CP X - La nueva Judit - Jilguero (3º Popular)

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
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CP X - La nueva Judit - Jilguero (3º Popular)

Mensaje por lucia »

La nueva Judit

En una fría tarde de otoño, envuelta en su glamoroso abrigo de pieles, la genial Josefina Vargas ―más conocida por los madrileños como «la Novia»―, abandonó el Hotel Imperial sin saber aún en qué emplearía aquellas horas de descanso. A diario daba vida en el Teatro Lara a la principal protagonista de Bodas de sangre. La puesta en escena estaba teniendo un gran éxito de taquilla, pero actuar noche tras noche sin caer en la rutina la dejaba exhausta. Por eso pretendía pasar aquel rato de ocio de manera desenfadada. Quiso el azar que su callejeo sin rumbo la condujera al Museo del Prado, en cuya puerta había un gran panel anunciando una exposición temporal de Caravaggio. El realismo de la obra que hacía de reclamo la animó a entrar. La observación de reproducciones tan minuciosas de la realidad le ayudaría sin duda a la puesta en escena de futuros papeles ―fue su razonamiento—. Uno de los vigilantes la reconoció y le pidió un autógrafo. La falta de anonimato en sus horas de solaz la mortificaba en extremo. «A la salida mejor», le respondió con cierto desabrimiento. Sin dar muestras de enfado, el admirador le dedicó una servil sonrisa y se dispuso a no perderle la pista hasta haber conseguido su propósito.

Nada más iniciar el recorrido, la actriz se detuvo delante de La virgen de los palafreneros, cuadro que contempló con embeleso hasta que sus ojos se fijaron en la serpiente, y la sangre gitana de los Vargas le hizo sentir un tremendo escalofrío. A continuación pasó, sin detenerse demasiado, antes varias reproducciones de San Francisco que la dejaron más bien indiferente. Empezaba ya a dudar de que la visita hubiera sido una buena idea, cuando entró en la sala donde estaba expuesta la que iba a ser la gran revelación de la tarde: Judit decapitando a Holofernes. Se detuvo delante del espléndido lienzo y, dejándose llevar por ese sexto sentido que tenía para captar la esencia de cualquier tragedia, se enfrascó en su contemplación. Los nombres de los protagonistas le sonaban de la escuela, de una puesta en escena de fin de curso en la que ella había participado. Se esforzó en recordar y, tras poner en pie de nuevo la leyenda bíblica, frunció el ceño con extrañeza. ¡Aquello era extraordinario!: en el rostro de Judit se adivinaba el horror; en el de Holofernes, la sorpresa ante la traición. Su veteranía como actriz dramática le permitió ponerse en el lugar de la otra, la heroína de Caravaggio. Al hacerlo la embargó una tremenda zozobra. Sospechó por ello que en la raíz de aquel drama había una pasión irrefrenable y se apiadó de la nueva Judit. Quiso, con todo, saber más, conocer los detalles, usar su prodigiosa memoria para recrear ella misma la escena.

Cerró la Vargas los ojos y, gracias a su poder de imaginación, consiguió al instante tener ante sí la llanura de Ragau, cerca del Tigris y del Eúfrates. Tras vencer en ella a Arfaxad, el rey Nabucodonosor invadió Mesopotamia y Siria. A Damasco arribaron en el tiempo de la siega, incendiando mieses y viñedos y talando con voracidad los bosques. Corrió el terror por la comarca y todos los pueblos fueron claudicando ante el temido ejército de Holofernes. Solo los israelitas, confiando en las promesas divinas, opusieron resistencia. Pero Yahvé debía estar demasiado ocupado y los asirios fueron asediando, uno tras otro, todos los asentamientos del pueblo elegido.

Fijó luego Josefina la mirada en la Judit del cuadro y, con suma facilidad, se metió en su piel. Ella, la viuda de Manasés, no supo que Betulia estaba sitiada hasta que la servidumbre le anunció que no había agua suficiente para el baño semanal. Contrariada, quiso saber qué le pasaba a la caudalosa fuente del sur, la principal abastecedora de la urbe. Se enteró entonces de que, buscando la pronta rendición de la ciudad, Holofernes había ordenado cortar el suministro de agua a través del acueducto del mediodía; asimismo, hombres armados vigilaban ahora el resto de los veneros cercanos a Betulia. La ciudad solo disponía de las reservas acumuladas en sus cisternas y, a fin de retrasar la rendición, se había racionado el agua a los vecinos. Su baño en agua tibia con leche de camella y esencia de violetas estaba en juego. Indignada con la situación, hizo llamar a Jabrís y Jarmís, dos miembros destacados del Consejo Municipal. Ávidos de gozar unos minutos de la consabida belleza de la viuda, los ancianos acudieron raudos. En sus cabezas se veían aún restos de las cenizas con las que se habían rociado para atraer la misericordia divina. Aunque aquel signo de servilismo le irritó, estaba en juego su fama de mujer piadosa y Judit hubo de disimular su enfado. Con fingida cortesía, les preguntó cómo pensaban librar a Betulia de aquel humillante asedio o, lo que venía a ser lo mismo, hasta cuándo continuaría su casa privada de agua. Que aquella gentil dama padeciera incomodidades les producía sonrojo, pero mucho más verse obligados a reconocer que su único plan era confiar en la voluntad de Yahvé.

Perdió Judit la compostura y, sin más ambages, les ordenó que abandonaran su casa. Por desventura, antes de que lo hicieran, dejándose llevar por un pronto de altanería, les anunció que ella sola llevaría a cabo lo que los miembros del Consejo no habían tenido el arrojo de hacer: enfrentarse a Holofernes y liberar a Betulia. Corrieron los ancianos hacia la puerta, el rostro encendido por la vergüenza, mientras exclamaban: «¡El Señor te asista en vengarnos de nuestros enemigos». Quedose a solas la viuda recapacitando sobre el alcance de aquel inopinado arrebato. En breve, su nombre estaría en boca de todos, formando parte de sus plegarias a la divinidad. Aquel impulso de arrogancia, propio de una mujer mimada por la vida, la había convertido ante sus paisanos en instrumento divino, en la mano valerosa de la que se iba a servir Yahvé para sacarlos de la ignominia.

A sabiendas de que no le quedaba otra salida digna que no fuera la de hacer realidad su promesa, Judit se aturdió. Pero, tras unos minutos de desconcierto, el rostro se le iluminó de nuevo. Llamó a su fiel criada y, con su ayuda, se despojó de la recatada vestimenta con la que, a fin de no escandalizarlos, había recibido a los ancianos. Lavó su cuerpo con la escasa agua de la que disponía y lo ungió luego con los aceites aromatizados que le traían los mercaderes de Damasco. Se recogió el cabello en un moño, pero dejando sueltos en ambas sienes los sensuales bucles que tanto enardecieron antaño a su difunto esposo. Se puso un jubón blanco de gasa y, buscando resaltar la generosidad de los senos, se lo ciñó al cuerpo con un cordón. Se colocó encima el traje de terciopelo pardo y, contemplándose con orgullo en el espejo, exclamó: «¡Holofernes, aunque asirio y enemigo, eres hombre y no podrás evitar rendirte a los encantos de esta judía!».

Atardecía cuando los centinelas les dieron el alto. ¿Qué hacían allí dos mujeres solas a esas horas?, le inquirieron con lascivia mal disimulada. Judit se apresuró a comunicarle su condición de hebrea, mas añadiendo que la absurda resistencia de los suyos le indignaba. Acudía con el propósito de rendirle honores a Holofernes y, al mismo tiempo, ofrecerle información confidencial que les facilitaría el acceso a Betulia. Apaciguados por su aparente fragilidad, mas también deslumbrados por su hermosura, los guardianes no dudaron en conducirla ante el temido capitán.

Estaba el asirio sentado, bajo un dosel púrpura entrelazado de oro con esmeraldas y piedras preciosas, cuando entró la viuda y lo cautivó con su belleza. Judit no bajó con todo la guardia y, tras hacerle una sumisa reverencia, se postró en tierra. Ordenó Holofernes a sus criados que la levantaran y, amansado ya por sus encantos, le adelantó que no debía temer por su vida. Quiso saber, no obstante, los motivos que la hacían pasarse a sus filas.

Empezó Judit su discurso con un «¡Viva Nabucodonosor rey de la tierra!», y otros halagos de similar naturaleza, que predispusieron en su favor a todos los congregados. Contole, entonces, que los israelitas estaban muy acobardados desde que, por culpa de sus pecados, habían dejado de gozar del favor divino. El hambre y la sed los tenían, además, tan debilitados que vagaban por la ciudad como sonámbulos. Buscando diferir un poco la rendición, habían sacrificado las bestias para saciar el hambre con su carne y la sed con su sangre; y lo que era todavía más condenable, estaban consumiendo los alimentos previamente consagrados a Yahvé. Ante semejante cúmulo de desatinos, con tal de poner fin a la infamia, había tomado la decisión de convertirse en su aliada. Conocía los entresijos de Betulia y, de su mano, podrían adentrarse en la ciudad con tanto sigilo que ni un solo perro osaría ladrarles. Embaucado por su belleza, mas también fascinado por su coraje, el capitán asirio resolvió confiar en Judit.

Se instaló la hebrea en el pabellón de los invitados y, a sabiendas de que nada excitaría más al asirio que cierta resistencia a su galanteo, rehusó compartir mesa alegando que no quería dar pábulo al escándalo. Pero cada noche se engalanaba y, con el pretexto de salir a orar, se contoneaba por los patios a la vista del cada vez más enardecido capitán. A la cuarta noche, ciego de lujuria, incapaz de contener su deseo por más tiempo, Holofernes envió al eunuco Bagoas para que suplicase a la hebrea que esa noche aceptara cenar con él y sus invitados. Supo así Judit que la presa estaba lista a entrar en la trampa y, tras ataviarse con ayuda de su vieja criada, acudió al encuentro de Holofernes.

Entró Judit en la sala, zalamera y bella, contoneándose ante los libidinosos ojos del asirio. Después de semanas sin yacer con mujer, la mera presencia de una lo enardeció sobremanera. Al notarlo, tratando de demorar un poco más el acercamiento, aminoró Judit el paso. Se sentó al cabo junto a él y, entretanto le murmuraba al oído frívolos halagos, le hizo beber demasiado —zafarse de aquellos fornidos brazos no iba a ser tarea fácil, se había dicho ella–. Sintió Holofernes, en estas, una necesidad irrefrenable de tocarla y dio la orden de que todo el mundo abandonara la estancia. Quedáronse a solas y, sin más rodeos, se encaminaron hacia el lecho. Para su propia sorpresa, Judit dio ya esos primeros pasos con cierto titubeo, como si buscara una demora no prevista. Y, cuando estuvo junto al tálamo, intentó posponer la coyunda con el pretexto de acrecentar el ulterior goce. Incapaz de contenerse por más tiempo, el asirio declinó el ofrecimiento y, con mayestática reverencia, la invitó a tumbarse.

El camastro de campaña, ennoblecido con suntuosos cortinajes granas, los aguardaba en la penumbra. Dudó Judit de nuevo, esta vez con mayor intensidad, sobre la conveniencia de seguir adelante con el engaño. Había en aquel rostro barbudo algo noble que la hacía sentirse culpable incluso antes de haberlo traicionado. Pero recordó las últimas palabras de los ancianos y, consciente de que su nombre estaría ya en boca de todos, comprendió que no le quedaba más salida que asumir su papel de libertadora de Betulia. Contra todo pronóstico, en lugar de abalanzarse sobre ella, el asirio le acarició la nuca con inesperada delicadeza. Aquel gesto sorprendió tanto a Judit, que no pudo evitar abandonarse al sensual abrazo del enemigo. Recorrió entonces, Holofernes, el cuerpo de la viuda con su cálida lengua. Y, cuando al cabo sus labios se fundieron, un placentero escalofrío tensó el cuerpo de la hebrea. Al notarlo, se despertó el sexo del asirio y ella, ahora arpa de carne y hueso, cuerda tensa a la espera de que la hagan vibrar, lanzó unos leves gemidos al sentirlo entre sus piernas. Con sus besos, trazaba el capitán una elipse de fuego alrededor de sus párpados entreabiertos; con las manos, amasaba el terciopelo de sus senos. Y cuando ella se creía ya incapaz de gozar más, una violenta sacudida de placer la recorrió de pies a cabeza.

Amanecía cuando Judit se despertó entre los brazos de Holofernes. En el rostro dormido de su amante, adivinó la socarrona sonrisa con la que le había dicho aquello de «Mi insaciable hebrea, ¡me has vencido!». La lucha había sido larga e intensa. En los primeros embates fue delicado y le susurró tiernas palabras al oído. Luego, en cambio, se transformó en un amante rudo y sus balbuceos se tornaron obscenos. Entreabrió Judit la boca en son de protesta y él aprovechó el gesto para adentrarse en ella. Se entrelazaron, se revolvieron hasta que la falta de aire los obligó a separarse. Afloró de nuevo la ternura en el asirio y jugueteó entonces con sus labios, con su cuello, con sus bucles. Las caricias se habían repetido a lo largo de la noche, pero a ella cada vez le parecieron nuevas. ¡Pobre Manasés, qué torpe había sido! ¡Cuántas renuncias se podría haber ahorrado si hubiera sabido acariciarla! Miró Judit el cuerpo rendido de su amante y tuvo miedo de que se despertara. Había jugado con fuego por ignorancia, pero ahora ya sabía que aquel juego era peligroso. Si le daba la oportunidad de tocarla otra vez, ya no sería capaz de abandonarlo. Se levantó por ello con premura y, evitando volver a mirar el cuerpo del asirio, fue en busca de la doncella.

Cuando Judit regresó a la estancia, vio el poderoso torso de Holofernes iluminado por los primeros rayos del sol y su visión le hizo titubear una vez más. Pero ya no estaba sola y, en presencia de su fiel criada, volvía a ser la viuda casta responsable de la salvación de su pueblo. Le pidió a la anciana que se situara a su lado y mantuviera el talego dispuesto. Desató el alfanje del pilar en el que el incauto Holofernes lo había colgado la víspera y, al bajar la mirada y verlo dormido, recordó la suavidad de sus caricias, la fortaleza de sus brazos, los embates de sus caderas… Maldijo el instante en que se había comprometido a liberar a Betulia del acoso asirio. Perro viejo, adivinando la duda en su señora, la criada la acució a actuar. Agarró entonces Judit a Holofernes por los pelos y, sin dar tiempo a que las dudas la inmovilizaran de nuevo, le asestó un letal corte en el cuello. Los labios del moribundo se entreabrieron y, con una voz ronca que a ella le heló el alma, le dijo: «Mi fogosa amante, ¿qué estás haciendo?».

Al descubrir que Holofernes agonizaba sin entender la razón de su felonía, Judit se sintió doblemente culpable. La había acariciado hasta lograr extraer de ella su mejor melodía. Le había hecho gozar en una sola noche mucho más de lo que Manasés lo había hecho en los interminables, por tediosos, años de matrimonio. Y ella, sintiéndose incapaz de ignorar la opinión ajena, de liberarse de su encorsetada fama de mujer casta, se lo había agradecido con una traición. Vio que los ojos de su amante la miraban aún con estupor y, en un arrebato de locura, decidió unir los destinos de ambos. Acercó la hoja del alfanje a su cuello y, con el mismo denuedo de antes, la hundió en su propia carne. Una cascada de un rojo intenso escapó de su garganta y serpenteó por el suelo hasta encontrarse con la sangre del asirio. Perdió luego fuerza el manantial y rojos reguerillos zigzaguearon cuello abajo. El níveo jubón, ahora teñido de un púrpura intenso, se le ciñó aún más al cuerpo y puso en evidencia la perfección de los senos. Una suerte de alivio y dulzura vino a ocupar el lugar de la culpa. Y a punto ya de perder el conocimiento, Judit vio que Holofernes la seguía mirando con asombro. Morían juntos y, sin embargo, ella era la única en saberlo. Hizo entonces un postrer esfuerzo y, contrayendo las comisuras de los labios hacia arriba, le dedicó a su amante una última sonrisa.

La noche agonizaba y con ella lo hacían los amantes bíblicos…

Un innovador desenlace al mítico encuentro de la viuda casta con el temido capitán, pensó la Vargas. El pintor italiano solo se había atrevido a insinuarlo veladamente en el lienzo; ella, en cambio, acababa de tener el arrojo de escenificarlo mentalmente con todas sus consecuencias. Y mientras orgullosa de su improvisación se desplomaba con afectada elegancia sobre un escenario ficticio, la actriz aguzó el oído a la espera de los merecidos aplausos. Sí, sí, ya los escuchaba… Por fin había caído el telón y el público la aclamaba. Imaginó que los «¡bravo!» le llegaban ahora desde todos los rincones de la sala y dio por hecho que, en cuanto aquella versión de Judit se estrenara en un teatro, la gente ya no hablaría de otra cosa. Ella dejaría de ser «la Novia» para convertirse en «la Amante», en la nueva heroína creada por el magistral pincel de Caravaggio. Una Judit que nada tenía que ver con la viuda casta y piadosa de la Biblia. Una mujer apasionada, capaz de cumplir con su trágico destino, pero renunciando luego a la vanagloria de regresar triunfante a Betulia con la cabeza de Holofernes como trofeo. Una traidora valerosa, pero también una amante contrista, que sintiendo la necesidad de lavar su culpa se inmola. Por eso, sobre el suelo que el maestro italiano no se atrevió a mostrarnos, tras la noche de desenfreno vivida por Judit con el capitán asirio, habría una enorme mancha de sangre de los nuevos amantes bíblicos.

Los ecos del clamoroso aplauso –el más grande de todos los recibidos hasta ahora, fantaseó ella– se fueron acallando. En cuanto se quedó sin el calor de su público, Josefina Vargas se sintió sola y, por primera vez en la vida, la soledad se le antojó insoportable. Hizo entonces memoria; se cobijó entre los poderosos brazos de su amante, revivió cada caricia, cada susurro… Entreabrió luego los ojos y buscó en balde el charco de sangre. Pero, dejándose llevar por su propia fantasía, contrajo las comisuras de la labios hacía arriba y bajó de nuevo los párpados.
***
El vigilante miró inquieto el reloj: la exposición estaba a punto de cerrar sus puertas y la actriz continuaba dentro. La había estado vigilando y sabía que llevaba la mayor parte del tiempo delante de uno de los cuadros de Caravaggio. Conseguir el autógrafo era ahora lo de menos. Pero a la entrada había dado muestras de tener un fuerte temperamento y necesitaba encontrar la forma mejor de indicarle que debía abandonar el museo sin irritarla. Escuchó los pasos de los últimos rezagados camino de la puerta de salida y, acto seguido, el clic de los interruptores al apagar sus compañeros las luces de las otras plantas. Volvió a consultar la hora y su inquietud aumentó. Cinco minutos para el cierre del museo; no lo podía posponer por más tiempo. Se armó de valor y fue al encuentro de la actriz.

Al entrar en la sala, tuvo la impresión de que estuviera vacía y, por un instante, temió que la diva se le hubiera escapado. Pero de inmediato vio el cuerpo caído delante del cuadro y se sobresaltó. La conmoción fue tremenda y, durante unos segundos, no pudo dar ni un solo paso; pero cayó en la cuenta de la oportunidad que le daba el destino y corrió en auxilio de la yaciente. La palidez de su cara era extrema; tanta que daba la impresión de que en aquel cuerpo ya no quedara ni una sola gota de sangre. Lo que más le sorprendió, sin embargo, fue ver en su rostro una plácida sonrisa. Se acuclilló junto a ella, le entreabrió el abrigo de pieles y, la mirada desviada hacia un lado por pudor, le apoyó la mano en el lado izquierdo del pecho deseando encontrar un latido.

Notó la Vargas que aquella no era la caricia esperada y, desengañada, abrió los ojos. Reconoció al vigilante y, todavía confusa, hizo un amago de incorporarse. Estaba exhausta; también mareada. Incapaz todavía de ponerse en pie, levantó la vista hacia el cuadro; al ver el torso desnudo de Holofernes, se sintió de nuevo sola y, por segunda vez en el día, aquella soledad se le antojó insoportable.
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Sinkim
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Re: CP X - La nueva Judit

Mensaje por Sinkim »

Un relato genial con dos historias en una y las dos muy interesantes y bien llevadas :D :D Toda la parte del final, desde que Judit se acuesta con Holofernes me parece sublime, como Judit va experimentando una tormenta de sentimientos entre lo que quiere y lo que debe hacer y como resuelve al final la dicotomìa entre su corazón y su obligación :D

¡Felicidades, autor, un grandísimo relato! :eusa_clap: :eusa_clap:
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
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Shigella
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Re: CP X - La nueva Judit

Mensaje por Shigella »

He empezado muy interesada cuando la protagonista se mete en el museo del Prado, pero cuando el relato se ha convertido en una historia bíblica así de golpe y porrazo ha sido como un jarro de agua fría. Luego, cuando estaba cogiéndole el puntito a la historia de Judit, vuelta a la realidad con la protagonista en el museo. Y fin.

No sé, está bien escrito y como historia bíblica, para los que les guste está muy bien contada, pero no veo qué aporta la protagonista que va al museo. Es una metahistoria que podría ser sencillamente una historia.
1, 2... 1, 2... probando...
stradivarius
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Re: CP X - La nueva Judit

Mensaje por stradivarius »

Bueno, una visión del Libro de Judit un tanto original.
Chirrían un poco algunas palabras mal escritas y queda un poco inconsistente el personaje de La Vargas. Lo de la inmensa soledad suena pelín pretencioso; no tiene un sustento claro en la historia, con lo que cerrar el relato con esa frase no me parece muy acertado.
Por lo demás, el autor se ha leído la historia Bíblica detenidamente. El cuadro de Caravaggio nos muestra a una asustada Judit acompañada de su criada, mientras decapita a un Holofernes cuya expresión con la boca muy abierta, denota sorpresa y dolor.
La fabulación está bien, no me ha disgustado el relato. Ya digo que, corrigiendo ese "contrista" , "antes varias reproducciones de San Fracisco"...y dando un poco más de vida al personaje de La Vargas, hubiese quedado redondo.
Felicidades autor/ora, en todo caso. :)
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imation
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Re: CP X - La nueva Judit

Mensaje por imation »

No veo eso de "El pintor italiano solo se había atrevido a insinuarlo veladamente en el lienzo" por ningún lado en la pintura, muy velado debe ser. No obstante me gusta ese cambio de la historia, una tragedia griega.
En conjunto me gusta, bien escrito, rico vocabulario y un giro nuevo. Sin embargo, me falla el final, lo de la soledad de Josefina, es una parte que no ha sido desarrollada hasta entonces, no parecía tener importancia esa faceta. Quizás la parte bíblica ya conocida podía haberse resumido más o algún tipo de puente para llegar al meollo sin tener que repetir algo ya conocido.
Buen trabajo.
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Ororo
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Re: CP X - La nueva Judit

Mensaje por Ororo »

Palabra por palabra.

Muy buen relato, sí señor. Muy bien contadito, un maestro del lenguaje.

Me ha gustado mucho la ensoñación de la Vargas y su particular visión de los hechos. Da un punto de magia a la historia tal y como se conoce. Siempre me gustan este tipo de relatos que mezclan “realidad” y ficción.

Tengo que decir que aunque me ha intrigado en unos momentos y me ha parecido muy sensual en otros, también ha habido otros en los que se me ha hecho lento. Al principio con la cosa histórica y con tantos detalles de la época. Veo, mirando el cuadro, que has sido muy fiel a él y eso me gusta. Me gusta que un autor sea consecuente con su obra.

No sé, tengo el cuerpo dividido: a veces me ha robado el corazón y a veces me ha aburrido un poco. Como con Holofernes y Manasés, la pasión y el sopor :lengua:

En cuanto al final, tras engañarnos pensando que había muerto (era lo que uno espera nada más empezar el relato, la verdad), resulta que se ha dormido. Y eso también me tiene dividida, porque por un lado has sorprendido, pero por otro me he quedado con ganas de algo más, un cambio más en la Vargas para siempre.
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Ororo
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Re: CP X - La nueva Judit

Mensaje por Ororo »

imation escribió:No veo eso de "El pintor italiano solo se había atrevido a insinuarlo veladamente en el lienzo" por ningún lado en la pintura, muy velado debe ser.
Pues yo sí que lo he visto :cunao:
Un poco fantasiosa sí que soy, pero fíjate, la mirada un poco de horror o asco, pero también fría. De "uyuyuy" qué estoy haciendo y "te lo mereces", con ese ceño fruncido.

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Re: CP X - La nueva Judit

Mensaje por Ororo »

imation escribió:Sin embargo, me falla el final, lo de la soledad de Josefina, es una parte que no ha sido desarrollada hasta entonces, no parecía tener importancia esa faceta. Quizás la parte bíblica ya conocida podía haberse resumido más o algún tipo de puente para llegar al meollo sin tener que repetir algo ya conocido.
Buen trabajo.
En eso coincido.
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Shigella
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Re: CP X - La nueva Judit

Mensaje por Shigella »

Esa es la cara que pongo yo cuando me preguntan si quiero coger en brazos a un bebé. :lol:

Yo en la cara del cuadro veo asquete, pero no pena o duda, que es lo que me sugiere el relato. Más bien parece que está quitándole las tripas a un pez antes de cocinarlo.
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Re: CP X - La nueva Judit

Mensaje por Ororo »

Shigella escribió:No sé, está bien escrito y como historia bíblica, para los que les guste está muy bien contada, pero no veo qué aporta la protagonista que va al museo. Es una metahistoria que podría ser sencillamente una historia.
Ahora resulta que me he convertido en tu defensora, autor :cunao:
Aporta la voz de la historia. La imaginación de la historia. Sin la Vargas solitaria que se va al museo, no habría cavilación sobre el cuadro, duda e historia.
Me gusta esta historia pensada por otro, no por el autor, ficticiamente hablando.
Shigella escribió:Esa es la cara que pongo yo cuando me preguntan si quiero coger en brazos a un bebé.
:lol: :lol:
Yo prefiero quitarle las tripas a un pez.
Bueno, no :lol:
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imation
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Re: CP X - La nueva Judit

Mensaje por imation »

Ororo escribió:
imation escribió:No veo eso de "El pintor italiano solo se había atrevido a insinuarlo veladamente en el lienzo" por ningún lado en la pintura, muy velado debe ser.
Pues yo sí que lo he visto :cunao:
Un poco fantasiosa sí que soy, pero fíjate, la mirada un poco de horror o asco, pero también fría. De "uyuyuy" qué estoy haciendo y "te lo mereces", con ese ceño fruncido.

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Pero como lo dice en el relato entiendo que se refiera a que el pintor insinua el final alternativo :roll:
Un innovador desenlace al mítico encuentro de la viuda casta con el temido capitán, pensó la Vargas. El pintor italiano solo se había atrevido a insinuarlo veladamente en el lienzo; ella, en cambio, acababa de tener el arrojo de escenificarlo mentalmente con todas sus consecuencias.
Ahora, que para eso escribe el autor, para imaginar, para mostrarnos otras visiones y mundos , o no :lol:

Para mí la expresión de Judith es mas de " uyuyuy en que lío me he metido, para qué habré dicho nada, parecía mas fácil y ahora por donde sigo" y asco
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Re: CP X - La nueva Judit

Mensaje por Ororo »

imation escribió:Pero como lo dice en el relato entiendo que se refiera a que el pintor insinua el final alternativo
Claro, ahí está la gracia. Que la Vargas cree que el pintor insinúa eso, o eso quiere imaginar. No es tan difícil, no? :cunao:

Si se hubiera referido a la criada, ya no lo vería tan claro :lol:

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Dori25
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Re: CP X - La nueva Judit

Mensaje por Dori25 »

:shock: :shock: :shock:
Me ha encantado!!!
He sentido toda la historia dentro como lo hace la Vargas, me gusta el lenguaje, el desarrollo y la historia, el que la saques de la inspiración de un cuadro encima le da mayor interés a mis ojos.
Gracias!
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jilguero
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Re: CP X - La nueva Judit

Mensaje por jilguero »

Arte dentro del arte, una obra de teatro encerrada en un cuadro. Eso me ha gustado mucho autor. Como también me ha hecho gracia esa caracterización de la casta Judit de la Biblia como una mujer un tanto frívola (preocupada por su baño perfumado) y apasionada; y a Holofernes como una especie de empotrador de esos que se cuelan de vez en cuando en este subforo. Es decir, la historia que me cuentas me convence y también la estructura que le has dado; lo único es que he tenido la sensación de que, por querer ceñirte demasiado al texto bíblico (o simplemente porque te gustaba a ti que fuera así), como diría el autor de Rebelión en la fiesta (no se me van de la cabeza los guiños de Cencerrete :D ), el paseíllo de la Vargas desde que sale del chiquero hasta que llega al centro de la plaza tal vez sea un poco largo. :roll:
Resumiendo: me gusta la historia que me cuentas y me gusta la estructura que le has dado al relato, si bien en el desarrollo creo que un poco más de brevedad le habría sentado bien. :wink:
Por cierto, ¡qué penita me ha dado, autor, que hayas propiciado que esa tarde de museo le haya estropeado a la Vargas su soledad…! :(


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El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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Re: CP X - La nueva Judit

Mensaje por Wintermute »

Pues aunque conocía la historia de Judit, no conocía el cuadro y me ha gustado descubrirlo; por eso, gracias autor.

Pero la historia paralela no me ha dicho nada y no acabo de seguir los tiros del cambio de argumento, así que me he perdido y no me he enganchado. El lenguaje pelín recargado para mis austeros gustos tampoco me ha ayudado.

Se nota el esfuerzo y el esmero, eso sí.
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