CV7 - El vestido de Anne Baker - Kassiopea (3º)

[kassiopea]

El vestido de Anne Baker




No sé en qué momento empecé a ser consciente de que estaba muerta. Todo era confuso. No tenía percepción del tiempo ni del espacio, ni mucho menos recordaba quién era o, mejor dicho, quién había sido. Solo había oscuridad.

Sin embargo, un día mi consciencia encontró un resquicio de luz y descubrí con horror que estaba encerrada en una vitrina de cristal, rodeada de otros muchos objetos pintorescos. Se trataba del museo particular de Ed y Lorraine Warren, dos investigadores de fenómenos paranormales que en aquel entonces estaban muy de moda en Estados Unidos.

El Museo de lo Oculto, como ellos lo llamaban, estaba formado por cuadros, juguetes, espejos, estatuillas, prendas de vestir, algunos muebles e incluso un piano. Se suponía que todos esos objetos habían sido utilizados en conjuros de magia negra y que algunos estaban poseídos por entidades demoníacas. Un ejemplo de lo último era Annabelle, la muñeca de trapo Raggedy Ann que se creía la dueña del cotarro. Siempre fue engreída, pero cuando unos guionistas en horas bajas se inspiraron en su historia y la convirtieron en protagonista de dos películas ya no había quién la aguantara. Para más inri, ¡la muñeca de la gran pantalla no se parece en nada a ella!

De forma paulatina fui recordando mi vida y los acontecimientos que me llevaron al museo de los Warren. Hija de Elías Baker, un magnate de la industria del hierro, nací a mediados del siglo XIX en el condado de Blair, Pensilvania. Un día, mientras visitaba a mi padre en la fundición que dirigía en la ciudad, conocí a George y nos enamoramos. Él era un obrero de orígenes muy humildes, aunque eso a mí no me importó en absoluto. Empezamos a vernos en secreto e incluso hicimos planes de boda, por lo que encargué que me confeccionaran un hermoso vestido de novia.

Aquel traje de novia se convirtió en el estandarte de mi ilusión y, luego, en el símbolo de mi desdicha. Después de que mi madre descubriera el vestido y mis planes, mi padre estalló en cólera y despidió a George. Recurrió a todas sus influencias para conseguir desterrarlo de la ciudad y alejarlo de mí. Nunca pude olvidarlo, pero no hice nada. Me convertí en una solterona amargada que jamás usó su traje nupcial.

Tras mi muerte, mi vestido pasó de mano en mano y varias jóvenes de la alta sociedad lo lucieron ante el altar. Fue entonces cuando comenzó a forjarse la leyenda de que la prenda se movía, como si la chica que nunca pudo usarla la reclamara para sí... Se equivocaban. Si el vestido cambiaba de posición era porque yo intentaba escapar de esa cárcel de satén y tules.

Si de algo disponemos aquellos que seguimos vagando por la Tierra tras la muerte física es de mucho tiempo. Todos los años transcurridos en el Museo de lo Oculto me sirvieron para reflexionar. Ya no soy la misma, hasta el punto de que ahora aborrezco la mujer que fui, esa estúpida que se encerró en sí misma y desperdició lo que todos los muertos ansiamos: la vida.

También aproveché la obligada estancia en la casa de los Warren aprendiendo a controlar lo único que me vinculaba con el plano físico: mi traje de novia. Practiqué y practiqué en el interior de la vitrina hasta manejarlo a conciencia.

Por fin, en el año 2019, tras la muerte de Lorraine Warren, llegó mi oportunidad. La casa de los investigadores de lo paranormal pasó a manos de los familiares más cercanos. Se limitaron a tapiar todas las puertas y las ventanas, y se cancelaron los servicios del sacerdote que hasta entonces había acudido a bendecir el museo tres veces a la semana.

Deslicé una cinta de satén que adornaba la cintura del vestido por el resquicio de la puerta y conseguí levantar el pestillo que la mantenía cerrada. Una vez libre, me despedí de Annabelle con un aleteo de la manga y desoí por última vez sus imprecaciones. Salí por una ventana rota, colándome entre dos tablones, y me perdí entre las sombras de la noche.

Pocos días después encontré a Elisabeth...






Elisabeth se levantó temprano aquel día porque quería terminar de una vez con la restauración del gabinete isabelino. Vendrían a recogerlo la mañana siguiente y se le había echado el tiempo encima, ya que la tarea se había complicado más de lo previsto. Como hacía siempre, bajó a la planta baja de su casa y abrió la puerta de la tienda de antigüedades que regentaba para colgar el cartelito de «ABIERTO». Fue entonces cuando lo vio: un antiguo vestido blanco colgaba descuidadamente de la barandilla.

Lo tomó entre sus manos, muy sorprendida, y enseguida advirtió que se trataba de un traje de novia del siglo XIX confeccionado para alguna rica heredera de la alta sociedad de la época. Además, se encontraba en perfecto estado de conservación. No había ningún nombre ni nota y le extrañó que hubieran dejado una prenda tan valiosa tirada en plena la calle. Decidió guardarla con la esperanza de resolver el misterio.

Finiquitó la restauración del gabinete cuando el sol comenzaba a declinar y dio la jornada por concluida. Preparó un té y tomó asiento en la butaca que presidía el salón. Aquel sillón había sido el favorito de su padre, quien a su vez lo heredó del abuelo, junto con la casa y el negocio familiar. Ambos le habían enseñado todo lo que sabían sobre la restauración de antigüedades y la taxidermia.

En ese instante pensó en Abby, su difunta hermana gemela, y una sombra cruzó su rostro. Habían aprendido los secretos del negocio juntas, aunque a Abby nunca le gustó la tarea de disecar animales. Era muy jovial y divertida, amaba la vida, mientras que el carácter de Elisabeth siempre fue más taciturno e introvertido. Tras la muerte de Abby, debido a un accidente de coche, aquella casa vieja se llenó de tristeza y silencio.

«Mañana es nuestro cumpleaños. Prepararé algo especial», murmuró Elisabeth observando una foto que había sobre la repisa de la chimenea. Dos jovencitas idénticas, como dos gotas de agua, se abrazaban y sonreían a la cámara.

Tras una cena frugal, la anticuaria entró en el dormitorio para acostarse. Se sobresaltó al descubrir que el traje de novia estaba extendido sobre su cama, pues no recordaba haberlo dejado allí. «Tengo que centrarme más en lo que hago, últimamente me distraigo demasiado», se recriminó. Se metió en la cama, junto a la prenda, y se durmió mientras acariciaba con una mano la elegante tela.

Soñó con Abby. Su hermana llevaba un vestido blanco y avanzaba entre las tumbas de un cementerio. De repente comenzó a correr. Elisabeth la llamaba por su nombre y la perseguía, pero la distancia que había entre ellas no hacía más que crecer. Se sentía exhausta y le faltaba el aire, aunque consiguió gritar por última vez.

—Abbyyyy —despertó con el grito resonando aún en la garganta. Estaba enredada con la ropa de cama y una cinta del vestido se le había enrollado alrededor del cuello.

La jornada siguiente empezó como cualquier otra. No obstante, a la una cerró la tienda y se dirigió a la cocina para organizar la fiesta de cumpleaños. Colocó cupcakes adornados con una velita y refrescos sobre una bandeja y se encaminó hacia su santuario, la habitación que contenía sus tesoros más preciados. Había libros muy antiguos y valiosos, instrumentos musicales, juguetes de madera y latón, animales disecados y, al fondo, sentada en un pequeño sofá, estaba Abby.

—¡Felicidades, cariño! —exclamó la anticuaria dejando la bandeja sobre una mesita. Sopló y las velas se apagaron con un chisporroteo, reflejándose por un instante en los ojos de cristal de su hermana. Acarició la piel cuarteada de la mejilla y lamentó no haber sabido hacer un trabajo mejor. Sin duda, resultaba más sencillo disecar a un perro que a una persona.

Entonces reparó en que Abby llevaba el misterioso traje de novia. ¿Cómo era posible? ¿Acaso la había vestido para la ocasión y no lo recordaba?

Los brazos de su hermana gemela se movieron. Aquellas manos muertas rozaron las suyas y, a continuación, como en un sueño, su cuerpo se incorporó lentamente. Elisabeth la abrazó mientras unos lagrimones le rodaban por el rostro.

«¿Te gustaría que estuviéramos juntas para siempre?», escuchó la pregunta dentro de su cabeza. «Sí. Sí. Siiiiií», respondió, y se hizo la oscuridad.






Tras adaptarme a mi nuevo cuerpo, lo primero que hice fue cambiarme de ropa y soltarme el pelo. Después colgué el cartelito de «CERRADO HASTA NUEVO AVISO» en la puerta de la tienda y salí a la calle. Sentir la caricia del sol sobre la piel me pareció un milagro. Vuelvo a estar viva y no desperdiciaré esta segunda oportunidad.

[Jarg]

Buen relato! No conozco la obra a la que hace referencia este fanfic (quitando la historia de la muñeca, que está ahora en el cine), pero me ha gustado.

Tiene un estilo directo y muy bien expresado, con descripciones detalladas pero no excesivamente largas. El ritmo también está bien llevado.

¡Buena suerte!

[raumat]

¡Jolín con el fantasma de Anne!
Al principio parece que no es malo del todo, un poco travieso y tal...
Pero después resulta que es un verdadero demonio...
Bonita la historia. Bien escrita, también.
Gracias al autor por compartirla y suerte en el concurso.

[Gavalia]

Según yo lo veo el relato es bueno. Encuentro la atmósfera adecuada durante todo el relato y además es fácil de leer. Lo que no he entendido bien es el final. Muere Elisabeht a manos de la prota, eso he entendido, y esta toma posesión del cuerpo de la primera para volver a vivir. Un poco macabro si que es.
Parece que lo hace inocéntemente, pero me da que es un alma retorcida que da miedo. No obstante, entiendo lo de la posesión demoniaca, hay un diablo de por medio, pero no sabía que un fantasma, digamos normal, puede hacerlo también.
Bueno, pues buen trabajo y suerte.

[Sinkim]

Muy buena idea la de desarrollar la historia del vestido de novia de Anne Baker que sale en la película "Annabelle vuelve a casa" (Annabelle 3) y que además es una vestido que existe en la vida real y cuya historia nos has descrito rigurosamente, por lo menos la parte histórica Me gusta el final que has escrito, el relato me ha recordado a alguno de los capitulos de la serie "Historias de la cripta" o "Viernes 13: Misterio para tres" y como esas series me encantaban tu relato no va a ser menos

[eee]

[Ginebra]

buen relato, ágil, un poco macabro pero me gusta, con ritmo, lo has ido llevando bien hasta el desenlace final; me gusta, suerte!

[Megan]

Autor/a, me gustó mucho tu relato.
Soy muy adicta a ese tipo de historias macabras y la película Anabelle es una de ellas.
Manejaste muy bien el comienzo para darle "vida" a la muerta, me gustó el ambiente que creaste para ello.
La segunda parte también fue muy bien contextuada, sólo falta algo que me hubiera gustado: un clima de horror, cuando Elizabeth nota que el vestido la está ahorcando en la cama y cuando Abby se levanta y toma su cuerpo. Al menos en esos dos momentos, me faltó sentir el horror de lo que estaba sucediendo. Quizá también cuando sueña con su hermana corriendo con el vestido por el cementerio, hacer el sueño terrorífico hubiera estado bueno. De todas maneras, como te dije, es un muy buen relato, muy bien escrito, ágil y con esa morbosidad de embalsamar a un ser humano, que me pareció terrorífico, de eso te hablaba. Por lo demás, está completo y super interesante la idea.

Suerte y gracias por compartirlo

[Iliria]

Tengo opiniones encontradas con este relato, autor/a
Por un lado veo que explica demasiadas cosas. Estaría mejor mostrar más y decir menos, dejar libre la imaginación del lector en vez de dárselo todo mascado. Que trabaje un poquito, vaya
Y ahora lo que más me ha gustado: el vestido intentando ahogar a Elisabeth, y que esta tenga a su hermana disecada

Gracias por participar, suerte

[pmarsan]

La verdad es que lo he tenido que leer dos veces para pillarlo, en gran medida porque desconocía la ficción a la que hace referencia. Me parece que recreas muy bien la atmósfera y que está muy bien escrito. ¡Mucha suerte!

[kassiopea]

Me gusta que el autor haya desarrollado la historia de otro de los objetos embrujados del museo de los Warren, quienes existieron realmente y aparecen en películas como "The conjuring" y "Annabelle". No me han gustado tanto los toques de humor (intentando ridiculizar a la famosa muñeca), ya que eso choca con el tono general más oscuro del relato. Por otra parte, me parece que en un relato tan corto hubiera sido mejor utilizar la primera persona o la tercera, pero no mezclar ambas.

Eso sí, me ha encantado el toque macabro con la hermana disecada... Elisabeth parecía una mosquita muerta, pero resulta que está a la altura de Norman Bates ("Psicosis")

Mucha suerte en las votaciones

[Megan]

¡Felicidades amiga querida!
Merecido premio, me encantó tu relato, te dí todos los puntos, un placer leerte como siempre

[Iliria]

Felicidades, Kass
Mi segundo favorito. Un acierto como lo has planteado la trama, me alegra mucho que hayas participado

[Jarg]

Felicidades, Kassiopea. Me encantó el relato y por eso le di votos. La narración, el ritmo, el desenlace (y lo de la hermana disecada... genial). Enhorabuena

[Gavalia]

Enhorabuena, jugona.
Se te da bien sembrar el terror