Callas, y también a la Virgen María, y el autor ha matado dos pájaros de un tiro :lol:

Me gusta la ironía implícita en la situación: un hombre encerrado en el ascensor la noche de Navidad, totalmente solo puesto que parece que no hay nadie más en el edificio, aunque aparece un personaje inesperado que le hace un poco de compañía, puerta mediante. Ese personaje va vestido de Papá Noel, pero se trata de un chorizo que ha aprovechado para entrar a robar en los pisos :cunao:

No me termino de creer que el chorizo se vaya dejándole la radio que acababa de robar. Bueno, es cierto que el ladrón demuestra tener su corazoncito (incluso es un enamorado de la pálida luna), pero... Podría haber ayudado al hombre encerrado de alguna otra forma que no implicase perder uno de los objetos recién robados, digo yo... Por ejemplo, podría haber llamado desde una cabina avisando anónimamente a la policía :roll:

La historia en general me ha gustado, me ha parecido amena y simpática. Gracias y suerte, autor :60: :60:
De tus decisiones dependerá tu destino.


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Re: CN2 - María, a la pálida luz de la luna

Mensaje por elultimo »

kassiopea escribió:
noramu escribió:Me ha gustado este relato- diálogo con toque surrealista. Lo que menos entiendo es el título pero tampoco importa mucho.
María, a la pálida luz de la luna. Con María hace referencia a la gran diva, María Callas, y también a la Virgen María, y el autor ha matado dos pájaros de un tiro :lol:
Entonces me he perdido algo... ¿Qué pinta María Callas en esta historia? :roll:
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kassiopea
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Re: CN2 - María, a la pálida luz de la luna

Mensaje por kassiopea »

elultimo escribió:
kassiopea escribió:
noramu escribió:Me ha gustado este relato- diálogo con toque surrealista. Lo que menos entiendo es el título pero tampoco importa mucho.
María, a la pálida luz de la luna. Con María hace referencia a la gran diva, María Callas, y también a la Virgen María, y el autor ha matado dos pájaros de un tiro :lol:
Entonces me he perdido algo... ¿Qué pinta María Callas en esta historia? :roll:
El ladrón hace girar el dial de la radio que acaba de robar en uno de los pisos y encuentra la voz de María Callas. Los dos hombres, tanto el falso Papá Noel como el que está encerrado en el ascensor, se emocionan escuchando a la diva. Después el chorizo se va, dejando la radio y la voz de la Callas haciendo compañía al pobre que está encerrado.
El hombre del saco apartó despacio las manos de la radio, no fuera a ser que los gatos volviesen a reñir, y, extasiado, concluyó que todos los ángeles del mundo se habían dado cita allí, aquella noche de luna pálida, en ese solitario rellano de una escalera cualquiera.
— ¿Le… le gusta a usted María Callas?—preguntó el hombre del saco.
Como el hombre encerrado no dijo nada, el hombre del saco le preguntó si estaba llorando. El hombre encerrado le dijo que sí, pero que le sucedía siempre que escuchaba a la Callas.
De tus decisiones dependerá tu destino.


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Re: CN2 - María, a la pálida luz de la luna

Mensaje por elultimo »

Madre mía... Ni acordarme de ese detalle.
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noramu
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Re: CN2 - María, a la pálida luz de la luna

Mensaje por noramu »

Gracias, Kass. Como siempre arrojando algo de luz a nuestras lecturas :60:
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