CP X - Día de pueblo para un enclenque de ciudad - Ratpenat

Relatos que optan al premio popular del concurso.

Moderadores: kassiopea, noramu

Avatar de Usuario
lucia
Cruela de vil
Mensajes: 84408
Registrado: 26 Dic 2003 18:50

CP X - Día de pueblo para un enclenque de ciudad - Ratpenat

Mensaje por lucia »

Día de pueblo para un enclenque de ciudad
.
Llegamos tras una hora de carretera. Sárica es un pueblo situado en un valle, entre montañas, cuyo terreno me mostraba, con la estética que la naturaleza gusta de brindar, sus colores férreos y calcáreos. Aparqué el coche a las afueras del pueblo y salimos los dos. Notando la brisa fresca de primavera, me embriagaba con la fragancia húmeda de la tierra que la lluvia había dejado.
La mañana había alejado las precipitaciones, sin embargo, y los petirrojos gorjeaban de forma melódica, contentos de recibir el calor solar. El clima me hacía sentir bienvenido. Los chorros de una fuente natural, al otro lado de la carretera, me recordaron que tenía mucha sed.
Le dije a mi amigo, que ya iba a entrar en Sárica, que me esperara un momento. Crucé la carretera y bebí. El agua de la fuente era fresca y cristalina, surgía de la propia roca y estaba sazonada con los aromas de las calizas por las que discurría. Oí entonces a mi amigo:
—¡Vamos primero a mi casa, que quiero ver a mis padres!
Asentí con la cabeza, mientras me secaba con la manga de la sudadera, siguiéndole hacia el pueblo.
Mi amigo se llama Raúl. Aquel día fuimos a su pueblo porque celebraban la feria de la tapa, lo que implicaba mucha fiesta. Yo tenía ganas de divertirme y, ya que no lo había hecho aún, me daba la excusa de visitar la localidad y, de paso, bien que comí.
El pueblo era un amasijo irregular de calles, a cual más empinada y estrecha, y un campanario en el punto más alto. Por doquier veía terracitas llenas de gente vociferando, riendo, bebiendo cerveza y vino y hartándose de comer. Cruzamos la plaza principal, abarrotada de comerciantes que vendían desde ropa hasta juguetes, anunciándose a gritos y piropeando a los paseantes. Lo que más me llamó la atención fue la parada de dulces al final de la plaza, pero me dio reparo pedirle a Raúl que nos parásemos porque parecía tener prisa en llegar a su casa. Hice bien en no decirle nada, al fin y al cabo. En la otra plaza, algo más pequeña, había un burro cercado, pero por la misma razón no pregunté y seguimos hasta llegar a su casa.
La casa era pequeña, en apariencia, pero tenía un par de pisos. Era bastante moderna para lo que esperaba de un pueblo más bien menudo y, en la planta baja, estaba la cocina y la sala, unidas, dando una sensación de espacio muy acogedora. Las estanterías estaban abarrotadas de estatuillas de cerámica, colecciones viejas de libros, periódicos y tres libros electrónicos, apilados unos encima de otros. El suelo brillaba y la cocina estaba tan limpia que daba gusto mirarla. No veía ni una mota de polvo, a pesar de que había una chimenea y que unos pocos días antes había hecho un frío espantoso.
Sus padres no estaban en casa y propuso que les esperáramos allí mismo. Me senté en una silla y, al momento, Raúl vino de la despensa con un montón de carne, pan, boquerones, queso, aceitunas y cacahuetes. Entró de nuevo y volvió tambaleándose con un montón de botellas que habría jurado que se le iban a caer. Trajo agua, cerveza, refrescos, vino tinto y un licor de almendras casero muy rico.
Abrumado me quedé ante tal despliegue de comida servida en pocos segundos. Fue a un armario y tomó dos vasos que se apresuró a llenar de cerveza.
—¡Venga, de trago! —animó.
Lo bebimos de trago. Iba a rellenármelo, pero le dije que no, que luego tenía que conducir.
—¡Qué chorrada! —contestó rellenando el vaso igualmente—. Tú te quedas a dormir aquí. Toma algo de longaniza, que está tremenda.
No contesté, dubitativo, porque no tenía intención de quedarme, pero sí comí lo que me iba recomendando, que terminó siendo una barbaridad. Si es que la sobrasada y el queso eran una maravilla y el pan era del día. Las dos litronas de cerveza que había sacado se esfumaron y del vino también dimos buena cuenta. Me sorprendí de las ganas con las que habíamos almorzado.
El padre llegó primero. Cargaba una bolsa de plástico. Tras saludarme, sacó una tarrina de helado y me preguntó si quería un poco.
—No, gracias —contesté tocándome el estómago—. Aún tenemos que ir a comer tapas.
Padre e hijo rieron, supongo que sabían lo que me esperaba. O no sé. Le propuso que me quedaba a dormir y el padre asintió. No me vi capaz de discutir, por lo que acepté la invitación. Nos despedimos y, tras decirle Raúl a su padre que ambos volveríamos a la hora de comer, fuimos al primer bar.
Por el camino mi amigo saludaba a algunas personas, pero no llegaba a pararse. Al pasar por la plaza, sin embargo, lo paré yo. Volví a ver al burro, encerrado entre vallas, campando a sus anchas en el territorio que tenía para él. Al lado había un puesto con un pequeño grupo de gente que bebía cerveza mirando al burro, intercambiando conversación. Me despertó la curiosidad, así que le pregunté.
—¿El burro? —rió.
—¿Por qué está en mitad de la plaza?
—Pues mira —Raúl sacó un papelito del bolsillo—. Esta es una participación para una rifa —señaló—. ¿Ves los cuadrados?
Miré al suelo de la plaza, en el vallado donde se encontraba el burro. En el asfalto había cuadrados pintados con tiza, representando coordenadas. Raúl prosiguió:
—Pues si el burro caga en la D14 me llevo mil euros.
—¿Si caga ahí ganas mil euros? —señalé el lugar.
—Ahí, ahí.
—¡Hala, qué gracia! Pues voy a comprar una participación yo también.
Fui al puesto y, tras comprar el boleto, me acerqué al burro. Al acariciar su pelaje de alabastro, que era suave y agradable, el animal ladeó ligeramente la cabeza, invitándome a rascar detrás de sus orejas. Sonreí al hacerlo y al burrito le gustó, pero tuve que parar porque un hombre canoso, esgrimiendo un bastón, me vociferó que estaba prohibido tocar al animal, que afectaba a la competición.
—Hazme ganar pasta —le susurré antes de seguir nuestro camino hacia el primer bar.
No gané. Ni tampoco pude comprobarlo. Me contó Raúl que el puñetero se pasó dos días sin defecar y, cuando por fin lo hizo, fue en el lado opuesto del lugar donde aposté.

. .
Fuimos de bar en bar, comiendo sin parar y bebiéndonos una cerveza con cada tapa que pedíamos. Entre el almuerzo en casa de Raúl y las tapas que nos echábamos al buche, mi estómago pedía una tregua. Pero mi amigo no parecía dispuesto a que parara la entrada de sustento en el cuerpo, obligándome a ir a la par y comiendo más de lo que tenía por costumbre. Las cervezas también hacían su efecto, y aunque la comida paraba su efecto embriagador, mi cabeza iba bastante más ligera que mi barriga.
Mi amigo me contaba, entre trago y trago, que tenía un grupo de rock, los perros de Sárica, con los que iba a encontrarse en otro bar. Le parecía que ellos ya estarían allí, así que le dije que si quería, podíamos ir directamente a ese bar. Me hizo un gesto de desaprobación con la mano, como si hubiera dicho una tontería, como si el recorrido de bar en bar de verdad fuera importante. Mientras intentaba picar cada vez menos de las tapas y ponía excusas para beber más despacio, Raúl me contó más de su grupo.
Llegamos al final del recorrido. Allí pude conocer a los perros de Sárica, tres chicos y todos vestidos de negro, que estaban sentados al fondo del concurrido bar. Raúl cogió dos sillas y las llevó donde estaban sentados. Me presentó a sus amigos y pedimos más tapas y más cerveza. Como ahora éramos más, la fijación en mí se perdió y dejé de comer.
—¿De qué estabais hablando? —preguntó Raúl.
—De la Semana Santa de hace dos años —contestó el que se llamaba Santi, uno que llevaba el pelo largo. Todos rieron, aunque yo no lo entendí.
—¡Cuéntaselo! —dijo Raúl, señalándome. Santi sonrió y empezó a relatar:
—Pues resulta que hace años que la banda intenta tocar por el pueblo. Siempre en fiestas como esta y a veces porque nos da por ahí. El caso es que en Semana Santa queríamos tocar. Y podíamos, pero hubo unos tipos que no querían, así que lo que hicimos…
—No, no. Lo estás contando mal —interrumpió Raúl.
—¡Coño, pues cuéntalo tú!
—No, tú tienes más gracia, pero cuéntale lo de los beatillos.
—A ver, es que en este pueblo son muy religiosos. Algunos, vamos. Pero el que lo es, lo es mucho. Vale, pues la cosa es que tocamos a veces canciones que ellos dicen que son satánicas. Y ni lo son ni nada, pero oyen rock y lo llaman chimpún-chimpún y que eso es ruido y que su puta madre. Así que en unas fiestas nos fastidiaron a base de bien. Íbamos a tocar en el pueblo y los tíos nos boicotearon, se quejaron, maldijeron e hicieron de todo con tal de que no tocáramos. ¡Y no lo hicimos al final!
»Así que estábamos cabreados, ¿vale? Y mira que ellos bien que joden con la Semana Santa. Que ellos siempre sacan un Cristo, bueno —hizo hincapié—, un Cristo horroroso. Lo llevan arriba y abajo por el pueblo, suena siempre la misma música religiosa y se visten como si fueran del Ku Klux Klan, vamos lo típico, pero en cutre, ¿entiendes? Hay alguno que decide no vestirse y va con vaqueros, otro que pone publicidad de su carnicería en el capirote… un desastre. Y luego dicen que lo hacen divertido porque ponen un mercado medieval, que no es ni mercado medieval ni nada.
Raúl se rió. Santi prosiguió elevando el tono:
—Uno de los tíos del mercado se disfrazó de Drácula, que más que Drácula parecía un gitano con capa, ¿qué tiene eso de medieval? Y todo con luces de los chinos y mierdas por el estilo. Ah, ¡y nosotros de tocar nanay, que nuestra música no es acorde con la Semana Santa!
»Pues aquella Semana Santa, cuando iban a sacar al Cristo, nosotros teníamos preparada una cosita —sonrió—. Sacamos un Cristo de cartón piedra que habíamos hecho nosotros, con su cruz y con su todo, bastante realista si me lo permites, pero llevaba un empalme del quince, un pollón enorme, una tranca legendaria.
»Lo sacamos a pasear como si fuera el Cristo de todos los años y no pasaron ni cinco minutos que salió medio pueblo a increparnos y a gritarnos enfadados… —Santi se recreó en la situación, diciendo—: Querían zurrarnos, vaya que sí. ¡Menuda se estaba armando con el Cristo! Imagina, la bronca no se acaba, ¿vale? Y entonces llega la guardia civil.
»Todos los beatillos saltan y empiezan a quejarse de lo maleantes que somos —imitándolos, poniendo voz de falsete—, «¡ay, es que nos están fastidiando la fiesta! ¡Que es Semana Santa! Bla, bla, bla…» Pues nosotros nos acercamos también al tío y sacamos un permiso de manifestación que teníamos para aquel mismo día, que vamos, que lo teníamos planeado. El picoleto se llevó la mano a la cara, leyendo el papel que nos daba prioridad y no tuvo más remedio que decirle a los beatillos que se apartaran, porque nosotros teníamos permiso y ellos no. Vamos, que estuvimos todo el día con el Cristo empalmado arriba y abajo y cantando canciones nuestras para joder. Fue genial.
Todos levantaron sus cervezas y yo les acompañé. Conversaron también de otras cosas del pueblo, de otros líos y de temas personales. Al rato, mi amigo miró el reloj y dijo que volvíamos a su casa, añadiendo que luego volverían a verse. Yo ya era un autómata que le seguía adonde él fuera, mientras él no paraba de hablar. Me contó que en su casa había arroz con acelgas.
—No sé si podré comer más…
Pero ni caso. La madre me puso un plato de arroz gigantesco. Sentados en la mesa, con vino y cerveza y ensalada y el terrorífico plato, bajo la mirada acusadora de la madre que sabe que no voy a comer nada, empecé a calcular cuánto podía comer para que no fuese de mala educación dejarme el resto. El plato estaba bueno, pero fue una tortura. No me lo terminé, evidentemente, y sintiéndome humillado, viendo que ellos se relamían y hablaban de tomar postre, dije en tono de súplica que no tenía más hambre.
—¿Es que no está bueno? —inquiría la madre—. ¿Quieres otra cosa?
—Está muy rico. Es que estoy lleno y…
Aquello parecía estar demasiado lejos de su comprensión, ¿cómo iba yo a llenar el estómago si no había comido nada? Me sentía en un juicio, sabiéndome culpable de antemano. Me ofrecieron hacerme una tortilla, servirme un flan, comer helado y también fruta. Tuve que decir que no a todo, mientras veía que Raúl comía postres uno detrás de otro. La madre me echó una mirada de desaprobación, aunque disimulada.
Hicimos sobremesa hablando de la crisis, de la situación actual, el paro y esas cosas. El padre exponía sus argumentos como si fueran verdades irrebatibles, tomó una posición que no tenía ganas de desafiar y decidí dejar que se desahogara con políticos, periodistas y otros, como él los llamaba, «sinvergüenzas», pero yo estaba harto de tanto hablar de lo mismo, había ido a Sárica precisamente a desconectar. Luego nos preguntaron que qué íbamos a hacer. No tenía ni idea, pero rezaba para que Raúl no contestara que comeríamos en otro sitio. Afortunadamente, no lo hizo. Dijo que me enseñaría el pueblo y luego iríamos a reunirnos con sus amigos de nuevo, porque había que prepararse para el concierto.
—¿Vas a tocar? —pregunté, sorprendido, pues no me había dicho nada.
—Claro.

: .
Primero fuimos al río. A un lado del valle el sol daba de lleno y había muchos pinos, al otro la pendiente era muy elevada, daba mucha sombra y estaba poblado de carrascas. Caminábamos por el sol, encontrando tomillo y romero por doquier, regocijándonos de su fragancia. Cerca de las surgencias de agua había musgo. Cuando empezamos a caminar cuesta arriba, lo hacíamos por un sendero lleno de hoja de pino que accedía al campanario de Sárica, emblema del pueblo. Por este camino los pinos estaban replantados, algo visible por su disposición ordenada, todos a la misma distancia de los otros.
Me costaba subir la pendiente con la panza tan llena, pero con un esfuerzo titánico lo conseguí. Sin embargo, valió la pena. La torre de Sárica me gustó. De cerca pude comprobar que tenia tres secciones: La sección inferior era la mayor, gris, de forma octogonal y sobria, sin detalles. La sección media estaba casi en la parte superior, presentaba la campana y el reloj y se recargaba de ornamentos y detalles estéticos. La sección superior también tenía el mismo tipo de ornamentos y, además, aquí se encontraba la linterna. La miraba mientras Raúl me contaba que era de la época mudéjar.
Fue una pena que no pudiéramos entrar, pero desde allí la vista era estupenda. Se veían las montañas de maravilla, el sol era cálido y reconfortante y había muchos sitios para recostarse, algo que hicimos. No recuerdo cuándo me dormí.
Al despertar, el sol aún machacaba pero se había movido, así que seguro que había dormido un montón. Raúl no se encontraba a mi lado. Me giré, incorporándome un poco, y lo vi. Estaba hablando con cuatro chicas. Ellas estaban encaramadas a un pedrusco elevado cerca del barranco, sentadas, mirando a mi amigo. Las chicas habían dejado sus zapatos al pie de la roca y todas llevaban sombreros de paja con cintas de distintos colores. Se reían de algo que Raúl les contaba y, al verme despierto, se rieron más aún. ¿Qué les estaría diciendo?
No me notaba ya tan pesado y me incorporé, acercándome al grupo que se había formado. Raúl me presentó a sus amigas y oí la conversación que llevaban. Más adelante, con la impetuosidad acostumbrada, dijo que nos íbamos. Yo, que me sentía a gusto, acepté un poco a regañadientes porque me dijeron que por la noche las volvería a ver.
El sol empezaba a bajar y notaba que el viento refrescaba un poco. Intuía que acabaría haciendo frío, sensación que detesto. Raúl tenía prisa en llegar al sitio donde iba a preparar su concierto y, cuando vi dónde era, le avisé de que me acercaría al coche a recoger mi chaqueta y que volvería al momento.
Yendo al coche vi que aún había mucha gente en los bares. El aparcamiento donde tenía el coche ahora estaba rodeado de otros tantos, habría gente queriendo ver el concierto, supongo. Abrí el maletero, saqué la chaqueta y, poniéndomela, miré a lo lejos. Admiré cómo el sol, antes de abandonar Sárica, se ruborizaba entre varias nubes y las montañas, mostrando un cálido cielo naranja, con rayos dorados y nubes carmesíes. Aunque le dije a Raúl que volvería inmediatamente, me quedé un buen rato allí. Solo. Estas cosas no se ven en la ciudad.
El concierto estuvo bien y me gustó oír a mi amigo y a su grupo. Los perros de Sárica tocaron versiones de canciones de rock psicodélico y alguna suya propia. Yo me quedé con las chicas que me habían presentado y me dieron cerveza sin parar mientras sonaba la música. Una de ellas, Carolina, me preguntó que por qué hablaba tan poco, que por qué no bailaba y que si no me lo estaba pasando bien. Le contesté que sí me lo pasaba bien, claro. Conversé un poco con ella, pudiendo fijarme más en pequeños detalles: tenía el pelo no muy largo, tintado de rubio y lo llevaba recogido en una coleta; su nariz terminaba en punta y era un poco grande para lo pequeña que era ella, sin embargo, era bonita y la hacía muy guapa en conjunto. Llevaba sus pequeñas manos a su cuello a menudo y me halagaba con su sonrisa permanente. Hablaba mucho y escuchaba también, era muy agradable. Más adelante Raúl me diría «tendrías que habértela follado». En fin, quizá sí. No sé.
Mi borrachera al terminar el concierto era ya considerable y el grupo de gente con la que iba me llevó a los dos bares de copas que había en el pueblo, uno delante del otro. Entrábamos en uno, nos tomábamos un chupito y volvíamos al otro bar. Y así, sucesivamente. Uno de los bares tenía luces de colores verde, magenta y amarillo; el estaba iluminado de forma muy tenue y tenía un dinosaurio enorme, de plástico, en una esquina.
Yo, que soy hombre de poca acción, no me sentía capaz de beber tanto como ellos, no resultaba fácil. El ritmo trepidante con el que se movían, bebían y bailaban era algo a lo que no estaba acostumbrado. Aún así, la embriaguez iba en sostenido crecimiento y la ingesta de espirituosos no llegaba a su fin. Noté mi estado cuando aprecié que, al tocarme la cara, no la notaba. Cuando lo conté se rieron todos y yo también. Perdí el sentido de lo que estaba haciendo y bebí un poco más tan solo. Algo que hizo que luego siguiera bebiendo sin control, hasta que, en algún momento, me animé a seguirles el ritmo, fuera de mí. Iba al baño una y otra vez, acabé mezclando bebidas, bailé como un loco, no me sentía yo mismo.
Fue una noche divertida, y no la recuerdo bien del todo. En todo caso, terminó conmigo durmiendo en casa de Raúl, como se había acordado.

: :
Al día siguiente, mi amigo se moría de resaca. Yo estaba cansado, pero nada más. Había dormido muy poco y, después de una hora intentando conciliar el sueño de nuevo, siendo incapaz de conseguirlo, decidí levantarme y vestirme. Despertar a Raúl me sabía mal, así que hice la cama, aunque suponía que cambiarían las sábanas de todos modos, y fui al baño a lavarme la cara. Nunca tuve dolores de cabeza por beber alcohol, así que verle gemir de dolor al despertarse, llevándose la mano a la frente, con esa cara de degeneración absoluta, hizo que me alegrara de no conocer lo que era la resaca.
—No, hombre —me contestó con voz ronca, cuando le dije que me iba—. Vamos a desayunar al bar de enfrente. Luego te vas ya, si eso.
La empanada y el café me sentaron de maravilla. Casi no hablamos, más bien comimos en riguroso silencio, intercambiando tan solo frases como «esto está bueno» o «me irá bien para la resaca». Raúl quería invitarme al desayuno y casi me tuve que pelear con él por pagar. Hasta ahí podíamos llegar, con lo bien que se había portado conmigo. Claudicó, dejando que pagara yo, pues no tenía fuerzas para discutir.
Al salir del bar, él se volvió a su casa a dormir más y yo me dirigí a mi coche. Nos despedimos con un abrazo.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

Imagen Mis diseños
Avatar de Usuario
Sinkim
Dragonet
Mensajes: 53602
Registrado: 14 Nov 2008 13:54
Ubicación: Logroño

Re: CP X - Día de pueblo para un enclenque de ciudad

Mensaje por Sinkim »

Una historia muy bien contada pero que se me ha terminado haciendo un poco larga :oops: He estado todo el rato esperando que pasara algo especial, algo más que la narración de un fin de semana de fiesta de un par de amigos :D Para mi gusto le falta un algo que le dé un vuelco o una sacudida a la historia pero el dominio del lenguaje y la escritura no te lo quita nadie :D
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
Avatar de Usuario
jilguero
Vivo aquí
Mensajes: 22354
Registrado: 05 Abr 2010 21:35
Ubicación: En las ramas del jacarandá...

Re: CP X - Día de pueblo para un enclenque de ciudad

Mensaje por jilguero »

He tenido la sensación de que es demasiado largo para lo narrado. Al principio, hay alguna frase que crea unas expectativas de que va a ocurrir algo sorprendente y, sin embargo, ese algo no ocurre.
Eso sí, yo he acabado llenísima, no me cabía ya ni un gajo de naranja. Retratas muy bien esa "amabilidad" de la gente de los pueblos que suele consistir en atiborrar al visitante con todos los manjares a su alcance.
Y según parece, al final el enclenque no lo era tanto. :D


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
Avatar de Usuario
Shigella
Bacteria
Mensajes: 5442
Registrado: 09 Jul 2008 13:18

Re: CP X - Día de pueblo para un enclenque de ciudad

Mensaje por Shigella »

Me he pasado todo el relato esperando algo que no ha llegado. Concretamente una inocentada gorda para el "enclenque" de ciudad. Más concretamente, cuando le llevan a ver el campanario. Y al final sólo ha habido comida por un tubo. Creo que yo soy mucho más malpensada que los del pueblo de esta historia. :lol:

A tu favor diré que el título no engaña. Es un día de pueblo.
1, 2... 1, 2... probando...
Avatar de Usuario
Ororo
Diosa de ébano
Mensajes: 9162
Registrado: 14 Oct 2008 18:30
Ubicación: En África

Re: CP X - Día de pueblo para un enclenque de ciudad

Mensaje por Ororo »

¿Dónde está la vida?

Este relato entiendo que quiere contrastar el tono festivo y bravucón del amigo del pueblo y la personalidad casi inmaculada del amigo de la ciudad. Lo que pasa es que sólo se narra desde el punto de vista del invitado, por lo que el contraste pierde efecto.

La narración es muy lenta y estás todo el rato esperando que pase algo, pero no pasa mucho. No hay salidas de tono, resulta algo aburrida y lineal. Además, autor, te has pasado con las descripciones y los diálogos detallados hasta la extenuación.

Es todo un poco soso, empezando por el protagonista –que ya, que el pobre es así- y acabando por todo lo que ocurre. Incluso la anécdota de la procesión del cristo empalmado es larga.

Lo siento, pero no ha despertado en mí ningún interés.
1
Avatar de Usuario
Ororo
Diosa de ébano
Mensajes: 9162
Registrado: 14 Oct 2008 18:30
Ubicación: En África

Re: CP X - Día de pueblo para un enclenque de ciudad

Mensaje por Ororo »

Muy mono lo de los puntitos :cunao:
1
Avatar de Usuario
Nínive
Arquera
Mensajes: 7145
Registrado: 09 May 2011 15:53
Ubicación: En un hospital de campaña...

Re: CP X - Día de pueblo para un enclenque de ciudad

Mensaje por Nínive »

Pues lo mismo. Lo que pasa, está muy bien contado, lo malo que es que no ha despertado mi interés. Es una crónica de un día y ya...
Pero ya sabes, para gustos, los colores.
Un abrazo. :60:
Siempre contra el viento
Avatar de Usuario
Iliria
Foroadicto
Mensajes: 4835
Registrado: 23 Jul 2014 23:13
Ubicación: En la Torada Mágica, para siempre

Re: CP X - Día de pueblo para un enclenque de ciudad

Mensaje por Iliria »

A mí me encantan los pueblos (que no algunas costumbres de los lugareños...), así que he disfrutado con las descripciones, la gastronomía, la naturaleza...
Me ha hecho gracia la anécdota del Cristo empalmado :cunao: aunque no sé si es muy creíble que los beatos del pueblo claudicaran tan fácil y no armaran alguna de las suyas después de irse la GC :roll:

Ya que estamos en primavera, podrías haberle sacado más jugo al ligoteo con la tal Carolina... :boese040:

Es verdad que no pasa nada especial en la historia, pero me has sacado de mi ambiente urbano cotidiano, y eso ya se agradece :D
Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas - Cicerón :101:
-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
stradivarius
Lector
Mensajes: 99
Registrado: 06 Oct 2013 12:54
Contactar:

Re: CP X - Día de pueblo para un enclenque de ciudad

Mensaje por stradivarius »

Pues como ha dicho Ghisella, un día de pueblo al que le podías haber sacado bastante más partido. Lo siento pero no me ha dicho nada. :(
1
Avatar de Usuario
Wintermute
Lector voraz
Mensajes: 215
Registrado: 09 Oct 2010 23:57
Ubicación: Barcelona

Re: CP X - Día de pueblo para un enclenque de ciudad

Mensaje por Wintermute »

Necesita más chicha. Yo ya me temía una orgía con lo salidorros que van los relatos, pero al final na de na. La verdad que consiguió hacerme entrar el apetito, pero coincido con lo de la arriba de las expectativas mal gestionadas, lo del Cristo contento no es suficiente.
1
Avatar de Usuario
Leticiamc
Me estoy empezando a viciar
Mensajes: 350
Registrado: 23 Feb 2015 20:59
Contactar:

Re: CP X - Día de pueblo para un enclenque de ciudad

Mensaje por Leticiamc »

Este relato me ha traído muchos recuerdos. Pero el final me dejó un poco plof, esperaba algo, no sé qué pero algo.
Eso sí, todo muy bien descrito y real como la vida misma. A la hora de comer siempre me sentí más como el enclenque, hasta me sature de comida solo de leerte.
1
Avatar de Usuario
Topito
GANADOR del V Concurso de relatos
Mensajes: 4300
Registrado: 13 Abr 2009 20:43
Ubicación: Los Madriles

Re: CP X - Día de pueblo para un enclenque de ciudad

Mensaje por Topito »

Ejecución: aceptable. Escribes bien pero me ha resultado bastante tediosa la narración, pues esperas algo y no llega nada. Vamos, igual que alguien del trabajo contándote su fin de semana.

Punto fuerte: buenas descrpciones.
Punto flaco: falta de inflexiones o alguna anécdota que saque de la monotonía.
1
Avatar de Usuario
Dori25
Ranita
Mensajes: 29117
Registrado: 22 Jul 2011 18:01
Ubicación: Mursiya

Re: CP X - Día de pueblo para un enclenque de ciudad

Mensaje por Dori25 »

No ha pasado nada?
El día y ya está? Ningún giro, no hay zombis, creía que iban a aparecer con en el relato de Isma, o que acabarían en un mundo paralelo, o al menos que matarían a alguien.
Avatar de Usuario
Dori25
Ranita
Mensajes: 29117
Registrado: 22 Jul 2011 18:01
Ubicación: Mursiya

Re: CP X - Día de pueblo para un enclenque de ciudad

Mensaje por Dori25 »

Ah pero por favor que paren de comer YA!
Avatar de Usuario
Estrella de mar
Vivo aquí
Mensajes: 5094
Registrado: 12 Jun 2008 23:21
Ubicación: Aovillada en la Luna

Re: CP X - Día de pueblo para un enclenque de ciudad

Mensaje por Estrella de mar »

Me esperaba más, la verdad. El título me parece de lo más gracioso pero no he conseguido engancharme a la historia. He pensado en todo momento que su amigo lo estaba cebando y que al final todo el pueblo acabaría comiéndoselo. :lol:

Gracias por llenarnos de letras esta primavera. :chino:
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
Responder