(Comedia en un acto)
PERSONAJES:
- NORBERTO: Señor de la casa.
- GERVASIA: Señora de la casa.
- CASILDA: Criada.
Sobre el escenario se ve una salita de estar amueblada con un sofá, un par sillas tapizadas, una alfombra que cubre el suelo justo delante del sofá, una mesa camilla encima de la alfombra, una mesita con retratos de familia y una lámpara de pie en un rincón. En uno de los lados hay una ventana por la que se puede ver la calle. En escena está Casilda, la criada, que canturrea mientras limpia los muebles. Por la parte de fuera de la ventana aparece Norberto, agazapado.
NORBERTO (golpeando la ventana y en voz baja).—¡Casilda, Casilda!
CASILDA (abriendo la ventana).—Pero señor, ¿qué hace usted?
NORBERTO.—¿Está mi mujer en casa?
CASILDA.—Pues creo que sí, señor.
NORBERTO.—Aparta, deja que entre.
CASILDA.—¿Y por qué no entra por la puerta? Parece usted un vulgar ladrón en su propia casa.
NORBERTO (entra por la ventana).—No quiero que mi esposa me vea.
CASILDA.—Pero señor…
NORBERTO (agarra a Casilda por la cintura y la atrae hacia sí).—Calla Casilda, no aguanto más sin decirte lo que te amo.
CASILDA (zafándose y refugiándose tras una de las sillas).—¡Señor!
NORBERTO (intenta cogerla).—Casilda, estoy enamorado desde el primer momento en que te vi. ¡No huyas!
CASILDA (recula, tropieza y cae sobre el sofá, quedando recostada sobre él).—Pero señor, ¿qué pasa con la señora?
NORBERTO (se abalanza sobre ella e intenta besarla).—Gervasia ya no me quiere. Se lo noto. ¡Te amo, Casilda, te amo! Deja que te bese.
CASILDA (apartando la cara).—¡Señor!
NORBERTO.—Deja de decir siempre lo mismo y bésame, ¡te lo suplico!
GERVASIA (desde fuera del escenario).—¡Casilda, ¿cómo vas por ahí?!
CASILDA.—¡Su esposa!
NORBERTO.—¡Mi esposa!
CASILDA (aparta a Norberto y se levanta del sofá. Se pone a limpiar agobiada y con prisa).—Debo seguir limpiando, señor. La señora se va a enfadar si no termino pronto aquí. ¡Mire usted lo que ha conseguido! (Dirigiéndose hacia donde llega la voz de Gervasia) En la salita, señora, ahora mismo termino. Si quiere usted, puede venir a revisarlo todo.
NORBERTO.—Más se va a enfadar si me encuentra aquí. Debo esconderme… ¿pero dónde? (Mira a su alrededor y se fija en la mesa camilla, donde se esconde resguardado por la tela que la cubre) ¡Ni una palabra de que estoy aquí, Casilda!
GERVASIA (aparece en escena, comprueba que no hay polvo pasando el dedo sobre la mesita y se sienta en el sofá).—Qué tranquila está esa casa cuando mi marido no está. ¿No crees Casilda? Ya veo que lo tienes todo bien limpio. ¡Qué suerte haber encontrado una persona como tú! No es fácil encontrar personal tan eficiente. Ahora descansa un poco. Ven, siéntate aquí a mi lado.
CASILDA.—No creo que sea adecuado, señora.
GERVASIA.—¿Qué te pasa hoy, amor mío? Sabes que no hace falta que me llames
«señora» cuando estamos las dos a solas. Siéntate aquí a mi lado y relájate.
CASILDA (sentándose en el sofá en la parte opuesta a la de Gervasia).—Seño… Gervasia, es que hoy tengo muchas cosas que hacer.
GERVASIA (se mueve hacia Casilda, la sujeta por los brazos y la besa).—Vamos… ¿qué es lo que te sucede hoy? ¿Ya no te gusta que te bese?
CASILDA.—No, claro que me gusta. Es solo que… ¿qué pasaría si su marido se enterase?
GERVASIA.—¿Mi marido? Es tan inútil que no se daría cuenta ni aunque estuviera aquí ahora mismo. ¡Deja de hablar y bésame! (De debajo de la mesa camilla llega un ahogado grito de asombro de Norberto) ¿Qué ha sido eso? ¿Has metido a alguien en mi casa, Casilda? ¡A tú amante! ¡Tienes un amante y lo traes a mi casa cuando estoy yo! No me esperaba esto de ti. ¡Y yo que creía que nos amábamos! (Dirigiéndose hacia la mesa camilla) Tú, seas quien seas, sal de ahí. ¡Quiero ver quién eres! (Norberto sale de debajo de la mesa) ¡¿Norberto?!
NORBERTO.—¡Gervasia! ¿Qué significa todo esto? ¿Me estás siendo infiel con la criada?
GERVASIA.—¡Norberto! ¿Y se puede saber qué hacías escondido?
NORBERTO (balbuceando).—Esto… Yo… Pues… nada…
GERVASIA.—Conque nada, ¿eh? Casilda huele a tu colonia.
NORBERTO.—Será que se la pone para oler como yo y así atraerte más.
GERVASIA.—¡Invéntate otra!
NORBERTO.—Pues mira, sí. Estaba aquí con la intención de llevármela a la cama.
GERVASIA.—¡Lo sabía! ¿Ya no me amas, Norberto?
NORBERTO.—Qué perra te ha entrado hoy con preguntarle a todo el mundo si te ama, mujer. ¿Y tú? ¿Qué tienes que decirme? Parece que lo tuyo con ella es algo de hace tiempo.
GERVASIA.—Está bien, ¡lo confieso! Pero mírala. Es tan hermosa.
NORBERTO.—Y tan joven.
GERVASIA.—Y lo tiene todo siempre tan limpio.
NORBERTO.—Y hace unas croquetas tan ricas.
CASILDA.—Mejor me voy y sigo en…
GERVASIA y NORBERTO (girándose hacia Casilda al mismo tiempo).—¡Ahí quieta! (Y tras quedarse un instante observándola y aguantando la respiración, ambos suspiran) ¡Ay!
GERVASIA.—Tenemos que encontrar una solución.
NORBERTO.—La tenemos que echar.
GERVASIA.—Mírala, ¡qué vamos a hacer sin ella!
NORBERTO.—Buscaremos a otra más fea, más vieja y que prepare bizcochos tan ricos como los suyos.
CASILDA.—¡Me voy!
GERVASIA y NORBERTO.—¡Quieta!
NORBERTO.—Nuestra cama es grande…
GERVASIA y CASILDA.—¿Un trío? ¡Qué obscenidad!
NORBERTO.—Casilda, mira que te juegas el empleo.
CASILDA.—Un trío, ¡qué idea tan magnífica!
GERVASIA.—¡Ni hablar!
NORBERTO.—Gervasia, mira que te juegas el matrimonio.
GERVASIA.—¡No sé yo quién saldría perdiendo!
CASILDA (señalándose).—Bueno, señora, aquí hay cuerpo para muchas batallas... (Gervasia y Norberto la miran y suspiran) ¡Ay!
GERVASIA.—La podemos compartir.
NORBERTO.—Explícate.
GERVASIA.—Lunes y jueves para ti, martes y viernes para mí.
NORBERTO.—¡Ja! Mira que eres lista. Sabes que los lunes tengo partida de mus y te quedarías sola en casa para hacer lo que quieras con ella y el jueves es su día libre. Además, ¿qué pasa con el miércoles?
GERVASIA.—Los miércoles toca colada, así que no va a tener mucho tiempo para meneos.
CASILDA.—Muy considerada usted, señora.
NORBERTO.—¿Me llamas amor después de haberte acostado con la criada?
GERVASIA.—Te llamo amor porque te quiero.
NORBERTO.—Ya. De todas formas me debes una.
GERVASIA.—¿Una explicación? ¡Mírala! ¿Hacen falta explicaciones?
NORBERTO (mirando a Casilda).—No, la verdad es que no. Pero no me refiero a eso, sino a que yo tengo una buena excusa para meterme debajo de sus faldas.
GERVASIA.—Si fueras más atento conmigo no iría a buscar consuelo en otras camas.
NORBERTO.—Tendrás quejas tú de cómo te trato, mujer. Me voy a acostar con ella quieras o no.
GERVASIA (con sarcasmo).—¿Y si ella no quiere?
NORBERTO.—¿Quién no va a querer disfrutar de un cuerpo como el mío?
CASILADA (con rabia).—¡Señor!
NORBERTO (a Casilda).—¿De verdad que no te gustaría?
CASILDA (fantaseando).—¡Señor!
NORBERTO.—Vamos al dormitorio
GERVASIA.—¡No!
NORBERTO.—¡Sí!
CASILDA.—¡Sí!
GERVASIA.—No lo voy a consentir.
NORBERTO.—¿Por qué?
GERVASIA.—Porque no quiero que compartas tu cariño con nadie.
NORBERTO.—¿Eso lo dices en serio. amor mío? ¿Todavía me quieres?
GEVASIA (lanzándose sobre Norberto).—¡Bésame, tonto!
(Norberto abraza a Gervasia y la besa apasionadamente mientras se baja el telón)
FIN