Hoy dos situaciones me han hecho darme cuenta de algo. La primera de ellas se produjo cuando casi terminando el trayecto en el autobús hacia mi casa, un chico de unos veinte años, alto, delgado y de rasgos que servirían para catalogarlo como guapo, en varios intentos no logró pasar su tarjeta de transporte con éxito por el aparato situado al lado del conductor para pagar el viaje cuando una chica, que estaba en uno de los asientos delanteros, se ofreció a pasar la suya. Yo ya tenía la mano en la cartera para realizar el mismo acto y comprobé a mi alrededor que algunos más hicieron conato de sumarse en el ofrecimiento. No obstante, el conductor no permitió que la chica ejecutara el gesto altruista y permitió acceder al transporte al chico sin necesidad de canjear su ticket. El segundo suceso ocurrió ya en mi casa, cuando utilizando el móvil para navegar un rato por twitter, me apareció en la pantalla un tuit de alguien con una foto de perfil de cara de una chica bastante mona, en la que decía que se sentía mal porque no conseguía lograr uno de sus sueños sin especificar en qué consistía concretamente. Podría referirse a participar en una edición de Operación Triunfo, terminar una carrera de ingeniería, conseguir un trabajo como enfermera o completar su colección de Funkos. Tenía más de sesenta comentarios consistiendo la mayoría de ellos en ofrecerle ánimos y algunos incluso ayuda instando a hablar por privado para concretar la forma de efectuarla. Por supuesto, un noventa por ciento eran chicos.
Entonces, me dio por pensar. ¿Por qué en un viaje de vuelta en el que cuando me disponía a pagar mi viaje y me percaté que había perdido la cartera y me faltaban cuarenta céntimos nadie se ofreció a pagar la escasa diferencia o el conductor hacer la vista gorda? Tuve que recorrer el camino a casa a pie a las once de la noche. ¡Casi una hora! Y por otro lado, si yo fuera el que publicara ese tuit, ¿Recibiría la misma aceptación y alguna proposición de auxilio? Ya te aseguro que no. Me considero una buena persona, sobre todo si comparamos con lo que hay suelto por ahí. Es cierto que no participo en actos de voluntariado, ni aporto mucho en campañas de ONGs más allá de alguna moneda a los voluntarios en la calle, y al igual que la mayoría de personas me abstraigo de la realidad de que en ciertas partes del planeta existen personas que mueren de hambre o son forzadas en trabajos por una miseria. ¡Como casi todos! Pero siempre que es posible ofrezco ayuda al que está al lado. En la universidad constantemente trataba de auxiliar a mis compañeros pese a perder tiempo para mi beneficio. En la vida he robado absolutamente nada, ni me he peleado con nadie. Nunca he intentado ligar con chicas que ya tenían novio ni insistido a chicas que claramente no estaban interesadas. Cuando me llaman para resolver alguna duda en el campo de lo que se supone que es mi profesión (por estudios porque nunca he logrado trabajar de ello) siempre lo hago con una sonrisa y sin nada a cambio. Es decir, siempre en lo que está en mi mano AYUDO.
¿Y por qué a mí no ayuda nadie? Llevo dos años en paro y soy invisible para todos (salvo mi familia). Los amigos de la universidad están la mayoría colocados en trabajos con sus padres o conocidos. Para esas mismas personas a las que yo les di mi esfuerzo y cariño soy un mero recuerdo indiferente a mi miseria. Amigos que me piden ayuda no vuelven a hablarme hasta que la vuelven a necesitar. ¿Por qué? Pues a diferencia del chico y la chica monos, a los que sin conocerlos muchos ofrecieron su pequeña ayuda, otros nacimos destinados a ser los que se vuelven a casa caminando si pierden el ticket. Y eso no lo cambian buenos actos ni la forma de ser. Está impregnado desde que nace en tu cara y en tu olor porque de lo que me he dado cuenta, y a lo que me refería al principio, es que en esta vida lo más importante es el físico. Y no hablo solo de ser guapo, sino de todo lo que se desprende de él. Y por eso a algunos nos tocará siempre volver caminando solos a casa. Nos tocará cuando nos quedemos sin ticket de autobús, nos tocará cuando el compañero de la universidad al que ayudabas constantemente ofrezca alcanzar a su casa a cuatro chicas con la que apenas había cruzado palabras y nos tocará siempre que dependamos de que conduzca otro.