CN4 - Los lugares rotos - Isma
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CN4 - Los lugares rotos - Isma
Los lugares rotos
Me llamo Sembeya y habito los lugares rotos. Los jóvenes de la aldea me llaman a veces Peau, pellejo. Pero una niebla ofusca mis recuerdos. Una nube de polvo ha extendido sus alas por estas tierras secas y cuando se ha asentado he visto a dos mujeres. He caminado hacia ellas y me han hablado.
—Mira quién está aquí…
—Vaya, pero si es el viejo Sembeya…
He sentido nostalgia y un impulso me ha empujado a querer agradarles: sé la impresión que causan en las mujeres mis dientes blancos y he sonreído. Son jóvenes. Los recuerdos se agitan en mi cabeza como peces en un charco poco profundo.
—Cántanos, Peau. Queremos oir de nuevo tu voz.
Cantar… la palabra agita las aguas de mi memoria. Sus voces me llaman, me impulsan a hacer algo. Sensaciones que creía olvidadas, anhelos no cumplidos. Las dos mujeres me miran con ojos grandes. Son muy guapas.
—Yo os conozco. Tengo vuestros nombres en la punta de la lengua. Tú… he soñado contigo. Y tú… tú…
Las dos mujeres esperan. Me gustan sus sonrisas. Es cierto que creo conocerlas, pero el polvo no se asienta en estas tierras hendidas. Me escuecen los ojos y me paso la mano por la cara. Ella tiene el talle fino y una mirada pícara. De aquella me excita la forma de su cuerpo, la mano en la cadera, los labios carnosos.
—Cántanos, Peau.
Sí, cantar. Asiento. La palabra es esquiva, pero mis manos se mueven solas. Comienzo a dar palmas, intentando que el sonido brote de mi piel endurecida. Ellas se balancean suavemente, siguiendo el ritmo de mi batir. Y la voz nace, quebrada y ronca, y en el yermo pasamos a estar solos los tres, más solos que antes pero también más juntos: ellas moviendo sus cuerpos ligeros, yo cantando sin palabras. La melodía me asombra y no sé si seré capaz de repetirla alguna vez. Sus cuerpos se me ofrecen, sensuales, y deseo abrazarlos. Pero me parecen estar demasiado lejos y yo sigo batiendo las palmas. Puedo sentir el movimiento de los pechos bajo la ropa, la tersura de las piernas desnudas, la languidez de los cuellos sinuosos; y sin embargo sigo modulando la voz como si fuera una ola que se desviste contra la arena, como si fuera un guijarro que rueda con el viento.
He parado. El polvo vuela y se arremolina en torno nuestra y las mujeres se alejan, se van. Quiero hablarles antes de que se vayan, pero ellas se me adelantan.
—No respondiste a mis llamadas, Peau.
—Tuviste tu oportunidad, pero ahora ha pasado… adiós…
Yo extiendo las manos hacia ellas pero la arena me impide ver. Sus cuerpos ondulan y luego desaparecen. Mis piernas no quieren obedecer. El hombre sabio acepta su destino. No sé si soy sabio, pero soy viejo. No me queda sino esperar.
Me llamo Sembeya. Recuerdo eso. El viento ha cesado y ahora hay un sol en el cielo. Brilla con una pálida piel en el cielo quebrantado.
El hombre aguarda mientras se mira las manos. Sigue haciéndolo cuando llego frente a él.
—¿Dónde está el mar?
—No hay mar en estos páramos fracturados. Solo polvo y arena.
El hombre habla consigo mismo como si yo no estuviera delante.
—Tengo los dedos arrugados. Y huelo la sal.
Me es familiar. Es joven y parece desorientado y confuso. Mira en sus manos como si estas fueran un mapa.
—No hay mar, amigo.
Por primera vez levanta la mirada hacia mí. Abre mucho los ojos.
—Oigo tus palabras. Tú eres Sembeya.
«Sembeya, Sembeya. ¿No me recuerdas?»
Sí. Lo recuerdo. Pero fue hace tanto tiempo… tanto tiempo… El hombre me coge de los hombros y una sonrisa ilumina su cara. Tiene manchas blancas en la piel y algas en el pelo.
—Nos hablaste tiempo atrás, a mí y a otros como a mí. Las noches eran largas e íbamos a verte, a buscar tus historias. ¿No lo recuerdas? Hemos compartido tiempo y palabras. Los hombres que se sientan junto al fuego son amigos, ¿verdad, Peau? Tú y yo somos amigos.
«Junto al fuego nos hablaste de la tierra lejana en la que viven los europeos. Nos enseñaste muchas cosas sobre ellos, Peau, cosas hermosas y buenas. Nos contaste de sus guerras y su dolor. Dijiste que habían aprendido de sus errores y que habían construido un futuro sin olvidar su pasado. Los chicos estábamos sentados alrededor del fuego, escuchándote, y tus palabras alejaban el frío de la noche. Nos hiciste ver tierras verdes surcadas de ríos, ciudades que olían a pan recién hecho, calles limpias y relucientes. Y hombres que eran iguales entre ellos bajo el cielo azul. Yo soñé contigo junto a aquel fuego. ¿Recuerdas? ¿Recuerdas, Peau?»
Me mira y no me mira. Está viendo más allá, algo en el pasado que para mí está oculto entre la niebla. Está esperando que yo diga algo.
—Sí, ahora lo recuerdo. Dime, ¿fue eso lo que encontraste?
Separa sus manos de mí y las vuelve a mirar. Se frota los brazos, como si tuviera frío, y de ellos cae una leve lluvia de sal. Ahora está mirando a la distancia, hacia el horizonte. Ya no me ve.
—Lo huelo. Debe de estar cerca…
Echa a andar arrastrando los pies, con el cuerpo encogido. El sol parpadea con un brillo sin color. Dejo que se marche.
Me llamo Sembeya. El sol sigue en el cielo y no recuerdo una luna. El viento sopla a rachas, fragmentado.
El niño viene. Viene y viene y viene. Ya está frente a mí.
—¡Peau!
A él lo recuerdo.
—¡Qué alegría de verte, Peau! ¡Mira, aún lo llevo conmigo!
Me enseña lo que tiene en la mano. Es un caballito de madera. No puedo más. Soy viejo y los huesos me duelen, pero caigo de rodillas. Lo que quedaba entero de mí se ha roto.
—Peau… ¡lo que he jugado con tu caballo! Lo he llevado muy lejos, no te imaginas cuánto. Hemos visto muchas cosas…
La cara del niño se vuelve seria. No puedo ver bien entre las lágrimas. Sus ojos me dan miedo.
—Ven aquí. Ven. Dame un abrazo.
—¿Un abrazo, Peau? ¿Para qué?
—Dame un abrazo…
—No me gusta que me toquen, Peau. ¿Por qué no me haces otro caballito para que jueguen juntos? ¡Por favor, por favor! ¡Tállame otro con tu cuchillo!
El niño está completamente serio ahora. Su rostro ha perdido toda expresión.
—Cuchillos…
Me hago un ovillo. Pensé que con la vejez llegaría la sabiduría. No ha sido así. No puedo mirarle a la cara. Solo puedo sollozar como un niño que él ya no es.
—Lo siento tanto, chiquillo. Dios sabe que lo intenté. Lo siento por todo…
Algo sobre mi cabeza. Las patas del caballo trotan sobre mí.
—Sembeya. ¿Me harás un favor?
—Lo que quieras, chiquillo. Lo que quieras.
—Los soldados. Si los encuentras, Sembeya. ¿Harás algo por mí?
Sollozo y asiento. Soy un hombre roto.
—¿Quieres que los mate?
—Tráeme sus cabezas. No me traigas los ojos.
Lloro sobre la tierra hendida que no acepta mis lágrimas. El viento sopla sobre mí. Me llamo Sembeya y habito los lugares rotos. Y ellos viven dentro de mí.
Me llamo Sembeya y habito los lugares rotos. Los jóvenes de la aldea me llaman a veces Peau, pellejo. Pero una niebla ofusca mis recuerdos. Una nube de polvo ha extendido sus alas por estas tierras secas y cuando se ha asentado he visto a dos mujeres. He caminado hacia ellas y me han hablado.
—Mira quién está aquí…
—Vaya, pero si es el viejo Sembeya…
He sentido nostalgia y un impulso me ha empujado a querer agradarles: sé la impresión que causan en las mujeres mis dientes blancos y he sonreído. Son jóvenes. Los recuerdos se agitan en mi cabeza como peces en un charco poco profundo.
—Cántanos, Peau. Queremos oir de nuevo tu voz.
Cantar… la palabra agita las aguas de mi memoria. Sus voces me llaman, me impulsan a hacer algo. Sensaciones que creía olvidadas, anhelos no cumplidos. Las dos mujeres me miran con ojos grandes. Son muy guapas.
—Yo os conozco. Tengo vuestros nombres en la punta de la lengua. Tú… he soñado contigo. Y tú… tú…
Las dos mujeres esperan. Me gustan sus sonrisas. Es cierto que creo conocerlas, pero el polvo no se asienta en estas tierras hendidas. Me escuecen los ojos y me paso la mano por la cara. Ella tiene el talle fino y una mirada pícara. De aquella me excita la forma de su cuerpo, la mano en la cadera, los labios carnosos.
—Cántanos, Peau.
Sí, cantar. Asiento. La palabra es esquiva, pero mis manos se mueven solas. Comienzo a dar palmas, intentando que el sonido brote de mi piel endurecida. Ellas se balancean suavemente, siguiendo el ritmo de mi batir. Y la voz nace, quebrada y ronca, y en el yermo pasamos a estar solos los tres, más solos que antes pero también más juntos: ellas moviendo sus cuerpos ligeros, yo cantando sin palabras. La melodía me asombra y no sé si seré capaz de repetirla alguna vez. Sus cuerpos se me ofrecen, sensuales, y deseo abrazarlos. Pero me parecen estar demasiado lejos y yo sigo batiendo las palmas. Puedo sentir el movimiento de los pechos bajo la ropa, la tersura de las piernas desnudas, la languidez de los cuellos sinuosos; y sin embargo sigo modulando la voz como si fuera una ola que se desviste contra la arena, como si fuera un guijarro que rueda con el viento.
He parado. El polvo vuela y se arremolina en torno nuestra y las mujeres se alejan, se van. Quiero hablarles antes de que se vayan, pero ellas se me adelantan.
—No respondiste a mis llamadas, Peau.
—Tuviste tu oportunidad, pero ahora ha pasado… adiós…
Yo extiendo las manos hacia ellas pero la arena me impide ver. Sus cuerpos ondulan y luego desaparecen. Mis piernas no quieren obedecer. El hombre sabio acepta su destino. No sé si soy sabio, pero soy viejo. No me queda sino esperar.
Me llamo Sembeya. Recuerdo eso. El viento ha cesado y ahora hay un sol en el cielo. Brilla con una pálida piel en el cielo quebrantado.
El hombre aguarda mientras se mira las manos. Sigue haciéndolo cuando llego frente a él.
—¿Dónde está el mar?
—No hay mar en estos páramos fracturados. Solo polvo y arena.
El hombre habla consigo mismo como si yo no estuviera delante.
—Tengo los dedos arrugados. Y huelo la sal.
Me es familiar. Es joven y parece desorientado y confuso. Mira en sus manos como si estas fueran un mapa.
—No hay mar, amigo.
Por primera vez levanta la mirada hacia mí. Abre mucho los ojos.
—Oigo tus palabras. Tú eres Sembeya.
«Sembeya, Sembeya. ¿No me recuerdas?»
Sí. Lo recuerdo. Pero fue hace tanto tiempo… tanto tiempo… El hombre me coge de los hombros y una sonrisa ilumina su cara. Tiene manchas blancas en la piel y algas en el pelo.
—Nos hablaste tiempo atrás, a mí y a otros como a mí. Las noches eran largas e íbamos a verte, a buscar tus historias. ¿No lo recuerdas? Hemos compartido tiempo y palabras. Los hombres que se sientan junto al fuego son amigos, ¿verdad, Peau? Tú y yo somos amigos.
«Junto al fuego nos hablaste de la tierra lejana en la que viven los europeos. Nos enseñaste muchas cosas sobre ellos, Peau, cosas hermosas y buenas. Nos contaste de sus guerras y su dolor. Dijiste que habían aprendido de sus errores y que habían construido un futuro sin olvidar su pasado. Los chicos estábamos sentados alrededor del fuego, escuchándote, y tus palabras alejaban el frío de la noche. Nos hiciste ver tierras verdes surcadas de ríos, ciudades que olían a pan recién hecho, calles limpias y relucientes. Y hombres que eran iguales entre ellos bajo el cielo azul. Yo soñé contigo junto a aquel fuego. ¿Recuerdas? ¿Recuerdas, Peau?»
Me mira y no me mira. Está viendo más allá, algo en el pasado que para mí está oculto entre la niebla. Está esperando que yo diga algo.
—Sí, ahora lo recuerdo. Dime, ¿fue eso lo que encontraste?
Separa sus manos de mí y las vuelve a mirar. Se frota los brazos, como si tuviera frío, y de ellos cae una leve lluvia de sal. Ahora está mirando a la distancia, hacia el horizonte. Ya no me ve.
—Lo huelo. Debe de estar cerca…
Echa a andar arrastrando los pies, con el cuerpo encogido. El sol parpadea con un brillo sin color. Dejo que se marche.
Me llamo Sembeya. El sol sigue en el cielo y no recuerdo una luna. El viento sopla a rachas, fragmentado.
El niño viene. Viene y viene y viene. Ya está frente a mí.
—¡Peau!
A él lo recuerdo.
—¡Qué alegría de verte, Peau! ¡Mira, aún lo llevo conmigo!
Me enseña lo que tiene en la mano. Es un caballito de madera. No puedo más. Soy viejo y los huesos me duelen, pero caigo de rodillas. Lo que quedaba entero de mí se ha roto.
—Peau… ¡lo que he jugado con tu caballo! Lo he llevado muy lejos, no te imaginas cuánto. Hemos visto muchas cosas…
La cara del niño se vuelve seria. No puedo ver bien entre las lágrimas. Sus ojos me dan miedo.
—Ven aquí. Ven. Dame un abrazo.
—¿Un abrazo, Peau? ¿Para qué?
—Dame un abrazo…
—No me gusta que me toquen, Peau. ¿Por qué no me haces otro caballito para que jueguen juntos? ¡Por favor, por favor! ¡Tállame otro con tu cuchillo!
El niño está completamente serio ahora. Su rostro ha perdido toda expresión.
—Cuchillos…
Me hago un ovillo. Pensé que con la vejez llegaría la sabiduría. No ha sido así. No puedo mirarle a la cara. Solo puedo sollozar como un niño que él ya no es.
—Lo siento tanto, chiquillo. Dios sabe que lo intenté. Lo siento por todo…
Algo sobre mi cabeza. Las patas del caballo trotan sobre mí.
—Sembeya. ¿Me harás un favor?
—Lo que quieras, chiquillo. Lo que quieras.
—Los soldados. Si los encuentras, Sembeya. ¿Harás algo por mí?
Sollozo y asiento. Soy un hombre roto.
—¿Quieres que los mate?
—Tráeme sus cabezas. No me traigas los ojos.
Lloro sobre la tierra hendida que no acepta mis lágrimas. El viento sopla sobre mí. Me llamo Sembeya y habito los lugares rotos. Y ellos viven dentro de mí.
- Estrella de mar
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- Registrado: 12 Jun 2008 23:21
- Ubicación: Aovillada en la Luna
Re: CN4 - Los lugares rotos
Qué preciosidad. En un rato te digo más.
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
Re: CN4 - Los lugares rotos
Creo que es complicado de seguir pero el relato es bueno en un principio. Sin embargo necesito una segunda relectura para entenderlo del todo. Tiene poesía y eso me gusta, pero necesito algo más para que acabe de gustarme. Enhorabuena.
En paz descanses, amigo.
- Estrella de mar
- Vivo aquí
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- Registrado: 12 Jun 2008 23:21
- Ubicación: Aovillada en la Luna
Re: CN4 - Los lugares rotos
Me encanta cómo está narrado. Qué delicadeza, te lleva de la mano. El tono enigmático lo veo apropiado para la historia. Yo he entendido que están todos muertos, el hombre blanco invadió su tribu e hizo de las suyas. O a lo mejor se me va la pinza.
Lo de Sembeya y su actitud hacia el niño y las muchachas no lo acabo de pillar del todo.
Pues eso, plumita, que destaco la belleza de la prosa.
Gracias por llenarnos de letras muertas.
Lo de Sembeya y su actitud hacia el niño y las muchachas no lo acabo de pillar del todo.
Pues eso, plumita, que destaco la belleza de la prosa.
Gracias por llenarnos de letras muertas.
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
- jilguero
- Vivo aquí
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- Registrado: 05 Abr 2010 21:35
- Ubicación: En las ramas del jacarandá...
Re: CN4 - Los lugares rotos
Me gusta la música pero necesito entender la letra para saber qué es bueno. Necesito saber si la bella envoltura contiene una historia igual de bella. En esta primera vuelta se me escapa su sentido, pero su lectura me ha resultado grata y por tanto volveré...
¿Qué me está pasando? Las cavilaciones de Juan Mute
El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
Re: CN4 - Los lugares rotos
Pues yo entendí que había ido a Europa en busca de una vida mejor y se había vuelto decepcionado. Y luego está en un desierto... Los personajes que le acompañan son espejismos y en realidad sólo viven en su cabeza...
La verdad es que ni idea.
La verdad es que ni idea.
1, 2... 1, 2... probando...
Re: CN4 - Los lugares rotos
Me gusta mucho mucho mucho cómo empieza. Pero luego pierde.
- Pedro Nieto
- Lector ocasional
- Mensajes: 31
- Registrado: 15 Oct 2015 18:28
Re: CN4 - Los lugares rotos
Pienso como Gavalia y Estrella de mar.
Tiene muy buena poesía, es tremendamente espiritual y elevado, pero de tanto que ha subido, me cuesta identificarlo. Creo que me quedo a medio camino de entenderlo y de disfrutarlo plenamente, y me jode.
Tiene muy buena poesía, es tremendamente espiritual y elevado, pero de tanto que ha subido, me cuesta identificarlo. Creo que me quedo a medio camino de entenderlo y de disfrutarlo plenamente, y me jode.
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Re: CN4 - Los lugares rotos
Bellamente enigmático, recuerdos al final de una vida, pasando de una escena a otra que hace crear muchas dudas sobre lo que nos quieres mostrar. Creo que he entendido algo parecido a lo que dice Estrella. He empezado contigo y me parece que esta puede se la tónica de este concurso. Ororo se estará frotando las manos y salibando si es así
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- Mister_Sogad
- Tigretón
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- Registrado: 20 Dic 2009 10:04
- Ubicación: Perdido en mis pensamientos
Re: CN4 - Los lugares rotos
Ay autor/a, qué lástima que entender tu relato me sea tan esquivo, espero que con las relecturas se me aclare algo aunque no estoy seguro. Pero me gusta cómo lo cuentas, y en varios instantes he creído entrever cosas que luego he desechado pero que me ha gustado que afloraran, así que en esta mi primera lectura de tu relato quiero dejarte aquí una reflexión: no se si la deseperanza, la desilusión y la desigualdad son esculturas de sal creadas para nosotros, pero definitivamente si todo está en contra pueden secarnos y transformarnos en huesos y pellejo.
Volveré autor/a.
Volveré autor/a.
Re: CN4 - Los lugares rotos
Pues yo creo que es la crónica de una huida en busca de un lugar mejor para vivir.
Ellos escuchaban las historias del protagonista sobre Europa y se fueron... y acabaron en el fondo del mar o bajo las armas de los soldados. Emigración, fronteras... Muerte.
De ahí que el hombre joven tenga algas en el pelo y el caballito del niño haya visto muchas cosas en su viaje. Guerra... Cuchillos...
De ahí que el viejo esté roto...
Me gusta mucho. Mucho.
Ellos escuchaban las historias del protagonista sobre Europa y se fueron... y acabaron en el fondo del mar o bajo las armas de los soldados. Emigración, fronteras... Muerte.
De ahí que el hombre joven tenga algas en el pelo y el caballito del niño haya visto muchas cosas en su viaje. Guerra... Cuchillos...
De ahí que el viejo esté roto...
Me gusta mucho. Mucho.
Siempre contra el viento
- kassiopea
- Vivo aquí
- Mensajes: 12469
- Registrado: 07 Dic 2008 19:18
- Ubicación: Aovillada en la Luna...
Re: CN4 - Los lugares rotos
La prosa de este relato me seduce y atrapa, me gusta el simbolismo que desprende, pero creo que algo se me escapa y no sé si acabo de comprender el conjunto... Ya lo he leído varias veces y seguro que volveré a hacerlo.
Creo que todos los personajes están muertos. Todos murieron cuando iban en busca de algo que no llegaron a conseguir: un futuro mejor. La promesa de Europa como un lugar mejor donde vivir, huyendo de los soldados, de los cuchillos, pero no lograron escapar de la muerte. Los lugares rotos pienso que son un símbolo de sus esperanzas rotas, de su pérdida. Fracasaron en su búsqueda de un futuro mejor y ahora habitan en ese desolador lugar roto, como una suerte de almas en pena que, además, han perdido sus recuerdos y su identidad. Por eso el viejo repite tanto su nombre, intenta conservar la identidad. Me ha impactado en especial el personaje del joven cubierto de algas y sal que busca el mar. Probablemente murió ahogado intentando llegar a Europa.
Me gustaría llegar a entender mejor el conjunto, pero seducirme me seduce un rato
Creo que todos los personajes están muertos. Todos murieron cuando iban en busca de algo que no llegaron a conseguir: un futuro mejor. La promesa de Europa como un lugar mejor donde vivir, huyendo de los soldados, de los cuchillos, pero no lograron escapar de la muerte. Los lugares rotos pienso que son un símbolo de sus esperanzas rotas, de su pérdida. Fracasaron en su búsqueda de un futuro mejor y ahora habitan en ese desolador lugar roto, como una suerte de almas en pena que, además, han perdido sus recuerdos y su identidad. Por eso el viejo repite tanto su nombre, intenta conservar la identidad. Me ha impactado en especial el personaje del joven cubierto de algas y sal que busca el mar. Probablemente murió ahogado intentando llegar a Europa.
Me gustaría llegar a entender mejor el conjunto, pero seducirme me seduce un rato
Re: CN4 - Los lugares rotos
Me gusta como empieza. Llegar a un lugar roto es llegar a un lugar devastado. No sólo se rompe la gente, también se rompen las ciudades y las aldeas. Y creo que esto es lo que sucede, que Sembeya se va a otros lares y cuando llega se encuentra su aldea rota y lo asolan los recuerdos. Ese niño le pide la cabeza de los soldados por lo que intuyo una masacre.
La historia es buena, pero no me gusta mucho la forma.
La historia es buena, pero no me gusta mucho la forma.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
- ACLIAMANTA
- No puedo vivir sin este foro
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- Registrado: 29 Oct 2014 13:01
Re: CN4 - Los lugares rotos
Me impactó el tema y me gustó, aunque la forma de contarlo, autor, me gustó menos
Me sacudió ese "Tráeme sus cabezas. No me traigas los ojos"
Gracias por compartirlo!
Me sacudió ese "Tráeme sus cabezas. No me traigas los ojos"
Gracias por compartirlo!
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