bartlebycubano escribió:Volvamos a Piñera, y recomiendo releer La cena.
Como me quedé con cosquillitas por tener poco que comentar acerca de este cuento, lo releí anoche y me parece muy irónico, pero no tanto un relato del absurdo. Ahora me explico:
Si es que no veo (entiéndase huelo) fantasmas (pedos), en esta cena imaginaria los platos son flatulencias que despiertan la ilusión de estar comiendo las cosas que los personajes hambrientos recuerdan con deseos.
Ahora cito: Me creí solo, pero un ruido, que mezclaba a cierta música la sequedad propia de una descarga, me hizo retroceder... de los tres camastros alineados junto a la ventana surgieron otros tres espantosos.
Hasta aquí la cita, y luego las expresiones que parecen decir que este huele a ¡carne con papas!, y este otro a ¡arroz con camarones!... Y luego, nariz con ellos, porque el olor está _y cito:_ próximo a desvanecerse.
Y ahora esto: Esta vez no se escuchó ningún sonido, pero algo flotó en el ambiente, anunciándolo. Nada, que ese era el... "plato" de turno.
Mi interpretación es que ha sido un atracón de flatulencias. Y el mensaje del cuento es que para sobrevivir no puedes perder la capacidad de soñar, y vivir de ilusiones. (Aquí la ilusión era comer sus deliciosos platos nacionales. ) Reitero que los personajes de La cena vivían del aire, como las orquídeas. Pero ahora descubro que es un aire fétido.
El alegre recuerdo del copioso almuerzo de la mañana que nos comenta el narrador en el primer párrafo también es un fruto de la ilusión. (No olvidemos que la miseria no le permitiría eso.)
Y al final del relato, la ironía más grande: No importaban tales excesos, aquella noche, al menos, no pereceríamos de hambre.
Yo lo del ruido no lo había captado como que eran ventosidades, que huelen mal, los eructos irían mejor por el olor, pero significaría que han comido, así que lo entendí como un ruido de tripas que provenía del hambre acentuado por el olor que provenía de fuera o de la imaginación.
Aunque en definitiva, sea lo que sea, es cierto que la ironía está presente en todo momento, aunque a veces más que ironía diría que el tono es de farsa, por la hipérbole de la situación y de las narices.