CP XIII - Como flotando - Berlín (3° Jurado)

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CP XIII - Como flotando - Berlín (3° Jurado)

Mensaje por lucia »

Como flotando

Dicen que los elefantes presienten su muerte y que, sintiéndola llegar, se desplazan buscando la compañía de sus muertos, por aquello de no yacer solos eternamente. En realidad esto no es cierto del todo, lo que ocurre es que encontrándose enfermos o carentes de alguna sustancia valiosa buscan la cercanía del agua para mejorar su estado apático y como todos, llegados a este punto, buscan lo mismo, sus cuerpos ya finados se amontonan formando los conocidos cementerios.
Un minuto antes del desplome, Abbul se refrescaba el cogote agostado en un gran barreño colocado para tal uso. Fue en ese preciso instante cuando el paquidermo, sabiéndose de pronto condenado a muerte, se acercó raudo con el propósito de introducir la trompa dentro del recipiente. Abbul lo vio venir y se apartó diligente del balde, por aquello de respetar la intimidad del sediento, pero como no vio sombra de muerte alguna en los ojos del gigante y habiendo dejado a medias la tarea del refrescatorio, permaneció cerca del árbol sentenciado. Si el animal no se hubiera desplomado de pronto, si Abbul hubiera dispuesto de más tiempo para estudiar la trayectoria de la caída, hubiera este hombre, tan enjuto como elástico, efectuado una conveniente fuga salvadora. Pero no ocurriendo de ese modo sino del que fue, Abbul se encontró de pronto con el lomo del paquidermo cubriendo la casi totalidad de su cuerpo.
Abbul Abbas llegó una mañana de verano al circo de los horrores de Viterbo, solicitando un puesto de trabajo. Como único curriculum adujo haber sido paje predilecto del mismísimo Pier Francesco Orsini, duque de Bomarzo, allá por el año 1540. Como iba envuelto en oros y llevaba cubiertas las magras carnes con un manteo florentino sin mangas, adamascado y con capucha, la empleada que se ocupaba de tal menester lo miró perpleja y le dijo que si no tenía un papel que avalara la experiencia y los años trabajados podía marcharse.
Los que por allí circulaban lo pensaron un loco nostálgico aferrado al pasado. De su verbo antiguo nadie dijo nada, tampoco de los abalorios que le colgaban del pecho y que adujo ser un regalo del duque antes mencionado. Solo Liberto Conrado —una bestia descomunal con pezuñas de caballo —se acercó con la intención de morder la joya, que otro modo de cotejar in situ su autenticidad no hay. Lo recibió el jefe de pista —también propietario—, entrecerrando los ojos para protegerlos del relampagueo del oro. No interesándole un ápice la prosapia desplegada ni los modos refinados, le preguntó si tenía alguna malformación digna de exhibir o si, en su defecto, sabía hacer algo fuera de lo común, advirtiéndole que aquel no era un circo al uso:
—Verá, amigo, el caso es que ya tenemos una elegante joven con las rodillas del revés que camina como una grulla; tenemos también un bicéfalo rubio y apuesto que discute todo el tiempo consigo mismo; la mujer mono; el hombre árbol y el niño ciempiés. Mientras los monstruos se pasean de un lado a otro para deleite del público ávido, arriba vuelan los trapecistas suicidas; por lo demás también disponemos de tragasables voraces, comefuegos impasibles e intrépidos hombres bala que a veces, de tan entusiasmados que vuelan, ya no vuelven; por tener tenemos hasta un poeta enano, cojo y jorobado que alterna su discurso entre el epigrama y el hexámetro. Pero sobre todo tenemos a Sinergia, la mujer serpiente, que con su sola presencia ilumina la pista. Tiene esta mujer, de cintura para arriba, la belleza asfixiante de la mismísima Cleopatra; de cintura para abajo es escamosa, como un ofidio cualquiera. Camina con la cadencia mareante de una reina; para dormir busca lugares oscuros y allí se enrosca o se acurruca. No es muy sociable, pero tiene algo en la mirada que produce sequedad de boca. Como telarañas. A veces, cuando me paro en sus ojos, se me olvida qué iba a decirle. Bueno —dijo suspirando—, y ya conoció al hombre caballo. Su madre murió en el parto porque la criatura, boqueando medio ahogada, se abrió camino con los cascos, destrozando a su paso el canal del alumbramiento. De su padre tiene las pezuñas y las crines negras, de su madre no se sabe, tal vez los ojos estrellados. Nadie le enseñó a andar por la repulsión que producía su sola visión y lo abandonaron en el monte, con las cabras. Así que a no ser que tenga usted algo espectacular bajo su extravagante vestimenta, ya puede largarse con sus abalorios por donde ha venido.
Abbul, que había escuchado en silencio la desmesurada disertación, púsose en pie diciendo que lo que ven los ojos no lo discute la razón y dejó la ropa resbalar hasta los pies quedándose desnudo del cuerpo. El jefe, que aunque era un hombre algo rudo, andaba cultivado en los temas mitológicos, no pudo por menos que recordar a Príapo, más otra cosa, aparte de aquel símbolo insultante, no vio; así que tras felicitarlo por aquella hermosura que poseía entre las piernas, le preguntó si tenía algo más que ofrecer, recordándole de nuevo que aquel era un espectáculo de rarezas y que él, de momento, no había visto nada que se ajustase a la demanda.
—Soy inmortal —comunicó.
El jefe cerró la boca y lo observó hierático.
—No pensará que voy a creer eso que dice —apostilló socarrón.
Arcadio de nombre, hijo y nieto de artistas, acostumbrado a la itinerancia, al frío, al éxito más demencial y al fracaso del vacío, a trabajar con una pista o con tres, a dirimir lances, a las noches de whisky escuchando lamentos de amor, a enterrar a sus engendros en mitad del camino, bajo el barro blando o entre las raíces de un chopo desteñido por la lluvia. No fueron fáciles los preliminares de esta historia suya con el circo y dicha circunstancia lo había moldeado en roca acostumbrándolo, entre otras cosas, a distinguir el oro de la paja. Ahora tenía ante sí a un tipo de dos metros, magro y obsidiano, priápico en su eje, pomposo en las formas, erudito en la prosa, bello de rostro, de manos enormes tiernamente rosadas en la palma, que declaraba ser inmortal.
—Si lo creyera sin más, pensaría que es usted un necio —respondió el negro—. Si dispone de una daga le autorizo a clavármela. Si carece de osadía lo haré yo mismo.
—Sí me atrevo —gruñó el jefe—, pero no quiero ir preso. Yo se la presto y se la clava usted solito.
Tomó el negro el arma y buscó el centro del corazón, apoyó allí el doble filo y empujó el metal bruscamente hasta la empuñadura. Sintiendo atravesado el órgano con éxito bajó las manos a los costados y abrió los ojos.
—Ya ve que sigo en pie.
Sí. Arcadio lo vio. Y lo imaginó atravesado por cien cuchillos. Contempló al público de pie, lívido, suplicando que alguien parase aquella locura. Y lo vio después, pausado e impertérrito, extraer las armas de una en una y cada filo caído era un nuevo aplauso atronador. Admiró extasiado las flores descendiendo desde lo alto de la cúpula, oyó el ronroneo de las rotativas escribiendo sobre el milagro.
—Mañana dispondrá de un carromato con su nombre, aunque esta noche no le queda otra que dormir junto al elefante.
—No me importa, es un compañero más —concedió Abbul, encogiéndose de hombros.
—Carlomagno no actúa, solo deambula a su antojo. Ocurrió que nuestro declamador de hexámetros lo vio seguirnos cuando abandonamos Cantabria; debió escaparse de algún recinto. Caminó todo el tiempo detrás de nosotros y cuando montamos la carpa, aquí en Viterbo, se tumbó en la tierra como se tumban los perros a mirarnos hacer. Inaugurado el espectáculo, el público nos felicitó por el hermoso espécimen, los niños lo acariciaron felices y hubo alguno que lo escaló hasta la cima, rodando después trompa abajo. La hermosa Sinergia pensó que debíamos llamarle Carlomagno y delineó con sus dedos finos el continente africano que formaban sus orejas. Son inseparables.
—Sinergia —dijo el negro—. Un nombre poco común.
—No se acerque demasiado a ella o se las verá con el hombre caballo —advirtió el jefe, echando su sombrero para atrás—. Anda relinchando desde que la chica llegó.
Aquella noche Arcadio no logró conciliar el sueño; cuando el cansancio fue mucho y su cuerpo se abandonó, no dejó su mente, esa fina máquina engrasada, de calcular los beneficios que la nueva incorporación traería a su negocio. Avanzando en esa suerte de niebla hipnagógica vio al negro subido sobre una peana adornada con oropeles, en el mástil central, a cincuenta metros de un suelo tapizado de cuchillos hirientes. Oyó los gritos del público exigiendo, desconfiado, que se garantizase de algún modo la honradez del número. ¡Véanlo con sus propios ojos! ¡Acaricien el metal!, aullaba él, animándolos a bajar. Sonaría, antes de la caída, un redoble de tambores que el público oiría congelando el momento de llevar la bebida a la boca. Así, vendiendo la leche de la vaca no comprada, calculó este hombre las riquezas venideras hasta que llegó el sueño, por fin.
Un poco más lejos, Abbul acariciaba el lomo del elefante tumbado.
—No te ofendas, compañero, si cuando te llegue el sueño aléjome de tu carne montañosa, no vaya a ser que, buscando alivio en la postura, rotes y me sepultes. Ya ves que mi geografía es enjuta.
—Es un gigante bueno. Tendrá cuidado —aclaró Sinergia, entrando en el carromato.
Andaba esta mujer como flotando.
—Últimamente lo noto muy triste y temo que ya le ronde la parca.
—¿Las manzanas son para él? —preguntó Abbul señalando el cestillo de mimbre.
—Sí. Aunque puede tomar alguna, si le apetece —ofreció ella, alargándole una pieza roja y brillante.
Se rozaron los dedos sin querer y esta caricia fortuita ocasionó una descarga eléctrica que los dejó sin aliento, haciéndoles reír después.
—Oí lo de su inmortalidad —confesó ella luego, apoyando la espalda contra el lomo del animal tumbado—. ¿Cuál es el truco?
—No hay truco —respondió Abbul, sentándose a su lado—. ¿Conoce a Paracelso?
—¿Y quién no?
Tropezó entonces Abbul con las telarañas negras y no recordando lo que iba a decir se quedó callado.
—Mi madre decía que yo no era hija suya, que había salido del huevo de una serpiente —contó ella sacando brillo a una manzana—. Para corroborarlo se levantaba las faldas y me enseñaba los muslos nevados, las rodillas redondas, los tobillos frágiles. Luego, apresando mi muñeca, me obligaba a recorrer la tibieza de su piel pecosa. ¿Ves pequeña?, decía, así son las piernas de una mujer de verdad. Pasó el tiempo y una tarde de invierno, cuando llegó la primera sangre, la repulsión de verla resbalar entre mis muslos escamosos fue tal que la mantuvo enferma dos semanas. Lo primero que hizo al recuperarse fue enseñarme de nuevo las piernas blancas y tibias, enflaquecidas del asco. Dijo que no podía soportarlo más. Me fui aquella madrugada.
Miró Abbul las piernas interminables y le dijo que eran las más hermosas que había visto en cuatro siglos.
—¿Cómo es no morirse? —preguntó ella acercando los dedos eléctricos a los de él.
Sin mirarla por no caer de nuevo preso, Abbul le habló del vértigo de despertar luego de pensarse muerto por fin. Del cansancio de los pies que tanto han andado, de la vacuidad de la noche eterna. De los lugares visitados, de la magia balsámica de contemplar un amanecer azul en mitad del desierto. Ella le habló, por contarle algo, de la repulsión, del desamparo; de la soledad del impar, del amanecer helado, de la búsqueda y del abandono.
—Cuéntame cómo ocurrió —dijo ella acurrucándose en la oscuridad de sus brazos.
—Mi amo, el duque de Bomarzo, enfermó de una suerte de virus extraño. Le brotaron pústulas por todo el cuerpo y la fiebre le quemaba. Esto sucedió en Venecia, durante los carnavales de 1544. Llegaron galenos de todos lados atraídos por la codicia de curar al duque, ganando así fama y renombre. Pusiéronle cataplasmas de orina mezclada con jugos de hierbas y cabellos de niño. Otros estudiaron la posición de Saturno por si la enfermedad venía de los cielos. Cuando se hallaba próximo a la muerte apareció Paracelso, sucio, rodeado de moscas y tocado con un sombrero grande y estrafalario; portaba además una espada que, al caminar, chocaba contra los adoquines del suelo. Hízole a priori, una batería de preguntas para detectar la posibilidad del hechizo. Descartado el mal de ojo, prescribiole unos baños en tintura sulfurosa, aduciendo haber curado así innumerables enfermedades como el cáncer, la hidrofobia, la sífilis y la epilepsia. Cuando el duque ya pudo sentarse a tomar baños de aquel sol herrumbroso que penetraba por los cristales que daban a la Piazza, hablaron de muchas cosas. Entre ellas la inmortalidad. El Ave Fénix renació de las costillas de un caballo, dijo Paracelso y a mi amo le brillaron los ojos de codicia. Reinar durante todos los siglos venideros. Mas de todos es sabido que ningún rey, duque o papa que se precie, come un manjar sin darlo a probar antes a un sirviente. De este modo y no de otro, me cortaron en pedazos que mezclaron a posteriori con abundante bosta de caballo, que es fuente de vida y calor. Guardáronme durante un tiempo para que no me diera el aire, que una vez ya ocurrió, en el primer intento, que el cadáver, renacido joven y bello hasta el dolor, fue abierto antes del plazo fijado y una corriente malogró el milagro convirtiéndolo en polvo. Cuando abrieron mi tumba me hallaron completo y joven. Para probar el éxito del experimento me sometieron a innumerables disecciones, aplastamientos, cortes, incluso ahogamientos. De todo salía ileso.
De pronto, en la mudez de la noche, se escuchó un relincho dolorido.
—Es él —susurró ella apretándose más—, que, sin entender yo cómo, me sabe contigo.
El día de la función amaneció esplendoroso. Por la tarde, la bullanguería más joven llegó con su griterío y sus dulces de algodón; los mayores tomaron asiento buscando el billetero para comprar alguna bebida gaseosa. Cuando el público enmudeció, un rayo de luz atrapó a Arcadio:
—¡Amado público! ¡Bienvenido al circo de los horrores, donde todo es posible!—declamó levantando las palmas hacia arriba—. ¿Ya se acomodaron bien? —preguntó sacándose la chistera negra de la que salieron volando doce jilgueros de colores—. ¿Pasó por su lado la explosiva Daisy a ofrecerles regaliz y chocolatinas? ¿Todo el mundo tomó sus pastillas para el corazón, la esquizofrenia y el arrebato homicida? ¡Bien! Entonces préstenme un minuto de atención: tengo el placer de anunciarles la incorporación de un nuevo monstruo a nuestra familia de horrores. ¡El sin par, el irrepetible hombre inmortal! ¡Abbul Abbas! ¡Llegado del mismísimo infierno! ¿Eso que veo en sus ojos es incredulidad? ¡Oh! No se apuren, lo comprobarán ustedes mismos. ¡Qué comience el espectáculo.
El público, febril, se puso de pie reclamando la inmediatez del número, pero Arcadio les rogó paciencia y despidiéndose con una gentil genuflexión presentó el primer número.
—¡Por el amor de Dios! ¿Dónde está ese estúpido negro? —preguntó a Sinergia, limpiándose el sudor de la frente—. Esta mañana te descubrí saliendo de su carromato. Tampoco he visto a Liberto. Espero que no hayas provocado la furia de esa bestia advenediza. Ya sabes que no quiero altercados. Ve a buscarlos y tráelos.
Mientras, en la cúpula, los trapecistas alados realizaban saltos imposibles: el salto del ángel, el triple salto mortal, la cuádruple pirueta.
Un poco más lejos, Abbul acariciaba el lomo del animal muerto. Si hubiera este hombre visto la sombra del óbito en los ojos sentenciados, si hubiera detectado la prisa, la desesperación.
El eco de unos cascos acercándose sonó como suena la lluvia en los tejados.
—Menos mal que viniste —le dijo Abbul al hombre caballo—. Ayúdame, amigo. Dame tu mano. Me toca salir a escena y ya ves que no puedo moverme.
—¿Que te de la mano? ¿Me pides ayuda? –preguntó antes de prorrumpir en una carcajada sardónica—. ¿Tú? En fin. Reconozco que has fascinado al jefe. Sí, ahí estuviste astuto. Cuando te mira ve a su gallina de los huevos de oro. Pero a ella… a ella no debiste acercarte.
—No te quiere —dijo Abbul, clavando su mirada vieja en el centauro.
—¡Calla! —bramó enfurecido—. Sé cómo sucede. Lo sé. Llegó como flotando y te dejó sin aliento. Así es como ocurre. Pero luego… ¿cómo derribaste esa barrera inexpugnable que son sus ojos? ¿Cómo horadaste cada capa, atravesando cada constelación? Casiopea «la reina», Orión el «cazador», Lupus «el lobo». Más allá de cualquier tiempo o realidad, hasta llegar al principio, a su principio, a la inocencia, allí donde el camino empieza. ¿Llegaste a la niña que fue? ¿Y cómo era? No, mejor calla —rogó cansado. Miró al animal y se agachó para acariciar la férrea piel, allí donde el hombre clava sus armas—. La invadiste entera y ella no bajó los ojos por no cerrarte sus mundos. Sus ojos. Esos mapas extraños…
—Se rozaron nuestros dedos —dijo Abbul apiadándose del hombre.
—Sus dedos blancos… —evocó Liberto, rechinando los dientes.
—No te quiere —repitió Abbul.
—¡Ya lo sé! —gruñó Liberto apretando los puños—. ¿Pero qué futuro le espera contigo? Con los años verá su rostro ajado reflejado en tus ojos negros y te tocará la cara para comprobar que no sueña y tu juventud insolente será una losa para ella. Le destrozarás el corazón. Si de verdad la quieres te marcharás por la mañana con los primeros rayos de luz. Y ahora ve —dijo liberándolo del alud de carne.
Bajo la mirada atenta de un público enfervorecido, Abbul clavó una daga en su corazón y la extrajo después llena de sangre. La herida se cerró de modo instantáneo, como barrida por una ola. Arcadio, con lágrimas en los ojos, se llevó la mano a la boca, sin aliento. Ahí estaba su vaca. Más allá, lejos del fragor del graderío, Sinergia acariciaba la cabeza vencida de su amigo, susurrándole al oído que no tuviera miedo, que hay un lugar, más allá de las estrellas, para los animales dormidos. El hombre de las dos cabezas discutió y se escupió a si mismo, provocando la hilaridad del gentío. El enano despidió la función con un hexámetro que hablaba del amor disoluto.
Observando la constelación de Berenice y acariciando el lugar de la herida, Abbul pensó si sería suficiente la eternidad entera para olvidar el relámpago de ese roce.
Pero ella llegó de nuevo, como flotando, y cuando la tuvo a su lado quiso decirle algo, pero no recordó qué y no sabiendo qué decir buscó sus dedos.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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ACLIAMANTA
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Re: CP XIII - Como flotando

Mensaje por ACLIAMANTA »

Una historia de amor diferente a cualquiera que haya leído, que me mantuvo enganchada de principio a fin. Muy bien escrita, con nombres de personajes mejor elegidos y evocadores, llena de magníficas descripciones.

El autor deja ver su experiencia en el arte de escribir y su envidiable imaginación.

Tal vez porque el comienzo es fascinante y el buen desarrollo aumenta la expectativa del lector, el final no me gustó tanto y esperaba un cierre más impactante.
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raumat
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Re: CP XIII - Como flotando

Mensaje por raumat »

Pobre Abbul... casi se le carga el elefante nada más empezar... :mrgreen:
Menos mal que es inmortal... :lol:
Y tantos años -siglos- zascandileando por ahí... con esa herramienta que lleva entre las piernas... lo que tiene que estar disfrutando el "condenau"... :mrgreen: :mrgreen:
Original, imaginativo, gracioso y divertido.
Y excelentemente escrito. Me ha encantado.
Gracias al autor por compartirlo y suerte en el concurso.
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Gavalia
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Re: CP XIII - Como flotando

Mensaje por Gavalia »

La verdad es que no entiendo muy bien lo que me quieres contar. La historia más original no puede ser. Por momentos tan absurda como bella. Los personajes son incluso entrañables.
La redacción es de diez. Fluida de principio a fin y trabajada gracias al uso de ese florido lenguaje que curiósamente no recarga la lectura, al contrario.
No es ese tipo de relato que me entusiasma pero es un gran trabajo. Enhorabuena.
7-9-6
En paz descanses, amigo.
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Onomatopeya
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Re: CP XIII - Como flotando

Mensaje por Onomatopeya »

Creo que habemus un candidato a ganador. La historia, más que bella en sí misma, es bella por como está escrita. Todo está muy cuidado y mimado. Como pega me da la sensación de que se han forzado palabras rebuscadas, algo que no me suele gustar mucho, así que si me leo alguno que sea tan bueno pero más sencillo, te robará el premio como Abbul le robó a Liberto.

Suerte
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Isma
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Re: CP XIII - Como flotando

Mensaje por Isma »

Este es otro de los que leí anoche y tendré que hacer una crítica como dios y su profeta mandan, cuando pueda subir mis notas y garabateos.

Entre tanto: ¿no creéis que la escena del destape de Abbul es a la vez gratuita e imprescindible? :cunao:
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Sinkim
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Re: CP XIII - Como flotando

Mensaje por Sinkim »

Pues no sé, me tendría que haber gustado por la historia que has imaginado pero no me ha llegado, no sé si por la forma o porqué, pero bueno, no pasa nada al resto le está encantando así que será cosa mía :oops: :lol:
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
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Mario Cavara
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Re: CP XIII - Como flotando

Mensaje por Mario Cavara »

Me gustó mucho la redacción de este relato. Es fluida y tiene ritmo. El autor o autora huye, además, de las frases cortas y desarrolla la sintaxis de un modo muy certero, con una prosa rica y feraz. Sólo por eso merece ya un aplauso.

Me encantó el guiño a Bomarzo, una novela de Múgica Laínez de enorme belleza literaria, aunque de difícil lectura, novela donde se narra precisamente la vida inmortal del deforme Pier Francesco Orsini, duque de Bomarzo. Quienes hayan leído esta novela sabrán de qué hablo.

Las descripciones son profusas y con gran abundancia de adjetivos, lo que las hace muy plásticas. Hay quienes censuran el uso de adjetivos. Yo siempre digo al respecto que no es malo el uso, sino el abuso, y que lo adjetivos, si se utilizan con destreza, constituyen un adorno con el que exornar cualquier narración que se precie. Que se lo digan sino a Jorge Luís Borges, maestro donde los haya en la adjetivación.

Me hizo sonreír el catálogo de monstruos que va enumerando el propietario del circo, especialmente Sinergia, que deduzco, atendiendo a la descripción que de ella se hace, se trataba de una lamia. En cierto modo, me recordó un poco a los X-Men :lol:

Podría tal vez censurarse que la mayor parte del relato se base en el diálogo de sus personajes, si bien es justo decir que se trata de diálogos fluidos que no abusan de tópicos, por lo que en este caso no pienso que constituyan, como muchas veces pasa, un subterfugio con el que suplir la labor narrativa del escritor. Quizá sí podrían haberse acortado un poco tales diálogos y, en su lugar, tomar el timón más a menudo el narrador, lo que habría permitido apreciar mejor sus habilidades literarias, pero en cualquier caso insisto en que los diálogos están bien desarrollados.

Sí que, no obstante, se detectan algunos errores de puntuación que deslucen a veces el texto, como pueden ser la falta de coma delante de ciertos gerundios o en oraciones donde sería necesaria, como en “Sintiendo atravesado el órgano con éxito bajó las manos a los costados y abrió los ojos”, donde se agradecería una coma detrás de éxito. Curiosamente, en “Hízole a priori, una batería de preguntas para detectar la posibilidad del hechizo”, la coma sobraría o, a lo sumo, faltaría otra que acotase el “a priori”.

Más allá de estos errores de puntuación, observo también algunos defectos de estilo, como cuando, casi al principio del relato, el autor dice: “Pero no ocurriendo de ese modo sino del que fue...”. Esta parte, a mi entender, sobraría, teniendo en cuenta que justo se nos acaba de narrar lo sucedido. También me parece un defecto de estilo la utilización de locuciones como “hízole”o “prescribiole”, ya que hoy en día tiende a considerarse más apropiado y con mejor sonoridad su división en dos palabras, lo que nos daría en los casos citados “le hizo” o “le prescribió”.

El uso del lenguaje es fértil, lo que denota una encomiable riqueza verbal por parte del autor o autora. No obstante, quisiera señalar que cuando escribe que al propietario del circo no le interesaba la “prosapia” desplegada, me temo que el autor confunda el significado de la palabra prosapia con el de alarde u ostentación, lo que no es así, puesto que la palabra “prosapia” a lo que hace referencia es a la ascendencia o el linaje de una persona.

También hay algunos errores en el desarrollo de ciertas frases, como la que dice: “Arcadio de nombre, hijo y nieto de artistas, acostumbrado a la itinerancia, al frío, al éxito más demencial y al fracaso del vacío, a trabajar con una pista o con tres, a dirimir lances, a las noches de whisky escuchando lamentos de amor, a enterrar a sus engendros en mitad del camino, bajo el barro blando o entre las raíces de un chopo desteñido por la lluvia”. La frase, aunque larga y llena de expresividad, queda incomprensiblemente al final truncada, sin una conclusión. “Arcadio, tal y tal y tal, ¿qué?

En todo caso, no son más que pequeños despistes puntuales, puesto que, como ya dije, el relato me ha parecido bastante bueno en líneas generales, sin que ni siquiera el final un tanto abrupto desmerezca para nada su calidad. Quizá no sea el mejor que haya leído hasta ahora, pero sí de los mejores. Por todo ello, mi más sincera felicitación a su autor o autora.
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Berlín
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Re: CP XIII - Como flotando

Mensaje por Berlín »

A ti te dejo para el final.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Tolomew Dewhust
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Re: CP XIII - Como flotando

Mensaje por Tolomew Dewhust »

No hace tanto escribí a medias un relatillo sobre un payaso y un circo. No te digo con quién que te da la risa... :dragon:.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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konchyp
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Re: CP XIII - Como flotando

Mensaje por konchyp »

:hola:

La originalidad y la forma me ha cautivado. La historia de Abdul es genial, el comienzo es muy bueno a mi parecer, te engancha y ya no te suelta. El relato te coge de la mano y te lleva por ese mundo mágico del circo, lleno de colores y personajes únicos y sorprendentees.
A pesar de que la historia comienza con la inmortalidad de Abdul y termina con algo que, a mi parecer, no tiene mucho que ver, creo que funciona, no sé, de alguna manera no me ha importado.
Lo que no me convence es el título, creo que está con pinzas o puede que yo no lo pille por completo.
Otro de mis favoritos.

:60:
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prófugo
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Re: CP XIII - Como flotando

Mensaje por prófugo »

Estimado autor:

Tu relato lo he leído varias veces...es de esos trabajos que me gusta saborearlos dos o tres veces.

Mientras lo leía por segunda vez..mi incosciente se iba hacia la canción (y disco) de Fito Páez llamada "Circo Beat" ...excelente, por cierto, al igual que tu relato.

Por gustar, me ha gustado todo. Su inicio, donde supones que ha ocurrido una gran desgracia...el intermedio...con esas descripciones de los personajes que trabajan en el circo (mientras le hacen la entrevista a Abbdul), y claro, el final...al saber que es inmortal y que le pueden arrancar el corazón si hace falta...que este no la palma ni de coña :cunao:

Es de mis favoritos. Enhorabuena!! :60:
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Fernweh
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Re: CP XIII - Como flotando

Mensaje por Fernweh »

¡Hola, autor/a!

Quizá este sea el relato mejor escrito de cuantos llevo leídos hasta ahora, y creo que es un claro candidato a llevarse el oro del jurado. Sin embargo, a mí no me ha cautivado tanto como al resto de compañeros (menos a Sinkim :cunao: ).

No sabría decirte muy bien el por qué, ya que no tengo nada que criticar. La prosa es excelente, la historia es original, a ratos divertida, a ratos romántica, incluso emotiva en ocasiones. Pero a mí no me ha llegado nada de eso, ni me he reído, ni he sentido ese amor, ni me he emocionado.

Es quizá uno de esos casos de los que siempre hablo en los que, al cuidar tanto la prosa, se olvidan otras cosas como por ejemplo el dotar a cada frase de la emoción necesaria para llegar al lector.
Y no es que esté diciendo que siempre me tenga que emocionar para que un relato me guste, ni mucho menos. Pero sí que me tiene que mover algo por dentro, ya sea angustia, rabia, paz, alegría... Por decirlo de alguna manera, necesito empatizar con el relato, y con el tuyo eso no me ha pasado.

Pero sí que me has entretenido, que es lo mínimo que siempre pido cuando leo algo para darle el visto bueno y, entre eso y que tienes un dominio del lenguaje envidiablemente bueno (aunque yo prefiera otros estilos), estoy casi segura de que te caerán puntos por mi parte.

Y como seguramente ganes también el popular, con este comentario puedes hacer un avioncito de papel y enviarlo bien lejos.

Resumiendo: Tu relato es todo un Adonis, pero yo siempre he preferido la belleza que encierran algunos "feos".

Y así me hallo tras leer tu relato :chino: :402:
¡Mucha suerte en las votaciones!
«El futuro es más ligero que el pasado, y los sueños pesan menos que la experiencia porque la vida no vivida es más leve, tan leve.»
Marie Luise Kaschnitz
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Tolomew Dewhust
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Re: CP XIII - Como flotando

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Hello, Kitty. Como pretendo volver again, en este comentario voy a enumerar las cosillas que NO me gustan del relato (solo por hacerte rabiar un poco):

- El título.
- La descripción de los personajes me suena a Palabras de amor, sencillas y tiernas.
- Que, teniendo un personaje interesantísimo en un contexto idóneo para marcarte una gran historia, la remates con un enamoramiento que la convierte en "otra historia más de amor".
- Muy relacionado con lo anterior, la chica tiene poco peso en la trama hasta que lo tiene. Me refiero a que bascula la idea desde "lo que parece que va a ser" a lo que "luego realmente es", y eso no me gusta.

Hay muchísimas cosas que no me gustan nada del texto... ya volveré otro día, que si no sería interminable este comentario.

Muchas y muy malas cosas.

Cosas horrendas del relato.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Berlín
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Re: CP XIII - Como flotando

Mensaje por Berlín »

Tolomew Dewhust escribió:Hello, Kitty. Como pretendo volver again, en este comentario voy a enumerar las cosillas que NO me gustan del relato (solo por hacerte rabiar un poco):

- El título.
- La descripción de los personajes me suena a Palabras de amor, sencillas y tiernas.
- Que, teniendo un personaje interesantísimo en un contexto idóneo para marcarte una gran historia, la remates con un enamoramiento que la convierte en "otra historia más de amor".
- Muy relacionado con lo anterior, la chica tiene poco peso en la trama hasta que lo tiene. Me refiero a que bascula la idea desde "lo que parece que va a ser" a lo que "luego realmente es", y eso no me gusta.

Hay muchísimas cosas que no me gustan nada del texto... ya volveré otro día, que si no sería interminable este comentario.

Muchas y muy malas cosas.

Cosas horrendas del relato.
Justamente pensé lo mismo que tú, Tolo-cop, que aquí tenemos a un gusano-plagiador de mi obra más preciada. Yo no intuyo de quien puede ser, pero juro por el alma negra de Lovecraft, que se las verá conmigo.

En cuanto a ti, autor, el problema lo tengo en que desconozco por completo la obra a la que te refieres, que dicen por ahí que se trata de Bomarzo. A mi eso me suena a chino. El caso es que ayer me compré la novela y -horror- tiene como unas novecientas páginas. Yo creo que para la primavera que viene me lo he leído y ya vengo, dont worry.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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