CP X - La viuda del Dragón y el Pequeño An - Topito

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
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CP X - La viuda del Dragón y el Pequeño An - Topito

Mensaje por lucia »

La viuda del Dragón y el Pequeño An

«Cuando el viento del oeste golpeó al dragón, el fénix alzó el vuelo.»
El autor, 2015

—Ya he tomado una decisión —le dijo sin apenas girar la cabeza.
Ci’an detuvo el rezo y fijó la mirada sobre el buda que presidía el altar.
—¿A quién has elegido? —preguntó con apenas un hilo de voz.
—Al más conveniente para nosotras y nuestra dinastía —le respondió, acariciando la piedra de jade azul que siempre llevaba con ella.
Ci’an cerró los ojos e inspiró el aroma a incienso de la habitación.
—¿Y podrías decirme cuál es el más conveniente?
—Zaitián —le respondió tan firme como dictaba el castigo a los eunucos.
Ci’an la miró fijamente y contempló el fulgor de la astucia en sus ojos.
—Confió en ti, hermana menor, pues tú siempre has entendido mejor los asuntos de Estado.
A continuación, asió suavemente una de las cuentas del mala y, dando por concluida la conversación, retomó el rezo por el alma del hijo que habían perdido.
La emperatriz viuda Cixí se sentía plenamente satisfecha, casi se podría decir que eufórica; por fin, tras largos años de espera, podría castigar al hombre que tanto daño le había causado. No obstante, cuando salió del palacio de la Esencia Concentrada y subió al palanquín, ocultó sus emociones ante un sobrio y compungido semblante pues, apenas tres días atrás, el emperador había fallecido y mostrar su felicidad ante su séquito no era nada apropiado.
Los vientos del norte aullaban como lobos blancos por las calles y callejas de la Ciudad Púrpura. Un gris ceniza iluminaba el cielo encapotado. Cixí lo contemplaba abstraída, pensando en el Pequeño An, sin apenas sentir el excesivo balanceo del palanquín por culpa del gélido ambiente que se aferraba a los cuerpos de los porteadores como una amante celosa. A pocos li del palacio de la Mente Cultivada, los primeros copos de nieve comenzaron a caer. El séquito aligero el paso y llegaron exhaustos a su destino.
La emperatriz viuda bajó del palanquín y entró en la sala. La estancia permanecía apacible, no así los hombres que esperaban en la puerta. Varios braseros caldeaban el ambiente. Cixí se acomodó sobre el mullido kang mientras contemplaba cada una de las largas y fúnebres tiras de seda blanca que decoraban la sala. A continuación, los eunucos descendieron con presteza el velo dorado situado tras el ya vació trono del emperador, ocultando tras ella la figura de la emperatriz.
Cixí asió con fuerza la piedra de la buena suerte y cerró los ojos.
Luego, tras consumirse la cuarta parte de una vela, los abrió y llamó al chambelán de la corte.
—¡Junglu, ven!
—¿Sí, mi señora? —dijo, postrándose sumiso ante ella.
—¡Hazles pasar!
El eunuco, presto, acató la orden.
Cuando los veinticinco hombres entran en la sala, la luz que mana de las linternas parpadeó. Uno a uno se fue inclinando ante la emperatriz para después ocupar el lugar que les correspondía a ambos lados del trono. Entre ellos se encontraban tanto reformistas como conservadores. Los primeros, tan unidos a Cixí, osaban mirar de soslayo hacia el velo dorado, apreciando el rígido contorno de la dama. El resto, prudentes a la par de temerosos, permanecían sumisos y con la mirada baja.
Cixí respiró acompasada y no habló hasta que calmó su corazón, aún desbocado tras la muerte de su hijo.
—Las emperatrices viudas solicitan vuestro consejo y os ruegan que habléis con franqueza —comenzó a decir a los hombres—. Sabéis bien que el emperador descansó sobre nuestras manos los asuntos de Estado. —Todos asintieron—. Sin embargo, los designios del destino no han querido que los retomara. Por ello, deseamos saber si deseáis que continuemos realizando esta labor a través del biombo.
Cixí, durante su regencia junto a Ci’an, dirigió el imperio tan firme y flexible como el tallo de un bambú apaciguando así los impetuosos vientos del oeste. Sin embargo, una vez subió al trono el emperador Tongzhi, su hijo, su poder disminuyó. Entonces, los hombres más conservadores de la corte comprendieron que había llegado su momento y usurparon el poder, provocando que durante los dos últimos años la nación se fuera plegando lentamente sobre sí misma y que los diablos extranjeros iniciaran de nuevo su hostigamiento. Los reformistas se alarmaron, pues temían que aquella política matara al imperio y se desvaneciera ante sus ojos la dinastía Qing como la niebla vespertina ante un sol naciente.
Sin embargo, ahora, tras escuchar las palabras de la emperatriz viuda Cixí, comprendían que el fénix alzaba de nuevo el vuelo y los cobijaría bajo sus alas para protegerlos.
Uno de estos reformistas, sin dar tiempo a que los conservadores iniciaran un debate sobre el asunto, se arrojó frente al velo dorado y, postrando su frente ante ella, preguntó:
—¿Pueden las emperatrices viudas nombrar un sucesor y seguir gobernando el imperio tan firme como lo hicieron en el pasado?
Cixí asintió mientras acariciaba la piedra de jade azul.
—La emperatriz viuda Ci’an y yo, tras evaluar a todos los candidatos, hemos tomado una decisión. —Su voz sonó tan segura y enérgica que los hombres se estremecieron al escucharla—. Os informamos que no podrá ser alterada ni modificada —añadió con firmeza—. ¡Escuchad y obedeced!
Cixí cerró los ojos y, entonces, los recuerdos con el Pequeño An surgieron ante ella tan repentinos como el súbito brotar de las flores del ciruelo en invierno.
—Mi señora, ¡soy tan feliz! —le dice, acariciándole los labios y excitando sus sentidos.
—Debes creerlo —responde ella, cerrando los ojos y aprisionando las manos del eunuco entre sus muslos—. Mañana estarás sobre las aguas del Canal —añade, tras un gemido.
—Siempre le estaré agradecido por este presente que me ha dado.
Los hombres la miraron expectantes, ansiosos por escuchar su decisión. Cixí, sin embargo, permanecía en silencio, con los ojos cerrados y aún muy lejos de allí.
—Mi señora, no puedo permitir que me ofrezca la piedra.
—No es un regalo; sólo un préstamo.
—La fatalidad puede que intente guiar sus pasos si no está junto a usted.
—Es la astucia quién guía mis pasos, no la piedra. Por favor —le pide alargando la mano y mostrándole la piedra—, acepta llevarla contigo y destierra tu preocupación.
—Mi señora, se lo ruego, no me obligue aceptarla: nunca me perdonaría si algo le ocurriera por alejarla de su lado.
Cixí mira por encima del hombro de An y, mientras sopesa si seguir insistiendo, contempla el Gran Canal que se impone soberbio ante ellos.
Esa misma mañana, al despertar, había sentido la incipiente necesidad de ofrecerle la piedra que siempre llevaba. Cierto es que nunca fue supersticiosa y nunca condicionó sus decisiones a ella. Sin embargo… esta vez…
—Por favor, mi señora, se lo ruego —suplica An.
—Está bien. No insistiré más. No obstante, prométeme que serás cauto hasta tu regreso.
—Lo seré, mi señora. Se lo prometo.
Entonces, se inclina ante ella y se aleja por última vez de su ama.
Cixí escucha desde el muelle el gemido seco de los mástiles cuando la brisa estival hincha las majestuosas velas de las dos barcazas dragón. An Dehai sube al barco y ordena. El timón se desliza bajo las aguas y se retiran las amarras. Justo después, las dos fastuosas embarcaciones se pone en movimiento. Las majestuosas banderas imperiales ondean al viento en la popa de los juncos que las acompañan. Y mientras, la emperatriz viuda Cixí observa cómo se aleja la flota trazando una estela blanca sobre las cobrizas aguas del Gran Canal.
La emperatriz viuda Cixí abrió los ojos y carraspeó. Los murmullos cesaron y la sala quedó tan silenciosa como una noche sin grillos. A continuación, y a pesar de que aún permanecía turbada por sus recuerdos, habló a los hombres con voz serena y decidida.
—Las emperatrices viudas hemos acordado que el sucesor del emperador será adoptado por nuestro difunto marido y, por tanto, su educación quedará bajo nuestra supervisión.
La astucia de Cixí asombró de nuevo a la corte como tantas otras veces lo hizo en el pasado.
Cierto era que lo más apropiada hubiera sido nombrar al nuevo emperador hijo adoptivo del difunto Tongzhi, y no de su padre, pues fallecía sin descendencia y no había nombrado sucesor. Sin embargo, esto supondría para Cixí convertirse en abuela, a su nuera Alute en madre y, por ende, regente del imperio, dejando el camino despejado para los hombres más conservadores de la corte. Un hecho que, por supuesto, la emperatriz viuda no estaba dispuesta a permitir.
Cixí buscó un rictus de objeción a sus palabras antes de continuar, pero no halló lo que buscaba; así pues, acarició la piedra de jade azul y se dispuso a pronunciar el nombre del elegido.
—Zaitián será el nuevo emperador —anunció con voz sorda y esbozando una sonrisa de satisfacción.
La emperatriz viuda buscó con la mirada a su cuñado y los demás hombres giraron la cabeza hacia el príncipe Chun. Entonces, el color cobrizo de su piel se tornó en níveo y un leve temblor recorrió su cuerpo. No era de extrañar, pues apenas había pasado un par de primaveras cuando la muerte le arrebató a su primogénito y ahora, la emperatriz, lo despojaba del único hijo que le quedada.
De pronto, en un acto reflejo, como el padre que intenta salvar a su hijo caído sobre las aguas bravas de un río, el príncipe Chun se arrojó frente al vació trono del emperador y, postrándose ante ella, comenzó a suplicar entre sollozos.
Cixí lo miró impasible, sin apenas inmutarse, mientras evocaba aquel otro tiempo en el que ella también debió suplicar por culpa de su cuñado.
—¡¿Cómo se atreven?! —grita, mientras aferra con fuerza la piedra de jade.
—Hermana menor, por favor, debes calmarte.
—¡¿Calmarme?! ¿Cómo puedo calmarme cuando insisten en decapitar a An?
Cixí cae sobre el suelo, abatida, sin apenas fuerzas para luchar, mientras no cesa de pesar que, si hubiese seguido los cauces establecidos en la corte para la compra de los trajes nupciales de su hijo, nada de esto hubiera ocurrido.
Ci’an se inclina y abraza el aovillado cuerpo de su hermana.
—Aún tenemos tiempo —le afirma, acariciándola con su dulce voz.
—Tiempo —dice Cixí, exhalando un amargo suspiro—. Ya no hay tiempo—añade con voz apagada.
—Aún continúan debatiendo y la decisión no está tomada. Además, ambas debemos sellar el decreto y, retrasándolo, ganaríamos tiempo.
Cierto es que Cixí conoce bien a esos hombres y que todos ellos tienen una opinión unánime sobre los eunucos, por lo que no cree que vayan a cambiar de opinión. También sabe que tarde o temprano la obligaran a sellar el decreto y que no podrá negarse, puesto que la tradición está tan arraigada en su pueblo que negarse supondrá su derrota y la victoria sus detractores. Así pues, sólo le queda una única opción, aunque con ella confirme los rumores ante la corte.
Una que hasta el más humilde de sus súbditos conoce.
Una que nunca antes ha tenido que utilizar.
Una que tanto dañará su orgullo.
Y no es otra que la súplica.
—Yo no puedo implorar el perdón del Pequeño An, pues no se me permite estar presente en la decisión, pero tú puedes hacerlo por mí —dice Cixí con voz amarga—. Por favor, hermana mayor, te ruego que supliques por su vida…
De pronto, el llanto brota de su garganta silenciando su voz y fortaleciendo su ruego.
—No desesperes, hermana menor, así lo haré. Pediré su perdón en pago a todos los años que te ha servido con devoción.
Los golpes secos de la frente contra la tarima reverberaban en los cuerpos de los hombres que, en silencio, contemplaban la grotesca escena sin comprender, pues, para ellos, supondría un gran honor que cualquiera de sus hijos fuera nombrado Hijo del Cielo.
Mientras, Cixí continuaba ensimismada, saboreando plácidamente la dulce venganza que, en parte, mitigaba la penuria que aún sentía tras la decapitación del Pequeño An. Esa misma que la enclaustró en sus aposentos a lo largo de un mes sin apenas dormir y vomitando los escasos alimentos que consumía. Esa misma que enfermó su alma que no su cuerpo, a pesar de que los médicos imperiales dijeran lo contrario. Esa misma que le causó tal depresión nerviosa que le llevó a ordenar la ejecución del íntimo amigo de An, pues osó decir en voz alta lo que todos ya pensaban. Esa misma que, en definitiva, provocó su cuñado hostigando a los nobles para decretar cuanto antes la ejecución, puesto que la emperatriz viuda Cixí había llegado demasiado lejos con sus heterodoxas decisiones.
Cuando el príncipe Chun se desplomó sobre la cálida tarima de madera, la amarga letanía cesó y regresó el silencio a la sala. Cixí, entonces, apartó la mirada de su cuñado y, realizando una señal con la mano para que retiraran el cuerpo, retomó su alocución como si nunca hubiera sido interrumpida.
—Zaitán adoptará el nombre de Guangxu, el emperador de «la gloriosa sucesión» —dijo mientras observaba cómo arrojaban el cuerpo inconsciente en el rincón más alejado de la sala—. Ahora, id presto a redactar el decreto y enviad una escolta para traer al nuevo emperador al lugar al que ya pertenece—añadió mirando a Junglu, el chambelán de la corte.
Cixí no sólo había conseguido mitigar su dolor y resarcir la memoria de su eunuco, sino también deshacerse de un viejo adversario político y entronar a alguien de su sangre, pues Zaitián era hijo de su hermana.
La emperatriz viuda permaneció sentada sobre el kang tras abandonar los hombres la sala. Miró a cada uno de sus sumisos eunucos y acarició la piedra de jade azul de la buena suerte mientras pensaba si todo hubiera sido diferente, si An hubiera aceptado su piedra.
—¿Mi señora? —dijo Junglu.
—¿Sí? —dijo Cixí, guardando la piedra.
—El nuevo emperador aguarda en la puerta.
Cixí, entonces, elevó la mano ordenando su entrada pensando que las aguas de un río nunca son las mismas y que detrás de aquella puerta aguardaban entrar las nuevas.
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Topito
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Re: CP X - La viuda del Dragón y el Pequeño An

Mensaje por Topito »

Ejecución: mejorable. Me gusta el detalle de la piedra y que esté presente a lo largo del relato. Me gusta la ambientación en algunos momentos del relato. No obstante, creo que se puede añadir más información: no me queda claro ciertos temas. Aunque un relato histórico siempre es muy complicado y admiro que te atrevieras.

Punto fuerte: la historia a contar es muy buena. Y el recurso de contar el pasado en presente le da un punto diferente y atrevido.
Punto flaco: le falta un buen repaso, ¿las prisas para enviarlo? Imagino.
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Shigella
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Re: CP X - La viuda del Dragón y el Pequeño An

Mensaje por Shigella »

Otro de los que me he enterado regular.
La ambientación china me gusta mucho y realmente quería seguir la historia, pero se me ha escapado. El pequeño An era un eunuco. ¿Era el amante de la protagonista o el hijo? ¿Y qué relación tiene con el sucesor que están buscando? ¿Y con los políticos de un bando y de otro?
Nada, que me he perdido la mitad. :(
1, 2... 1, 2... probando...
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Gavalia
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Re: CP X - La viuda del Dragón y el Pequeño An

Mensaje por Gavalia »

Supongo que hay que conocer algo más de lo que yo sé sobre orientales, modos y maneras, y más aún, los asuntos de intrigas palaciegas para coger el ritmo del relato. Tengo cierta confusión al respecto de quién es quién. La verdad es que me he perdido un poco en la lectura, creo que a cuenta de ese mismo desconocimiento. Parece bien escrito pero también mejorable. Con eso me quedo. Gracias por compartirlo.
En paz descanses, amigo.
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elultimo
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Re: CP X - La viuda del Dragón y el Pequeño An

Mensaje por elultimo »

La ambientación y el estilo, geniales. Me ha impresionado tu dominio de la cultura china y lo bien que lo has aplicado a este relato. Lo malo es que la historia no me ha llegado tanto y me ha aburrido un poco, y aunque la historia de la venganza la narras muy bien, creo que es algo difícil de seguir la historia porque das por supuesto ciertas cosas que no quedan muy claras, como por ejemplo la relación que hay entre los personajes.
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jilguero
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Re: CP X - La viuda del Dragón y el Pequeño An

Mensaje por jilguero »

Aunque hay algunas faltas de concordancia entre sujeto y verbo, y algunas tildes desubicadas, se nota que la prosa está trabajada. Se han usado nombres y expresiones muy poéticas, lo cual, por un lado contribuye a crear bien la ambientación un tanto exótica, pero por otro, por ser expresiones a veces “tópicas” (no sé si es el adjetivo más adecuado), hacen que tenga uno la sensación de que esta historia la ha escuchado ya.
Sentimientos encontrados me produce este relato: me gusta el cariño y el cuidado (salvo algunos pequeños descuidos) con que está montado el escenario, sus personajes y la historia; me gusta que el autor haya intentado usar expresiones poéticas; pero la historia, aunque sé que es distinta a otras, he tenido la sensación de que me sonaba.


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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Ratpenat
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Re: CP X - La viuda del Dragón y el Pequeño An

Mensaje por Ratpenat »

Dejo aquí aclaraciones que he buscado en la wiki.
Ci'an
La emperatriz consorte Ci'an, nació en Pekín, en 1837. Fue esposa del emperador Xianfeng. Nombrada primera emperatriz, selló una relación cada vez más estrecha con una de las concubinas imperiales, Cixi. Nunca le dio un hijo su esposo y se contentó con criar al hijo que Xianfeng tuvo con Cixi, que fue ascendida a emperatriz. El cuidado del pequeño Tongzhi se selló aquella extraña amistad, no desprovista de cierta rivalidad.
(...)
Cuando el emperador Tongzi murió en 1875 como consecuencia de viruela -aunque algunos decían que fue a causa de la sífilis por sus continuas visitas a burdeles de Pekín-, la emperatriz Ci'an se refugió cada vez más en su propio mundo. Su desapego por los asuntos políticos del imperio no hizo sino crecer. Una vez subió al trono el emperador niño de cuatro años Guangxu, y se instauró de nuevo una regencia, Ci'an delegó todo el peso político a Cixi, pese a que continuó manteniendo su papel de regente. Durante sus últimos años de vida, Ci'an se convirtió en una auténtica figura materna para el joven emperador Guangxu, al igual que lo había sido para su antecesor. Finalmente murió de un derrame cerebral en 1881, y no a causa de un envenamiento planificado por Cixi, como tradicionalmente se ha dicho.
Cixi
La emperatriz viuda Cixí (...) fue una gobernante china que ejerció el poder efectivo desde el año 1861 hasta su muerte en 1908, habiendo desempeñado entre otros el cargo de regente. Su etapa en el poder coincidió con los años de declive de la dinastía Qing o manchú, la última dinastía imperial china. Su nombre de pila era Orquídea.

Cixi fue concubina del emperador Xianfeng (咸丰). Tras el embarazo del hijo y heredero del emperador Xianfeng, Cixi alcanzó una gran influencia en la Ciudad Prohibida, tanta incluso que provocó los celos y envidias de muchos miembros de la corte imperial, entre ellos la emperatriz Ci'an y uno de los consejeros más poderosos de palacio, Sushun.

A pesar de todo, la habilidad política de Cixi la ayudó a salvar la dinastía y el destino de su hijo y emperador Tongzi, venciendo las tentativas golpistas de Sushun y regresando a la Ciudad Prohibida. (...)

Así, en 1861, Cixi y la también emperatriz viuda Ci'an (慈安), se convirtieron en monarcas regentes en nombre del hijo de Xianfeng, el emperador Tongzhi (同治), que asumiría el poder imperial al alcanzar la mayoría de edad en 1873.
Tongzhi
Del clan Manchú Aisin Gioro, fue el décimo emperador de la dinastía Qing, y el octavo emperador Qing que gobernó sobre china.

Su reinado, desde 1861 hasta 1875, que se prolongó de manera efectiva a través de su adolescencia, fue eclipsada en gran parte por el estado de su madre la emperatriz viuda Cixí. Aunque tenía poca influencia en los asuntos del Estado, los acontecimientos de su reinado dio lugar a lo que los historiadores llaman la "Restauración Tongzhi", un intento fallido de estabilización y modernización de China.
La ciudad Púrpura - Ciudad Prohibida
El nombre común en español, «La Ciudad Prohibida», es una traducción del nombre chino Zijin Cheng (en chino, 紫禁城; en pinyin, Zǐjìnchéng, literalmente «Ciudad Púrpura Prohibida»)
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A. Puerta Sur
B. Puerta de la Divina Armonía
C. Puerta Gloriosa del Oeste
D. Puerta Gloriosa del Este
E. Torres
F. Puerta de la Suprema Armonía
G. Salón de la Suprema Armonía
H. Salón de la Eminencia Militar
J. Salón de la Gloria Literaria
K. Tres Palacios del Sur
L. Palacio de la Pureza Celeste
M. Jardín Imperial
N. Salón del Cultivo Mental
O. Palacio de la Longevidad Tranquila
El palacio de la Esencia Concentrada no sé cuál es :oops:

Kang
Imagen

An - Eunuco
In 1869, the Empress Dowager sent him on a mission to the Imperial Textile Factory in Nanjing. On this trip, he traveled on the Grand Canal with a conspicuous display of imperial authority. This was an open violation of palace rules which prohibited palace eunuchs from leaving the capital city by themselves on the penalty of death in order to prevent them from gaining too much power.
Zaitian
Tras la muerte del emperador Tongzhi, la emperatriz Cixi, asumiendo de nuevo la regencia del imperio, fue a buscar a su sobrino, el heredero al trono, un bebé de pocos meses, para llevarlo con ella a la Ciudad Prohibida. El futuro emperador se crio como lo habían hecho los anteriores miembros de la dinastía Qing. La emperatriz Cixi se ocupó de organizar la educación del emperador en un intento de convertirlo en un candidato aceptable en la decadente política imperial que había vivido China desde la Primera Guerra del Opio.
Reinó bajo la tutela de su tía, la emperatriz regente Cixi, cuya política xenófoba concluyó con la intervención militar de las potencias europeas, Japón y Estados Unidos en 1900. Falleció en 1908
El relato exige un poco de investigación, lo cual no debe ser un problema si luego todo fuese coherente. Sin embargo, me ha dado la impresión de que ocurren demasiadas cosas en poco tiempo. Para un relato así, considero que enfocarte en uno de los personajes en una de sus vivencias habría sido mucho más llevadero de leer. Tal cual se ha escrito es algo confuso e incómodo de leer.

Además tienes errores, faltas de ortografía, cambios en el tiempo verbal que no vienen a cuento y una redacción mejorable en algunos trozos (en otros me ha gustado mucho).

La ambientación sí me gusta y me encanta el vocabulario, usando expresiones asiáticas, como la metáfora del bambú. Ahí me has gustado mucho. :boese040:

Tengo el corazón partido con este relato. Me gusta y no me gusta. Veremos cómo se macera mi opinión...
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elultimo
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Re: CP X - La viuda del Dragón y el Pequeño An

Mensaje por elultimo »

Pues ahora, después de saber todo esto, me da lástima que el relato no transmita toda esa historia.
stradivarius
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Re: CP X - La viuda del Dragón y el Pequeño An

Mensaje por stradivarius »

Debo ser muy simple, pero a mi me ha aburrido soberanamente, espeso y rebuscado. Siento este arranque de sinceridad autor/ora.
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Iliria
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Re: CP X - La viuda del Dragón y el Pequeño An

Mensaje por Iliria »

Me ha gustado cómo ha ido transcurriendo el relato, pero he llegado a un punto en la trama donde me he perdido un poco. Por otro lado, las descripciones poéticas en alusión a la cultura china enriquecen mucho la prosa, y el ritmo me ha parecido muy adecuado.
Coincido con los compañeros: si hubieses aclarado un poco más la relación entre los personajes, te hubiese salido un relato redondo.
Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas - Cicerón :101:
-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
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Sinkim
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Re: CP X - La viuda del Dragón y el Pequeño An

Mensaje por Sinkim »

Es una pena que una idea tan buena no haya podido desarrollarse como se merecía, tenía fondo para ser un gran relato :D

Hay algunos saltos temporales que no quedan demasiado claros :)

Un buen repaso al acabar el concurso podría convertir este cuento en una joyita :lol:
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
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Isma
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Re: CP X - La viuda del Dragón y el Pequeño An

Mensaje por Isma »

Ay, ayayay. Aaaaayy, ayayay.

Creo que al autor le ha pillado el toro. Lo digo porque hay pequeñas cosas, las típicas en las que uno no cae de primeras, y que habrían mejorado enteros la lectura.

Por ejemplo, la separación en párrafos de la historia principal y los recuerdos. Me ha resultado confuso leer las dos tramas entremezcladas. No he sabido distinguir a tiempo cuándo es el momento presente y cuándo el recordado. Quizás se resuelve con sólo separar los párrafos un poco más.

También hay algunas construcciones que se han quedado cojas. También lo típico de repasar rápido y quizás haciendo cambios de mayor alcance. Por ejemplo, al principio: “—Zaitián —le respondió tan firme como dictaba el castigo a los eunucos.”. La aclaración me resulta confusa; creo que falta un verbo. O al final: “Cixí, entonces, elevó la mano ordenando su entrada pensando que las aguas de un río nunca son las mismas y que detrás de aquella puerta aguardaban entrar las nuevas.”. Lo que he resaltado me suena raro aunque formalmente pueda ser correcto.

Estas tonterías me han chuchurrido un poco la experiencia de lectura. Otras cosas me han llamado la atención, por lo bueno. El lenguaje es rico y la ambientación bastante cuidada, con detalles y nombres particulares que se agradecen. La historia es un pelín confusa aunque ya no sé si es debido a lo anterior que he señalado o a otra cosa. Las comparaciones no me han resultado especialmente acertadas aunque comprendo la intención de adoptar un lenguaje verosímil para el tema y época: por ejemplo, comparar la dinastía con una niebla que puede desvanecerse al sol... hombre, ni en el peor caso la dinastía puede ser como una niebla, tan etérea.

En fin, no sé. Si puedo lo vuelvo a leer, aunque me dejo llevar por la primera impresión.
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Desierto
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Re: CP X - La viuda del Dragón y el Pequeño An

Mensaje por Desierto »

Este relato refleja que el autor@ tiene en mente muy claro lo quequiere contar, lo,cual es loable, pero no lo consigue narrar con precisión. Se aprecia. Varios fallos de narrador y de ti po que lo hacen un poco confuso a ratos. Es una pena porque la idea es buena.

Luego, me vais a permitir que haga de aguafiestas, queridos co-foreros, el juego que os traéis algunos con el níeveo y el aovillado, aunque más o menos divertido, creo que es un error: distrae la atención y te saca de la historia de una patada.
Sé que me vais a defenestrar por tan incendiarias declaraciones, pero si no lo digo, reviento.
Es el terreno resbaladizo de los sueños lo que convierte el dormir en un deporte de riesgo.
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Gavalia
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Re: CP X - La viuda del Dragón y el Pequeño An

Mensaje por Gavalia »

:meparto:
En paz descanses, amigo.
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Shigella
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Re: CP X - La viuda del Dragón y el Pequeño An

Mensaje por Shigella »

Eso lo comentamos en todos los concursos, tranquilo. :lol:
1, 2... 1, 2... probando...
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