I Fantasía: El tiempo de los elfos - Merridew

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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Felicity
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I Fantasía: El tiempo de los elfos - Merridew

Mensaje por Felicity »

EL TIEMPO DE LOS ELFOS

Es que odio a los elfos, en serio. Jodidos seres perfectos de orejas puntiagudas.

—¡Putos elfos!

Hay que joderse, de todos los seres que pueblan esta mierda de mundo, me ha tocado ser uno de ellos.

—¡Putos elfos de mierda!

Esta mañana me desperté con una resaca y una mala hostia del quince. Había estado corriendo durante cinco días con sus noches a caballo desde Coria, a tomar por culo de mi ciudad, Buganvilla. Llegué, me tiré en el lecho y me quedé sopa. Pero, joder, me he levantado fatal: se supone que soy un puñetero elfo joven, 150 años tan sólo, pero ya no puedo hacer estas cosas. Debió de ser la mierda del polvo de dragón, debería dejarlo.

Debería.

Salí de la habitación y fui al servicio. De la fuente manaba agua cristalina, que ensucié a base de flojera de estómago; el jodido polvo de dragón, seguro, la calidad era pésima, y la carrerita no me había hecho ningún bien.

Y luego está el tema de aquel puto elfo, del mierda de Borodin, y del mal amigo de Motril.

Dirán lo que quieran los viejos, pero a mí nunca me ha parecido del todo higiénico lavarse en el mismo manantial en que uno mea y caga. O del todo ético: nadie ha preguntado a los peces qué opinan de ello. También es cierto que ellos nunca se han quejado. O puede que no sepamos tan bien el idioma de los peces como nos creemos. ¡Putos elfos que se creen los reyes de la Creación!

Bajé a la cocina para desayunar algo. Según bajaba, mis narices élficas se inundaban de un olor delicioso: la vieja estaba preparando estofado. No me ha-bía dado cuenta hasta ese momento, era ya la hora de comer, y tenía el estómago completamente vacío después de haber dado lo mejor de mí al manantial cinco minutos antes. Según bajaba los escalones, el aroma se volvió insoportable. Es lo que tiene estar dotado de un olfato capaz de detectar el olor de una florecilla en un vendaval, que en cuanto ese olor se hace mínimamente intenso, marea. Pero me haría bien el estofado, copón que sí.

Por suerte, las ventanas del pasillo estaban cerradas. El poder ver con la mínima luz posible tiene sus desventajas, que cuando el sol pega fuerte y tú estás de resaca jode un huevo. Crucé el corredor a oscuras y antes de aparecer por el umbral de la cocina oí que alguien entraba.

—¡Querida, vengo de la posada de Corman, me he encontrado a dos hadas retozando en el riachuelo y me he puesto todo palote! Amor, deja eso y aprovechemos el momento.

Estupendo. Mi viejo.

—Quita las manos de ahí, querido, que estoy preparando la comida.

—Vamos, cariño, que va a ser sólo un momento.

—Te he dicho que no, que sabes que como empecemos no paramos y ya es hora de comer, el sol está en lo más alto.

—Uno rapidito, amor, estoy que no puedo más, ¡tenías que haber visto a esas hadas guarronas!

—Tú no sabes echar un casquete rápido, ¡ningún elfo sabe! Así que no me vengas con monsergas. Y ten cuidado con lo que dices que el inútil de tu hijo se habrá levantado ya y no quiero que nos vea hablando de estas cosas.

El hijo les había escuchado muchas conversaciones de este tipo. Y no sólo conversaciones. Quiero dejar claro que jamás admitiré haberlo hecho. De momento, aquí en el pasillo sin que me vieran estaba muy bien.

—El niño ya es mayorcito para estas cosas, querida… ¡Vamos!

—Que no.

—Hay que joderse. Me tenía que haber casado con una ninfa, ¡esas siempre están dispuestas!

Ya te digo. ¡Putas ninfas! ¡Puto Borodin!

—Ni se te ocurra compararme con una ninfa.

—Debería buscarme una.

—Malnacido.

—Está bien, era broma, pero estoy que no puedo más, voy a estallar, joder, cada vez que me acuerdo de las hadas… ¡y había otras alrededor mirando! ¡So guarras! ¿Está el unicornio en el establo?

—No serás capaz, ¡hijo de mala madre!

En fin, ya había oído lo suficiente. Me largué, comería en la posada de Guárjol. La de Corman está más cerca pero se pone a rebosar de viejales. Subí a mi habitación, me vestí y pillé el saquito… Vacío; me cago en mi élfica calavera. Mejor, iría a ver a Hopkinson y me tendría que aclarar qué cojones le había echado al polvo de dragón del otro día.

A nosotros el vino no nos afecta, pero cuando lo acompañas con polvo de dragón pega un buen pelotazo: te da fuerzas para superar el tedio de vivir en Buganvilla, la ciudad perfecta de los elfos, donde todo es tan perfecto que sólo los elfos pueden soportarlo, o qué se creen. Por eso tenemos que pasarnos al polvo. Pero claro, todos los dragones de la zona llevan muertos desde hace milenios, ¿quiénes los mataron? ¡Los elfos! Ni siquiera aprovecharon sus escamas para hacer buena mierda, sino que los incineraron para que no quedara un solo resto de bicho en el país.

Salí de casa sin despedirme y fui directo al antro de Guárjol. El hambre había hecho olvidarme por un momento de Borodin y de la ninfa de los cojones. Iba por los caminos más desiertos para no encontrarme con nadie, sobre todo con Linda. No por nada en especial, la quería y eso, y un pequeño desliz no iba a cambiar la cosa, pero no me apetecía encontrármela, de verdad. Así que bajé rápido, que aquí se conoce a todo el mundo y ese día no estaba especialmente simpático como para saludar a medio conocidos. Siempre me quedaría un buen árbol donde esconderme en la ciudad-bosque élfica.

Llegué al Guárjol, su oscuridad me sentó bien. Una buena jarra de cerveza y un poco de la bazofia que tiene por menú. Coño, pero si ahí estaba Motril, según parecía tan hecho polvo como yo. Me acerqué a él:

—Traidor.

—Joder, tío.

—Hijo de un trasgo.

—Que te follen.

—Ya te vale dejarme tirado de esa manera.

—Venga, seguro que no es para tanto, ¿qué pasó después? ¿Te quedaste mucho tiempo? —se empezó a descojonar. Me senté a la mesa con mi jarra y mi plato de bazofia.

—Me cogió por el cuello, sacó a Mortífera, porque la llevaba encima, ¿sabes?, y estuvo a punto de rajarme el muy cabrón. Tuve que echarle todo el polvo de dragón que llevaba encima en la cara y salir por patas. Antes de que cayera redondo me dijo que sabía quién soy, que me encontraría y me degollaría como a un puto orco.

—¡Hostia! No jodas, ¿llevaba encima a Mortífera? Qué bueno.

—¿No la viste? Ah, no, que no te dio tiempo a mirar atrás mientras huías.

—Tío, es su espada más mítica. ¿A cuántos orcos se habrá cargado con esa espada? ¿Es verdad que lanza destellos rojizos?

—Eres un puto traidor.

—Bah, seguro que se le habrán pasado los humos.

—Tío, tú sabes que cuando Borodin dice algo siempre es en serio.

El traidor se acomodó en su silla, sabía que era cierto.

—Y cómo es que todavía no se ha oído ningún rumor, ¿eh? Con todo el polvo de dragón que llevábamos encima (y, por cierto, me debes mi parte) no le harías dormir ni cuatro días, así que ya estará despierto y se habrá corrido el rumor de que viene para acá. Ya sabes, los pájaros están por todas partes y son más rápidos que tú y que yo, aunque no sean elfos. ¿Y has oído algo a los pajarracos? No, ¿verdad? Seguro que se le ha pasado ya.

Putos pájaros, siempre están largándolo todo.

—¿Tú crees que a Borodin le hace gracia que se sepa que tiene más cuernos que los ciervos de Narval?

—Coño, aún así, los pájaros lo ven todo…

—Ni los cuervos, ni las águilas ni su puta madre van a decir nada, joder. Porque son colegas de Borodin y porque les habrá amenazado con desplumarlos si se iban del pico. Joder, seguro que viene para acá, hermano… Bueno, hermano no, sucio traidor.

El muy cabrón se río. Y me miró.

—Pero cómo estaba la zorrita, ¿eh?

Eso era verdad, copón con la ninfa, casi había merecido la pena correr el riesgo... Bueno, ya pensaría en ella más tarde, reaccioné enseguida:

—Eres un bastardo.

—Tranquilo, tío, ¿dónde vas?

Me había levantado, me largaba. Ni le contesté.

Estaba acojonado. Borodin venía a por mí y todo por esa sucia fornicadora. ¿Cómo iba a pensar yo que era su mujer? ¡Si todo el mundo sabe que las ninfas son unas guarras! Aunque no le culpo por casarse con alguien de otra raza e irse a vivir donde Goldwin dio las tres voces, todo sea por largarse de esta puta sociedad élfica hipócrita de los cojones. Y llena de mierda hasta las cejas, joder, cómo odio a los elfos. Todos perfectos, todos buenos y santos, somos tan buenos que miramos por encima del hombro a cualquier otro ser. ¡Somos los elegidos de los dioses! ¡A la mierda los dioses! ¿Cuánto hace que no se manifiestan? Si un elfo mata a otro ser, no sé, un hombre, siempre se dice «¡algo habrá hecho el hombre!» Pues prefiero vivir entre ellos, al menos son tan tontos que les ves las intenciones a la legua, no te pueden engañar.

Bah, tío, necesitaba pillar algo más de polvo de dragón, me había quedado sin nada después de echarle todo a Borodin en la cara para poder salir de allí. Aunque no tenía mucha pasta, siempre podía robar a un mercader humano o a un enano: le echarían la culpa a estos, ¿quién va a imaginarse a un elfo robando? Pero creo que con lo que llevaba encima sería suficiente. Llegué a la cueva de Hopkinson: los magos nos suministraban el polvo de dragón en cuevas profundas y oscuras porque allí no se atrevían a adentrarse los animales buenos y amigos de los elfos, que luego van largándolo todo por ahí. Vale que uno no se puede fiar mucho de un gusano o de un murciélago, pero todavía no he conocido un solo elfo que hable el idioma de los gusanos o los murciélagos: son animales inferiores, ¿cómo vamos a aprender el idioma de un animal inferior? Tampoco conozco ningún gusano que no odie a los elfos. No les quito razón.

Llegué a la cueva de Hopkinson. Estaba más ponzoñosa que de costumbre, me estaba poniendo perdidas las alpargatas. Saqué las yescas, reuní unos palos secos e hice un fueguito, con el que prendí un palo mayor, y me metí en lo profundo de la caverna.

—Joder, colega, te he dicho miles de veces que no hagas fuego hasta que no dobles la primera curva de la cueva, que se ve desde fuera.

—No me jodas, Hopkinson, ¿qué mierda me vendiste ayer?

—La mejor, como siempre.

—A otro con ese cuento. ¿Con qué lo cortaste?

—Vale, tío, te lo digo porque eres colega. Últimamente está difícil encontrar dragones, y a lo mejor me he pasado mezclando las escamas con… con garras que tenía guardadas por ahí.

—¿Garras? ¡Qué hijoputa! —todo el mundo sabe que las garras dan un mal cuelgue.

—Venga, tío, el negocio va mal, ya sabes. Tú eres mi cliente más fiel y mi colega y te lo agradezco. Mira, te dejo media libra por tres doblones, la mitad del precio normal, ¿de acuerdo? Porque sé lo que pasó ayer, tío, qué marrón.

—¡Cómo que lo sabes! Se supone que no lo sabe nadie… todavía.

—Colega, que soy mago, ya sabes, antes hacíamos conjuros y demás con toda esa mierda que te metes. Pero tranquilo, que los magos nos callamos como putas.

Al menos en este jodido mundo te podías fiar de la palabra de un mago.

—Qué puedo hacer, Hopkinson, ¡me dijo que vendría y me mataría, joder! ¡Si me sacó a Mortífera, hostia!

—Tío, Mortífera, qué bueno. Casi sería genial que te rajara con ella, ¿no? Esa espada es mítica. Lo menos habrá matado a dos mil orcos con ese pincho.

—Que te folle un pez.

—Prefiero una ninfa —qué gracioso—. Vale, tío. Mira… Puedo ayudarte en esto… creo, pero sería un asunto muy sucio… y caro.

—¿Sí? —dioses, por fin parecía haber algo de luz en todo este marrón.

—Ya sabes, los magos… tenemos que tener contactos hasta con los diablos, y no es una forma de hablar. Tengo un colega que tiene un colega que conoce a unos trolls…

—Tío, ¿qué estás diciendo?

—Pues… que le pueden parar los pies un poco.

—No me jodas, ¿tú crees que unos trolls podrán con él?

—No son simples trolls, tío… Los creó el Nigromante cruzando los mejores ejemplares de su raza, son muy cabrones, le pueden joder pero bien a Borodin.

—¿En serio?

—En serio.

Lo pensé un momento.

—No sé, colega… Borodin se retiró hace un huevo de tiempo, pero todo el mundo lo sigue considerando una leyenda, aunque se haya casado con esa zorra es un buen tipo. Me da mal rollo.

—Un buen tipo que te quiere rajar, hermano. Ya te vale con lo de la ninfa.

—Tío, tenías que haber visto a la cachonda esa, ¡no era una ninfa cualquiera!

—Por eso Borodin perdió el culo por ella, ¿o es que no oyes las canciones?

—Joder, ¿tú oyes esas canciones de viejo?

—Son fuente de información.

Nos quedamos un rato en silencio. Hopkinson preparó unas pipas y nos pusimos a fumar el polvo de dragón. El colocón es más suave que cuando se esnifa directamente, más tranquilo. Se notaba que éste era de su colección personal, pero no dije nada.

Reflexioné.

—No sé a dónde vamos, tío. Esta puta sociedad élfica está podrida.

—A qué te refieres.

—No sé, la gente ya no se comporta como antes. Joder, somos los putos amos del mundo, pero antes sentíamos respeto por resto de seres. Y nos respetaban.

—Ah, los viejos tiempos.

—Mis padres me la sudan bastante y ellos pasan de mí. Mis amigos son unos hijos de perra, y yo no soy mejor que ellos. Engaño a mi chica y me da igual. Todo el mundo igual, hasta los viejos, a nadie le importa la gente, estamos podridos, tío. A veces pienso que debería venir una tormenta gigante, un terremoto, un conjuro brutal, lo que sea, y borrarnos del mapa.

—No sois los únicos. El mundo se va a la mierda, tío.

—El mundo se va a la mierda.

El polvo de dragón nos nublaba deliciosamente nuestro sentido de la realidad. Estuvimos sin hablar durante unos minutos, sentados en cojines, con la espalda apoyada en las paredes de la cueva.

—Creo que estáis en decadencia, hermano. Los elfos estáis en decadencia. Tengo un colega que dice que las razas, los pueblos, las civilizaciones, son como los animales: nacen, crecen, llegan a su momento de máximo esplendor y luego son engullidas por sus propios logros, entran en una larga decadencia y mueren. Una nueva las sustituye. Y créeme, aunque viváis eternamente, también estáis sujetos a las reglas de la Historia. Estáis en decadencia, tío.

Me puse a pensar en ello.

—Te lo estás inventando, colega.

Hopkinson se rio.

—Sí, tío, pero ¿no crees que es cierto?

—Bah, pero ¿quién nos va a sustituir? ¿Los enanos, los trasgos, las águilas, eh? ¿Los magos?

—Los magos estamos aparte, colega. Yo creo que va a llegar el momento de los hombres.

Cambié de postura. Las brasas de las pipas iluminaban las greñas y los ojillos de Hopkinson, que miraban los anillos de humo que subían al techo.

—Ojalá.
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Última edición por Felicity el 05 Nov 2008 21:33, editado 2 veces en total.
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Re: I FANTASÍA: EL TIEMPO DE LOS ELFOS

Mensaje por 1452 »

Es de lo más original y divertido que he leído, hasta el punto que he llorado de la risa. ¡Es muy bueno! Diferente por completo a todos los demás relatos. La única pega que le veo, es la excesiva reiteración de los tacos, le hubiera quitado alguno que otro.
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Arwen_77
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Re: I FANTASÍA: EL TIEMPO DE LOS ELFOS

Mensaje por Arwen_77 »

Genial. Me lo he pasado estupendamente. Desmitificador y a la vez más profundo de lo que parece. ¡Una pasada!
No sé si la novela esa “Bored of the rings” irá en esta línea
:101: El trono maldito - Antonio Piñero y José Luis Corral

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Felicity
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Re: I FANTASÍA: EL TIEMPO DE LOS ELFOS

Mensaje por Felicity »

mmm Pudiera haber estado mejor si no fuera por ese lenguaje...
un poco cansino que tiene al usar tantos tacos.
la Historia está bien. pero es eso. le fallan, no la presencia de tacos
sino la reiteración de ellos a cada línea
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Re: I FANTASÍA: EL TIEMPO DE LOS ELFOS

Mensaje por Gabi »

Casi me duele la panza de tánto reírme
Muy divertido y original. Felicitaciones!
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SHardin
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Re: I FANTASÍA: EL TIEMPO DE LOS ELFOS

Mensaje por SHardin »

Leído. ¡Hay Elfos y se mencionan a los enanos! Me ha encantado. Engancha más que el polvo de Dragón y se disfruta casi más que con una Ninfa guarrona. El humor esconde buena literatura.
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Ororo
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Re: I FANTASÍA: EL TIEMPO DE LOS ELFOS

Mensaje por Ororo »

Bárbaro sentido del humor, directo, hilarante y vivo.
Lenguaje sencillo, no me han molestado la infinidad de tacos y además me gusta que vaya contra la hipocresía y defienda la idea de ser uno mismo.
Me encanta que los elfos también piensen cosas como:
"El poder ver con la mínima luz posible tiene sus desventajas, que cuando el sol pega fuerte y tú estás de resaca jode un huevo."
Y saber que:
"Los magos se callan como putas"

Viva lo subversivo!!
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Desierto
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Re: I FANTASÍA: EL TIEMPO DE LOS ELFOS

Mensaje por Desierto »

No me rechinan en absoluto los tacos, será que soy un malhablado
Es el terreno resbaladizo de los sueños lo que convierte el dormir en un deporte de riesgo.
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Amanita
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Re: I FANTASÍA: EL TIEMPO DE LOS ELFOS

Mensaje por Amanita »

Es buenísimo, me he reído un montón, es de lo más original y atípico del concurso. Mi enhorabuena al autor, sinceramente.
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Milo
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Re: I FANTASÍA: EL TIEMPO DE LOS ELFOS

Mensaje por Milo »

Es una de las mejores historias que he leído, tiene mucho humor y la verdad es que te ríes mucho, eso sí, algún que otro taco quitaría, nada más por reiteración, que repite mucho
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El Ekilibrio
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Re: I FANTASÍA: EL TIEMPO DE LOS ELFOS

Mensaje por El Ekilibrio »

Me parto:
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ciro
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Re: I FANTASÍA: EL TIEMPO DE LOS ELFOS

Mensaje por ciro »

Me parece muy divertido. Desde luego rompe con los clichés de los elfos. En pegas le pondría que le falta algo de historia concreta para ser un relato. Puntuacion 7.
La forma segura de ser infeliz es buscar permanentemente la felicidad
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Roland
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Re: I FANTASÍA: EL TIEMPO DE LOS ELFOS

Mensaje por Roland »

Me ha gustado mucho. Al final va a ser que ser un elfo es una putada...Jeje. Original, divertido, intenso, con un final sin impacto, pero que deja buen sabor de boca. Sin embargo, tanta palabra soez, aunque entiendo que es parte de la gracia del relato (y que nadie me llame puritano, faltaría más), me acabó por incomodar.
Aun así, se aúpa a mis favoritos.:eusa_clap:
Escritor, autor de la saga de Fantasía "La senda del destino".
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Desierto
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Re: I FANTASÍA: EL TIEMPO DE LOS ELFOS

Mensaje por Desierto »

Pues a mí el final me ha parecido perfecto, Roland, no sé, allí, tranquis, fumando en la oscuridad...
¿será el mono? ¿la nostalgia por ser un reciente ex fumador?
Es el terreno resbaladizo de los sueños lo que convierte el dormir en un deporte de riesgo.
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Oj0 Poderoso
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Re: I FANTASÍA: EL TIEMPO DE LOS ELFOS

Mensaje por Oj0 Poderoso »

¡Me encanta este relato!

Hay ke joderse kon los elfos, ke nos les dejan kojer buena mierda.

Me gustan todos los diálogos, sobre todo el final "Yo creo que va a llegar el momento de los hombres.", muy a lo Señor de los Anillos. Si fuese un concurso de relatos de humor, fijo que ganaba. De mis preferidos.
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