Me ha resultado completamente insoportable. Sin puntos, solo comas; sin orden, sin argumento...sin sentido.
Leí como veinte minutos y no me enteré de nada. Os pongo un trocito de una página, imaginaos 300 segidas así.
Neith y Bandín, los dioses de la guerra, los cisnes de la guerra, bajan del cielo para decir qué soldados deben morir en la batalla y cuáles deben librar, Fofiño Manteiga cuando se pone el sol se revuelca sobre la arena, llora desconsoladamente, a lo mejor le invaden muy tristes recuerdos, y no soporta que lo miren, ¡fuera de aquí, siniestras moscas de los muertos!, ¡me repugna ver cómo os emborracháis con el licor de mi sufrimiento!, ¿no os dais cuenta de que los buitres incuban sus huevos en mi corazón?, el tiempo pasa con incertidumbre y con mansedumbre, como crecen los árboles sin que nadie se dé cuenta, esto del crecimiento tiene más que ver con el latido de la adivinación que con el sentido de la vista, el hombre es un animal tan tosco que ni siquiera ve crecer la yerba, mi primo Vitiño Leis es muy valiente, tiene mucha fuerza, sólo uno pudo llevarle el pulso, uno de Baxantes que se llamaba Feliberto Urdilde y se murió, le dieron con un caneco de ginebra en la cabeza, se la partieron en dos y se murió, el fantasma de Feliberto Urdilde se entretiene ahora en mear los nidos de los albatros y en sembrar rencorosos posos de remordimiento en el corazón de las viudas, cuando se les aparece no vuelven a dormir tranquilas y pasan mucho frío, no es decente que las viudas tomen demasiado café, dicen algunos marineros viejos que las sirenas fueron las primeras palilleiras de los encajes de Camariñas, que copiaron de los dibujos de las algas y de las estrellas de mar y de las trasparencias del agua recién buceada por los cormoranes, ahora ya casi no quedan sirenas y los camariñáns fueron perdiendo poco a poco su afición a enamorarlas, ahora ya no les llevan cañitas de crema hasta la orilla ni les regalan el oído tocándoles la Marcha Real en la gaita, en las noches de luna, mientras la mar rebufa, también dicen ciertos historiadores que el primer fisterrán que se recuerda fue el fruto de los amores de un lobo marino de las islas Lobeiras con una sirena que se puso a tomar el sol, un día que hubo sol, en el Camouco do Sur, que queda en la Lobeira Chica, la más pegada a tierra firme, frente a la costa de Cabra y la aldea de Curra, esto puede no ser cierto porque va contra el sentido común, cuando mi padre hizo la primera comunión había un toliño ourensán que se llamaba Farruco Roque y le decían don Paco, era de Celanova y tenía el carácter muy alegre, don Paco no había visto nunca la mar ni tampoco quería verla...