Encierro - La frase de marras - Berlín
Moderadores: kassiopea, noramu
- blinder
- No puedo vivir sin este foro
- Mensajes: 755
- Registrado: 10 Jul 2005 04:06
- Ubicación: Alcorcón y casi toda España
- Contactar:
Encierro - La frase de marras - Berlín
La frase de marras
Cada fracaso enseña al hombre algo que necesitaba aprender. Que gran frase. Era una de aquellas importantes y sesudas frases lapidarias que algún iluminado de nariz escarpada declamaba en voz alta, colocando su mano derecha sobre el pecho abombado, con la mirada perdida y si no perdida al menos mirando a un horizonte imaginario. Eso pensó Antonio Rodríguez de camino al patíbulo. Lo malo del asunto es que el aprendizaje no le iba a servir de mucho. Una hora. Había una hora de distancia entre aquella cárcel gris y fría y aquella plaza tapizada de hojas pardas y llena de ojos curiosos y hambrientos. Pensó en María, quería soñar con ella por última vez. Quería llevarse su olor, quería que ese aroma peculiar a sueño y a sexo fuese lo último que entrase por su nariz.
Cada fracaso enseña al hombre algo, sí, claro.
Aquel chico no tuvo la culpa de que él se hiciese mayor y de que el tiempo lo volviera fuerte como un roble y que la vida lo hiciese enfadar de esa manera. La vida le debía cosas a Antonio y aquel chico se cruzó con él en el momento inadecuado. Si se hubiese cruzado en otro momento cualquiera tal vez Antonio hubiese tragado saliva y mirado para otro lado. Quién sabe. Pero aquel día María lo había hecho cabrear, como sólo ella sabía hacerlo y él, dolorido, había dejado escapar de su boca esas palabras que nunca se deben decir. Que las palabras dichas no vuelven. Y se enfadó, María se enfadó. Cuando ella se enfadaba el dolor resultaba incluso nauseabundo, doloroso hasta la llaga, insoportable hasta la locura. ¡Joder, con la cintura de María, joder, con su espalda y su boca! Sí. Aquel día se lanzó a la calle exclamando estas barbaridades y el portazo se convirtió en un terremoto y no pudo pensar en nada más. Porque cuando ella se enfadaba con él le negaba la palabra, y la palabra era lo único que tenían en este mundo de las redes. La palabra y algunas fotos de ella y su espalda desnuda.
Aquel chico ya no era un chico, como tampoco lo era él. Pero los ojos no cambian, como tampoco había cambiado ese rictus torcido de la boca. Recordaba esa expresión suya mientras le colocaba la navaja en la barriga y le decía que le diese todo lo que llevaba encima. Y recordó aquel reloj que se compró con su primer sueldo y recordó con rabia como no tuvo más remedio que quitárselo de la muñeca masticándose los dientes, si es que los dientes pueden masticarse. Habían pasado treinta años de aquello. Y cuánta sangre quedó en el suelo y que difícil debió ser limpiarla.
¿Qué le había dicho él a María exactamente? ¡Ah, sí! Que si no estaba con él se iba a buscar una amiga cercana, porque ella estaba lejos. Ella le dijo que le quería y que no tenía culpa y había apagado el teléfono, porque es lo único que puede hacerse en la distancia cuando el dolor es muy grande. Él no pudo soportarlo más, que en las peleas amorosas lo justo es que existan dos.
La enseñanza. Antonio pensó en la enseñanza. ¿Cuál era? Aquella puta frase se acostaba lánguidamente sobre su vida llena de fracasos y volvió a pensar en la dulce espalda de ella.
Ladrillos y más ladrillos indicaban que llegaban al lugar de destino y no encontraba la enseñanza por ningún lado, pero debía hacerlo, porque no quedaba mucho tiempo y ya veía la sombra de aquel patíbulo bajo la lluvia.
Cada fracaso enseña al hombre algo que necesitaba aprender. Que gran frase. Era una de aquellas importantes y sesudas frases lapidarias que algún iluminado de nariz escarpada declamaba en voz alta, colocando su mano derecha sobre el pecho abombado, con la mirada perdida y si no perdida al menos mirando a un horizonte imaginario. Eso pensó Antonio Rodríguez de camino al patíbulo. Lo malo del asunto es que el aprendizaje no le iba a servir de mucho. Una hora. Había una hora de distancia entre aquella cárcel gris y fría y aquella plaza tapizada de hojas pardas y llena de ojos curiosos y hambrientos. Pensó en María, quería soñar con ella por última vez. Quería llevarse su olor, quería que ese aroma peculiar a sueño y a sexo fuese lo último que entrase por su nariz.
Cada fracaso enseña al hombre algo, sí, claro.
Aquel chico no tuvo la culpa de que él se hiciese mayor y de que el tiempo lo volviera fuerte como un roble y que la vida lo hiciese enfadar de esa manera. La vida le debía cosas a Antonio y aquel chico se cruzó con él en el momento inadecuado. Si se hubiese cruzado en otro momento cualquiera tal vez Antonio hubiese tragado saliva y mirado para otro lado. Quién sabe. Pero aquel día María lo había hecho cabrear, como sólo ella sabía hacerlo y él, dolorido, había dejado escapar de su boca esas palabras que nunca se deben decir. Que las palabras dichas no vuelven. Y se enfadó, María se enfadó. Cuando ella se enfadaba el dolor resultaba incluso nauseabundo, doloroso hasta la llaga, insoportable hasta la locura. ¡Joder, con la cintura de María, joder, con su espalda y su boca! Sí. Aquel día se lanzó a la calle exclamando estas barbaridades y el portazo se convirtió en un terremoto y no pudo pensar en nada más. Porque cuando ella se enfadaba con él le negaba la palabra, y la palabra era lo único que tenían en este mundo de las redes. La palabra y algunas fotos de ella y su espalda desnuda.
Aquel chico ya no era un chico, como tampoco lo era él. Pero los ojos no cambian, como tampoco había cambiado ese rictus torcido de la boca. Recordaba esa expresión suya mientras le colocaba la navaja en la barriga y le decía que le diese todo lo que llevaba encima. Y recordó aquel reloj que se compró con su primer sueldo y recordó con rabia como no tuvo más remedio que quitárselo de la muñeca masticándose los dientes, si es que los dientes pueden masticarse. Habían pasado treinta años de aquello. Y cuánta sangre quedó en el suelo y que difícil debió ser limpiarla.
¿Qué le había dicho él a María exactamente? ¡Ah, sí! Que si no estaba con él se iba a buscar una amiga cercana, porque ella estaba lejos. Ella le dijo que le quería y que no tenía culpa y había apagado el teléfono, porque es lo único que puede hacerse en la distancia cuando el dolor es muy grande. Él no pudo soportarlo más, que en las peleas amorosas lo justo es que existan dos.
La enseñanza. Antonio pensó en la enseñanza. ¿Cuál era? Aquella puta frase se acostaba lánguidamente sobre su vida llena de fracasos y volvió a pensar en la dulce espalda de ella.
Ladrillos y más ladrillos indicaban que llegaban al lugar de destino y no encontraba la enseñanza por ningún lado, pero debía hacerlo, porque no quedaba mucho tiempo y ya veía la sombra de aquel patíbulo bajo la lluvia.
Re: Encierro - La frase de marras
A ver... me gusta mucho la rabia que destila. Rabia, directa, frases que te llegan directamente.
Es decir, se transmite muy bien los sentimientos y la historia "virtual" de amor. Pero no me queda claro, y lo releído, lo que pasa con ese asesinato y el chico. Pero nada claro.
¿Un robo? ¿Pero quién le robaba a quién? ¿Y por qué le mata?
Las prisas, autor, las prisas... Pero la forma de contarlo me parece muy buena.
Es decir, se transmite muy bien los sentimientos y la historia "virtual" de amor. Pero no me queda claro, y lo releído, lo que pasa con ese asesinato y el chico. Pero nada claro.
¿Un robo? ¿Pero quién le robaba a quién? ¿Y por qué le mata?
Las prisas, autor, las prisas... Pero la forma de contarlo me parece muy buena.
Siempre contra el viento
Re: Encierro - La frase de marras
Me ha gustado, me parece que está bien escrito y la idea es interesante
Solo hay una cosa que me ha chirriado un poco, con eso del patibulo yo me había imaginado que la historia transcurría en una España de hace, por lo menos, 40 años, pero luego mencionas lo de las redes y ya me has descolocado
Nínive, lo que pasa es que yo creo que rememoran dos momentos distintos: uno el del pasado inmediato, el robo tras la discusión con María y otro cuando le robaron el reloj a él hace treinta años. Ambos momentos quedan conectados porque el chaval que le robó el reloj cuando Antonio era joven es el mismo hombre al que roba y mata Antonio ya de mayor Por lo menos así lo he entendido yo
Solo hay una cosa que me ha chirriado un poco, con eso del patibulo yo me había imaginado que la historia transcurría en una España de hace, por lo menos, 40 años, pero luego mencionas lo de las redes y ya me has descolocado
Nínive, lo que pasa es que yo creo que rememoran dos momentos distintos: uno el del pasado inmediato, el robo tras la discusión con María y otro cuando le robaron el reloj a él hace treinta años. Ambos momentos quedan conectados porque el chaval que le robó el reloj cuando Antonio era joven es el mismo hombre al que roba y mata Antonio ya de mayor Por lo menos así lo he entendido yo
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)
Re: Encierro - La frase de marras
Uff... pues no queda nada claro, a mi modo de ver.
Siempre contra el viento
- Mister_Sogad
- Tigretón
- Mensajes: 3601
- Registrado: 20 Dic 2009 10:04
- Ubicación: Perdido en mis pensamientos
Re: Encierro - La frase de marras
Confuso me he quedado, creo que no he entendido del todo la historia. Eso sí, la narración es buena, he seguido a Antonio durante esos pasos que estaba dando mientras rememoraba con amargo pesar su metedura de pata con María y su posterior error que lo ha llevado al patíbulo. Pero, ¿lo que hizo sucedió hace treinta años o lleva treinta años encerrado tras haberlo hecho?
Re: Encierro - La frase de marras
A mí también me ha resultado un poco liosillo. Entiendo que al protagonista le robaron hace treinta años y se encuentra con el ladrón un día que iba cabreado y se lo carga. De lo que no me he enterado es por qué el cabreo con su pareja, aunque quizá eso no importa. Llama la atención cómo reconoce al ladrón de hace treinta años, por mucho que tenga un rictus peculiar. Lo de las redes también me ha descolocado un poco.
1, 2... 1, 2... probando...
- Iliria
- Foroadicto
- Mensajes: 4835
- Registrado: 23 Jul 2014 23:13
- Ubicación: En la Torada Mágica, para siempre
Re: Encierro - La frase de marras
A mí me ha pasado igual. Me ha descolocado un poco (a menos que suceda en un país donde exista pena de muerte, pero entonces los nombres no serían españoles... )Sinkim escribió: Solo hay una cosa que me ha chirriado un poco, con eso del patibulo yo me había imaginado que la historia transcurría en una España de hace, por lo menos, 40 años, pero luego mencionas lo de las redes y ya me has descolocado
Las frases que empleas me han gustado: duras, directas. Reflejas muy bien la rabia del protagonista.
Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas - Cicerón
-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
Re: Encierro - La frase de marras
Yo creo que está muy bien. Le sacáis tres pies al gato, sobre todo Nínive, que está en plan enfermera malvada . En Estados Unidos y en otros países sigue vigente la pena de muerte: ¿por qué no va a ser allí la historia? Antonio Rodríguez, mexicano, pongamos que luchador retirado, que conserva su antigua fortaleza y que se acalora un poco cuando se trata de su mujercita, un tapón de metro y medio que le pone firme. Antonio Rodríguez, que cuando se cruza con el delincuente recuerda los ojos que no cambian, el rictus torcido de la boca, la expresión. Antonio Rodríguez, que le hace una llave sencilla, lo que sería una caricia para otros luchadores, que troncha a su oponente. Y de repente tiene que pensar en una hora lo que no ha pensado en toda su vida.
Me gusta. Blinder, apunta otra muesca .
Me gusta. Blinder, apunta otra muesca .
Re: Encierro - La frase de marras
Ese título Llevo riéndome con él desde que me he despertado.
El relato está bien, con frases directas y me ha gustado.
Molt bé
El relato está bien, con frases directas y me ha gustado.
Molt bé
Re: Encierro - La frase de marras
Isma, de "llave sencilla" nada, que pone bien clarito que le coloca la navaja en la barriga
Aunque te puedo comprar lo de que la historia suceda en algún pais americano
Aunque te puedo comprar lo de que la historia suceda en algún pais americano
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)
Re: Encierro - La frase de marras
Qué luchador no lleva una navaja en la bota, para pelarse una mandarina antes de empezar los combates o cortarse las uñas de los pies. Se le habrá clavado al pobre delincuente por mala suerte...Sinkim escribió:Isma, de "llave sencilla" nada, que pone bien clarito que le coloca la navaja en la barriga
Re: Encierro - La frase de marras
Ah, pero el que sacaba la navaja no era el ladrón hace 30 años al protagonista?
1, 2... 1, 2... probando...
Re: Encierro - La frase de marras
Es verdad. Sinkim, colega, vaya lío me has hecho. Volvamos a la primera hipótesis: asesinato por llave. Llave de lucha libre, Sinkim, no de la puerta, que me lías de nuevo.Shigella escribió:Ah, pero el que sacaba la navaja no era el ladrón hace 30 años al protagonista?
Re: Encierro - La frase de marras
Yo es que entendía que Antonio recordaba la expresión del ladrón de joven y mientras lo recordaba le ponía la navaja y le robaba.Recordaba esa expresión suya mientras le colocaba la navaja en la barriga y le decía que le diese todo lo que llevaba encima.
Más que nada porque la frase final "Y cuánta sangre quedó en el suelo y que difícil debió ser limpiarla." la entendía como el resultado de Antonio al clavarle la navaja y matarlo Porque si es de cuando le robaron el reloj de joven no me acaba de convencer
Pero bueno, vistas las dudas habrá que esperar al autor
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)
Re: Encierro - La frase de marras
Yo entendía que la navaja y el robo eran flashback y la sangre era del ajuste de cuentas actual. Pero sí, habrá que esperar aclaraciones.
1, 2... 1, 2... probando...