CP IX - El siervo fiel - Ciro

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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julia
La mamma
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CP IX - El siervo fiel - Ciro

Mensaje por julia »

El siervo fiel

Acostada en la cama, Catalina Ivanova, semejaba un guiñapo. La cama era pobre, con pieles de animales burdos. Nada de martas cibelinas ni hurones de pelo suave o zorros en el esplendor de su pelambrera. Tratábase de pieles de conejo y alimañas que es mejor no nombrar, sobre las que se sobreponían unas mantas de paño basto.
Catalina era un mar de sudor, afiebrada, con las guedejas de su pelo rubio pegadas a la blanca tez, los ojos hundidos, ojerosos, con ese contorno amoratado que delata la extrema debilidad. Había vuelto descalza, Dios sabe como perdió sus zapatos y sus zuecos, en medio de una tremenda tormenta de aguanieve y un cielo de panza de burra que oscurecía todo Moscú. Sus lágrimas de dolor interno, su mojadura, su esfuerzo físico y su debilidad, la llevaron a la puerta de la modesta casa de su padre, en un agónico último estertor, para derribarse frente a la madera que separaba el exterior del interior de la casa.
Quien la miraba, su padre Iván Petrovich, uno de tantos siervos que pululaban por la Rusia zarista, de brazos como troncos de los árboles que con frecuencia talaba, manos callosas que parecían poco propensas a la caricia, rostro rudo, y mirar bajo y sumiso, sudaba también. Era un sudor distinto. Producíase éste por la preocupación y no por la fiebre, por la incertidumbre y no por la pulmonía, y quizás porque, por primera vez en la vida, experimentaba la rabia de los hombres con honor.
Tumbado en el suelo, cerca de la chimenea, hallábase el perro Fiodor, bautizado así en honor del Padrecito. Probablemente fuese una impiedad darle el nombre del zar a un perro, pero para Iván era la única forma de reivindicar un lugar en el mundo de la alta y despiadada realeza rusa, vedado, por supuesto, a hombres de su clase. Indudablemente, al perro no lo llamaban Fiodor, sino Campanero, que era el apelativo con el que el zar era conocido, por gustarle mucho el hacer repicar las campanas de las iglesias. Fiodor o Campanero, como queramos llamarlo, parecía la viva imagen de quien llevaba su nombre en el trono ruso. Ojos saltones y largo y peludo hocico, que en estos momentos, y pese a estar tumbado recogiendo el calor de la lumbre, observaba con verdadera atención como Iván lloraba y rezaba a los pies de la cama y como su querida ama Catalina languidecía en su lecho.
Alguien echará de menos en este cuadro una amorosa madre o algún revoltoso hermano de la joven derrumbada, más que acostada, en la cama. Pero es que la desgracia había hecho que María, la madre de Catalina, muriera en el primero de sus partos, precisamente en el que alumbraba a la preciosa niña. Había perdido mucha sangre, atendida por una mala partera, que empezó a echar pestes en cuanto la sacaron de la cama en plena noche invernal y no paró hasta que Catalina vino al mundo. Era poco lo que Iván pudo pagar a la partera de aquella zona periférica de Moscú y la propia vieja lo sabía, por lo que se preocupó poco de la salud de la parturienta, muy debilitada por el difícil parto. Le mandó tomar unas infusiones de hierbas que resultaron totalmente infructuosas, pues a los tres días una tremenda fiebre aquejó a María y en otros tres días estaba enterrada en el cementerio comunal.
Por ello, había crecido Catalina huérfana de madre y con un padre incapacitado para suplir el cariño de la progenitora, aunque se aferró fuerte a los pechos de Anuska, una criadora que le buscó Iván y creció como una niña sana y hermosa. El cariño del siervo era brusco, torpe, pero sincero y finalmente el lazo que unió a padre e hija fue tan fuerte como las maromas que arrastraban los barcos del Dniester. Este pequeño núcleo familiar, al que luego se le sumó Campanero como cachorro adoptado, formaba un vínculo tan fuerte que, sin palabras, ni gestos ostentosos, Catalina comprendía la durísima vida de su padre e Iván amaba con devoción a su pequeña Catalina, y a ambos lameteaba y enredaba las piernas Campanero, tal es la forma que los perros tienen de expresar su cariño. Si puede decirse que una niña sin madre puede ser feliz, un siervo ruso puede alcanzar algún grado de esta huidiza cualidad, y un perro feo y pulguero, sin raza definida alguna, en su psicología perruna, puede alcanzarla, se podía decir que, efectivamente, eran felices.
Pero es condición humana ser feliz unas veces y desdichado la mayoría, y más cuando se trata de clases humildes y sin recursos. La fortuna o el maldito azar vienen a enredar lo que está diáfano y a enlodar lo que es límpido.
Cumplidos los 16 años a Catalina le echó el ojo el boyardo Wladislaw Konstantinowich, un viejo de cincuenta y tantos años, que había llenado Moscú de hijos bastardos y que, cual cazador avezado que era, vislumbró la presa blanca y rubia, lozana y virgen que representaba la chica. Se relamía cual gato ante un pescado al observarla lavar en el casi congelado río Moscowa, junto con otras chicas de mucha menor belleza y alguna matrona entrada en carnes y con más bigotes que el propio zar. Le preguntó a su criado Miroslaw de quién era hija y el sirviente le contestó enseguida que no lo sabía, pero para el día siguiente lo sabría. Miroslaw, un chico espabilado y resolutivo, no tardó en dar con los datos completos de la familia y, como buen siervo, se los transmitió a su amo.
Con su abrigo largo hasta los pies, todo de brocado y terciopelo, su mirar altivo, su cabeza erguida, su exceso de peso y sus andares aristocráticos, llegó a la casa de Iván con sus pieles de marta cibelina cubriéndole su cuello en un trineo que no desmerecía el del propio Iván el Terrible que tanto los había maltratado con su oprichnina y sus leyes absurdas de monarca absolutista. Menos mal que ahora gobernaba su débil hijo, mucho más manejable. Completaba su despótica figura la larga barba que lucían con orgullo los de su clase. Eso sí, en su caso, plagada de canas.
Llamó a la puerta con fuerza, sin dudas y, ante su presencia frente al dintel de la puerta, Iván se arrodilló y con la mirada baja le hizo entrar en su humilde cabaña, que más ésto que aquello era lo que hasta ahora llamábamos casa.
-¿Eres Iván Petrovich, no es cierto?
-Sí señor, para servirle en lo que desee. Trabajo en las tierras del boyardo Boris Konstantinowich, vuesto sobrino.
-Bien, bien. Eso ya lo sé. He venido aquí porque recientemente ha fallecido mi mujer y las sirvientas de la casa andan alborotadas como gallinero sin gallo, por eso he nombrado a mi fiel Anastasia como jefa de las chicas, pero me ha pedido nuevas incorporaciones, si quiero que la casa funcione como es debido. Este encargo bien lo hubiera podido hacer mi criado Miroslaw, pero como quiero que la chica venga a vivir de continuo en mi palacio, he venido yo mismo para informarte de que tu hija Catalina va a ser una de las elegidas. ¿Se arregla bien con las labores domésticas?
Aún con los ojos bajos y los hombros encogidos, Iván respondió:
-Es una chica muy joven aún, pero supongo que sabrá estar a la altura de los servicios que el señor demande de ella.
-Eso espero. Date cuenta que te hago un gran favor librándote de una boca a la que alimentar. Espero que sepas agradecérmelo, pues si bien eres siervo de mi sobrino Boris, siempre os quedan horas sobrantes para talar mis bosques.
-Si puedo, así lo haré.
Y con una nueva inclinación acabó la conversación. Catalina, al otro día por la mañana se presentó en el palacio del viejo boyardo. Aquel día estaba ausente el amo y Anastasia la atosigó a trabajo duro, pues el llamado palacio más parecía una ruina por reformar y el número de sirvientes, aunque no era escaso, era enormemente ineficaz. Estaba claro que el boyardo se había visto afectado por las cargas de los guardias personales de Iván el Terrible y no era oro todo lo que relucía. Vamos, que era un noble venido a menos.
La tragedia se produjo al día siguiente, cuando el viejo, ya recogido en su palacio tras un día de dura caza, había dormido a pierna suelta con varias copas de vodka y descansado lo suficiente sus añosos huesos. El cuerpo joven, bello y vigoroso de Catalina, sus hermosos cabellos rubios, la blancura de su piel, impropia de una sirvienta y sus incipientes pechos elevaron la lubricidad del boyardo hasta límites de descontrol y, agarrándola de mala manera por su fina cintura, la metió en la habitación más cercana a donde Catalina limpiaba la escalera de madera y la violó, sin atender a los gritos y gemidos de la chica. Fuera, atento a todo, como siempre, mordíase los labios el siervo Miroslaw. Podría haberlo hecho de lujuria o deseo, pero lo hacía de rabia, impotencia y odio. Bien mirado, nunca había dudado de las intenciones de su amo, y él mismo había sido el facilitador de la terrible situación. Pero, por una vez, empezaba a dudar del derecho del boyardo, de la limpieza de su conciencia y de lo oportuno de sus acciones. Un amargo sabor le subió a la boca y había venido para quedarse.
Exhausto del esfuerzo físico y de la borrachera que llevaba, Wladislaw quedó tumbado, cual oso gordo y peludo, en la cama en que probablemente no era la primera violación que contemplaba, si es que los seres inanimados tiene la facultad de contemplar. Dolorida y humillada, Catalina recogió su vestido y olvidando sus zapatos y zuecos, salió a todo correr de la estancia y del palacio, caminando descalza entre la nieve de las calles y calándose del aguanieve que caía con verdadera fuerza. Llegó en el estado que dijimos a la cabaña de su padre, que no necesitó preguntar lo ocurrido para imaginárselo y que se mantuvo cual perro fiel, cual otro Campanero más, durante tres días rezando por la vida de su hija. Vida que se fue apagando, poco a poco, entre estertores de respiración entrecortada, ensoñaciones alucinatorias y debilidades manifiestas. De nada sirvieron los cuidados de su padre, los rezos de un pope andrajoso, que tardó más en contar sus honorarios, que en suplicar por el alma de la moribunda, ni los remedios poco eficaces de lo más parecido a un médico que podía permitirse Iván, una vieja medio bruja y medio curandera, que si no era familia de la partera que malogró a María, merecía serlo por su incompetencia.
Fue entonces, una vez enterrada la esperanza de vida de Iván, su subsistir cotidiano, su único alimento espiritual, cuando se acercó a su casa Miroslaw, que le contó punto por punto lo ocurrido, y, entre lágrimas y arrodillado ante el desfallecido padre, le juró lo que a todas luces era mentira: que él nunca se había imaginado que aquello pudiera suceder. Este acceso de conciencia de Miroslaw o complejo de culpa, quién lo sabe, provocó la rabia acumulada de tantos años de humillación servil de Iván, que descolgando el hacha de su asidero, salía presto, en un arranque de las pocas fuerzas que le quedaban, para consumar la venganza. Pero Miroslaw lo refrenó, haciéndole ver que presentarse de tal guisa en la casa-palacio del boyardo, sólo haría que fuese detenido sin miramientos por los criados y soldados de la casa y ejecutado sin ningún remordimiento por el noble.
Avispado como era, Miroslaw preparó una trampa en el bosque y dirigió a Iván a un puesto al acecho, donde él conduciría a su amo, so pretexto de haber visto una buena pieza de caza y sin ningún siervo ni guaradaespaldas alrededor.
La preparación fue impecable y en un momento se vio Iván empapado de salpicaduras de la sangre del boyardo Wladislaw Konstantinowich, cuyo cráneo había partido por la mitad de un tremendo hachazo, frente a la mirada redentora de un Miroslaw inactivo en ese momento. Redentora porque en ese mismo momento el amargor de boca se le fue para no volver.
Iván quedó tremendamente vacío tras la acción y ni se molestó en huir, cosa que sí hizo Miroslaw, que, no obstante, fue alcanzado por tropas del propio boyardo y confesó que había salido a galope ante el temor de ser asesinado como su señor y fue creído, pues hasta el momento había sido un criado fiel a su amo y no había razón para dudar de su apego al viejo boyardo.
Iván fue descuartizado por orden de Boris Konstantinowich y sus trozos esparcidos por los bosques para que las fieras dieran buena cuenta de él y su cabeza clavada en una pica fue exhibida durante muchos meses a las puertas de la ciudad de Moscú, junto con la de ladrones, bandidos y asesinos varios, y seguramente algún inocente, para escarmiento de siervos y criados, pues tan malamente había cumplido con la lealtad a sus señores.
Fin.
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doctorkauffman
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Re: CP IX - El siervo fiel

Mensaje por doctorkauffman »

Jo, destrozadito me he quedado.
bien escrito y bien llevado. quizás los personajes dan más para una novela que para un relato corto.
he sentido el frío :shock:

al conocer a Wladislaw no he podido evitar pensar en Victor Hipolitovich Kamarowsky.

felicidades autor/a
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Isma
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Re: CP IX - El siervo fiel

Mensaje por Isma »

Me parece un relato directo, bien planteado y con un trabajo notable de documentación. Dibujo las imágenes de esa época con las descripciones que planteas, y el cuadro queda coherente. Los personajes son interesantes y los secundarios también. Realistas con sus luces y sus sombras; bueno, dejémoslo en realistas con sus sombras, mejor.

Hay algunas inexactitudes que no me gustan: por ejemplo, las pieles de animales burdos (qué culpa tendrán los animales) o que la madre de Catalina muriera en el primero de sus partos (imagino que los siguientes los tuvo en Pesadilla antes de Navidad). Otras palabras me parecen preciosas: boyardo, un noble ruso, y Opríchnina, periodo de poder despótico de Iván el Terrible.

Un relato muy interesante, una historia bien planteada y un buen trabajo que me ha agradado leer.
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elultimo
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Re: CP IX - El siervo fiel

Mensaje por elultimo »

Vaya por delante que los relatos históricos no están entre mis favoritos. Pero dicho esto y, a pesar de lo dicho, digo:
Es un relato muy ameno, muy fácil de seguir la historia que cuenta, ordenada y sencilla (que no simple). Novelar un hecho histórico y hacerlo de forma que no te quede una lección para unos alumnos, siempre me ha parecido algo muy complicado. Primero porque hay que tener mucha habilidad con las palabras y segundo, y más importante, porque tienes que conocer muy bien lo que vas a contar. Y la sensación que he tenido leyendo tu relato es que posees ambas cosas.
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Sinkim
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Re: CP IX - El siervo fiel

Mensaje por Sinkim »

Me ha gustado la historia, es muy entretenida, está muy bien escrita y transmites muy bien los sentimientos y el frio de la historia :D :D Hubiera preferido un final más feliz para el padre pero bueno aparte de eso poco más que decir :lol: :lol:
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
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prófugo
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Re: CP IX - El siervo fiel

Mensaje por prófugo »

:hola:

Estimado(a) autor(a):

Interesante y ameno relato ambientado en la Rusia Zarista..escenario que siempre ha llamado mi atención :D

Pues lo dicho, la ambientación es a mis ojos todo un éxito, logras además hacer llegar al lector el dolor y la miseria en la que ha vivido Ivan con su bella hija para ver como es arrebatada, sin poder hacer nada por impedirlo, por un desgraciado ser sin escrúpulos pero con mucho egocentrismo y "resentimiento lujuriano"

Y que decir del siervo fiiel..pues que
tuvo al fin un ápice de remordimiento de conciencia que lo llevo a traicionar a su "adorable" Señor y luego salir huyendo como los cobardes :twisted:
Me ha gustado mucho tu relato...escribes de maravilla...enhorabuena!! :wink:

:60:
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Yuyu
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Re: CP IX - El siervo fiel

Mensaje por Yuyu »

Me ha recordado a Miguel Strogoff que es uno de los libros que me marcaron de pequeñita, uno de esos que te convierten en lectora habitual, así que te agradezco que me hayas llevado a estos lares y a estos recuerdos. Me ha gustado mucho, me hubiera gustado una venganza más completa (me supo a poco :twisted: ) y un final más feliz, pero solo para mi confort personal :cunao: , buen relato. :60: :hola:
Ronda de noche. Mundodisco 29. Terry pratchett
La sombra de Ender (Ender 5) - Orson Scott Card
El asombroso Mauricio y sus roedores sabios. Mundo disco 28. Terry Pratchett
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kassiopea
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Re: CP IX - El siervo fiel

Mensaje por kassiopea »

Este relato habría quedado de maravilla en el recopilatorio histórico :wink: Veo mucho trabajo tras estas líneas, el autor se ha documentado concienzudamente y ha desarrollado una buena historia. La ambientación está muy cuidada, llena de detalles: se describe con detenimiento las ropas que visten los protagonistas, por ejemplo. Me parece un trabajo francamente bueno :D
Tumbado en el suelo, cerca de la chimenea, hallábase el perro Fiodor, bautizado así en honor del Padrecito. Probablemente fuese una impiedad darle el nombre del zar a un perro, pero para Iván era la única forma de reivindicar un lugar en el mundo de la alta y despiadada realeza rusa, vedado, por supuesto, a hombres de su clase.
El detalle del nombre del perro me ha encantado. Muy hábilmente el autor ha aprovechado ese detalle para informar al lector sobre la "despiadada realeza rusa" y, a la vez, hacer hincapié en la humilde y desfavorecida condición de los siervos. Aunque el relato se titula irónicamente El siervo fiel, en realidad aparecen dos siervos in-fieles en la historia: Iván Petrovich, el padre de Catalina, y Miroslaw, el criado del boyardo Wladislaw. Es este último quien engaña más abiertamente a su amo, conduciéndole a un lugar del bosque, con la promesa de una buena pieza de caza, donde Iván le espera para darle muerte. Sin embargo, Wladislaw terminará saliendo indemne del asunto y solo es ajusticiado el pobre Iván :cry: :cry:

Felicidades, me ha encantado leerte. Suerte en el concurso y un abrazo :60: :60:
De tus decisiones dependerá tu destino.


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Berlín
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Re: CP IX - El siervo fiel

Mensaje por Berlín »

¡Otro relato que me gusta! El tema es interesante, tiene ritmillo, está bien contado (el errorcillo del número de partos ya te lo ha aclarado Isma, es que llama la atención: me he fijado hasta yo que soy un desastre), reflejas la sociedad del momento donde, como siempre, los pobres son explotados, utilizados, mancillados etc etc etc
Dice el noble hijoputa: Date cuenta que te hago un gran favor librándote de una boca a la que alimentar. Espero que sepas agradecérmelo, pues si bien eres siervo de mi sobrino Boris, siempre os quedan horas sobrantes para talar mis bosques.
Y se quedó tan a gusto el hombre. Cabrón.

Pues eso que lo he vivido contigo. ¡Felicidades!

Una cosa:

¿cielos como panza de burra? :colleja:
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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ciro
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Re: CP IX - El siervo fiel

Mensaje por ciro »

Uno de mis favoritos. La ambientación es buena, aunque la historia de la venganza tampoco es nada del otro jueves, el que intervenga un tercero con "el amargor de boca que se le va" le da algo vidilla a la historia. Supongo que lo de los partos quiere decir que murió en el primero de los muchos partos a que estaba destinada y la expresión cielo de panza de burra es muy típica de Sudamérica (por ahí podemos guiarnos del autor@ :mrgreen: ).
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Tolomew Dewhust
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Re: CP IX - El siervo fiel

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Coincido con Ciro: uno de mis favoritos. Como para gustos están los colores, te diré que lo que has escrito es lo que yo considero un buen relato breve: un trama bien llevada, magnífica ambientación y sobre todo argumento claro y conciso. No buscas (creo yo) más que pasemos un buen rato leyendo la historia (léase pasar un buen rato = entretenernos / no disfrutar con la carnicería).

Enhorabuena.

Como detalle me ha llamado la atención cuando dices que el perro se llama Fiodor pero ellos lo llaman Campanero; después haces alusión al mismo y dices: Fiodor o Campanero, como queramos llamarlo. Bueno, prefiero que el autor me diga cómo llamar al perro, que no haya ambages (soy así de raro).

También dices que la madre murió pese a las hierbas de esa mala bruja (jajaja) que le suministró unas hierbas: que le resultaron totalmente infructuosas. El totalmente me sobra (a mí), o le dan resultado o no le dan, no creo que pudieran ser parcialmente infructuosas.

Todo este rollo porque envidio tu relato y he querido sacarle algunas peguitas :wink:
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Emisario
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Re: CP IX - El siervo fiel

Mensaje por Emisario »

Bien escrito, y ambientado. No es de mi gusto personal, me refiero a la historia en sí, pero reconozco la calidad que tiene.
Suerte, parece que ya tienes algunos votantes, según comentarios anteriores. Espero que sí :60:
ciro escribió: la expresión cielo de panza de burra es muy típica de Sudamérica (por ahí podemos guiarnos del autor@ :mrgreen: ).
A veces me sorprendes, pues yo no conocía ese término, será de Centroamérica, quizá, que igual está a unos 7 mil kilometros de mi lugar de residencia, y por la distancia, y el clima, no han de llegar muchos por estos lares.
Nosotros, en lo coloquial, a la "panza" le llamamos "guata", y no tengo ni idea de lo que " cielo de panza de burra" significa :oops: pero por el contexto, será un nublado del color gris característico del pelaje inferior del animal... digo yo :roll:
Saludos,

Emisario
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albatross
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Re: CP IX - El siervo fiel

Mensaje por albatross »

Un relato muy correcto y bien documentado.
Es una historia sencilla realizada con un estilo de escritura muy clásico.

A lo mejor peca un poco de previsible: lujuria, violación, muerte, venganza y revenganza. Como si cada acción viniese precedida y antecedida de la más lógica reacción sin dejar sitio para la sorpresa.

Yo no he percibido ningún error en lo del primero de sus partos. Me parece correcto.

Dentro de su estilo, el autor escribe muy bien, con algunos hallazgos estilísticos muy oportunos, como, precisamente, ese cielo como panza de burra.

Me ha gustado. Enhorabuena.
Gisso
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Re: CP IX - El siervo fiel

Mensaje por Gisso »

Buen relato con ambientación historica y muy bien narrado. La historia no tiene mucha complicación, siendo triste y cruel, lo que parece a la orden del día por aquella época. No hay lugar para la sorpresa. Un Ken Follet en versión ultra corta. Aquí el peso, como en otro relato, lo veo en la maravillosa forma de narrar, en los detalles que nos muestras, que hace que la historia se salga de los normal. Me gustaría ver el relato de "Roja Viena" con tu forma de contar historias... Esa es la magia de quién tiene calidad o está curtido en mil batallas frente a una hoja de papel o la pantalla del ordenador.

Suerte
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Topito
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Re: CP IX - El siervo fiel

Mensaje por Topito »

¡Genial! Un relato ruso en época zarista... ¡Me encanta!

Son una de mis épocas favoritas. Así que ya me tenías enganchado desde el principio. Además la prosa utilizada me parece fantástica: un gran curro.

Te pongo muchas estrellitas (es que estoy poniendo + y * tras los nombres en el txt para mi ranking personal para las votaciones)

Ahora vienen pequeñas anécdotas de mi lectura:

El detalle que más me ha chocado es el apellido Konstantinowich Si me lo permites autor hablaré un momento sobre su terminación. No sé si es un error o directamente que no querías que se confundiera con algún personaje real, pero ¿la terminación del apellido no sería vich? Es decir, entiendo que es un patronímico.

En Rusia utilizan patronímicos, y en el caso masculino la terminación es -ich, que significa "hijo de", por lo que es muy común leer en muchas novelas apellidos rusos terminados así. Por ejemplo, en este caso, konstantinovich, sería hijo de konstantino. Vamos, como Martinez que significa hijo de Martín. Lo digo porque me ha chocado al leer ese apellido terminado en "wich".

En fin, que yo lo he cambiado mientras lo leía.

Es un pequeño apunte, una anécdota de mi lectura, y algo sin importancia, pero creo que el saber no ocupa lugar. :cunao:
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