CPXII - El demonio verde - Iliria

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CPXII - El demonio verde - Iliria

Mensaje por lucia »

EL DEMONIO VERDE

El joven caballero luchaba en vano contra sus temores. A medida que avanzaba por pasillos mal iluminados, cuyas corrientes amenazaban con extinguir la trémula llama de las velas, la sensación de incertidumbre parecía cada vez más remisa a abandonarlo. A punto de entrar en la estancia se obligó a guardar la compostura: “¿Acaso no ha accedido a recibirte?”. Sin embargo, no era ella quien le causaba inquietud, sino aquello que pudiera revelarle.
—Acercaos, Jurian Faramin. Os estaba esperando.
No era la voz modulada por la mansedumbre que había esperado escuchar, pero para sorpresa del joven, transmitía un leve atisbo de ternura, acaso de melancolía. El caballero entró en el locutorio en el momento en que la mujer se puso en pie. Éste inclinó la cabeza en un respetuoso gesto.
—Agradezco que hayáis aceptado este encuentro, hermana Royse.
—Sentaos, os lo ruego.
Ocuparon el sencillo banco de madera destinado a los visitantes. Jurian observó con timidez a la mujer. Vestía el humilde hábito pardo del resto de religiosas, el cual sólo dejaba al descubierto un rostro apenas en la treintena, redondeado y de facciones armoniosas en el que destacaban unos ojos negros, idénticos a los del caballero. Éste comenzó a mesar con suavidad el ralo bozo que le permitían sus diecisiete años.
—Soy yo quien debo agradeceros que traigáis noticias, aunque las que ya tengo sean harto luctuosas —repuso la monja ante los ropajes blancos que el joven llevaba en señal de duelo—. Lamento la muerte de vuestra madrastra. Dios la tenga en su Gloria.
Ambos se santiguaron. Tras unos momentos de silencio, el caballero se aventuró a hablar:
—Como os informé, he traicionado al mismo hombre del que ahora preciso que me habléis.
La hermana Royse pareció sonreír levemente a la tierra apisonada del suelo.
—Leí vuestra misiva y os complaceré con gusto, pero antes decidme: los vuestros continúan en su bando, ¿no es así?
—Estáis en lo cierto. Todos acordamos frenar los desmanes del monarca. El reino no podía seguir en manos de una mente veleidosa y trastornada. Pero… no, no creo que haya sido necesario tal ensañamiento, y ahora lamento que mi padre putativo y los demás nobles me empujaran también a ello. No debo relataros tan fidedignamente en qué condiciones retiene Gunio Daffron al rey y a su familia.
—Hablad sin reparos.
—Como sabéis, Gunio anhelaba destronar al rey Mikael, y con el auxilio de mi familia y otras insignes casas, aprovechó que las tropas luchan de nuevo en las fronteras del sur, y encabezó una conjura para poner en su lugar al hermanastro del monarca.
—Buen negocio para el reino, trocar un loco por un idiota —ironizó la religiosa —. Pero si Gunio no ha cambiado, y me temo que no, eso le coloca a un paso del trono, con ese pobre de espíritu como marioneta… oh, disculpad mi interrupción.
—No andáis mal encaminada. El día del asalto, al anochecer, mi padre y yo entramos al castillo vestidos como mendigos. Cuando todo el mundo se retiró a dormir y en el adarve sólo quedaban unos guardias, los fuimos abatiendo uno a uno con nuestras dagas ocultas bajo las sayas. El primer hombre que cayó fue el primero que maté en mi vida. Nunca olvidaré el chasquido de las tripas abiertas por el filo, ni la mirada de terror y asombro que fijó en mis ojos mientras caía. Me pregunté en ese momento qué tenía de elevado acabar con otro hombre.
»Desde dentro dimos paso a los nuestros. Entre las sombras, sigilosos como gatos, nos adentramos en la torre del homenaje. El mismo Gunio Daffron se apostó a mi lado y me dio una palmada en el hombro, susurrando complacido: “Buen bautismo de sangre, cachorro. Serás un gran guerrero”.
—Vos entonces lo admirabais. Os entiendo tan bien…
—No sabía aún de lo que era capaz. A punto de llegar a las dependencias reales nos sorprendió una doncella que huyó por los pasillos dando voces. Gunio la alcanzó de un salto y le abrió la cabeza de un espadazo, desparramando los sesos por suelo y paredes. La guardia real acudió al barullo, y a ella nos enfrentamos con nuestras espadas.
»Ojalá pudiera decir que el de la casa Daffron peleó como un tigre, y no como un carnicero. En su descargo, admito que junto con mi padrastro en aquel enfrentamiento por dos veces salvó mi vida. Las espadas de ambos bandos se entrechocaban y sus hojas parecían danzar enloquecidas en todas direcciones, convirtiendo a sus portadores en bestias del infierno. No podía explicarme cómo él y los demás nobles podían avanzar a sablazos por unos corredores convertidos en ratoneras. Mi padrastro y Gunio llevaban la delantera segando la vida de los guardias como si se abrieran camino entre la maleza. Este último gritaba y blasfemaba fuera de sí, poseído por el olor de la sangre que derramaba a su paso y que empapaba su rostro, sus negros cabellos, sus ropajes.
»La furia sin límites que parecía habernos enloquecido nos condujo finalmente al monarca: Mikael I el Demente. Tras los conjurados, quienes habían logrado derribar la puerta, entré para presenciar la escena de un gordinflón y melifluo soberano incapaz de proteger a la reina y a las princesas, quienes mostraron mayor entereza. “Gunio, nunca creí que vos…” “¡Callad!” —le apuntó éste con el filo de la espada, antes de dirigirse a sus hombres: —Y vosotros, ¿queréis a este puto por rey? La negativa de todos sonó como un clamor. El de Daffron se dirigió entonces a aquel mamarracho coronado y entre risas le espetó: “Es-todo-cuanto-debéis-saber… Eso es lo que dijisteis cuando me negasteis recompensa por defender las fronteras ¿O acaso lo habéis olvidado?”
En este punto Jurian interrumpió su relato y admitió a la hermana Royse no haber comprendido el significado de aquella última frase.
—Quizá ya es hora de que os haga conocedor de la otra parte de la historia. Pero antes, ¿siguen Gunio y sus hombres en el castillo?
—A fe mía que sí, y deseé alejarme de aquello. Tras la conjura, la soberana y sus hijas fueron encerradas en una de las torres sin recibir apenas alimento. Mientras esperamos la llegada del príncipe Flaín, hermanastro de Mikael, y sus partidarios, el de Daffron se prueba la corona y dispone del trono. En cuanto al depuesto monarca, Gunio ordenó sacarle los ojos y cortarle ambos brazos, para que no pudiese apartar los tábanos de las cuencas vacías, una vez colgado dentro de una jaula al sol y a la intemperie del patio de armas. El infeliz suplica día tras día una muerte rápida y piadosa, pero nuestro caudillo se mofa en sus barbas, asegurando además que la reina y las princesas gozan con él y con sus hombres “como perras en celo”, y se empeña en mantenerlo con vida. Hermana Royse, ¿cómo puedo soportar la idea de que tal tirano sea mi verdadero padre?
Jurian contempló el pálido rostro de la hermana, el temblor de su mentón y los ojos empeñados en lágrimas.
—El demonio que posee a vuestro padre es el demonio verde de la envidia, además de su ambición y un resentimiento sin límites. Yo era muy joven cuando le vi por vez primera. Por entonces los bárbaros del sur habían concedido una tregua al reino, y llegó a nuestro hogar Lennart Ebelhar, el hombre que, según lo acordado tras mi nacimiento, debía desposarse conmigo. Acompañaba a este noble un caballero alto y esbelto al que mi padre saludó como “hermano”. Supe entonces que había llegado un pariente cuya existencia para mí se había limitado a escasas menciones en la defensa del reino, primero como escudero de mi futuro esposo y después como guerrero a su servicio, y al cual jamás había visto. Tampoco pasó inadvertida la reserva que mostró mi familia al saludarle. Es todo cuanto pude presenciar hasta que mi madre me sorprendió en un rincón y me envió a mis aposentos.
»Fue precisamente ella quien se ocupó de que mi atavío fuese deslumbrante para la cena. Revisó el recogido que sus doncellas hicieron con mis bucles castaños y eligió mi mejor vestido de seda, de color celeste, con bellos engarces y bordados de oro, y con un discreto escote velado para, según sus palabras “ensalzar no sólo vuestra belleza, sino también vuestra virtud, pues estaréis ante caballeros”.
»En la sala de recepciones el fuego de la chimenea y las abundantes velas iluminaban la gran mesa dispuesta con generoso yantar. Los lebreles de caza de mi padre trotaban de un lado a otro esperando algún resto de las viandas y tres músicos amenizaban la estancia. Allí me presentaron al caballero Ebelhar, que tal y como esperaba, resultó ser un noble entrado en años, de aspecto recio, rubicundo y de barba y bigotes entrecanos. Elogió mi aspecto con alguna nadería a la que no presté atención, pues mis ojos se posaron en el joven que le acompañaba, a quien no tardaron en presentar sin gran ceremonia: “Y este caballero es Gunio Daffron, hermano menor de vuestro padre”. Me sorprendió a mis escasos quince años tener un tío poco mayor que vos, así como su aspecto serio y adusto. Si la mirada de mi prometido era melosa y grasienta como los manjares que nos esperaban, la de Gunio, con sus ojos verdes, era dura, directa, brutal, sorprendente en unos rasgos tan bellos, lampiños y angelicales. La cena transcurrió en calma hasta que los hombres intercambiaron ciertas frases: “No lamentéis vuestra suerte, Gunio, pues pocos poseen tal destreza con la espada y semejante valor en la lucha”. Quien así había hablado era mi prometido, a lo que el interpelado respondió: “Poco provecho he sacado de ello, si ese mono con cetro os recompensa con tierras y título a vos por obra de mi espada, y no de la vuestra. Y bien callasteis en vez de apoyarme y hacer justicia con la verdad”. Mi padre intervino entonces: “Vigilad vuestras palabras. Aún sois joven, hermano. Nuestro monarca sabrá teneros en cuenta…” “Tanto como nuestra familia al favoreceros a vos.” “Gunio, os recuerdo que soy yo el primogénito y, por tanto, el principal heredero”. El resto de la velada se ensombreció hasta el momento de retirarnos todos.
»A la mañana siguiente me despertó el sonido de entrechocar de espadas. Me asomé sobre el patio de armas, donde Gunio y Ebelhar se ejercitaban mientras mi padre observaba. Mi prometido a duras penas podía contener el embate del joven caballero, quien pareció por momentos haber olvidado que, aunque con acero, sólo se trataba de un entrenamiento. Mi padre tuvo que separarlos: “¡Por Dios, hermano, teneos! ¿Qué pretendéis?”
»Durante los días siguientes estuve observando al sombrío caballero pasear a solas por los alrededores de la fortaleza, pensativo, hasta que me sorprendió en la distancia y, avergonzada, corrí a ocultarme.
—Quizá entonces ya os agradaba…
—Desde luego estaba lejos de mi ánimo desposar con un hombre casi viejo y ya gotoso. Por el contrario, había en Gunio algo fresco y salvaje, una viril esencia que encendía mi ánimo más allá de lo que entonces podía alcanzar a entender.
—Pero se trataba de vuestro tío carnal...
—… al que yo nunca había conocido. No pidáis explicaciones ni al brío ni al ardor juvenil. Sin embargo, no todo en él era brutal o violento. Estando ya no lejano el día de mi boda, y aprovechando un descuido de la vigilancia cada vez más estrecha que mi madre y sus damas tenían sobre mí, lo hallé una tarde tañendo con asombrosa delicadeza un laúd. La melodía parecía brotar de sus dedos como un prístino arroyo de entre las rocas. Sus ojos color esmeralda refulgieron burlones: “¿Os agrada?” Miré en torno mío, asegurándome de que nos hallábamos a solas, y le respondí que era la melodía más bella que había escuchado jamás. “Es de los pueblos del sur. Se dice que cuando suena, una novia está a punto de ser robada”. Me sonrojé en grado sumo al contestar: “Eso es una fabulación vuestra”. Por toda respuesta, Gunio se echó a reír y siguió tañendo una melodía tras otra. No sé si mi ánimo se fue apaciguando o encendiendo, pero deseé que el atardecer no se abatiera nunca sobre nosotros. Aquella noche conciliar el sueño me resultó al punto imposible.
»A la mañana siguiente me susurró unas furtivas palabras: “Fugaos conmigo”. Le pregunté si había perdido el juicio. “Vos sabréis si queréis pasar el resto de vuestra vida encerrada en compañía de un viejo”. Creo que por entonces él ya había advertido mi alma aventurera…
—… y vuestro amor por él.
La hermana Royse asintió antes de proseguir:
—Comprenderéis que mi ánimo exaltado me hubiera nublado el seso; sin embargo Gunio parecía haber trazado un plan con total claridad: “Haced lo que yo os diga y cuando os lo diga”.
»No lo creí tan loco como para robarme a la salida de la iglesia, pero así fue. En lugar de acudir a la capilla de la fortaleza como cada domingo, mi familia quiso obsequiar a los aldeanos de fuera de las murallas con la visita a su templo. Fuimos descabalgando todos, salvo Gunio, quien hizo avanzar unos pasos su montura junto a mí, momento en que di un salto y con su ayuda me afiancé sobre la grupa. El negro corcel de batalla emprendió el galope ante el asombro de mi familia, quien gritó en vano que nos detuviésemos. Un aldeano trató de frenar el caballo agarrándolo por la brida, pero Gunio lo derribó de una patada y proseguimos nuestra huida. No habíamos alcanzado las primeras chozas, cuando una flecha rozó una de mis piernas para alcanzar el anca del caballo; advertido su jinete, lo azuzó con mayor brío mientras volábamos ya en campo abierto. Pronto saldrían en pos nuestro los hombres de mi padre, si no él mismo con Ebelhar, y debíamos ganar la mayor distancia posible antes de que el caballo acusase más el dolor de la herida.
»La imprudencia del arquero de mi padre comenzaba a dar un fruto nefasto para nuestro propósito, ya que el corcel negro por momentos aminoraba la marcha. Entre los riscos del valle comenzaron a escucharse ladridos; sin duda mi padre había recurrido a sus monteros y lebreles. Gunio, aun con gesto contrariado, no se dejó amedrentar: “Si no podemos valernos de la presteza, bien nos valdrá el engaño”. Me pregunté qué se proponía en aquel momento. Puso la montura al trote, hasta adentrarnos en un pequeño bosquecillo por el que discurría un río ancho, pero poco profundo. Gunio hizo que el caballo trazase en su recorrido una leve curva hacia el norte hasta entrar en el agua, y siguió un trecho en dicha dirección río arriba. Sin abandonar el caudal, volvió sobre nuestros pasos, esta vez en dirección sur. Asustada, le pregunté si valdría la treta. “Rezad para que así sea”, rió él, y así sentí que su ánimo y el mío eran uno solo.
—¿Qué sucedió después? — preguntó Jurian.
—Los ladridos de los perros y las voces de los hombres cesaron tras nosotros, y pudimos acampar al caer la noche. Por supuesto, sin un fuego que pudiese delatar nuestra presencia. Por fortuna, Gunio había sido previsor y había llevado consigo unas viandas que, al menos yo, devoré con avidez. Lo que aconteció después… —la hermana Royse se levantó hacia la ventana, dando la espalda al caballero— …lo que aconteció después fue el fruto de nuestras almas enardecidas y empujadas hacia el pecado. Cada vez que acuden a mí los recuerdos de aquellos días, ruego a Dios, no por apartarlos de mi mente, sino por no olvidarlos jamás, pues vuestro padre amaba con el mismo ardor con que se entregaba en el campo de batalla.
Se hizo entre ambos un silencio, incómodo al menos para el caballero, que preguntó, con apenas un hilo de voz:
—¿Cómo… cómo acabasteis aquí?
La hermana Royse se volvió hacia el joven Jurian. Éste pudo ver las lágrimas de la monja surcar sus pálidas mejillas.
—Transcurridas varias jornadas, los hombres de mi padre volvieron a cernerse sobre nosotros, pues de algún modo recuperaron nuestro rastro. Gunio había tratado de curar la herida del caballo, pero aun así no galopaba como en tiempos mejores. Esta vez nos perseguían perros y jinetes por una llanura polvorienta, y cada vez que volvíamos la vista, parecíamos sentirlos más cerca. De pronto, Gunio dijo: “Con menos peso, el caballo correrá con mayor ligereza”, y acto seguido me derribó, siguiendo él solo en la huida. ¿A qué ese gesto de sorpresa? Ya sabemos ambos qué clase de actos empujan su alma.
»Los hombres de mi padre me recogieron, y éste no dudó en abofetearme ante ellos y ante mi prometido, que como supondréis, acabó por repudiarme. Supe entonces que la única opción que restaba para mí era entregar mi alma pecadora a Dios y hacer penitencia de por vida. Con el tiempo comprendí que Gunio había logrado el propósito de hacer el mal a su hermano y a su antiguo mentor devolviéndome sin honra y con vos en mi vientre. En este convento nacisteis y a unos nobles fuisteis entregado como hijo. Y me alegra ver en vos a un joven virtuoso.
Un leve tañido se abrió paso entre el incipiente atardecer.
—Tocan a vísperas —murmuró la hermana Royse —. Debo dejaros. ¿A dónde iréis?
—Lejos de Gunio y de su cohorte infernal. La frontera norte está muy cerca de aquí, y sus gentes son pacíficas.
La hermana Royse asintió. Madre e hijo se abrazaron tiernamente antes de separarse. Jurian la contempló por última vez antes de que se confundiera entre el resto de hábitos pardos. Suspiró y se encaminó a la hospedería, bajo un crepúsculo que presagiaba días de sangre.
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Iliria
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Re: CPXII - El demonio verde

Mensaje por Iliria »

En conjunto me ha gustado bastante este relato de corte medieval: la acción, los personajes (el malo :boese040: ) y sus diferentes motivaciones. He encontrado los diálogos bastante atractivos.

Como nota negativa, la acción iba siendo un poco previsible a medida que vamos leyendo. Y un repasito de última hora le hubiera sentado bien; hay pequeños errores y despistes bastante subsanables :colleja:

Gracias por compartirlo con nosotros :60:
Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas - Cicerón :101:
-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
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Gavalia
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Re: CPXII - El demonio verde

Mensaje por Gavalia »

Una historia bien contada como primera impresión. La prosa es fluida y creo que coherente con la época en la que se desarrolla la acción. Yo diría que le falta algo para que te atrape. Quizá algo de emoción que me haga empatizar más con la protagonista o con los momentos de acción relatados, que por tantas veces leídos en otras historias similares a esta, parecen no llegarme como quisiera. Por cierto, mejor cortar el gaznate a la víctima antes que las tripas en una incursión de comandos, pues de esta última forma tardar ha en fenecer el ínclito y la alarma sin duda dará, ea! Jajajaja. Bien hecho plumilla.
En paz descanses, amigo.
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Frigg
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Re: CPXII - El demonio verde

Mensaje por Frigg »

Tengo problemas para disfrutar de relatos de corte medieval, de espadas y venganzas. Es una cuestión personal que nada tiene que ver con tu talento para escribir. Es más, creo que está muy conseguido y que la ambientación es muy buena. Has conseguido que lo lea hasta el final y eso, en este tipo de relatos, ya es un gran logro conmigo. Aunque coincido en que la trama es previsible y se veía venir el secretito de la monja.
Mucha suerte autor!
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prófugo
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Re: CPXII - El demonio verde

Mensaje por prófugo »

Estimado autor:

Seré franco...no me ha terminado de atrapar y gustar del todo tu historia. Le percibí falta de emoción y no terminé de sentirme a gusto durante ningún tramo de la lectura.

Espero sepas disculpar :-(

El demonio verde de la envidia es un mal que azota a gran parte de la humanidad.

A ver si más adelante vuelvo a leerlo y mejora en mi gusto.

Un abrazo grande y gracias por compartir tu criatura :60:

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Landra
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Re: CPXII - El demonio verde

Mensaje por Landra »

La forma de narrar y contar me recuerdan a Ruffus, no es por comparar, si no por alabar.

He disfrutado con la narración y con la historia, los personajes están bien definidos, tienes puntos por mi parte en el popular.

Enhorabuena por el texto y mucha suerte!
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jilguero
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Re: CPXII - El demonio verde

Mensaje por jilguero »

Diría que el lenguaje ampuloso ha sido elegido a propósito para darle un aire teatral y medieval y, dentro de lo que cabe, está bastante bien logrado. Los ladrillos usados para construir la historia son un pelín manidos y eso la hace previsible, si no en los detalles, en su esencia.

Tal vez sea esto último, lo previsible, lo que haya hecho que el texto me haya resultado un poco aburridillo. Pero debo decirte, autor, que en general las historias de esta índole me suelen aburrir y por ello no sea probablemente una lectora objetiva a la hora de valorar tu texto.

Conclusión, ni caso al petirrojo porque este texto entra fuera de su alpiste habitual. :wink:


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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Dama Luna
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Re: CPXII - El demonio verde

Mensaje por Dama Luna »

Para mí, lo más destacable el lenguaje elaborado, aunque reconozco que a veces se hace un poco forzado, valga de muestra un botón.
Lo que aconteció después fue el fruto de nuestras almas enardecidas y empujadas hacia el pecado
Por muy medieval que sea el tema, ninguna madre hablaría así a su hijo. Demasiado ñoño.

Pero en general, la dupla fondo-forma es adecuada. El mayor problema, es que el lenguaje pesa demasiado para una historia que pronto intuyes se va a quedar corta. Este marco de historia llama a la aventura y a la acción, y vistas directamente por el lector, en lugar de escuchadas de boca de otros personajes. Además, en tan poco espacio, la trama queda sabiendo a poco. No veo tanta necesidad de tanto rodeo para mostrar cómo fue concebido el zagal.

Pero manejas bien el lenguaje y reproduces atmósferas con desenvoltura, lo cual es un paso de gigante. ¿Has pensado en desarrollar la conversación y transformarla en una novela de aventuras? Porque yo te la compro. Suerte.
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Topito
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Re: CPXII - El demonio verde

Mensaje por Topito »

Para empezar, tu relato lo he anotado en los relatos que pasa el corte para los votos eurovisivos. De ellos saldrá mis dos votos y mi +1

lo he hecho porque el texto así lo pedi. Has tejido el escrito con maestría. El lenguaje está muy bien elegido. En cuanto al ritmo, aunque es uniforme y no desentona en toda la narración, crea en el lector un letargo en la lectura. Al menos, para mí. Siento que falta un punto álgido en la narración, pues es una historia medieval, de capa y espada. Además, y te lo digo por experiencia, este texto requiere más páginas. Hasta contarnos toda la historia en capítulos. Mostrando la acción, las huídas, el amor, la ira... Lo cierto es que es un esbozo clarísimo de una novela. «Necesito espacio. ¡Lo necesito ya! Necesito ser novela y no relato. ¿Por qué no me dejas crecer, mi Dios?», suplicaba el texto al autor.

Así que ya sabes.

En cuanto redacción, recursos narrativos, etc, no se te puede decir gran cosa. Eres autor con experiencia y lo sabes (aquí falta la imagen del dedo inquisidor de Julio).

Mi enhorabuena.

pd: era previsible el final, pero no por ello el texto carece de interés. Por esa misma razón siento que el relato nació novela. Y hasta dejaría en la novela que el lector supiera desde el primer capítulo que ella es su madre. Eso nos haría complices, y eso suele gustar al lector.
Última edición por Topito el 16 May 2017 15:01, editado 2 veces en total.
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Isma
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Re: CPXII - El demonio verde

Mensaje por Isma »

Coincido bastante con lo que comenta el periquito. El lenguaje me parece de película de Charlton Heston, algo forzado, y la historia se me hace un poco aburrida. En algunos momentos peca de explicativo, ardid necesario para que entendamos las relaciones entre unos y otros.

El lenguaje ha sido cuidado. No me puedo quejar de las comillas.

¡Suerte!
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Ratpenat
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Re: CPXII - El demonio verde

Mensaje por Ratpenat »

El vocabulario muy bien. Pero la historia me ha aburrido un poco. No sé si por la redacción o por qué en concreto pero he desconectado varias veces durante la lectura y he tenido que volver atrás. Suerte :hola:
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Sagaz
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Re: CPXII - El demonio verde

Mensaje por Sagaz »

Escritura y estilo: A mí no me ha desagradado el estilo que has escogido. Un poco rimbombante en ocasiones, pero nada que desentone con la época. A destacar el uso del vocabulario, comedido pero sin complejos, dando a cada concepto el trato que necesita. Bastante bien, sí señor/a.

Mensaje, verosimilitud e ideas exploradas: Ficción medieval con un ligero aroma grimdark, a priori tiene todos los ingredientes para que me guste. Sin embargo, siento decirte que tu historia no me ha terminado de calar. No puedo ponerte ningún pero, porque es cierto que el relato está bien escrito, estructurado y bien dosificada la información. Simplemente, no he visto en tu obra nada especial que me haga levantar una ceja, sorprenderme, emocionarme o hacerme pensar. No hay ningún motivo inherente al propio relato, sino cuestión de gustos.

Conclusión: Tu trabajo me parece bueno, objetivamente hablando. Tiene trabajo detrás y se nota cuando un autor cuida sus textos. Yo, a título particular, no he podido quedarme prendado de él, pero parece que a otros sí les ha gustado así que enhorabuena. Gracias por compartir :D
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Paraná
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Re: CPXII - El demonio verde

Mensaje por Paraná »

A pesar de lo previsible, la historia es discreta y resulta entretenida. Lo que no termina de cerrarme es la artificialidad que se cuela en los parlamentos, encorsetándolos; un notársele el esfuerzo de "parecer". De todos modos, es un buen relato, con verdaderas posibilidades de escalar en el repechaje concursero. ¡Suerte!
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Spicata
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Re: CPXII - El demonio verde

Mensaje por Spicata »

Buen estilo y acorde con la época que narráis (creo que se me ha pegado ese toque caballeresco :boese040: ) Bonita historia tampoco ha sido tedioso leerlo.

Mucha suerte ;)
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Edgardo Benitez
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Re: CPXII - El demonio verde

Mensaje por Edgardo Benitez »

Es una lastima que teniendo tan buena prosa te la gastes en una trama que ya aburre a propios y extraños. Te invito a descubrirte en guiones más inteligentes, estas preparado para ello, se nota en la manera que planteas tu historia. A ver que dicen los jueces de esta.
¡Hay vida antes de la muerte!
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
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