CPIV - Dulces sueños - Ororo

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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Arwen_77
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CPIV - Dulces sueños - Ororo

Mensaje por Arwen_77 »

DULCES SUEÑOS


Hacía muchos años que no necesitaba despertador, pues no comprendía el placer de dormir. Al llegar la hora exacta, Jaime abría los ojos y se lanzaba a la aventura de un nuevo día. Quizá fuera porque nunca había soñado mientras dormía. Nunca había recordado un mísero sueño, ni bueno ni malo, ni corto ni minúsculo. Él lo achacaba al cansancio que sentía cuando se acostaba después de la actividad de todo el día: no le quedaban fuerzas para soñar. Su trabajo de lunes a viernes le consumía sin tregua y los fines de semana los dedicaba al bricolaje. Le encantaba hacer composiciones de madera. Cortar las tablas a la medida apropiada, pegarlas cuidadosamente, pintarlas... vamos que se dedicaba a amueblar cualquier espacio en el que una madera bien lijada y barnizada tuviera cabida. ¡Así de hermosas lucían las jardineras de dalias en la terraza de su casa! Su última obra maestra era un mueble con pequeños cajones que había colocado en su habitación. Sobre él, como un Pinocho de nuestra era, descansaba un muñeco articulado pintado de muchos colores.

Solía levantarse temprano con los primeros rayos del sol. Éstos se filtraban a través del gran ventanal de su dormitorio y le acariciaban suavemente sobre los párpados en señal de aviso. Ese momento del día le encantaba. Imaginaba que al bostezar y mirar por la ventana al sol, cantaban una canción a dúo. Unos días era Frank Sinatra, otros cambiaba a algo más intenso y dejaba que Lorenzo hiciera los solos de guitarra. ¡Hasta un día se sorprendió destrozando el tema principal la banda sonora de Titanic! Menos mal que ninguno de los dos iba con estos chismes a los vecinos: habrían arruinado su carrera artística.

Trabajaba como asesor fiscal en una afamada oficina situada en el centro neurálgico de la ciudad. Todos los días se metía en uno de sus trajes y se dirigía al trabajo en metro. No tardaba mucho en llegar, pues su piso estaba relativamente cerca. Vivía en éste con su esposa, Elena, una mujer dinámica y entusiasta cuyo principal rasgo físico era su preciosa y lisa melena caoba.
Jaime había llegado a envidiar a sus compañeros de trabajo cuando, en ocasiones, con el primer café de máquina del día, contaban los sueños de la noche anterior. Más que por flirtear con Elsa Pataky o conducir un modelo de Ferrari, maldecía por no poder saborear esos pequeños instantes de otras vidas. Vidas a la ligera, sin responsabilidades, descontroladas. Se habría conformado hasta con una pesadilla. Una de esas en las que te pasas la noche huyendo de algo y no eres capaz de correr más rápido. Sabía que existían este tipo de sueños por las películas de Freddy Kruger, pero a él sólo le quedaba el sabor amargo del café en polvo.

Un martes, cuando volvía del trabajo en metro, se sentó a su lado una niña de unos seis años. Era rubia, con el pelo corto y muy rizado y sus ojillos traviesos le miraban de reojo mientras se reía bajito. Los pies no le llegaban al suelo, y dibujaba con ellos círculos en el aire sin parar. Jaime no dudó en mirarla y sonreír. Pensó que la irregularidad de las formas que describían sus pies era hermosa. Colocó el dedo índice sobre los labios y emitió un susurro en señal de silencio. La niña, divertida, levantó los ojos y le observó sonriendo durante un rato. La criatura tenía los ojos grandes, muy redondos y verdosos. Una mirada limpia e inocente que le hizo recordar su infancia y lo fácil que era todo a esa edad, en la que sólo piensa uno en jugar y divertirse. Se fijó en que llevaba puesto un pantalón corto completamente descosido por un lado con lunas dibujadas. Eran graciosas lunas menguantes. Su atuendo consistía en un gorro de dormir cuya extremo superior caía sobre sus ojos. Qué curioso, pensó. Luna, lunera ¿por qué yo no puedo disfrutar del sueño como todas vosotras?
Se acercaba su parada y Jaime se dispuso a coger el maletín del suelo y a desperezar las piernas, cuando oyó una risa infantil proveniente de donde estaba sentada la niña. Se giró para comprobar qué travesura se le había ocurrido, cuando sólo alcanzó a ver sus pequeños rizos al viento alejándose corriendo a través del vagón. Salió de su ensimismamiento y, maletín en mano, se dirigió hacia su casa.

Durante unos días, agobiado por su problema para recordar sueños, probó diversos métodos para alterar el subconsciente. Según las revistas más prestigiosas del ramo estaban científicamente probados, pero él sabía que eran paparruchas. No era tonto, pero estaba desesperado por ser igual que los demás, por lograr evadir su mente aunque fuera por unos instantes y perderse en mundos desconocidos. Pretendía por todos los medios viajar a esos lugares en los que podía ser cualquier cosa, hacer lo que quisiera, sin la menor consecuencia en su verdadero día a día. Ni siquiera tendría el control de lo que estaba ocurriendo mientras soñaba, y eso le llenaba de una sensación de libertad que le encantaba. Probó tomando somníferos, bebiendo bourbon, fumando canutos bien cargados... Nada, no había forma de tener un solo sueño. Leyó desde relatos tenebrosos de Poe hasta novelas de King, lo cual solamente sirvió para ampliar su cultura literaria.
-Apestosas pesadillas, ¡venid a mí! -profirió una noche desesperado. Y a lo lejos le pareció oír un graznido.

Cansado, arrepentido y aburrido de intentar forzar los acontecimientos que siguen una pauta invisible trazada por el más profundo subconsciente, tomó una decisión: dejar de obsesionarse. Hacía semanas que no pensaba en otra cosa que en estos asuntos, se quedaba absorto delante de los informes, no paraba de darle vueltas a la cabeza... Se dio cuenta de que esa actitud no le era nada favorable, se estaba convirtiendo en una persona gris, desanimada y completamente obsesionada por conseguir un imposible. ¿No podía soñar? ¿Qué más le daba? ¿Acaso era imprescindible para vivir? ¡Claro que no! ¿Por qué le afectaba tanto todo eso?
Comprendió que, habitualmente, los seres humanos se turban por minucias de ese estilo, esas pequeñas manías que todo el mundo tiene y que tanto cuesta cambiar. Él, que siempre había sido dueño de su vida, no iba a dejar que insignificancias así le dominaran.

Iba pensando en estos asuntos la mañana que había decidido ir en coche a trabajar para luego acercarse a casa de su amigo Pablo, que vivía en las afueras. Vio cómo el ámbar del semáforo daba paso al rojo, pero un impulso le hizo acelerar... hasta que frenó en seco al ver unos rizos rubios al viento, propiedad de la dulce niña con la que días atrás había compartido asiento en el metro. Se golpeó la frente contra el volante y el airbag salió disparado. Había frenado, se encontraba bien, ella también debería encontrarse bien. No, no la había atropellado, no podía ser. Salió aturdido del coche e intentó correr hacia la parte delantera lo más rápido que pudo. Los demás conductores hacían sonar sus cláxones ininterrumpidamente hasta el punto de parecer irritantes súplicas. ¿Dónde se había metido aquella niña? Comprobó que el coche no tenía ningún rasguño, lo cual le tranquilizó, pero no lo suficiente como para evitar quedarse petrificado intentando descubrir dónde podía haber ido. Los sonidos, voces, gritos procedentes de los demás automóviles se transformaron en un murmullo constante que empezó a causarle un agudo dolor de cabeza. Giró en seco hacia la izquierda y le pareció ver a la niña caminando por la acera. Guiado por un impulso se lanzó en esa dirección dejando el vehículo transversalmente en mitad de la calle para comprobar el estado de la pequeña. Corrió entre los coches siguiendo con la mirada aquella cabellera rubia mientras se preguntaba cómo había podido escapar tan rápidamente del incidente. El cansancio iba en aumento a medida que la perseguía y las gotas de sudor pasaron de inundar su frente a caer presurosas por las sienes. No se encontraba bien, las fuerzas le fallaban y consiguió al fin perder de vista el rastro de aquella niña entre la masa de gente al llegar a la ancha avenida. Paró en seco y dejó descansar su fatigado cuerpo sentándose en un portal. Sumergió la cabeza entre las piernas y, con las manos atadas a la nuca, respiró tan profundamente que parecía que era lo único que importaba en el mundo. Las hondas exhalaciones se transformaron en un silencioso llanto que fue mermando al ritmo calmado del atardecer.

Elena se ocupó de todo lo relacionado con el incidente automovilístico. Jaime le contó lo ocurrido y ella le consoló dándole la razón, que es lo que más cala en el alma herida de todo ser humano.
Pasados unos días, recuperado del sobresalto, decidió tomarse las cosas con calma. Cada mañana se levantaba alegre como siempre, desayunaba su cruasán con mantequilla bien tostado y leía el periódico en el metro sin mucho interés. Otro escándalo urbanístico, la crisis mundial mordiendo a todos en los bolsillos, inaugurado otro campo de golf... ¡niña muere al precipitarse a una piscina! La fotografía de aquella ricura de seis años acompañaba al texto que describía el fatídico accidente. Comentaba que hacía tres meses Sara González había fallecido ahogada en la piscina de su casa. ¡Tres meses! Tenía que haber algún error porque él la había visto hacía escasas semanas. Tres como mucho. La crónica detallaba los nuevos indicios que la policía había encontrado y que intentaban esclarecer lo ocurrido. Jaime se sobresaltó y, mientras se sujetaba fuertemente a la barra metálica del vagón en el que viajaba, alzó la vista. El frío del acero se introdujo a través de la mano en su cuerpo y sintió el mayor escalofrío de toda su vida. No podía creérselo... la misma niña que vio semanas atrás estaba delante de él, de pie, levantando la cabeza para alcanzar su mirada. Por un momento tembló de terror y, al ver que ella le sonreía sin apartar la mirada de sus ojos, profirió un leve grito que ahogó al momento. Lo siguiente que hizo fue mirar a ambos lados intentando buscar cómplices de aquella aparición y, al comprobar que cada uno de los ocupantes del vagón andaba pensando en sus asuntos, volvió la vista para tropezarse con un corpulento ejecutivo que le impidió ver el lugar que ocupaba antes Sara. Llegaron a una parada y la gente empezó a precipitarse hacia la puerta de salida. Al quedar vacíos varios asientos, intentó localizar a la niña sin éxito. De pronto escuchó una voz infantil en su cabeza que susurró dulcemente:
-Sígueme... estás soñando...

Al mirar a través del cristal de la ventana la vio en el andén jugar con el bajo de su camiseta. Salió disparado por la puerta y se dispuso a seguirla. Caminaba a una velocidad excepcional para una cría de su edad. Por más que intentaba mantener la vista fijada en ella, se interponían en su mirada personas de toda índole que complicaban extraordinariamente su persecución. ¡Vaya, parece que por fin voy a saber lo que es una pesadilla!, pensó, y continuó detrás de ella. Pero pese a reconocer que lo estaba pasando fatal con tanto misterio, en su interior se alegraba tanto de estar soñando... aunque la pequeña le clavara sus grandes ojos cada vez que se giraba para comprobar que la seguía.

Se perdieron por las callejuelas más pintorescas del barrio antiguo, cuando al llegar a una especialmente estrecha, algo rozó su cabeza. Instintivamente, paró, alzó la mano y revolvió ligeramente sus cabellos para liberarlos de lo que fuera que había caído desde arriba. Se sorprendió al notar un segundo roce seguido de una avalancha de ellos acariciándole la cabeza. Al mirar hacia arriba descubrió multitud de mariposas revoloteando en grupo coloreando el gris de las paredes de aquel callejón. Era un espectáculo precioso. Dulces sueños, dijo para sí, por fin... por fin... Espero acordarme de todo esto cuando despierte. Cruzaban por su mente estas palabras al tiempo que las pequeñas alas de las mariposas, como soplos de aire fresco, golpeaban dulcemente su cara. Respiró profundamente y olvidó por completo la misión que con tanto ahínco había llevado a cabo momentos antes. Empezó a aislarse del exterior y a quedar atrapado por el aleteo constante que le sumió en un trance tal que la cabeza comenzó a darle vueltas. Mareado, Jaime dio un paso en falso entre los adoquines del suelo y acabó tendido en la calle, boca abajo, con la cabeza ligeramente ladeada y las extremidades superiores abrazando una invisible almohada.


Elena le besó en la frente y no pudo contener por más tiempo su llanto. En el funeral estaba también Pablo que, desconocedor de las últimas peripecias de Jaime, todavía tenía marcada en su rostro la expresión de horror de cuando le dieron la fatídica noticia. Las frases de despedida volaron como pétalos de rosa hasta posarse sobre el ataúd.

Al caer al suelo, Jaime había recibido un golpe fatal en la cabeza produciéndole una muerte instantánea. Al lado del cuerpo, encontraron la prueba final que incriminaba a un vecino del barrio donde Sara le había conducido. Jirones de tela con pequeñas lunas durmientes, además de las huellas digitales del agresor, yacían junto a él. Sara había conducido a Jaime al indicio que demostraría que su muerte no había sido accidental y le había hecho feliz haciéndole creer que todo estaba siendo un sueño.

Elena subió al coche y, mientras se alejaba del cementerio, imaginó la conversación que mantendría con Jaime en ese momento. Le diría que le iba a costar horrores acostumbrarse a su ausencia, pero que no se preocupara por ella. Que había ayudado a esclarecer el caso de una niña agredida y arrojada a una piscina y que eso le obligaba a sentirse satisfecho. Le besó de la forma más tierna y deseó desde lo más profundo de su ser que tuviese dulces sueños allá donde estuviera.
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Atali
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Re: CPIV - DULCES SUEÑOS

Mensaje por Atali »

El usuario se ha dado de baja porque cree que los moderadores de este foro carecen de respeto.
Última edición por Atali el 18 Abr 2010 11:29, editado 1 vez en total.
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ciro
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Re: CPIV - DULCES SUEÑOS

Mensaje por ciro »

Me pasa como a Atali, me recuerda varias peliculas. El muert@ que te va guiando.
La forma segura de ser infeliz es buscar permanentemente la felicidad
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Cronopio77
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Re: CPIV - DULCES SUEÑOS

Mensaje por Cronopio77 »

Posiblemente, el mejor argumento de todos. Al contrario de lo que han comentado los anteriores foreros, no me recuerda en absoluto a la película El sexto sentido, ni me parece la típica historia del muerto que lleva de la mano al vivo para liberarse de sus pesares. Lo que le proporciona su interés es que el protagonista no sueña dormido, pero, sin saberlo, lo hace despierto; y también, que ya no se podrá dar cuenta nunca de que lo que estaba viviendo era un sueño.

A pesar de ello, no puedo considerarlo entre mis favoritos por el siguiente motivo. Al igual que el argumento me parece brillante, creo que la trama es mediocre por inverosímil. No tiene sentido que una persona que lleva sin soñar toda la vida se "vuelva loco" de repente por ello. Tampoco se sostiene que un periódico informe de que una niña murió hace tres meses ahogada en una piscina. Es una lástima.
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Aprendiz de Meiga
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Re: CPIV - DULCES SUEÑOS

Mensaje por Aprendiz de Meiga »

He ido entrando y saliendo de la historia. Está bien ese otro punto de vista, del que nunca sueña y se obsesiona por soñar aunque me esperaba otro final. Estoy indecisa, no sé si me gusta. :roll:
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Gabi
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Re: CPIV - DULCES SUEÑOS

Mensaje por Gabi »

Me atrapó de principio a fin! Me gusta la historia y la forma en la que está escrita.
Realmente al ir leyéndo me fuí metiendo tánto en esa especie de clima de suspenso que estando sóla en casa... no pude dejar de mirar sobre mis hombros :icon_mutis:
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Ororo
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Re: CPIV - DULCES SUEÑOS

Mensaje por Ororo »

Me ha gustado la forma de afrontar el "problema" de Jaime, se hace ameno e intrigante. La otra historia, la de la niña, queda un poco en el aire, quizá falte algún dato más.
No creo que se parezca a "El sexto sentido" en absoluto, quizá a cualquier película de cierto suspense.
En cuanto a que no es verosímil que el periódico anuncie un suceso de hace tiempo, creo haber leído que lo que publicaban eran nuevos indicios hallados por la policía sobre el caso.
No está mal :)
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Minea
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Re: CPIV - DULCES SUEÑOS

Mensaje por Minea »

Este me gustó mucho, el tema, la forma en que se va desarrollando, el final... Muy bueno.
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El Ekilibrio
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Re: CPIV - DULCES SUEÑOS

Mensaje por El Ekilibrio »

A mi me gustó mucho este cuentito. Sí es cierto que utiliza elementos no originales para cubrir la historia, pero aun así los ha combinado bien.
Felicidades por el relato.
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Fenix
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Re: CPIV - DULCES SUEÑOS

Mensaje por Fenix »

Yo lo veo poco creible, incluso la hora de levantarse: "Solía levantarse temprano con los primeros rayos del sol" Sería en verano, porque en invierno pa que te pegue el sol en los ojos...; tampoco el que pierda la cabeza por no soñar o el que en el trabajo se hable de los sueños de la noche anterior. El relato es curioso y lo de la niña de los ricitos para jiñarse.
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takeo
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Re: CPIV - DULCES SUEÑOS

Mensaje por takeo »

A la niña quizá le sobren rizos. Me llamó la atención la siguiente frase: “Consiguió perder de vista a la niña” Conseguir es alcanzar algo deseado, un acto positivo pero aquí, perder a la niña creo que es negativo.
Bien, aunque final precipitado y resolución del caso poco claro.
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Emma
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Re: CPIV - Dulces sueños

Mensaje por Emma »

Tendré que releerlo porque creo que me he perdido por qué muere el protagonista…¿en el accidente de coche?…¿se cae después? :roll: ¿la obsesión por soñar es por ser como el resto? Porque llegar al extremo de desear tener pesadillas se me hace raro.
Bien escrito.
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Nieves
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Re: CPIV - Dulces sueños

Mensaje por Nieves »

Me ha gustado la idea para un relato algo más largo. La parte de seguir a la niña y de cómo descubren al asesino, así cómo la muerte de Jaime es muy escueta y confusa, necesita desarrollarse.
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elcoleta
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Re: CPIV - Dulces sueños

Mensaje por elcoleta »

La vida es sueño y los sueños sueños son, me ha gustado, un relato interesante, se me hizo ameno.
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Matu
Me estoy empezando a viciar
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Re: CPIV - Dulces sueños

Mensaje por Matu »

Me gustó al principio la búsqueda del sueño y los problemas del personaje. Pero luego la historia se fue pinchando para terminar desembocar en ese rápido final.
Lo que me gustó, también, fue el sueño que sufría el hombre mientras estaba despierto. Ese paso de real a fantasioso me pareció bueno.
No me disgusto, pero tampoco me llamó mucho la antención :roll:
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