CN6 - De por qué la hiedra nunca muere - Acliamanta
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CN6 - De por qué la hiedra nunca muere - Acliamanta
DE POR QUÉ LA HIEDRA NUNCA MUERE
En la isla de Hedera, antes llamada Esteria, en ese trozo de tierra lejano donde el mar cambia el color azul verdoso por un gris perla que abraza y se funde con el borde de las nubes, en noches muy oscuras pueden verse finísimos hilos plateados, muy pero muy delgados, que descienden desde la inmensidad y se desvanecen al entrar en contacto con el suelo.
Todo comenzó hace cientos de años, en un día de mucho calor. Un día que hubiera sido como otro cualquiera de no ser porque el sol, que había asomado muy temprano, no parecía avanzar como siempre hacia el monte Taahi. Permanecía quieto, a poca distancia del gran faro rojo, sin querer moverse. Y se quedó ahí, estático, lanzando sus rayos sin desviarse un solo grado, haciendo que las aguas comenzaran a calentarse y los bosques a arder.
El mar borbotaba, sus entrañas rugían y la masa de agua se mecía en un frenesí aterrador, amenazando con tragárselo todo, mientras una estampida de criaturas sofocadas buscaba con desespero la superficie. Los pobladores estaban aterrados…el tiempo había detenido su andar y la noche no daba muestras de querer volver a Esteria. Todo era un hoy, un día sin fin, eterno. Angustiados buscaron refugio entre las cuevas del cinturón rocoso que rodeaba la isla, muy cerca de las costas.
Nadie sabe cuánto duró aquello. Unos hablaron de tres días pero otros aseguran que mucho más. Lo cierto es que, también sin mediar señal alguna, el sol se desplomó o pareció desplomarse para ahogarse en las profundidades del océano, al tiempo que una luz blanca, resplandeciente y helada, cubría como un manto la oscuridad de la isla, la de los mares y la de muchas leguas más allá de los mares. Y entonces, arropadas por ese manto, las aguas comenzaron a aquietarse lentamente. El vaivén fue perdiendo fuerza hasta que el mar quedó quieto, como un gigante que, exhausto, se duerme sin acusar movimiento distinto al de su respiración.
Entretanto el mar encontraba la calma, el frío se hizo más intenso, la luz comenzó a replegarse en un círculo blanco y brillante que ascendía lento e iba reduciendo su tamaño, hasta convertirse en un punto minúsculo que languideció entre la negrura del firmamento mientras poco a poco emergía un nuevo amanecer.
Ya tranquilas las aguas dejaron al descubierto grandes extensiones de tierra que llevaron los bordes de Esteria mucho más allá de donde el ojo humano alcanza a divisar, desplazando el cinturón de piedra al centro de la isla, para completar con otras rocas venidas de las profundidades una muralla que, inexpugnable, condenó a muerte a los pobladores, prisioneros en una cárcel jamás imaginada.
Dicen que, después de la tragedia, en aquel pedazo de tierra no quedó ningún ser viviente.
O casi ninguno, porque no mucho tiempo después se escucharon historias sobre un forastero que, sentado y recostado contra una roca, con el torso al descubierto, parecía descansar mirando hacia el mar.
Tenía la piel trigueña y el rostro simétrico de proporciones perfectas, grandes ojos de un tono entre verde y marrón, nariz recta y boca bien delineada con labios gruesos y rosados, cejas pobladas y cabello ondulado de color marrón verdoso con visos dorados. Era una criatura de belleza sin igual. Lucía un talle magro, brazos y piernas largas y manos más largas que anchas con los dedos bien formados. Su aspecto era muy distinto al de los moradores de la isla y de tierras cercanas, no sólo por la perfección de sus rasgos, sino por algo nunca antes visto: el hombre no tenía ombligo. Su torso de líneas magníficas y músculos marcados, estaba cubierto por una piel totalmente lisa, sin el más leve asomo de la cicatriz propia de la gestación humana.
Navegantes que acampaban en la isla le oyeron decir que venía de Kerpel, un mundo en la galaxia Kirlyan, a milllones de kilómetros de la tierra, de donde salió perseguido por uno de sus hermanos, celoso ante la posibilidad de que fuera elegido como nuevo depositario de la clave del amor profundo y duradero, cuya guarda ha sido confiada a miembros escogidos de su familia, desde el comienzo de los tiempos.
Está escrito que previo a la transferencia del secreto y su poder, los planetas, satélites y otras estrellas de Kirlian y de galaxias cercanas detengan su marcha y los ojos y cabello del afortunado comiencen a cambiar de color hasta conseguir, al final del quinto día, un tono entre verde y marrón dorado al tiempo que en su mente y su corazón brotan la sabiduría y fortaleza necesarias para mantener el orden, la concordia y la bienaventuranza entre las galaxias, sus mundos y sus pobladores y dotar de inagotable y profunda capacidad de amar a aquellos en quienes el elegido se digne fijar su mirada.
Al percatarse el mayor de los hermanos de la quietud de los planetas y la ausencia de cambios en su fisonomía, intentó lo que nunca antes nadie había osado: asegurarse el triunfo asesinando a los posibles rivales. Heridos de muerte los dos menores y ya a punto de ser alcanzado surgió a lo lejos, en el cielo, una gran luz blanca y brillante que lo atrajo de forma poderosa e insistente al tiempo que cegaba y confundía a su perseguidor. Presa de aquella atracción y de un deseo intenso, su cuerpo se sublimó y salió de la órbita transformándose en un ente informe, un mero espíritu flotante al que, incapaz de resistirla, aquella luz absorbió haciendo que por un magnífico y breve instante sus almas se fundieran y como uno solo descendieran sobre la isla.
Al momento de arribar volvieron a ser dos y fue entonces cuando fue consciente de su destino. No sabe por cuánto tiempo tendrá que permanecer ahí. Al entrar en la órbita de la tierra su cuerpo empezó a materializarse y ahora lo siente demasiado pesado para moverse.
Y está escrito que algún día la presencia protectora regresará para devolverlo al lugar que le corresponde, pero mientras allá en la inmensidad anide el germen del odio fratricida no habrá sitio para él y deberá permanecer lejos, sin más contacto y compañía que las lágrimas de plata que se desgajan de las almas entristecidas de sus hermanos kerpelianos y que, en las noches más negras, descienden sobre la isla.
Ni qué decir hay que en aquel entonces quienes le oían, entre incrédulos y aterrados ante la posibilidad de otra catástrofe, no querían establecerse en la isla. Y tampoco las generaciones siguientes que, sabedoras de la historia, han contemplado por siglos, desde lejos, en noches muy oscuras, la lluvia plateada
Tuvo que pasar mucho tiempo para que a comienzos del siglo XVII un profesor y explorador inglés, William Carter, se interesara por esta leyenda, que conoció por manuscritos antiguos y se aventurara a llegar hasta allí con un colega y tres de sus alumnos, con el propósito de investigar y buscar rastros de un hecho que se le antojaba tan trágico como inverosímil.
No bien habían instalado las tiendas, uno de los muchachos percibió leves movimientos entre la exuberante vegetación.
Cuentan que en lo que les quedó de vida, ninguno de los valientes exploradores pudo olvidar el momento en que el estudiante, valiéndose de su machete, puso al descubierto el cuerpo de lo que parecía un ser humano recostado contra una roca inmensa, abrazados todo él y su roca por miles de ramas de una frondosa, tupida e intrincada planta. De su cuerpo delgado, reseco y algo leñoso brotaban miles de gajos entrelazados, repletos de hojas de distintos tonos de verde, desde el más oscuro hasta el más claro y luminoso, que parecían mirar anhelantes hacia el firmamento, y cubrían todo el cinturón rocoso extendiéndose, interminables, en muchas direcciones, por toda la isla.
Aquella criatura, a la que Carter llamó Hedera, respiraba pausado y con ritmo y en sus grandes ojos, a medio abrir, chispeaba la vida.
En la isla de Hedera, antes llamada Esteria, en ese trozo de tierra lejano donde el mar cambia el color azul verdoso por un gris perla que abraza y se funde con el borde de las nubes, en noches muy oscuras pueden verse finísimos hilos plateados, muy pero muy delgados, que descienden desde la inmensidad y se desvanecen al entrar en contacto con el suelo.
Todo comenzó hace cientos de años, en un día de mucho calor. Un día que hubiera sido como otro cualquiera de no ser porque el sol, que había asomado muy temprano, no parecía avanzar como siempre hacia el monte Taahi. Permanecía quieto, a poca distancia del gran faro rojo, sin querer moverse. Y se quedó ahí, estático, lanzando sus rayos sin desviarse un solo grado, haciendo que las aguas comenzaran a calentarse y los bosques a arder.
El mar borbotaba, sus entrañas rugían y la masa de agua se mecía en un frenesí aterrador, amenazando con tragárselo todo, mientras una estampida de criaturas sofocadas buscaba con desespero la superficie. Los pobladores estaban aterrados…el tiempo había detenido su andar y la noche no daba muestras de querer volver a Esteria. Todo era un hoy, un día sin fin, eterno. Angustiados buscaron refugio entre las cuevas del cinturón rocoso que rodeaba la isla, muy cerca de las costas.
Nadie sabe cuánto duró aquello. Unos hablaron de tres días pero otros aseguran que mucho más. Lo cierto es que, también sin mediar señal alguna, el sol se desplomó o pareció desplomarse para ahogarse en las profundidades del océano, al tiempo que una luz blanca, resplandeciente y helada, cubría como un manto la oscuridad de la isla, la de los mares y la de muchas leguas más allá de los mares. Y entonces, arropadas por ese manto, las aguas comenzaron a aquietarse lentamente. El vaivén fue perdiendo fuerza hasta que el mar quedó quieto, como un gigante que, exhausto, se duerme sin acusar movimiento distinto al de su respiración.
Entretanto el mar encontraba la calma, el frío se hizo más intenso, la luz comenzó a replegarse en un círculo blanco y brillante que ascendía lento e iba reduciendo su tamaño, hasta convertirse en un punto minúsculo que languideció entre la negrura del firmamento mientras poco a poco emergía un nuevo amanecer.
Ya tranquilas las aguas dejaron al descubierto grandes extensiones de tierra que llevaron los bordes de Esteria mucho más allá de donde el ojo humano alcanza a divisar, desplazando el cinturón de piedra al centro de la isla, para completar con otras rocas venidas de las profundidades una muralla que, inexpugnable, condenó a muerte a los pobladores, prisioneros en una cárcel jamás imaginada.
Dicen que, después de la tragedia, en aquel pedazo de tierra no quedó ningún ser viviente.
O casi ninguno, porque no mucho tiempo después se escucharon historias sobre un forastero que, sentado y recostado contra una roca, con el torso al descubierto, parecía descansar mirando hacia el mar.
Tenía la piel trigueña y el rostro simétrico de proporciones perfectas, grandes ojos de un tono entre verde y marrón, nariz recta y boca bien delineada con labios gruesos y rosados, cejas pobladas y cabello ondulado de color marrón verdoso con visos dorados. Era una criatura de belleza sin igual. Lucía un talle magro, brazos y piernas largas y manos más largas que anchas con los dedos bien formados. Su aspecto era muy distinto al de los moradores de la isla y de tierras cercanas, no sólo por la perfección de sus rasgos, sino por algo nunca antes visto: el hombre no tenía ombligo. Su torso de líneas magníficas y músculos marcados, estaba cubierto por una piel totalmente lisa, sin el más leve asomo de la cicatriz propia de la gestación humana.
Navegantes que acampaban en la isla le oyeron decir que venía de Kerpel, un mundo en la galaxia Kirlyan, a milllones de kilómetros de la tierra, de donde salió perseguido por uno de sus hermanos, celoso ante la posibilidad de que fuera elegido como nuevo depositario de la clave del amor profundo y duradero, cuya guarda ha sido confiada a miembros escogidos de su familia, desde el comienzo de los tiempos.
Está escrito que previo a la transferencia del secreto y su poder, los planetas, satélites y otras estrellas de Kirlian y de galaxias cercanas detengan su marcha y los ojos y cabello del afortunado comiencen a cambiar de color hasta conseguir, al final del quinto día, un tono entre verde y marrón dorado al tiempo que en su mente y su corazón brotan la sabiduría y fortaleza necesarias para mantener el orden, la concordia y la bienaventuranza entre las galaxias, sus mundos y sus pobladores y dotar de inagotable y profunda capacidad de amar a aquellos en quienes el elegido se digne fijar su mirada.
Al percatarse el mayor de los hermanos de la quietud de los planetas y la ausencia de cambios en su fisonomía, intentó lo que nunca antes nadie había osado: asegurarse el triunfo asesinando a los posibles rivales. Heridos de muerte los dos menores y ya a punto de ser alcanzado surgió a lo lejos, en el cielo, una gran luz blanca y brillante que lo atrajo de forma poderosa e insistente al tiempo que cegaba y confundía a su perseguidor. Presa de aquella atracción y de un deseo intenso, su cuerpo se sublimó y salió de la órbita transformándose en un ente informe, un mero espíritu flotante al que, incapaz de resistirla, aquella luz absorbió haciendo que por un magnífico y breve instante sus almas se fundieran y como uno solo descendieran sobre la isla.
Al momento de arribar volvieron a ser dos y fue entonces cuando fue consciente de su destino. No sabe por cuánto tiempo tendrá que permanecer ahí. Al entrar en la órbita de la tierra su cuerpo empezó a materializarse y ahora lo siente demasiado pesado para moverse.
Y está escrito que algún día la presencia protectora regresará para devolverlo al lugar que le corresponde, pero mientras allá en la inmensidad anide el germen del odio fratricida no habrá sitio para él y deberá permanecer lejos, sin más contacto y compañía que las lágrimas de plata que se desgajan de las almas entristecidas de sus hermanos kerpelianos y que, en las noches más negras, descienden sobre la isla.
Ni qué decir hay que en aquel entonces quienes le oían, entre incrédulos y aterrados ante la posibilidad de otra catástrofe, no querían establecerse en la isla. Y tampoco las generaciones siguientes que, sabedoras de la historia, han contemplado por siglos, desde lejos, en noches muy oscuras, la lluvia plateada
Tuvo que pasar mucho tiempo para que a comienzos del siglo XVII un profesor y explorador inglés, William Carter, se interesara por esta leyenda, que conoció por manuscritos antiguos y se aventurara a llegar hasta allí con un colega y tres de sus alumnos, con el propósito de investigar y buscar rastros de un hecho que se le antojaba tan trágico como inverosímil.
No bien habían instalado las tiendas, uno de los muchachos percibió leves movimientos entre la exuberante vegetación.
Cuentan que en lo que les quedó de vida, ninguno de los valientes exploradores pudo olvidar el momento en que el estudiante, valiéndose de su machete, puso al descubierto el cuerpo de lo que parecía un ser humano recostado contra una roca inmensa, abrazados todo él y su roca por miles de ramas de una frondosa, tupida e intrincada planta. De su cuerpo delgado, reseco y algo leñoso brotaban miles de gajos entrelazados, repletos de hojas de distintos tonos de verde, desde el más oscuro hasta el más claro y luminoso, que parecían mirar anhelantes hacia el firmamento, y cubrían todo el cinturón rocoso extendiéndose, interminables, en muchas direcciones, por toda la isla.
Aquella criatura, a la que Carter llamó Hedera, respiraba pausado y con ritmo y en sus grandes ojos, a medio abrir, chispeaba la vida.
Re: CN6 - De por qué la hiedra nunca muere
Me ha llamado la atención el título. Me gustó el comienzo y cómo se iba desarrollando la historia. Creo que a medio camino empecé a releer párrafos y a perder el hilo de lo que el autor intenta transmitir. Creo que hay potencial y por eso mismo voy a esperar a una relectura antes de afianzar ninguna idea en mi cabeza.
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- ACLIAMANTA
- No puedo vivir sin este foro
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- Registrado: 29 Oct 2014 13:01
Re: CN6 - De por qué la hiedra nunca muere
Alguna vez supe de una leyenda, si no estoy mal de origen griego, pero creo que se trataba de un animal.
La idea me gusta, el relato me pareció interesante aunque también un poco largo.
Suerte al autor!
La idea me gusta, el relato me pareció interesante aunque también un poco largo.
Suerte al autor!
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Re: CN6 - De por qué la hiedra nunca muere
La claridad en la redacción y como llega la primera parte al lector es buena, ahora bien, solo esa parte. Noto un cambio importante en la segunda. Tiene parrafadas farragosas de entender. La historia es chula, pero algo deslavazada en su composición para mi gusto con un resultado que me ha parecido algo confuso. Por lo demás se acerca bien al tema del concurso en su acepción más clásica. Se nota que hay maneras de escritor. Me estaba gustando pero el resultado global no me llega. Un saludo y suerte.
--- Pareces atribulado!!
--- No entiendo... tan sólo me estoy cagando.
--- Corre raudo, pues...
--- ¡Por los dioses! ¡¡¡Necesito un diccionario!!!
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- Iliria
- Foroadicto
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- Ubicación: En la Torada Mágica, para siempre
Re: CN6 - De por qué la hiedra nunca muere
Hay algo en el sentido de este relato que se me escapa... A ver si con otra lectura
Eso si, en lo formal ninguna pega. Además mantienes en el lector el interés por saber el origen de la misteriosa criatura
Eso si, en lo formal ninguna pega. Además mantienes en el lector el interés por saber el origen de la misteriosa criatura
Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas - Cicerón
-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
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Re: CN6 - De por qué la hiedra nunca muere
Más o menos lo estaba siguiendo hasta que me cuentas lo de la galaxia Kyrlian y el planeta Kerpel, momento en el que me he perdido tanto que he dudado de si me estabas tomando el pelo. Lo he vuelto a leer varias veces, aunque me siguen quedando dudas. ¿Qué es la luz que atrae al hermano homicida? ¿Dónde está escrito todo eso? ¿Qué provoca todo ese cataclismo en la isla? ¿Qué hace, o qué relevancia tiene, el kerpeliano caído?
Imagino que es un experimento de creación de una leyenda a partir de cero. Pese al argumento extraño, lo encuentro bien escrito, y eso me lleva a extrañarme de que el argumento o el sentido global termine siendo tan esquivo…
Pero vamos, que no me ha gustado. No encuentro el puntal al que agarrarme.
Mucha suerte.
Imagino que es un experimento de creación de una leyenda a partir de cero. Pese al argumento extraño, lo encuentro bien escrito, y eso me lleva a extrañarme de que el argumento o el sentido global termine siendo tan esquivo…
Pero vamos, que no me ha gustado. No encuentro el puntal al que agarrarme.
Mucha suerte.
Re: CN6 - De por qué la hiedra nunca muere
Ay autor/a, no lo entendí, lo siento
Lo leí tres veces, pero me perdí en todas.
Tampoco encontré el mito o la leyenda y eso que estaba deseando leerlo poque me gustó el título.
Imagino que lo escribiste con ganas y eso hay que considerarlo.
Que tengas suerte y gracias por compartirlo
Lo leí tres veces, pero me perdí en todas.
Tampoco encontré el mito o la leyenda y eso que estaba deseando leerlo poque me gustó el título.
Imagino que lo escribiste con ganas y eso hay que considerarlo.
Que tengas suerte y gracias por compartirlo
- Paraná
- No tengo vida social
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- Registrado: 07 Feb 2017 18:02
- Ubicación: Tucumán - Argentina
Re: CN6 - De por qué la hiedra nunca muere
Es muy difícil crear un mito de la nada cuando no se logra encajar los detalles "míticos" con la realidad concreta. Como comentario general, me ha parecido confuso. No por la escritura, que muestra un muy buen oficio, sino por las vicisitudes tanto terrestres como alienígenas, que no parecen encajar del todo. Aún así, se puede entrever el germen de una mitología que creo podría desarrollarse más y resultar muy interesante.
En síntesis: poco espacio para resolver tanta complejidad.
En síntesis: poco espacio para resolver tanta complejidad.
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Re: CN6 - De por qué la hiedra nunca muere
¿Sabes? Me da rabia porque creo que se me escapa algo grande y hermoso, importante. Pero tengo que reconocer que no he terminado de atar todos los cabos de tu historia. Y es una pena.
Creo que tu prosa es correcta, que tiene chispa, y además me llama mucho la atención que hayas elegido la hiedra. El título como ya te han dicho es genial. Siento que todo tiene un significado, y sólo lamento no poder captarlo. Pero la hiedra es símbolo de la inmortalidad, del amor profundo y duradero. También se asocia al dios Dionisios, y por él a los estados alterados, las experiencias místicas, la inspiración poética. Cuentan que cuando su hijo murió los dioses le transformaron en hiedra para aplacar su dolor, y dicha hiedra se abrazó a una vid cercana.
Incluso el hombre sin ombligo, el extraterrestre, podría ser un dios de la mitología clásica, hay muchas historias de rivalidad entre hermanos en ese sentido.
Además está el nombre de la isla, antes Esteria (estéril) y ahora Hereda (hiedra, y por ello vida, inmortalidad). El monte Taahi me recuerda también al monte Tai, en China, de donde se dice que empieza en ella cada día su recorrido el sol. Además para llegar a la cumbre se cruza el Arco de la Inmortalidad.
No sé si me acerco en algo o patino en todo, pero veo mucha simbología que me llama la atención.
Pero lo siento, como te digo, me falta un puntito para terminar de darle coherencia al conjunto. Como veo que no soy la única, espero que nos cuentes qué hay detrás de tu relato cuando se desvelen las autorías.
Ah, me llamó mucho la atención la idea del sol deteniéndose, el tiempo parándose, el astro cayendo al mar como si fuera algo pequeño y común.
En cualquier caso me hizo reflexionar, gracias por compartirlo
Creo que tu prosa es correcta, que tiene chispa, y además me llama mucho la atención que hayas elegido la hiedra. El título como ya te han dicho es genial. Siento que todo tiene un significado, y sólo lamento no poder captarlo. Pero la hiedra es símbolo de la inmortalidad, del amor profundo y duradero. También se asocia al dios Dionisios, y por él a los estados alterados, las experiencias místicas, la inspiración poética. Cuentan que cuando su hijo murió los dioses le transformaron en hiedra para aplacar su dolor, y dicha hiedra se abrazó a una vid cercana.
Incluso el hombre sin ombligo, el extraterrestre, podría ser un dios de la mitología clásica, hay muchas historias de rivalidad entre hermanos en ese sentido.
Además está el nombre de la isla, antes Esteria (estéril) y ahora Hereda (hiedra, y por ello vida, inmortalidad). El monte Taahi me recuerda también al monte Tai, en China, de donde se dice que empieza en ella cada día su recorrido el sol. Además para llegar a la cumbre se cruza el Arco de la Inmortalidad.
No sé si me acerco en algo o patino en todo, pero veo mucha simbología que me llama la atención.
Pero lo siento, como te digo, me falta un puntito para terminar de darle coherencia al conjunto. Como veo que no soy la única, espero que nos cuentes qué hay detrás de tu relato cuando se desvelen las autorías.
Ah, me llamó mucho la atención la idea del sol deteniéndose, el tiempo parándose, el astro cayendo al mar como si fuera algo pequeño y común.
En cualquier caso me hizo reflexionar, gracias por compartirlo
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Re: CN6 - De por qué la hiedra nunca muere
También me he quedado algo confuso. No obstante me ha gustado. Está muy bien escrito. Enhorabuena
Re: CN6 - De por qué la hiedra nunca muere
Me gusta el estilo con el que el autor/a se expresa en este relato. Me parecen muy buenas las descripciones pero como le ha pasado a la mayoría la historia me ha resultado confusa. Aun así me la apunto y espero que su autor tenga mucha suerte. Enhorabuena.
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Re: CN6 - De por qué la hiedra nunca muere
Me ha gustado mucho esta historia, en algunos momentos me ha recordado visualmente al principio de la película "Prometheus" Me parece un acierto eso de mezclar CIFi y leyendas, además creas un mundo inmenso y logras esbozarlo bastante bien en tan pocas páginas
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)
Re: CN6 - De por qué la hiedra nunca muere
Pues a mi lo que más me fascina es que el llegado del espacio no tenga ombligo
En fin, después de visitar la wiki coincido del todo con Meiko, porque veo que las dos hemos seguido los mismos caminos. A mi me ha llevado también a una isla japonesa donde abunda la hiedra y al monte Tai y su arco de la inmortalidad. Imagino que es una leyenda o más bien un mito inventado, porque tampoco he encontrado al tal William Carter. Bueno, si lo he encontrado, de hecho he encontrado como un montón, pero ninguno era explorador.
A ver, digamos que las imágenes de los cataclismos, de esos mundos parados en sus ejes para darle forma a esa especie de elegido o de dios me han parecido muy buenas, pero no acabo de decidir si la historia al completo me gusta o no. También me gusta esa envidia entre hermanos, a lo Caín y Abel.
Suerte, autor y ojalá sea inventada.
En fin, después de visitar la wiki coincido del todo con Meiko, porque veo que las dos hemos seguido los mismos caminos. A mi me ha llevado también a una isla japonesa donde abunda la hiedra y al monte Tai y su arco de la inmortalidad. Imagino que es una leyenda o más bien un mito inventado, porque tampoco he encontrado al tal William Carter. Bueno, si lo he encontrado, de hecho he encontrado como un montón, pero ninguno era explorador.
A ver, digamos que las imágenes de los cataclismos, de esos mundos parados en sus ejes para darle forma a esa especie de elegido o de dios me han parecido muy buenas, pero no acabo de decidir si la historia al completo me gusta o no. También me gusta esa envidia entre hermanos, a lo Caín y Abel.
Suerte, autor y ojalá sea inventada.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
- Spicata
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Re: CN6 - De por qué la hiedra nunca muere
Querido autor/a:
Escribes muy buen, y tu prosa es deliciosa. Ahora bien... me he perdido un poco . Hay cosas que se me escapan y me da rabia perderme de esa forma. Creo que has intentado crear un mito de la nada, pero la extensión del relato no te ha hecho justicia. Añado también que me ha recordado, tal y como ha dicho Sinkim al principio de la película de Prometheus. Aún así, buen trabajo.
Suerte en el concurso
Escribes muy buen, y tu prosa es deliciosa. Ahora bien... me he perdido un poco . Hay cosas que se me escapan y me da rabia perderme de esa forma. Creo que has intentado crear un mito de la nada, pero la extensión del relato no te ha hecho justicia. Añado también que me ha recordado, tal y como ha dicho Sinkim al principio de la película de Prometheus. Aún así, buen trabajo.
Suerte en el concurso
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Re: CN6 - De por qué la hiedra nunca muere
Querido autor, querida autora:
Siento ser directo (porque no me gusta, me parece una agresión, pero aquí es lo que me ha nacido): este relato me parece excesivo. Me da la sensación de que la introducción abarca dos tercios del relato, si no más, y eso abruma.
Es una pena, porque los dos párrafos finales son brutales, diría que de lo mejorcito que ha tenido este concurso, pero el peso que arrastra todo el texto anterior me impide considerar este relato para estar entre los mejores.
Y sin embargo eso no es motivo para desanimarte. Tienes buena mano y lo sabes, así que toca seguir en la línea y dar un espaldarazo en el próximo concurso. Allí quiero verte.
¡Suerte!
Siento ser directo (porque no me gusta, me parece una agresión, pero aquí es lo que me ha nacido): este relato me parece excesivo. Me da la sensación de que la introducción abarca dos tercios del relato, si no más, y eso abruma.
Es una pena, porque los dos párrafos finales son brutales, diría que de lo mejorcito que ha tenido este concurso, pero el peso que arrastra todo el texto anterior me impide considerar este relato para estar entre los mejores.
Y sin embargo eso no es motivo para desanimarte. Tienes buena mano y lo sabes, así que toca seguir en la línea y dar un espaldarazo en el próximo concurso. Allí quiero verte.
¡Suerte!
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