CI 1 - De brezos, violetas y alcornoques - Elisel

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CI 1 - De brezos, violetas y alcornoques - Elisel

Mensaje por lucia »

DE BREZOS, VIOLETAS Y ALCORNOQUES


Me llamo Brezo y soy un hada. Al hablar de hadas todo el mundo piensa en pequeñas damiselas con alas en su espalda tan hermosas como ellas, pero a nadie se le ocurre pensar en varones, como si ellas surgieran por arte de magia. ¡Zas, un hada! Pues no. No todas son bellas chicas; también hay chicos apuestos. Como yo.

Estoy tumbado boca abajo sobre una matamoscas. Una seta de esas rojas con motas blancas donde se supone que viven los gnomos, para que nos entendamos. Son muy cómodas en verano porque los insectos no se acercan a ellas, ya que los paraliza y así se libra uno de los plastas de los mosquitos. A las hadas, en cambio, no nos afecta. Los hombres las llaman “setas de los enanitos” porque si se zampan alguna, creen ver uno danzando ante sus ojos. Aunque no deberían llamarlos “enanitos”. Puede que algún día os encontréis en el bosque con un gnomo simpaticote que dejará de serlo en cuanto lo llaméis “enanito”. Son muy suyos y no es cierto que siempre estén de buen humor, que se gastan una mala leche... En fin, a lo que iba, que me estoy yendo por las ramas. No estoy tumbado en una seta por ser un holgazán. No, nada de eso. Estoy aquí para ver pasar a Violeta. Vive en el roble que tengo justo enfrente, así que tengo la esperanza de verla volar por aquí en cualquier momento. ¿Que quién es Violeta? Es el hada más bonita del bosque, o al menos es la que más me gusta. Es alegre y divertida, pero también sensata y prudente. Tiene los ojos de color avellana y el pelo tan negro como las alas de un cuervo, largo y sedoso. O al menos parece sedoso; cuando estoy con ella no me atrevo a tocárselo. Me da vergüenza hacer cualquier gesto que me delate y Violeta se dé cuenta de que estoy colado por ella. Sé que es una estupidez porque si no se lo digo, ¿cómo va a saberlo? Pero es que soy un cobarde y tengo miedo a perder su amistad.

–¡Hola, Brezo!
–¡Hola, Brezo!
–¡Hola, chicas! –contesto yo.
Las abejas zumban de aquí para allá en busca de flores que libar para hacer su deliciosa miel, que comparten con nosotras, las hadas. A cambio les libramos de los osos desaprensivos que pretenden robar el producto de tanto esfuerzo. Ellas saben defenderse solas, pero mueren al clavar su aguijón y es una pena, así que las hadas arremetemos contra los osos con piedras, palos y lo que se tercie y el muy ladrón termina claudicando y yéndose a buscar la comida a otro sitio.
–¿Esperas a Violeta?
Se ve que medio bosque sabe lo que siento por ella. Es una suerte que no le hayan ido con el chismorreo. O puede que sí, y ella disimula.

¡Ahí viene! Sus alas plateadas se agitan en el aire y su vestido verde parece flotar alrededor de ella. No me ha visto y yo estoy tan embobado que ni se me ocurre llamarla. Se para a saludar a la araña tejedora que vive en los matojos al pie de su roble y un instante después desaparece entre las ramas del mismo. No me gustan mucho las arañas y, a decir verdad, yo tampoco les gusto a ellas. Me tienen ojeriza y sé que a mis espaldas me llaman Rompetelas. Y todo porque una vez iba volando a toda prisa y en un momento en que miré hacia atrás para ver si me seguían caí de bruces en una telaraña. Estaba huyendo de unos hombres que había visto en el bosque y no me di cuenta de que había una tela traicionera tejida entre dos árboles. Pensé que resultaría sencillo soltarme, pero al intentarlo los hilos se me empezaron a pegar por todo el cuerpo y cuanto más me movía, más me enredaba.
–¿Quién ha sido el gamberro que me ha destrozado la tela? ¡Tú!
La propietaria de esa maldita red pegajosa, una gigantesca araña peluda, vino furiosa hacia mí. Me echó una bronca de campeonato y me llamó de todo menos “guapo” mientras me miraba ceñuda con los ojos echando chispas. ¡Tienen ocho ojos! ¿Os imagináis que os miren mal con ocho ojos? Casi me mojé los calzones del miedo que pasé. Lo juro. Creí que me envolvería en un capullo y que le serviría de almuerzo, y eso que sabía que las arañas no comen hadas, pero pensé que a lo mejor aquella hacía una excepción. Al final ella misma me liberó de su tela, sin dejar de refunfuñar porque un hada atolondrada –o sea, yo– le había arruinado el trabajo de toda la mañana.

Pienso en ir a buscar a Violeta. Tal vez quiera venir conmigo a revolotear un poco por ahí. Podríamos ir a buscar fresas silvestres o a saltar de piedra en piedra por la laguna. Bueno, esto mejor no, que una vez, tratando de impresionarla, intenté demostrar que podía navegar sobre una hoja y fracasé miserablemente. Me caí a la laguna, las alas se me mojaron y casi me ahogo. Violeta voló por encima de mí y me mantuvo a flote, pidiendo ayuda. Suerte que había una rana allí cerca y me rescató.

Levanto el vuelo con intención de dirigirme a lo alto del roble, a la oquedad donde vive Violeta, pero alguien se me adelanta: Alcornoque. En realidad se llama Sauce, pero como es torpe, simplón y bastante corto de entendederas le llamamos Alcornoque. Bueno, para ser sincero solo yo le llamo así. Y para seguir siendo sincero... Le llamo así porque él es todo lo que yo no soy. Es alto –mide cinco centímetros–, esbelto, tiene el pelo dorado, ligeramente largo y los ojos azules, muy azules. Y todas las chicas le encuentran irresistible. Dicen que es guapo e interesante. Yo, en cambio, tengo los ojos de un corriente color verde, como casi todas las hadas y el pelo negro, como casi todas las hadas, más rebelde que el de la mayoría y, además, creo que soy el hada más patosa del bosque. Veo que Violeta se va volando con Alcornoque. Él la ha cogido de la mano y se alejan juntos. Yo me marcho de allí, descorazonado y cabizbajo. Y me muero de celos.

Camino sin rumbo fijo con las alas caídas y voy a parar a una enorme charca que se ha formado con el chaparrón de ayer. Como no corro peligro de ahogarme en ella me pongo a lanzar guijarros al agua desde la orilla. Me gustaría arrojárselos a Alcornoque, pero no puede ser. Una mariposa negra con manchas naranjas vuela sobre mí, grácil y elegante. Yo estoy enfadado con el mundo y ni la saludo, pero ella regresa, pasando por alto mi descortesía, y se posa sobre un llantén muy cerca de mí. Me siento observado y la miro malhumorado. No quiero ver a nadie, pero se ve que eso va a ser imposible en este bosque superpoblado.
–¿Qué haces aquí tan solo? –me pregunta la mariposa sin darse por enterada de que mi mirada fulminante va dirigida a ella.
–No estoy solo –replico.
Ella ríe, sin ofenderse. Es una risa dulce, cristalina y me avergüenzo de haber sido tan borde con ella. Ni que la mariposa tuviera la culpa de lo que me pasa.
–¡Qué ojos tan tristes en un hada tan bonita! –me dice–. El remedio para el mal de amores, hadita, no es tirar piedras a una charca. Espabila, vamos. La vida es corta.
Y sin más se marcha. Con todos los seres que hay en el bosque tenía que ir a posarse a mi lado una mariposa que sabe leer la mente. Tal vez sea la bruja del bosque disfrazada. Dicen que hay una. Sea como sea, tiene razón. Cierro la boca, que se me ha quedado abierta por el asombro, antes de que me entre en ella algún bicho y salgo volando tras la mariposa para disculparme por haber sido tan grosero con ella y para darle las gracias por su sabio consejo. La veo volando, haciendo cabriolas en el aire con otra mariposa idéntica a ella. No quiero interrumpir, así que cojo aire y grito para que me oiga:
–¡Muchas graciaaaaas! ¡Y perdonaaaaa!
–Es mejor recibir calabazas habiéndolo intentado que arrepentirte toda la vida de haber callado, hadita –contesta ella.
Genial. Dándome consejos sentimentales a grito pelado en medio del bosque. Solo hace falta que la haya oído alguna urraca. Claro, que la culpa es mía. He sido yo quien ha empezado a vocear, pero es que me daba corte acercarme a ella cuando estaba en pleno ligoteo. La pareja de mariposas se aleja. Yo los despido, diciéndoles adiós con una mano hasta que se pierden entre los árboles.

Alcornoque, es la guerra. Pienso declararme a Violeta. Mi arrojo desaparece en un instante. No está bien meterme entre ellos dos. A Violeta le gusta Alcornoque. No es que me lo haya dicho, pero les he visto volar cogidos de la mano y yo no debería poner a Violeta en una situación tan incómoda. ¿Y si la invito al baile de las flores? ¿Qué podría perder? La he invitado todos los años y siempre me ha dicho que sí. Aunque entonces no tenía a Alcornoque revoloteando alrededor de ella como un moscardón. ¿Qué hago? ¿La invito? ¿No la invito? ¡La invito! ¿Y si me dice que va a ir con Alcornoque? Bueno, como dice la mariposa, lo habré intentado. Además, eso no es lo mismo que declararme. Tengo que darme prisa porque solo faltan dos días para el baile y no quiero que ese tipo se me adelante.

Voy en busca de Violeta sin perder más tiempo. Sé que lo más probable es que esté con Alcornoque, pero si es así, esperaré a que él se largue. La busco por los lugares donde más le gusta estar: la laguna, el nogueral, los zarzales... No hay ni rastro de ella, así que voy a buscarla a la colmena. Tal vez haya ido a pedir un poco de miel a las abejas. Por el camino veo a Alcornoque volando con una chica que no es Violeta. Van riendo y su actitud parece demasiado cariñosa como para ser solo amigos. ¿Está engañando a Violeta? ¡Será...! De pronto me entra un irrefrenable deseo de dejarle la nariz como un tomate bien maduro.
–Violeta está en el campo de amapolas con sus amigas –me dice una abeja.
Hablar con Violeta tiene prioridad sobre hacerle una cara nueva a Alcornoque, de modo que le doy las gracias a la abeja y me dirijo hacia el campo de amapolas.

La encuentro con Rosa, Azucena y Jazmín, sus amigas de toda la vida. Están sentadas sobre las raíces de un viejo olmo que las acoge en su sombra. Oigo sus voces cantarinas según me acerco a ellas y cuando me ven se miran unas a otras y sueltan risitas. Me pregunto si tendré algún desgarro en los calzones, la cara sucia, hojas pegadas al pelo o algo así, pero ahora no es momento de comprobarlo. Contestan a mi saludo y entonces las amigas de Violeta recuerdan que han olvidado algunas cosas de lo más urgente y, tras despedirse de ella, se marchan volando. Creo que he estropeado una charla de chicas. Miro a Violeta, pensando en disculparme por la interrupción, pero ella se me adelanta.
–Brezo, ¿dónde te has metido? No te he visto el pelo en todo el día –dice.
Su voz es cálida y sus ojos de avellana brillan al mirarme. Yo me sonrojo como un perfecto memo.
–Por ahí... –contesto.
En realidad he estado escondido esperando a verla, tirando piedras a una charca y descargando mi mal humor contra una amable mariposa, pero no puedo decirle eso. Me pregunto si debo contarle que he visto a Alcornoque coqueteando con otra chica. No, tampoco puedo decirle eso. Se entristecerá y yo no quiero verla triste.
–Violeta, yo... Quería... Mmm... ¿Quieres venir conmigo al baile de las flores? –le pregunto, sintiendo que me arden las mejillas.
Ahora es cuando ella me dice que no y mi corazón se hace añicos. No sé si podré disimular mi desilusión.
–Creí que no me lo ibas a pedir nunca –contesta ella.
Violeta me sonríe y yo siento una sacudida. Apenas puedo creer lo que estoy oyendo.
–¿Vendrás conmigo entonces? –balbuceo.
–Pues claro. Parece que te sorprenda.
–Es que pensé que este año irías con Alcorn... Sauce.
Me he corregido tarde y Violeta se ha dado cuenta, pero no hace mención al respecto.
–¿Y por qué iba a ir con Sauce? Siempre he ido contigo –replica.
Entiendo. Soy una tradición. Oigo los pedacitos de mi corazón cayéndose. ¿Qué esperaba? Violeta me mira con ternura con la cabeza inclinada. Se mete un negro bucle de pelo tras la oreja derecha y se muerde el labio inferior. Es tan bonita...
–¿Brezo?
Despierto de golpe.
–Iré a buscarte, ¿vale? –le digo.
–Te estaré esperando. Me encantará ir contigo al baile.
Mis alas vibran de emoción y ella sonríe de nuevo con las mejillas teñidas de rubor. Se despide de mí y alza el vuelo, pero un instante después, cuando ya se alejaba, regresa y me da un beso en la mejilla. Antes de que yo pueda reaccionar, ella se va volando sin mirar atrás, haciendo piruetas en el aire. Yo, embelesado, pongo la mano en la mejilla donde un momento antes Violeta me ha rozado con sus labios. No voy a poder dormir en dos días. Y no pienso lavarme la cara nunca más.

Esta noche se celebra el baile de las flores. Siempre tiene lugar la primera luna llena después del solsticio de verano. No sé a quién se le ocurrió llamarlo “baile de las flores” porque va todo el mundo menos las flores. Suena a recochineo, pero es lo que hay. Conforme se acerca el momento me voy poniendo más y más nervioso. Intento peinar mi rebelde pelo y hasta le pongo un poco de resina de almendro para mantenerlo en su sitio, pero no hay manera. He visto puercoespines con púas más domables.
Salgo a buscar a Violeta. Al llegar a su casa del roble su madre, después de hacerme un cumplido, la llama y ella aparece con un vaporoso vestido largo de seda roja y el pelo recogido en lo alto de la cabeza. Está preciosa. Consigo decírselo después de abrir y cerrar la boca unas cuantas veces. En vez de un hada he debido parecer una carpa fuera del agua. Ella se pone casi tan colorada como su vestido y yo le ofrezco mi brazo. Violeta lo toma y, juntos, nos vamos al baile.

Cuando llegamos, la orquesta ya está tocando. El alegre sonido de las flores de arbusto trompetero, el ritmo de las cáscaras de avellana que son golpeadas con palos y la vibración de resistentes bigotes de ratón de campo tensados entre dos ramas amenizan la velada. Las hadas bailan al son de la música, pasándoselo en grande. También Violeta y yo bailamos. Nunca he sido un gran bailarín, pero meneo el esqueleto lo mejor que puedo. Violeta me pisa un par de veces. Aun así, no debemos hacerlo tan mal porque a nuestro alrededor se forma un corro que da palmas al compás de la música. Cuando la pieza termina, nos aplauden efusivamente y sonreímos azorados, haciendo una pequeña reverencia. Después, el baile continúa bajo las guirnaldas de campanillas y capullos de rosa enana. Y hablando de capullos… Por ahí viene Alcornoque con la chica con la que estaba coqueteando el otro día. ¡Qué cara tan dura! ¡Tiene la desfachatez de venir con ella al baile! Pobre Violeta. Antes de que yo pueda pensar en una maniobra de distracción para que ella no vea al picaflor este con otra, Alcornoque nos divisa.
–¡Eh, Violeta! –la llama agitando una mano en alto.
–¡Sauce! Ven, Brezo –me dice ella tirándome del brazo para llevarme junto a la parejita–. Vamos a saludarles.
Algo no cuadra. ¿Por qué Violeta iba a estar tan contenta de ver a Alcornoque acompañado de esa hada a la que tiene tiernamente enlazada por la cintura? Se suceden las presentaciones. La amiga obviamente más que amiga de Alcornoque se llama Magnolia y hay que reconocer que es muy bonita. Tiene los ojos verdes y el pelo del color del sol en verano. Se los ve felices y yo no entiendo nada.
–Me ha dicho que sí –le dice un emocionado Alcornoque a Violeta.
Ella suelta un alegre chillido y lo abraza. Y después abraza a Magnolia y les da la enhorabuena. Y yo sigo sin entender nada.
–Violeta me ha estado ayudando a hacer un hermoso ramo de plumas de cisne con el que pedirle a Magnolia que se casara conmigo –me aclara Alcornoque–. Y ella me ha dicho que sí.
¡Menudo planchazo! Por favor, que algún topo haga el agujero de salida de su madriguera justo debajo de mis pies, que quiero que me trague la tierra. Vaya una historia que me he montado yo solito. ¡Pero qué vergüenza!
–Estáis invitados a la boda, eh –nos dice Magnolia.
–Allí estaremos –dice Violeta–. ¿Verdad, Brezo?
–Sí. Sí, sí, sí. Claro que estaremos –balbuceo yo.

Cuando termina el baile acompaño a Violeta a su casa. Afortunadamente no se ha notado mucho que he pasado el bochorno de mi vida. Otro más, quiero decir. Lo hemos pasado muy bien. Nos despedimos en la puerta de la oquedad de Violeta. Ella está a punto de entrar, pero la detengo.
–Violeta…
Es hora de madurar, Brezo. Es hora de coger al escarabajo pelotero por los cuernos, afrontar las cosas y apechugar con las consecuencias. Violeta se vuelve hacia mí.
–¿Quieres ser mi novia? –le pregunto.
–Creí que no me lo ibas a pedir nunca.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Sinkim
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Re: CI 1 - De brezos, violetas y alcornoques

Mensaje por Sinkim »

Una historia muy simpática y entretenida, me ha gustado seguir las andanzas de Brezo y ver como reúne valor para declararse a una Violeta que está coladita por él :D

Un cuento sencillo pero muy tierno y bonito, además con animales que hablan y que siempre están dispuestos a ayudar a nuestro protagonista. Perfecto para contarselo a un niño pequeño :lol:
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
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Shigella
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Re: CI 1 - De brezos, violetas y alcornoques

Mensaje por Shigella »

Este relato me ha gustado bastante. La ambientación tan mona en el bosque, las haditas… eso sí, es ñoño, pero me da igual, porque es muy cuco. Lo único que la historia me ha parecido muy sencillota, me hubiera gustado más algo más de intríngulis, pero lo dicho, muy mono.
1, 2... 1, 2... probando...
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jilguero
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Re: CI 1 - De brezos, violetas y alcornoques

Mensaje por jilguero »

Ella:
Con lo que me gusta el campo, qué buena idea llevarme de paseo. :alegria:
Me encantan las setas rojas con motitas blancas, y los charcos con ranas, y las abejas que fabrican miel, y las telarañas pegajosas que unen las ramas. Sí, que paseo tan bonito nos hemos dado. :D

Eso sí, a mis los enamorados me parecen muy aburridos porque ya no quieren hacer otra cosa que estar el uno con el otro. ¡No, no me gustan las hadas enamoradizas!, prefiero irme a jugar con las hadas traviesas o con las hadas exploradoras que se atreven a visitar el otro lado prohibido de la montaña. :vb_570:


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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Tolomew Dewhust
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Re: CI 1 - De brezos, violetas y alcornoques

Mensaje por Tolomew Dewhust »

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Hay que arriesgar un poquito más en esta vida, Brezo... ¡aaaay! La historia bien llevada, pero el argumento no me dice mucho. Al final resultó un poco la peli de las seis de la tarde un sábado en Antena 3, cuando la fiesta de fin de curso en los instis americanos... Lástima. A tu favor, los personajes bien dibujados y el pelín de imaginación que les has echado a tus haditas. Por supuesto, lo bien contado que está.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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kassiopea
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Re: CI 1 - De brezos, violetas y alcornoques

Mensaje por kassiopea »

Me gusta que el protagonista sea un hada y que el relato esté narrado en primera persona, con un tonillo desenfadado a veces (como esas alusiones a los "enanitos" que se enfadan si los llamas así, por ejemplo) que le va muy bien al personaje. El lector conecta enseguida con el personaje, muy bien. Muy bonitas y conseguidas también las descripciones de la naturaleza. Y el relato me parece muy bien escrito, fluye como la seda. Hay una buena pluma aquí detrás :D

Lo que no me convence tanto es la historia en sí. Echo en falta algún giro añadido, alguna sorpresa, algo más aparte de la historia del hada enamorado. No es que no me guste, pero echo en falta algo más :oops:

No hagas mucho caso, autor/a, porque se trata de gusto personal. Aunque no termine de convencerme, escribes muy bien y es un buen trabajo :60:
De tus decisiones dependerá tu destino.


Instagram creativo: Los colores de Yolanda
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Iliria
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Re: CI 1 - De brezos, violetas y alcornoques

Mensaje por Iliria »

Este relato, sin ser de mis favoritos (por ahora), me ha llamado mucho la atención. :D He encontrado muy divertidas las peripecias y reflexiones de este "hado" :lol:
Bien narrado, alternas muy bien los pensamientos del personaje con la trama (y buen aporte expresiones coloquiales en un cuento de hadas, que "rompan" con el género)
Creo que has hecho un buen trabajo :60:

Rango de edad: 7-9
Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas - Cicerón :101:
-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
Gisso
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Re: CI 1 - De brezos, violetas y alcornoques

Mensaje por Gisso »

Aunque estoy saturado un poco de “hadas” –estoy escribiendo la continuación de mi hadita sin alas y menudo follón-, me ha alegrado ver una historia de estas características, pero… Me ha parecido una historia sencillita para la longitud que tiene, por un lado gana esa sencillez pero puede que se haga un poco pesado. Podría haber algún momento más gracioso o algo que la haga más entretenida.
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Ratpenat
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Re: CI 1 - De brezos, violetas y alcornoques

Mensaje por Ratpenat »

Lectura decimocuarta: de brezos, violetas y alcornoques

-Buenas noches, Lord Fledermaus.
+Ey, qué pasa...
-¿No me va a saludar como de costumbre?
+No, mire, me voy a dar un paseo. Apáñeselas solo esta vez.
-Bueno, dejaré aquí lo que se espera de él, de mano de Kassiopea e Iliria:
Kass escribió:Un herbario. Tenía que elaborar un herbario si no quería suspender el curso una vez más. Este relato nos narra las peripecias del niño protagonista internándose en el bosque para conseguir terminar el dichoso herbario a tiempo. Habrá humor, animalitos y el niño hará nuevos amigos. Al final se olvidará del herbario y suspenderá otra vez, pero ya no le importará...
Ili escribió:Qué bonito ^ ^ Me imagino una excursión un día de primavera en el campo. Descripciones bucólicas... puede ser de jilguero o de Nínive
-La naturaleza es, desde luego, un punto clave del relato y en ese aspecto está bien hecho, la fantasía de hadas en un bosque mágico. Es una ñoñería, poco del gusto de Lord Fledermaus, me temo. Las descripciones son correctas, pero tiene poca pegada y un romance mejorable. Esto es lo típico que Eyre no valora por considerarse demasiado para niños. (¡Este Fledermaus es imbécil!)
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elultimo
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Re: CI 1 - De brezos, violetas y alcornoques

Mensaje por elultimo »

Me gusta el principio, con esa sorpresa inicial, lo que pasa es que luego todo es una historia tópica de chico quiere a chica.

No es de los que más me ha aburrido leyendolo, pero tampoco me ha dicho nada.
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Mister_Sogad
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Re: CI 1 - De brezos, violetas y alcornoques

Mensaje por Mister_Sogad »

Precioso cuento, buen ritmo y buena idea. Pero creo que el marco infantil es algo sesgado, no creo que la mayoría de niños/as se vean atraídos por este tema amoroso. Pero a mí me ha gustado, repito.
Imagen Pon un tigre en tu vida
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Berlín
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Re: CI 1 - De brezos, violetas y alcornoques

Mensaje por Berlín »

Habla el niño del ascensor:

--¿Y los piratas? ¿Y los indios?
--Ya. Es que este cuento es para una niña de ocho años y tú eres un proyecto de machito descerebrado. Te ha aburrido un poco.
--¿Como lo sabes?
--La caverna abierta de tu boca huera de dientes bostezando me lo ha sugerido en sendas ocasiones. Por cierto, tienes la úvula un tanto enrojecida.
--¿Qué es huera, qué es una úvula, qué es...?
--Calla o te meto.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Topito
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Re: CI 1 - De brezos, violetas y alcornoques

Mensaje por Topito »

:lista: Por favor, firme. No se arrepentira, se lo aseguro. Sí, ya tenemos una ilustradora que realizará un gran trabajo con su escrito. No, no se preocupe, eso es tema nuestro. Usted sólo firme. Sí, no se preocupe, la correctora de estilo no cambiara nada sin antes consultarla. Por favor, tome mi pluma si no tiene bolígrafo, y firme. Claro, buena mujer, su «bebe», como lo llama usted, será tratado con todos los honores. Las pequeñas disfrutaran con él. No, no, espere, ya le quito la tapa a la pluma yo, y firme, firme usted. Sí, la publicidad será excelente, todas las niñas de seis, siete... hasta las de diez años, querrana un ejemplar. ¡Se lo puedo asegurar! Pero, firme, firme, firme ya usted...
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Ororo
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Re: CI 1 - De brezos, violetas y alcornoques

Mensaje por Ororo »

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Gavalia
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Re: CI 1 - De brezos, violetas y alcornoques

Mensaje por Gavalia »

Me lo he pasado bien con la historia y mira que es simplona. Buena redacción y entretenida. Te tendré muy en cuenta en las votaciones. Enhorabuena
En paz descanses, amigo.
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