El hombre corazón (Jilguero, el otoño y Tolomew)

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Tolomew Dewhust
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El hombre corazón (Jilguero, el otoño y Tolomew)

Mensaje por Tolomew Dewhust »

El hombre corazón

Para Elena


Tenía ese hombre dos corazones, uno donde se le suponía y el otro cosido a la palma de su mano izquierda.

Y ambos latían… Latían insuflando en los vasos sanguíneos una riada cadenciosa y perpetua de aquel «humor» cálido y húmedo descrito por los filósofos presocráticos.

Era esto lo que había cautivado desde su alumbramiento a la comunidad científica, es decir, no ya la mera existencia de un ser con dos músculos irradiantes —pues durante los meses de gestación se había conjeturado aquella posibilidad—, sino que, una vez emancipado del seno materno, ambos órganos se sincronizasen de tal manera que cuando uno se relajaba para recibir sangre el otro se contraía para impulsarla, dando como resultado un doble latido acompasado y avenido que se creía constituía la única oportunidad de supervivencia para su portador.

Sin embargo, no siempre había sido aquel órgano emanante y periférico suyo, no. Hubo un tiempo en el que perteneció y palpitó dentro del pecho de una niña, tan pequeña, que aún no había aprendido a respirar, aunque ya practicase dentro del útero materno padeciendo hipo todos los días, o ensayase muecas y gestos frente a lo que parecía un espejo, o moviera los dedos de los pies buscando los de su hermano después de la siesta para que este le hiciera cosquillas o jugase con ella al esconder.

Gemelos siameses, creciendo él con su mano izquierda dentro del pecho de aquella y percibiendo y acusando cada uno de los latidos de su hermana, porque mano y corazón resultaban un solo conjunto. Y con el transcurso del embarazo se ramificaría el pericardio de ella sobre la palma del varón, recubriéndose órgano y extremidad con una fibrosa membrana que los salvaguardaría más adelante de cualquier lesión, pero que se enraizaría por siempre en los capilares de los dedos anular e índice y en la carilla interna del hueso semilunar, lo que hiciera luego imposible la sobrevivencia del corazón —y por tanto de esa cría— desunido de la mano que lo albergaba.

Infancia de observación en habitaciones de hospital para el niño de los dos corazones. Sepultura de campanulas y freesias para Elena, la niña sin corazón.

Porque la cría había fallecido poco antes de ser parida. Su corazón aún latía, sí, y lo seguiría haciendo ya por siempre al cobijo de otro dueño, pero el resto de sus órganos habían dejado de funcionar instantes antes del parto. Casi pudiera parecer que se había tratado de una decisión consciente por parte de la criatura, quien hubiera elegido así poner fin a sus días con tal de no perjudicar después a su hermano. Lo cierto es que sí facilitó la labor de los distintos especialistas que se habían congregado en aquel quirófano con el propósito de salvarle la vida a ambos, y quienes, desgraciadamente, no pudieron entonces sino entregarse a la ardua tarea de procurarle una vida plena a solo uno de ellos.

«Necesitarás ambas manos para tocar la guitarra», decías, y ya ves que ni con una ni con cuatro sería capaz de hacer nunca sonar esta maldita madera. Solo pronuncia tu ausencia, y desordena tu nombre en si menor sostenido para que me sienta culpable… cuando, ¡fuiste tú, fuiste tú quien decidiste por ambos!

Esquivo, pálido y desencajado, escondiéndose mal en cualquier esquina escudriñaba a quienes caminasen cerca, buscando un igual que lo comprendiera. Observaba con detalle cuantos brazos se columpiasen próximos y los recorría de norte a sur con la esperanza de hallar —en las antípodas de donde debiera— un corazón hilvanado a alguna falange distal. No podía ser el único, no, no quería serlo… Y, cuando lo encontrara… Caballero, caballero, ¿también en su caso fue ella la precursora de tan absurdo dislate? No, de manera alguna debía abordar a un semejante tan a la ligera; podría asustarlo, despertar en el otro la pesadumbre o la culpa, emociones monocromas quizá ya superadas tras décadas atribuladas consumiendo neurolépticos, e innumerables sesiones de psicoterapia sobre un sofá de corte clásico arrinconado en el ángulo lúgubre de un despacho americano. Habría de ser más cauteloso… Caballero, caballero, ¿también ustedes la hubiesen llamado Elena?

Obstinado durante años en desquerer a sus padres, hipotecó su juventud en acomodarlos junto al reproche y el tropiezo, en el error y el desatino, en la falta… ¿Cómo no evitaron aquel despropósito? ¿Por qué no la eligieron a ella y la salvaron entonces? Ignoraba que ellos los querían con toda su alma, como solo unos padres pueden querer a sus hijos: con los puños cerrados, de pie y en silencio, desnudos y a gritos… Los querían a ambos, al hijo vivo y a la niña muerta, solo que nunca fueron capaces de pronunciar en voz alta el nombre de la pequeña ni de mirar con cariño aquello que palpitaba en la mano del que vivía, por temor a dejar escapar, sin pretenderlo, alguna mirada de recelo hacia el ahora portador de aquel órgano.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… contaba los dedos de las manos del conductor del autobús que lo acercaba a la playa. La señora que pretendió cederle el asiento en cuanto se percató de que latía con vehemencia lo que fuera que él guardarse en su izquierda tenía también más de cinco… ¡Hasta aquel niño de teta con su barriguita llena de leche tenía diez dedos, cinco en cada manita! Todos tenían más de cinco...

Y bajaba funesto la escalinata que habría de llevarlo hasta el agua mientras arrebujaba en plástico estéril las entretelas de ella, siguiendo inapetente las recomendaciones de su cardiólogo —de uno de ellos, al menos—, quien a menudo le recordaba que no era sano ni conveniente inundar el tejido fibroso que protegía su segundo corazón con minúsculos granos de arena, por muy bien que luego él se enjuagara con una solución rica en potasio que había sido creada ex profeso para tal fin. Y se encaraba a la orilla y se sentaba cauteloso de no empaparse los zapatos, y luego se los quitaba, se desnudaba los pies, y sus dedos buscaban el agua mientras él los recitaba, les otorgaba un color diferente a cada uno, los enumeraba…

Inspiraba entonces soliviantado y palpitaban dentro de sí y con violencia sus dos corazones, antagonistas ahora en una contienda que acaecía en el cuerpo de su estómago, donde confluían, por un lado, la boca y las cuerdas de una guitarra que nunca aprendió a rasgar aunque quiso, nacidas en el universo de su pecho, y, por otro, el meteoro lapso en que fueron dos compartiendo el espacio de uno, proveniente de la adusta vegetación que afloraba junto a su corazón periférico.

Con tu mirada serena me quedo, y con el dibujo de tus labios que no rima en esta cuerda de pentagramas pese a que el traste que ahora empujo lo pulsan tus propias entrañas. Porque no tengo dedos bastantes, ¿sabes?, no más de cinco… ¿Y no eras tú quien me decía que harían falta ambas manos para descifrar la guitarra? Partida de risa te intuyo en esto que de ti conservo.

Terminaba llorando.

Asentía y le lloraba al mar, gimoteando cual niño pequeño enrabietado y hostil mientras asimilaba que su hermana jamás contemplaría el incontenible balanceo de las olas azules, ni percibiría el salitre que oxidaba en aquella arista del mundo las barcas de madera y hierro que venían a distraerse a la orilla, ni corretearía por la arena tras la sombra esquiva de una gaviota suspendida y marfil…

Luego la lloraba a ella, y, por fin, pronunciaba su nombre.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis... ya de vuelta por las avenidas.

Un desconocido se acercó a saludarlo y le comentó que lo había seguido en televisión desde pequeño, y que le parecía fascinante que alguien pudiera sobrevivir con dos corazones. Él lo contempló silente, abstraído y ameno, porque ya no estaba allí, habitaba un rincón imaginario del planeta tierra en el que sus moradores no tenían extremidades, sino vísceras ajenas anudadas al tronco... Y de vez en cuando regresaba de su particular tournée para observar a su interlocutor gesticular con brío, y le pareció que aquel hacía ostentación de cada uno de los dedos de las manos, y trató de interpretar el movimiento de sus labios y creyó entender que decía algo así como que había sido una lástima que la niña no hubiese sobrevivido… no, que lo realmente trágico había sido que él no hubiera permitido a Elena sobrevivir… ¿Cómo podía ponerse en pie cada día sabiéndose un asesino, un parricida? ¡Mató a una niña doliente antes incluso de que ella naciera!

Comenzó a centrar entonces las miradas de los transeúntes, quienes, horrorizados, se apartaban de su camino conforme él les iba dando alcance. Se formaron corrillos, algunos le escupían, otros le increpaban… Un tembloroso crío de apenas siete años apretó fuerte al verlo la mano de su madre para captar su atención y susurrarle al oído: «Volvamos a casa, mamá, que tengo ganas de abrazar a la tata».

—Mi segunda conciencia, velador nocturno, mi enemigo. Lo quiero fuera, doctor, lo quiero muerto.

Amputarse la mano y poner así fin al capítulo más sombrío de su miserable vida, no barajaba otra opción. Y, aunque todos y cada uno de los especialistas a los que consultó trataron de hacerle olvidar tan descabellado propósito, no había tarde de la semana que no ocupase en la sala de espera de una clínica cualquiera, analizando, meditando, cuasi memorizando el consentimiento informado que debía cumplimentar antes de llevar a cabo la intervención.

Había observado mil veces aquel exiguo pero suficiente espacio en blanco en el que debía indicar la extremidad a cercenar… Finalmente lo rubricó. Sonrió, asintió y se marchó, hasta el día de la operación.

«Fuiste, para este corazón que sostengo, en los días en que no tenía más cometido que tu subsistencia, su mayor aventura», quiso dejar escrito —mientras aún podía— sobre la única lápida flanqueada por campanulas y freesias del camposanto arbolado. Porque tenía ese hombre dos corazones, uno donde se le suponía…
Última edición por Tolomew Dewhust el 28 Sep 2017 19:46, editado 7 veces en total.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Berlín
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Re: El hombre corazón (relato)

Mensaje por Berlín »

Planto banderita, bicho. No para leerte, sino para leerte de nuevo. :60:
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Berlín
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Re: El hombre corazón (relato)

Mensaje por Berlín »

Bah, no me alargaré porque en estos casos casi nunca sé bien qué decir cuando el corazón está por medio. Y es que eres de las pocas personas por aquí que me provocan cierto vértigo. Claro, acabo de entender por qué, si es que no escribes con un corazón: escribes con dos. Y así no vale.

Me ha gustado mucho, que lo sepas. Tramposo.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Tolomew Dewhust
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Re: El hombre corazón (relato)

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Tú también me gustas a mí, brujita, así que vamos empate a uno, :beso:.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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lucia
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Re: El hombre corazón (relato)

Mensaje por lucia »

Detrás de la conjetura sobra el con.

Quitando eso, tus historias siempre tienen algo que nos llega al corazón y desprende ternura. Y creo que eres mas que consciente de ello.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Tolomew Dewhust
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Re: El hombre corazón (relato)

Mensaje por Tolomew Dewhust »

lucia escribió:Detrás de la conjetura sobra el con.
Gracias, Lu... ¡arreglao! :beso:

De lo otro... :roll:... más bien pienso que siempre escribo la misma historia, y eso no me convence... por eso he quemado este relato (que lo he escrito para el concurso de primavera), porque lo veo más de lo mismo.

¡Mua!, :beso:.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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prófugo
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Re: El hombre corazón (relato)

Mensaje por prófugo »

Eres un puñetero crack!

Escribes como los dioses y eres la leche en patinetas..un tío genial.

Hermanitos siameses..uno con dos corazones y la otra sin ninguno... :cry:

No faltes nunca por aquí :60:
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jilguero
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Re: El hombre corazón (relato)

Mensaje por jilguero »

:164nyu: :60:
Petirrojo, ya tenemos lectura para el dominguito. :alegria:


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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jilguero
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Re: El hombre corazón (relato)

Mensaje por jilguero »

Tolomew Dewhust escribió:
lucia escribió:Detrás de la conjetura sobra el con.
Gracias, Lu... ¡arreglao! :beso:

De lo otro... :roll:... más bien pienso que siempre escribo la misma historia, y eso no me convence... por eso he quemado este relato (que lo he escrito para el concurso de primavera), porque lo veo más de lo mismo.

¡Mua!, :beso:.
Dicen los entendidos que los escritores siempre cuentan la misma historia. Desde luego los que crean mundos así es. Piensa en Macondo. Distintos detalles, distintas perspectivas, pero al final... Pero regalarnos Macondo ya fue mucho :roll:
Digo esto a razón de tu comentario. El texto me lo guardo para las lecturas especiales, las de los domingos. Compartimos esa costumbre.

Deberías ir pensando en cómo se llama el lugar de Tolomew-Caleto.


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Re: El hombre corazón (relato)

Mensaje por Nínive »

Mmmmm... Pensaré qué decirte...
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Re: El hombre corazón (relato)

Mensaje por Tolomew Dewhust »

jilguero escribió: Dicen los entendidos que los escritores siempre cuentan la misma historia.
...
Deberías ir pensando en cómo se llama el lugar de Tolomew-Caleto.

Le voy a dar una vuelta a eso... a ver qué se me ocurre, 8).
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Tolomew Dewhust
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Re: El hombre corazón (relato)

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Nínive escribió:Mmmmm... Pensaré qué decirte...
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Awaiting...
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Re: El hombre corazón (relato)

Mensaje por Tolomew Dewhust »

prófugo escribió:Eres un puñetero... hermanito, :60:
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Gavalia
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Re: El hombre corazón (relato)

Mensaje por Gavalia »

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En paz descanses, amigo.
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Tolomew Dewhust
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Re: El hombre corazón (relato)

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Pues no hay quien me dice ahora, querido Gava, que también yo dejo entrever mis propias influencias a la hora de escribir tonterías, y que las fuentes de las bebo son esos que cantan encima de una madera y presumen de gaditanos...

Le he dicho que no, claro, que jamás, que no es cierto y que es mentira... pero mira qué cosita más sencilla decían el año pasado unos chatarras a quienes les faltaba eso que nos palpita y que a mi prota le sobra:

Ay, corazón,
y ahora busco para mí un corazón,
para poderte sentir, corazón,
y cantarte con pasión, corazón.


Pero tú yo yo sabemos que no van por ahí los tiros... que si acaso y como pequeña victoria le concederemos a quien porfía contra mí que este corazón que sobra y que antes tenía dueña no se olvidó nunca de quien era...

En un rincón del planeta
un ser humano se apaga y aún su corazón palpita,
y antes que todo oscurezca
deja a otro humano en herencia ese corazón con vida.
Corazón de mi pecho,
hazle frente a la muerte a la que yo no he vencido,
y dile a tu nuevo dueño
que cada día que pase recuerde que fuiste mío.


Y mira que ya me está haciendo incluso dudar de que no sea cierto lo que dice :cunao:.
Dejemos que piense lo que quiera mientras damos forma a eso que nos ronda... que Lifen se lo merece.
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