CP X - Rebelión en la fiesta - Raumat

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CP X - Rebelión en la fiesta - Raumat

Mensaje por lucia »

Rebelión en la fiesta

Esa tarde estaba la plaza llena a rebosar, no cabía un alfiler. Y eso que la corrida se retransmitía en directo por televisión. Pero claro, es que el cartel era de campanillas. Y al frente de ese cartel, el número uno sin discusión del escalafón taurino del momento, el por todos los entendidos aclamado Diego “Canillas” Albacete.
Diego era el torero de moda, el más artista, el más valiente, el que había batido todos los récords de trofeos conseguidos, el que raro era el día que no cortara algún rabo. La afición vibraba con él. Ningún otro podía transmitir con la misma intensidad el arte del toreo, el valor, la emoción. En innumerables ocasiones había salido a hombros por la puerta grande, rodeado y aupado por sus incondicionales, que le adoraban como a un dios.
Esa tarde Diego se sentía confiado, optimista, seguro de un nuevo triunfo. Le habían hablado de los toros que tenía que lidiar, de la ganadería de Viñas y Abuelo. En suerte le habían correspondido dos cuatreños ­–Cencerrete y Venusiano­– que habían complacido al apoderado del matador. El “Canillas” era el espada que abría el festejo, ya que era más veterano que sus compañeros de terna, dos jóvenes lidiadores con gran futuro que pugnaban por desbancarle de su puesto de honor en el escalafón; pero, para que eso sucediera aún tenía que pasar mucho tiempo, pensaba Diego. Y es que cada tarde demostraba con su maestría por qué era el número uno y lo iba a seguir siendo a poco que le acompañara la suerte y le respetaran las astifinas cornamentas de los morlacos.
Cencerrete, colorado, ojo de perdiz, salió corretón de los chiqueros, dándose un par de vueltas por el ruedo antes de hacer caso a las llamadas de su matador. Tras unos lances de tanteo, Diego comenzó una serie de verónicas de indudable gusto jaleadas por los olés de los aficionados, para cerrar con un artístico remate que dejó a Cencerrete desarbolado. Una sonora ovación premió la faena de capa del maestro. Aunque Diego se había quedado un poco “mosca”. Resulta que el toro guiñaba los ojos –unas veces el derecho, otras el izquierdo– antes de cada embestida. En los dos primeros lances apenas si dio importancia al hecho, pero al comprobar que la circunstancia se repetía en todas las ocasiones, el “Canillas” empezó a mirar con cierto recelo al astado. “Joder con tanto guiño… parece que este bicho se cree que estamos de broma… que esto es un juego o algo así”, pensó Diego. En todo caso, la realidad era que el toro había entrado por ambos pitones con una nobleza admirable, siguiendo el engaño sin crear la más mínima dificultad al matador y contribuyendo a su lucimiento. Sin embargo, ese guiño…
El presidente cambió el tercio y los picadores entraron al ruedo, muy serios ellos, con sus largas picas dispuestas para castigar a Cencerrete. Diego Albacete colocó al toro en suerte y éste se arrancó de lejos al caballo. Y lo que entonces sucedió dejó atónito a Diego, a sus subalternos, a los espectadores que contemplaban el espectáculo en directo, a los que lo hacían a través de la pequeña pantalla y, sobre todo, al picador.
Porque Cencerrete, centímetros antes de llegar a la afilada punta de la pica, cambió bruscamente su trayectoria, rodeó al caballo y le embistió por el lado contrario, levantándolo como si de un monigote se tratara y haciéndolo caer a la arena con las patas en alto. El serio picador, estupefacto, quedó aprisionado por el corpachón del caballo. Unos instantes después, con ojos que parecían querer escapar de sus órbitas, observó como el astado se aproximaba a él lentamente. Cencerrete bajó su cornamenta hacia el cuerpo del piquero, rozando, tan sólo rozando, la chaquetilla. Tras unos segundos, que se hicieron interminables, el toro se dio la vuelta y salió trotando alegremente.
De las gargantas de todas las personas que contemplaban el festejo, salió un suspiro de alivio; un suspiro que debió oírse lejos, muy lejos. El picador no emitió ningún suspiro; quedó completamente inmóvil durante unos segundos y después comenzó a agitarse preso de una fuerte crisis nerviosa.
Cencerrete, mientras tanto, proseguía su correteo, yendo a parar casi sin darse cuenta al otro picador que, como es reglamentario, cerraba puerta. El segundo piquero, mucho más serio que cuando había hecho su entrada en la plaza, preparó su pica y sujetó firmemente las riendas del caballo. El toro se le aproximaba casi de frente, por lo que obligó a girar a su cabalgadura, para presentar una postura más ventajosa ante el encuentro.
Pero el encuentro tampoco se produjo. Al menos, como se lo imaginaba el picador. Porque el morlaco volvió a cambiar su dirección eludiendo el arma del piquero y alcanzando la retaguardia del caballo. En esta ocasión, Cencerrete no embistió al equino, limitándose a cornearle en la parte del peto que cubría sus ancas. El caballo comenzó a huir al sentir los topetazos, pero su atacante le siguió sin tregua, bombardeando su retaguardia. Así, caballo delante y toro detrás, dieron tres vueltas al ruedo, entre gritos, lloros y alguna que otra carcajada de los espectadores, hasta que Cencerrete pareció cansarse de aquel juego y dejó ir suelto al caballo.
Para entonces, los auxiliares ya habían logrado aupar al primer picador a lomos de su cabalgadura; y como quiera que tras la huída del segundo piquero, coincidieran ambos en los terrenos del siete, mantuvieron una breve charla entre ellos y, juntos, muy juntos, encaminaron sus caballos hacia la puerta de cuadrillas desapareciendo tras ella poco después. Quedaba muy claro que no tenían la menor intención de enfrentarse de nuevo a Cencerrete.
En vista de la situación, el presidente no tuvo más remedio que cambiar el tercio, aun dejando sin picar al toro. En contrapartida, decidió que se le pusieran banderillas negras, a ver si de ese modo se le bajaban los humos al colorado.
En principio, estaba previsto que Diego “Canillas” Albacete fuera quien banderilleara los toros, ya que además de ser el número uno de los toreros, era también un artista con las banderillas en la mano. Sin embargo, dado como se estaban desarrollando los acontecimientos, Diego optó por dejar esta tarea a sus peones. Después de ímprobos esfuerzos para convencerles, y de asegurarles que ningún ser humano que estuviera presenciando la corrida les echaría en cara que los pares no los pusiesen como mandan los cánones, logró que sus subalternos cogieran las banderillas. Bastaba con clavarle los palitroques al toro de cualquier manera y donde fuera.
Pero, claro está, Cencerrete no parecía estar muy de acuerdo con que le agujerearan su colorada piel con aquellos pinchos, de modo que en cuanto el banderillero comenzaba su carrera, el cornúpeta le cortaba rápidamente la trayectoria, haciendo que el peón se diera media vuelta y corriera como perseguido por el diablo a buscar refugio en un burladero. Lo más que consiguieron los subalternos fue lanzar los palitroques contra Cencerrete cuando éste se les venía encima; pero, así, ningún daño podían causar al toro, por muy negras que fueran las banderillas.
Diego “Canillas” Albacete se removía confuso en el callejón. Su cabeza no conseguía encontrar una razón medianamente consistente que explicara el disparatado comportamiento del astado, que ahora permanecía en el platillo del ruedo, completamente sólo, sin nadie que osara acercársele.
Fue entonces cuando ocurrió en la plaza un fenómeno excepcional. Primero fue sólo un murmullo, un rumor que fue subiendo de intensidad poco a poco hasta convertirse en un grito unánime de los espectadores: ¡Diego, Diego, Diego! Sus incondicionales le aclamaban, le necesitaban, le insuflaban el valor suficiente con sus gritos para enfrentarse a Cencerrete. Al fin y al cabo, solamente él había conseguido salir airoso de la pugna con el toro. Y ese fervor de miles de personas iba causando efecto en los pensamientos del diestro, que volvía a tener confianza, volvía a sentirse capaz, hasta que –por fin– con gesto decidido, pidió la muleta y el estoque a su mozo de espadas, salió al ruedo, y se dirigió hacia el lugar donde se encontraba Cencerrete. Toda la plaza era un rugido; todos, en pie, coreando el nombre del torero, con infinitos pañuelos blancos ondeando al aire en signo de admiración.
Diego detuvo su resuelto avance a escasos metros del colorado. Durante unos segundos, ambos permanecieron inmóviles mirándose con fijeza. La plaza enmudeció. El “Canillas”, envalentonado, citó al toro. Cencerrete guiñó el ojo derecho y se arrancó hacia el torero, siguiendo el engaño con la cabeza abajo, los cuernos rozando la arena y la parte inferior de la muleta. El público gritó a pleno pulmón: ¡Olé! Diego volvió a citar con la mano derecha y Cencerrete volvió a embestir con casta y nobleza sin igual. Y la serie de pases continuó, magnífica, esplendorosa, en el mismo centro de la plaza, sin que los pies del torero se movieran del sitio un centímetro, sin que la embestida del animal disminuyera en su fuerza un gramo; y el público, borracho de torería, entusiasmado, acompañaba cada lance con entregados olés hasta alcanzar casi la locura cuando Diego remató la serie con un soberbio pase de pecho.
Tras un breve descanso, Diego comenzó a torear con la mano izquierda, ligando una serie de naturales de gran calidad, mostrando a aquél que no la conociera, la auténtica esencia del toreo, el arte más exquisito; haciendo sentir a los millones de espectadores que presenciaban “in situ” o no el espectáculo, un escalofrío que recorría el cuerpo, ante la belleza sin igual del arte en el ruedo. Naturales, redondos, pases por alto, molinetes, pases de rodillas y de pecho se sucedían, produciendo composiciones plásticas exquisitas, vibrantes. Era, sin duda, la mejor faena de su vida.
Pero Diego “Canillas” Albacete cometió un error, un error monumental. Porque tras una serie de muletazos, hizo un desplante en la cara a Cencerrete. Un adorno con el que mostraba al respetable que tenía al toro completamente dominado, a su merced. Y al astado no pareció gustarle que se burlaran de él, que se riera en su cara ese matador que tenía enfrente, ese hombre al que había proporcionado los mejores momentos del toreo. Era como si le hubiera engañado. De modo que el colorado se arrancó de improviso, volteando por los aires al confiado espada y provocando un grito unánime de pavor en los tendidos. Diego cayó al suelo, pero un instante más tarde era izado otra vez por el cornúpeta, hasta besar la arena de nuevo. Cencerrete estaba muy enfadado. Enganchaba sin cesar al maestro y lo revolcaba por el suelo jugando con él como si fuera una marioneta. Gritos de pánico surgían de miles de gargantas cada vez que el colorado arremetía contra el maltrecho Diego. Cuando Cencerrete se cansó de revolcar al torero, lo enganchó por el trasero, elevándolo unos metros, y pareció colocarse de forma, que Diego, al caer, lo fuera a hacer sobre su lomo. Y, en efecto, así ocurrió. Entonces, Cencerrete emprendió una rápida carrera hacia la puerta de cuadrillas y, poco antes de llegar a ella, se frenó bruscamente, saliendo despedido hacia delante Diego “Canillas” Albacete que, franqueando la barrera limpiamente, fue a dar con sus huesos en tierra, quedando allí, inmóvil, pálido, sin aliento y convertido en una piltrafa.
Una hora después, Cencerrete todavía seguía en la plaza, pero echado cómodamente sobre la arena. Nadie más se había atrevido a molestarle. Diego Albacete había sido llevado a la enfermería y aún continuaba en ella. Los otros dos matadores que completaban el cartel se negaron en rotundo a encargarse del colorado, y éste empezaba a sentirse un poco aburrido, allí solo, sin nadie que le hiciera compañía. Poco después, el presidente dio orden de que el toro fuera devuelto a los corrales.
Al ver aparecer los cabestros, Cencerrete pareció alegrarse; se levantó inmediatamente y se dirigió hacia ellos. Los olisqueó con satisfacción durante unos segundos; después levantó la cabeza, y desparramó su mirada sobre la multitud de seres que permanecían sentados en silencio, tras la barrera. Unos instantes más tarde, el toro desaparecía de la arena en compañía de los cabestros.
Cuentan algunos que Cencerrete, tras la corrida, se libró por alguna misteriosa razón del matadero y fue devuelto a sus verdes prados de origen, donde todavía retoza feliz. Otros dicen que el colorado fue adquirido por un prestigioso ganadero para utilizarlo como semental, labor que –según ellos– cumple Cencerrete con sumo placer. Diego “Canillas” Albacete no ha vuelto a vestirse de luces desde aquella infortunada tarde. A la mañana siguiente se cortó la coleta.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Sinkim
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Re: CP X - Rebelión en la fiesta

Mensaje por Sinkim »

Una historia simpática y graciosa que se lee con placer :D Me ha gustado mucho Cencerrete :lol: :lol: Cuántas veces he deseado que un toro así apareciera en los ruedos para dar una lección a todos los que participan de la “fiesta” :twisted: :twisted:
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
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Ratpenat
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Re: CP X - Rebelión en la fiesta

Mensaje por Ratpenat »

¡Qué mala leche, Cencerrete! :lol: Me ha recordado al toro de Mortadelo y Filemón.
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Pues bien, esta historia es magnífica. Demuestra un vocabulario taurino impresionante. La acción es acorde con una redacción trepidante, que no te deja ni un momento de respiro. Y el final es simpático, Cencerrete no mata a nadie y puede pastar en el campo y hacérselo con las vacas que quiera como buen macho alfa. Enhorabuena por un trabajo bien hecho, autor/a.

No voy a criticar la temática, pues es tan buena como cualquier otra. Los toros no son de mi agrado en ningún caso, aunque bien escribí un relato en el que empatizaba con los amos de un bar taurino. Te dejo el enlace aquí, por si te apetece (o a cualquier otro) leerlo. Claro que tras leer esta obra, lo mío en comparación se queda en una cagarruta, avisados quedáis. Aún así, como he dicho, la temática es libre y me parece perfecto hablar de los toros. Pues aunque no me gusta, bien que me gusta saber más. Y aquí algo he aprendido.

Que me molas, autor/a, ya lo he dicho :D
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Shigella
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Re: CP X - Rebelión en la fiesta

Mensaje por Shigella »

Este relato me ha costado. La narración de la corrida se me ha hecho tan pesada como se me haría la narración de un partido de fútbol (sí, el fútbol me interesa cero), con el agravante de que lo estaba pasando mal todo el rato por el pobre toro. El toreo me repele demasiado.
A tu favor, por supuesto, el final, que quita un peso de encima. Pero para mí no compensa, lo siento. :(
1, 2... 1, 2... probando...
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Ororo
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Re: CP X - Rebelión en la fiesta

Mensaje por Ororo »

Lento.

Un relato muy bien escrito, con calma. Demasiada.

Eso sí, qué idea más curiosa se te ha ocurrido, autor. Lo de los guiños del toro y su burla. Me ha encantado. El argumento sí que me ha gustado y también la inteligencia que derrocha. Pero se me ha hecho tan lento…

Con alguna gracieta más del toro, llegando al absurdo, creo que me habría gustado más.

Enhorabuena por el trabajo de todas formas.
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Gavalia
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Re: CP X - Rebelión en la fiesta

Mensaje por Gavalia »

Este relato bien podría haberlo escrito nuestro compañero el aviador, no sé si sabéis a quién me refiero. La verdad es que hace mucho tiempo que no lo veo por el foro y es que no me acuerdo de su nick pero si de su avatar. Trata como nadie el mundo del toro, de la misma forma que lo hace el presente trabajo. Es una pena que no sea yo el autor como piensa nuestro valenciano de pro, y mira que me fastidia, pero creo que no está a mi alcance confeccionar un relato así. Me pasa lo que a muchos; sufro por el toro una barbaridad y como sé cual es la realidad, tu final no me alivia nada la sensación. En fin, que muy bien escrito como es de esperar si es de quien creo que es, y si no también. Enhorabuena de todas formas.
Bravo y gracias por pasarte por aquí seas quien seas y dejarnos tu aportación.
En paz descanses, amigo.
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jilguero
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Re: CP X - Rebelión en la fiesta

Mensaje por jilguero »

¡Qué bueno, ese toro tomando las riendas de lo que ocurre en el ruedo!
La idea me ha parecido una de la más originales por el momento, la prosa estupenda y el vocabulario ni te digo. Una pena, autor, que mi abuelo no esté ya vivo pues seguro que disfrutaría un montón con tu relato. :D
No es mi tema favorito pero has tejido un relato tan castizo y tan poco cruento que lo he leído con mucho gusto. En algún momento se me ha hecho un poco lento, como si en algún muletazo te hubieras girado un poquito más lento de la cuenta. No encuentro ninguna otra pega que ponerte.
Un buen trabajo, enhorabuena :60:


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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ACLIAMANTA
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Re: CP X - Rebelión en la fiesta

Mensaje por ACLIAMANTA »

No diría que es uno de mis preferidos pero me gustó. Me divertí leyéndolo (gran mérito , autor, porque comencé sin muchas ganas :oops: y con lo nada que conozco del arte del toreo…).
Y, “se retransmitía en directo”?
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blinder
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Re: CP X - Rebelión en la fiesta

Mensaje por blinder »

Hola!

Este fue el relato que más me llamó la atención por su nombre. Haciendo referencia a "Rebelión en la granja" se ganó mi atención.

Me ha gustado mucho el personaje de Cencerrete. Esos guiños conquistarían a cualquiera, normal que acabara de semental. La historia me ha gustado mucho, acaso esperaba otro final aunque no se bien cual. La redacción creo que es muy buena, ya que no me ha costado nada terminarlo.

Enhorabuena y larga vida a Cencerrete!
:batman:
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barrikada
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Re: CP X - Rebelión en la fiesta

Mensaje por barrikada »

Gran relato, muy original escoger el tema taurino. Se nota que el escritor domina ese mundillo ya que nos ha regalado una descripción muy precisa de la fiesta. Quizá como historia quede algo falta, porque cojea en ese tono más humorístico que pretende abrir en ciertas ocasiones, pero está tan bien escrito y ambientado que no se le puede reprochar nada. Enhorabuena, escritor.
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Gisso
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Re: CP X - Rebelión en la fiesta

Mensaje por Gisso »

La verdad es que me ha parecido algo divertido y me encanta que el toro tome su venganza, pero... Me pasa que, con tanta definición y palabrerío taurino, mis prejuicios sobre este mundillo hayan estado a flor de piel durante toda la lectura. No me ha dejado disfrutarlo del todo. Yo creo que con otro tono me hubieras ganado. También me da penita que reciba el pobre caballo :( . De todas formas es un puntazo de relato :D

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imation
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Re: CP X - Rebelión en la fiesta

Mensaje por imation »

Al principio me ha despistado porque tiene un par de frases muy coloquiales. Pero luego se desarrolla una gran riqueza de vocabulario y composición.
M han hecho mucha gracia los guiños del cornúpeta :lol:

Buen relato.
Leyendo: Ensayos, George Orwell.


"Se dispersa y se reúne, viene y va", Heráclito.
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Berlín
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Re: CP X - Rebelión en la fiesta

Mensaje por Berlín »

Vaya, pensaba que iba a sufrir mucho con este relato. No puedo con "el arte del toreo", a mi me parece un acto cruel y deleznable que define muy bien al que lo realiza y a quien lo jalea. Pero eso es otra historia y sólo es mi opinión.

La historia que nos ocupa me ha encantado. Está muy bien escrita y creo que el autor se ha documentado muy bien, o es un amante de ese "arte, cosa que por otra parte no es de mi incumbencia. Sea como sea en cuanto a la forma es irreprochable. En cuanto al fondo, pues ¿qué quieres que te diga,autor? Que me declaro la fan número uno del toro Cencerrete, si señor.

Cojonudo. :60:
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Desierto
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Re: CP X - Rebelión en la fiesta

Mensaje por Desierto »

Lo primero: el relato destaca por su forma. Está escrito de maravilla y a pesar de que que el autor demuestra un buen dominio del vocabulario taurino,, no se pierde en adjetivaciones excesivas y la construcción de las frases es sencilla y muy fácil de leer.
En cuanto al tema, resulta muy atractivo el punto de coña morena de Cencerrete al inicio de la faena, pero el final me ha dejado un poco desconcertado: resulta demasiado realista, demasiado verosímil, con lo que rompe con la línea de humor absurdo que iniciaba al principio. Me hubiera gustado un final más disparatado, pero he disfrutado de todos modos.
Buen trabajo. Gracias.
Es el terreno resbaladizo de los sueños lo que convierte el dormir en un deporte de riesgo.
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Wintermute
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Re: CP X - Rebelión en la fiesta

Mensaje por Wintermute »

Ugh, yo soy de esos que todo lo taurino le escuece mucho. Además es un lenguaje que me cansa. Entiendo que aquí se hace con una intención subversiva que aplaudo, pero... no, no he podido con él. Pero sospecho que un yo carente de prejuicios igual hubiese valorado bien este relato.
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